Fiorella Aimée Peiten

■ PODERES INNATOS

HECHICERÍA: HABILIDAD PARA HACER QUE COSAS SUCEDAN, YA SEAN A FAVOR O EN CONTRA DE ALGUNA PERSONA, POR MEDIO DE CONJUROS, HIERBAS Y POCIONES. ESTO INCLUYE ALTOS CONOCIMIENTOS DE HERBOLARIA QUE LES PERMITEN HACER TAMBIÉN CURACIONES.

PERCEPCIÓN DEL AURA: HABILIDAD PARA VER LAS AURAS DE OTROS SERES, CUYOS COLORES INDICAN SU HUMOR, IDENTIDAD Y NIVEL DE HOSTILIDAD, DE ESTE MODO SABEN SI ESTÁN BAJO AMENAZA. ESTE PODER LES PERMITE RECONOCER A LICÁNTROPOS Y CAMBIAFORMAS CUANDO NO ESTÁN TRANSFORMADOS E IDENTIFICAR A LOS VAMPIROS GRACIAS A SU AURA PÁLIDA.


■ PODERES A ELEGIR

PREMONICIÓN: HABILIDAD PARA PERCIBIR EL FUTURO. EN OCASIONES SOLAMENTE SE EXPRESA EN FORMA DE VAGOS SUEÑOS MIENTRAS SE DUERME, MIENTRAS QUE OTRAS VECES ES CLARA Y OCURRE A VOLUNTAD, MIENTRAS SE ESTÁ DESPIERTO.

CREACIÓN DE ILUSIONES: HABILIDAD QUE LE PERMITE CREAR ILUSIONES A SU ALREDEDOR; IMITARÁ TEXTURAS, SONIDOS, OLORES, ETC., DESCONCERTANDO ASÍ A SU OPONENTE Y BRINDÁNDOLE UNA EXCELENTE ARMA DEFENSIVA. EL POSEEDOR DE ESTE DON SERÁ CAPAZ DE ENTRAR A LA MENTE DE SU ADVERSARIO CON SUS ILUSIONES.

NIGROMANCIA: HABILIDAD QUE CONSISTE EN LA ADIVINACIÓN MEDIANTE LA CONSULTA A LOS MUERTOS Y SUS ESPÍRITUS O CADÁVERES. PERMITE CONTROLAR TEMPORALMENTE A ALIMAÑAS Y CRIATURAS MUERTAS PARA SUS PROPÓSITOS. (NO CONTROLA A VAMPIROS).

La oruga y la mariposa.

Fiorella es una mujer con todas las letras, que sabe lo que quiere. La vida le enseñó a valerse por sí misma y a enfrentar sus problemas con nada más que sus dos manos y sus dos piernas. Decidida y voluntariosa como pocas, supo ganarse lo mucho o lo poco que posee, trabajando y con honestidad. Tiene un alma noble y bondadosa, pero que encierra misterios que sólo ella conoce. Detrás de su aspecto de mujer segura, tranquila y amable, se esconde un ser atormentado y con grandes temores y secretos que ocultar. Sin embargo, no deja que todas aquellas cosas que guarda bajo siete llaves, afecten su cotidianeidad, y aprendió a vivir el día a día, consciente de cualquier momento puede ser el último.

Es dueña de una inteligencia prodigiosa, con una educación privilegiada, que no sólo recibió durante su infancia, si no, que fue adquiriendo en sus diversos viajes. Es seria, calma, aunque sabe los límites, tanto propios como ajenos, y difícilmente se deje guiar por las pasiones –cuando lo hizo, terminó pagándolo caro-, es sumamente racional, aunque tiene un costado sentimental que va dirigido sólo hacia la luz de su vida: su hija, a quien ama por encima de todo.

Es leal y frontal hasta la médula. A pesar de sus modos suaves, siempre dirá lo que piensa, y siempre sus argumentos son coherentes y fundamentados en sus ideales, tanto políticos como aquellos dogmas que elige por mera convicción.

