AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Sin secretos se ama fiel (Aitziber D’ Lemoine)
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Sin secretos se ama fiel (Aitziber D’ Lemoine)
Erase una vez una noche entre la que dos enamorados se encontraban separados por la victoria del concubino del diablo. Una noche que parecía la más oscura de todas. Uno sumido en la oscuridad, otro en la agonía de la impotencia de poder hacer algo a favor de ayudar al que estaba en peligro de muerte.
El día había sido algo rápido de asimilar, la mañana que se había vuelto tan melancólica se había vuelto en unos segundos en la más odiada para los amantes, separándolos de su destino de estar juntos por una simple orden de un mayor y endiablado ser sediento de avaricia y poder por el nombre de los Lemoine. Separados, acabados, destrozados uno más que otro estaban separados por mucho tiempo. Ninguno sabía cuánto iban a estar así de desdichados. Los guardias, después de llevar al pirata al calabozo tras una ardua pelea en el que el pirata perdió la batalla, acabando con heridas de tercer grado en la espalda, en el costado, hacia lo posible para poder respirar, se había defendido y la vida de algún soldado de plomo se había llevado en su defensa, pero finalmente había sido llevado lejos de aquel callejón, dejándolo inconsciente, maniatado con cadenas de gran resistencia y llevado dentro de un carruaje a modo de celda, este fue llevado a los calabozos que pertenecían en secreto a la familia de los Lemoine, estaban cerca de los territorios de los Lemoine, pero solamente el cuñado de aquella familia sabia de su existencia. Nadie sabía de estas catacumbas, solo lo sabia el cabecilla de la operación, los soldados y ahora Teng.
Fue llevado a una de las celdas que tenía una ventana aceptable y con bellas vistas al exterior, pero siempre con sus inconvenientes. Tenía los barrotes gruesos pero oxidados, oliendo a podrido, mezclado con la humedad de la celda en la que se metía. Había heno, un colchón sostenido con cadenas y que estaba estirado sobre hormigón que se fusionaba con la pared. ¿Una estancia cómoda? Quizás si, quizás no. Teng ahora estaba muriéndose de miedo por dentro, pero en su rostro que segundos después fue destapado de la bolsa negra que le habían puesto en la cabeza, se reflejaba la calma más temida, más relajada que una persona pudiera tener. Observo la celda, este la miraba y fue empujado brutalmente contra la pared, se quejo, no lo pudo evitar, cayó al suelo con las manos aun juntas por las cadenas, el guardia enfundado con ropas de soldado, ató los grilletes a unas cadenas que estaban sueltas, dejándole los brazos colgando, se sentó en el heno y en mitad del suelo húmedo, estornudo, estaba cogiendo frio, pero solo mantuvo su mirada abajo, hacia el suelo y enseguida escucho el sonido de la puerta de hierro cerrarse, dejándolo en aquella celda, esperando a su destino que poco a poco iba convenciéndose de que era nada más y nada menos la muerte en sí misma.
¿Pero estaría todo perdido?
¿Quizás si? O ¿Quizás no?
-¡AITZIBEEERR!!- Teng grito el nombre de Aitziber fuertemente, sacudiendo las cadenas, intentando quitarse aquella prisión que tenía en las manos, comenzaba a dolerle sin piedad en su corazón, en su alma, ahora pensó que mejor tuvo que haber escogido el camino de la realeza, de ser aquel príncipe y emperador que tanto quería su madre que hubiera sido, que no hubiera sido como su padre, un valeroso y temeroso pirata, miembro de la hermandad de la piratería, pero, ¿Qué era él? ¿Un bufón? ¿El bufón jugando a ser pirata? No, él tenía descendencia real, tanto pirata como de la realeza en sí mismo. Él era el hijo de dos soberanos en sus propias áreas, cada uno en su especialidad y tenía que reconocer que su madre siempre había sido una magnifica pirata en saber manejarse entre la marea que siempre venia en todos los asuntos de palacio y sin un consorte o un marido que pudiera ayudarla en manejar un gran imperio el cual había forjado ella misma y simplemente sola, pero ahora el estaba en peligro de muerte, iban a ahorcarlo en la plaza central, a medianoche, como una condenada bruja....Brujería.
Puso a pensar entonces en que alguien si había usado la magia con él, una mujer que ahora esperaba que estuviera buscando una solución para poder sacarlo de aquella prisión en la que estaba antes de ser condenado a muerte- Amada mía...-susurro las palabras como si ella estuviera delante de él, al menos sacándolas de su corazón, al vacio, esperaba que al menos le llegaran aquellas palabras-...te amo...-seguía susurrando palabras de dulzura a una persona que no estaba presente-...-No, nada mas salía de sus labios que fueron sustituidas por gimoteos leves, manteniéndolas en silencio, escondía sus lagrimas, estaba contra la pared, apoyado en busca de consuelo, le ardía la cara y el frio de la pared se lo calmaba.
Suspirando profundamente, le temblaba el labio inferior, miro hacia delante, allí, en lo alto del torreón de la noche, yacía en todo su esplendor la luna, brillante y plateada, se estaba poniendo nervioso, su cuerpo se tensaba nada más verla, las cadenas, los grilletes, su cuerpo se tensaba aun mas, todo estaba en una medida más pequeña - ¡AAGH! –Algo en su particular no sabía que se complacía por dentro, ¿El qué? ¿Por qué se sentía tan perturbado? Su cuerpo se retorcía de dolor, de esperanza perdida y repetía el nombre de la bruja una y otra vez, como el loco que añora a su droga más promiscua a él para contentarse repetidamente hasta que finalmente la celda fue abierta, lo golpearon hasta dejarlo en la inconsciencia, más bien aturdimiento, pero mareado y finalmente, sus alaridos dejaron de oírse en el eco de aquellas celdas de piedra mohosa.
El día había sido algo rápido de asimilar, la mañana que se había vuelto tan melancólica se había vuelto en unos segundos en la más odiada para los amantes, separándolos de su destino de estar juntos por una simple orden de un mayor y endiablado ser sediento de avaricia y poder por el nombre de los Lemoine. Separados, acabados, destrozados uno más que otro estaban separados por mucho tiempo. Ninguno sabía cuánto iban a estar así de desdichados. Los guardias, después de llevar al pirata al calabozo tras una ardua pelea en el que el pirata perdió la batalla, acabando con heridas de tercer grado en la espalda, en el costado, hacia lo posible para poder respirar, se había defendido y la vida de algún soldado de plomo se había llevado en su defensa, pero finalmente había sido llevado lejos de aquel callejón, dejándolo inconsciente, maniatado con cadenas de gran resistencia y llevado dentro de un carruaje a modo de celda, este fue llevado a los calabozos que pertenecían en secreto a la familia de los Lemoine, estaban cerca de los territorios de los Lemoine, pero solamente el cuñado de aquella familia sabia de su existencia. Nadie sabía de estas catacumbas, solo lo sabia el cabecilla de la operación, los soldados y ahora Teng.
Fue llevado a una de las celdas que tenía una ventana aceptable y con bellas vistas al exterior, pero siempre con sus inconvenientes. Tenía los barrotes gruesos pero oxidados, oliendo a podrido, mezclado con la humedad de la celda en la que se metía. Había heno, un colchón sostenido con cadenas y que estaba estirado sobre hormigón que se fusionaba con la pared. ¿Una estancia cómoda? Quizás si, quizás no. Teng ahora estaba muriéndose de miedo por dentro, pero en su rostro que segundos después fue destapado de la bolsa negra que le habían puesto en la cabeza, se reflejaba la calma más temida, más relajada que una persona pudiera tener. Observo la celda, este la miraba y fue empujado brutalmente contra la pared, se quejo, no lo pudo evitar, cayó al suelo con las manos aun juntas por las cadenas, el guardia enfundado con ropas de soldado, ató los grilletes a unas cadenas que estaban sueltas, dejándole los brazos colgando, se sentó en el heno y en mitad del suelo húmedo, estornudo, estaba cogiendo frio, pero solo mantuvo su mirada abajo, hacia el suelo y enseguida escucho el sonido de la puerta de hierro cerrarse, dejándolo en aquella celda, esperando a su destino que poco a poco iba convenciéndose de que era nada más y nada menos la muerte en sí misma.
¿Pero estaría todo perdido?
¿Quizás si? O ¿Quizás no?
