Concierto para un alma [libre]

Jazmín dejó el campamento gitano casi a media tarde para dirigirse al cementerio de Montmartre, se cubrió con una capa negra por encima de sus ropas de gitana, que simplemente consistían en una blusa blanca abullonada y una falda color turquesa que le llegaba hasta los tobillos. Anduvo en silencio por la tierra que constituía el camino, la cual parecía barro debido a la humedad de la niebla que inundaba esos lugares. Jazmín estaba acostumbrada a esos paseos y a mancharse los pies de barro de vez en cuando, ella se conocía el recorrido del campamento gitano hasta el cementerio a la perfección, incluso se aventuraba a decir que lo podría recorrer con los ojos vendados y sin tener ningún percance.

El objetivo de ir al cementerio en esa tarde gris, consistía en ir a visitar la tumba de su padre, su madre Shylla, le había contado que había muerto ahogado poco después de que ella naciera, sólo Shylla sabía que eso era mentira, que el padre de la chica seguía vivo, pero Jazmín no sabía nada de ello y estaba convencida de que su padre descansaba en paz en ese cementerio de Francia.

Una vez llegó al cementerio, anduvo tranquilamente entre las tumbas que allí había y entre las estatuas de tristes rostros que decoraban el lugar, esas estatuas aunque reflejaban el dolor que los seres queridos de los fallecidos llegaban a sentir cuando se encontraban en ese triste lugar, sin lugar a dudas eran hermosas.

El cementerio se encontraba solitario, excepto por un hombre que pude divisar entre la niebla a unas cuantas tumbas más alejadas de la de mi padre, por un momento observé en silencio como deposito un ramo de rosas blancas encima de la piedra, luego desvié mi mirada a la tumba de mi padre, la miré con tristeza, se notaba que el paso del tiempo había echo mella en ella, el nombre y la fecha que estaban inscritos en la piedra se habían borrado, eran ilegibles.

Me arrodillé junto a la tumba y pase mi mano por la piedra para limpiarla un poco de la tierra que se había posado sobre ella, una vez estuvo limpia, me limpié la mano en la falda y fue en ese momento cuando vi una rosa blanca encima de la tumba de mi padre, la tomé con cuidado para no clavarme ninguna espina en los dedos y la acerqué a mi nariz para olerla, su dulce aroma me embriagó, sin duda era fresca por lo que significaba que recién la habían colocado allí, levanté mi cabeza al hombre que se encontraba unos metros más allá, probablemente la hubiera colocado él, sin duda era un gesto muy bonito y se lo agradecí en silencio.

Sobre la tumba, junto a la rosa blanca deposité un ramo de flores silvestres de distintos colores que había cogido por el camino para mi padre, en ese momento empecé a escuchar una triste melodía procedente de un cello, levanté mi cabeza para ver al hombre que se encontraba tocándole esa melodía a su difunto ser querido, permanecí en silencio escuchando esa melodía que inundaba mis oídos, era una melodía triste pero al mismo tiempo era hermosa, bajé mi mirada a la tumba de mi padre sintiendo como la tristeza de no haberlo conocido me inundaba el alma, una pequeña lágrima se escapó de mi ojo y resbaló por mi mejilla, su madre casi no le había hablado de él y casi siempre que la joven sacaba el tema, ella lo evadía de cualquier manera, suspiré con tristeza, ahora me daba cuenta que la persona que se encontraba bajo esa tumba realmente era un desconocido para mi.

Permanecí de rodillas junto a la fría tumba de mi padre mientras a mis oídos llegaba la hermosa melodía que el cello emitía al ser sus cuerdas frotadas por el arco que aquel hombre tenía en sus manos, suspiré ante la tristeza que me embargaba el alma y las lagrimas de mis ojos se desbordaron, haciendo que varias de ellas resbalaran por mis mejillas, dejando un húmedo rastro a su paso, me sentía triste por no conocer nada de mi padre, seguramente él no querría que su hija no lo conociera, pero yo por más que insistía no conseguía que mi madre me dijera nada... y ahora era demasiado tarde para pedirle a mi padre que me contara cosas sobre él, volví a suspirar y levanté la vista al hombre que había más allá, al parecer había dejado de tocar el instrumento y me estaba mirando, yo me puse de pie, me pasé la mano por mis mejillas y me limpié las lágrimas para luego sacudirme la falda con delicadeza y así limpiarla de la tierra del suelo que se había pegado a la tela turquesa.