Fiorella nació el 8 de Julio de 1761 en el seno de una adinerada familia belga, los Peiten, reconocidos comerciantes de Bruselas, que amasaban una fortuna desde varias generaciones atrás. Lamentablemente para ella, nació con lo que al principio podría interpretarse como una maldición: podía predecir el futuro. Hechos que luego sucedían se manifestaban en sus sueños, o durante alguna actividad de índole escolar o recreativa, atormentándola, lo que la terminó volviendo una niña retraída. Una de sus tías, medio hermana de su madre –una irlandesa vulgar y regordeta que era la vergüenza de la familia-, le confesó que sabía sobre ese extraño poder, y se ofreció como mentora, algo que la pequeña de tan sólo ocho años, aceptó sin chistar. No fue necesario aclarar que eso debía mantenerse en secreto. En su pre pubertad, se percató que no sólo podía saber lo que ocurriría, si no, que tenía una extraña habilidad para comunicarse con los muertos, algo que la asustaba demasiado, porque sabía más cosas que para las que estaba preparada. Y luego de su primera menstruación, a la edad de trece años, descubrió que podía crear ilusiones para controlar situaciones que le eran desfavorables. En su inmadurez, hizo abuso y abuso de éste último.

A los quince años, su familia descubrió que era una bruja. Fue repudiada por todos, roto el compromiso que se había sellado hacía un año, encerrada en un cuarto aislado, a la espera de que la asesinaran. Pero su madre no tuvo corazón para entregarla, y a escondidas la ayudó a escapar, dándole una suma de dinero importante y con un poco de ropa. Se despidieron entre lágrimas y susurros, a sabiendas de que nunca volverían a verse. Durante la gran caminata, fue interceptada por su tía, que le sugirió que viajara a Irlanda, y le entregó un mapa con algunos sectores marcados donde ella tenía conocidos. Desapareció entre la oscuridad de la misma forma en la que había aparecido. Fueron día de huir, de penurias y de cansancio, pero logró unirse a algunos exiliados que escaparon a diversos países europeos, y así fue como terminó en países como Alemania, Italia, España, Portugal y Francia. En éste último logró tomar un barco hacia Gran Bretaña, pero las cosas no fueron tan fáciles como creía.

Cuando llegó a Irlanda, ya habían pasado cuatro años, y varias de las personas que su tía le había dado, ya habían muerto o se habían mudado. Durante el largo camino recorrido realizó diversos labores, aprendió de costura, de cocina, de organización protocolar, y hasta fue acompañante de una joven de la baja realeza española. Hizo su propio dinero, y eso la ayudó a mantenerse, sin embargo, el no conseguir trabajo rápidamente, la fue arrastrando a una vida de austeridad a la cual no estaba acostumbrada. Fue en el marco de ésta humildad, que conoció a Fidelis Cárthaigh, un joven científico que comenzaba sus investigaciones y buscaba un ayudante. Fiorella no tardó en conseguir el puesto, y terminó subyugada y enamorada de ese muchacho de ideas raras, que la hizo suya entre pócimas y animales disecados. La belga nunca pudo anticipar su destino junto a ese hombre, y eso era lo que le encantaba. Terminaron casándose, a la temprana edad de veintiún años ella, y veinticinco él. Quedó embaraza al tiempo, y a pocos meses después de cumplir los veintiuno, dio a luz a la pequeña y hermosa Deirdre, que se convirtió en la maravilla de su vida, y desde el instante que escuchó su primer quejido y todos los días, se repetiría que volvería a pasar millones de veces todas las penurias, si ella desembocaban en tener a su bebé en brazos.

Luego de que su hija comenzara a reconocer a las personas, Fiorella notó un cambio radical en Fidelis, quien sentía adoración por la niña. Su conducta se volvió más taciturna de lo normal y dejó de mantener relaciones con ella, algo que la amargaba, aunque se cuidaba de mostrarlo a su nena, a quien siempre le daban la impresión de la familia feliz. En éste marco de dejar de sentirse deseada, la belga comenzó a tener sueño con un hombre de profundos ojos azules, al cual reconoció semanas después en el mercado, y que la atrajo casi como un imán. Al principio eran conversaciones cortas, luego se fueron extendiendo, y tras un par de meses de dejarse encantar por “el hombre más atractivo que hubiera conocido”, sucumbió al deseo carnal que le había inspirado desde que sus miradas se cruzaron. Así Fiorella volvió a sentirse mujer, en los brazos de ese adonis de origen desconocido –pero el cual, claramente, era un gitano-, conoció placeres que junto a su esposo creía imposibles. Mañana de por medio, la rubia se escapaba con la excusa de hacer diversas compras, y terminaba perdida entre las sábanas del albergue mugriento donde él la recibía. Junto a él era libre y no tenía las inhibiciones que había experimentado junto a Fidelis, y aunque algo muy profundo le decía que iba a pagar caro la infidelidad, cuando él la besaba y la acariciaba en lugares que la llevaban a un clímax profundo e indescriptible, olvidaba todos sus presentimientos.