-¡AITZIBEEERR!!- Teng grito el nombre de Aitziber fuertemente, sacudiendo las cadenas, intentando quitarse aquella prisión que tenía en las manos, comenzaba a dolerle sin piedad en su corazón, en su alma, ahora pensó que mejor tuvo que haber escogido el camino de la realeza, de ser aquel príncipe y emperador que tanto quería su madre que hubiera sido, que no hubiera sido como su padre, un valeroso y temeroso pirata, miembro de la hermandad de la piratería, pero, ¿Qué era él? ¿Un bufón? ¿El bufón jugando a ser pirata? No, él tenía descendencia real, tanto pirata como de la realeza en sí mismo. Él era el hijo de dos soberanos en sus propias áreas, cada uno en su especialidad y tenía que reconocer que su madre siempre había sido una magnifica pirata en saber manejarse entre la marea que siempre venia en todos los asuntos de palacio y sin un consorte o un marido que pudiera ayudarla en manejar un gran imperio el cual había forjado ella misma y simplemente sola, pero ahora el estaba en peligro de muerte, iban a ahorcarlo en la plaza central, a medianoche, como una condenada bruja....Brujería.
Puso a pensar entonces en que alguien si había usado la magia con él, una mujer que ahora esperaba que estuviera buscando una solución para poder sacarlo de aquella prisión en la que estaba antes de ser condenado a muerte- Amada mía...-susurro las palabras como si ella estuviera delante de él, al menos sacándolas de su corazón, al vacio, esperaba que al menos le llegaran aquellas palabras-...te amo...-seguía susurrando palabras de dulzura a una persona que no estaba presente-...-No, nada mas salía de sus labios que fueron sustituidas por gimoteos leves, manteniéndolas en silencio, escondía sus lagrimas, estaba contra la pared, apoyado en busca de consuelo, le ardía la cara y el frio de la pared se lo calmaba.
Suspirando profundamente, le temblaba el labio inferior, miro hacia delante, allí, en lo alto del torreón de la noche, yacía en todo su esplendor la luna, brillante y plateada, se estaba poniendo nervioso, su cuerpo se tensaba nada más verla, las cadenas, los grilletes, su cuerpo se tensaba aun mas, todo estaba en una medida más pequeña - ¡AAGH! –Algo en su particular no sabía que se complacía por dentro, ¿El qué? ¿Por qué se sentía tan perturbado? Su cuerpo se retorcía de dolor, de esperanza perdida y repetía el nombre de la bruja una y otra vez, como el loco que añora a su droga más promiscua a él para contentarse repetidamente hasta que finalmente la celda fue abierta, lo golpearon hasta dejarlo en la inconsciencia, más bien aturdimiento, pero mareado y finalmente, sus alaridos dejaron de oírse en el eco de aquellas celdas de piedra mohosa.
Teng Jin-Ho Zhen- Licántropo Clase Baja
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Re: Sin secretos se ama fiel (Aitziber D’ Lemoine)
-YO LO AMO- grito la bruja con todas sus fuerzas. Su cuerpo era sujetado por un hombre que la llevaba prácticamente a rastras a la mansión de los viejos, de sus padres, sus hermanas, aquellas mujeres altas, de vestimenta perfeccionada y leves rasgos asiáticos, la esperaban con una mirada llena de incomprensión y al mismo tiempo horror. ¿Qué había pasado con la muchacha tranquila y callada que había sido Aitziber alguna vez? Ahora se encontraba una mujer que comenzaba a convulsionar entre temblores esporádicos de sus músculos, que inconscientemente se movían, al mismo tiempo que un llanto incontrolable llenaba el camino que recorría con ella. Deseaba zafarse de aquel agarre, pero lo único que encontró fue un golpe en su costilla izquierda que dejo privado a su pequeño cuerpo, trato de insultar, de escupirle en la cara a la bestia que le impedía moverse con libertad, pero lo único que salió de sus labios fue un leve quejido y algunos jadeos que buscaban atraer un poco del aire sacado.
Al final los ojos de la doncella quedaron en blanco, sus hermanas dejaron salir un suspiro de exclamación, cuando vieron el pálido rostro de la menor caer hacia adelante, sin conciencia, sin fuerzas para seguir con el mentón en alto. El hombre, el esposo de Anne-Sophie D' Lemoine; La hermana mayor de Aitziber. La sujeto con mucha más facilidad, llevándola entre sus brazos hasta donde su madre. Nadie dijo nada, sus hermanas habían también agarrado una palidez en su tez un poco más oscura, pues se parecían más a su padre, pero amenazaban con ponerse blancas como su hermana menor, que parecía un lienzo sin color.
La bañaron, la vistieron con una bata blanca para dormir y la metieron en una amplia cama, con muchas comodidades mientras una mujer, empleada de sus padres, se encargaba de ponerle pachos de agua en su frente, pues la bruja comenzaba a tener un poco de fiebre emocional. Bruno –como se llamaba el esposo de Anne-Sophie- le había dicho algunas cosas para aclarar el asunto y el porqué tuvo que hacerlo, según él, el pirata llamado Teng tenía muchos antecedentes que lo llevaron a donde estaba y ya habían decretado la fecha de la ejecución.
-No debe saberlo…- dijo el al final, en un susurro, como temiendo de que alguien más lo pudiera escuchar. Como siempre un lobo disfrazado de oveja, buscaba mover los hilos necesario para convertirse en el héroe que nunca seria. Su padre, Wilson Lemoine, un hombre de porte tranquilo, mirada cansada y perdida, no creía mucho en lo que este decía, el personalmente había conocido a aquel pirata y aunque este lo había contratado para proteger a su hija de un atentado, no había esperado que los dos se enamoraran perdidamente, pues aunque, su hija nunca decía nada, el lo sabía, como padre que era.
-Lo quiero conmigo, pagare cualquier cosa, pagare sus pecados si es necesario- había gimoteado la dulce chica mientras sus lágrimas brotaban otra vez, como gotas de una llovizna que amenazaban en volverse una tormenta, una gran y estruendosa tormenta. No había nadie a quien suplicar. Tapo su rostro y comenzó a llorar amargamente… a la primera persona que había amado a la primera que había deseado entregarse, moriría en un amanecer, como un espectáculo de circo. Aun tenía la esperanza que Fenrir u otro vendría a rescatarlo, era su líder, no debían estar lejos, los chismes, las malas noticias son las primeras que llegan a los oídos de las personas, esperaba que esta fuera la misma situación.
Era una vil tortura, prefería que le clavaran diez mil agujas en su cuerpo que ver aquella tortura, no, no le importaba lo que sucediera con aquel pirata, con aquel que había mentido con sus orígenes y enamorado a su bruja de ojos rasgados y rostro infantil. De cierta forma lo odiaba, sin él, ella no estuviera sufriendo, pero ya era muy tarde, demasiado tarde para hacerlo desaparecer sin que Aitziber sufriera, sus lazos hacían sido unidos y lo único que quedaba era que siguieran juntos. Se había ido de su lado, no podía verla sufrir tanto, gimotear, llorar y susurrar clemencias que de algún demonio podría responder.
-No llores, con sus lágrimas son suficiente…- susurro el fantasma, invisible, pues odiaba ver visto por otra persona que no fuera Aitziber –Ella es una niña, frágil, aunque se muestre fuerte…- un suspiro pareció salir de aquel ser que susurraba cosas a su mente, pues nadie estaba cerca para decir que alguien había entrado –Dime… ¿Cuál es la solución?- pregunto haciendo mover las cadenas con un suave viento -¿o prefieres que yo decida a quien traer?- de ella nada se ocultaba, Isabel nadie se podía esconder.
Al final los ojos de la doncella quedaron en blanco, sus hermanas dejaron salir un suspiro de exclamación, cuando vieron el pálido rostro de la menor caer hacia adelante, sin conciencia, sin fuerzas para seguir con el mentón en alto. El hombre, el esposo de Anne-Sophie D' Lemoine; La hermana mayor de Aitziber. La sujeto con mucha más facilidad, llevándola entre sus brazos hasta donde su madre. Nadie dijo nada, sus hermanas habían también agarrado una palidez en su tez un poco más oscura, pues se parecían más a su padre, pero amenazaban con ponerse blancas como su hermana menor, que parecía un lienzo sin color.
La bañaron, la vistieron con una bata blanca para dormir y la metieron en una amplia cama, con muchas comodidades mientras una mujer, empleada de sus padres, se encargaba de ponerle pachos de agua en su frente, pues la bruja comenzaba a tener un poco de fiebre emocional. Bruno –como se llamaba el esposo de Anne-Sophie- le había dicho algunas cosas para aclarar el asunto y el porqué tuvo que hacerlo, según él, el pirata llamado Teng tenía muchos antecedentes que lo llevaron a donde estaba y ya habían decretado la fecha de la ejecución.
-No debe saberlo…- dijo el al final, en un susurro, como temiendo de que alguien más lo pudiera escuchar. Como siempre un lobo disfrazado de oveja, buscaba mover los hilos necesario para convertirse en el héroe que nunca seria. Su padre, Wilson Lemoine, un hombre de porte tranquilo, mirada cansada y perdida, no creía mucho en lo que este decía, el personalmente había conocido a aquel pirata y aunque este lo había contratado para proteger a su hija de un atentado, no había esperado que los dos se enamoraran perdidamente, pues aunque, su hija nunca decía nada, el lo sabía, como padre que era.
