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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Magnolia Velvet Lun Ene 24, 2011 7:01 pm

La tarde estaba fría, no por nada estábamos pasando un invierno bastante crudo. Caminé por las calles con un abrigo negro y abrigador abrochado hasta el cuello. Un abrigo lo suficientemente largo como para cubrirme el vestido que enmarcaba sensualmente mi cuerpo. La capucha puesta sobre la cabeza cubriéndome el rostro con la sombra que deja caer sobre mis facciones. El sonido de mis zapatos se mezclaba con las risas, voces y desorden de la calle sin que yo pusiera atención en nada. Iba tarareando una canción sin ritmo, una canción que nadie había inventado. Encogí mi cabeza para que el viento no se colara por el hueco entre mi barbilla y el último botón del abrigo agradeciendo que no viniera precisamente para verme con un cliente. O al menos no con un cliente que necesitara verme con los ya conocidos vestidos, escotes, joyas, lencería. Suspiré alzando la mirada para ver hacia dónde me dirigía y a qué altura estaba ya de la calle conocida. Miré a ambos lados para fijarme que no viniera nadie que me atropellara y crucé la calle para entrar en el café acordado.

Empujé la puerta delicadamente con mis manos enguantadas escuchando las campanillas que sonaban sobre mi cabeza para anunciar un nuevo cliente, miré alrededor quitándome la capucha con un grácil movimiento y paseé la mirada sobre todas y cada una de las mesas para mirar si mi acompañante había llegado retirándome de la entrada para no estorbarle a la gente que va entrando mientras mis manos viajan lentamente hacia el primer botón del abrigo y lo deshacen fácilmente pidiendo una mesa para dos y siguiendo al mesero que me dedica una mirada sospechosa. Seguramente me conocía, seguramente sabía lo que hacía y cómo me ganaba el dinero que pretendía gastarme en ese café pero hasta donde yo sabía, no tenía prohibido entrar a los lugares públicos, y menos en mi tiempo libre. Lo único que debía de hacer era esperar el comentario mordaz antes de que se enterara de con quién se estaba metiendo. Podría ser una persona normal a veces pero no toleraba injusticias y menos hacia mi persona. Me senté en donde me indicó y tomé la carta indicándole con la mirada que debía esperar a que me decidiera y logrando que se fuera a su lugar detrás de la barra. Me mantuve mirándolo mientras me dedicaba miradas de reojo y acabé por mirar la carta como si fuera lo más emocionante de la vida ahí.

Esperaba que no tardara mucho. Ya me empezaba a sentir algo incómoda con las miradas del mesero casi con ganas de volverme a poner la capucha. Internamente deseaba que me fuera a pedir que me retirara porque si bien yo era una simple cortesana, podía armarle una revolución dentro del local y hacer que al menos todos los clientes de ahora mismo se fueran para siempre a otro lado. Levanté el mentón orgullosa haciendo parecer que no me importaba en lo más mínimo lo que pensara o cómo me mirara pero sin realmente mirar la carta y sin pasar de la misma línea. Aun así no me moví de mi asiento y dedicaba miradas esporádicas a la puerta para ver si mi invitado llegaba de un momento a otro.


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Mensaje por Lucien Greymark Mar Ene 25, 2011 2:15 pm

El hielo y a nieve se acumulaba en las calles, consecuencias de las últimas nevadas del invierno, todo el mundo se movía como si les urgiese una gran prisa, como si el temas de que una nueva ventisca se desatase por las calles, y allí , en medio de aquel tumulto yo parecía el único fuera de lugar, caminando con toda la tranquilidad de quien pasea por un jardín en plena primavera y el abrigo largo y negro abierto hasta la altura del pecho, donde se veían el chaleco y la camisa de lino blanco abrochada hasta el cuello. Por alguna razón aquella tarde prometía ser buena, pues no recibía noticias suyas desde hacía bastante, exceptuando alguna carta que recibía cada cierto tiempo que me confirmaban que seguía viva y en el mismo lugar.

Por fin llegue a la puerta del café, situado en la zona central de la ciudad, en cuanto abrí la puerta para entrar la mayor parte de los comensales se viraron hacia mí como si acabase de gritar “muerte a la reina” a pleno pulmón, les devolví la mirada retándoles a que me dijesen algo, ni que ahora pudiese atravesar objetos solidos solo para no molestarlos. Me quede los guantes finos de cuero antes de empezar a mirar por todas las mesas del local, es posible que aún no hubiese llegado, aunque siempre había sido bastante puntual. Fui hasta la barra del café para preguntarle al camarero si había visto llegar a una mujer de su descripción. El hombro orondo y con varias papadas de más sobresaliéndole del cuello sonrió como si estuviese contando un chiste que solo él podía entender. Esa eran exactamente la clase de acciones que me hacían enfadar, y que me hicieron mirar al hombre como si estuviese a punto (literalmente) de desgarrarle el cuello a bocados. “Contrólate. No estás aquí para enfadarte con un pervertido del tres al cuarto.” Aun así el “caballero” pareció coger la indirecta y me indico donde estaba sentada antes de volver ocioso a la limpieza de un vaso que hacia bastante estaba reluciente.

Fui hasta la zona de mesas, en uno de los rincones más alejados del café, seguramente la había llevado allí a propósito. Y allí estaba… recordaba a Magnolia, o al menos así es como ella decía llamarse, como una joven de apenas dieciocho años, con una cabello castaño y unos ojos en los que la mayoría de los hombres desearían ahogarse. Por aquel entonces era una de las mujeres más hermosas que había visto, y me equivocaba… de alguna manera los años que había pasado sin verla había convertido a la muchacha en mujer, una que resultaba incluso más atractiva que la que había conocido, y es posible que también más triste. Me acerque hasta la mesa y vi como levantaba la mirada de la carta. – Hola Magnolia… - Tome su mano con suavidad, y sin apartar la vista de sus ojos la bese con cariño. – No sabes cómo me legro de verte. Ha pasado mucho tiempo.
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Mensaje por Magnolia Velvet Mar Ene 25, 2011 4:40 pm

Hice una pausa en mis cavilaciones y demás cosas que me pasaban por la mente, así como la forma de torturar eficientemente al sujeto que seguía dedicándome miradas desde la barra para poner en orden todo y dejar de prestarle atención. Seguía sintiendo su mirada en la nuca pero decidí ignorarle terminantemente, volví a la realidad para fijarme en las variedades de café que me ofrecía la carta olvidándome por medio segundo también de que estaba a punto de llegar mi amigo de hacía tanto tiempo. Y no sólo mi amigo, la historia había sido complicada porque al principio fue un simple cliente que llegó a mis manos por azares del destino. Un cliente que sería tratado de la misma forma que los demás, con coqueteos limitados e indiferencia después del pago. Sin embargo hubo algo en él, algo especial, fuera de su apariencia física que podría hacer caer a cualquier mujer. Algo que no podría expresar con palabras ni aunque quisiera. Ese algo que me cautivó y que dejó que yo abriera una rendija en mi coraza para que él entrara y me acompañara dentro.

Me acomodé mejor en el asiento hasta que escuché esa voz que estaba esperando y que recordaba de tanto tiempo atrás. Levanté la mirada con el corazón latiéndome a mil por hora de la emoción que me llenaba por completo y se desbordaba dedicándole la sonrisa más sincera que pude sacar de mi repertorio mientras me besaba la mano sin encontrar palabras líricas o lo suficientemente poéticas para que la ocasión valiera la pena. Se veía tan atractivo con su abrigo abierto, y su cabello despeinado por el viento al que yo también me había enfrentado hacía unos momentos. "Cielos qué tonta me siento" Me debatí internamente entre levantarme de mi asiento, quedarme sentada, colgarme de su cuello en un abrazo o simplemente salir del mutismo en el que me había sumido desde que sus ojos se posaron en los míos. -Lucian, no sabes cuánto te he echado de menos- Apreté la mano que me había besado dejando de fuera todos los pensamientos incoherentes que tenía en ese momento y me levanté ya sin ponerle tanta atención para darle un abrazo que me reconfortaba a mí. Egoísta, lo sé. Pero vivir detrás de una máscara no es algo que te haga mejor persona.

Asiento con la cabeza volviendo a tomar asiento y mirando alrededor buscando al mesero como para demostrarle algo de lo que no estaba totalmente segura. Cuando lo conocí, me enorgullecían las miradas de celos con que todas las chicas me obsequiaban cuando estaba con él, caminando de su brazo, compartiendo sonrisas, intercambiando palabras. Ahora, sólo me enorgullecía que hubiera alguien que sabía mis secretos, todos ellos, y que aún quisiera estar conmigo. -Espero no te moleste el lugar, al parecer es más desagradable de lo que previne que sería- Dedico una mirada de reojo al mesero que se acerca lentamente a tomar nuestra orden y cambio el gesto de desagrado por una sonrisa cuando vuelvo mi mirada a Lucian. -Pero ahora que has llegado, puedo ignorarlos a todos-


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Mensaje por Lucien Greymark Miér Ene 26, 2011 4:46 pm

Magnolia Velvet… así es como la conocían todos, o mejor dicho como la conocían sus clientes. Era una mujer de la noche, alguien que daba todas sus sonrisas y afectos a quien lo pagase mejor, y ya lo creo que lo pagaban. Cuando la miraban solo veían un entretenimiento, carne a la que tomar durante una noche, o dos si es que tenían el suficiente dinero para pagar sus servicios. Ese era precisamente el problema… no eran capaces de ver lo que había después, lo que esas sonrisas de complacencia e insinuaciones descaradas ocultaban. Ni si quiera yo lo vi al principio, por lo que siempre me avergonzare. En realidad la noche que la había conocido solo buscaba… aun no lo sé con seguridad, y cuando aquella chica me miro, sin saber que en realidad tenia edad suficiente para ser su padre, hice lo que jamás se me había ocurrido hacer… pague una noche, y otra, y otra más.

