AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Requiem por los condenados (Louis de Pointe du Lac y Montserrat S. Brightman)
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Requiem por los condenados (Louis de Pointe du Lac y Montserrat S. Brightman)
Una nueva noche se asomaba por las finas y antiguas callles parisinas, mis recuerdos seguían atormentandone cada vez más hasta el punto de querer perderme solo en el olvido, había pasado exactamente tres largas noches desde que la había vuelto a ver, si, a mi pequeño angel caido que con la misma rabia de su propia infierno me mando de su mundo al destierro.
Caminaba, volteaba de un lugar a otro, las calles empedradas infestadas de gente y parejas que colmaban de encantos esta noche que para mi era la primera de muchas sin ella, solo miraba a los humanos, a cada uno, de ellos, mas sin embargo no solía mirarlos como acostumbro hacer para escoger a mis debiles victimas, no, no era de esa manera como las veía, las veia con odio y rencor porque su felicidad yo no la poseia en mi inmortal vida.
Caminaba sin rumbo fijo, por un momento me detuve a ver la luna con la que alguna vez la vi esbozada, cerre los ojos y suspire profundamente, maldito orgullo el suyo y el mio, que tan facil era haber dicho lo siento tan sencillas palabras pero dificiles de decir incluso para los condenados.
Mas algo distrajo mi atención, en algun momento escuche su divino canto, abri los ojos y cuando dirigí la mirada era ella cantando en el glorioso "Teatrhes des vampires", aquel donde en mis siglos pasados debute junto con mi creador en este lugar y que por decadas fuimos sus dueños.
Sin pensar dos veces, logre entar a la obra, magnifica pero mas aun mas magnifica era ella, cantando un melancolico requiem para la muerte de un pobre mortal, solo negue con la cabeza, al ver que Montserrat se habia convertido en un ser indolente que ya no le importaba si los demas sufrian.
Desvie mi mirada, hacia los presentes, quienes miraban perplejos el asesinato de rojo carmesi que se presentaba ante sus ojos, en uno de los rincones del teatro se hayaba un vampiro, su tez no podía mentirme, tan blanca como la cal como inmortal y la expresión de melancilía de un mortal, en verdad era tan diferente, era especial, era atrayente y debía ser mío.
Nuevamente la ambición recorrio mis venas por tener a alguien que fuese un compañero que me diera "vida", regrese mi mirada a Montserrat y mi pensamiento se hizo mas potente "Amor y vida", los tendría ambos para mis fines, el plan parecía perfecto.
Decidí mirarle de nuevo y el volteo al instante, me miraba extrañado, yo no hacia mas que verle a sus ojos verdes esmeralda con seducción, eso en mi nunca fallaba, deje que la obra continuara hasta que llegará el fatidico final.
Los presentes comenzaron a marcharse, humanos, vampirosm licantropos, magos y otras criaturas abandonaron el lugar sin alguna palabra en su boca, la impresión de una muerte habia sido mucho, por lo menos para los humanos si es que en ellos existia la conciencia.
Los pasos de todos se escuchaban en aquellos finos pisos pulidos de madera que imperaban en el teatro, las luces bajaron su intencidad, el se retiraba, pero dispuesto a impedircelo me interpuse entre las escaleras y el camino de salida.
-Bonne nuit, monseuir- me incline soriendole de una forma delicada y sutil, el no pudo mas que detenerse y observarme de arriba a abajo, con cierta extrañesa -No tiene por que extrañarse, finjamos que nos conocemos desde hace mucho tiempo, así es como deben empezar las cosas entre vampiros-acomode mi cabello largo y de color negro hacia atras -Mi nombre es Stefano Rossi, vampiro desde hace unos cuantos siglos, recuerde mi nombre quizas en el futuro le sea util- dije mostrando algo de orgullo en mi voz,que tanto pensaba en esos momentos aquel ser que mudo parecia era algo que debía seber y su pasado es algo que debía indagar.
Mas no me había percatado que Montserrat se había quedado a contemplar la escena, solo nos miraba con esos ojos llenos de odio, mostreba enojo y ¿Celos?, solo asoto las partituras de su canción al piso y desaparecio tras adentrarse a las bambalinas.
-Con esta actitud creo que no es lugar para hablar no le parece, cualquiera pierde los estribos, abajo tendremos mas privacidad, venga y sigame, confie en mi por que quizas yo le sea de utilidad para las dudas que ahora vive y refleja en su faz-
Comentario bastante acertado para mis objetivos, hacerme indispensable era el primer paso, lo demas la circunstancias se encargarán.
Comenzamos a caminar, con paso pausado para que aquella criatura alcanzará mi paso, aun recordaba como llegar aquel recondito lugar donde se hayaba la privacidad necesaría, pronto bajamos escaleras de piedra algo grisaseas por los años, las puertas aun eran de madera algo deteriorda por el tiempo pero al final llegamos a donde quería que todo se desarrollara, aquel lugar con luces tenues, una chimenea y aquel viejo siilon de satín rojo como el carmín, apague unas cuantas velas y tome asiento, con una pose de lo mas relajada que pudiese existir.
