AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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¡Aliados! [Montserrat S. Brightman]
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¡Aliados! [Montserrat S. Brightman]
Un viaje que parecía no acabar nunca, eso era lo que estaba yo viviendo. Harto, cansado, recorrí París por las siguientes semanas a mi llegada, intentando buscar por quien había venido a este lugar. Cometí más de un asesinato, enviado por la Inquisición, sin dar señales de ser yo quien lo estaba haciendo.
Por el día, permanecía en mi hogar, en el lugar donde se me había dado posada, para escaparme de noche, intentando llegar lo más lejos que pudiese. Y en aquella ocasión, llegué hasta el sur de la ciudad, conociendo aquel lugar que para mi, era absolutamente más que nuevo. Y lo que más me gustó, fue descubrir que, al sur, comenzaba la línea del ferrocarril, que me devolvería a mi nuevo hogar, otra vez frustrado por no encontrar a mi creador. No estaba desesperado, pero algo me decía que Gerôme estaba en París. Y no me equivocaba del todo.
Aquella noche, en medio de la nada, sentí mi garganta arder. Y no tuve otra oportunidad mas que ir a comer algo, a comer en esa estúpida condición mía, que tanto odiaba. Sabía que no tendría otra alternativa, o de otra forma me quedaría intensamente débil. Ese era el precio por ser tan pequeñico. Y así de pequeñico, tuve que buscar yo solito mi alimento, encontrando bastante gente en la estación. Me acerqué a una mujer solitaria, que traía una maleta enorme, y un hermoso abrigo de pieles. Me di cuenta que usaba joyas lujosas, y de inmediato decidí que sería mi presa. Me acerqué a ella cuidadosamente, para sentarme a su lado, conversando dulcemente. Y esperé el momento ideal, a quedarme solo con ella, para aferrarme a su cuello, acallando sus gritos con mis manos, y bebiendo su sangre hasta que de ella no salió ni una gota. Guardé su abrigo de pieles en mi portafolios, y le quité sus lujosas joyas para guardármelas en el abrigo. Me encargué de aventar el cuerpo a donde pude, y volví a esperar el último tren, el de medianoche. Me senté en un banco, esperando, volviendo a sufrir por pensar en lo que había hecho. Me sentía tan mediocre...
Por el día, permanecía en mi hogar, en el lugar donde se me había dado posada, para escaparme de noche, intentando llegar lo más lejos que pudiese. Y en aquella ocasión, llegué hasta el sur de la ciudad, conociendo aquel lugar que para mi, era absolutamente más que nuevo. Y lo que más me gustó, fue descubrir que, al sur, comenzaba la línea del ferrocarril, que me devolvería a mi nuevo hogar, otra vez frustrado por no encontrar a mi creador. No estaba desesperado, pero algo me decía que Gerôme estaba en París. Y no me equivocaba del todo.
Aquella noche, en medio de la nada, sentí mi garganta arder. Y no tuve otra oportunidad mas que ir a comer algo, a comer en esa estúpida condición mía, que tanto odiaba. Sabía que no tendría otra alternativa, o de otra forma me quedaría intensamente débil. Ese era el precio por ser tan pequeñico. Y así de pequeñico, tuve que buscar yo solito mi alimento, encontrando bastante gente en la estación. Me acerqué a una mujer solitaria, que traía una maleta enorme, y un hermoso abrigo de pieles. Me di cuenta que usaba joyas lujosas, y de inmediato decidí que sería mi presa. Me acerqué a ella cuidadosamente, para sentarme a su lado, conversando dulcemente. Y esperé el momento ideal, a quedarme solo con ella, para aferrarme a su cuello, acallando sus gritos con mis manos, y bebiendo su sangre hasta que de ella no salió ni una gota. Guardé su abrigo de pieles en mi portafolios, y le quité sus lujosas joyas para guardármelas en el abrigo. Me encargué de aventar el cuerpo a donde pude, y volví a esperar el último tren, el de medianoche. Me senté en un banco, esperando, volviendo a sufrir por pensar en lo que había hecho. Me sentía tan mediocre...
