Aliados con Colmillos y Garras [Privado]

Luces de todos colores, niños corriendo, padres gritando, jóvenes riendo, olores de comida, un tanto de podredumbre, pero algo se respiraba en el ambiente: felicidad. Así era como se sentía Tamina y ahora más que su redondeado abdomen era la muestra de lo que pasaba por fin en su vida: tenía a José a su lado, iba a ser madre de sus hijos, en su familia se respiraba momentáneamente la tranquilidad, así que no podía pedir más que todo ésto se mantuviera. Y claro, la presencia de ese amigo con el que contaba desde hacía tanto tiempo. Aunque para él fuera sólo un suspiro en comparación de la existencia de la cambiaformas. Aún así se le fueron los ojos tras un niño pequeño que corría a por los caballitos jalando de la mano a su padre y rió. Quizá José no diera esa clase de espectáculos porque el protocolo se lo negaría, pero si por él fuera, sería quien traería al niño corriendo de juego en juego.

Acarició su vientre en tanto caminaba hacia la rueda de la fortuna, a ella le fascinaba, pero su amigo de seguro que no veía la ironía de haber elegido esa atracción como punto de reunión. Sobre todo cuando Tamina se detuvo para comprarse un aperitivo de carne con pan. No había cenado porque no le gustaba hacerlo sola y José había salido a una fiesta. Así que mejor ahora entre tanta gente. Preguntó la hora a un caballero e hizo una mueca al saber que había llegado 15 minutos más temprano, pero no sabía cuánto tiempo podía hacerse caminando una vez que el carruaje la dejó en Club Louvier haciendo pensar a los guardias que había entrado a probarse varios vestidos cuando en realidad se escapó por la trastienda para venir acá. En cuanto se enteraran de seguro que se preocuparían, sólo esperaba que encontraran su carta diciéndoles que les vería en la esquina de la biblioteca en dos horas. Seguro irían a buscarla dentro sin éxito, pero por ello mismo es que había elegido ese lugar, para ella sería caminar por espacio de diez minutos y seguro que su acompañante la escoltaría, pero mientras tanto, le daría la privacidad para compartir con el caballero unas horas.

Dos mordidas al bocadillo y aspiró un aire que le parecía conocido, así que hablando del rey de Roma, el varón se adelantó. Se lamió los labios y se limpió con una servilleta para ponerse en pie y dirigirse con paso tranquilo a la rueda, unos chicos pasaron por su lado obligándola a detenerse y alcanzó a sentir cómo uno metió la mano en uno de sus bolsillos, una pena que le roben dinero. Miró al susodicho para luego mandarle a alguien a que le diera un trabajo cerca de casa para que dejara de hacer eso. Nunca se sabía quién no tenía el humor para aguantar semejante pecado. Por fin, la atracción quedó ante sus ojos y se arregló un poco el abrigo verde oscuro que traía sobre el vestido color paja. El cabello suelto con algunas horquillas alrededor del rostro para que no le cayera sobre éste y no se viera tan desaliñada. Aún con el bocadillo le dio otra mordida buscando a su cita sin mucho éxito. Al final decidió hacer lo de siempre, encogerse de hombros y tomar lugar en la fila para subirse a la rueda tras unos minutos de espera. Otra mordida y sonrió al sentirle cerca.

- Vaya, creí que no te dejarías ver - suspiró mientras que volteaba a verle y le abrazaba con el cariño que da una amistad de años.

Su frialdad la hizo temblar un poquito, aún no se acostumbraba a que él siempre estuviera falto de calor, sonrió al verle con la capucha puesta que no impedía que las mujeres voltearan a verle porque reconocían la calidad de las prendas, de la forma en que él se conducía, tan seguro de sí mismo y dejando tras de sí una estela de arrogancia entremezclado con el atractivo al que sólo Tamina era inmune. Eso los había acercado más en su oportunidad: a él no le interesaba tener un amorío con la sobrina del Papa y puesto que la cambiaformas estaba enamorada de la Voluntad de España, no deseaba a ningún varón que le hiciera la corte. Lo que inicialmente fuera una relación exclusiva de trabajo, con las ironías del vampiro y los comentarios astutos de la joven, fue convirtiéndose en lo que ella llamaba "amistad" y él "alianza" (aunque Tamina entendía que era lo mismo, pero que para el vampiro le costaba con los años encima que tenía, reconocer que por fin tenía una amiga que no le buscara sexualmente).