-Bajo la luz adecuada todo es mejor ¿no cree?- rei sutilmente -Todo el tiempo se ha mantenido callado y eso no es agrable para mi gusto, las cosas no deben de empezar, así- negue con la cabeza -Comenzemos a presentarnos, -¿Cual es su nombre y cuando moriste?- dije con algo de cinismo, mientras le observaba a el de pie, frente a mí, con las manos entrelasadas, solo analizando el lugar y luego a mi, parecia era esta experiencia algo.. nueva, mas sabía que si habia decido caer en mi treta era seguramente porque aun tenia dudas sobre la inmortalidad que nunca fueron aclaradas,con esta circunstancia ahora el destino me favorece y la suerte parece comienza a soreirme...
Caminaba, volteaba de un lugar a otro, las calles empedradas infestadas de gente y parejas que colmaban de encantos esta noche que para mi era la primera de muchas sin ella, solo miraba a los humanos, a cada uno, de ellos, mas sin embargo no solía mirarlos como acostumbro hacer para escoger a mis debiles victimas, no, no era de esa manera como las veía, las veia con odio y rencor porque su felicidad yo no la poseia en mi inmortal vida.
Caminaba sin rumbo fijo, por un momento me detuve a ver la luna con la que alguna vez la vi esbozada, cerre los ojos y suspire profundamente, maldito orgullo el suyo y el mio, que tan facil era haber dicho lo siento tan sencillas palabras pero dificiles de decir incluso para los condenados.
Mas algo distrajo mi atención, en algun momento escuche su divino canto, abri los ojos y cuando dirigí la mirada era ella cantando en el glorioso "Teatrhes des vampires", aquel donde en mis siglos pasados debute junto con mi creador en este lugar y que por decadas fuimos sus dueños.
Sin pensar dos veces, logre entar a la obra, magnifica pero mas aun mas magnifica era ella, cantando un melancolico requiem para la muerte de un pobre mortal, solo negue con la cabeza, al ver que Montserrat se habia convertido en un ser indolente que ya no le importaba si los demas sufrian.
Desvie mi mirada, hacia los presentes, quienes miraban perplejos el asesinato de rojo carmesi que se presentaba ante sus ojos, en uno de los rincones del teatro se hayaba un vampiro, su tez no podía mentirme, tan blanca como la cal como inmortal y la expresión de melancilía de un mortal, en verdad era tan diferente, era especial, era atrayente y debía ser mío.
Nuevamente la ambición recorrio mis venas por tener a alguien que fuese un compañero que me diera "vida", regrese mi mirada a Montserrat y mi pensamiento se hizo mas potente "Amor y vida", los tendría ambos para mis fines, el plan parecía perfecto.
Decidí mirarle de nuevo y el volteo al instante, me miraba extrañado, yo no hacia mas que verle a sus ojos verdes esmeralda con seducción, eso en mi nunca fallaba, deje que la obra continuara hasta que llegará el fatidico final.
Los presentes comenzaron a marcharse, humanos, vampirosm licantropos, magos y otras criaturas abandonaron el lugar sin alguna palabra en su boca, la impresión de una muerte habia sido mucho, por lo menos para los humanos si es que en ellos existia la conciencia.
Los pasos de todos se escuchaban en aquellos finos pisos pulidos de madera que imperaban en el teatro, las luces bajaron su intencidad, el se retiraba, pero dispuesto a impedircelo me interpuse entre las escaleras y el camino de salida.
-Bonne nuit, monseuir- me incline soriendole de una forma delicada y sutil, el no pudo mas que detenerse y observarme de arriba a abajo, con cierta extrañesa -No tiene por que extrañarse, finjamos que nos conocemos desde hace mucho tiempo, así es como deben empezar las cosas entre vampiros-acomode mi cabello largo y de color negro hacia atras -Mi nombre es Stefano Rossi, vampiro desde hace unos cuantos siglos, recuerde mi nombre quizas en el futuro le sea util- dije mostrando algo de orgullo en mi voz,que tanto pensaba en esos momentos aquel ser que mudo parecia era algo que debía seber y su pasado es algo que debía indagar.
Mas no me había percatado que Montserrat se había quedado a contemplar la escena, solo nos miraba con esos ojos llenos de odio, mostreba enojo y ¿Celos?, solo asoto las partituras de su canción al piso y desaparecio tras adentrarse a las bambalinas.
-Con esta actitud creo que no es lugar para hablar no le parece, cualquiera pierde los estribos, abajo tendremos mas privacidad, venga y sigame, confie en mi por que quizas yo le sea de utilidad para las dudas que ahora vive y refleja en su faz-
Comentario bastante acertado para mis objetivos, hacerme indispensable era el primer paso, lo demas la circunstancias se encargarán.
Comenzamos a caminar, con paso pausado para que aquella criatura alcanzará mi paso, aun recordaba como llegar aquel recondito lugar donde se hayaba la privacidad necesaría, pronto bajamos escaleras de piedra algo grisaseas por los años, las puertas aun eran de madera algo deteriorda por el tiempo pero al final llegamos a donde quería que todo se desarrollara, aquel lugar con luces tenues, una chimenea y aquel viejo siilon de satín rojo como el carmín, apague unas cuantas velas y tome asiento, con una pose de lo mas relajada que pudiese existir.