En cuanto se levanto y vi aquella sonrisa recordé, con gran alivio, que seguía siendo la misma persona de siempre, la misma que se ocultaba tras aquel disfraz de maquillaje y noches de lujuria, aquella de la que me aleje solamente porque temía hacerle daño. Correspondí a su abrazo apretándola con fuerza, un dulce perfume emanaba de su cabello, no el típico olor dulzón de cuando trabajaba, sino una fragancia más sutil, mas femenina, y que se mezclaba en mi nariz con su aroma personal. – Y yo he echado de menos esa sonrisa… Olivia. – Ese era su nombre, nunca había tenido otro para mi, y ese era precisamente el problema, que se convirtió en algo más que en una simple “empleada”, conocía su vida, sus secretos y lo más curioso de todo es que me descubrí contándole algunos de los míos. Fue precisamente por eso que debía marcharme… por mucho que me doliese, ¿Qué clase de comportamiento podría esperar de ella si se enterase de lo que era? No se lo reprocharía la verdad, nadie lo haría.

Volvimos a sentarnos en la mesa, esperando a que el camarero apareciese de nuevo para tomarnos nota, y esperaba que no se le ocurriese hacer nada más. La verdad es que no sabía exactamente que decirle, saber que había sido de ella estos años, por suerte ella empezó hablando. – No te preocupes… me basta con verte, el sitio es lo de menos. – Seguía teniendo esa mirada, esos hermosos ojos que me habían cautivado, nunca jamás una mujer me había echo sentir la mitad de vivo que ella, no desde… - Me concedes demasiado merito. Estas tan… - Sonreí al ver que no me salía la expresión. Cada vez que estaba con ella era como si se me atascase la lengua, y lo peor es que no tenia ningún derecho a decirle algo así. Del mismo modo que quería decirle lo mucho que la había extrañado y cuanto había pensado en ella, una parte de mí también peleaba por salir, por alimentarse… y no podría soportar hacerle algo así. – Espero que todo te este yendo bien… vaya ya empiezo a decir tonterías estúpidas. Dentro de poco estaremos preguntándonos banalidades como si no nos conociésemos. Dime ¿estás bien?
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Mensaje por Magnolia Velvet Jue Ene 27, 2011 3:31 pm

Un montón de emociones me recorrían de arriba abajo conforme mi cuerpo se daba cuenta de que Lucian una vez más estaba frente a mí. Por un lado quería recriminarle el hecho de haberse pasado tanto tiempo lejos y por otro no quería arruinar el momento. Si yo me pusiera a contar las personas que me conocían por completo, no utilizaría más que los dedos de una sola mano y Lucian estaría en primer lugar. Cerré los ojos al simple contacto, como un latigazo de luz me recorrieron millones de emociones y flashazos de recuerdos hasta que dijo mi nombre, ese nombre que yo no estaba acostumbrada a escuchar en labios de nadie más que de mi misma cuando me reñía, el nombre que había dejado de ser mío hacía tanto tiempo. El impacto fue tan grande que no pude evitar que mis ojos se pusieran aguados.

No me acostumbraba, sin embargo, después de muchos años cortando de tajo todos mis sentimientos verdaderos pude evitar que el entimiento terminara en llanto. Sabía que él iba a darse cuenta así que aunque ya hubiera compuesto mi mejor sonrisa nuevamente hice un gesto con mi mano para que no lo tomara en cuenta. -Es que no me acostumbro a que me llamen así- Sinceramente me había obligado a mí misma a ser siempre Magnolia Velvet y a enterrar a Olivia en lo más profundo de mi alma. Acomodé mi vestido cuando nos volvimos a sentar pidiéndole secamente al camarero un capuccino esperando a que se fuera para continuar la conversación. Noté una mirada bizarra de parte del mismo pero la ignoré poniendo toda mi atención en Lucian. Como siempre, sus palabras se sentían como un bálsamo que cubría todas las heridas, todas las magulladoras de años sin verlo, todos los malos tratos, las miradas, las cicatrices, todo se veía tan lejano ahora que lo tenía enfrente. -¿Tan...? ¿Cambiada?- Terminé su frase a propósito sin perder la sonrisa. Me acomodé un mechón de cabello que caía frente a mi rostro para que quedara detrás de mi oreja. -Tu te ves tan... - Reí entendiendo que no era fácil dedicarle un adjetivo y que acabé repitiendo lo que él había dicho sobre mi. Negué con la cabeza intentando poner en orden mis ideas y terminé por suspirar para mejor contestarle a lo que cuestionaba.

-Estoy bien, en estos tiempos tiendo a la nostalgia por cosas que no volverán pero siempre sobrevivo- Estiré mi mano para tocar la suya. Era increíbe que de pronto no pudiera estar sin su contacto. Acaricié el dorso de su mano pensando que "nostalgia" era un gran resumen para todo lo que yo recordaba en los inviernos tan crudos que había por este lado del mundo. Pero todo pasaba si dejabas de hablar de ello, si lo ignorabas, dolía menos. -¿Y tu cómo estás?, te ves bien, muy bien pero tienes que contármelo todo. ¿En dónde te metiste?- Y lo más importante: ¿Porqué te fuiste?


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Mensaje por Lucien Greymark Vie Ene 28, 2011 2:19 pm

Olivia Von Habsburg… ese era su nombre. Existían pocas personas que la conociesen de esa manera, la mayor parte del tiempo Olivia se mantenía oculta, disfrazada por una imagen de mujer seductora y sin ningún tipo de sentimientos, una mujer que por alguna razón al resto del mundo le resultaba muchísimo más atractiva que la autentica imagen que había debajo. En realidad siempre me gusto eso de ella, que mantuviese su vida de verdad al margen de su vida profesional, incluso conmigo lo hizo al principio. No sé porque decidió contarme quien era en realidad, no sé qué fue lo que vio en mi para confiar en que podía contármelo todo, pero en nunca me importo su pasado, ni tampoco me importa ahora.

- Olivia… Es tu nombre, es normal que te llame así. – Dije con una sonrisa mientras enjuagaba con cuidado una de sus lágrimas. El pasado siempre dolía, yo lo sabia mejor que nadie, pero creo que tener algo con lo que saber que tuviste una vida, aunque esta no fuese la mejor del mundo, es algo que todos necesitamos. En cuanto llego el camarero y estuvimos sentados le pedí un café cargado, lo más probable es que tuviese que estar despierto esta noche, y por lo menos esta vez fue bastante más diligente que la anterior vez, no me gustaba como la miraba. Podía aceptar que Olivia tuviese su trabajo, porque cuando lo hacía era Magnolia quien trabajaba no ella, y cuando había estado conmigo me gustaba pensar que era su verdadera yo la que estaba en la habitación, por eso no me gustaba que alguien mirase a Olivia con lascivia o con segundas intenciones. Sin embargo pude olvidarme de eso cuando comenzamos a hablar. – No es cambiada lo que iba a decir. Estas distinta sí, pero mejor… es como si al madurar y abandonar la adolescencia solo consiguieses que se te desease mas. – Aquello era un comentario inapropiado pero no podía evitarlo, cuando estaba con ella no controlaba lo que decía ni lo que hacía, era como si todo dejase de tener importancia. En cuanto a mí, bueno digamos que yo era como todos los hombres, al menos en ese aspecto. – Estoy más viejo lo sé. Es lo que pasa con los hombres, nos volvemos más gordos, calvos y desagradables. – Dije riéndome al terminar su frase.

En cuanto note su mano supe que debía haberla apartado, pero me resulto completamente imposible. Hay quien dice que los sentidos agudos de los licántropos solo ofrecen ventajas, pero no siempre es así, del mismo modo que estábamos más atentos a todo, también éramos más sensibles a todo, y un contacto de aquella clase para nosotros era como un beso para un humano. – La nostalgia siempre existirá, creo que es lo que nos mantiene cuerdos. Es un recordatorio de que… si sobrevivimos a lo mejor podemos verlo de nuevo. – Una ilusión un poco estúpida la verdad, pero a la gente le resultaba reconfortante oírla. - Yo estoy bien, sabes que siempre lo estoy. En cuanto a donde he estado… es complicado. – Si se lo contaba todo corría el riesgo de que supiese de mi condición y no quería cargarla con ese peso, así que creí que lo mejor era contarle lo más importante. – He estado en varios países de Europa, los negocios por desgracia nunca descansan. – “Y los vampiros menos aun.” – Y… fui a Londres. Era el cumpleaños de mi esposa. – Hacia ya treinta y dos años, treinta y dos años que desearía que nunca hubiesen pasado. – Murió hace unos años. Quería visitar su tumba. – Que gran tema de conversación… es que tengo un tacto increíble. Debía de parecer idiota al venir aquí y ponerme a hablar con una mujer que había sido mi amante, que era mi amiga, y por la que sentía más de lo que me atrevía a admitir, sobre nada menos que mi mujer. Deberían darme un premio.
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Mensaje por Magnolia Velvet Dom Ene 30, 2011 5:19 pm

Levanté un de mis manos para enjugar las lágrimas del ojo que no acepta su caricia encogiendo un solo hombro cuando me recuerda que Olivia es mi nombre. No era que no me acostumbrara, es que de tanto ser Magnolia Velvet, definitivamente a uno se le olvida cómo comportarse como Olivia ante la gente. -Lo sé, pero es extraño-. Supongo que en algún punto de su ausencia dejé de acordarme que sencillamente para él, aún cuando viniera vestida y maquillada de Magnolia, siempre sería Olivia. Supongo que era normal que mi sistema se resistiera a esto y supongo también que el hecho de que al menos una pequeña partecita de Olivia regresara fuera razón suficiente para que comenzara a llorar como una niñita. Pero no iba a llorar, el tener a Lucian frente a mí no era razón para llorar, era un momento de alegría y yo no iba a arruinarlo con unas cuantas lágrimas derramadas.

