AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Sonatas para el Alma
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Sonatas para el Alma
Había llegado por la mañana a Paris, sentía una leve sensación de ansiedad por qué hacía mucho que no salía de mi país, mi querida Rusia, junto a mi doncella nos hospedamos en el famoso Hotel de Arens no me sorprendió ver que tenía una magnifica arquitectura, con una fantástica fachada la cual me quede observándola por unos instantes antes de abrirme paso junto a Nikita, mi doncella, fui directo al mostrador hacía varias semanas atrás me había encargado de reservar dos habitaciones continuas una para mí y otra para mi fiel compañera o como popularmente se les conoce como sirvienta o nana. Me pasaron las llaves de las habitaciones mientras el botones llevaba las maletas Nikita le siguió de cerca ella era una bruja y desconfiaba de la mayoría de las personas a su alrededor así que prefería seguir de cerca aquellas maletas. Mire al recepcionista y no pude quedarme callada – Monsieur, ¿En el hotel habrá un piano donde poder tocar? – mi acento muchas veces era intimidante, mas el tono de mi voz suave como canto de iglesia calmaba todo a mi alrededor, aquel joven me explico que el último piano que tuvieron lo habían destrozado y ya no serbia mucho, pero que había un conservatorio en la ciudad y si tenía suerte en el Famoso Palacio Royal podría encontrar alguna sala con un piano disponible. Sin más que hacer ahí, subí hasta mi habitación, donde Nikita ya tenía casi todo en orden, ella hablaba poco Francesa sí que le había conseguido un traductor para facilitarle las cosas. Yo por el contrario manejaba a la perfección, el francés, ingles, ruso entre otros idiomas.
El día estaba calmado, pero sentía las enormes ganas de liberar el peso del viaje, que había sido más largo de lo que había visto en primera instancia, así que mientras averiguaba con el traductor de Nikita donde quedaba el Palacio, me cambie de vestido si quería que me facilitaran un piano tendría que poner mi mejor cara, tenía miedo si, era poco probable ver a una mujer de piel bronceada ser de clase alta, era mi debilidad mi gran tranca en la vida. Luego de despejar mi mente salí del hotel con dirección al palacio, mi doncella me siguió en una ciudad diferente no me dejaría sola a menos, no, no existía aquel amenos. Un carruaje nos esperaba por cortesía del Hotel así que nos llevo al palacio. Mis ojos quedaron perplejos cuando lo vi, el traductor no había exagerado cuando escatimo en alabanzas hacia él. Mire a mi doncella apretándole la mano con fuerzas ella me susurro - Все будет хорошо – asentí con la cabeza, si, ella tenía razón todo estaría bien.
Entre al palacio caminando con la vista en frente, mi vestido color anaranjado resaltaba mi tonalidad de piel, mas mis ojos verdes parecían relucir, lo sabia esa imagen en el espejo me lo había dicho, mi doncella me seguía a mas menos uno o dos metros atrás de mi, solo en público se mostraba así, pase por el umbral mirando a los guardias, note las insignias y realmente me sorprendí al ver que tenían el sello real de Inglaterra, no pensaría en eso y camine por el lugar, ¿Alguien estaría a cargo o no? El administrador podría ser. Luego de hacer varias preguntas y hablar con el encargado una persona bastante seria y déspota si me permitían decir, lo único bueno que me había facilitado una de los grandes salones donde podría tocar al menos hasta que me trajeran mi piano de Rusia. Nikita, hablaba en ruso diciéndome que necesitaba aprender Francés, y yo de la misma manera le respondía, no me importaba si aquel administrador me entendía o no, subí por unas escaleras escoltada por aquel hombre de gran edad hasta que nos detuvimos en medio de un extenso pasillo y abrió las puertas fue ahí cuando vi el gran piano de cola negro brillante, radiante el caballero dijo algo que no alcance a notar y solo me deslice hacia el interior el cerro la puerta y ya se me perdió todo el mundo…
Ahora estaba en mi mundo, donde absolutamente todo cambiaba y desaparecía no sé que me decía Nikita, tampoco quería escucharla tan solo necesitaba tocar me senté en el pequeño banquillo había una partitura que me parecía familiar y tan solo mis dedos comenzaron a acariciar las teclas la música salió… mi alma se abrió y mi cabeza comenzó a volar…
El día estaba calmado, pero sentía las enormes ganas de liberar el peso del viaje, que había sido más largo de lo que había visto en primera instancia, así que mientras averiguaba con el traductor de Nikita donde quedaba el Palacio, me cambie de vestido si quería que me facilitaran un piano tendría que poner mi mejor cara, tenía miedo si, era poco probable ver a una mujer de piel bronceada ser de clase alta, era mi debilidad mi gran tranca en la vida. Luego de despejar mi mente salí del hotel con dirección al palacio, mi doncella me siguió en una ciudad diferente no me dejaría sola a menos, no, no existía aquel amenos. Un carruaje nos esperaba por cortesía del Hotel así que nos llevo al palacio. Mis ojos quedaron perplejos cuando lo vi, el traductor no había exagerado cuando escatimo en alabanzas hacia él. Mire a mi doncella apretándole la mano con fuerzas ella me susurro - Все будет хорошо – asentí con la cabeza, si, ella tenía razón todo estaría bien.
Entre al palacio caminando con la vista en frente, mi vestido color anaranjado resaltaba mi tonalidad de piel, mas mis ojos verdes parecían relucir, lo sabia esa imagen en el espejo me lo había dicho, mi doncella me seguía a mas menos uno o dos metros atrás de mi, solo en público se mostraba así, pase por el umbral mirando a los guardias, note las insignias y realmente me sorprendí al ver que tenían el sello real de Inglaterra, no pensaría en eso y camine por el lugar, ¿Alguien estaría a cargo o no? El administrador podría ser. Luego de hacer varias preguntas y hablar con el encargado una persona bastante seria y déspota si me permitían decir, lo único bueno que me había facilitado una de los grandes salones donde podría tocar al menos hasta que me trajeran mi piano de Rusia. Nikita, hablaba en ruso diciéndome que necesitaba aprender Francés, y yo de la misma manera le respondía, no me importaba si aquel administrador me entendía o no, subí por unas escaleras escoltada por aquel hombre de gran edad hasta que nos detuvimos en medio de un extenso pasillo y abrió las puertas fue ahí cuando vi el gran piano de cola negro brillante, radiante el caballero dijo algo que no alcance a notar y solo me deslice hacia el interior el cerro la puerta y ya se me perdió todo el mundo…
Ahora estaba en mi mundo, donde absolutamente todo cambiaba y desaparecía no sé que me decía Nikita, tampoco quería escucharla tan solo necesitaba tocar me senté en el pequeño banquillo había una partitura que me parecía familiar y tan solo mis dedos comenzaron a acariciar las teclas la música salió… mi alma se abrió y mi cabeza comenzó a volar…
Última edición por Ramona Zlatar el Lun Ago 13, 2012 10:46 pm, editado 1 vez
Ramona Zlatar- Licántropo Clase Alta
- Mensajes : 33
Fecha de inscripción : 19/07/2012
Re: Sonatas para el Alma
Massimiliano estaba en serios problemas. Una vez más de.. ¿Cuántas? Parecía ser un auténtico imán de las malas situaciones, sobretodo de las comprometidas. Y lo peor ―O mejor, según se mire― era la despreocupación que mostraba ante ese echo. Mientras recibiese lo suficiente a cambio, le importaba tres cuartos cómo se desarrollaran las situaciones. Total ¿Qué valor tenían realmente? Ninguno, era lo que después podía cobrarse por ello lo que realmente le daba ese valor. Para un hombre que carecía de ese "Orgullo masculino" del que la mayoría se jactaban no resultaba nada extraño verlo peleando, discutiendo o caminando por cualquier tipo de lugares. En aquel momento y dada la situación en la que se encontraba, era muy requerida la agilidad con la que en muchas ocasiones había podido escabullirse de una habitación. Y con habitación no me refiero solo a un dormitorio en sí. Cocinas, baños, bibliotecas... Él, por supuesto, en ninguno de los casos lo había echo por gusto propio ―Le importaba un real comino quién le viera, cómo le viera o dónde le viera―. En todas esas ocasiones le había sido impuesto, después de pactar en un momento de estrés una cantidad más elevada de la acordada en un principio. Así es. Massimiliano no tenía ni un solo pelo de su abundante cabellera que se considerase mínimamente estúpido. Podría no haber estudiado hasta cumplir la mayoría de edad y haberse criado en suburbios, pero era más listo que el hambre misma.
Desde la primera vez, se dijo que si tenía que hacer malabares para salir de allí dónde estuviera, no serían en vano ni por él mismo. Él no tenía ningún miedo a ser golpeado o a ser descubierto ejerciendo su profesión. Era el primero en reconocer que era un Puto, a mucha honra. Si él no criticaba la forma de ganarse el pan de otros, tampoco iba a dejar que le importara lo que otros opinasen de su forma de vivir. Por desgracia, la sociedad en la que vivía era demasiado estrecha de mente como para entender que aquello se basaba en un simple negocio. Los paletos que una vez lo catalogaron como tabú habían dejado su huella bien marcada y por ello todo lo que se saliera de una profesión que ellos consideraban normal era mal visto. En el fondo, todo se regía por eso. Por lo que otros pensaran. Por lo que dijeran u opinasen aquellos que estaban en lo más alto, en los cargos de poder que dominaban a la sociedad sin que ellos mismos se dieran cuenta. Massimiliano, obviamente, había dejado de hacer caso a esas cosas muchísimos años atrás ¡No hubiera sobrevivido de lo contrario! Para su suerte, le habían ayudado también a dejar de lado las opiniones ajenas.
Era por ese preciso motivo que se encontraba al borde de un balcón en ese instante, únicamente vestido con las prendas interiores y sosteniendo el resto con uno de sus brazos mientras con el otro intentaba no ceder a los interminables metros de caída que aguardaban un ―No demasiado saludable― golpe contra el suelo. Malabarismos, en resumen. Y todo ¿Por qué? Lo de siempre, cambiando esta vez el lugar. Puede que estuviera escabulléndose penosamente por un balcón. Y lo más probable era que, en caso de fallar, no contara esa historia jamás. Sin embargo, había que mirar las cosas por el lado más positivo posible, ¡Estaba en el Palacio Royal! Ese día, se había convertido en un Puto de nivel y estaba caminando sobre terreno lujosísimo. Por no decir que hasta el césped de aquel inmenso jardín contra el que podía estamparse también le propiciaría una muerte con cierto nivel. No moriría en las calles, tirado de cualquier manera. Sí, tenía que pensar en lo positivo mientras daba aquel gigantesco salto hacia el balcón contiguo. Cayó de cabeza contra el suelo, contra el suelo del balcón. A parte de una ligera abolladura que le duraría unos cuantos días, el resto de su cuerpo permanecía completamente intacto. Suspiró y observó el fajo de billetes envueltos en una fina cuerda que había guardado, bien guardado, en uno de los bolsillos del traje. Valía la pena, se dijo, comería en un buen restaurante para "curar las penas".
Las puertas de aquella estancia estaban completamente abiertas, para su suerte, así que entró. Atravesando las gruesas y caras cortinas antes de ver lo que ocultaban dentro. Escuchó una bonita melodía, tocada de un piano. Un piano que estaba justo en el centro de aquella habitación y que estaba siendo manipulado por una mujer, sentada frente a él. Fue tal su embobamiento momentáneo que hasta olvidó, por completo, que la ropa que debería haber estado cubriendo su cuerpo yacía enrollada bajo su brazo derecho.
Con permiso.