-Bajo la luz adecuada todo es mejor ¿no cree?- rei sutilmente -Todo el tiempo se ha mantenido callado y eso no es agrable para mi gusto, las cosas no deben de empezar, así- negue con la cabeza -Comenzemos a presentarnos, -¿Cual es su nombre y cuando moriste?- dije con algo de cinismo, mientras le observaba a el de pie, frente a mí, con las manos entrelasadas, solo analizando el lugar y luego a mi, parecia era esta experiencia algo.. nueva, mas sabía que si habia decido caer en mi treta era seguramente porque aun tenia dudas sobre la inmortalidad que nunca fueron aclaradas,con esta circunstancia ahora el destino me favorece y la suerte parece comienza a soreirme...
Stefano Rossi- Vampiro Clase Alta
- Mensajes : 67
Fecha de inscripción : 22/08/2011
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Re: Requiem por los condenados (Louis de Pointe du Lac y Montserrat S. Brightman)
El ser un vampiro no había logrado matar esa parte humana que Louis poseía, esa misma que salía a flote en cada oportunidad, empecinada de tomar protagonismo en su vida; esa misma que había sido la principal causante de que Lestat, su creador, lo hubiese tomado esa noche en la que el desdichado humano que había sido años atrás había puesto su vida ante el vampiro en charola de plata. Todo había sido lógico, Louis se la había ofrecido y el la había tomado, eso hacían los vampiros después de todo. Mientras caminaba recordaba esa noche en la que había perdido la vida y otra le había sido otorgada, intentaba no evocar tales recuerdos, pero le era casi inútil. Con pasos sordos recorría las empedradas calles de la bella París, contemplando la ciudad que se abría paso ante sus ojos: la nieve blanca que caía en pequeños copos, las chimeneas que se habían vestido de blanco al igual que los techos de cada vivienda, rica o pobre por igual; las campanas de las iglesias que por ser de noche se encontraban dormidas. Todo en la ciudad era hermoso y por un momento la belleza parisina logró evaporar los tortuosos recuerdos. Debían ser casi las once de la noche porque la gente aun circulaba por las calles. Louis se dirigía al Théâtre des Vampires, el sitio donde había estado dos noches atrás, momento en el que se había suscitado un inesperado encuentro entre él, su creador y la madre de este. Todo había sido tan extraño, tan maravilloso y terrorífico por igual, finalmente Louis había salido huyendo, negándose –y negándole- la oportunidad de entablar alguna merecida conversación a los presentes esa noche. Sin duda había actuado como un estúpido y ahora quería repararlo. Sabía que si verdaderamente quería conocer un poco más del origen del vampirismo tenía que ser por boca de otros de sus iguales y en ese teatro había muchos, decenas, tal vez más.
Mientras caminaba rumbo a su destino, escuchó una voz. Lánguida y susurrante, la voz le rogaba. Louis se detuvo en medio de la oscuridad de aquella calle oscura y desolada y gracias a una farola lejana que iluminaba fue que pudo darse cuenta de la figura que yacía justo frente a él, una figura encorvada, oscura, una figura alta. La figura viajó entre las sombras y finalmente reveló su identidad: se trataba de un hombre de apariencia senil que se arrastraba hasta el vampiro y sobre su gastado y pútrido abrigo figuraba un enorme círculo color guinda, estaba herido. Cuando menos esperó, las manos del hombre se habían cerrado en la solapa de su abrigo, acortando la distancia y le rogaba. «Ayúdeme, ayúdeme.», le insistía, desesperado, con el rostro blancuzco y demacrado, posiblemente a causa de la herida que tenía en el tórax. Ante aquella cercanía Louis advirtió de inmediato el hedor insoportable que el hombre despedía, como el de un montón de ropa vieja pudriéndose en una habitación húmeda; pero el verdadero aroma que le pegó de lleno y lo hizo tambalearse fue el de la sangre fresca que aún brotaba de aquella herida. Louis se echó hacia atrás, miró a los ojos al hombre que le imploraba un poco de misericordia, en el fondo Louis sentía la necesidad de pedirle una explicación, de preguntarle que había sido lo que le había ocurrido para estar en aquella situación, pero las palabras permanecían cautivas en su garganta, el olor, ¡ese olor!, era demasiado. Se liberó de las manos del hombre y este cayó de rodillas al piso, Louis se apartó, continuó mirándolo, con la respiración alterada a causa de la avasallante necesidad que estaba sintiendo por lanzarse sobre el cuello de ese vagabundo malherido. Pero se contuvo, salió huyendo y lo dejó a su suerte. Mientras huía a pasos agigantados supo que probablemente el hombre moriría en esa calle o tal vez en otra, si es que lograba arrastrarse, y sabía que sería su culpa; una muerte más para su conciencia. Se despreció a sí mismo de la misma forma en que se había despreciado antes, mil veces, toda la vida. Llegó al teatro.