Sonreí con un deje de orgullo cuando me habló sobre madurar y sobretodo, sobre estar mejor que en la asolescencia. No era un secreto que yo había empezado en el negocio mucho antes de lo que hubiera querido y este tipo de trabajo siempre terminaba por agotarte. Para mí, no había demasiada gente que viera más allá del pedazo de carne que estaban comprando por una noche. No pude evitar sonreír al darme cuenta de que aunque había cambiado desde que se había ido, a él le parecía que todo el conjunto había mejorado. Yo no ecaba de falsa modestia, no con él ni con nadie pero definitivamente logró hacerme sonrojar. -Gracias, Lucian- Una cosa era que desearan a Magnolia, eso era normal, eso podía soportarlo sin problema pero una muy distinta era que desearan a Olivia. A una chiquilla que no tenía nada de interesante más que el cuerpo que compartía con una cortesana experimentada. Y yo quería creer que la persona a la que se refería mi amigo era precisamente aquella que sólo salía en contadas ocasiones y a puerta cerrada. Abrí la boca para replicar porque si algo no estaba, era viejo. Chasqueé la lengua cuando logré recuperarme de todo lo que me había dicho e hice un gesto con la mano que indicaba que estaba en desacuerdo. -Mira que si hay un hombre que tiene prohibido decir que está viejo, gordo, calvo o desagradable, eres precisamente tu. Mira que estás hecho toda una tentación- No supe exactamente porqué dije eso, tal vez el comentario coqueteaba en la línea que separa las bromas de amigos y la verdad.

-A mi no me gusta la nostalgia... es como un tipo de... niebla blanca que cae sobre ti y vuelve todo borroso y gris...- Era mi forma de verlo, cuando estaba nostálgica era como si se me embotaran todos los sentidos y solamente fuera vagando como un alma en pena por las calles. Hago una mueca cuando habla de volver a verlo de nuevo sintiendo un pinchazo en el pecho, justo en el corazón con las imágenes que me atacan de pronto. Tenía razón, simplemente a mi no me gustaba recordar nada de lo malo. No me gustaba recordar que antes de ser lo que era ahora, había sido alguien distinto, alguien con todas las oportunidades del mundo y que todo eso se había ido por la borda desde la primera vez que dejé que un hombre mucho mayor que yo me besara en los labios. Delineé cada uno de sus nudillos con mi dedo índice mientras lo miraba como si quisiera grabarme sus facciones nuevamente en la mente. Me daba tanto gusto verlo y me alegré cuando me aseguró que estaba bien. Eso era lo importante. Lo demás podía arreglarse.

Escuché con atención todo lo que tenía que decirme ladeando un poco la cabeza al escuchar la pausa antes de comentarme lo de Londres. Una sensación de vértigo me atacó desde la boca del estómago aunque luché con todas mis fuerzas por combatirla. Una esposa. No sabía que tenía una esposa. Y no sabía que era su cumpleaños. Y yo pensé que Lucian sería... Frené de golpe el pensamiento porque eso no era algo que me incumbiera. ¿Cuántas veces había estado con hombres casados, prometidos, con novias y también viudos? Tardé un momento en interiorizar el hecho de que estaba muerta y de que yo estaba mínimamente celosa de una muerta así que tardé unos segundos en recopilar toda mi educación y hacer lo que debía de hacer: Poner una mueca de asombro. -Lo siento- Era verdad que lo sentía pero en el fondo, el monstruo verde de la envidia estaba gruñendo en su cueva y luchando contra las cadenas que mi razón le imponía. Mi lengua también quería hacer de las suyas pero me callé inmediatamente. -No... bueno yo no sabía que...- Menuda cortesana mejor amiga negligente estaba yo hecha. ¿Qué otras cosas no sabía de él?. -No sabía que habías estado casado. Lo siento tanto, Lucian, de verdad-


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Mensaje por Lucien Greymark Mar Feb 01, 2011 5:32 pm

No quería que lo olvidase nunca, y por desgracia el acostumbrarse a que la llamasen de otra manera que no fuese Olivia podía llevar precisamente a eso, que se olvidase de lo que era ser ella misma. Temía que de alguna manera, ya fuese por la gente o por el lento desgaste del tiempo, Olivia se fuese ocultando cada vez más en ese rincón oscuro de su mente donde la tenía relegada, hasta que llegase el día en que no podría volver a salir. Mucha gente no pensaría igual que yo, todos tendían a pensar que por ser cortesana, o prostituta como solía decirse tenía menos derecho a escoger, que era menos ser humano precisamente por lo que se dedicaba. – Olivia… No tienes por qué seguir siendo Magnolia si no quieres. ¿Lo sabes verdad? – Me hubiese gustado decirle que podía dejarlo, que yo me ocuparía de que no le faltase absolutamente de nada, pero me temo que en este aspecto era… dejémoslo en que el valor no me sobraba. – Solo… quiero que estés a gusto. Y sé que no lo he hecho demasiado bien.

Me reí un poco para mis adentros cuando me dijo que era el último en decir que era viejo. Tal vez ella no lo notase pero sí que era viejo, cincuenta y dos años para ser exactos, eso para cualquier humanos era ser viejo, y bastante además. Aunque, por otro lado, que pensase que era de todo menos uno más de sus clientes, esos que estaban constantemente queriendo ponerle las manos encima, que solo la deseaban por lo que hacía aprendido siendo… siendo una más de un burdel. Yo esperaba que aquella persona que me decía que era una tentación, que se sonrojaba cuando le decía algo que no le diría a prácticamente ninguna otra mujer, me gustaba pensar que era Olivia la que hacia esas cosas, porque si Magnolia lo hacía, solo lo hacía por complacer a su cliente y Olivia lo hacía porque realmente lo pensaba. – Te agradezco el cumplido. Pero deberías de saber que la tentación solo se puede considerar como tal, cuando es algo que no puedes coger. – Aquel coqueteo en cierto modo pretendía ser inocente, pero lo cierto es que era verdad, ella siempre podría coger de mi lo que desease, había muy pocas cosas que no estuviese dispuesto a hacer por ella. Y tampoco me avergonzaba admitirlo.

No era la nostalgia lo que me preocupaba, más bien era que, a medida que pasaba el tiempo, ya no estaba. Para los humanos la sensación de olvidarse de los malos momentos y conservar solo los buenos era una señal de que Dios estaba de tu parte y que podías seguir a delante con tu vida. En mi caso era distinto, perder los recuerdos, ya fuesen buenos o malos solo te alejaba cada vez mas de la poca humanidad que te quedaba, y eso solo llevaba a perder el control, de ahí a que la bestia que habitaba en los rincones más oscuros de mi subconsciente tomase el control solo había un paso, y era un paso del que no había vuelta atrás. Agarre su mano y la ascendí para besar sus dedos, el tacto de su piel resultaba tan agradable, era como un constante recuerdo de que se podía seguir teniendo vida, incluso con mi maldición. – Desearía no oír esa tristeza en ti. Ojala pudiese borrarla.

Sabía que hablar de ella no era una buena idea. Alyssa siempre había sido un tema que había procurado evitar, especialmente porque su fantasma aun me perseguía en sueños, atormentándome por lo que había pasado aquella noche, y estaba siendo bastante egoísta haciendo que otras personas sufriesen porque yo aun siguiese culpándome de lo que paso. – Se que nunca te lo había contado… Fue hace mucho tiempo, era más joven que tu ahora. Murió al año de estar juntos… - ¿Era mi impresión o es que no le gustaba para nada la idea de que hubiese estado casado? En realidad Alyssa ya no… bueno siempre significaría algo en mi vida por supuesto, siempre seria mi primer amor, pero su muerte había dejado bastante claro que mi capacidad de estar con una mujer no era precisamente algo que pudiese permitirme. Tal vez por eso no me atrevía a decirle a Olivia… “Bah, ya estoy desvariando.” – No tienes que sentirlo, fue hace mucho tiempo. Quien deberías sentirlo soy yo, no debería hablarte de esto, o mejor dicho, debí haberte hablado de esto hace tiempo cuando… - “Cuando… ¿qué? ¿Cuándo estábamos juntos?” Si claro habría sido un increíble tema de conversación, seguro que le habría encantado tener una charla sobre eso.
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Mensaje por Magnolia Velvet Mar Feb 01, 2011 11:11 pm

El sentimiento de miedo que me atenazó las entrañas se expandió por todos y cada uno de mis nervios al pensar en la posibilidad de dejar esto. No era miedo a dejarlo en si, a dejar de ser Magnolia Velvet y mandar a todos mis clientes a volar. Era miedo a no saber qué hacer, ni cómo comportarme, ni cómo llenar mi tiempo cuando fuese solamente Olivia. Era en estos momentos en que entendía a Arianne aunque tal vez a ella le movieran otras cosas para estar en este lugar, en esta situación. Yo solamente estaba aquí porque me había obligado a pensar que yo no sabría hacer otra cosa. Nunca dejaba que nadie me golpeara y tenía el privilegio de escoger a mis clientes con tanta selectividad que a veces me preguntaba cómo es que seguían buscándome. Logré componer una sonrisa para Lucian y temí que viera todo lo que pensaba reflejado en mis ojos. -Lo sé, lo sé- Más de lo que pudiera imaginar. Intenté formar alguna frase que lo reconfortara, que le dijera que yo estaba bien y que esto sería temporal pero no se me ocurrió nada. Nada más que la verdad. -Es sólo que no sabía qué hacer cuando tuviera que enfrentarme a Olivia... Los sentimientos de Olivia, los recuerdos de Olivia, los flashbacks de aquella vida que había sido suya y que su padre decidió tirar a la basura hacía tanto tiempo. Me conmovió hasta el último nervio de mi cuerpo el hecho de que pensara que era su responsabilidad, hizo que me invadiera la ternura y tan sólo quisiera abrazarlo. -Lucian, si tan sólo supieras lo mucho que me ayudas- Era simplemente el hecho de que estuviera ahí, que me viera como una persona, que supiera cosas de mí que nadie más sabía.