Invitado- Invitado
Re: ¡Aliados! [Montserrat S. Brightman]
Quizá fuera el recuerdo perdido el que me hiciera retonar en este lugar, aquel en que es tan concurrido y poblado de día, solitario y en penumbras de noche...
El silencio de ese lugar me fascinaba, un sorpresivo silbido de los expresos salía de vez en cuando anticipando su llegada o anunciando su salida, solo la gente chiflada se ocurriría venir a este lugar, gente que buscará oro y riquezas robadas de otros, al parecer mi razón incierta de ese lugar, se tornaba divertida al pensar en unos exquisitos ladrones como cena.
Así comence a caminar a paso pausado, pero nada de mi ideado manjar, banca tras banca de espera estaba vacia, los rincones desolados, estaba sola o eso al menos pensaba hasta que no muy a lo lejos de mi una criatura hacia su aparición frente a mis ojos, definitivamente no era humana puesto que la sangre fresca podía olerse a su alrededor, era un vampiro que parecía tenía algo de compunjimiento, culpa pero ¿Por haber matado?, para mi era algo insolito, mi odio vontra el mundo y mi sed de venganza lograba que sintiera la muerte como un triunfo, como un alivio, me parecía complicado comprender a seres de mi estirpe que su pensar fuera así.
Observe de un lado hacia otro, no había ni un alma, ni un solo eco que por instantes llevará la voz del viento invernal hasta aquella criatura con sentimientos de culpa, a paso sigiloso me acerque hasta su banca, la cual era la más alejada y oculta, colocada muy cerca de las vías, de esta manera lo pude ver más claro mejor esbozado bajo la tenue luz lunar. No estaba equivocada, sus facciones eran perfectas , una mirada penetrante de color carmesí , cabello castaño y complexión delgada me decian a voces calladas que era un vampiro, no detectaba movimiento por parte de él, estaba muy perdido en sus adentros, era joven, tan joven como yo con uno o dos años de ventaja pero al final de cuentas empezaba a "vivir" como yo.
-El expreso no tardará en venir monseuir, ya ha anunciado su llegada- guarde silencio, suspirando y viendo al frente -Supongo que usted debe de estar aquí por expreso de medianoche, ¿para que otra cosa vendría a este sitio? al menos que fuese un vampiro y viniera a matar por beber-No tenemos porque fingir, usted es un vampiro como también lo soy yo- entrecerre los ojos, cuando el conserje de los pasillos paso muy cerca de nosotros,parecia una presa perfecta pero ya estaba acompañada por un extraño, debía esperar -Como le decía somos.... vampiros pero de existencia joven y temprana-sonrei finalmente de manera amable y cordial.
Dirigí mi mirada, a primera vista aquel vampiro parecía inofensivo, pero las apariencias siempre engañan, sin embargo un poco de charla no me vendría tan mal después de todo, si la soledad me acompañaba siempre, hoy quizá podría establecer alguna relación amistosa para un tiempo indefinido, pocos eran los días que vampiros jovenes cruzarán sus caminos, pocas eran las ocasiones en que me dignaba a que alguién entrará en mi reducido grupo de conocidos, estaba viendo el piso marmoleado, color marrón, sumida en todos mis estos pensamientos, reaccione despertando de mi sueño -Lo siento, yo me disculpo a veces me quedo tan sumida en mis pensamientos que se me olvida donde estoy, con quién estoy y que allí, suele sucederme todo el tiempo- no es que fuera una mujer olvidadisa pero si muy reflexiva, en fin esa era otra historia -Montserrat Shapplin Brightman, ese es mi nombre monseuir- decía mientras curiosa exploraba el lugar de un lado al otro, tomando aire fresco, me gustaba sentir la brisa de ese lugar rozando mis mejillaas, mi piel -Verá yo estaba recordando viejos tiempos cuando me encontre aquí, pense que cazar aquí sería una buena idea, pero en lugar de una deliciosa victima halle a un igual, supongo que me quedare aqui por un rato sino le importuna, tengo tan escasos conocidos, pocos aliados que una buena charla de vez en cuando no le cae mal a nadie, ¿me permite sentarme a su lado?- realice una reverencia discreta, en aquel vampiro vi más que un simple conocido o un posible amigo, más bien lo que estos ojos condenados vieron a un posible aliado... finalmente detecte movimiento por parte de él, aunque prefería no verle, su rostro no es que me molestará pero si me desesperaba.