Las puertas le fueron abiertas y se adentró sin dudarlo, cuando caminó por el pasillo aún tenía el rostro contrariado a causa del reciente suceso con el vagabundo, pero logró mantenerse sosiego y tomó asiento. Disfrutó de la obra, o más bien, fingió que lo hacía; el vagabundo seguía en su cabeza y el aroma a sangre aún lo tenía en la garganta. Los aplausos se hicieron escuchar y Louis volvió a la realidad, se dio cuenta de que había llegado tarde, de que la función había terminado y ya todos se marchaban. Se puso de pie de manera automática, con movimientos espontáneos pero igualmente elegantes y caminó a través de las escaleras dispuesto a salir del recinto. Un hombre de cabellera negra y larga hasta la espalda se interpuso en su camino, impidiéndole salir o invitándole a quedarse. El extraño le habló de una manera sumamente gentil, tan gentil que era casi imposible no sentirse incómodo, pero extrañamente Louis sintió lo contrario. El hombre moreno le hizo saber su nombre, le hizo saber su naturaleza y también que conocía a la bella dama que aún estaba en el escenario, misma que minutos antes había efectuado el más bello de los cantos y que ahora se marchaba lanzándole una mirada envenenada… ¿a él? Se sintió extrañado por la reacción de la mujer, quiso preguntarle a Stefano la razón, pero se contuvo o más bien le fue imposible. El hombre le hablaba de resolver sus dudas, ¿lo haría?, ¿era posible que finalmente hubiese encontrado al indicado para ello? Verdad o no, Louis no se quedaría con la duda. Lo siguió, hizo caso a su invitación y ambos bajaron a lo que parecía ser el corazón de aquel tétrico sitio. Mientras bajaba las escaleras con Stefano como guía, Louis pudo ver una serie de ataúdes colocados a lo largo y ancho de una habitación, tenía la impresión de estar en un funeral grotesco, donde los muertos desfilaban enfundados en elegantes trajes y vestidos alrededor de sus aposentos y todos le dirigían la mirada. Louis desvió sus ojos, se concentró en las indicaciones que su anfitrión le hacía y cuando menos esperó estaban dentro de lo que parecía ser una oficina. El lugar estaba oscuro, la chimenea encendida era lo único que iluminaba, brindaba la luz suficiente para dos vampiros, para reconocerse en la oscuridad. El vampiro de cabellera larga y oscura tomó asiento, entornó sus ojos y le lanzó un par de preguntas. Louis no respondió inmediatamente, en lugar de eso se dedicó a observar aquella habitación, el terciopelo rojo de los muebles, el escritorio victoriano hecho de madera fina, el humo de las velas que Stefano acababa de apagar; daba la impresión de que cualquier detalle le parecía fascinante, los contemplaba como lo haría un niño.
- ¿Es usted el líder de este…lugar? – Le costó encontrar la palabra correcta para definir ese sitio que le había parecido una aberración desde el primer día en que lo había pisado. - Stefano Rossi, ¿qué significa ese nombre? Y la mujer del escenario que ha lanzado una mirada colérica hacia mí, ¿quién es? – Se devolvió la mirada pero jamás tomó asiento, continuó caminando a través de la habitación, con pasos lentos e intuitivos. Louis se acercó al escritorio del vampiro y analizó la gran biblioteca que se encontraba detrás del asiento, pudo ver un sin fin de títulos relativos a toda clase de literatura, pero ninguna relacionada a lo que él realmente buscaba conocer. – No se altere, esas son tan sólo las preguntas fáciles, las demás vendrán después. – Le sentenció. En algún punto se sintió confiado en la compañía de ese hombre, tenía la impresión de que era distinto a Lestat, que él sí estaba dispuesto a hablar, lo veía en sus ojos negros que lo estudiaban. – Me ha traído hasta aquí, supongo que me ha entregado el derecho de ser yo quién haga las preguntas y supongo que tiene la intención de responderlas. - Caminó nuevamente hasta donde Stefano se encontraba y se mantuvo de pie frente a él, sin la más mínima intención de sentarse. - Hábleme, hábleme de usted, hágame saber a lo que me enfrento y tal vez entonces le haga saber a lo que se enfrenta usted. - «A un vampiro estúpido que ha dejado morir a un hombre indefenso en un callejón y que siente culpa. A un vampiro que tiene que huir cada vez, tan sólo por no poder controlarse», completó en su mente. Esperó a que sus primeras preguntas fueran respondidas.