-Lo quiero conmigo, pagare cualquier cosa, pagare sus pecados si es necesario- había gimoteado la dulce chica mientras sus lágrimas brotaban otra vez, como gotas de una llovizna que amenazaban en volverse una tormenta, una gran y estruendosa tormenta. No había nadie a quien suplicar. Tapo su rostro y comenzó a llorar amargamente… a la primera persona que había amado a la primera que había deseado entregarse, moriría en un amanecer, como un espectáculo de circo. Aun tenía la esperanza que Fenrir u otro vendría a rescatarlo, era su líder, no debían estar lejos, los chismes, las malas noticias son las primeras que llegan a los oídos de las personas, esperaba que esta fuera la misma situación.
{… Susurras Palabras hermosas al viento,
Buscando que estas lleguen a un destinario que esta tan lejos,
Tan lejos que no te escuchara nunca,
Pero aun así,
La esperanza hace que susurres aun más…}
Buscando que estas lleguen a un destinario que esta tan lejos,
Tan lejos que no te escuchara nunca,
Pero aun así,
La esperanza hace que susurres aun más…}
Era una vil tortura, prefería que le clavaran diez mil agujas en su cuerpo que ver aquella tortura, no, no le importaba lo que sucediera con aquel pirata, con aquel que había mentido con sus orígenes y enamorado a su bruja de ojos rasgados y rostro infantil. De cierta forma lo odiaba, sin él, ella no estuviera sufriendo, pero ya era muy tarde, demasiado tarde para hacerlo desaparecer sin que Aitziber sufriera, sus lazos hacían sido unidos y lo único que quedaba era que siguieran juntos. Se había ido de su lado, no podía verla sufrir tanto, gimotear, llorar y susurrar clemencias que de algún demonio podría responder.
-No llores, con sus lágrimas son suficiente…- susurro el fantasma, invisible, pues odiaba ver visto por otra persona que no fuera Aitziber –Ella es una niña, frágil, aunque se muestre fuerte…- un suspiro pareció salir de aquel ser que susurraba cosas a su mente, pues nadie estaba cerca para decir que alguien había entrado –Dime… ¿Cuál es la solución?- pregunto haciendo mover las cadenas con un suave viento -¿o prefieres que yo decida a quien traer?- de ella nada se ocultaba, Isabel nadie se podía esconder.
Aitziber D’ Lemoine- Hechicero Clase Alta
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Re: Sin secretos se ama fiel (Aitziber D’ Lemoine)
FLASHBACK:
Era una tarde en la que el pequeño Cheng-ryu estaba bajo uno de los cerezos del jardín de aquella ostentosa mansión, de aquel palacio de tantas habitaciones. Él pequeño era gordo, sin emoción alguna. El pequeño Cheng era observado por la emperatriz, su madre quien lo había cuidado con esmero y cariño pese a la vanidad y la soberbia de esta. Alguien debía de hacerlo. Había varios invitados. Estaban observando al pequeño heredero como escribía la caligrafía con tinta oscura sobre el lienzo de piel desnudo. Era la llegada del doble Yang, a la vez que el cumpleaños del heredero. Al terminar la caligrafía, el mismo procedía en silencio a decir sus votos para el nuevo Yang y en cuestión de segundos, el jardín rompió en reverencias y en algún otro suave elogio al heredero del trono. La fiesta se desarrolló con esmero, con calma. Hubo varios espectáculos que pudieron entretener al heredero, pero ninguno servía para alejarlo de su estado neutro en el que estaba. Cheng estaría más cómodo en la biblioteca, leyendo algún libro interesante en el que se perdería por horas, pero tenía que asistir a su propia fiesta, a su propio deber.
La emperatriz Shan-lu lo observaba de reojo, hermosa piel pálida con leves mejillas empapadas con leves toques rosas y un cabello de un color oscuro como la noche. Vestía un hermoso tocado en el pelo rojo de plumas y un hermoso traje floral que hacia juego. Veía a su madre vestir ropas alegres pero nunca le vio con un hombre al lado, siempre había un hombre que hacía de consorte de ella, pero no era su padre. Echaba de menos tener un padre. Aunque ¿Y si se enteró de su apariencia rechoncha y por eso lo dejo con su madre y así que ella llevara la carga? Hubo una vez en que le pregunto sobre él y no hubo respuesta más que una mirada oscura en los ojos de su madre. Intento concentrarse en la fiesta que era en su honor, en la fiesta que le gustaría no estar. Solamente suspiro y entonces unos niños le invitaron a jugar a la pelota, su madre asintió, que se divirtiera y le felicito porque al fin obtenía amistades. Entonces cuando fueron a jugar, vio que no había pelota, enseguida, cuatro niños contra un niño indefenso, enseguida Cheng-Ryu comenzó a ser golpeado, apaleado por aquellos niños, Cheng-ryu gritaba y gritaba sin parar, no podía parar de llorar, los gritos interrumpieron la atención de la emperatriz, las demás personas también se distrajeron y comenzaron a ver lo que pasaba. Una niña salió corriendo hacia la multitud diciendo que estaban apaleando cuatro niños al príncipe y heredero de la monarquía. Todos miraron a la emperatriz, esta, la soberbia le pudo y no hizo nada, ella estuvo atenta a la función que se originaba allí sobre los escenarios, la historia del dragón que trajo la vida a la antigua China. Entonces, la hermana de la emperatriz y mujer dulce fue a socorrer a su querido sobrino en compañía de su hijo tres años mayor que Cheng – Ryu.
Llegaron y vieron al pequeño temblar de dolor, ensangrentado y con las ropas reales destrozadas. Su tía lo cogió en sus brazos, su hijo cogió el gorro que había llevado pues se le había caído al cogerlo su madre en brazos. Un rato largo después Cheng-Ryu estaba acostado y cubierto con vendas por su torso, sus brazos y su cabeza. La emperatriz apareció preocupada, aguantando las lágrimas. Hizo que todos salieran y solo quedaran su hermana con su hijo, ella y Cheng acostado entre sabanas. Shan-lu se arrodillo al lado de su hijo, esta rompió en lágrimas destrozando el maquillaje pálido que había sido elaborado horas antes del festín, esta abrazaba a su hijo con cuidado, intento disculparse y para su sorpresa, Cheng le dedico una sonrisa, le dijo que no se preocupara, que estaba bien. Estaba atenta a lo que le decía, sabía que estarían espiándoles detrás de las puertas de madera cubiertas con papel de arroz. Esta entonces se puso al lado de quien era su hijo y comenzó a cantarle una nana en la que minutos después se quedó dormido. Cuando todo había pasado, se fue levantando de su lado y se dirigió a su hermana y miró al joven que estaba a su lado-...Teng, hijo mío…quédate con tu primo…-susurro con dulzura, le beso la frente y su hijo con una sonrisa hizo lo que le dijo su madre. Se puso al lado de su primo que lo había apaleado en su lugar. Él se había ofrecido a proteger a Teng, en realidad todos quienes sabían de la breve aventura marina de la emperatriz con el pirata, sabían que tenían que proteger al príncipe, por eso su hermana cuidaba a Teng como si fuera su hijo y la emperatriz cuidaba a su sobrino como si fuera el suyo propio….”
FIN DEL FLASHBACK
-Madre….-susurro ahora un Teng crecido, encerrado seguramente por mera diversión del soldadito de plomo que se había ido bajo las faldas de alguna bailarina de ballet. Este estaba tosiendo, se tapó con la mano como si eso fuese a entorpecer el tapizado mugroso de la celda, se vio un poco de sangre, bien lo habían golpeado y estaba echo un asco, entonces sin más dilación, esto iba a ser rápido seguramente, pensó, pero no, no iba a ser así, no hasta al día siguiente por la noche que era cuando lo ahorcarían. Se estremeció en cuanto escucho aquello, entonces de la nada comenzó a escuchar voces, bien, ya estaba tardando en escuchar voces, su locura no era tan demente antes que ahora si hacia manifiesto de ella, pero entonces las cadenas se movieron sin aire y de nuevo esas voces infantiles, pensó quizás que ya era demasiado tarde para seguir pensando en que estaba loco de remate.
-¿Quién anda ahí? –Dijo en una pregunta asustada que se escondía detrás de un corazón asustado. Entonces escucho esas preguntas, se le quedaron muy adentro de su mente y entonces pensó que o a quien podría llamar. Fenrir estaría muy lejos ahora, le dijo que tenía que irse de París, dejándolo solo-…hum….La amo…-Dijo a las voces en respuesta, en realidad no sabía qué hacer, pensó en la mujer a quien conoció y vacilo con un secuestro casi perfecto si no hubiera atendido a lo que le dijo Fenrir, si no se hubiera dejado. Ahora tenía una grotesca cicatriz sobre su rostro, al que no dieron tiempo de cura pues todo se había torcido demasiado.