Debo admitir que me sonrojé al escuchar su cumplido, pude sentir el golpeteo de mi propia sangre en mis sienes. Yo. Magnolia Velvet. Cortesana de años me estaba sonrojando por un cumplido que en otras circunstancias habría respondido elocuentemente. Hubiera acompañado mi respuesta con una sonrisa seductora y seguramente el juego habría continuado así hasta que termináramos en la cama de algún hotel pero con Lucian era diferente porque cada palabra que usaba para halagarme, se me metía en el torrente sanguíneo impidiéndome pensar con claridad. -Tienes mucha razón, entonces tendré que especificar que estás hecho toda una tentación para cualquier mujer que no sea yo- Di unos toquecitos con mi dedo en la madera de la mesa para acentuar mi respuesta antes de reírme de hacia dónde estaba llevando nuestra conversación.

-Entonces no vuelvas a irte, ¿Quieres?- Era la mejor petición que pude haber hecho, y y estaba dispuesta a dejar de estar triste siempre que él estuviera conmigo para soportar cualquier cosa, como antes de que se fuera. El tacto de sus labios en mi mano me llevó a evocar las noches que habíamos pasado juntos. Uno a uno los recuerdos se amontonaban en mi mente intentando siempre ser el primero en ser visto. Caricias. Besos. Sonrisas. ¿Porqué con él todo se sentía tan diferente? -Me hiciste tanta falta-

Su beso me hizo olvidar por un momento el ataque de celos del que estaba siendo víctima pero al escuchar sus declaraciones el monstruo volvió a rugir como anestesiado pero dispuesto a terminar con cualqueir vestigio de cordura si se lo permitía. Era una danza de celos irracionales la que se efectuaba en mi interior. Era más joven que yo. Habia sido su esposa. Visitó su tumba. ¡Basta! Me di cuenta de que debía llevar un rato sin dar señales de estarlo escuchando así que asentí con la cabeza arrepintiéndome porque no quería que pensara que estaba mal que me contara cosas. Volví a asentir cuando se quedó a medias sintiéndome más torpe que nunca. -No te preocupes, a veces no estamos listos para contar ese tipo de cosas-


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Mensaje por Lucien Greymark Dom Feb 06, 2011 5:36 am

En cuanto me dijo aquellas palabras sentí como se me hacia un nudo en el estomago, supongo que mi mayor temor era ese, que no quisiera dejar esta vida porque estaba muy acostumbrada a ella. Ese era precisamente el problema. Es cierto que por lo general las mujeres que trabajaban en la profesión lo hacían porque no tenían más remedio o porque se veían obligadas, pero había una parte de ellas que, aunque comenzasen ejerciéndola porque no tenían más opción, acababan por estar tan acostumbradas que no querían dejarla, que no sabrían que hacer si la dejaban. - ¿Crees que sería más duro ser Olivia que ser Magnolia? – La gente siempre tenía miedo de enfrentarse a sí misma, pocos eran capaces de mirar a su verdadero yo y aceptar todo lo que viniese de él, todo lo malo que había en su vida y en su carácter. – A mi modo de ver, es posible que si sea más difícil pero… esa es quien eres, y no todo lo que representa Olivia es malo y doloroso. En cuanto a que hacer… me temo que para eso no tengo respuesta. – A mi me paso lo mismo cuando me hice noble, al principio era todo demasiado, me mantenía ocupado todo el rato. Ahora no sabría que hacer si no tuviese esas responsabilidades. - Siempre que necesites mi ayuda la tendrás. Tú me ayudaste a mí.

La conversación estaba tornando a un tema en el que los dos teníamos bastante práctica, al menos el uno con el otro. Resultaba extraño que, aun después de varios años sin vernos, las cosas fuesen prácticamente iguales que antes, y era verdad, tal vez pudiese ser una tentación como ella decía, supongo que eso dependía de los gustos de cada una, pero ella era la única que podía decir que podía tener esa “tentación”. Evidentemente no estaba allí como si fuese cualquier cliente, había venido a ver a mi amiga no ha buscar a una cortesana, además de que, en nuestra relación, jamás paso nada que ella no desease. – Sabes que no puedo prometerte cosas que a lo mejor no puedo cumplir. Pero si te prometo una cosa, que si me veo obligado a irme estarás enterada, y no será por demasiado tiempo. – nunca se sabía cuando podía volver a pasar algo importante en la corte, especialmente teniendo en cuenta que los que la habitaban eran… poco humanos.

Su mano seguía siendo la de siempre, tenia aquel olor que tanto recordaba, y que en más de una ocasión se había quedado grabado en mis sabanas después de que se marchase de nuevo a trabajar. – Yo también te echaba de menos amiga mía, no sabes lo raro que me resultaba levantarme por las mañanas y no verte tumbada a mi lado. – Otra cosa que había sido única, ella nunca pasaba la noche con sus clientes, por muy cansada que estuviese, pero conmigo lo había echo, se había dormido y se había despertado conmigo, no siempre claro está, aunque creo que la razón por la que no lo hizo siempre era porque, como a muchas mujeres que están en esta profesión, quería evitar encariñarse con un cliente.

- Te has enfadado. – No era una pregunta, simplemente era la verdad. O bueno puede que enfadado no fuese la expresión correcta, pero es evidente que el saber que había estado casado le había afectado, y no precisamente para bien porque se quedo callada, como debatiendo consigo misma que era lo que tenía que decir a continuación. – Olivia puedes decirme lo que piensas, ahora me gustaría saberlo. No voy a molestarme ni tampoco será un problema entre tú y yo. Sea lo que sea lo que te moleste puedes decírmelo. – Es cierto que no me gustaba hablar de ella pero no por eso era algo tabú, y menos con una persona que me había demostrado de forma continua que podía confiar en ella sin problemas, no porque ella dijese que podía, sino porque me lo había demostrado.

Off: Perdona el retraso, mi user esta de exámenes y no puede responder a todo rápido.
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Mensaje por Magnolia Velvet Lun Feb 07, 2011 12:35 am

Sonreí algo incómoda por lo que se me había salido en cuanto me dio la opción de dejar mi modo de vida y sobretodo cuando preguntó lo que más temía que preguntara. Intenté poner en orden mis ideas y acomodarlas en frases coherentes pero todos mis pensamientos se arremolinaban en mi mente y se peleaban por ser el primero en ser expresado. Pasé el dedo índice por encima de la madera de la mesa acariciando los bordecitos de las imperfecciones de ésta intentando decirle lo que pensaba sobre dejar la profesión. -Magnolia siempre ha sido superficial y no le importa nada más que obtener el pago por sus servicios, Lucian. No tiene que preocuparse por absolutamente nada más que complacer y ella sabe hacerlo como nadie en los burdeles- Me había puesto seria de pronto. Hablar de la diferencia entre Magnolia y Olivia siempre me causba el mismo desazón. A Olivia la vida la había golpeado hasta cansarse y la había dejado tirada en un rincón para que se lamiera las heridas. Magnolia siempre había sido querida por todos. Levanté la mirada sabiendo que tenía razón. Eso era precisamente lo que me estaba molestando, que en algún punto de mi alma, ese mismo pensamiento estaba tan clavado que a veces se me olvidaba que me lastimaba y que estaba sangrando en ese lugar. Hice una mueca con los labios viendo las tazas que aparecieron en nuestra mesa después de un buen rato, olvidándome incluso de protestar la tardanza aunque sabía que el camarero estaba esperando para hacer algún escándalo.

-Aprender a tejer...- Murmuré la respuesta casi sin pensarlo, a la mente me habían venido un montón de pensamientos sobre tejer, sobre las muchas mujeres que tenían mientras descansaban sus creaciones sobre sus barrigas abultadas. Maldije por dentro. Yo no podía pensar en nada de eso. No estaba permitido para mi pensar en barrigas abultadas y esas cosas. Parpadeé un par de veces como saliendo de un sueño intentando cambiar el tema lo más rápido que pudiera aunque para ese momento, sentía como si los engranajes de mi cerebro estuvieran cubiertos por melaza. Lentos y pegajosos. -Gracias, tu sabes que serías la primera persona a la que acudiría- Tal vez sería lo más fácil, un día despertar decidiendo que quería ser Olivia Von Habsburg de nuevo. Sin familia, sin casa, sin tener que preocuparse por lucir bonita todos los días, conseguir un novio y no tener más de veinte, dormir con el mismo hombre todas las noches, despertar junto a él y vivir feliz para siempre. Como en los cuentos de hadas. Pero yo sabía que eso no existía o al menos, había una parte de mi que se negaba a creer que existían.