Desde la primera vez, se dijo que si tenía que hacer malabares para salir de allí dónde estuviera, no serían en vano ni por él mismo. Él no tenía ningún miedo a ser golpeado o a ser descubierto ejerciendo su profesión. Era el primero en reconocer que era un Puto, a mucha honra. Si él no criticaba la forma de ganarse el pan de otros, tampoco iba a dejar que le importara lo que otros opinasen de su forma de vivir. Por desgracia, la sociedad en la que vivía era demasiado estrecha de mente como para entender que aquello se basaba en un simple negocio. Los paletos que una vez lo catalogaron como tabú habían dejado su huella bien marcada y por ello todo lo que se saliera de una profesión que ellos consideraban normal era mal visto. En el fondo, todo se regía por eso. Por lo que otros pensaran. Por lo que dijeran u opinasen aquellos que estaban en lo más alto, en los cargos de poder que dominaban a la sociedad sin que ellos mismos se dieran cuenta. Massimiliano, obviamente, había dejado de hacer caso a esas cosas muchísimos años atrás ¡No hubiera sobrevivido de lo contrario! Para su suerte, le habían ayudado también a dejar de lado las opiniones ajenas.
Era por ese preciso motivo que se encontraba al borde de un balcón en ese instante, únicamente vestido con las prendas interiores y sosteniendo el resto con uno de sus brazos mientras con el otro intentaba no ceder a los interminables metros de caída que aguardaban un ―No demasiado saludable― golpe contra el suelo. Malabarismos, en resumen. Y todo ¿Por qué? Lo de siempre, cambiando esta vez el lugar. Puede que estuviera escabulléndose penosamente por un balcón. Y lo más probable era que, en caso de fallar, no contara esa historia jamás. Sin embargo, había que mirar las cosas por el lado más positivo posible, ¡Estaba en el Palacio Royal! Ese día, se había convertido en un Puto de nivel y estaba caminando sobre terreno lujosísimo. Por no decir que hasta el césped de aquel inmenso jardín contra el que podía estamparse también le propiciaría una muerte con cierto nivel. No moriría en las calles, tirado de cualquier manera. Sí, tenía que pensar en lo positivo mientras daba aquel gigantesco salto hacia el balcón contiguo. Cayó de cabeza contra el suelo, contra el suelo del balcón. A parte de una ligera abolladura que le duraría unos cuantos días, el resto de su cuerpo permanecía completamente intacto. Suspiró y observó el fajo de billetes envueltos en una fina cuerda que había guardado, bien guardado, en uno de los bolsillos del traje. Valía la pena, se dijo, comería en un buen restaurante para "curar las penas".
Las puertas de aquella estancia estaban completamente abiertas, para su suerte, así que entró. Atravesando las gruesas y caras cortinas antes de ver lo que ocultaban dentro. Escuchó una bonita melodía, tocada de un piano. Un piano que estaba justo en el centro de aquella habitación y que estaba siendo manipulado por una mujer, sentada frente a él. Fue tal su embobamiento momentáneo que hasta olvidó, por completo, que la ropa que debería haber estado cubriendo su cuerpo yacía enrollada bajo su brazo derecho.
Con permiso.
Massimiliano Vanni- Prostituta Clase Baja
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Fecha de inscripción : 21/07/2012
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Re: Sonatas para el Alma
La música comenzó a inundar la sala, mientras mi mente se perdía en imágenes de un pasado que por mas que había querido olvidar seguía latente en mi presente y esperaba que en mi futuro ya no estuviera, las síncopas, los saltillos, los escasos silencios inundaron ahora mi alma, que libre habitaba en mi cuerpo, que parecía encerrar todo lo que entraba a mi vida, un suspiro tan solo permitió que mi corazón se desbocara, que mis dedos con más entusiasmo e ímpetu chocaran con aquellas teclas de un marfil perfectamente tallado. La música era mi forma de demostrarle al mundo que existía perfección, era la forma en que podía amar, desilusionarme, estar feliz… Mi cabeza se movía con suavidad en un eje que las mismos acordes imponían y mientras las melodías salían, un verdadero concierto que tan solo seria escuchado por Nikita, ella no sabía mucho de música pero disfrutaba tanto como yo cuando tocaba.
La melodía sacaba lo mejor y lo peor de mí en ese momento, en ese instante cuando parecía terminar, comenzaba todo de nuevo y era ahí cuando el clímax de aquella obra iba viento en popa y se ponía quizás un poco más dramática ¿Pero qué sería de la música sin el drama? Y ahí era cuando la vida volvía a renacer y el monstruo que había en mi interior se ocultaba en lo más profundo de todo lo mi. Escuche a Nikita balbucear unas palabras, pero estaba tan ensimismada que no logre entender nada hasta cuando - ¡ Рамона больше не одиноки! ¡¡Рамона!! – Mis dedos chocaron con las teclas y la melodía se quebró, mis ojos directamente se posaron en los de mi doncella y solo tuve que ver hacia donde apuntaba su dedo para que todo mi cuerpo se girara en uníoslo hacia las ventanales.
El aspecto tan, ¿liberal? del joven me causo una sensación de risa, sorpresa y temor, aun cuando el ultimo estaba escondido tras miles de capas porque mi cabeza aun seguía con la melodía en mente - Я думаю, что я неправильно номер – lo quede mirando al otra que mis palabras habían sido en Ruso, volví a repetir – Creo que se equivoco de habitación Monsieur – Acto reflejo baje mi cabeza en señal de educación, al levantarla tan solo me fije en los ojos de aquel, medio desnudo, Nikita se acerco a mi tomando mi brazo me gire hacia ella, mientras la escuchaba hablar realmente rápido, dándome una inmensidad de información que tan solo no pude recibir, baje la cabeza y negué con la misma. Volví a mi posición actual y quede mirando al joven nuevamente, casi podría decir que intimidante, pero realmente yo no podía mirar de esa forma.
En ese momento los nervios me invadieron no sabía qué hacer, nunca había pasado por una situación así – Lo dejare a solas para que pueda cambiarse – Si había notado que tenía en su brazo el resto de la ropa, sin sonrojarme y mas nada me gire, toma y comencé a caminar hacia la puerta seguida por mi doncella de la cual podía sentir ese recelo por lo que habíamos presenciado, mis instintos me lo hacían saber, no estaba de acuerdo con un actuar así, tan liberal, pero ella era la vieja, y el mundo cambiaba pero por mas explicaciones que deseara darle nunca lo comprendería. La mano de Nikita empujo la puerta, se había adelantado, mientras me regañaba diciendo que este lugar podría ser un simple fachada quizás para que fechorías, infle mi pecho y me largue a reír simplemente mientras me daba vueltas – Aun no he terminado de tocar, así que espero que cuando entre se encuentre presentable - termine con una amplia sonrisa, si, más que nada me causaba gracia aquel acto y mi rostro no lo iba a negar, no era de ocultar ese tipo de sentimientos o emociones como la sonrisa y calidez que me rodeaba siempre, Nikita se apronto a empujarme para que no viera tal escándalo y ahí me quede a la espera.
La melodía sacaba lo mejor y lo peor de mí en ese momento, en ese instante cuando parecía terminar, comenzaba todo de nuevo y era ahí cuando el clímax de aquella obra iba viento en popa y se ponía quizás un poco más dramática ¿Pero qué sería de la música sin el drama? Y ahí era cuando la vida volvía a renacer y el monstruo que había en mi interior se ocultaba en lo más profundo de todo lo mi. Escuche a Nikita balbucear unas palabras, pero estaba tan ensimismada que no logre entender nada hasta cuando - ¡ Рамона больше не одиноки! ¡¡Рамона!! – Mis dedos chocaron con las teclas y la melodía se quebró, mis ojos directamente se posaron en los de mi doncella y solo tuve que ver hacia donde apuntaba su dedo para que todo mi cuerpo se girara en uníoslo hacia las ventanales.
El aspecto tan, ¿liberal? del joven me causo una sensación de risa, sorpresa y temor, aun cuando el ultimo estaba escondido tras miles de capas porque mi cabeza aun seguía con la melodía en mente - Я думаю, что я неправильно номер – lo quede mirando al otra que mis palabras habían sido en Ruso, volví a repetir – Creo que se equivoco de habitación Monsieur – Acto reflejo baje mi cabeza en señal de educación, al levantarla tan solo me fije en los ojos de aquel, medio desnudo, Nikita se acerco a mi tomando mi brazo me gire hacia ella, mientras la escuchaba hablar realmente rápido, dándome una inmensidad de información que tan solo no pude recibir, baje la cabeza y negué con la misma. Volví a mi posición actual y quede mirando al joven nuevamente, casi podría decir que intimidante, pero realmente yo no podía mirar de esa forma.
En ese momento los nervios me invadieron no sabía qué hacer, nunca había pasado por una situación así – Lo dejare a solas para que pueda cambiarse – Si había notado que tenía en su brazo el resto de la ropa, sin sonrojarme y mas nada me gire, toma y comencé a caminar hacia la puerta seguida por mi doncella de la cual podía sentir ese recelo por lo que habíamos presenciado, mis instintos me lo hacían saber, no estaba de acuerdo con un actuar así, tan liberal, pero ella era la vieja, y el mundo cambiaba pero por mas explicaciones que deseara darle nunca lo comprendería. La mano de Nikita empujo la puerta, se había adelantado, mientras me regañaba diciendo que este lugar podría ser un simple fachada quizás para que fechorías, infle mi pecho y me largue a reír simplemente mientras me daba vueltas – Aun no he terminado de tocar, así que espero que cuando entre se encuentre presentable - termine con una amplia sonrisa, si, más que nada me causaba gracia aquel acto y mi rostro no lo iba a negar, no era de ocultar ese tipo de sentimientos o emociones como la sonrisa y calidez que me rodeaba siempre, Nikita se apronto a empujarme para que no viera tal escándalo y ahí me quede a la espera.
Ramona Zlatar- Licántropo Clase Alta
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Fecha de inscripción : 19/07/2012
Re: Sonatas para el Alma
Se quedó contemplando a la mujer que tocaba aquella bonita melodía sin reparo alguno por andar en ropa interior ―Más bien, no lo recordaba― hasta que unos gritos lo sacaron del trance, al mismo tiempo que la música paraba. Ya se habían percatado de su presencia. Massimiliano buscó con la vista a quien estaba gritando palabras que no entendía, encontrándose con una mujer de edad avanzaba que gritaba como si se estuviera quemando algo dentro del palacio y tuvieran que salir corriendo. Fue entonces cuando bajó la cabeza a mirarse el cuerpo, ahí estaba lo que había activado la alarma. Con toda seguridad y teniendo en cuenta la avanzada edad de la mujer, no era algo que estuviera acostumbrada a ver frecuentemente. Tampoco es que le importase demasiado, a decir verdad, no fue hasta que la muchacha habló que se dignó a prestar atención de nuevo a la escena. Ahora podía verle la cara. "Exótica" Pensó. Su melena rizada y oscura, junto a unos labios rosados y un tono de piel moreno, no acostumbraban a verse habitualmente. Por lo menos, él se había hartado de ver a las chicas jóvenes paliduchas y pequeñas. Ella no tenía nada que ver con eso.