Mientras caminaba rumbo a su destino, escuchó una voz. Lánguida y susurrante, la voz le rogaba. Louis se detuvo en medio de la oscuridad de aquella calle oscura y desolada y gracias a una farola lejana que iluminaba fue que pudo darse cuenta de la figura que yacía justo frente a él, una figura encorvada, oscura, una figura alta. La figura viajó entre las sombras y finalmente reveló su identidad: se trataba de un hombre de apariencia senil que se arrastraba hasta el vampiro y sobre su gastado y pútrido abrigo figuraba un enorme círculo color guinda, estaba herido. Cuando menos esperó, las manos del hombre se habían cerrado en la solapa de su abrigo, acortando la distancia y le rogaba. «Ayúdeme, ayúdeme.», le insistía, desesperado, con el rostro blancuzco y demacrado, posiblemente a causa de la herida que tenía en el tórax. Ante aquella cercanía Louis advirtió de inmediato el hedor insoportable que el hombre despedía, como el de un montón de ropa vieja pudriéndose en una habitación húmeda; pero el verdadero aroma que le pegó de lleno y lo hizo tambalearse fue el de la sangre fresca que aún brotaba de aquella herida. Louis se echó hacia atrás, miró a los ojos al hombre que le imploraba un poco de misericordia, en el fondo Louis sentía la necesidad de pedirle una explicación, de preguntarle que había sido lo que le había ocurrido para estar en aquella situación, pero las palabras permanecían cautivas en su garganta, el olor, ¡ese olor!, era demasiado. Se liberó de las manos del hombre y este cayó de rodillas al piso, Louis se apartó, continuó mirándolo, con la respiración alterada a causa de la avasallante necesidad que estaba sintiendo por lanzarse sobre el cuello de ese vagabundo malherido. Pero se contuvo, salió huyendo y lo dejó a su suerte. Mientras huía a pasos agigantados supo que probablemente el hombre moriría en esa calle o tal vez en otra, si es que lograba arrastrarse, y sabía que sería su culpa; una muerte más para su conciencia. Se despreció a sí mismo de la misma forma en que se había despreciado antes, mil veces, toda la vida. Llegó al teatro.
Las puertas le fueron abiertas y se adentró sin dudarlo, cuando caminó por el pasillo aún tenía el rostro contrariado a causa del reciente suceso con el vagabundo, pero logró mantenerse sosiego y tomó asiento. Disfrutó de la obra, o más bien, fingió que lo hacía; el vagabundo seguía en su cabeza y el aroma a sangre aún lo tenía en la garganta. Los aplausos se hicieron escuchar y Louis volvió a la realidad, se dio cuenta de que había llegado tarde, de que la función había terminado y ya todos se marchaban. Se puso de pie de manera automática, con movimientos espontáneos pero igualmente elegantes y caminó a través de las escaleras dispuesto a salir del recinto. Un hombre de cabellera negra y larga hasta la espalda se interpuso en su camino, impidiéndole salir o invitándole a quedarse. El extraño le habló de una manera sumamente gentil, tan gentil que era casi imposible no sentirse incómodo, pero extrañamente Louis sintió lo contrario. El hombre moreno le hizo saber su nombre, le hizo saber su naturaleza y también que conocía a la bella dama que aún estaba en el escenario, misma que minutos antes había efectuado el más bello de los cantos y que ahora se marchaba lanzándole una mirada envenenada… ¿a él? Se sintió extrañado por la reacción de la mujer, quiso preguntarle a Stefano la razón, pero se contuvo o más bien le fue imposible. El hombre le hablaba de resolver sus dudas, ¿lo haría?, ¿era posible que finalmente hubiese encontrado al indicado para ello? Verdad o no, Louis no se quedaría con la duda. Lo siguió, hizo caso a su invitación y ambos bajaron a lo que parecía ser el corazón de aquel tétrico sitio. Mientras bajaba las escaleras con Stefano como guía, Louis pudo ver una serie de ataúdes colocados a lo largo y ancho de una habitación, tenía la impresión de estar en un funeral grotesco, donde los muertos desfilaban enfundados en elegantes trajes y vestidos alrededor de sus aposentos y todos le dirigían la mirada. Louis desvió sus ojos, se concentró en las indicaciones que su anfitrión le hacía y cuando menos esperó estaban dentro de lo que parecía ser una oficina. El lugar estaba oscuro, la chimenea encendida era lo único que iluminaba, brindaba la luz suficiente para dos vampiros, para reconocerse en la oscuridad. El vampiro de cabellera larga y oscura tomó asiento, entornó sus ojos y le lanzó un par de preguntas. Louis no respondió inmediatamente, en lugar de eso se dedicó a observar aquella habitación, el terciopelo rojo de los muebles, el escritorio victoriano hecho de madera fina, el humo de las velas que Stefano acababa de apagar; daba la impresión de que cualquier detalle le parecía fascinante, los contemplaba como lo haría un niño.
- ¿Es usted el líder de este…lugar? – Le costó encontrar la palabra correcta para definir ese sitio que le había parecido una aberración desde el primer día en que lo había pisado. - Stefano Rossi, ¿qué significa ese nombre? Y la mujer del escenario que ha lanzado una mirada colérica hacia mí, ¿quién es? – Se devolvió la mirada pero jamás tomó asiento, continuó caminando a través de la habitación, con pasos lentos e intuitivos. Louis se acercó al escritorio del vampiro y analizó la gran biblioteca que se encontraba detrás del asiento, pudo ver un sin fin de títulos relativos a toda clase de literatura, pero ninguna relacionada a lo que él realmente buscaba conocer. – No se altere, esas son tan sólo las preguntas fáciles, las demás vendrán después. – Le sentenció. En algún punto se sintió confiado en la compañía de ese hombre, tenía la impresión de que era distinto a Lestat, que él sí estaba dispuesto a hablar, lo veía en sus ojos negros que lo estudiaban. – Me ha traído hasta aquí, supongo que me ha entregado el derecho de ser yo quién haga las preguntas y supongo que tiene la intención de responderlas. - Caminó nuevamente hasta donde Stefano se encontraba y se mantuvo de pie frente a él, sin la más mínima intención de sentarse. - Hábleme, hábleme de usted, hágame saber a lo que me enfrento y tal vez entonces le haga saber a lo que se enfrenta usted. - «A un vampiro estúpido que ha dejado morir a un hombre indefenso en un callejón y que siente culpa. A un vampiro que tiene que huir cada vez, tan sólo por no poder controlarse», completó en su mente. Esperó a que sus primeras preguntas fueran respondidas.