- ¡Tu ego creció el tiempo que no nos vimos! - se mofó muy divertida al comentario de que estaba muriéndose porque llegara, le dio un golpecito cariñoso en el hombro con el puño cerrado, un mero mohín porque por supuesto que no lo movió ni un centímetro y es que ni fuerza le había imprimido. Dio el último bocado a su comida limpiándose la boca para reír mientras escuchaba sus reproches sobre los niños, era magnífica la elección - por eso es que elegí este lugar, nadie se imaginaría que estarías aquí conociendo tu afán por alejarte de los niños, además, cualquier lugar es bueno para platicar, que tú sólo le veas el lado negativo no es mi culpa, pero bueno, qué puedo pedir de un amargado como tú - acarició su vientre con cariño mientras reía divertida bromeando con él, pero es que era una verdad entremezclada con una bromita.

Además era toda una ironía, estaba justo con una embarazada, el nene que se gestaba en su vientre era a finales de cuentas un niño, así que a donde fuera, mientras que ella le siguiera, seguiría teniendo infantes a su lado. Frunció la boca y miró al frente pensativa eligiendo las palabras mientras que avanzaba en la fila. Decirle de golpe lo que necesitaba de él sería desconsiderado, pero también andarse mucho por las ramas le impacientaría. Sabía que era demasiado hiperactivo, siempre e movimiento y se exasperaba con rapidez y mucha facilidad. Aún así con ella era paciente, quizá porque la mayor parte de las veces Tamina tenía información sobre la Inquisición y varios cazadores cuando iban tras su pista o la de los reyes de los Países Bajos. Esa era la función que en ocasiones la cambiaformas ocupaba a los ojos de Liam,

- Me temo que tendrás que esperar a que subamos a la rueda de la fortuna y espero no te asusten las alturas, porque pienso pagar hasta tres vueltas, lo que te contaré es largo y tendido, pero sobre todo delicado, así que no presiones cariño - usaba en ocasiones términos cariñosos para no utilizar su nombre de forma innecesaria y llamar la atención sobre ellos. Aún así suspiró y le sonrió - sé que mi vientre es más que voluminoso y bueno, tú sabes de quién es la panza, jajajaja... como te dije hace meses, iba en su búsqueda lo cual fue favorable porque descubrí que también me amaba... el resto... te diría que es historia, pero más bien hay un futuro muy productivo - su mano acarició de nuevo el vientre y avanzó de nuevo en la fila - pero mejor cuéntame lo que pueda saber de tí, así matamos el tiempo y no, no puedo irme de aquí, tengo justo una guardia sobre mi persona, aunque logré despistarlos pronto me encontrarán y prefiero que todo quede entre nosotros - le guiñó un ojo, quizá un poco de plática banal no les haría daño, pensaba que la rueda de la fortuna les daría cierta privacidad, además de que podría tener a la vista a los hombres que la cuidaban. Sabía que no tenía que desaparecérseles y darles esos sustos, pero su compañero bien valía la pena, tenía que guardar el secreto de su identidad un poco más, no era bueno que supieran algunos que estaban aliados. Sería contraproducente para la información que luego obtenía.

Su mano en su hombro era un recordatorio de cuánto valía ese hombre. Vampiro o no, cínico o no, era uno de los pocos amigos que tenía la cambiaformas. El ser parte de la familia Borgia acarreaba malas ideas a su alrededor, también conflictos entre la gente que no veía con buenos ojos a su núcleo sanguíneo, pero a él no parecía importarle, todo lo contrario porque no sólo la trataba bien, si no que le brindaba ayuda cuando la veía necesitada. O como hoy, que se la entregaba aún cuando no la requería. Esa mano anunciaba a los demás que no estaba sola y que cualquiera podría tener problemas en caso de que intentara hacer algo en su contra. Tamina sonrió y luego rió a carcajadas por la alusión a la inmunidad del encanto del Príncipe. Cierto era que cuando lo conoció la primera vez le juzgó atractivo. Guapo sin duda, pero había hecho una reverencia y ya. En cuanto pudo se retiró de su lado, no le buscó, ni incordió como otras mujeres hacían, queriendo derretírsele en los brazos.