Tenía que pensar en algo, pero ¿Qué? ¿Qué podía hacer? –No creo que la merezca, solo hago meterla en peligro…y…yo no quiero eso…-bajo la mirada hacia el suelo, se enredó en sus piernas haciéndose una bola contra la pared, sus lágrimas silenciosas fueron vistas en cuanto elevo un poco la cara hacia delante-…¿Quién eres? ¿Dónde estás? ¿De dónde vienes? –Pregunto con rapidez intentando saber de dónde venían las voces -…Por favor…ayúdanos…-Dijo refiriéndose a ambos, a su amada bruja y a su alma ennegrecida por el carbón y la pólvora de los cañones en los barcos estando en alta mar.
Volvió a los barrotes para poder hacer ruido, pero ahora estaba a solas, no sabía qué hacer, por tantos años saqueando lugares, esta vez lo habían atrapado. Estos muros le estaban hiriendo de sobremanera, no podían dejarle respirar.
Era una tarde en la que el pequeño Cheng-ryu estaba bajo uno de los cerezos del jardín de aquella ostentosa mansión, de aquel palacio de tantas habitaciones. Él pequeño era gordo, sin emoción alguna. El pequeño Cheng era observado por la emperatriz, su madre quien lo había cuidado con esmero y cariño pese a la vanidad y la soberbia de esta. Alguien debía de hacerlo. Había varios invitados. Estaban observando al pequeño heredero como escribía la caligrafía con tinta oscura sobre el lienzo de piel desnudo. Era la llegada del doble Yang, a la vez que el cumpleaños del heredero. Al terminar la caligrafía, el mismo procedía en silencio a decir sus votos para el nuevo Yang y en cuestión de segundos, el jardín rompió en reverencias y en algún otro suave elogio al heredero del trono. La fiesta se desarrolló con esmero, con calma. Hubo varios espectáculos que pudieron entretener al heredero, pero ninguno servía para alejarlo de su estado neutro en el que estaba. Cheng estaría más cómodo en la biblioteca, leyendo algún libro interesante en el que se perdería por horas, pero tenía que asistir a su propia fiesta, a su propio deber.
La emperatriz Shan-lu lo observaba de reojo, hermosa piel pálida con leves mejillas empapadas con leves toques rosas y un cabello de un color oscuro como la noche. Vestía un hermoso tocado en el pelo rojo de plumas y un hermoso traje floral que hacia juego. Veía a su madre vestir ropas alegres pero nunca le vio con un hombre al lado, siempre había un hombre que hacía de consorte de ella, pero no era su padre. Echaba de menos tener un padre. Aunque ¿Y si se enteró de su apariencia rechoncha y por eso lo dejo con su madre y así que ella llevara la carga? Hubo una vez en que le pregunto sobre él y no hubo respuesta más que una mirada oscura en los ojos de su madre. Intento concentrarse en la fiesta que era en su honor, en la fiesta que le gustaría no estar. Solamente suspiro y entonces unos niños le invitaron a jugar a la pelota, su madre asintió, que se divirtiera y le felicito porque al fin obtenía amistades. Entonces cuando fueron a jugar, vio que no había pelota, enseguida, cuatro niños contra un niño indefenso, enseguida Cheng-Ryu comenzó a ser golpeado, apaleado por aquellos niños, Cheng-ryu gritaba y gritaba sin parar, no podía parar de llorar, los gritos interrumpieron la atención de la emperatriz, las demás personas también se distrajeron y comenzaron a ver lo que pasaba. Una niña salió corriendo hacia la multitud diciendo que estaban apaleando cuatro niños al príncipe y heredero de la monarquía. Todos miraron a la emperatriz, esta, la soberbia le pudo y no hizo nada, ella estuvo atenta a la función que se originaba allí sobre los escenarios, la historia del dragón que trajo la vida a la antigua China. Entonces, la hermana de la emperatriz y mujer dulce fue a socorrer a su querido sobrino en compañía de su hijo tres años mayor que Cheng – Ryu.
Llegaron y vieron al pequeño temblar de dolor, ensangrentado y con las ropas reales destrozadas. Su tía lo cogió en sus brazos, su hijo cogió el gorro que había llevado pues se le había caído al cogerlo su madre en brazos. Un rato largo después Cheng-Ryu estaba acostado y cubierto con vendas por su torso, sus brazos y su cabeza. La emperatriz apareció preocupada, aguantando las lágrimas. Hizo que todos salieran y solo quedaran su hermana con su hijo, ella y Cheng acostado entre sabanas. Shan-lu se arrodillo al lado de su hijo, esta rompió en lágrimas destrozando el maquillaje pálido que había sido elaborado horas antes del festín, esta abrazaba a su hijo con cuidado, intento disculparse y para su sorpresa, Cheng le dedico una sonrisa, le dijo que no se preocupara, que estaba bien. Estaba atenta a lo que le decía, sabía que estarían espiándoles detrás de las puertas de madera cubiertas con papel de arroz. Esta entonces se puso al lado de quien era su hijo y comenzó a cantarle una nana en la que minutos después se quedó dormido. Cuando todo había pasado, se fue levantando de su lado y se dirigió a su hermana y miró al joven que estaba a su lado-...Teng, hijo mío…quédate con tu primo…-susurro con dulzura, le beso la frente y su hijo con una sonrisa hizo lo que le dijo su madre. Se puso al lado de su primo que lo había apaleado en su lugar. Él se había ofrecido a proteger a Teng, en realidad todos quienes sabían de la breve aventura marina de la emperatriz con el pirata, sabían que tenían que proteger al príncipe, por eso su hermana cuidaba a Teng como si fuera su hijo y la emperatriz cuidaba a su sobrino como si fuera el suyo propio….”
FIN DEL FLASHBACK
-Madre….-susurro ahora un Teng crecido, encerrado seguramente por mera diversión del soldadito de plomo que se había ido bajo las faldas de alguna bailarina de ballet. Este estaba tosiendo, se tapó con la mano como si eso fuese a entorpecer el tapizado mugroso de la celda, se vio un poco de sangre, bien lo habían golpeado y estaba echo un asco, entonces sin más dilación, esto iba a ser rápido seguramente, pensó, pero no, no iba a ser así, no hasta al día siguiente por la noche que era cuando lo ahorcarían. Se estremeció en cuanto escucho aquello, entonces de la nada comenzó a escuchar voces, bien, ya estaba tardando en escuchar voces, su locura no era tan demente antes que ahora si hacia manifiesto de ella, pero entonces las cadenas se movieron sin aire y de nuevo esas voces infantiles, pensó quizás que ya era demasiado tarde para seguir pensando en que estaba loco de remate.
-¿Quién anda ahí? –Dijo en una pregunta asustada que se escondía detrás de un corazón asustado. Entonces escucho esas preguntas, se le quedaron muy adentro de su mente y entonces pensó que o a quien podría llamar. Fenrir estaría muy lejos ahora, le dijo que tenía que irse de París, dejándolo solo-…hum….La amo…-Dijo a las voces en respuesta, en realidad no sabía qué hacer, pensó en la mujer a quien conoció y vacilo con un secuestro casi perfecto si no hubiera atendido a lo que le dijo Fenrir, si no se hubiera dejado. Ahora tenía una grotesca cicatriz sobre su rostro, al que no dieron tiempo de cura pues todo se había torcido demasiado.
Tenía que pensar en algo, pero ¿Qué? ¿Qué podía hacer? –No creo que la merezca, solo hago meterla en peligro…y…yo no quiero eso…-bajo la mirada hacia el suelo, se enredó en sus piernas haciéndose una bola contra la pared, sus lágrimas silenciosas fueron vistas en cuanto elevo un poco la cara hacia delante-…¿Quién eres? ¿Dónde estás? ¿De dónde vienes? –Pregunto con rapidez intentando saber de dónde venían las voces -…Por favor…ayúdanos…-Dijo refiriéndose a ambos, a su amada bruja y a su alma ennegrecida por el carbón y la pólvora de los cañones en los barcos estando en alta mar.
Volvió a los barrotes para poder hacer ruido, pero ahora estaba a solas, no sabía qué hacer, por tantos años saqueando lugares, esta vez lo habían atrapado. Estos muros le estaban hiriendo de sobremanera, no podían dejarle respirar.