Off: Disculpen la demora, procurare que no vuelva a ocurrir.
Greco Romagnoli- Mensajes : 19
Fecha de inscripción : 12/04/2011
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Re: Requiem por los condenados (Louis de Pointe du Lac y Montserrat S. Brightman)
Mi canto que desprendían aquellas notas que mi voz aniñada interpretaba llegaba hasta los rincones más antiguos y olvidados del theatres des vampires, y embelesaba a cada uno de los presentes fuera humanos o no, así fueran vestidos para la ocasión o simplemente curiosos que habían aprovechado la oportunidad de estar en los alrededores para descubrir qué clase de espectáculo allí se representaba, todo esto lo podía ver, lo podía sentir mientras estaba postrada en el escenario de decoración antigua con un toque de madera en el piso del estrado.
Aquella melodía que llevaba por título “Réquiem por los condenados” no era más que el reflejo de lo que mis palabras presas por el orgullo quisieran decirle a él, a mi creador Stefano, quién hace poco vino en mi búsqueda dispuesto a llevarme a casa, mi pensamiento no duro mucho, pues allí estaba sentado en medio de toda la multitud, nuestras miradas parecían encontrarse, ambas miradas estaban fijas unas a otras, diciéndose sin palabras el deseo y el odio que sus dueños parecían tener por el que tenían en frente, pero como siempre mi arte para mí era más importante decidí entonces evadir y entregarme por completo a la música cuyas notas finales estaban por tocarse marcando un desenlace oscuro y de ensueño para la presentación de esta noche, así el telón cerrándose ligeramente , dio la pauta para que los presentes comenzarán a retirarse, mientras yo aún contemplaba las partituras y olía en cada alma los pecado que aquella noche pensaban cometer, pensaba todos se habían retirado cuando escuche su voz, si esa voz era de Stefano, pero sus palabras tan gentiles y atentas no estaban dirigidas a mí, allí estaba en la entrada impidiendo que un joven saliera de aquel recinto.
Un joven de complexión media, cabello castaño que le caía hasta los hombros y esos verdes aguas que mostraban la melancolía dentro de su ser, definitivamente era un vampiro, un vampiro que acaparaba toda la atención de Stefano, que parecía atraerle profundamente, lo único que pensaba en aquellos momentos era << ¿Quién demonios era aquel hombre que había embelesado a tal magnitud a Stefano?>> la duda me comía por dentro y el coraje me quemaba por dentro, no era coraje proveniente de los celos, más bien era… pues bien era… simple envidia que la costumbre había plantado en mí sobre las atenciones que mi creador siempre tuvo conmigo y que hoy parecía haber perdido.
Allí estaba, sin que los dos se dieran cuenta, atenta y callada escuchando una a una cada palabra, cada sonido y cada gesto, tan entretenido estaba aquel hombre que ni siquiera se había percatado de mi presencia en el escenario, su mirada ya no chocaba con la mía, eso me enfureció más que cualquier otra cosa, indignada arroje las hojas al piso y con paso firme corrí tras bambalinas.
Después de unos minutos de caminata entre penumbras y maderas con olor a añejo me pregunte <<¿Por qué era que debía sentir coraje ante la acción de Stefano con ese vampiro, si después de todo yo había renunciado a toda vida y compañía con él?>>, suspire unos momentos recargándome en la puerta de la oficina principal, cerrando los ojos y negando con la cabeza seguía meditando, el silencio que normalmente solía haber dentro de esa habitación era interrumpido por dos voces, eran de ellos, abrí los ojos de inmediato, convirtiéndome en la más sigilosas de las criaturas escuchaba atentamente la plática, si bien era verdad que Stefano había sido líder de ese grupo dos siglos atrás, ahora ya no tenía el más mínimo derecho de hurtar en la oficina del nuevo líder, según las renovadas reglas, él lo sabía pero parecía ignorar toda norma por tratarse de ese ser a quién momentos antes ofreció asiento y que el de la manera más discreta rechazaba caminando por todo el cuarto, podía escucharle sus pasos, aquel sonido provocado entre el zapato y el piso, un rechinido de inmobiliario al andar, sabía explorar el lugar, la pregunta era ¿Por qué motivo?, si aquel vampiro de cabello castaño parecía ser mayor de un año para tener suficiente curiosidad.