Fue realmente divertida la escena ―O eso le parecía a él―, en el momento en que la mujer mayor ―Deducía que una especie de cuidadora― tiraba de la joven fuera de la sala. Él no pensaba disculparse ¿Qué tanta importancia tenía ver el cuerpo de un hombre? Realmente, no era capaz de entender el pudor de la sociedad por mostrarse "Como Dios los trajo al mundo" Tan religiosos que eran algunos y, al mismo tiempo, tan cerrados de mente en lo que al cuerpo humano se refería. Nunca había podido entenderlo, posiblemente, el haber crecido de lleno en el mundo de la prostitución ―Acostumbrado a ver cuerpos ligeros en prendas― afectaba demasiado en lo que a ese pensamiento se refiere. Por otra parte, sabía que nunca cambiaría de opinión. Jamás había tenido pudores, ni los iba a tener. No mientras considerara el cuerpo ―Sobretodo el suyo― como un medio rentable y cómodo de conseguir dinero. Antes de que se pudiera dar si quiera cuenta, la pareja había desaparecido de la sala. "Lo dejaré para que pueda cambiarse" había dicho, y a él le sonó como si no tuviera intenciones de marcharse por completo. Ella no se había escandalizado, o por lo menos no lo había demostrado abiertamente como la nana. Posiblemente, solo se hubiese sentido ligeramente cohibida. Tampoco se había fijado en el color de sus mejillas, un tono rojizo la delataría. También podía darse el caso de que estuviera acostumbrada a esa vista, ese pensamiento lo hizo sonreír ligeramente. ¡Eso sí era divertido!.
Sin prisa, pero sin pausa, se acercó hasta el piano con el fin de tender en él las ropas que había llevado durante todo aquel rato bajo el brazo. Y anteriormente, en el increíble salto de balcón a balcón. Ropa que, por supuesto, no se había quitado el mismo anteriormente. Había sido su cliente, claramente. Estaban echas una boñiga y extremadamente arrugadas, una lástima para un traje "formal" que estrenaba en esa ocasión y para la que se lo habían comprado. Empezó por los pantalones blancos, la camisola de encaje a conjunto y dejó la especie de capa negra a un lado. Esa le había echo pasar calor y, después de todo, solo necesitaba taparse la desnudez. Que si bien aquellas telas no eran las más gordas del mundo, sí hacía la labor suficiente. Con caminar tranquilo, como el que él solía tener ―Pocas veces lo verás estresado o corriendo sin motivo alguno― se acercó hasta la puerta, picando un par de veces. ― Estoy vestido ― Informó, sin más. Era lo que querían y eso había echo, por otra parte, también admitía que pasearse en ropa interior por aquel palacio no era demasiado corriente ni posiblemente ético. Aunque no le importara nada de eso, sí podía entenderlo. Que se escandalizaran en un burdel, por ejemplo, ya era algo sumamente diferente.
Pensó en marcharse, sin más. Nada le retenía allí. Sin embargo, pronto se le ocurrió que aprovecharía la invitación para merodear por allí un rato más, y si le preguntaban ―Porque, para ser sinceros, parecía algo sospechoso― pondría de escusa aquella fiesta. No es que le importara demasiado meter en problemas a sus clientes, una vez le habían pagados. No tenía pertenencias valiosas que pudieran arrebatarle ni un sitio donde dormir propio. Tampoco daba más información que su nombre, no es como si pudieran encontrarle fácilmente. Y con ese pensamiento caminó hacia la banqueta que había frente al piano, tomando asiento. Sus dedos apretaron un par de teclas. No tenía ni puñetera idea de cómo se tocaba, a pesar de que era un instrumento que siempre le había gustado. ¡Pero si ni siquiera sabía leer o escribir adecuadamente! Por mucho que fuera rápido aprendiendo, de escuchar música no se hacían maravillas. Miró entonces hacia la puerta, ya entreabierta, que escondía a las mujeres. ― ¿Me enseñas a tocar? ― ¿Por el morro de la cara? Sí, pero así era él.
Siento la demora.
Fue realmente divertida la escena ―O eso le parecía a él―, en el momento en que la mujer mayor ―Deducía que una especie de cuidadora― tiraba de la joven fuera de la sala. Él no pensaba disculparse ¿Qué tanta importancia tenía ver el cuerpo de un hombre? Realmente, no era capaz de entender el pudor de la sociedad por mostrarse "Como Dios los trajo al mundo" Tan religiosos que eran algunos y, al mismo tiempo, tan cerrados de mente en lo que al cuerpo humano se refería. Nunca había podido entenderlo, posiblemente, el haber crecido de lleno en el mundo de la prostitución ―Acostumbrado a ver cuerpos ligeros en prendas― afectaba demasiado en lo que a ese pensamiento se refiere. Por otra parte, sabía que nunca cambiaría de opinión. Jamás había tenido pudores, ni los iba a tener. No mientras considerara el cuerpo ―Sobretodo el suyo― como un medio rentable y cómodo de conseguir dinero. Antes de que se pudiera dar si quiera cuenta, la pareja había desaparecido de la sala. "Lo dejaré para que pueda cambiarse" había dicho, y a él le sonó como si no tuviera intenciones de marcharse por completo. Ella no se había escandalizado, o por lo menos no lo había demostrado abiertamente como la nana. Posiblemente, solo se hubiese sentido ligeramente cohibida. Tampoco se había fijado en el color de sus mejillas, un tono rojizo la delataría. También podía darse el caso de que estuviera acostumbrada a esa vista, ese pensamiento lo hizo sonreír ligeramente. ¡Eso sí era divertido!.
Sin prisa, pero sin pausa, se acercó hasta el piano con el fin de tender en él las ropas que había llevado durante todo aquel rato bajo el brazo. Y anteriormente, en el increíble salto de balcón a balcón. Ropa que, por supuesto, no se había quitado el mismo anteriormente. Había sido su cliente, claramente. Estaban echas una boñiga y extremadamente arrugadas, una lástima para un traje "formal" que estrenaba en esa ocasión y para la que se lo habían comprado. Empezó por los pantalones blancos, la camisola de encaje a conjunto y dejó la especie de capa negra a un lado. Esa le había echo pasar calor y, después de todo, solo necesitaba taparse la desnudez. Que si bien aquellas telas no eran las más gordas del mundo, sí hacía la labor suficiente. Con caminar tranquilo, como el que él solía tener ―Pocas veces lo verás estresado o corriendo sin motivo alguno― se acercó hasta la puerta, picando un par de veces. ― Estoy vestido ― Informó, sin más. Era lo que querían y eso había echo, por otra parte, también admitía que pasearse en ropa interior por aquel palacio no era demasiado corriente ni posiblemente ético. Aunque no le importara nada de eso, sí podía entenderlo. Que se escandalizaran en un burdel, por ejemplo, ya era algo sumamente diferente.
Pensó en marcharse, sin más. Nada le retenía allí. Sin embargo, pronto se le ocurrió que aprovecharía la invitación para merodear por allí un rato más, y si le preguntaban ―Porque, para ser sinceros, parecía algo sospechoso― pondría de escusa aquella fiesta. No es que le importara demasiado meter en problemas a sus clientes, una vez le habían pagados. No tenía pertenencias valiosas que pudieran arrebatarle ni un sitio donde dormir propio. Tampoco daba más información que su nombre, no es como si pudieran encontrarle fácilmente. Y con ese pensamiento caminó hacia la banqueta que había frente al piano, tomando asiento. Sus dedos apretaron un par de teclas. No tenía ni puñetera idea de cómo se tocaba, a pesar de que era un instrumento que siempre le había gustado. ¡Pero si ni siquiera sabía leer o escribir adecuadamente! Por mucho que fuera rápido aprendiendo, de escuchar música no se hacían maravillas. Miró entonces hacia la puerta, ya entreabierta, que escondía a las mujeres. ― ¿Me enseñas a tocar? ― ¿Por el morro de la cara? Sí, pero así era él.
Siento la demora.
Massimiliano Vanni- Prostituta Clase Baja
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Re: Sonatas para el Alma
Tras aquella gran puerta Nikita comenzó hablar que eso no ocurría en los palacios de Rusia, que ahí los cortesanos eran más discretos y que yo aun era pura como para andar viendo a jovencitos exhibicionistas que tenía que cuidarme de aquellos que me veían como objeto sexual y más si querían tomar de mi fortuna. Hablo tantas cosas que yo con paciencia y tolerancia solo sonreí ampliamente intentando calmarla, no me espantaba ver un hombre desnudo porque era algo natural tampoco era que conociera uno, pero esas cosas simplemente no me intimidaban, era difícil que alguien lograra hacerlo aun con mi dulzura, como decía mi nodriza, era una mente que se podía pervertir fácilmente, pero yo sabía que eso era casi imposible, la bestia que había en mi interior me impedía ser una débil joven en un mundo donde todos se creen superiores, yo simplemente vivo ocultando un don que no pedí e intento no pensar en aquellas noches donde la es mi única amiga. – Не волнуйтесь, для меня, вы знаете, что я не падения – (No te preocupes por mí que sabes que no soy de caer) le dije para tranquilizarla, aquella me conocía más de veinte años y sabía perfectamente que siempre había sido igual.
La puerta se abrió solo un poco y ambas escuchamos lo que dijo aquel joven, como Nikita aun no entendía mucho el francés sonreí con un poco de inocencia en mi rostro - Перейти посетить место, я искать мою сумку и следовать за вами – (Ve a recorrer el lugar, yo buscare mi bolsa y te sigo) le dije guiñándole un ojo y me adentre mirando al joven ahora si de buena manera hacia pocos segundos tan solo no le había visto con detenidamente, ahora podía apreciar su rostro con más claridad antes había evitado el contacto visual ahora no veía el problema de hacerlo. Espere a que mi nana estuviera lejos y entre cerrando con cuidado la puerta, había visto y escúchalo sobre enseñar, sonreí para mi ante aquello – Hay que tocarlas con delicadeza – susurre acercándome, al cabo de unos escasos segundos llegue a su lado y tome las partituras que ahí habían y las cerré por completo.
¿En realidad desea que le enseñe? – me costaba confiar y mas creer en las personas, aun cuando enseñar no era problema. Invadí su espacio tomando sus manos, para observarlas, algo que era solo una pequeña fascinación propia, manos finas un hombre que nunca, al parecer, las había ocupado de manera de hacer fuerza me moví unos pasos para quedar detrás de él y puse sus manos sobre las teclas de marfil la derecha en un lado y la izquierda a una distancia considerable. No espere respuesta, no la necesitaba el piano parecía llamarme y no podía decirle que no –Primero hay que entender – susurre sin soltarlo aun cuando podría intimidarme por su oficio no lo hacía, trague saliva estaba muy cerca del pero seguí así, casi como un tempano de helo que no se derretía por nada – Las teclas son las que nos guían para cada nota – continúe e hice presión en uno de sus dedos de la mano derecha y dos de su izquierda – Cuando comprendes el alma de la música cada tecla que toques te hará vibrar – el sonido invadió aquel salón de manera agradable, continúe haciendo presión en los dedos de él para que formara notas al azahar – No es necesario aprender de una partitura cuando se puede seguir los latidos del corazón – dije mientras cada pulsación que daba era al son del latido del joven.
Erguí mi cuerpo y sonreí, en realidad me apasionaba, no podía ocultar aquella fascinación que tenia con aquel instrumento que cuando lo tocaba formaba parte de mi propia alma - ¿Aun quiere que le enseñe? – ladee mi cabeza hacia un lado ahora si necesitaba una respuesta para seguir, no habíamos hecho nada más que tirar notas libres que iban acorde al natural de un corazón latiendo. Di un suspiro y tome un banquillo que había a un lado del piano lo posicione a un lado del joven y tome asiento, en completo silencio.
No os preocupeis, soy paciente.
La puerta se abrió solo un poco y ambas escuchamos lo que dijo aquel joven, como Nikita aun no entendía mucho el francés sonreí con un poco de inocencia en mi rostro - Перейти посетить место, я искать мою сумку и следовать за вами – (Ve a recorrer el lugar, yo buscare mi bolsa y te sigo) le dije guiñándole un ojo y me adentre mirando al joven ahora si de buena manera hacia pocos segundos tan solo no le había visto con detenidamente, ahora podía apreciar su rostro con más claridad antes había evitado el contacto visual ahora no veía el problema de hacerlo. Espere a que mi nana estuviera lejos y entre cerrando con cuidado la puerta, había visto y escúchalo sobre enseñar, sonreí para mi ante aquello – Hay que tocarlas con delicadeza – susurre acercándome, al cabo de unos escasos segundos llegue a su lado y tome las partituras que ahí habían y las cerré por completo.