Teng Jin-Ho Zhen- Licántropo Clase Baja
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Re: Sin secretos se ama fiel (Aitziber D’ Lemoine)
Era una condena sentir que todo se acabaría, antes de haber comenzado, tenía mucho miedo de despertar al día siguiente y sentir que todo había llegado a su fin, que solamente había sido un capitulo en su historia, al que se le aproximaba el final por falta de hojas para seguir escribiendo. ¿Dónde estaba su preciada magia en estos momentos? Se sentía abandonada por ella, por cada uno de los seres confiables que siempre estaban a su lado. Parecían que dormían, se escondían, tristes de un final, los cuales ellos ya habían visto, como cuando un jovencito curioso, sin poder esperar más, se va al final del libro para leer sus últimas letras. Sus fuerzas parecían que no eran suficientes para atraer a algo que le ayudara, solamente las sombras parecían atender a sus llamados y como tal, el peligro surgía de su presencia.
Isabel, meditaba a lo que escuchaba, no lo que el joven decía, si no a los temores que tenía el corazón del pirata, estaba en problemas, eso se podía ver, pocas posibilidades de salvarse había, solamente un milagro o tal vez dos serian los justos para que aquellos dos quedaran juntos, pero ella no podía sacar los cálculos negativos, se habían vuelto uno, si el otro moría, de forma prematura el siguiente lo seguiría –Debiste pensar eso mucho antes, ahora están demasiado unidos, como para alejarte así no mas…- le aclaro el ente, mientras seguía flotando por allí, de cierta forma muerta de la tristeza por el simple hecho de no poder hacer nada.
Aun invisible, se puso cerca del hombre, miraba atentamente como las lagrimas salían de sus ojos, ladeo su cabecita, interesada, muy curiosa de cómo aquello llamado amor podía debilitar tanto a las personas. Se sentó, poniendo la espalda en la pared, mientras recogía con sus manitos las dos rodillas, como siempre su vestido blanco, estaba impecable, no importaba cuanta suciedad hubiera en donde se posara, sus rizos castaños se acomodaban entre sus hombros. Poco a poco comenzó a ser más visible, al final quedo siendo una figura amagar que estaba y no estaba en ese lugar, solamente se podría ver si entrecerraban los ojos y la luz daba en el punto exacto. –Soy Isabel- dijo de forma suave. Mientras podía apreciar como perdía la poca cordura que le quedaba y la desesperación comenzaba a absorberlo –Soy un espíritu muy antiguo, me dedico a cuidar brujas desde pequeñas…- ladeo su cabeza un poco, nada parecía cambiar de su figura, solamente que parecía desvanecerse. –A cambio me alimento de su energía-
-No puedo hacer mucho…- dijo ella alzándose los hombros. Se había levantado de su posición, ahora parecía flotar, entre el manojo de nervios que era el –Pero los ayudare, solamente procura no morir antes- le dio un pequeño beso en la mejilla, para luego desaparecer al mismo tiempo que la puerta parecía abrirse. Algo borrosa pareció encontrarse una figura encapuchada, entro para luego adentrarse en aquel cueco oscuro con solamente una lámpara de aceite en su mano.
-Teng…- susurro tan aliviada que no podía ocultarlo, corrió hacia donde estaba el pirata y rápidamente se quito la capucha. Era Aitziber, con el dorso de su mano se limpio las lágrimas y buscaba tranquilizar sus gimoteos –Que bien que te pude encontrar…- susurro mientras se aferraba a la celda como podía –perdón, no sabía que estabas prácticamente debajo de mi casa, si lo hubiera sabido…- se mordió los labios, parecía que iba a romper otra vez en llanto, bajo la cabeza un poco, cuando se sintió fuerte la alzo para dibujar una pequeña sonrisa –Fenrir no se ha ido… pronto llegara y podrás escapar-
Isabel, meditaba a lo que escuchaba, no lo que el joven decía, si no a los temores que tenía el corazón del pirata, estaba en problemas, eso se podía ver, pocas posibilidades de salvarse había, solamente un milagro o tal vez dos serian los justos para que aquellos dos quedaran juntos, pero ella no podía sacar los cálculos negativos, se habían vuelto uno, si el otro moría, de forma prematura el siguiente lo seguiría –Debiste pensar eso mucho antes, ahora están demasiado unidos, como para alejarte así no mas…- le aclaro el ente, mientras seguía flotando por allí, de cierta forma muerta de la tristeza por el simple hecho de no poder hacer nada.
Aun invisible, se puso cerca del hombre, miraba atentamente como las lagrimas salían de sus ojos, ladeo su cabecita, interesada, muy curiosa de cómo aquello llamado amor podía debilitar tanto a las personas. Se sentó, poniendo la espalda en la pared, mientras recogía con sus manitos las dos rodillas, como siempre su vestido blanco, estaba impecable, no importaba cuanta suciedad hubiera en donde se posara, sus rizos castaños se acomodaban entre sus hombros. Poco a poco comenzó a ser más visible, al final quedo siendo una figura amagar que estaba y no estaba en ese lugar, solamente se podría ver si entrecerraban los ojos y la luz daba en el punto exacto. –Soy Isabel- dijo de forma suave. Mientras podía apreciar como perdía la poca cordura que le quedaba y la desesperación comenzaba a absorberlo –Soy un espíritu muy antiguo, me dedico a cuidar brujas desde pequeñas…- ladeo su cabeza un poco, nada parecía cambiar de su figura, solamente que parecía desvanecerse. –A cambio me alimento de su energía-
-No puedo hacer mucho…- dijo ella alzándose los hombros. Se había levantado de su posición, ahora parecía flotar, entre el manojo de nervios que era el –Pero los ayudare, solamente procura no morir antes- le dio un pequeño beso en la mejilla, para luego desaparecer al mismo tiempo que la puerta parecía abrirse. Algo borrosa pareció encontrarse una figura encapuchada, entro para luego adentrarse en aquel cueco oscuro con solamente una lámpara de aceite en su mano.
-Teng…- susurro tan aliviada que no podía ocultarlo, corrió hacia donde estaba el pirata y rápidamente se quito la capucha. Era Aitziber, con el dorso de su mano se limpio las lágrimas y buscaba tranquilizar sus gimoteos –Que bien que te pude encontrar…- susurro mientras se aferraba a la celda como podía –perdón, no sabía que estabas prácticamente debajo de mi casa, si lo hubiera sabido…- se mordió los labios, parecía que iba a romper otra vez en llanto, bajo la cabeza un poco, cuando se sintió fuerte la alzo para dibujar una pequeña sonrisa –Fenrir no se ha ido… pronto llegara y podrás escapar-
Aitziber D’ Lemoine- Hechicero Clase Alta
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Re: Sin secretos se ama fiel (Aitziber D’ Lemoine)
Tengo parecía estar en la quinta estación, en el universo de lo bien que se sintió al ver a su amada bruja frente a él aunque fuera a través de unos barrotes. Este como pudo se acercó a ella lentamente, procurando no malograrse de lo que ya estaba y solamente intento acercar las manos al rostro lloroso de Aitziber, puso las manos en sus mejillas limpiando todo rastro de lagrimas que hubieran recorrido sus mejillas-….Son unos bestias…-sonrió, tosió un poco apartando la mirada de la de su amada y cuando la miro, el solamente intento acercarse mas pero las cadenas eran demasiado cortas para tal-…querida….no quiero irme de tu lado…-negó de lado a lado-…No sin ti…ahora no…sé que haría sin ti….-se quedo mirándola fijamente a esa cara que tanto le gustaba observar.
Quien le habia hecho esta jugarreta, se cagaria con las patas abajo si descubrieran que tenia sangre real-...Querida....por favor...no te vayas cuando te diga esto....-Queria decirselo por si no llegaba a ver la noche de su ahorcamiento, que era la noche siguiente, seguramente, oh si, un pirata, atraeria a muchas miradas en donde el espectaculo estaba garantizado-...Yo tengo algo que decirte algo muy importante pero que solamente tienes que guardarlo en secreto....-Murmuro a traves de los barrotes. Esperaba que no saliera corriendo pero solamente vio a Fenrir entrar, habia escuchado lo que dijo Teng, y este solo se arrodillo frente a los barrotes que aprisionaban al pirata.
-¡Me cago en tu madre, Fenrir! ¡ABRE ESTA PUTA PUERTA Y LIBERAME! -Ordeno el capitan del navio que ahora estaba a punto de ser liberado, Fenrir aparto hacia un lado a la bruja y cogio los barrotes-...Alteza....Apartese...-Dijo tras agarrar los barrotes, apreto un poco, tiro y en nada ya habia roto los barrotes de la celda, Teng solamente con ayuda de Fenrir se libero de las cadenas que lo ataban y fue corriendo a abrazar a su amada-...Oh dios...Por fin juntos...-susurro en el oido de esta, vio que lo miraba confundida y solamente la tomo de la mano para poder sacarla de ahi antes de que lo pillaran saliendo de la celda.