La relación clandestina continuó por años, Fiorella quedó embarazada tres veces, pero nunca llegaba al cuarto mes de gestación, lo cual, en parte, era una alivio. Terminó confesándole que era una bruja, y a pesar de intuir que había cometido un error, siguió adelante con aquello. Fidelis cada vez la ignoraba más, aunque en ocasiones, dejaba de lado todos sus experimentos y asaltaba la cama matrimonial, donde copulaba con su esposa como un animal, con violencia y descargando todo contra ella, jamás se preocupaba por si ella se sentía a gusto, en la mayoría de las ocasiones, ni siquiera le quitaba la ropa, sólo le arrancaba la ropa interior, le hacía daño, jamás estaba lista para recibirlo. Pero horas más tarde, volvía junto a su amante y se olvidaba de todo. Cuando estaba nervioso por algún motivo que no explicaba, esperaba a que su hija se durmiera, y tras violar a su madre, solía golpearla con vehemencia, cuidándose de no dejarle marcas visibles para la niña. Fiorella vivía su vida en completa infelicidad, y los instantes que rescataba con dicha, eran aquellos que compartía junto a Deirdre o su querido.

Fue mucho tiempo de esa vida paralela, hasta que un día, cuando ya ambos eran una mujer y un hombre maduros, Fidelis le confesó que sabía de la relación que mantenía hacía más de una década con otro hombre. Ella, con gran entereza, le dijo que si, y que no estaba arrepentida de ello. La rubia era consciente de que él podía destrozarla con una mano, no sólo por su superioridad física, si no, porque sabía que él era poderoso, ella hacía mucho tiempo que había optado por ignorar sus poderes, y aunque había soñado esa situación, se la atribuía a su consciencia sucia. Pero no fueron las cosas como creyó, le pidió que lo dejara, que la perdonaba y le pidió perdón por abandonarla, que la seguía amando como el primer día, y que lamentaba todo el daño que le provocaba. Fiorella se desarmó, había amado tanto a ese hombre, que no podía no darle una oportunidad, y se dejó amar por él, que no lo hizo con la destreza de su amante, pero sí fue muy encantador. Al día siguiente, habló con el ya maduro de ojos azules y finalizaron el romance. Las imágenes que la asaltaron a continuación, se repitieron por días, terminaron haciéndose realidad. Él, un amante despechado, había vendido la información –que era evidente, aunque nadie tenía las pruebas suficientes- de que ella y su marido eran brujos, la gente del pueblo no tardó en reaccionar, y rodearon su casa con antorchas con la intención de asesinarlos. Fiorella volvía a pasar por la misma situación. Pero Fidelis, en un heroico acto, logró salvarlas a ella y a su hija de las llamas, aunque él pereció en aquel ataque.

Lograron salvar pocas pertenencias, y con ellas se embarcaron a Francia. Allí se instalaron en una pequeña casita, que la blonda no tardó en abandonar por cuestiones de trabajo. Había sido contratada como ama de llaves de un reconocido hombre de la alta sociedad, que aunque muchas cosas se decían de él, ella prefirió obviarlas, sabía lo que eran las habladurías. Su hija tenía la suficiente edad para vivir sola, aunque quedaron en que ella la visitaría cuando pudiera y le daría todo el dinero de su sueldo para mantenerla.

■ Conserva un medallón que le dio su madre el día que se despidieron
■ Desea poder volver a Bélgica para saber qué fue de su familia
■ En ocasiones, contempla la posibilidad de utilizar sus poderes para que le ingrese más dinero, pero inmediatamente lo descarta
■ A pesar de sus años, reniega de su naturaleza
■ Sabe que su hija es licántropa
■ Admira profundamente a su jefe