Durante su estancia en los Países Bajos, no se acercaba a él para nada que no fuera indispensable puesto que cuando intentó negociar con los nobles de ese reino sobre algunos asuntos comerciales con su familia, se encontró con que el Príncipe también tenía tratos con los Borgia. Así que procuraba siempre ir directa al grano y acumular los asuntos menos urgentes con los imprescindibles de ver ipso facto. Ninguna mirada coqueta, algún sonrojo. No, era una mujer determinada a hacer su trabajo y tras ello, partir. Hasta que tuvo esa noticia sobre el atentado contra el Rey y lo hizo del conocimiento de Liam. Eso le ganó al Príncipe, sus inexistentes intentos de seducirlo y sus palabras exactas en el momento preciso.

- No sé de qué te quejas, deberías agradecerlo. Siempre te parecieron insulsas y despreciables todas aquéllas que querían meterse en tu cama simplemente porque eres quien eres, el que no lo hiciera yo me convirtió en anormal a tus ojos, lo cual debo decir, me encanta. ¿A qué mujer enamorada no le gusta saber que ha pasado por alto la tentación? Al menos a mí, sí - su exasperación la iba poniendo nerviosa. Tragó saliva mirando a su alrededor inquieta, con los sentidos bien atentos a que no pudieran pillarlos desprevenidos. Sus reproches y molestias le provocaron una mueca en la cara, sí, ya lo sabía, pero no siempre iba a estar él todo amargado en su castillo. Debía saber que la vida seguía y sobre todo, para su cínica realidad, que había inocencia, qué mejor lugar que éste, donde los niños corrían y eran tan libres de hacer lo que quisieran con dulces que manchaban sus ropas, frituras y demás.

Alzó la mirada al cielo, pero el comentario de que andaba tras la Reina de Inglaterra la hizo entrecerrar los ojos. ¿Qué acaso no era una vampiresa? Ahora, no es que fuera como en España, que la reina era hermana de José. En Inglaterra, los reyes eran consortes. ¿Dónde había quedado pues la fidelidad castigada con la pena de muerte en caso de un acto de extrema traición? Sí, compartían su amor a la corona, pero había muchos cabos sueltos que a Tamina la hacían repensarse todo de nuevo desde una perspectiva diferente para encontrar los puntos en los cuales entender a la perfección la realidad de su amigo. Dios mediante, no le pasaría nada por andar cortejando a la Reina. Aunque lo veía difícil. Sus meditaciones la hicieron sólo actuar por instinto subiéndose a la canastilla, sacando las monedas por instinto hasta que le evitaron la molestia cuando el Príncipe pagaba al joven que manejaba el juego.

Se tapó la boca con una mano sonrojándose avergonzada cerrando los ojos con fuerza ante la connotación de quién era el caballero y rió luego de ello. Se encogió de hombros como si eso solucionara el exabrupto y cual niña que recibía un castigo, se sonrió contenta mirando hacia afuera de las ventanas, la ciudad en la noche era preciosa, entre luces multicolores. Aspiró el aire y se sintió durante algunos segundos más cercana a Dios. Como si sus tribulaciones pudieran desaparecer en una sola inspiración y el estar tan cerca del cielo le proporcionaba una serenidad pocas veces obtenida.

- Al grano. Habrá una inspección de la Inquisición en 21 días en los Países Bajos. Asistirán a la fiesta que el Rey va a dar, buscarán sobrenaturales, brujas y herejes. En cuanto los encuentren, tienen instrucciones del Papa para aprehenderlos y enviarlos al Vaticano. Así sea el propio rey Dragos - volteó a verlo con ojos más serios, estaban en un problema muy crudo y esperaba que pudieran salir avante todos. No sólo los que asistirían a la fiesta, si no también los que estaban alrededor de todo ésto. Muchos deberían esconder la cabeza, otros cambiar de imagen. Muchos más... huirán. Será la única forma de cubrir sus huellas.