Pensaba retirarme, ¡Qué diablos me importaba su plática, pues lo único que lograba era mi coraje inexplicable!, más de repente ese desconocido pregunto por mí y por mi mirada, ¿Qué le diría Stefano?, seguramente miles de mentiras menos las verdades, además yo no necesitaba de personas que tuvieran el atrevimiento de presentarme ante otros, siempre terminaban por dibujarte con trazos que no era ciertos en lienzo de tu persona, de tu vida, sin pedir permiso o tener algún tipo de atención alguna entre en la habitación interrumpiéndolos, los dos quedaron putrefactos , mirando hacia la puerta que se había abierto bruscamente, camine despacio hasta llegar en medio de la habitación de poca iluminación y de elegante y detallado decorado en cientos de materiales con colores diversos, acomode mi vestido rojo carmesí delicadamente –Esa dama que le ha brindado tal mirada lleva por nombre Montserrat Shapplin Brightman, un nombre común como lo es el de Stefano Rossi, y que no representa significado alguna más que de ocultar tiempos pasados , ¿cierto Stefano?- indague a Stefano con tono sarcástico, mientras miraba fijamente a ese vampiro cuyos ojos reflejaban maravilla y sorpresa, camine en dirección a el sonriendo, ocultando las enormes ganas que tenía de refutarle todo lo acontecido en ese pequeño lapso –¿No le parece monsieur, que su última frase se tiño de un color amenazante?- asentí con la cabeza deteniéndome por un momento, después caminando empecé a dar vueltas alrededor suyo –Por qué a mí parece que usted no es nada a lo que debamos temer, al contrario preguntas sencillas, miradas maravilladas solo me dan a entender que usted es un vampiro que empieza a conocer del verdadero tormento de las noches eternas, llevando la melancolía y el remordimiento a cuestas- termine mi caminata deteniéndome frente de él, lo observe de arriba a abajo, continúe caminando dándole la espalda –Tanta curiosidad como la que usted posee, sería digna de un neófito, no de alguien que tiene la imagen de ser mucho mayor que eso ¿Acaso usted no aprendió nada de su mentor, o del tiempo que nos es eterno?- detuve mi paso, con la cabeza baja -¿Qué es lo buscas aquí en París,ya que por tu acento podría asegurar
que no eres nativo deeste lugar, que es lo que deseas aprender, saber o
descubrir con Stefano?, si tienes preguntas más complicadas que hacer,
hazlas ya, porque tarde o temprano los antiguos siempre terminan por abandonarte cuando tus dudas son tantas que la única salida que encuentras es la humanidad cargándola en tus espaldas- suspire dándole la cara -¿Tienes un nombre o hasta eso desconoces?, anda habla ¿o el gato te ha comido la lengua?- ,mi sonrisa se borro dejando ver únicamente mi seriedad y mi frialdad -Aquí entre los tres intentaremos aclarar dudas nacidas de la vida eterna y duradera, pintando en el pentagrama las notas faltantes a nuestra melodía para completar un bello réquiem para los condenados, él cual los tres sepamos interpretar, cantar el conocimiento al mundo entero- guarde silencio -¿Entonces cuáles son tus dudas, empezarás por las sencillas, las complicadas o por las conciernen a mi entrometida presencia en este encuentro casual?- no sabía bien si en mis palabras mostraba enojo, si había sido descortés o no, lo que más quería que aquel ser, quién fuere realizará sus preguntas y se marchase, demasiada competencia, la atención debía ser mía, no por celos, acordaos de eso, sino por costumbre, simple costumbre….
Aquella melodía que llevaba por título “Réquiem por los condenados” no era más que el reflejo de lo que mis palabras presas por el orgullo quisieran decirle a él, a mi creador Stefano, quién hace poco vino en mi búsqueda dispuesto a llevarme a casa, mi pensamiento no duro mucho, pues allí estaba sentado en medio de toda la multitud, nuestras miradas parecían encontrarse, ambas miradas estaban fijas unas a otras, diciéndose sin palabras el deseo y el odio que sus dueños parecían tener por el que tenían en frente, pero como siempre mi arte para mí era más importante decidí entonces evadir y entregarme por completo a la música cuyas notas finales estaban por tocarse marcando un desenlace oscuro y de ensueño para la presentación de esta noche, así el telón cerrándose ligeramente , dio la pauta para que los presentes comenzarán a retirarse, mientras yo aún contemplaba las partituras y olía en cada alma los pecado que aquella noche pensaban cometer, pensaba todos se habían retirado cuando escuche su voz, si esa voz era de Stefano, pero sus palabras tan gentiles y atentas no estaban dirigidas a mí, allí estaba en la entrada impidiendo que un joven saliera de aquel recinto.
Un joven de complexión media, cabello castaño que le caía hasta los hombros y esos verdes aguas que mostraban la melancolía dentro de su ser, definitivamente era un vampiro, un vampiro que acaparaba toda la atención de Stefano, que parecía atraerle profundamente, lo único que pensaba en aquellos momentos era << ¿Quién demonios era aquel hombre que había embelesado a tal magnitud a Stefano?>> la duda me comía por dentro y el coraje me quemaba por dentro, no era coraje proveniente de los celos, más bien era… pues bien era… simple envidia que la costumbre había plantado en mí sobre las atenciones que mi creador siempre tuvo conmigo y que hoy parecía haber perdido.
Allí estaba, sin que los dos se dieran cuenta, atenta y callada escuchando una a una cada palabra, cada sonido y cada gesto, tan entretenido estaba aquel hombre que ni siquiera se había percatado de mi presencia en el escenario, su mirada ya no chocaba con la mía, eso me enfureció más que cualquier otra cosa, indignada arroje las hojas al piso y con paso firme corrí tras bambalinas.