Quise decir alguna otra cosa. Siempre que hablábamos de ese tipo de cosas, yo sentía que me quedaba sin decir algo que lo confortara, algo como "te prometo que lo pensaré", o "mañana mismo renuncio a todo esto" pero el simple hecho de saber todo lo que tendría que hacer para que terminara, hacía que sintiera que todo era demasiado complicado para mi. -Me parece una buena promesa- Y es que sin él, todo se me distorsionaba. Como amigo, era de esas personas que te mantienen pegada a la tierra y que sobretodo te mantenía cuerda. -Aunque también sabes que no importa a dónde vayas, cuando regreses te estaré esperando-

Me sonrojé estúpidamente de nuevo. Hoy parecía estarme leyendo los pensamientos. A una parte de mi le agradaba la situación, otra parte de mi creía que estábamos demasiado vulnerables para decir que era algo bueno y la última parte de mi estaba segura de que las otras dos partes necesitaban terapia de choque. Era cierto que adoraba qudarme toda la noche aspirando su aroma, sintiendo el calor que emanaba su cuerpo, escuchando su respiración, era tan especial saber que al estirar la mano lo tocaría, que no despertaría sola y que en caso de necesitar algo él estaría despierto tan sólo al pronunciar su nombre. Ese tipo de seguridad era demasiado preciada para mi y no siempre podía contar con ella por el bien de mi salud mental. -¿Lo ves? Una razón más para que no te vayas- Me reí del comentario intentando quitarle hierro a la situación, en ese momento hubiera dado cualquier cosa con tal de tener una contestación coherente e ingeniosa pero no lo había logrado. Moví mi mano para que no se lo tomara en serio mirándolo con toda la sinceridad que me cabía en el cuerpo. -Yo también eché de menos eso.

Negué. No era precisamente que estuviera enfadada, era un sentimiento que iba mucho más allá del enfado, o más bien, que no se le parecía. Era envidia. ¿Y cómo se supone que le iba a decir eso? "Claro, Lucian... es que envidio a la chica que tuvo la suerte de ser tu esposa porque yo no voy a casarme nunca" El simple pensamiento hizo que el estómago se me encogiera en un puño. Ya. No iba a ser un problema. En realidad el problema era que yo, la ecuánime Magnolia Velvet estaba siendo irracional ante un suceso que además de todo había pasado hace mucho tiempo. Y lo más importante: No era de su incumbencia. Encogí los hombros para comprar tiempo. -Nada... que a veces suelo envidiar la vida de las personas normales... De las personas normales que tenían que ver precisamente con él. -Y otras veces siento que no te conozco lo suficiente... cuando tu me conoces más que yo misma... creo-

off: No te preocupes ^^ no hay prisas


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Mensaje por Lucien Greymark Lun Feb 14, 2011 4:15 pm

Estaba seguro de haber metido la pata, el mencionar su estilo de vida quizás fuese la peor idea que se me podía ocurrir, sobre todo teniendo en cuenta que la forma en la que la había conocido había sido gracias a su trabajo, y es que ese era precisamente el problema, yo era un cliente, o al menos lo había sido, y la mujer a la que había contratado era Magnolia, la conocía, y sabia de lo que era capaz. Cualquier hombre en Paris que mirase durante menos de un minuto a Oliva se sentiría tentado de contratar sus servicios, pero no por ella, sino por Magnolia. Sacar a Olivia de su profesión implicaba que Magnolia dejase de existir, y puede que no estuviese preparada para ello. – Conocí a Magnolia. Recuerdo una noche de hace tres años, en la que vi a una mujer, y por primera vez me salte mis normas. – Nunca contrataba cortesanas, no porque su trabajo me pareciese indigno, sino porque quería que una mujer estuviese conmigo porque lo desease no porque le pagase. – Pero nunca sentí nada por ella… Incluso el contratarla, no me consoló en absoluto. – Y aquella noche de verdad que lo necesitaba.

A pesar de todo, de que aquella mujer no había dejada para nada satisfecho mi cuerpo, a la mañana siguiente, había otra persona, una mujer distinta. Sonreí con amargura recordando aquello, debía de parecer un completo imbécil si me escuchase de la forma en la que me oía yo. – Lo cierto es, que no tengo ningún derecho a pedirte nada, ni tampoco a pensar que renunciarías a tu vida por… por algo en lo que no te sientes cómoda. – Éramos amigos sí, pero no por eso éramos algo más. Por algún motivo siempre pensé que Magnolia se interponía entre esa mujer que conocí y yo, y puede que fuese mejor así, el quedarse con alguien como yo, aunque lo desease, significaría estar exponiéndola a un peligro por el que no estaba dispuesto a dejarla pasar. Había demasiada muerte a mi alrededor como para involucrarla. – Esa es una buena razón para volver entonces. – Por mucho que dijese, había cosas que no podían evitarse, y su compañía era una de ellas. Era esa clase de persona que hacía que las cosas tuviesen un sentido, que te decías a ti mismo que había que hacer las cosas solo por acabar pronto y volver. – Aunque no se que decirte… no entiendo porque te preocupas por esperarme. La verdad es que cuando volví a la ciudad esperaba verte amarrada a algún noble y sin necesidad de volver a trabajar porque se había quedado prendado de ti. – “¿Cómo lo hiciste tu?” Aquella voz en mi cabeza estaba empezando a resultar bastante molesta. Si es cierto, cuando me dijo que nos veríamos tenia tanto miedo de su reacción que por un momento pensé en no venir. No creo que hubiese soportado verla comportarse con otro como se comportaba conmigo, aunque no tuviese derecho a sentirme así.

No eran precisamente el tipo de cosas que le diría a una mujer. Mis pensamientos siempre habían sido simples, si una persona te daba motivos para odiarla así debía de ser. Si confiabas en alguien, arriesgaba la vida por esa persona, y si querías a alguien simplemente se lo decías. Esa había sido mi forma de actuar desde siempre. Por desgracias las cosas no eran tan simples, es cierto que ella parecía querer lo mismo que yo, y por dios que yo lo deseaba, aquella mujer me provocaba cosas que no había sentido en años, me hacía sentir como un granjero de dieciséis años que veía a una hermosa mujer y tenia pensamientos sobre ella que jamás había tenido sobre nadie más, la pregunta era: ¿valía la pena el precio? – Puedes creerme que tengo pensado quedarme mucho tiempo, y espero… espero poder disfrutar de tu compañía ese tiempo. – Me reí un poco por lo ridícula que sonaba mi petición y me apresure a corregirla. – No me interpretes mal. No estoy diciendo que quiera contratarte mientras este aquí, solo digo que… me gustaría pasar tiempo contigo. No tiene por qué ser en privado si no quieres. – Estupendo, una forma perfecta de dejar las cosas claras. Hoy estoy que me salgo.

- Lamento que pienses eso… ambas cosas. – La vida normal como ella la decía estaba compuesta de lo que venía siendo una familia, un hogar, y todo lo que los mortales conocían como felicidad. Era la prueba definitiva, no necesitaba más para saber que, por mucho que Magnolia le ayudase a superar cosas, no era suficiente. – No tengo nada que debas envidiar, sobre todo cuando puedes tener muchísimo más que yo. – El asunto de Alyssa era otro tema, ella… había sido el amor de mi vida, todo cuanto quería, pero se había ido y nunca pensé que sentiría nada semejante por nadie, hasta que conocí a Olivia. – En realidad conoces mas de mi la mayoría de la gente, y espero… espero que algún día pueda aclararte cualquier duda que tengas. Solo te pido que tengas paciencia. Solo espero que sepas, que lo que ha habido entre nosotros siempre me ha importado.
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Mensaje por Magnolia Velvet Vie Feb 18, 2011 4:59 pm

Me quedé un poco turbada con la confesión que hizo en ese momento, hasta el momento, Magnolia siempre había sido la que conseguía a todos los chicos con una sola caída de ojos, era como si los hipnotizara. Y ahora me decía que nunca sintió nada por ella, era un golpe bajo a mi orgullo. Me quedé sin habla sintiendo justamente un golpe en la boca del estómago intentando encontrar las palabras para contestarle pero al parecer mi cerebro no quería cooperar. Aún así quedaba el hecho de que con verme, se había saltado sus normas, había contratado una cortesana, luego venía el momento en el que dice que no lo consolé en absoluto, de pronto toda la autoconfianza que tenía como Magnolia se me estaba derrumbando frente a mis propios ojos. Pasé saliva en seco y de pronto recordé mi café. Escondí mi mirada en el fondo de mi taza y la levanté para beber un sorbo. Necesitaba unos segundos.