¿En realidad desea que le enseñe? – me costaba confiar y mas creer en las personas, aun cuando enseñar no era problema. Invadí su espacio tomando sus manos, para observarlas, algo que era solo una pequeña fascinación propia, manos finas un hombre que nunca, al parecer, las había ocupado de manera de hacer fuerza me moví unos pasos para quedar detrás de él y puse sus manos sobre las teclas de marfil la derecha en un lado y la izquierda a una distancia considerable. No espere respuesta, no la necesitaba el piano parecía llamarme y no podía decirle que no –Primero hay que entender – susurre sin soltarlo aun cuando podría intimidarme por su oficio no lo hacía, trague saliva estaba muy cerca del pero seguí así, casi como un tempano de helo que no se derretía por nada – Las teclas son las que nos guían para cada nota – continúe e hice presión en uno de sus dedos de la mano derecha y dos de su izquierda – Cuando comprendes el alma de la música cada tecla que toques te hará vibrar – el sonido invadió aquel salón de manera agradable, continúe haciendo presión en los dedos de él para que formara notas al azahar – No es necesario aprender de una partitura cuando se puede seguir los latidos del corazón – dije mientras cada pulsación que daba era al son del latido del joven.
Erguí mi cuerpo y sonreí, en realidad me apasionaba, no podía ocultar aquella fascinación que tenia con aquel instrumento que cuando lo tocaba formaba parte de mi propia alma - ¿Aun quiere que le enseñe? – ladee mi cabeza hacia un lado ahora si necesitaba una respuesta para seguir, no habíamos hecho nada más que tirar notas libres que iban acorde al natural de un corazón latiendo. Di un suspiro y tome un banquillo que había a un lado del piano lo posicione a un lado del joven y tome asiento, en completo silencio.
No os preocupeis, soy paciente.
Ramona Zlatar- Licántropo Clase Alta
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Fecha de inscripción : 19/07/2012
Re: Sonatas para el Alma
Cualquiera habría esperado ver aparecer a una muchacha enfadada por la puerta, gritándole lo desvergonzado que era por aparecerse así frente a ellas ―Justo como había echo su doncella― o bien a alguien avergonzado, pudoroso de haber visto el cuerpo del sexo ajeno de forma imprevista. ¡Pues nada más lejos que aquello! Massimiliano escuchó una vez más palabras para él incomprensibles ―En otro idioma que no acertaba a adivinar cuál era― antes de ver a la mujer dirigirse a él como si nada. Para qué negarlo, esa reacción le gustó. Entendía los puritanismos de la sociedad y que no solo eso influía en la gente, sino también una personalidad tímida o vergonzosa, pero no podía evitar sentirse complacido ante alguien que no se alarmaba a la primera de cambio. Después de todo, él solo se consideraba como "un trozo de carne", literalmente hablando. Un cuerpo masculino con una anatomía diferente al femenino, solo eso. Del mismo modo que se sabía un incomprendido que jamás sería entendido por la mayoría, solo por unos pocos. Y precisamente, la mayoría de ese círculo no eran precisamente gente sofisticada, sino gente acostumbrado a vagar por las calles en busca de dinero fácil. Gente que había llevado una vida muy similar a la suya. Esos eran los únicos capaces de comprenderlo. ¡Si hasta alguno de sus clientes se avergonzaban de sus propios actos! Lo que más le desconcertaba de todo el asunto, sin duda.
Por eso fue que su sorpresa apareció al percibir una respuesta tan incrédula como afirmativa por parte de la mujer. Él solo lo había preguntado por un impulso. Un impulso de querer tocar una pieza tan bien como la que había oído momentos atrás, en ningún momento había pensado en las consecuencias de la pregunta. Como solía pasar a menudo, hablaba y después se dedicaba a pensar. Para su mala suerte, ese acto no siempre le producía tantos beneficios como en ese momento. Antes de poder darse cuenta, tenía a la mujer enseñándole. Sin reaccionar de ninguna manera en especial, solo dejó que la otra guiara sus manos sobre el teclado. Pendiente casi por completo de ello. Una parte de su cerebro estaba concentrado en su cuerpo, detrás de él. Podía percibir claramente el olor de una exquisita fragancia, que seguramente costaría tanto como lo que él llegaba a ganar en un año entero. Sus cabellos rozaban parte de su nuca y caían hasta su hombro. Eran ondulados y castaños, se había fijado con anterioridad. No podía negar que la belleza de la mujer se hacía patente, inevitablemente, en su propio cuerpo. El tacto de las manos femeninas resultaba suave y tranquilizador "Como debe ser" pensó para sí, todas las mujeres con clase debían tener miles de cremas que ayudaran a ello. Aunque nunca había entendido exactamente el por qué, teniendo en cuenta que la piel de una chica joven que se cuidara, sería suficientemente buena para cualquiera. Él no entendía muchas cosas de la sociedad. Aquello frente a la sencillez del mundo en el que él se había creado, no tenían comparación alguna.
Cuando la música cesó, Massimiliano salió de su pequeña y momentánea ensoñación. Aún así, solo había sido una parte de su cerebro la que se había puesto a pensar en la mujer, la otra había estado completamente pendiente a aquella demostración de lo que sería una posible clase de música. Interesante, sin duda alguna. Y por la forma en que la muchacha hablaba de la música, le dio la sensación de que creía en el amor. Se la veía demasiado joven como para estar casada, tampoco notó alianza alguna, pero si de algo se convenció es que amaba la música con todo el alma. La trataba con suavidad y cariño, sonriendo con los ojos ―Refiriéndose a lo que significa una verdadera sonrisa― cada vez que lo miraba hablándole de ella. Y aunque le costara un poco admitirlo, él se había quedado ligeramente prendado de semejante fascinación por algo que ni siquiera era capaz de tocarse. Por una melodía, tan escurridiza como el propio viento.
― Creo que no lo dije en serio ― Fue su respuesta a la pregunta ¿Dónde se había visto que una muchacha "como ella" le diera clases a alguien como el? Era una idea de lo más descabellada. Tal vez por eso se sintió ligeramente halagado de que no lo hubiese tratado como a un loco por proponérselo, sino con indiferencia. Como a un igual. Miró al piano fugazmente, repitiendo con una mano las teclas por las que ella lo había conducido momentos anteriores. ― Me gusta el sonido, pero aunque aprendiera, no tendría dónde reproducirlo ― Comentó, con indiferencia, sin mirarla. Estaba únicamente concentrado en reproducir el sonido y recordar el movimiento de sus dedos. Puede que no hubiese ido a la escuela, pero si algo tenía era memoria fotográfica. Una memoria prodigiosa que le había ayudado a no ser un analfabeto a sus veintipico años que ya tenía. Cuando la música cesó, de nuevo, dirigió su atención hacia la mujer, que había permanecido sentada a su lado. ― Pero gracias por estar dispuesta a ello. Me resultas bastante curiosa ― Le mostró entonces una de sus extrañas "medio sonrisas", por la poca costumbre que tenía a relacionarse de ese modo, no sabía ni cómo hacer una decente. ― ¿Puedo saber por qué una muchacha como tú no se escandalizó al ver el cuerpo de un hombre casi desnudo? ― ¡Otra bomba! Lanzada sin ninguna mala intención más que la de satisfacer su curiosidad y comprender un poco más a los demás.
La ocasión de hablar con alguien adinerado, de aquella forma ―Porque sus clientes no cuentan―, no se presentaba muy a menudo.
Por eso fue que su sorpresa apareció al percibir una respuesta tan incrédula como afirmativa por parte de la mujer. Él solo lo había preguntado por un impulso. Un impulso de querer tocar una pieza tan bien como la que había oído momentos atrás, en ningún momento había pensado en las consecuencias de la pregunta. Como solía pasar a menudo, hablaba y después se dedicaba a pensar. Para su mala suerte, ese acto no siempre le producía tantos beneficios como en ese momento. Antes de poder darse cuenta, tenía a la mujer enseñándole. Sin reaccionar de ninguna manera en especial, solo dejó que la otra guiara sus manos sobre el teclado. Pendiente casi por completo de ello. Una parte de su cerebro estaba concentrado en su cuerpo, detrás de él. Podía percibir claramente el olor de una exquisita fragancia, que seguramente costaría tanto como lo que él llegaba a ganar en un año entero. Sus cabellos rozaban parte de su nuca y caían hasta su hombro. Eran ondulados y castaños, se había fijado con anterioridad. No podía negar que la belleza de la mujer se hacía patente, inevitablemente, en su propio cuerpo. El tacto de las manos femeninas resultaba suave y tranquilizador "Como debe ser" pensó para sí, todas las mujeres con clase debían tener miles de cremas que ayudaran a ello. Aunque nunca había entendido exactamente el por qué, teniendo en cuenta que la piel de una chica joven que se cuidara, sería suficientemente buena para cualquiera. Él no entendía muchas cosas de la sociedad. Aquello frente a la sencillez del mundo en el que él se había creado, no tenían comparación alguna.
Cuando la música cesó, Massimiliano salió de su pequeña y momentánea ensoñación. Aún así, solo había sido una parte de su cerebro la que se había puesto a pensar en la mujer, la otra había estado completamente pendiente a aquella demostración de lo que sería una posible clase de música. Interesante, sin duda alguna. Y por la forma en que la muchacha hablaba de la música, le dio la sensación de que creía en el amor. Se la veía demasiado joven como para estar casada, tampoco notó alianza alguna, pero si de algo se convenció es que amaba la música con todo el alma. La trataba con suavidad y cariño, sonriendo con los ojos ―Refiriéndose a lo que significa una verdadera sonrisa― cada vez que lo miraba hablándole de ella. Y aunque le costara un poco admitirlo, él se había quedado ligeramente prendado de semejante fascinación por algo que ni siquiera era capaz de tocarse. Por una melodía, tan escurridiza como el propio viento.
― Creo que no lo dije en serio ― Fue su respuesta a la pregunta ¿Dónde se había visto que una muchacha "como ella" le diera clases a alguien como el? Era una idea de lo más descabellada. Tal vez por eso se sintió ligeramente halagado de que no lo hubiese tratado como a un loco por proponérselo, sino con indiferencia. Como a un igual. Miró al piano fugazmente, repitiendo con una mano las teclas por las que ella lo había conducido momentos anteriores. ― Me gusta el sonido, pero aunque aprendiera, no tendría dónde reproducirlo ― Comentó, con indiferencia, sin mirarla. Estaba únicamente concentrado en reproducir el sonido y recordar el movimiento de sus dedos. Puede que no hubiese ido a la escuela, pero si algo tenía era memoria fotográfica. Una memoria prodigiosa que le había ayudado a no ser un analfabeto a sus veintipico años que ya tenía. Cuando la música cesó, de nuevo, dirigió su atención hacia la mujer, que había permanecido sentada a su lado. ― Pero gracias por estar dispuesta a ello. Me resultas bastante curiosa ― Le mostró entonces una de sus extrañas "medio sonrisas", por la poca costumbre que tenía a relacionarse de ese modo, no sabía ni cómo hacer una decente. ― ¿Puedo saber por qué una muchacha como tú no se escandalizó al ver el cuerpo de un hombre casi desnudo? ― ¡Otra bomba! Lanzada sin ninguna mala intención más que la de satisfacer su curiosidad y comprender un poco más a los demás.
