[Privado/Brett C. Svensson] Un encuentro casual.

No era muy común que la librería cerrase tan temprano como aquel día, ni Oromë sabía bien el por qué dejar en completa oscuridad aquella tienda que con tanto esfuerzo había logrado construir en Francia. Quizás era el aire que se podía respirar o el simple hecho que el cantar de las aves en primavera le haría encontrar una nueva actividad en aquel luminoso y agradable día ¡Que dulzura se podía sentir en el ambiente! Era como si pronto aquellas flores, tan llamativas a cualquier ojo humano, pronto darían tan esquicito fruto que se podía apreciar en verano. Si, la primavera pronto llegaría a su punto culmine para dar paso a una de las estaciones favoritas de la joven ¡Y en China! Quizás muchos de los presentes que pasaban por aquella transcurrida calle nunca sabrán como era la primavera y el verano en el país oriental. Que tristeza, realmente el que se perdiesen tan majestuosa escena era lamentable, pero aun más lo era el perder el año nuevo Chino. ¿Volvería alguna vez a visitar a sus abuelos? No lo tenía claro y tampoco lo veía como algo probable a suceder, pues si aun poseía bastante dinero, no era el suficiente como para ir a un lugar tan lejano de donde se encontraba.
La joven de castaños cabellos soltó un suave suspiro mientras que daba dos giros a aquella llave en el cerrojo de la puerta, retrocediendo unos cuantos pasos para finalmente echar una última ojeada a su tienda, la cual en sombras, se apagaba a la luz del día. Guardó aquel objeto que tanto protegía y sin más, comenzó a caminar en dirección hacia un destino desconocido. Aquel día era perfecto para recorrerlo sin mayor apuro y estrés, pues al final, estaba para disfrutarlo, si, con aquella vista que era más desarrollada que la de cualquier humano y aquel olfato que muchos, en aquel momento desearían. Odiaba ser lo que era, no lo comprendía y realmente se encontraba sola y sin mayor información hasta que la había poseído durante algunos meses investigando, pues al final, el tener una librería y sobre todo con documentos bastantes exóticos, tenía su gran ventaja. Pero era desgraciada, lo tenía claro, más aun sal saber que se encontraba sola y que quizás, aun toda esperanza de encontrar seres como ella, estaban en el olvido.
Caminó lentamente por las calles de la ciudad, adentrándose principalmente en el centro de la misma, muy cerca de dónde su tienda se encontraba, sin prestar demasiada atención a las personas que se encontraban a su alrededor y que por quizás, mala suerte, podía saber perfectamente sus murmullos, desde lo hermosa y reluciente que se veía con aquel vestido azul, a como algunos notaban sus facciones orientales y murmullaban ante lo exótica que podría parecer ¿No eran en Europa más liberales? Siempre había escuchado ese comentario proveniente de los amigos de su padre que iban a Nueva Orleans de visita, sobre todo franceses y españoles, hombres de negocio que elogiaban su país como si fuese lo mejor del mundo. “Francia, querida Francia, si tan solo tuvieses un poco más de lo que solía escuchar cuando pequeña”. Negó un poco mientras pensaba aquello, curvando un poco sus labios para formar una delicada y suave sonrisa con estos, llamando aun más la atención de los hombres. No deseaba ser descortés o mal educada, pues la enseñanza dadas por sus padres siempre fue la correcta, pero era inevitable el mostrar cierto desagrado al escucharles ¿Acaso no tenían nada mejor que hacer? Bufó con cierta molestia mientras caminaba hacia la plaza de Tertre, que no se encontraba muy lejos de su camino, acelerando el paso para poder llegar pronto a esta y poder quizás beber algún café antes de regresar a su casa y leer otro poco o buscar algún tipo de información sobre licántropos, pero su sorpresa, aquello que creía imposible, sucedió en el momento que vio una espalda masculina a unos cuantos metros de ella. Su olor, algo en él se le hacía completamente familiar ¿Cómo era eso posible? ¿Acaso estaba alucinando? Pues no, no era ningún tipo de ilusión o invención de su mente, cerca de ella, muy cerca, había un hombre que un aroma distinto al de cualquier otro humano que antes hubiese conocido. Si, probablemente él no era ningún humano.
Comenzó a seguir lentamente a aquel hombre mientras se adentraba por el lugar, intentando disimular su tan fallida e infantil persecución. “Oromë, no eres como el de los libros que tanto lees... ¿Qué crees que haces?” pensó para si misma, sin percatarse que justo cerca de ella, pasaba un hombre con bastantes cajas en dirección quizás Dios sabe donde y para su mala suerte y digamos, su pésima suerte, chocó rotundamente con él y todo lo que llevaba en mano. El estruendo fue inevitable, pues el choque inminente hizo que más de una mirada se posase en la situación que la joven protagonizaba y con esto, tenía más que claro que la de aquel hombre que había seguido unos cuantos metros, se daría la vuelta para observarle, si es que ya no se había dado cuenta antes de su presencia.
Rápidamente, hizo una reverencia al hombre, quien un poco molesto, comenzó a llamar la atención de la chica, quien sin saber que decir o hacer debido a su a veces precario francés, comenzó a recoger cada una de las cosas lanzadas, aun cuando aquel hombre fuese de una clase socioeconómica mucho más baja que la de ella. Era extraño, en Francia y quizás en gran parte de Europa el que una joven, de su imagen y delicadeza, ayudase a aquel señor a recoger desde el mismo suelo cada uno de los objetos.
- Realmente lo siento –dijo apenada y con gran sonrojo en sus mejillas, resaltando su blanca y nívea piel- Realmente no le he visto –volvió a repetir mientras que de reojo, intentaba a observar aquel hombre, aun sin poder presenciar su rostro o parte de este.