Bebí refrescando de algún modo mi garganta que parecía alojar un desierto entero desde que empezamos a hablar. Levanté la mirada sintiéndome un poco mejor mordiéndome el labio porque sabía que lo más sencillo era botar todo lo que yo conocía y lanzarme a sus brazos, o a los brazos de quien me ofreciera una buena vida pero yo tenía mis dudas. -No es que no me sienta cómoda es... Hice una pausa sin saber exactamente de qué se trataba lo que me impedía decirle que no podía dejar de ser Magnolia. Hice una mueca que no expresaba exactamente lo que yo estaba sintiendo, cosa que cambió inmediatamente cuando habló de la razón por la cual yo me empeñaba en esperarlo. -No digas eso, no me canso de esperarte... llámalo mala costumbre si quieres pero para mí es la expectativa de cuándo podré volver a verte la que me hace levantarme en las mañanas- Tal vez era una confesión un tanto violenta pero era la verdad. Y en ese momento estaba yo tan vulnerable por todo que le habría confesado hasta mi más oscuro secreto si con eso dejaba de sentirme tan alejada. Me río de sus suposiciones de mi misma con un noble. Hago un gesto con mi mano como si eso fuera imposible y vuelvo a reírme. -Menos mal que no tardaste más en volver- Comento en evidente tono de broma.

Muevo la cucharilla en el café escuchando los tintineos de cuando ésta golpea la taza de porcelana dedicándola una sonrisa y asintiendo. -Eso no tienes que pedirlo, Lucian. De verdad que no- Alcé una mano dándole a entender que entendía a lo que se refería aunque una vocesilla terca en el fondo de mi misma estaba deseando que quisiera contratarme para pasar una noche con él. Me quedé callada porque el hecho de decirle que sí quería pasarlo en privado quería decir que yo estaba desesperada, y por más que Olivia quisiera, Magnolia siempre estaba ahí para recordarle que ninguna dama debía parecer desesperada. Claro que Magnolia distaba mucho de ser una dama. -¿Tu quieres?- Pregunté en un momento de debilidad. Quise sellarme los labios pero era tarde para ello. Mejor me concentré en lo que dijo después tratando de volver a reconstruir el embrollo en el que mis impulsos me habían metido.

Decidí dejar el tema de lado. Yo no pensaba que pudiera tener algo más que él, de hecho pensaba que a lo más que podría aspirar sería a ser mesera en algún café y eso estaba algo vedado si se daban cuenta de que anteriormente yo era una cortesana. Eran demasiadas cosas. Nunca había estudiado nada que no fuera la forma en la que podría ganarme a los hombres más fácilmente. -No te preocupes, Lucian. Soy la persona con más paciencia del mundo entero- Le regalé una sonrisa sincera que se acrecentó cuando suelta su última frase volviendo a sentir una especie de punzada de felicidad que me embarga completamente. Si seguíamos así, probablemente me terminaría el café en dos minutos tratando de esconder mis reacciones de adolescente que él sacaba a flote a la menor provocación.


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Mensaje por Lucien Greymark Mar Feb 22, 2011 4:10 pm

Quizás no debí haber mencionado a Magnolia, o al menos el tipo de relación que tuve con ella, lo que ella había sido para mí. Nunca le había mentido a Olivia y no pensaba empezar a hacerlo ahora, en realidad no es que Magnolia fuese mala en su trabajo, todo lo contrario, había demostrado tener más artes que cualquier otra mujer en la seducción, exceptuando a otras contadas personas, y sin embargo en aquel momento mi relación con ella me había parecido fría, distante… como lo haría una profesional. Solo cuando Olivia se dio a conocer, solo cuando pude ver de verdad a la persona oculta tras aquel maquillaje pude encontrar verdadero consuelo, un autentico refugio a todo los ponzoñoso y oscuro de mi vida, esa era la verdad. – Creo que a lo mejor no debería haber dicho eso… - Dije al ver que escondía la mirada en el café sin contestarme. – Magnolia no era nada, no me hizo sentir nada, en comparación con lo que me hiciste sentir tú.

Ahora me sentía como un estúpido, yo diciéndole todo eso y ella confesándome que me esperaba aunque estuviese fuera. En ciertos aspectos supongo que mi esperanza era que se hubiese olvidado de mí, no porque desease que lo hiciese, sino porque el que se alejase de mi era lo mejor que podía pasarle, con el tiempo parecía que todas las mujeres que se acercaban a mi solo conseguían sufrir. – Eso no es justo para ti… Te seré sincero, esta vez estuve cerca de no volver. Lo último que quiero es que te veas sufriendo por mí, no te lo mereces. – Sabía que estaba bromeando al decir que había vuelto por los pelos, y casi me provoco que me riese, por desgracia aquel tema no tenía demasiada gracia. – Ojala pudiese quedarme siempre. Me encantaría poder darte todo lo que siempre te has merecido. – Cogí su mano con cuidado, como si fuese una pieza de cristal a punto de romperse, ahora me sentía más cercano a ella que nunca. Acerque más mi silla a la suya para estar más cerca y besar su mano a la altura del dorso de la muñeca.

Me pillo de sorpresa su pregunta. ¿Qué si quería pasar mi tiempo en privado con ella? Eso no tenia que preguntarlo si quiera, había deseado exactamente eso desde el primer momento en que entre por la puerta y la había visto ahí sentada. Un recuerdo vago paso por mi mente, uno de una mañana en mi residencia, con la mujer que tenía delante desnuda entre mis sabanas, una mañana en la que no me había sentido maldito ni solo. Sin embargo ¿debía responderle eso? ¿Debía decirle que a pesar de los años la seguía deseando como siempre? Mi cerebro tenía muy clara la respuesta, la parte lógica de mi sabia que lo peor que podía hacer era decirle que sí, pero la otra parte… - Más de lo que te imaginas. – Bien se decía que los licántropos actuábamos por instinto, por impulsos. Esa clase de actitud era precisamente la que casi me había llevado a la muerte en tantas ocasiones.

- Gracias por esa paciencia. – Esperaba que algún día pudiese contárselo todo, que supiese quien era y lo que era en verdad. Siempre había tenido miedo de que, si se lo contaba, vería un monstruo con el que había estado a punto de pasar más tiempo del que pasaba con un simple cliente. Temía que la mirada con la que siempre me había visto Olivia fuese remplazada por una mueca de miedo al ver que, el hombre con el que creía estar no fuese más que un asesino. Simplemente no tenía valor para eso, no podía. – Hare lo posible por no tardar mucho te lo aseguro. – Me incline para darle un beso en la mejilla y me quede un par de segundos con mi frente apoyada sobre la suya, aspirando el aroma que desprendía su pelo.
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Mensaje por Magnolia Velvet Vie Feb 25, 2011 8:19 pm

Levanto mi mano para evitar que siga hablando porque por mis actitudes ahora se estaba arrepintiendo de ser sincero y eso no era algo que yo podría tolerar. Intento decir algo para evitar que siga hablando pero lo que dice me congela entera como si me hubiera vuelto una estatua de marfil. Sentí el color subirse a mis mejillas, algo que no pasaba fácilmente y que siempre trataba de hacer al pellizcarme antes de salir a alguna cita con algún cliente pero en esta ocasión era verdadero. Completamente verdadero el rubor que tenía en el rostro y que me hacía ver como una adolescente enamorada. No sabía qué decir, qué contestarle porque eso era más de lo que yo hubiera esperado en un millón de años. Abrí la boca para contestarle pero nada salió de mi garganta. Lo intenté varias veces y llevé mi mano a mi nuca como si con ese simple gesto pudiera darle a entender el montón de palabras que tenía atoradas en el nudo de mi garganta.

-Creo que yo ya estoy más allá de lo que es o no es justo para mi- Susurro por lo bajo más para mi que para él mientras trato de controlar mi propio rubor porque estoy inventando una nueva tonalidad de rojo, aunque he de admitir completamente que muy dentro de mí, Olivia estaba celebrando una fiesta personal y con el autoestima hasta el tope. Me atreví a levantar la mirada de mi café ya muy alejada de las miradas del mesero y del dueño del local a quienes yo había olvidado ya. El miedo volvió a atenazarme las entrañas cuando dice que estuvo cerca de no volver. Porque si él no volvía, si ya no lo veía, se me terminaba el mundo y la oscuridad caía. Ya no había ningún tipo de aliciente para seguir con nada. Seguí el movimiento de su mano con la mía y sonreí muy a pesar del sonrojo que todavía estaba presente en mi rostro y cuando acercó su silla a mí, mi corazón se saltó un latido antes de desbocarse completamente con su beso en mi muñeca. -Lucian, sé que es egoísta pero me encantaría que puedas prometerme que al menos siempre intentarás volver... Porque la vida sin él ya no era vida.

Sabía que no podía pedirle demasiado pero en esas ocasiones que pasábamos juntos, entre las sábanas, riéndonos de nimiedades y grabando en nuestras mentes hasta los rincones más secretos de nuestros cuerpos, parecía que nada más importaba. Así que cuando confirmó que para él se sentía igual y me dijo que quería pasar tiempo en privado con él, mi corazón se aceleró más, si se podía. Dos veces en menos de unos minutos que me quedaba muda ante sus declaraciones. ¿Qué podía decirle? Sentí su beso y del montón de emociones que se me arremolinaban en el cuerpo, actué por instinto. Al sentir su frente contra la mía, llevé mi mano a acunar su rostro, acariciando sus mejillas y me acerqué a él para rozar mis labios con los suyos unos segunditos antes de besarlo dulcemente. Era lo que podía hacer para demostrarle lo que me estaba haciendo sentir.