La ocasión de hablar con alguien adinerado, de aquella forma ―Porque sus clientes no cuentan―, no se presentaba muy a menudo.
Massimiliano Vanni- Prostituta Clase Baja
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Re: Sonatas para el Alma
Siempre me decían que era demasiado tranquila, muy educada, una persona con una personalidad ejemplar y tan solo les podía decir que me habían enseñado hacer así, luego de mi transformación todo había cambiado y aunque me costaba mantener mi antiguo carácter la música me serbia para canalizar aquella ira que a veces venia a mí, tenía que intentar siempre ser normal cuando la luna llena no ponía mis ojos sobre mí, por que cuando pasaba ya no era la misma, era otra mujer ni siquiera eso era una bestia de la que todos huían y algunos querían cazar. Tome aire cuando el volvió a tocar la pequeña melodía que yo le había enseñado segundos atrás, era increíble como notas al azahar llegaban a mi cabeza, envolvían mi alma y me abrazaban para tranquilizar todo lo que había en mi interior. No era bueno para una persona como yo caer en nerviosismos, molestias, discusiones y ese tipo de cosas que nublaban mi cabeza y me hacían explotar. Luego aquel hombre lo tiraría de ahí y rompería con mi puño cada una de aquellas bellas teclas y definitivamente no lo haría.
No me sorprendió que dijera que no, pocos en realidad le interesaba la música como me importaba a mí, era mi propia medicina y algo que nadie podría quitarme jamás. – No te preocupes – sonreí de medio lado llevando una de mis manos al piano y tecleando una pequeño punteo que fui repitiendo bajando la escala, escuchando lo que tenía que decir, manteniendo mis ideas claras en la cabeza, me costaba sorprenderme de las cosas, la música ocupaba todo en mi vida y cuando la pregunta salió de su boca no pude más que sonreí ampliamente – Opera, ballet, tras bambalinas – no esperaba que entendiera a buenas y primera lo que le decía, gire con lentitud mi cabeza mirando apreciando el rostro que tenia – Antes, tocaba para una ópera y un ballet, los actores o bailarines se vestían detrás de escenario para cambiar sus atuendos una y otra vez – suspire – He visto a mujeres y hombres desnudos por obligación prácticamente, por eso fue que no me sorprendió que usted anduviera así, solo me causa curiosidad el lugar – claro, no acostumbraba a mentir y era verdad, en los camarines había visto mas cuerpos de los que realmente deseaba, aun cuando yo intentaba ocultarme y agradecía que no tenía que andar cambiándome de ropa delante de todos ya que solo tocaba el piano y no era necesario.
¿Curiosidad? Es humano algo tan simple como eso me decía que el no compartía ni la licantropía conmigo ni mucho menos era un cambia formas, algo escondía tras esa bella cara, por que había que decirlo el joven tenía una belleza singular que muy pocos hombres tenían, el ahí todo desarreglado se veía bien, sonreí ante lo que había pensado y seguí tocando notas al azahar. – El cuerpo es como la melodía perfecta, como lo que todo músico quisiera llegar a tocar alguna vez, cada rincón es una nota diferente, desde una sincopa hasta una simple saltillo – no esperaba que me entendiera del todo a menudo nadie lo hacía – Su cuerpo Monsieur y el mío son una melodía que aun nadie conoce… muchos pueden tocar pero nadie sabe cuál es el camino o la partitura correcta – Mi cuerpo era virgen, salvo por el Licántropo que me había mordido, nadie nunca había usurpado mi piel, mas solo para algún saludo, un beso en la mejilla.
Quizás por eso mismo Nikita me cuidaba tanto, sabía que al final de cuentas era una blanca paloma y no quería que conociera los pecados de la carne. Pero el tiempo me enseñaría, cada luna llena cobraba una vida y ya no era el ángel que todos decían ver en mi sino era todo lo contrario triplicado. – Me llamo Ramona Zlatar, disculpadme no presentarme antes – Era cierto tan solo con fu falsa oferta se me habían olvidados los modales y muy dentro quería saber que nombre ocultaba aquel bello rostro.
No me sorprendió que dijera que no, pocos en realidad le interesaba la música como me importaba a mí, era mi propia medicina y algo que nadie podría quitarme jamás. – No te preocupes – sonreí de medio lado llevando una de mis manos al piano y tecleando una pequeño punteo que fui repitiendo bajando la escala, escuchando lo que tenía que decir, manteniendo mis ideas claras en la cabeza, me costaba sorprenderme de las cosas, la música ocupaba todo en mi vida y cuando la pregunta salió de su boca no pude más que sonreí ampliamente – Opera, ballet, tras bambalinas – no esperaba que entendiera a buenas y primera lo que le decía, gire con lentitud mi cabeza mirando apreciando el rostro que tenia – Antes, tocaba para una ópera y un ballet, los actores o bailarines se vestían detrás de escenario para cambiar sus atuendos una y otra vez – suspire – He visto a mujeres y hombres desnudos por obligación prácticamente, por eso fue que no me sorprendió que usted anduviera así, solo me causa curiosidad el lugar – claro, no acostumbraba a mentir y era verdad, en los camarines había visto mas cuerpos de los que realmente deseaba, aun cuando yo intentaba ocultarme y agradecía que no tenía que andar cambiándome de ropa delante de todos ya que solo tocaba el piano y no era necesario.
¿Curiosidad? Es humano algo tan simple como eso me decía que el no compartía ni la licantropía conmigo ni mucho menos era un cambia formas, algo escondía tras esa bella cara, por que había que decirlo el joven tenía una belleza singular que muy pocos hombres tenían, el ahí todo desarreglado se veía bien, sonreí ante lo que había pensado y seguí tocando notas al azahar. – El cuerpo es como la melodía perfecta, como lo que todo músico quisiera llegar a tocar alguna vez, cada rincón es una nota diferente, desde una sincopa hasta una simple saltillo – no esperaba que me entendiera del todo a menudo nadie lo hacía – Su cuerpo Monsieur y el mío son una melodía que aun nadie conoce… muchos pueden tocar pero nadie sabe cuál es el camino o la partitura correcta – Mi cuerpo era virgen, salvo por el Licántropo que me había mordido, nadie nunca había usurpado mi piel, mas solo para algún saludo, un beso en la mejilla.
Quizás por eso mismo Nikita me cuidaba tanto, sabía que al final de cuentas era una blanca paloma y no quería que conociera los pecados de la carne. Pero el tiempo me enseñaría, cada luna llena cobraba una vida y ya no era el ángel que todos decían ver en mi sino era todo lo contrario triplicado. – Me llamo Ramona Zlatar, disculpadme no presentarme antes – Era cierto tan solo con fu falsa oferta se me habían olvidados los modales y muy dentro quería saber que nombre ocultaba aquel bello rostro.
Ramona Zlatar- Licántropo Clase Alta
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Re: Sonatas para el Alma
A Massimiliano le pareció intuir una nota de decepción en la voz de la muchacha ante su negativa, en cuanto al tema de las clases. ¿Estaría interpretando mal? Seguramente, se dijo. No podía ser que ella también hubiese accedido en serio. ¡Era imposible! Se notaba que le gustaba mucho la música, pero de ahí a estar dispuesto a enseñar a un extraño que acababas de conocer había un trecho. Mucho más cuando ese extraño se había presentado frente a ti en ropa interior sin ningún pudor. Una situación divertida, para quien pudiera reírse de la mismísima vergüenza o no tuviera en absoluto, como era el caso de nuestro chico. Que escuchaba atentamente a la mujer, con más atención de la que ponía habitualmente en la gente. "Claro que, no suelo hablar con nadie de temas ajenos al sexo" y como para él era mero trabajo, con los años se había vuelto aburrido, monótono. ¿Cuándo se había parado él a tener una simple charla? Pensándolo bien, en muy pocas ocasiones. Allá en Venecia no había echo amistades más que las compañeras de su madre y ella misma, con quien solo hablaba cuando ella le preguntaba sobre algo de su vida. Él se apresuraba a contestar de forma monosilábica "Sí" "No" "Bien" "Como siempre". La rutina se había convertido en salir, hacer su trabajo, recoger el dinero, comprar comida y volver a casa para cocinarla. En París el único cambio, había sido el no estar en un entorno 'familiar', el no tener a nadie que le preguntara por su vida. Para su suerte o desgracia, nunca le había importado y, por tanto, no lo extrañaba.
Si cabía, en París su vida se había tornado aún más solitaria. Por eso estar hablando con aquella muchacha, lo que podía ser perfectamente normal para cualquiera, se estaba haciendo tremendamente extraño para Massimiliano. Y acostumbrado a no prestar atención, esta vez se tuvo que concentrar para captar todos los sonidos ―Ya fueran de un idioma que entendiera o no― sin perderse nada. Todo era interesante. Se descubrió animado a responder y a preguntarle sobre ella, su vida o, tal vez, el por qué utilizaba palabras tan amables y amorosas refiriéndose a la música. El por qué de aquella devoción.
Ante una repentina frase, completamente irónica para él, no pudo evitar soltar una carcajada airosa. ¡Vaya! Una carcajada. ¿Cuándo habría sido la última vez que riera de verdad? A pesar de su permanentemente ceño fruncido, empezaba a verse cada vez más animado. ― Así que mi cuerpo es una melodía que nadie conoce... ― Sí, eso bien merecía unas buenas risas. ¡Que nadie conocía!. Si ella supiera cuanta gente le había visto sin ropa alguna y lo poco que a él le importaba eso, tal vez sí acabaría por alarmarse. Algo tendría que hacerlo ¿No?. Puede que, además de la música, ese fuera también un punto de interés. ― Massimiliano Vanni y no te preocupes, no esperaba que te presentaras ― Miró durante unos instantes una de las manos de la mujer, pensando en si hacer el típico gesto caballeroso de besar el dorso. Lo había visto hacer en muchas ocasiones e inclusive lo había imitado con alguna clienta a petición, por supuesto. Sin embargo, en ese momento era completamente libre y haría aquello que se le antojara. Y siguiendo ese pensamiento, se inclinó unos centímetros hasta que sus labios besaron una de las suaves y femeninas mejillas ajenas. ― Un placer, Ramona ― En sus ojos brilló ligeramente la picardía de aquel acto que, tal vez, había buscado avergonzarla como no lo había echo el verle medio desnudo. Sin ser consciente, su mente lo estaba esperando.
― Espero que no estés comprometida ― Fue menos que un murmuro, un susurro para si mismo. Un comentario "divertido" que se dijo con una pequeña sonrisa mientras su vista volvía de nuevo al piano preguntándose el por qué de aquellas palabras. Para él, no tenían ningún sentido.
Si cabía, en París su vida se había tornado aún más solitaria. Por eso estar hablando con aquella muchacha, lo que podía ser perfectamente normal para cualquiera, se estaba haciendo tremendamente extraño para Massimiliano. Y acostumbrado a no prestar atención, esta vez se tuvo que concentrar para captar todos los sonidos ―Ya fueran de un idioma que entendiera o no― sin perderse nada. Todo era interesante. Se descubrió animado a responder y a preguntarle sobre ella, su vida o, tal vez, el por qué utilizaba palabras tan amables y amorosas refiriéndose a la música. El por qué de aquella devoción.