El silencio de ese lugar me fascinaba, un sorpresivo silbido de los expresos salía de vez en cuando anticipando su llegada o anunciando su salida, solo la gente chiflada se ocurriría venir a este lugar, gente que buscará oro y riquezas robadas de otros, al parecer mi razón incierta de ese lugar, se tornaba divertida al pensar en unos exquisitos ladrones como cena.
Así comence a caminar a paso pausado, pero nada de mi ideado manjar, banca tras banca de espera estaba vacia, los rincones desolados, estaba sola o eso al menos pensaba hasta que no muy a lo lejos de mi una criatura hacia su aparición frente a mis ojos, definitivamente no era humana puesto que la sangre fresca podía olerse a su alrededor, era un vampiro que parecía tenía algo de compunjimiento, culpa pero ¿Por haber matado?, para mi era algo insolito, mi odio vontra el mundo y mi sed de venganza lograba que sintiera la muerte como un triunfo, como un alivio, me parecía complicado comprender a seres de mi estirpe que su pensar fuera así.
Observe de un lado hacia otro, no había ni un alma, ni un solo eco que por instantes llevará la voz del viento invernal hasta aquella criatura con sentimientos de culpa, a paso sigiloso me acerque hasta su banca, la cual era la más alejada y oculta, colocada muy cerca de las vías, de esta manera lo pude ver más claro mejor esbozado bajo la tenue luz lunar. No estaba equivocada, sus facciones eran perfectas , una mirada penetrante de color carmesí , cabello castaño y complexión delgada me decian a voces calladas que era un vampiro, no detectaba movimiento por parte de él, estaba muy perdido en sus adentros, era joven, tan joven como yo con uno o dos años de ventaja pero al final de cuentas empezaba a "vivir" como yo.
-El expreso no tardará en venir monseuir, ya ha anunciado su llegada- guarde silencio, suspirando y viendo al frente -Supongo que usted debe de estar aquí por expreso de medianoche, ¿para que otra cosa vendría a este sitio? al menos que fuese un vampiro y viniera a matar por beber-No tenemos porque fingir, usted es un vampiro como también lo soy yo- entrecerre los ojos, cuando el conserje de los pasillos paso muy cerca de nosotros,parecia una presa perfecta pero ya estaba acompañada por un extraño, debía esperar -Como le decía somos.... vampiros pero de existencia joven y temprana-sonrei finalmente de manera amable y cordial.
