Aliados - Privado

por **Leire Mallarme** Mar Mayo 01, 2018 9:27 am

Como todas las tardes, bajó las escaleras que la conducían al vestíbulo del hostal, allí, se acercó al salón que funcionaba como restaurante y cantina. No se trataba de algo sofisticado, por el contrario, era un lugar sencillo, con mesas engalanadas de manteles rojos, y velas que iluminaban lo suficiente como para ver los rostro de los comensales y lo que irían a comer. Leire, sabía que sus clientes no se molestarían, ya que la mayoría eran cazadores que preferían la penumbra, atmósfera perfecta para pactar las diferentes cazas.

La dueña del hostal, caminó entre las mesas, llegando a la barra, donde el encargado le explicó cuales eran las bebidas que debí reponerse, ademas, le indicó que comensales eran sospechosos, a los que terminaría entregando la información a sus aliados, quienes le ayudarían con su lucha, esa que tenía por única finalidad, encontrarse con su hermana y cuñado, para juntos buscar a esa criatura que un inmortal les había robado. Tras conseguir toda la información que necesitaba, se dirigió a otro salón, contiguo al restaurante, uno en que se usaba también para reuniones, pero en el que ademas existía un piano de cola - único lujo que la Mallarmé se permitía tener - había pertenecido a su madre, y tal vez por esa razón no se podía deshacer de él, ademas que el amor por la música, era uno de sus debilidades.

Sus manos acariciaron la superficie de madera, levantaron la tapa, descubrió las bellas y delicadas teclas de marfil, y tras acomodar la falda de su vestido, se sentó al piano. Allí permaneció tocando una suave melodía que le rondaba en la cabeza, no era suya -por supuesto - pero estaba segura que lograba mostrar el sentimiento que la embargaba, mezcla de melancolía y paz.

por **Fyodor Alekséyevich** Sáb Mayo 12, 2018 8:50 pm

Odiaba las tardes y las noches. No importaba cuantos años transcurrieran, ni cuantas cosas hubiera tratado de hacer para poder evitar la melancolía que lo atacaba apenas atardecía, ni los remedios que hubiera probado para poder dormir de manera pacifica; Fyodor simplemente no conseguía pasar una maldita noche tranquila. No recordaba el momento exacto en que comenzaron sus problemas con las horas nocturnas, lo único de lo que era completamente consciente es que volvieron su vida de cierta manera miserable. En un principio e problema comenzó por ser sueños terribles que solía tener cualquier persona tras perder un ser querido, sin embargo, era la presencia de su pequeño hijo lo que lo mantenía cuerdo, resistiendo y diciéndose que aquellos sueños eran algo similar a lo que experimentaba su hijo, sin embargo, las pesadillas mutaron, hasta convertirse en lo que lo aquejaba apenas atardecía y en aquello que lo despertaba tembloroso y empapado en sudor.

Para empeorar el asunto, las pesadillas estaban empeorando, convirtiéndose en cosas que no experimentara antes; como ejemplo, estaba la ultima pesadilla que tuviera, esa en la que aparecía su difunta esposa en compañía de un animal al que no podía reconocer. El animal no paraba de seguirlo, de mirarlo, de hacerle notar que poseía un alma oscura repugnante, que era un ser que solo llevaba destrucción a donde quiera que iba. Por algunos segundos en su sueño, Fyodor deseo acabar con aquel animal y se acercaba hasta su difunta esposa para hacerlo cuando aquel animal mutaba, convirtiéndose en una sombra oscura que amenazaba la vida de su hijo desaparecido. Un grito terrible y el rostro descompuesto de su esposa fueron entonces lo que le hicieron despertar. Le costaba respirar, el sudor bañaba su cuerpo y a las afueras de su habitación podía escuchar las voces de los sirvientes, probablemente en su desesperación por despertar había gritado, no estaba del todo seguro. Quizá lo prudente hubiera sido salir a decir que se encontraba bien, en cambio, Fyodor solamente grito que se encontraba en perfecto estado y no volvió a dormir o a salir de su habitación.

El hechicero se mantuvo en cama, sin descansar ni un solo segundo y no fue sino hasta que la tarde y la melancolía le amenazaban que con molestia se levantó de la cama, tomo las primera ropas que encontró y pese a la hora, salió a caminar sin un rumbo determinado. Necesitaba alejarse de la mansión, despejar su mente de aquellos sueños tan extraños, de aquellos sentimientos tan devastadores y buscar un poco de paz. Avanzaba por entre las calles solitarias con parsimonia, siendo guiado por sus pasos sin darse cuenta hasta un sitio que no hubiera sido su elección voluntaria, el hostal. ¿Qué podía encontrar en aquel lugar que calmara su alma? Solo la música, que salía por entre las ventanas de aquel lugar y lo invitaba a entrar, asegurándole con cada nota que comprendía perfectamente lo que sufría y prometiéndole lo que nadie hasta ese momento, paz.

por **Leire Mallarme** Jue Jun 28, 2018 7:43 pm

sus manos al piano, mostraban lo que su corazón anhelaba, una paz que aún su corazón no guardaba, pero que, Leire, se había prometido recuperar. Algún día, no muy lejano, acabaría con su enemigo, y podría ver el mundo desde otra perspectiva, desde quien ha luchado, casi muerto y renacido, para poder vivir por fin feliz y en paz. Ella sabe que muchos suelen denostar su hogar, que la creen capaz de vender hasta su propia madre, pero ella no es así, jamás lo fue. Es su disfraz, el que vende al mundo, el que la muestra como una mujer fría, dispuesta a poner todo en juego, con tal de conseguir sus mas ocultos deseos. Pocas personas, la conocen en verdad, tal vez casi ninguna, en verdad. Pero allí, frente al piano, ella deja que su escudo se desvanezca y la verdadera Leire surja como el alma dulce y pura que es.

Para cuidarse, suele cerrar con llave la entrada al salón, pero ésta tarde, se ha olvidado, es que no se trata de una fecha cualquiera, es el aniversario de su huida, de aquel día en que dejó su antigua vida atrás, y juró liberar algún día a su hermana y vengar la muerte de su madre. Si, su asesinato, porque ha descubierto que no les había abandonado, sino que aquel vampiro que tanto odia, era el responsable de su desaparición. Suspiró cuando las últimas notas de la melodía quedaron flotando en el aire, - Tantos años, pensé que nos habías abandonado, madre, mas nunca nos dejaste por propia voluntad... fue la maldad de un hombre, quien decidió tu destino - caviló, intentando mantener la calma y no dejar que las lagrimas inundaran su mirada. Sonrió con tristeza, - Solo un poco mas, tan solo unos días mas... - susurró, como si estuviera prometiendo a su difunta madre que en poco tiempo, aquel que la había matado, tendría que enfrentarse a su propio destino. ¿Podía Leire estar en peligro? si, claro que si, pero su venganza, bien valía la pena.

Acarició nuevamente las teclas del piano, y volvió a ejecutar aquella melodía. Unos pasos cadenciosos, llegaron hasta sus oídos, alguien se acercaba a donde ella se encontraba. Leire se mantuvo tranquila, mientras sus manos volaban libres por el teclado, inspiró profundamente, y dejó que en su mente, las preocupaciones se esfumaran. ¿Acaso no temía que ese ser el cual se acercaba a ella, pudiera hacerle mal? no, pues muy cerca de sus manos, oculto entre l tapa del piano, un arma cargada y lista para disparar, le estaba esperando.

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