Quien le habia hecho esta jugarreta, se cagaria con las patas abajo si descubrieran que tenia sangre real-...Querida....por favor...no te vayas cuando te diga esto....-Queria decirselo por si no llegaba a ver la noche de su ahorcamiento, que era la noche siguiente, seguramente, oh si, un pirata, atraeria a muchas miradas en donde el espectaculo estaba garantizado-...Yo tengo algo que decirte algo muy importante pero que solamente tienes que guardarlo en secreto....-Murmuro a traves de los barrotes. Esperaba que no saliera corriendo pero solamente vio a Fenrir entrar, habia escuchado lo que dijo Teng, y este solo se arrodillo frente a los barrotes que aprisionaban al pirata.
-¡Me cago en tu madre, Fenrir! ¡ABRE ESTA PUTA PUERTA Y LIBERAME! -Ordeno el capitan del navio que ahora estaba a punto de ser liberado, Fenrir aparto hacia un lado a la bruja y cogio los barrotes-...Alteza....Apartese...-Dijo tras agarrar los barrotes, apreto un poco, tiro y en nada ya habia roto los barrotes de la celda, Teng solamente con ayuda de Fenrir se libero de las cadenas que lo ataban y fue corriendo a abrazar a su amada-...Oh dios...Por fin juntos...-susurro en el oido de esta, vio que lo miraba confundida y solamente la tomo de la mano para poder sacarla de ahi antes de que lo pillaran saliendo de la celda.
Teng Jin-Ho Zhen- Licántropo Clase Baja
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Re: Sin secretos se ama fiel (Aitziber D’ Lemoine)
No, era no ella una ilusión, era real, tan real como las lagrimas que estaba soltando en ese momento, sin poder evitarlas o retenerlas. Ella tampoco deseaba irse de su lado, su corazón se marchitaba de solamente pensar eso, aun no creía en donde estaba y en las condiciones que habían optado ponerlas, no le interesaba cuales iban a ser las consecuencias, pero estaba claro que la persona que había hecho necesitaba pagarlo caro. Su sangre por dentro estaba hirviendo, se sentía desesperada por sentir que algo tan absurdo los estaba separando, tan cerca, pero tan lejos al mismo tiempo, la hacía perder el control, pero debía respirar profundamente y prestarle atención a lo que Teng quería decir.
-¿Qué cosa?- pregunto ya entrando en un colapso nervioso, pero fueron interrumpidos por Fenrir, quien llegaba en un buen momento. Aitziber soltó un alivio y se retiro poco a poco de donde estaba, corrió a abrazar a Fenrir, pues para ella era el gran salvador de la noche, de dio dos veces en cada mejilla, no le importo la barba mal cortada que tenia, solamente rio y se aparto de él para que pudiera liberar a su amado. Se quedo atrás de el –¿Alteza…?- susurro. Había escuchado mal, tal vez, eso era lo que en su mente estaba rodando. Miro el proceso de liberar a Teng, con escepticismo, cuando lo tuvo a cerca, pudo sentir como un alivio llenaba su cuerpo, pero aun no entendía bien –he escuchado mal?- pregunto apartándose un poco de él.
-Que tenias que decirme?- pregunto mirándole atentamente, pero antes de que pudiera decir algo mas fue jalada para salir de allí, sabía que debían salir de ese lugar rápido, pero necesitaba respuestas, quería detener todo antes de meterse en más problemas, llegaron hasta el exterior, habían unos caballos para poder salir de allí rápidamente, algunos guardias estaban ya alertando y buscando refuerzos, en segundos estaría en ese momento.
-Teng…!- se puso firme quedándose como estatua en aquel lugar, le soltó la mano bruscamente -¿Qué tengo que saber? Dímelo antes de que comience algo más grande que nosotros dos…- se quejo mientras daba algunos pasos hacia atrás cuando veía que este buscaba sostenerla para tal vez tranquilizarla –No me toques..- alzo los brazos, retirando nuevamente sus manos –Solamente dime que sucede..-
-¿Qué cosa?- pregunto ya entrando en un colapso nervioso, pero fueron interrumpidos por Fenrir, quien llegaba en un buen momento. Aitziber soltó un alivio y se retiro poco a poco de donde estaba, corrió a abrazar a Fenrir, pues para ella era el gran salvador de la noche, de dio dos veces en cada mejilla, no le importo la barba mal cortada que tenia, solamente rio y se aparto de él para que pudiera liberar a su amado. Se quedo atrás de el –¿Alteza…?- susurro. Había escuchado mal, tal vez, eso era lo que en su mente estaba rodando. Miro el proceso de liberar a Teng, con escepticismo, cuando lo tuvo a cerca, pudo sentir como un alivio llenaba su cuerpo, pero aun no entendía bien –he escuchado mal?- pregunto apartándose un poco de él.
-Que tenias que decirme?- pregunto mirándole atentamente, pero antes de que pudiera decir algo mas fue jalada para salir de allí, sabía que debían salir de ese lugar rápido, pero necesitaba respuestas, quería detener todo antes de meterse en más problemas, llegaron hasta el exterior, habían unos caballos para poder salir de allí rápidamente, algunos guardias estaban ya alertando y buscando refuerzos, en segundos estaría en ese momento.
-Teng…!- se puso firme quedándose como estatua en aquel lugar, le soltó la mano bruscamente -¿Qué tengo que saber? Dímelo antes de que comience algo más grande que nosotros dos…- se quejo mientras daba algunos pasos hacia atrás cuando veía que este buscaba sostenerla para tal vez tranquilizarla –No me toques..- alzo los brazos, retirando nuevamente sus manos –Solamente dime que sucede..-
Aitziber D’ Lemoine- Hechicero Clase Alta
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Re: Sin secretos se ama fiel (Aitziber D’ Lemoine)
Mirándola se quedó en la planta superior de la celda en la que momentos atrás había estado atado sin poder acercarse a su amada. Parecía que quería respuestas, temía dárselas, pero si quería hacerla suya porque la amaba tendría que confiar en ella, seguramente eran respuestas. Intento acariciarle las manos para calmarla, pero ella misma las retiro, reprimiendo al príncipe heredero de lo que pudiera haberle calmado de su nerviosismo en ese instante.
-¿Quieres la maldita verdad? –Miro a Fenrir, le vio suspirar –Para cuando volvamos al barco te quedaras sin probar bocado..-mando con firmeza para después volver a mirar a su chica-….¿Qué quieres saber? –espeto con ansias de querer salir de allí -….No quiero que me cojan aquí, en esta planta superior donde me pueden llevar a la horca de inmediato y no poder decirte lo que quiero confesarte porque confió en la persona que amo con toda mi alma…-se acercó a ella y la subió a su hombro como si fuera el saco de patatas del mercado, asintió a Fenrir y salieron rápidamente de aquellas catacumbas, de aquella celda que los Lemoine habían construido a escondidas. Seguramente creación del querido yerno “Bruno y un apellido más largo que el cartel de una obra de teatro” y con la aprobación del suegro seguramente con la mente manipulada.
En su hombro cargaba el peso pataleante de su amada, ignoraba los gritos que ya estaba acostumbrado-…ya…-suspiro algo cansado para finalmente llegar a un rincón de los bosques contiguos, de nuevo, a solas, de nuevo a escondidas, lentamente fue dejándola de pie en el suelo de aquel rincón sagrado para ellos dos-….Soy un príncipe, Aitziber….soy el heredero del Imperio de Singapur….-dijo mirándola con firmeza, esperando alguna reacción de ella-….Hace tiempo, cuando mi madre acontecía un evento aquí en París, vinieron unos piratas para divertirse, bueno, prac..prácticamente lo que habíamos hecho en la fiesta…-suspiro-…Aquel pirata, tomo…se enamoró de una mujer que resultaba ser la princesa, mi madre…-se quedó mirándola, se sentó en un tronco mal cortado-…Aquel pirata era mi padre…y entonces, cuando iba a ser liberada, también se confesaron el uno del otro…-tiro de un poco de hierba del suelo-…Y el resultado fue lo que tienes delante de tus narices…-dijo mirándola poco a poco, temiéndose lo peor.
-Pero no pienso volver…-murmuro-…Mi futuro era...serlo…pero ahora no se si …-se fue levantando con la mirada fija en ella, tomando una cajita pequeña que se había quedado Fenrir antes para que no se perdiera el detalle-….ahora no se si…-se arrodillo ante ella-…si poder vivir sin mi futura esposa…o aquella que sea mi compañera de vida hasta que me salgan canas en el pelo...-Abrió la caja cuadrada, mostrando un anillo de diamantes, obviamente porque el era asquerosamente rico y no iba viajando con un cuchitril de navío.
Esperaba la respuesta de su querida y amada bruja. Al principio le costaba admitirlo, pero estaba asquerosamente enamorado de ella hasta el sin fin del horizonte.