Dirigí mi mirada, a primera vista aquel vampiro parecía inofensivo, pero las apariencias siempre engañan, sin embargo un poco de charla no me vendría tan mal después de todo, si la soledad me acompañaba siempre, hoy quizá podría establecer alguna relación amistosa para un tiempo indefinido, pocos eran los días que vampiros jovenes cruzarán sus caminos, pocas eran las ocasiones en que me dignaba a que alguién entrará en mi reducido grupo de conocidos, estaba viendo el piso marmoleado, color marrón, sumida en todos mis estos pensamientos, reaccione despertando de mi sueño -Lo siento, yo me disculpo a veces me quedo tan sumida en mis pensamientos que se me olvida donde estoy, con quién estoy y que allí, suele sucederme todo el tiempo- no es que fuera una mujer olvidadisa pero si muy reflexiva, en fin esa era otra historia -Montserrat Shapplin Brightman, ese es mi nombre monseuir- decía mientras curiosa exploraba el lugar de un lado al otro, tomando aire fresco, me gustaba sentir la brisa de ese lugar rozando mis mejillaas, mi piel -Verá yo estaba recordando viejos tiempos cuando me encontre aquí, pense que cazar aquí sería una buena idea, pero en lugar de una deliciosa victima halle a un igual, supongo que me quedare aqui por un rato sino le importuna, tengo tan escasos conocidos, pocos aliados que una buena charla de vez en cuando no le cae mal a nadie, ¿me permite sentarme a su lado?- realice una reverencia discreta, en aquel vampiro vi más que un simple conocido o un posible amigo, más bien lo que estos ojos condenados vieron a un posible aliado... finalmente detecte movimiento por parte de él, aunque prefería no verle, su rostro no es que me molestará pero si me desesperaba.
Montserrat Vasari- Vampiro Clase Media
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Fecha de inscripción : 15/06/2011
Localización : En cualquier lugar donde viva el arte parisino
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Re: ¡Aliados! [Montserrat S. Brightman]
Unos pasos interrumpieron mi pensamiento. Justo estaba en mi debate, intentando a callar las voces que discutían a gritos en mi mente, cuando escuché la voz de alguien cuya presencia me saltaba. Era un vampiro, demasiado joven, incluso quizá más joven que yo. Alcé mi mirada, para divisar a una dama realmente hermosa, cuya piel y facciones me corroboraban la idea. Un vampiro. Un vampiro, que por cierto, hablaba demasiado para serlo, pero no pude evitarlo, terminé sonriendo ante las palabras de aquella, que era como el clásico fenotipo de mujer: bella, vivaracha, hablantina. Intuitiva, porque sabía que yo mismo era un vampiro, quizá atraída por el olor de la sangre de aquella mujer a la que le acababa de dar muerte. Sea como fuere, mis ensoñaciones duraron un poco más, mientras la escuchaba, sonriendo de lado de una forma algo macabra, maléfica, como si en cualquier momento fuera a convertirme en una bestia.
-Y si os digo que estoy esperando el tren verdaderamente, ¿me creería? -seguí mirando hacia las vías, mirando el reloj. Ansiaba la llegada del tren de la medianoche, aquel que me haría volver a mi hogar. A mi ansiado y cálido hogar, que me mantendría oculto de la luz del sol durante los albores del amanecer. Miré al conserje pasar, para mirar luego a la dama. Le sonreí, sabía que esa era la presa suya, pero al notar que ella seguía ahí, sólo pude reír. Me estaba agradando bastante la compañía, aunque simplemente había salido de la nada. Estábamos solos, y supongo que parecíamos un par de amantes esperando su tren de regreso. A mi me convenía que pensaran eso, porque así no se darían cuenta del cadáver que ahora descansaba plácidamente para la eternidad, ni de que yo en mi abrigo y en mi portafolios traía objetos robados, que vendería con tal de conseguir monedas de oro para sobrevivir y divertirme en la ciudad del amor.
Luego, escuché su nombre completo, en un francés que pecaba de hermoso, y como siempre, no pude entender casi nada. Y más que hablaba realmente rápido, quedándome a la mitad de lo que ella me decía. Pero lograba entender lo que intentaba decirme, a lo que mis pausas al hablar eran largas, y supongo que ella se dio cuenta por la forma en la que me miraba, como si yo le desesperara. Sonreí, para corresponder con una reverencia suave.
-Keiji D'Albère- me presenté, para sonreírle y mirarla- Soy nuevo por la ciudad y...venga, quise conocer, pero ya sabe. El hambre me ha dominado- sonreí de nuevo, riendo quedamente, escuchando mi entonación del francés que me parecía a mi mismo muy graciosa. Sonreí, porque supe que no era el único vampiro joven y abandonado que tenía que aprenderlo todo solo, a lo que sólo la miré, ladeando el rostro.