Ante una repentina frase, completamente irónica para él, no pudo evitar soltar una carcajada airosa. ¡Vaya! Una carcajada. ¿Cuándo habría sido la última vez que riera de verdad? A pesar de su permanentemente ceño fruncido, empezaba a verse cada vez más animado. ― Así que mi cuerpo es una melodía que nadie conoce... ― Sí, eso bien merecía unas buenas risas. ¡Que nadie conocía!. Si ella supiera cuanta gente le había visto sin ropa alguna y lo poco que a él le importaba eso, tal vez sí acabaría por alarmarse. Algo tendría que hacerlo ¿No?. Puede que, además de la música, ese fuera también un punto de interés. ― Massimiliano Vanni y no te preocupes, no esperaba que te presentaras ― Miró durante unos instantes una de las manos de la mujer, pensando en si hacer el típico gesto caballeroso de besar el dorso. Lo había visto hacer en muchas ocasiones e inclusive lo había imitado con alguna clienta a petición, por supuesto. Sin embargo, en ese momento era completamente libre y haría aquello que se le antojara. Y siguiendo ese pensamiento, se inclinó unos centímetros hasta que sus labios besaron una de las suaves y femeninas mejillas ajenas. ― Un placer, Ramona ― En sus ojos brilló ligeramente la picardía de aquel acto que, tal vez, había buscado avergonzarla como no lo había echo el verle medio desnudo. Sin ser consciente, su mente lo estaba esperando.
― Espero que no estés comprometida ― Fue menos que un murmuro, un susurro para si mismo. Un comentario "divertido" que se dijo con una pequeña sonrisa mientras su vista volvía de nuevo al piano preguntándose el por qué de aquellas palabras. Para él, no tenían ningún sentido.
Massimiliano Vanni- Prostituta Clase Baja
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Re: Sonatas para el Alma
Muchas veces escuchaba halagos hacia mi forma y pasión que le tenía a la música, había crecido con ella era mi forma de desahogar lo que en mi corazón habitaba, quizás muchas personas no entendieran nada de lo que de mis labios salía, en realidad me daba lo mismo yo sabía que cada palabra tenía un significado mas para mí que para cualquier otra persona, me sorprendió su carcajada y no pude quedarme así toda seria, sonreí ampliamente pero no dejaría que se riera por mis palabras algo que valoraba era el respeto y entendimiento aunque no conocía al joven podía explicarle de buena forma el porqué de aquello deje que se presentara y al cabo de su segunda oración algo me quedo en claro, no pertenecía a la clase social donde los hombres buscaban adornar todo con frases elegantes, frases que llegaran al corazón de una mujer su sinceridad me gusto, esa forma casi torpe de decir las cosas me aclaraba lo que era y me gustaba que no fuera como cualquier otro hombre que entraba al palacio. Curioso muy curioso.
Quizás muchas mujeres han tocado su cuerpo… quizás… han intentado tocar la melodía de usted Massimiliano – lo trate de la misma forma que él me trataba, claro siempre siendo tan suave como una melodía para dormir – pero estoy segura que nadie ha tocado de la forma correcta, quizás me equivoque… pero eso es lo que creo – decir lo que uno creía en este mundo era juzgado, pero con él me arriesgaría a final de cuentas lo había visto prácticamente desnudo y él había alcanzado a ver… una parte de entrega de mi que solo lo hacía cuando estaba a solas con un piano. Pase saliva, su beso en la mejilla me dejo casi perpleja no acostumbraba que me besaran reusaba todo contacto físico con las personas por miedo a que descubrieran a la bestia que habitaba en mí, pero el… el parecía ser de otro mundo. Y mi nana podría llamarme loca por quedar conversando con un extraño pero estaba segura que nada malo me pasaría.
Solo estoy comprometida con la música – sonreí mirando el piano de cola que descansaba en silencio ahí en aquel gran salón, mire de re ojo al joven quería preguntar algo pero no podía me gire sin más quedando de lado hacia él y mirando aquel instrumento que significaba hasta ahora mi vida - ¿Qué hacia usted vagando desnudo por el palacio? – y ahí como si el piano me diera la fuerza para hablar, las palabras salían de mis labios suaves tiernas, finas suspire ladeando mi cabeza mirando al joven, observando su expresión, sus gestos, el color de sus ojos, la forma de hablar, algo tenia aquel algo ocultaba como todos en esta tierra. Suspire y toque una tecla de marfil con un sonido bastante agudo cuatro segundos y luego solté, no sabía por qué hacia aquello quizás era por inercia o por la costumbre de sentir las frialdad que me proporcionaba, mi cuerpo siempre estaba varios grados más arriba de lo normal aquella naturaleza Lupina me había cambiado aun cuando era una simple humana.
La puerta se abrió y gire algo asustada mirando a Nikita entrar no se veía contenta y mirando al joven le guiñe un ojo de manera natural - Никита, никаких проблем молодежи не является опасность и даже хочу научить вас играть на фортепиано – (Nikita, no hay problema el joven no es un peligro y hasta quiere que le enseñe a tocar el piano) claramente mentí pero ella me conocía y sabia que en cuanto a la música no podía decir que no. -Я должен заботиться о себе девушка, глупо, если вы что-то случается, что два рискуют очень хорошо что вы можете защитить, но мы не в нашей стране, здесь вещи, кажется, быть разными и более либеральные – (Tengo que cuidarte niña tonta, si te pasa algo las dos corremos riesgos y muy bien sé que te puedes defender pero no estamos en nuestro país, aquí las cosas parecen ser diferentes y más liberales) asentí con la cabeza, sonriendo cuando pronunciaba la última frase “mas liberales” me acerque a ella susurrándole al oído que me esperara en el hotel que yo iría pronto y que no se exaltara ya me sabia cuidar sola, a duras penas y mirando con desconfianza al joven se dio media vuelta molesta, me gire en mis talones y solté un respiro de alivio – Lo siento, llegamos hace muy poco y anda alterada por los cambios de horarios – en realidad no era del todo cierto pero, el no tenia porque saber todo lo que ella me había dicho – Ella es así, pero ya se va al hotel donde nos hospedamos – termine la frase con una sonrisa y me acerque a él. Si quería irse corriendo no lo culparía cualquiera pensaría que éramos dos locas por el tono en que nos tratábamos pero el acento y el idioma era así, fuerte.
Off: Lamento la tardanza andaba con ausencia >< pero ya ando de vuelta
Quizás muchas mujeres han tocado su cuerpo… quizás… han intentado tocar la melodía de usted Massimiliano – lo trate de la misma forma que él me trataba, claro siempre siendo tan suave como una melodía para dormir – pero estoy segura que nadie ha tocado de la forma correcta, quizás me equivoque… pero eso es lo que creo – decir lo que uno creía en este mundo era juzgado, pero con él me arriesgaría a final de cuentas lo había visto prácticamente desnudo y él había alcanzado a ver… una parte de entrega de mi que solo lo hacía cuando estaba a solas con un piano. Pase saliva, su beso en la mejilla me dejo casi perpleja no acostumbraba que me besaran reusaba todo contacto físico con las personas por miedo a que descubrieran a la bestia que habitaba en mí, pero el… el parecía ser de otro mundo. Y mi nana podría llamarme loca por quedar conversando con un extraño pero estaba segura que nada malo me pasaría.
Solo estoy comprometida con la música – sonreí mirando el piano de cola que descansaba en silencio ahí en aquel gran salón, mire de re ojo al joven quería preguntar algo pero no podía me gire sin más quedando de lado hacia él y mirando aquel instrumento que significaba hasta ahora mi vida - ¿Qué hacia usted vagando desnudo por el palacio? – y ahí como si el piano me diera la fuerza para hablar, las palabras salían de mis labios suaves tiernas, finas suspire ladeando mi cabeza mirando al joven, observando su expresión, sus gestos, el color de sus ojos, la forma de hablar, algo tenia aquel algo ocultaba como todos en esta tierra. Suspire y toque una tecla de marfil con un sonido bastante agudo cuatro segundos y luego solté, no sabía por qué hacia aquello quizás era por inercia o por la costumbre de sentir las frialdad que me proporcionaba, mi cuerpo siempre estaba varios grados más arriba de lo normal aquella naturaleza Lupina me había cambiado aun cuando era una simple humana.
La puerta se abrió y gire algo asustada mirando a Nikita entrar no se veía contenta y mirando al joven le guiñe un ojo de manera natural - Никита, никаких проблем молодежи не является опасность и даже хочу научить вас играть на фортепиано – (Nikita, no hay problema el joven no es un peligro y hasta quiere que le enseñe a tocar el piano) claramente mentí pero ella me conocía y sabia que en cuanto a la música no podía decir que no. -Я должен заботиться о себе девушка, глупо, если вы что-то случается, что два рискуют очень хорошо что вы можете защитить, но мы не в нашей стране, здесь вещи, кажется, быть разными и более либеральные – (Tengo que cuidarte niña tonta, si te pasa algo las dos corremos riesgos y muy bien sé que te puedes defender pero no estamos en nuestro país, aquí las cosas parecen ser diferentes y más liberales) asentí con la cabeza, sonriendo cuando pronunciaba la última frase “mas liberales” me acerque a ella susurrándole al oído que me esperara en el hotel que yo iría pronto y que no se exaltara ya me sabia cuidar sola, a duras penas y mirando con desconfianza al joven se dio media vuelta molesta, me gire en mis talones y solté un respiro de alivio – Lo siento, llegamos hace muy poco y anda alterada por los cambios de horarios – en realidad no era del todo cierto pero, el no tenia porque saber todo lo que ella me había dicho – Ella es así, pero ya se va al hotel donde nos hospedamos – termine la frase con una sonrisa y me acerque a él. Si quería irse corriendo no lo culparía cualquiera pensaría que éramos dos locas por el tono en que nos tratábamos pero el acento y el idioma era así, fuerte.
Off: Lamento la tardanza andaba con ausencia >< pero ya ando de vuelta
Ramona Zlatar- Licántropo Clase Alta
- Mensajes : 33
Fecha de inscripción : 19/07/2012
Re: Sonatas para el Alma
Las palabras de la muchacha resultaban realmente ¿Graciosas? para Massimiliano. Por supuesto, ella no le conocía de nada. Y lo más probable es que su mundo fuera 'puro e inocente'. Incluso hasta servía virgen.. No, claramente una muchacha sin marido y de clase alta se mantenía inmaculada hasta la noche de vidas. De ahí surgían esas graciosas palabras, pensar que precisamente él, él no hubiese sido tocado por nadie. Su melodía estaba más que tocada. Ya no quedaba nada de ella en su cuerpo. Si todo él tenía que ser una melodía, estaba seguro de que sonaría completamente desafinada. Rió para si. Empezaba a resultarle patético el pensar en su cuerpo como aquello que la mujer inocentemente sugería. Sonaba demasiado cursi. Demasiado femenino. Para él no había cabida en ese mundo, dónde las personas veneraban su cuerpo y lo cuidaban. Donde para ellos protegerlo era parte de su integridad. Si Massimiliano llevara escrita toda su vida en una mirada, estaba más que seguro que aquella muchachita no se le acercaría ni a dos milímetros de distancia. Se horrorizaría. Él lo sabía. No lo entendía, pero a lo largo de su vida lo había visto y aprendido. Había aprendido a verse a través de otros ojos, aunque en definitiva, nada podía importarle menos.
Reír por segunda vez ante la sugerencia de que "nadie había tocado su melodía adecuadamente" no estaba permitido, él no se reía habitualmente. Y su rostro perpetuamente ceñudo espantaba a todo aquel que pudiese provocarlo aquello, era demasiado extraño que Ramona (¿Así había dicho que se llamaba?) reaccionara como si nada. Demasiado extraño. Tanto como que él mismo disfrutara de aquella compañía. ¿Desde cuándo él se entretenía charlando con alguien que no le beneficiaría en nada? Sobraba decir que ella no contrataría sus servicios ni aun sabiendo a lo que se dedicaba. Massimiliano apostaba una mano entera a que ni se le pasaba por la cabeza. ¿Sabría si quiera que existían ese tipo de oficios? En hombres, claro, bien eran conocidas las cortesanas por todo aquel que no fuera un auténtico paleto. Y ella no era una paleta. Inocente, en todo caso. Tampoco extremadamente inocente. Solo los niños resultaban ser así, la sociedad no les permitía más tiempo. Él, antaño, también lo fuera. Muy atrás quedaban esos días.