Me sorprendí cuando vi al hombre acercarse a mi manteniendo un paso apresurado pero al mismo tiempo temeroso, lo miré un poco extrañada, tal vez no quería que una gitana estuviera en aquel cementerio, había mucha gente a la que no le gustaba la presencia de gitanos en su entorno, y tal vez él fuera uno de ellos.

Bordeé la tumba de mi padre y le di la espalda dispuesta a marcharme de ahí hasta que escuché la voz de aquel hombre cerca de mi, me giré sobre mis tobillos y lo miré un poco confundida, después de unos segundos, cuando lo vi bajar la mirada resignado, me di cuenta de que me había confundido con otra mujer.

-No, lo siento milord, creo que se ha confundido... no conozco a ninguna dama que se llame Marina -le dije con amabilidad mientras llevaba mis manos a la capa negra que llevaba puesta para cubrirme mejor.

La fría brisa que soplaba en aquel lugar y que me revolvía un poco el cabello, también se colaba por debajo de mi capa y logró que mi piel se erizara, agarré mejor la capa con mis manos y me cubrí lo mejor que pude, evitando dejar algún hueco por el que la brisa se colara.

Observé al hombre en silencio y negué con la cabeza al escucharlo, no tenía que disculparse por eso, todo el mundo podía confundirse, nadie era perfecto, aunque algunas personas lo creyeran -no se preocupe milord... cualquiera puede equivocarse alguna vez -le dije con una dulce sonrisa, para seguidamente seguirlo con la mirada cuando se dirigió a un banco de piedra que había junto a él, lo vi caer en él agotado para luego enterrar el rostro en sus manos, cierta tristeza recorrió mi cuerpo al verlo así, nunca hubiera imaginado que el haberse confundido lo colocaría en ese estado, me acerqué unos pasos a él y sin poder evitarlo coloqué mi mano en su brazo para reconfortarlo -milord, de verdad, no se preocupe, yo... -empecé a decirle pero de repente me callé cuando lo escuché hablar, sin poder evitarlo desvié mi mirada a la tumba que él había visitado antes, seguramente esa sería la tumba de su esposa, ¿y me había confundido con ella?, retiré mi mano suavemente de su brazo y lo miré con tristeza -lo siento mucho milord.... no era mi intención darle falsas esperanzas -le dije, seguramente en ese momento me encontraba pálida, era la primera vez que me confundían con alguien que ya no se encontraba en este mundo, y realmente no podía describir lo que sentía en ese momento, era una maraña de sentimientos que no podía descifrar -la... melodía que ha interpretado con el cello... era hermosa... muy hermosa -comenté sin dejar de mirarlo mientras él mantenía su rostro escondido en sus manos.

Antes, cuando había colocado mi mano encima de su brazo, él permaneció con el rostro escondido entre sus manos, en ese momento no entendía que le ocurría hasta que supe que me había confundido con su difunta esposa, él al parecer notó la ausencia del roce de mi mano en su brazo y se apresuró a explicarme lo que había ocurrido, la verdad es que yo no me había dado por ofendida en ningún momento, por tanto tampoco había pensado que yo misma tuviera un aspecto fantasmagórico, simplemente me sentía ligeramente confundida.

-No se preocupe señor, no me he ofendido por lo que ha dicho, sólo me encuentro un poco confundida... por lo que me dice es normal que se haya equivocado, supongo que todas las gitanas nos parecemos un poco -comenté permaneciendo de pie delante de él, en eso escuché el graznido de un cuervo a lo lejos y yo giré mi cabeza para ver de donde provenía, la niebla aún vagaba sobre las tumbas de aquel solitario lugar, luego volví a mirar al hombre cuando escuché lo que me dijo de la hermosa música que había interpretado con el cello.

-Sí milord, la he escuchado y he de decirle que me ha encantado, se trata de una melodía triste pero al mismo tiempo hermosa, he podido percibir en ella los sentimientos de quien la ha interpretado... no me ha interrumpido señor, al contrario, me ha ayudado a sentirme más cercana a mi padre... o a lo poco que se de él -le dije susurrando lo último -¿sabe? me ha dado la idea de traer mi violín la próxima vez que venga por aquí y así poder tocarle algo a mi padre... seguro que a él le gustaría -le dije con una pequeña sonrisa.