Cerré los ojos, cosa que nunca hacía con los clientes aunque ellos lo hicieran porque cerrar los ojos significaba que yo sentía por ellos algo más de lo que en realidad sentía. Pero con él era diferente. Cerré los ojos como en una especie de otorgamiento de mi total confianza. Bien decían por ahí que no podías confiar en ninguna mujer que no cerrara los ojos al besar. Magnolia no era una persona de fiar. Pero este beso lo daba Olivia, había salido de su escondite un momentito solamente para él. Al separarme sentí la sangre volverse a agolpar en mis mejillas pero sin dejar de abrir los ojos dejé nuestras frentes conectadas piel con piel. Ojalá uno pudiera detener el tiempo, así los besos durarían semanas y estos momentos serían para siempre. Sin embargo, no podíamos hacer esto, así que tartamudee deslizando mis manos hacia abajo y dije lo primero que se me pasó por la mente. -Lo siento, no debí.-


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Mensaje por Lucien Greymark Miér Mar 02, 2011 2:23 pm

Como siempre las confesiones en el peor momento posible, si es que no tenía remedio. Parecía algo instintivo en mi, que siempre se daba la ocasión en la que lo mejor era no decir nada, y acto seguido me ponía a soltar cosas como esa, cosas que por cierto no debería de estar comentando con ella. Lo que le había dicho era la verdad, palabra por palabra, pero siempre habían peros, inconvenientes, cosas por las que era mejor mantenerla alejada, y una de ellas evidentemente era el hecho de que cada vez que la tenía cerca, la bestia que había dentro de mi deseaba con frenesí apoderarse de mi mente y alimentarse de lo que para el seria un pedazo de carne más sabroso que cualquier otro. Por mucho que creyese controlarlo, existía una posibilidad de que en un momento de debilidad perdiese ese control, y jamás la condenaría a sufrir por lo que pase yo. – No tienes que decirme nada. – Dije al ver que no sabía que responder. – Solo te he dicho lo que pensaba cuando no debía, no quería que te sintiese incomoda.

Aunque las primeras palabras que decía desde hacia varios minutos las dijo en voz baja a mi no me pasaron inadvertidas, una de las ventajas de tener control sobre mis sentidos de licántropos era que cosas como esas podía oírlas, y por supuesto tenía razón. Su pasado, la forma en la que se había visto obligada a vivir su vida sin absolutamente nada más que su trabajo, y cuando por fin había conseguido crear una forma para ser completamente insensible a todo, siendo Magnolia, vengo yo y me propongo echar abajo todo eso, no es que eso dijese nada alagado hacia mí. – No quiero que pienses eso, tienes el mismo derecho que cualquiera a tener un trato justo, aunque no haya sido así en el pasado, no tiene porque ser igual en el futuro. – Por lo menos si dependía de mi, jamás seria como en el pasado. – En cuanto a esa promesa… no puedo prometerte algo que no se si podre cumplir, pero si te prometo que me quedare el máximo tiempo posible. – No es que se pareciese ni remotamente a lo que me pedía, pero supongo que era mejor algo así que nada. A pesar de eso ¿debía darle esperanzas? Es cierto que me habían soltado de prisión y no parecía que volviesen a ir a por mí, especialmente con el apoyo del rey francés, pero no tenía la seguridad de que no fuesen a venir a por mí antes o después.

De todas las cosas que me podrían haber pasado, de todo para lo que estaba preparado en este mundo, paso lo único que era demasiado para mí. El sentir el roce de sus manos, su piel suave tocándome hacia que un cosquilleo me subiese por la espalda, como si mi cuerpo recordase aquel trato familiar, aquella sensación de calor humano. Estaba preparado para todo menos para esos labios… unos labios que me recordaban todo lo increíble que había vivido con ella, el sabor de su piel seguía siendo el mismo, solo que más maduro, más dulce y perfecto que me dejaba sin respiración. Sabía muy bien que aquel beso no era por complacer o por compensar un buen trato, era por algo más importante, había sentimiento y cariño en ese acto. Eso era precisamente lo que diferenciaba a Olivia de Magnolia, ella daba calor humano, daba corazón y cariño de verdad, no era un mero entretenimiento.

- Ni se te ocurra acabar esa frase… - Dije tapándole los labios en cuanto empezó a disculparse. De todas las personas que había en este mundo, solo dos mujeres habían tenido libertad para besarme sin tener que disculparse o poner excusas: una evidentemente había sido Alyssa, y la otra era Olivia. – Me acabas de recordar algo que creía haber olvidado… quizás demasiado. – Dije con un poco de incomodidad, sintiendo como los dientes empezaban a aflorar, siempre pasaba lo mismo con determinadas personas, debía hacer uso de toda mi voluntad para que no se notase lo que de verdad pasaba dentro de mí. – Jamás te disculpes por algo como eso, porque yo no lo siento. – Coloque una mano en su barbilla y alce su rostro para volver a besarla. El lobo podía irse al cuerno, jamás le permitiría salir. Eso nunca.
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Mensaje por Magnolia Velvet Jue Mar 03, 2011 9:17 pm

Si no tenía que decirle nada entonces probablemente fuera lo mejor. Intenté sonreír pero me había agarrado con la guardia baja pero negué con la cabeza cuando insinúa que me ha hecho sentir incómoda. ¿Cómo podría sentirme incómoda cuando había dicho que la verdadera yo era la que lo hacía sentir bien? No tenía sentido, toda mi vida me había entrenado para pensar que Olivia no valía nada y que sería mucho más fácil olvidarme de ella mientras podía. Magnolia era la que podía hacerlo todo y yo quería poder hacerlo todo. Ahora resultaba que la que yo pensaba que era insignificante, era justamente la que le atraía a Lucian. -No, es que... me has tomado desprevenida, es todo- Pero sinceramente me gustaba que me dijera ese tipo de cosas, me gustaba que me hiciera sentir única e inigualable. ¿A qué mujer no le gustaba eso? Intenté serenarme, seguramente estar tan ruborizada no sería normal ni bueno para mi salud o al menos para mi imagen. Inhalé profundamente tratando de mantener la calma mientras la conversación derivaba en otros temas.

-Bueno, eso es definitivamente una promesa con la que puedo vivir- Ya me había acostumbrado a verlo desaparecer de cuando en cuando y me pasaba los días pidiéndole a cualquiera que fuera la fuerza superior que nos manejaba, que lo dejara volver a mí aunque no fuera exactamente por mi que volviera. "Sólo déjame mirarlo una vez más" Era la misma súplica siempre. Una vez más. Él siempre había sido una de esas personas a las que podías aferrarte mientras todo lo demás se derrumbaba a tu alrededor en miles de pedazos que ya no podías volver a poner en su lugar. Por eso fue que lo besé, por eso y por un montón de cosas más que ni siquiera podía respirar y pude haberme quedado rozando sus labios hasta que a ambos se nos olvidara hasta el nombre pero ahora mismo, en un café y con la gente mirándonos, no era la mejor forma de olvidarse que alrededor, la vida seguía bulliendo.

Disfruté la cercanía aspirando su aroma, su tacto, la suavidad de sus labios, el momento en el que todo alrededor se detuvo, se esfumó y nos dejó solos en ese rincón del mundo. Aún cuando me separé, seguí sintiendo que mi corazón bombeaba más sangre de lo normal, signo indudable de que ese beso había llegado más allá de lo que yo pensaba que llegaría, había dado de lleno en ese corazón que ya se había resignado a no volver a sentir nada. Lo miré cuando me tapó los labios todavía un poco avergonzada por haber dado rienda suelta a los deseos de Olivia pero me alegró saber que no había sido malo para él. Incluso dejé que se me escapara una sonrisa que no vio por que su mano la cubría pero seguramente la había sentido. El movimiento de mis labios contra la piel de su palma. Mis cejas se levantaron haciendo que en mi rostro se dibujara una expresión de duda. -¿Y puedo saber qué es eso que acabas de recordar?- Susurré. Fue solamente como si exhalara aire pero ya me había escuchado antes y por la cercanía estaba segura de que me escucharía perfectamente.

Yo tampoco lo sentía, una disculpa que mentía desde la primera letra que la conformaba hasta la última. Si bien era cierto que tal vez no habría debido hacerlo, no sentía para nada haberlo besado. Era una especie de necesidad que había aflorado en mi pecho y me cosquilleaba por todo el cuerpo como si mi sangre llevara la sensación a todos los rincones del mismo. Una sensación de vacío en el estómago y ligereza en la cabeza mientras él volvía a tomar mi barbilla y volvía a besarme. Una vez más el mundo se desdibujó alrededor, se hizo borroso y se hizo lejano cuando sus labios hicieron contacto con los míos. Un sentimiento de urgencia que me quemaba y que me hizo llevar mis manos a sus hombros, en parte para sentir su cuerpo bajo mis palmas y en parte por sostenerme a mi misma. Aun cuando estaba sentada necesitaba aferrarme al mundo real, aunque fuera sólo con mis manos mientras mi mente vagaba lejos de ahí.

Un quejido salió de mis labios, un sonido que ni siquiera había pensado en emitir, una combinación entre un gemido y una queja que se terminaba en un suspiro y que me estaba haciendo sentir él, sólo él. Intenté reprimirlo pero volvió a escaparse. ¿Dónde estaba mi autocontrol?, ¿Dónde quedaba mi capacidad de decidir qué podía hacer o dejar de hacer? Apreté mis manos en sus hombros y me separé cuando el aire en mis pulmones era tan escaso que hacía que me ardieran quejándose por maltratarlos. No fui demasiado lejos, tan sólo me separé lo suficiente para meter aire en mi sistema y seguir sintiendo su respiración golpear sobre mi piel. -Lucian- Quise decir algo más, quería pedirle que nos fuéramos, que necesitaba sentirlo y que en ese lugar no podía, sabía que estaba en un café y que no era prudente perder el control. Sin embargo, nada más salió de mis labios, estaban como sellados y un nudo me apretaba las cuerdas vocales para impedirme decirle nada. Me odié por tener tan poca fuerza de voluntad y tan poca fortaleza para decir otra cosa pero al mismo tiempo, amé el momento que habíamos compartido, y agradecí que todavía hubiera alguien que pudiera hacerme sentir como él acababa de hacerlo.