-¿Quieres la maldita verdad? –Miro a Fenrir, le vio suspirar –Para cuando volvamos al barco te quedaras sin probar bocado..-mando con firmeza para después volver a mirar a su chica-….¿Qué quieres saber? –espeto con ansias de querer salir de allí -….No quiero que me cojan aquí, en esta planta superior donde me pueden llevar a la horca de inmediato y no poder decirte lo que quiero confesarte porque confió en la persona que amo con toda mi alma…-se acercó a ella y la subió a su hombro como si fuera el saco de patatas del mercado, asintió a Fenrir y salieron rápidamente de aquellas catacumbas, de aquella celda que los Lemoine habían construido a escondidas. Seguramente creación del querido yerno “Bruno y un apellido más largo que el cartel de una obra de teatro” y con la aprobación del suegro seguramente con la mente manipulada.
En su hombro cargaba el peso pataleante de su amada, ignoraba los gritos que ya estaba acostumbrado-…ya…-suspiro algo cansado para finalmente llegar a un rincón de los bosques contiguos, de nuevo, a solas, de nuevo a escondidas, lentamente fue dejándola de pie en el suelo de aquel rincón sagrado para ellos dos-….Soy un príncipe, Aitziber….soy el heredero del Imperio de Singapur….-dijo mirándola con firmeza, esperando alguna reacción de ella-….Hace tiempo, cuando mi madre acontecía un evento aquí en París, vinieron unos piratas para divertirse, bueno, prac..prácticamente lo que habíamos hecho en la fiesta…-suspiro-…Aquel pirata, tomo…se enamoró de una mujer que resultaba ser la princesa, mi madre…-se quedó mirándola, se sentó en un tronco mal cortado-…Aquel pirata era mi padre…y entonces, cuando iba a ser liberada, también se confesaron el uno del otro…-tiro de un poco de hierba del suelo-…Y el resultado fue lo que tienes delante de tus narices…-dijo mirándola poco a poco, temiéndose lo peor.
-Pero no pienso volver…-murmuro-…Mi futuro era...serlo…pero ahora no se si …-se fue levantando con la mirada fija en ella, tomando una cajita pequeña que se había quedado Fenrir antes para que no se perdiera el detalle-….ahora no se si…-se arrodillo ante ella-…si poder vivir sin mi futura esposa…o aquella que sea mi compañera de vida hasta que me salgan canas en el pelo...-Abrió la caja cuadrada, mostrando un anillo de diamantes, obviamente porque el era asquerosamente rico y no iba viajando con un cuchitril de navío.
Esperaba la respuesta de su querida y amada bruja. Al principio le costaba admitirlo, pero estaba asquerosamente enamorado de ella hasta el sin fin del horizonte.
Teng Jin-Ho Zhen- Licántropo Clase Baja
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Re: Sin secretos se ama fiel (Aitziber D’ Lemoine)
Tal vez se estaba comportando de manera caprichosa, pero ya eran demasiadas las preguntas, las que se acumulaban en su mente y no podría moverse sin una respuesta clara, pues no habría tiempo de hablar luego de eso y no sabía en que se estaba metiendo. No le importaba nada, negó agitada, como niña malcriada, que tal vez era, retrocedió suavemente, pero ya su cuerpo pequeño había sido recogido, como si fuera apenas un insignificante pedazo de carne, nuevamente habían caído en lo mismo. ¿Se le hacía muy difícil explicar con pocos detalles y palabras claras? En su mente ya comenzaba a formarse varios insultos, en los dos idiomas que conocía, pero solamente pataleaba, en busca de provocarle dolor y molestia –¿Acaso no eres suficientemente hombre?- comenzó a retarle a gritos, sin importarle en lo más mínimo que los que se encontraban en la casa llegaran a enterarse de su nuevo rapto, al parecer era su nuevo hobbie, además que era curioso que fuera el mismo captor.
Sintió al fin el piso a sus pies, bufo suavemente, dando un saltico hacia atrás mientras se cruzaba de brazos, buscando la lejanía del contrario, pues en estos momentos no lo quería muy cerca. Lo escuchaba atentamente, aunque estaba escuchándolo, sus brazos estaban cruzados, pero giro su cuerpo, para escucharlo atentamente -¿un príncipe?- susurro sin creérselo, estaba pensando que era una vil broma que el pirata le estaba haciendo, pero la seriedad del asunto era mucho, como para creer en eso. -hasta ahora me lo vienes a decir?- susurro algo angustiada, su familia iba a estar a punto de ejecutar a una persona de la realeza, su reputación hubiera sido afectada y sus negocios también, dios solamente sabe que sucedería con los Lemoine luego de aquella tragedia. Suspiro suavemente, bueno al menos ya estaban fuera de peligro, ella no importaba, su familia era parte importante en todo aquello.
-pudiste haber acabado con todo esto, con solamente decir tu procedencia…- dijo algo enojada, también decepcionada del tiempo que había ocultado todo aquello. Estaba molesta, su cuerpo parecía que no quería quedarse quieta, pero este se detuvo drásticamente cuando vio al hombre arrodillarse, sus piernas temblaron en aquel vestido oscuro que había logrado ponerse sola, sin ayudantes. –Teng…- trago saliva, levándose su mano hacia los labios, no lo podría creer... ¿Acaso su amor había llegado a esas alturas?. –No podría vivir sin ti Teng- se tiro hacia él, sin importarle que cayeran a un suelo húmedo y sucio, estaba a punto de llorar, gimoteaba, pero se mantenía fuerte para no llorar –No me importa lo que suceda con nosotros… lo único que quiero es estar junto a ti mi amor – y así aceptaba ella, un camino difícil, pero que enfrentaría con valentía, pues estaría junto a él.
Se levanto rápidamente, dándole la mano para que terminara con el proceso, sonrió suavemente, para luego irse a sus labios y besarlo apasionadamente, pero un pequeño sonido de advertencia de Fernir, le indico que no era el momento, Aitziber rio suavemente, sus mejillas se encendieron, mientras ponía sus manos en su pecho, para darle algunos golpecitos –Es mejor esperar a celebrar en nuestra intimidad solitaria- dijo mientras se apartaba lentamente, para así seguir la travesía que aun les quedaba.
Sintió al fin el piso a sus pies, bufo suavemente, dando un saltico hacia atrás mientras se cruzaba de brazos, buscando la lejanía del contrario, pues en estos momentos no lo quería muy cerca. Lo escuchaba atentamente, aunque estaba escuchándolo, sus brazos estaban cruzados, pero giro su cuerpo, para escucharlo atentamente -¿un príncipe?- susurro sin creérselo, estaba pensando que era una vil broma que el pirata le estaba haciendo, pero la seriedad del asunto era mucho, como para creer en eso. -hasta ahora me lo vienes a decir?- susurro algo angustiada, su familia iba a estar a punto de ejecutar a una persona de la realeza, su reputación hubiera sido afectada y sus negocios también, dios solamente sabe que sucedería con los Lemoine luego de aquella tragedia. Suspiro suavemente, bueno al menos ya estaban fuera de peligro, ella no importaba, su familia era parte importante en todo aquello.
-pudiste haber acabado con todo esto, con solamente decir tu procedencia…- dijo algo enojada, también decepcionada del tiempo que había ocultado todo aquello. Estaba molesta, su cuerpo parecía que no quería quedarse quieta, pero este se detuvo drásticamente cuando vio al hombre arrodillarse, sus piernas temblaron en aquel vestido oscuro que había logrado ponerse sola, sin ayudantes. –Teng…- trago saliva, levándose su mano hacia los labios, no lo podría creer... ¿Acaso su amor había llegado a esas alturas?. –No podría vivir sin ti Teng- se tiro hacia él, sin importarle que cayeran a un suelo húmedo y sucio, estaba a punto de llorar, gimoteaba, pero se mantenía fuerte para no llorar –No me importa lo que suceda con nosotros… lo único que quiero es estar junto a ti mi amor – y así aceptaba ella, un camino difícil, pero que enfrentaría con valentía, pues estaría junto a él.
Se levanto rápidamente, dándole la mano para que terminara con el proceso, sonrió suavemente, para luego irse a sus labios y besarlo apasionadamente, pero un pequeño sonido de advertencia de Fernir, le indico que no era el momento, Aitziber rio suavemente, sus mejillas se encendieron, mientras ponía sus manos en su pecho, para darle algunos golpecitos –Es mejor esperar a celebrar en nuestra intimidad solitaria- dijo mientras se apartaba lentamente, para así seguir la travesía que aun les quedaba.