-¿Qué edad tiene usted? Yo nací hace tres años- comenté, para mirar el ferrocarril a lo lejos, levantándome con una sonrisa. -Ha llegado- susurré, mirándole fijamente, como si la invitase a aliarnos y vagar por parís.
-Y si os digo que estoy esperando el tren verdaderamente, ¿me creería? -seguí mirando hacia las vías, mirando el reloj. Ansiaba la llegada del tren de la medianoche, aquel que me haría volver a mi hogar. A mi ansiado y cálido hogar, que me mantendría oculto de la luz del sol durante los albores del amanecer. Miré al conserje pasar, para mirar luego a la dama. Le sonreí, sabía que esa era la presa suya, pero al notar que ella seguía ahí, sólo pude reír. Me estaba agradando bastante la compañía, aunque simplemente había salido de la nada. Estábamos solos, y supongo que parecíamos un par de amantes esperando su tren de regreso. A mi me convenía que pensaran eso, porque así no se darían cuenta del cadáver que ahora descansaba plácidamente para la eternidad, ni de que yo en mi abrigo y en mi portafolios traía objetos robados, que vendería con tal de conseguir monedas de oro para sobrevivir y divertirme en la ciudad del amor.
Luego, escuché su nombre completo, en un francés que pecaba de hermoso, y como siempre, no pude entender casi nada. Y más que hablaba realmente rápido, quedándome a la mitad de lo que ella me decía. Pero lograba entender lo que intentaba decirme, a lo que mis pausas al hablar eran largas, y supongo que ella se dio cuenta por la forma en la que me miraba, como si yo le desesperara. Sonreí, para corresponder con una reverencia suave.
-Keiji D'Albère- me presenté, para sonreírle y mirarla- Soy nuevo por la ciudad y...venga, quise conocer, pero ya sabe. El hambre me ha dominado- sonreí de nuevo, riendo quedamente, escuchando mi entonación del francés que me parecía a mi mismo muy graciosa. Sonreí, porque supe que no era el único vampiro joven y abandonado que tenía que aprenderlo todo solo, a lo que sólo la miré, ladeando el rostro.
-¿Qué edad tiene usted? Yo nací hace tres años- comenté, para mirar el ferrocarril a lo lejos, levantándome con una sonrisa. -Ha llegado- susurré, mirándole fijamente, como si la invitase a aliarnos y vagar por parís.
Invitado- Invitado
Re: ¡Aliados! [Montserrat S. Brightman]
Resultaba más que indescriptible la expresión en su rostro tan angelical y al mismo tiempo tan... malevolo, tenía la certeza que era un vampiro solo y joven, donde con su mueca despiadada en cualquier momento podría transformarse en el monstruo que todo vampiro llevabamos dentro.
Sería mi juventud o quizás mi nueva libertad que me hacia exeder en la confianza al hablar con un completo desconocido o probablemente solo sea mi rebeldía y mi desobediencia a los modales que todos los vampiros tenían, insolencia que había empezado a manejar y practicar, no dejaba de hablar lo sé ¿Pero acaso hablando no se entiende la humanidad?.
Quede asombrada, simplemente esperaba el tren, quizá para marcharse a casa, fruncía el ceño y negaba con la cabeza esboce una sonrisa ligera y sin forzar -No, no puedo creerle, confío en todos y en nadie a la vez, más tratandose de vampiros- observaba el panoraba que ligeramente era iluminado por luna y estrellas sin señal alguna de que el tren viniese -Más bien creo que esta noche vino por instinto de sangre, es decir la mujer que reposa unos cuantos metros lejos de nosotros no creo que se halla desangrado por arte de magía ¿o sí?- tome una pausa -De cualquier forma habría muerto... si no lo hacía usted lo hacía yo- rei sutil y malevolamente.