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Mensaje por Lucien Greymark Miér Mar 09, 2011 2:24 pm

Tomarla desprevenida era uno de los pocos lujos que podía permitirme, ellas casi nunca bajaba la guardia, siempre estaba pendiente de que hacer y de cómo comportarse delante de los demás, especialmente si se trataba de un hombre. No obstante, conmigo siempre había sido más tolerante, más permisiva. Con sus clientes nunca se implicaba emocionalmente, ni siquiera dejaba que ellos se implicasen emocionalmente, total para que, el resultado siempre era el mismo, ellos volvían son sus esposas y sus grandes fortunas dejándola sin nada más que lo que tenía desde el primer momento: a sí misma. Desde el momento en que la conocí tuve que esforzarme muchísimo para que se abriese a mí, incluso ahora, era como si le costase un poco. – Me da gusto pensar que aun puedo sorprenderte. Cuando te conocí apenas podía arrancarte una sonrisa. – Y era cierto, tuvieron que hacer falta un par de semanas para que dejases de reírse por complacer en lugar de por placer, uno de los mejores momentos con ella desde luego aquella primera ocasión.

- Con la que puedes pero que sigue sin ser justa. – No es que me gustase desaparecer sin más, ni tampoco pasarme estos últimos tres años sin haber sabido absolutamente nada de ella, por culpa mía sin duda, el estar de viaje y no mandar más que alguna señal de que estaba vivo en vez de mandar cartas como harían las personas normales no es precisamente la mejor manera de llevar las cosas. – Siento que nuestra relación no fuese como esperábamos. – Un momento, ¿nuestra relación? Muy estaba yo si es que pensaba que por pasar noches conmigo ya teníamos una relación. A pesar de todas mis palabras, de todo lo que yo pudiese decir o pensar, eso no me daba derecho a dar por sentado que entre nosotros hubiese algo, más si ella nunca había dicho nada al respecto. – Perdona ya estoy empezando a desvariar. – Cogí mi taza de café y le di un sorbo para pasar el mal trago, cosas como esas eran precisamente las que me hacían replantearme mi idea de decir siempre lo que pensaba poniendo más incomoda la situación.

La gente nos miraba, se quedaban pasmados ante la visión de dos personas mostrándose afecto de esa manera, mas cuando, cualquiera que mirase detenidamente, se daría cuenta por nuestra vestimenta que no éramos precisamente del mismo escalafón social. Aun así no me importo, estaba demasiado absorto, demasiado eufórico por haber podido recordar su piel, su sabor y verme impregnado del olor de su perfume como tantas otras veces. Notar aquella sonrisa bajo mis dedos hizo que me diese un vuelco el corazón, aquellos besos no eran lo que se darían a alguien por complacer, por lo visto me había equivocado cuando pensé que solo me estaba dejando hablar, es que en realidad no sabía cómo reaccionar a mis palabras. – Pues recuerdo verte desnuda… durmiendo en mi cama, recuerdo tu sonrisa cuando despertabas… lo mucho que he extrañado abrazarte, y oler tu perfume en mi almohada. Sé que parece ridículo, pero son cosas que echo muchísimo de menos. – Y desde luego esto tampoco sentía decirlo, como tampoco me arrepentía de besarla, ni tampoco lo haría la próxima vez, o la siguiente o la siguiente. Cualquier momento en el que pudiese tenerla, aunque fuese solo en parte, era ya más que suficiente razón para seguir quedándome en Paris y olvidar todos mis problemas u obligaciones solo por un segundo.

Dios como deseaba tocarla, sentirla y tener un momento para nosotros dos, lástima que estuviésemos donde estábamos y no en cualquier otro lugar donde pudiésemos tener algo de intimidad y no nos detuviesen por un escándalo, la deseaba más que nunca, más que a cualquier otra cosa. Sin embargo, siempre se imponía la cruda y triste realidad. – No digas nada. Ojala pudiese quedarme aquí contigo, o pasar el resto del día contigo… si pudiese. Pero me temo que, por otra ocasión, debo pedirte que tengas paciencia. – Ojala no hubiese quedado esta noche con él. De haber sabido que podría estar con Olivia habría pospuesto la cita y le habría mandado a tomar viento, total que si esperaba un poco mas tampoco pasaría nada. – Lo siento mucho, pero no puedo quedarme más tiempo, créeme que es lo que más deseo, pero no puedo… - Odiaba tener que hacerle esto, tener que hablar con ella lo que habíamos hablado y decirle que me quedaría a su lado el mayor tiempo posible para luego salir corriendo sin más. Por esto odiaba a la gente como él. – Te lo explicare todo te lo prometo. Pero necesito que me concedas un poco mas de tu inmensa paciencia.
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Mensaje por Magnolia Velvet Vie Mar 11, 2011 4:34 pm

Sonreí muy a mi pesar, definitivamente eso de tomarme por sorpresa era algo que no pasaba a menudo pero cuando estaba con él, bajaba todas mis barreras, cosa que acaba por ser muy peligrosa, al menos para mi. Enredé en uno de mis dedos un mechón de cabello que se escapaba del moño y descansaba sobre mi nuca mientras intentaba encontrar una contestación que sonara divertida y que cortara el ambiente tan lleno de secretos contados y barreras caídas. -Bueno, no vayas presumiendo de ese tipo de cosas, nadie te lo creería- Moví mi mano en un gesto para que no se lo tomara tan en serio aunque en el fondo de mi ser, sabía que tenía razón y que con él, la lucha por no involucrarme estaba perdida desde precisamente la primera sonrisa sincera que me arrancó. Había veces en que me alegraba por ello pero otras tantas veces me sentía tan vulnerable que era imposible hacerme pensar que esto estaba bien.

-Afortunadamente para todos, creo que ya estoy aceptando que la vida no es justa- No era que me molestara, después de todo, como cortesana que era yo había aprendido que aun cuando yo estuviera involucrada sentimentalmente por alguien, el único sentimiento que podría esperar yo de regreso era la lujuria y el agradecimiento por el buen rato, eso y tal vez un poco de asombro. Nada más. Aún con él, a veces sentía que debía reprimirme lo suficiente como para no meter más la pata con toda la situación. Bebí lo que quedaba de mi café para hacer tiempo casi atragantándome cuando habló de una relación. ¿Teníamos una relación? Si bien era cierto que teníamos algo más que nuestros encuentros prostituta-cliente el que él dijera que teníamos una relación era un paso más hacia esa vulnerabilidad que yo añoraba y detestaba a partes iguales en mi mente. Una parte de mi hizo una fiesta privada por esa declaración, otra parte de mi se rehusó a hacer algún comentario y una tercera parte de mi se preguntaba porqué no me declaraba bipolar y me iba al sanatorio mental. Abrí la boca para contestar a eso aunque era una especie de suicidio porque yo no sabía qué iba a decir en ese momento. Era simplemente tirarse al vacío. Me detuve cuando pidió perdón y fue como si un manto mitad alivio y mitad decepción me cubriera entera. Volví a mover la mano para que no se preocupara, de todas maneras, no era para tanto.

A pesar de todo, no pude evitar sentir un corrientazo de electricidad por toda la espina dorsal cuando habló de verme desnuda y durmiendo en su cama. Yo también lo recordaba, lo recordaba cada noche y cada día y cada vez que lo recordaba, me sentía después culpable porque no era en eso en lo que debía pensar todos los días. -Ya... yo también lo echo de menos- Abrazarlo, besarlo, ser yo bajo las sábanas, sentir su piel contra la mía, sus labios en los míos, sus manos por todo mi cuerpo. Lo extrañaba. Mucho. Justo en ese momento pude haberlo tomado de la manga de la camisa y llevado a algún lugar donde pudiéramos estar solos los dos y revivir esos momentos que los dos echábamos de menos. Y estuve a punto de hacerlo, de abrir la boca y sugerir que nos fuéramos de ahí, de romper las reglas y terminar de una vez por todas con esta vida que me carcomía por dentro en algunas ocasiones. Pero me quedé callada porque él me lo pidió, ahí estaba el momento de la despedida. El momento en que no nos volvíamos a ver hasta otra afortunada coincidencia.

Sonreí para continuar con la costumbre que llevábamos durante toda la velada. Paciencia. A estas alturas era todo lo que quedaba. Asentí levemente y tardé unos segundos en ubicar que debía de irme así que en un movimiento torpe dejé la taza sobre la mesa y me alisé la falda antes de levantarme alzando una mano en un gesto para que no dijera más. No era necesario. -No te preocupes, Lucian. Tengo más paciencia de la que crees- Me había dejado mal. Me había sacudido el mundo y ahora tenía que irme así que tan sólo atiné a inclinarme hacia él para posar mis labios en las comisuras de sus labios tardando más de lo estrictamente necesario. -Contáctame cuando puedas- Era lo que podía pedir en ese momento. Me incorporé para mirarlo e intenté por todos los medios no perderme en esos ojos, en ese rostro, en ese cuerpo, me mordí las ganas otra vez y le sonreí por última vez antes de girarme y salir por la puerta del café para desaparecer en la oscuridad de la calle.


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