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Re: Sin secretos se ama fiel (Aitziber D’ Lemoine)
Había presenciado las mil y una caras de la bruja, de su chico con faldas, con la única persona a la que amaba ciegamente. Se había quedado mirándola cada movimiento que hacía, le correspondió el beso una vez que estaban los dos de pie y aferrado a la cintura de avispa de su amada, miraba hacia donde estaba señalando Fenrir, justo al horizonte, justo hacia el infinito tiene su lugar en el eco de la historia, allí era por donde un grupo de soldados se acercaban a lo lejos. Teng observo que era hora de irse del abrazo de su amada, pero por primera vez en su vida, era la primera mujer de la que no quería irse. No era una prostituta, no era una dama a quien engatusar, era Aitziber, su bruja y su futura esposa a la que daría un montón de hijos, pero aparte, ahora estaban en un grave problema y era que no sabían cómo salir de ese rincón en el espeso del bosque.
Entonces, Teng se dio media vuelta, mirando hacia la puerta, iba a desenvainar su espada, pero se dio cuenta de que no había espada alguna, solamente tocaba el vacío-…Mierda…-mostro su desagrado en aquella palabra, entonces se quedó mirando a Aitziber fijamente a los ojos, la tomo de los hombros con ambas manos y simplemente sonrió-…Creo que me entregaré…-susurro cerca de ella, apoyando la frente sobre la de su amada, para después echarse a reír con ganas, como nunca lo había hecho antes-….Que va, es broma…-mostro su tranquilidad a base de bromas que no venían a cuento. Estaban en peligro, el de ser ahorcado por corrupción, por piratería y por eh… ¿Liarse con una noble? De nada estaba arrepentido, de ninguna, precisamente, cuando fuera, pensaba llegar a su meta de casarse con ella.
-Fenrir…-se quedó mirando a su compinche y amigo que siempre lo había cuidado de churumbel-…Has sido un servidor fiel….-suspira separándose de su amada, con un nudo en la garganta que apenas le dejaba pronunciar las siguientes palabras-…..Cuídala….¿Lo harás? –Intento sonar convincente, pero veía que Fenrir quería decir alguna palabra, pero solamente Teng lo miro mal-….¿LO HARAS? –Se quedó mirándolo fijamente a los ojos-….Amigo….Sé que puedo confiar en ti….-Suspirando estaba, podría sentir como la bruja podría estar pensando, que estaba haciendo ahora él. Entonces ahora se dirigió hacia ella-….Como digas algo, de esa boquita de piñón, quien no vera la boda serás tú, querida…-con el ceño fruncido le dijo aquello, se estaba ocupando de protegerla, de que no viera como se llevaban a su prometido a la horca.
-…¿Entendiste?-Alzo una ceja mostrándose firme por fuera, aunque por dentro estaba queriendo huir como el buen servidor del código pirata que era- ….Hay que luchar…-hizo un gesto hacia un lado, con los dedos señalando hacia afuera-…para poder huir…-Termino acercándose a su amada-…No te preocupes…-suspira-…cuando estemos en paz, le pediré la mano a tu padre…y podremos casarnos….-Obviamente estaba de broma, pero en cualquier caso, era un príncipe –por mucho que le pesara- y tenía que seguir fiel a su protocolo. ¿Qué diría su madre si se enterase de que no lo había hecho formalmente? Un ataque. Rio ante aquella posibilidad.
Entonces, Teng se dio media vuelta, mirando hacia la puerta, iba a desenvainar su espada, pero se dio cuenta de que no había espada alguna, solamente tocaba el vacío-…Mierda…-mostro su desagrado en aquella palabra, entonces se quedó mirando a Aitziber fijamente a los ojos, la tomo de los hombros con ambas manos y simplemente sonrió-…Creo que me entregaré…-susurro cerca de ella, apoyando la frente sobre la de su amada, para después echarse a reír con ganas, como nunca lo había hecho antes-….Que va, es broma…-mostro su tranquilidad a base de bromas que no venían a cuento. Estaban en peligro, el de ser ahorcado por corrupción, por piratería y por eh… ¿Liarse con una noble? De nada estaba arrepentido, de ninguna, precisamente, cuando fuera, pensaba llegar a su meta de casarse con ella.
-Fenrir…-se quedó mirando a su compinche y amigo que siempre lo había cuidado de churumbel-…Has sido un servidor fiel….-suspira separándose de su amada, con un nudo en la garganta que apenas le dejaba pronunciar las siguientes palabras-…..Cuídala….¿Lo harás? –Intento sonar convincente, pero veía que Fenrir quería decir alguna palabra, pero solamente Teng lo miro mal-….¿LO HARAS? –Se quedó mirándolo fijamente a los ojos-….Amigo….Sé que puedo confiar en ti….-Suspirando estaba, podría sentir como la bruja podría estar pensando, que estaba haciendo ahora él. Entonces ahora se dirigió hacia ella-….Como digas algo, de esa boquita de piñón, quien no vera la boda serás tú, querida…-con el ceño fruncido le dijo aquello, se estaba ocupando de protegerla, de que no viera como se llevaban a su prometido a la horca.
-…¿Entendiste?-Alzo una ceja mostrándose firme por fuera, aunque por dentro estaba queriendo huir como el buen servidor del código pirata que era- ….Hay que luchar…-hizo un gesto hacia un lado, con los dedos señalando hacia afuera-…para poder huir…-Termino acercándose a su amada-…No te preocupes…-suspira-…cuando estemos en paz, le pediré la mano a tu padre…y podremos casarnos….-Obviamente estaba de broma, pero en cualquier caso, era un príncipe –por mucho que le pesara- y tenía que seguir fiel a su protocolo. ¿Qué diría su madre si se enterase de que no lo había hecho formalmente? Un ataque. Rio ante aquella posibilidad.
Teng Jin-Ho Zhen- Licántropo Clase Baja
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Fecha de inscripción : 05/01/2012
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Re: Sin secretos se ama fiel (Aitziber D’ Lemoine)
No la convencía, nunca podría hacerlo, sentía como sus labios eran sellados, no podría replicar nada del que los demás decidieran hacer, pues solamente faltaría que la volvieran a poner como saco de papas en un hombro y alejarla de aquel lugar. ¿Debía decirle que no quería dejarlo? Le parecía de poca gracia el hecho que la enamorara y peor aún, la dejara luego de pedirle matrimonio, pero como podría quejarse, si era eso lo que ella había elegido, era aquel hombre al que había seleccionado, de tantos pretendientes que había tenido. Sufría porque tenía que dejarlo, pero él, hace mucho tiempo, antes de conocerse, había trazado su destino y ella no podía hacer nada, solamente mirar, las consecuencias de tales.
Todos cometían errores, pero parecían, que ninguno de los dos se arrepentía de lo que hacía hecho, tenía ganas de llorar, pero debía mostrarse fuerte, solamente hizo un puchero, mientras sentía como su garganta se cerraba aun mas, sin muchas ganas de hablar, temiendo que las lagrimas salieran sin previo avisa Fenrir la cuidaría, el era bueno haciendo eso, era buen niñero, ya lo habían comprobado, pero ella no se preocupaba de su ser, pues sabía que nunca perdería tanto, como lo estaba haciendo en ese momento.
Su impulso fue acercarse a él, aunque podía ver los soldados acercándose cada vez más, atraídos por las sombras que sus cuerpos provocaban — Prométeme que estarás bien y escapares — no parecía decir nada, Aitziber se aferro a sus ropas, arrugándolas sin muchas ganas de saberlo —¡Promételo Teng! — maldito silencio que se apoderaba de aquel oscuro bosque, Fenrir se acerco a ella, sujetándolas de su cintura y alzándola con facilidad, ella pataleo, mientras aun buscaba escuchar la promesa del pirata, pero esta nunca llego y fue arrastrada por el licántropo a gran velocidad, alejándola de aquel peligro, en donde solamente quedo su hombre, su único amor…
Todos cometían errores, pero parecían, que ninguno de los dos se arrepentía de lo que hacía hecho, tenía ganas de llorar, pero debía mostrarse fuerte, solamente hizo un puchero, mientras sentía como su garganta se cerraba aun mas, sin muchas ganas de hablar, temiendo que las lagrimas salieran sin previo avisa Fenrir la cuidaría, el era bueno haciendo eso, era buen niñero, ya lo habían comprobado, pero ella no se preocupaba de su ser, pues sabía que nunca perdería tanto, como lo estaba haciendo en ese momento.
Su impulso fue acercarse a él, aunque podía ver los soldados acercándose cada vez más, atraídos por las sombras que sus cuerpos provocaban — Prométeme que estarás bien y escapares — no parecía decir nada, Aitziber se aferro a sus ropas, arrugándolas sin muchas ganas de saberlo —¡Promételo Teng! — maldito silencio que se apoderaba de aquel oscuro bosque, Fenrir se acerco a ella, sujetándolas de su cintura y alzándola con facilidad, ella pataleo, mientras aun buscaba escuchar la promesa del pirata, pero esta nunca llego y fue arrastrada por el licántropo a gran velocidad, alejándola de aquel peligro, en donde solamente quedo su hombre, su único amor…
Aitziber D’ Lemoine- Hechicero Clase Alta
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