Curioso fue la interrupción de la mujer mayor, bajita y rechoncha que había visto acompañar a la joven instantes atrás. Justo después de que Ramona se hubiese atrevido a hacerle una pregunta vergonzosa. ¿Qué hacía vagando desnudo por el palacio?. Bueno, para Massi no lo era claramente, pero para la mujer segurísimo que sí. No le dio tiempo a responder antes de que la otra entrara como una despavorida en la sala, casi gritando, hablando en un idioma que el pelinegro no entendía en absoluto. El mismo idioma de antes. ¿Ruso, tal vez? O puede que fuera Alemán. Hasta Rumano. Él siempre había sido bueno en los idiomas, de otra manera, nunca habría aprendido a hablar y de ninguna forma podría haberse mudado a Francia chapurreando lo básico. Una suerte, dentro de todas las desgracias que le habían tocado vivir. Por eso no solía desafiar a la vida pidiendo más. Con lo que tenía, mientras le sirviera para poder sobrevivir, sería suficiente.
― No creo que haya visto muy a menudo a un muchacho en cueros ― Comentó una vez ésta se hubo marchado y ante las explicaciones de la contraria. Realmente, a él no le había sorprendido en absoluto su reacción. Si hasta los más jóvenes se escandalizaban ¿Cómo no iban a hacerlo los mayores?. ― Si sois nuevas aquí, me alegro de haberos dado una buena bienvenida ― Se guardó la risa que estaba conteniendo ante la guasa de aquellas palabras, clavando sus ojos en los de la morena. El brillo que emitían los suyos era más que suficiente para saber que se estaba divirtiendo con la situación. Hacía tiempo que había aprendido a tomar a broma ese tipo de reacciones, si le pasaban continuamente ¿Por qué no reaccionar favorablemente? Intentar entender la escandalización ajena ante todo aquello que tuviera que ver con el sexo y el cuerpo humano era algo por lo que ya no se molestaba. En absoluto. Tenía mejores cosas en las que perder su tiempo, que en un sin sentido. ― Si te cuento el motivo de mi estancia aquí, sin ropa, temo que grites como tu nana y salgas corriendo ― Confesó sinceramente ante ella, aunque todavía había un deje de humor en sus palabras. Sí, sería una lástima dejar su compañía, pero tampoco le importaba tanto como para temerlo. Era más fuerte el deseo de comprobar hasta dónde podía llegar para sorprenderla. Entonces soltó el piano y se inclinó hasta la morena, aproximando cada vez más sus rostros. ― ¿Hasta dónde llega esa inocencia que me demuestras? ― Sus ojos brillaron de nuevo. Brillaron peligrosamente por ella.
Descuida, también yo andaba ausente (:
Reír por segunda vez ante la sugerencia de que "nadie había tocado su melodía adecuadamente" no estaba permitido, él no se reía habitualmente. Y su rostro perpetuamente ceñudo espantaba a todo aquel que pudiese provocarlo aquello, era demasiado extraño que Ramona (¿Así había dicho que se llamaba?) reaccionara como si nada. Demasiado extraño. Tanto como que él mismo disfrutara de aquella compañía. ¿Desde cuándo él se entretenía charlando con alguien que no le beneficiaría en nada? Sobraba decir que ella no contrataría sus servicios ni aun sabiendo a lo que se dedicaba. Massimiliano apostaba una mano entera a que ni se le pasaba por la cabeza. ¿Sabría si quiera que existían ese tipo de oficios? En hombres, claro, bien eran conocidas las cortesanas por todo aquel que no fuera un auténtico paleto. Y ella no era una paleta. Inocente, en todo caso. Tampoco extremadamente inocente. Solo los niños resultaban ser así, la sociedad no les permitía más tiempo. Él, antaño, también lo fuera. Muy atrás quedaban esos días.
Curioso fue la interrupción de la mujer mayor, bajita y rechoncha que había visto acompañar a la joven instantes atrás. Justo después de que Ramona se hubiese atrevido a hacerle una pregunta vergonzosa. ¿Qué hacía vagando desnudo por el palacio?. Bueno, para Massi no lo era claramente, pero para la mujer segurísimo que sí. No le dio tiempo a responder antes de que la otra entrara como una despavorida en la sala, casi gritando, hablando en un idioma que el pelinegro no entendía en absoluto. El mismo idioma de antes. ¿Ruso, tal vez? O puede que fuera Alemán. Hasta Rumano. Él siempre había sido bueno en los idiomas, de otra manera, nunca habría aprendido a hablar y de ninguna forma podría haberse mudado a Francia chapurreando lo básico. Una suerte, dentro de todas las desgracias que le habían tocado vivir. Por eso no solía desafiar a la vida pidiendo más. Con lo que tenía, mientras le sirviera para poder sobrevivir, sería suficiente.
― No creo que haya visto muy a menudo a un muchacho en cueros ― Comentó una vez ésta se hubo marchado y ante las explicaciones de la contraria. Realmente, a él no le había sorprendido en absoluto su reacción. Si hasta los más jóvenes se escandalizaban ¿Cómo no iban a hacerlo los mayores?. ― Si sois nuevas aquí, me alegro de haberos dado una buena bienvenida ― Se guardó la risa que estaba conteniendo ante la guasa de aquellas palabras, clavando sus ojos en los de la morena. El brillo que emitían los suyos era más que suficiente para saber que se estaba divirtiendo con la situación. Hacía tiempo que había aprendido a tomar a broma ese tipo de reacciones, si le pasaban continuamente ¿Por qué no reaccionar favorablemente? Intentar entender la escandalización ajena ante todo aquello que tuviera que ver con el sexo y el cuerpo humano era algo por lo que ya no se molestaba. En absoluto. Tenía mejores cosas en las que perder su tiempo, que en un sin sentido. ― Si te cuento el motivo de mi estancia aquí, sin ropa, temo que grites como tu nana y salgas corriendo ― Confesó sinceramente ante ella, aunque todavía había un deje de humor en sus palabras. Sí, sería una lástima dejar su compañía, pero tampoco le importaba tanto como para temerlo. Era más fuerte el deseo de comprobar hasta dónde podía llegar para sorprenderla. Entonces soltó el piano y se inclinó hasta la morena, aproximando cada vez más sus rostros. ― ¿Hasta dónde llega esa inocencia que me demuestras? ― Sus ojos brillaron de nuevo. Brillaron peligrosamente por ella.
Descuida, también yo andaba ausente (:
Massimiliano Vanni- Prostituta Clase Baja
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Fecha de inscripción : 21/07/2012
DATOS DEL PERSONAJE
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Re: Sonatas para el Alma
Tome aire al fin cuando mi nodriza se fue de vuelta al hotel, sabía que con ella cerca cualquier tipo de conversación seria un peligro y mas con Massimiliano, por que como ella lo había visto de seguro pensaría que era el mismísimo demonio, pero simplemente era un hombre que andaba, no, en realidad algo debió andar haciendo quizás en la cama de alguien estaba y lo pillaron y ahora lo buscan por todo el palacio. Pase mi mano por mi cabellera sacando las ideas de mi cabeza, claro si lo estuvieran persiguiendo ya habrían llegado aquí los guardias, así que la idea de que lo habían descubierto salía de mi cabeza, tan solo me quedaba la otra y quizás era la más verdadera, pero todo a su tiempo.
Note ciertamente que me veía como una mujer inocente e ingenua, en realidad lo era, lo soy, me habían enseñado y más cuando me había convertido en aquella bestia me habían traído a un monje para que me ayudara con la meditación ya que me había trasformado por completo en pura ira, deseo de romper y golpear a las personas, varios años me llevo tener mi cuerpo, alma, mente y a la bestia controladas, aun cuando me habían dicho que faltaba por controlar hasta ahora lo hacía bien. Siempre me decían que parecía muy tranquila pero era gracias no solo a mi trabajo de meditación si no también a ciertos brebajes que tomaba a menudo me hacían andar un poco más calmada pero aun no podían lograr controlar mi centro nervioso, donde la fuerza bruta estaba. Pase saliva cuando el joven comenzó acercarse, nerviosa no lo negaría.
Le quede mirando directo a los ojos un hombre como el no me intimidaría ¿o sí? Tenía una picardía gallarda la cual no me gustaba en los hombres, si el tenia esa mirada que te podía desnudar con lo que decía, respire algo nerviosa, con el pulso un poco acelerado pero no baje la mirada – Tengo Fe de que crees que soy una niña tonta, mimada y que no sabe lo que dice o peor que lo que hablo son estupideces, claro siempre serán estupideces para alguien que no conoce el alma de la música, pero no me limito hablar de lo que se y de lo que por largos años he estado aprendiendo – volví a suspirar, no podía perder los estribos menos ahora – Si soy ingenua, pura, santa o como quieras decirlo y no es que tenga dos caras siempre he sido así, hay cosas que simplemente no me sorprenden – esto se veía demasiado interesante nunca nadie me había hecho aquella pregunta y aunque no me molestaba por lo contrario el estaba siendo sincero cosa que muy pocos hombres lo eran.
Vamos creo que mi reacción ante todo te ha sorprendido – en ningún momento le quite la vista de encima, era un humano yo podía dañarlo más que el a mí, volví a suspirar con una gran sonrisa en mi rostro - ¿Crees ser capaz de sorprenderme? – era prácticamente un reto, a todo hombre le gustaban ese tipo de cosas, si yo era la ingenua y dulce niña que todos conocían, siempre era si mis palabras nunca tendrían un mal, mis actos tampoco podía controlar a la bestia que oculta tras la luna llena aun estaba, un último suspiro y todo volvió a la calma, esto era una mujer que nunca había besado, que no conocía de ningún otro placer más que el de acariciar las teclas de un piano. La virgen la mojigata como solían llamarme allá en mi tierra, no me importaba me daba igual como fuera que se refirieran de mi, por mi color de piel tenía otro tanto mas de nombres feos, pero siempre enfrente y dije las cosas claras tal como lo hacía en ese momento.
Note ciertamente que me veía como una mujer inocente e ingenua, en realidad lo era, lo soy, me habían enseñado y más cuando me había convertido en aquella bestia me habían traído a un monje para que me ayudara con la meditación ya que me había trasformado por completo en pura ira, deseo de romper y golpear a las personas, varios años me llevo tener mi cuerpo, alma, mente y a la bestia controladas, aun cuando me habían dicho que faltaba por controlar hasta ahora lo hacía bien. Siempre me decían que parecía muy tranquila pero era gracias no solo a mi trabajo de meditación si no también a ciertos brebajes que tomaba a menudo me hacían andar un poco más calmada pero aun no podían lograr controlar mi centro nervioso, donde la fuerza bruta estaba. Pase saliva cuando el joven comenzó acercarse, nerviosa no lo negaría.
Le quede mirando directo a los ojos un hombre como el no me intimidaría ¿o sí? Tenía una picardía gallarda la cual no me gustaba en los hombres, si el tenia esa mirada que te podía desnudar con lo que decía, respire algo nerviosa, con el pulso un poco acelerado pero no baje la mirada – Tengo Fe de que crees que soy una niña tonta, mimada y que no sabe lo que dice o peor que lo que hablo son estupideces, claro siempre serán estupideces para alguien que no conoce el alma de la música, pero no me limito hablar de lo que se y de lo que por largos años he estado aprendiendo – volví a suspirar, no podía perder los estribos menos ahora – Si soy ingenua, pura, santa o como quieras decirlo y no es que tenga dos caras siempre he sido así, hay cosas que simplemente no me sorprenden – esto se veía demasiado interesante nunca nadie me había hecho aquella pregunta y aunque no me molestaba por lo contrario el estaba siendo sincero cosa que muy pocos hombres lo eran.