El mismo después me explico que aquel asesinato más que planeado fue por propia causa del extasis de la sangre, Divina y presiada vida que en cada latido regalas el alimento de los vampiros, droga letal que a más de uno nos lleva a sacar a la bestia infernal de ojo fatal, le entendía perfectamente lo que sucedio aunque yo mataba por venganza más que por instinto.
Curioso miraba cuando hablaba, no sabía si se trataba por mi frances le resultara bien o un reverendo desastre, mi acento ingles constantemente me estorbaba, trataba de mirarle a los ojos a partandolos del lejano punto escondido de las vías, intentaba saber que era lo que pensaba o si realmente entendía lo que decía, solo descifraba o pro lo menos eso intentaba, mientras intentaba concentrarme también en los sonidos de la naturaleza nocturna, aquellos insectos cantando su melodía que a muchos podía aturdir, el silencio y la briza de noche en que el invierno podía sentirse a flor de piel, mantenía la sonrisa fija mi seriedad que había sido siempre latente en todo momento paracía que esta noche se había escabullido por un lugar desconocido.
-Kenji- susurré como de un secreto se tratase -Hermoso nombre ¿Oriental supongo?- pregunte curiosa -También yo he llegado hace unos cuantos meses a París, aquí el camino de mis creadores y el mío se cortaron, luchando cada noche por supervivencia- asentí con la cabeza, sin contestarle mi edad exacta pues de pronto mi vista giro hacía el sonido apresurado del ferrocarril, ese paso que se marcaba al pasr por entre las vías, escuche su silbido anunciado había llegado a recoger a aquel vampiro que tenía al lado, entonces era todo cierto, de verdad solo esperaba el tren y marcharse a un destino incierto para mí, estaba dispuesta a retirarme e ir por mi bocadillo antes de continuar mis andares por París, más la insinuación me asalto por sorpresa, observe el piso marmoleado y frio esperando en sus brillantez y tonos marrones me diera una respuesta, después observe el tren detinido frente a nosotros, dorado y rojo llevaba por pintura, cristales que dejaban ver los asientos vacíos y algunos otros ocupados, cerre los ojos suspirando, tomando finalmente mi determinación: -Si ha llegado- conteste seria, mientras miraba al cielo estrellado -Al parecer la noche es joven, apenas es media noche- voltee a verle -¿Por que no subimos a dar un pequeño paseo?,parece aún hay tiempo- le mire a los ojos, tomando la iniciativa de caminar lentamente a la puerta que abierta estaba para nosotros, volvían a escucharse mis tacones y su eco, el vacío y el silencio, la fragancia de la noche y de mi desconicido llegaban hasta mí, sonriendo alegre -Le parecerá un viaje de lo más peculiar el que realizará hoy, un vampiro de apenas tres años estará con otro de un solo año de eterna existencia- respondí finalmente a su pregunta -No tengo a nadie quién me espere o me extrañe, no tengo nada que perder si voy lejos- dije mientras subía por los tres cortos escalones que se dirigían a un hermoso vagón cuya iluminación era media perfecta y adecuada para vampiros como nosotros, entonces detuve el paso -Esta noche quizás podamos ser aliados aún no se para que exactamente, quizá para enfrentar los próximos minutos pues veo nuestros creadores a ambos no s han abandonado ¿o me equivoco?-...
Sería mi juventud o quizás mi nueva libertad que me hacia exeder en la confianza al hablar con un completo desconocido o probablemente solo sea mi rebeldía y mi desobediencia a los modales que todos los vampiros tenían, insolencia que había empezado a manejar y practicar, no dejaba de hablar lo sé ¿Pero acaso hablando no se entiende la humanidad?.