Vamos creo que mi reacción ante todo te ha sorprendido – en ningún momento le quite la vista de encima, era un humano yo podía dañarlo más que el a mí, volví a suspirar con una gran sonrisa en mi rostro - ¿Crees ser capaz de sorprenderme? – era prácticamente un reto, a todo hombre le gustaban ese tipo de cosas, si yo era la ingenua y dulce niña que todos conocían, siempre era si mis palabras nunca tendrían un mal, mis actos tampoco podía controlar a la bestia que oculta tras la luna llena aun estaba, un último suspiro y todo volvió a la calma, esto era una mujer que nunca había besado, que no conocía de ningún otro placer más que el de acariciar las teclas de un piano. La virgen la mojigata como solían llamarme allá en mi tierra, no me importaba me daba igual como fuera que se refirieran de mi, por mi color de piel tenía otro tanto mas de nombres feos, pero siempre enfrente y dije las cosas claras tal como lo hacía en ese momento.
Ramona Zlatar- Licántropo Clase Alta
- Mensajes : 33
Fecha de inscripción : 19/07/2012
Re: Sonatas para el Alma
No, ella no era inocente, pensó Massimiliano mientras la observaba y escuchaba. Una persona inocente, ya fuera mujer u hombre, no lo reconocería. Porque, precisamente, creería haber vivido o visto lo suficiente como para no serlo. Y no se refería a ser virgen necesariamente. Es otro tipo de inocencia a la que Max se estaba refiriendo y que, por algún motivo, le daba la sensación de que Ramona también. El no escandalizarse por ver a alguien prácticamente desnudo, por un cercano beso en una mejilla o según qué comentarios ya lo demostraban. Ella sería virgen, pero no inocente. O, bueno, más exactamente: No del todo inocente. Después de todo, si resultaba permanecer pura para quien fuera aquel que la desposara como marido, sí que mantenía una parte importante de su cuerpo intachable y pura como ella había mencionado. Una parte importante para las mujeres, claro. A los hombres les costaba poco deshacerse de ello, dónde fuera o con quién fuera, realmente no importaba. Ni el sexo, ni la edad, ni nada más. Para el hombre era un orgullo mantener relaciones sexuales aun sin estar casado. Una vez más, la sociedad hacía de las suyas con sus perritos falderos.
― Bueno, ya has dejado claro que tonta no eres ― Sonrió ligeramente. Sí, tenía razón, esas cosas que había dicho anteriormente sobre la música y las melodías bien podían tomarse por autenticas estupideces o niñerías. Desde luego, un "adulto" que quisiera ser respetado entre otros adultos, no lo diría en voz alta. Ella, en eso, demostraba personalidad e independencia. Algo que Massimiliano valoraba bastante en otros, cualidades que sabía la mayoría habían perdido fácilmente solo por el miedo a quedarse solos. Él estaba solo y, francamente, seguía sin verle lo positivo a callarse o guardarse cada cosa que otros considerasen no oportuna. Simplemente, no lo habían creado para ser hipócrita. ― Y una niña, yo creo que tampoco ― Esta vez le echó una mirada de arriba a abajo descarada, centrándose por unos segundos en la parte del escote y sus senos bastante desarrollados. Sabía que ella se refería a una niñería mental pero él se decantó más por aclarar su no niñería física. Era bella y su cuerpo estaba, según sus ojos, completamente desarrollado. Muy bien desarrollado. Antes de reírse por sus propios pensamientos (¿Desde cuándo él se ponía a alabar a otros en su mente?), apartó la mirada.
Y se levantó de la banqueta, con su gracia y pasmosidad habitual. ― Si te contara algunas cosas sí, definitivamente te sorprendería ― Comentó, en respuesta a su pregunta. Había escuchado ese tono de.. ¿Curiosidad? ¿Reto? Tal vez eran imaginaciones suyas, pero parecía estar retándole a sorprenderla. ¡Por Dios! Anda que no había vivido él situaciones. Si supiera escribir bien, desde luego, podría hacer un libro y todavía le faltarían hojas. ¿Y si le contara lo que hacía, por voluntad PROPIA, con a penas doce años? ¿Y lo que había tenido que hacer años antes? Por supuesto, no iba a contarle nada. ¡Ni de coña! Ya fuera tan inocente o no, él no lo iba a poner en riesgo. Para los que no estuvieran acostumbrados a ese tipo de vida (Y por el lugar dónde ella estaba, además de sus bonitas y aparentemente caras ropas, no parecía estar nada acostumbrada) llegaba a resultar traumático pensar en eso. Lo sabía. Lo había vivido. Clientes que hasta habían querido vomitar. Y, aunque él no era de los que buscaban dar pena, cabe decir que cuando se necesitaba el dinero uno hacía lo que fuese necesario. Y si su vida había sido una puta mierda, por lo menos le estaba siendo de utilidad. En ese momento, sin embargo, no tenía ninguna intención de dar pena a aquella muchacha. Nada más lejos. Curiosamente, sentía que no solo no quería darle lástima sino que no quería que se enterase de ello. Por un momento, estaba siendo un igual a una mujer con un estatus posiblemente mucho más superior. Sí, él nunca había echo caso de los estatus (Sobretodo porque muchos de sus clientes no eran precisamente de una clase inferior), pero fuera de la cama habían sido escasas las veces que había mantenido una conversación "normal" con alguien de rango socialmente superior.
Tocó una de las teclas, al darse cuenta de que se había quedado pensativo y sospechosamente callado. La música le ayudó a volver en sí. ― Pero no será hoy, creo que es hora de que me marche ― ¿Huyendo? Sí, tal vez. Y no le importó admitirlo ante sí. Más valía huir antes de que la mujer le sacara lo que él no quería contar. Y no es que él pensara en su pasado de forma melancólica o con dolor ni nada de eso. Él bien sabía que era su pasado y atrás se quedaba. Pero, aún así, recordar según qué situaciones podía hacer sentir hasta a la más indiferente de las personas. Y él no era el más indiferente, de lejos. Solo lo aparentaba por esa cara que, según su madre, había heredado de su padre. ― Sin embargo, ¿Te importaría hacerme un último favor? ― Caminó hasta estar al lado de Ramona, del lado opuesto al que él se había sentado, y la miró fijamente. ― Para salir de aquí necesitaré alguien que me ayude. Mi pareja no va a acompañarme así que ¿Me harías el honor de hacerlo tú? Prometo arreglarme y darte una buena imagen ― Se abstuvo de guiñarle un ojo pícaro (¡Él no hacía eso!) y simplemente mostró una sutil sonrisa, al mismo tiempo que alargaba una mano a modo de ofrecimiento.
En parte, mintió. No la necesitaba para salir. Aunque era un verdadero palacio, no le costaría enrolarse a algunas de las muchachitas que se encontrara de camino a la salida. Y, además, pasar desapercibido siempre había sido uno de sus fuertes.
Me encantó tu nuevo pack ~
― Bueno, ya has dejado claro que tonta no eres ― Sonrió ligeramente. Sí, tenía razón, esas cosas que había dicho anteriormente sobre la música y las melodías bien podían tomarse por autenticas estupideces o niñerías. Desde luego, un "adulto" que quisiera ser respetado entre otros adultos, no lo diría en voz alta. Ella, en eso, demostraba personalidad e independencia. Algo que Massimiliano valoraba bastante en otros, cualidades que sabía la mayoría habían perdido fácilmente solo por el miedo a quedarse solos. Él estaba solo y, francamente, seguía sin verle lo positivo a callarse o guardarse cada cosa que otros considerasen no oportuna. Simplemente, no lo habían creado para ser hipócrita. ― Y una niña, yo creo que tampoco ― Esta vez le echó una mirada de arriba a abajo descarada, centrándose por unos segundos en la parte del escote y sus senos bastante desarrollados. Sabía que ella se refería a una niñería mental pero él se decantó más por aclarar su no niñería física. Era bella y su cuerpo estaba, según sus ojos, completamente desarrollado. Muy bien desarrollado. Antes de reírse por sus propios pensamientos (¿Desde cuándo él se ponía a alabar a otros en su mente?), apartó la mirada.
Y se levantó de la banqueta, con su gracia y pasmosidad habitual. ― Si te contara algunas cosas sí, definitivamente te sorprendería ― Comentó, en respuesta a su pregunta. Había escuchado ese tono de.. ¿Curiosidad? ¿Reto? Tal vez eran imaginaciones suyas, pero parecía estar retándole a sorprenderla. ¡Por Dios! Anda que no había vivido él situaciones. Si supiera escribir bien, desde luego, podría hacer un libro y todavía le faltarían hojas. ¿Y si le contara lo que hacía, por voluntad PROPIA, con a penas doce años? ¿Y lo que había tenido que hacer años antes? Por supuesto, no iba a contarle nada. ¡Ni de coña! Ya fuera tan inocente o no, él no lo iba a poner en riesgo. Para los que no estuvieran acostumbrados a ese tipo de vida (Y por el lugar dónde ella estaba, además de sus bonitas y aparentemente caras ropas, no parecía estar nada acostumbrada) llegaba a resultar traumático pensar en eso. Lo sabía. Lo había vivido. Clientes que hasta habían querido vomitar. Y, aunque él no era de los que buscaban dar pena, cabe decir que cuando se necesitaba el dinero uno hacía lo que fuese necesario. Y si su vida había sido una puta mierda, por lo menos le estaba siendo de utilidad. En ese momento, sin embargo, no tenía ninguna intención de dar pena a aquella muchacha. Nada más lejos. Curiosamente, sentía que no solo no quería darle lástima sino que no quería que se enterase de ello. Por un momento, estaba siendo un igual a una mujer con un estatus posiblemente mucho más superior. Sí, él nunca había echo caso de los estatus (Sobretodo porque muchos de sus clientes no eran precisamente de una clase inferior), pero fuera de la cama habían sido escasas las veces que había mantenido una conversación "normal" con alguien de rango socialmente superior.
Tocó una de las teclas, al darse cuenta de que se había quedado pensativo y sospechosamente callado. La música le ayudó a volver en sí. ― Pero no será hoy, creo que es hora de que me marche ― ¿Huyendo? Sí, tal vez. Y no le importó admitirlo ante sí. Más valía huir antes de que la mujer le sacara lo que él no quería contar. Y no es que él pensara en su pasado de forma melancólica o con dolor ni nada de eso. Él bien sabía que era su pasado y atrás se quedaba. Pero, aún así, recordar según qué situaciones podía hacer sentir hasta a la más indiferente de las personas. Y él no era el más indiferente, de lejos. Solo lo aparentaba por esa cara que, según su madre, había heredado de su padre. ― Sin embargo, ¿Te importaría hacerme un último favor? ― Caminó hasta estar al lado de Ramona, del lado opuesto al que él se había sentado, y la miró fijamente. ― Para salir de aquí necesitaré alguien que me ayude. Mi pareja no va a acompañarme así que ¿Me harías el honor de hacerlo tú? Prometo arreglarme y darte una buena imagen ― Se abstuvo de guiñarle un ojo pícaro (¡Él no hacía eso!) y simplemente mostró una sutil sonrisa, al mismo tiempo que alargaba una mano a modo de ofrecimiento.
En parte, mintió. No la necesitaba para salir. Aunque era un verdadero palacio, no le costaría enrolarse a algunas de las muchachitas que se encontrara de camino a la salida. Y, además, pasar desapercibido siempre había sido uno de sus fuertes.
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Massimiliano Vanni- Prostituta Clase Baja
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