Quede asombrada, simplemente esperaba el tren, quizá para marcharse a casa, fruncía el ceño y negaba con la cabeza esboce una sonrisa ligera y sin forzar -No, no puedo creerle, confío en todos y en nadie a la vez, más tratandose de vampiros- observaba el panoraba que ligeramente era iluminado por luna y estrellas sin señal alguna de que el tren viniese -Más bien creo que esta noche vino por instinto de sangre, es decir la mujer que reposa unos cuantos metros lejos de nosotros no creo que se halla desangrado por arte de magía ¿o sí?- tome una pausa -De cualquier forma habría muerto... si no lo hacía usted lo hacía yo- rei sutil y malevolamente.
El mismo después me explico que aquel asesinato más que planeado fue por propia causa del extasis de la sangre, Divina y presiada vida que en cada latido regalas el alimento de los vampiros, droga letal que a más de uno nos lleva a sacar a la bestia infernal de ojo fatal, le entendía perfectamente lo que sucedio aunque yo mataba por venganza más que por instinto.
Curioso miraba cuando hablaba, no sabía si se trataba por mi frances le resultara bien o un reverendo desastre, mi acento ingles constantemente me estorbaba, trataba de mirarle a los ojos a partandolos del lejano punto escondido de las vías, intentaba saber que era lo que pensaba o si realmente entendía lo que decía, solo descifraba o pro lo menos eso intentaba, mientras intentaba concentrarme también en los sonidos de la naturaleza nocturna, aquellos insectos cantando su melodía que a muchos podía aturdir, el silencio y la briza de noche en que el invierno podía sentirse a flor de piel, mantenía la sonrisa fija mi seriedad que había sido siempre latente en todo momento paracía que esta noche se había escabullido por un lugar desconocido.
-Kenji- susurré como de un secreto se tratase -Hermoso nombre ¿Oriental supongo?- pregunte curiosa -También yo he llegado hace unos cuantos meses a París, aquí el camino de mis creadores y el mío se cortaron, luchando cada noche por supervivencia- asentí con la cabeza, sin contestarle mi edad exacta pues de pronto mi vista giro hacía el sonido apresurado del ferrocarril, ese paso que se marcaba al pasr por entre las vías, escuche su silbido anunciado había llegado a recoger a aquel vampiro que tenía al lado, entonces era todo cierto, de verdad solo esperaba el tren y marcharse a un destino incierto para mí, estaba dispuesta a retirarme e ir por mi bocadillo antes de continuar mis andares por París, más la insinuación me asalto por sorpresa, observe el piso marmoleado y frio esperando en sus brillantez y tonos marrones me diera una respuesta, después observe el tren detinido frente a nosotros, dorado y rojo llevaba por pintura, cristales que dejaban ver los asientos vacíos y algunos otros ocupados, cerre los ojos suspirando, tomando finalmente mi determinación: -Si ha llegado- conteste seria, mientras miraba al cielo estrellado -Al parecer la noche es joven, apenas es media noche- voltee a verle -¿Por que no subimos a dar un pequeño paseo?,parece aún hay tiempo- le mire a los ojos, tomando la iniciativa de caminar lentamente a la puerta que abierta estaba para nosotros, volvían a escucharse mis tacones y su eco, el vacío y el silencio, la fragancia de la noche y de mi desconicido llegaban hasta mí, sonriendo alegre -Le parecerá un viaje de lo más peculiar el que realizará hoy, un vampiro de apenas tres años estará con otro de un solo año de eterna existencia- respondí finalmente a su pregunta -No tengo a nadie quién me espere o me extrañe, no tengo nada que perder si voy lejos- dije mientras subía por los tres cortos escalones que se dirigían a un hermoso vagón cuya iluminación era media perfecta y adecuada para vampiros como nosotros, entonces detuve el paso -Esta noche quizás podamos ser aliados aún no se para que exactamente, quizá para enfrentar los próximos minutos pues veo nuestros creadores a ambos no s han abandonado ¿o me equivoco?-...
Montserrat Vasari- Vampiro Clase Media
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