Después de unos minutos de caminata entre penumbras y maderas con olor a añejo me pregunte <<¿Por qué era que debía sentir coraje ante la acción de Stefano con ese vampiro, si después de todo yo había renunciado a toda vida y compañía con él?>>, suspire unos momentos recargándome en la puerta de la oficina principal, cerrando los ojos y negando con la cabeza seguía meditando, el silencio que normalmente solía haber dentro de esa habitación era interrumpido por dos voces, eran de ellos, abrí los ojos de inmediato, convirtiéndome en la más sigilosas de las criaturas escuchaba atentamente la plática, si bien era verdad que Stefano había sido líder de ese grupo dos siglos atrás, ahora ya no tenía el más mínimo derecho de hurtar en la oficina del nuevo líder, según las renovadas reglas, él lo sabía pero parecía ignorar toda norma por tratarse de ese ser a quién momentos antes ofreció asiento y que el de la manera más discreta rechazaba caminando por todo el cuarto, podía escucharle sus pasos, aquel sonido provocado entre el zapato y el piso, un rechinido de inmobiliario al andar, sabía explorar el lugar, la pregunta era ¿Por qué motivo?, si aquel vampiro de cabello castaño parecía ser mayor de un año para tener suficiente curiosidad.
Pensaba retirarme, ¡Qué diablos me importaba su plática, pues lo único que lograba era mi coraje inexplicable!, más de repente ese desconocido pregunto por mí y por mi mirada, ¿Qué le diría Stefano?, seguramente miles de mentiras menos las verdades, además yo no necesitaba de personas que tuvieran el atrevimiento de presentarme ante otros, siempre terminaban por dibujarte con trazos que no era ciertos en lienzo de tu persona, de tu vida, sin pedir permiso o tener algún tipo de atención alguna entre en la habitación interrumpiéndolos, los dos quedaron putrefactos , mirando hacia la puerta que se había abierto bruscamente, camine despacio hasta llegar en medio de la habitación de poca iluminación y de elegante y detallado decorado en cientos de materiales con colores diversos, acomode mi vestido rojo carmesí delicadamente –Esa dama que le ha brindado tal mirada lleva por nombre Montserrat Shapplin Brightman, un nombre común como lo es el de Stefano Rossi, y que no representa significado alguna más que de ocultar tiempos pasados , ¿cierto Stefano?- indague a Stefano con tono sarcástico, mientras miraba fijamente a ese vampiro cuyos ojos reflejaban maravilla y sorpresa, camine en dirección a el sonriendo, ocultando las enormes ganas que tenía de refutarle todo lo acontecido en ese pequeño lapso –¿No le parece monsieur, que su última frase se tiño de un color amenazante?- asentí con la cabeza deteniéndome por un momento, después caminando empecé a dar vueltas alrededor suyo –Por qué a mí parece que usted no es nada a lo que debamos temer, al contrario preguntas sencillas, miradas maravilladas solo me dan a entender que usted es un vampiro que empieza a conocer del verdadero tormento de las noches eternas, llevando la melancolía y el remordimiento a cuestas- termine mi caminata deteniéndome frente de él, lo observe de arriba a abajo, continúe caminando dándole la espalda –Tanta curiosidad como la que usted posee, sería digna de un neófito, no de alguien que tiene la imagen de ser mucho mayor que eso ¿Acaso usted no aprendió nada de su mentor, o del tiempo que nos es eterno?- detuve mi paso, con la cabeza baja -¿Qué es lo buscas aquí en París,ya que por tu acento podría asegurar
que no eres nativo deeste lugar, que es lo que deseas aprender, saber o
descubrir con Stefano?, si tienes preguntas más complicadas que hacer,
hazlas ya, porque tarde o temprano los antiguos siempre terminan por abandonarte cuando tus dudas son tantas que la única salida que encuentras es la humanidad cargándola en tus espaldas- suspire dándole la cara -¿Tienes un nombre o hasta eso desconoces?, anda habla ¿o el gato te ha comido la lengua?- ,mi sonrisa se borro dejando ver únicamente mi seriedad y mi frialdad -Aquí entre los tres intentaremos aclarar dudas nacidas de la vida eterna y duradera, pintando en el pentagrama las notas faltantes a nuestra melodía para completar un bello réquiem para los condenados, él cual los tres sepamos interpretar, cantar el conocimiento al mundo entero- guarde silencio -¿Entonces cuáles son tus dudas, empezarás por las sencillas, las complicadas o por las conciernen a mi entrometida presencia en este encuentro casual?- no sabía bien si en mis palabras mostraba enojo, si había sido descortés o no, lo que más quería que aquel ser, quién fuere realizará sus preguntas y se marchase, demasiada competencia, la atención debía ser mía, no por celos, acordaos de eso, sino por costumbre, simple costumbre….
Montserrat Vasari- Vampiro Clase Media
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Re: Requiem por los condenados (Louis de Pointe du Lac y Montserrat S. Brightman)
Debía suponer que Montserrat no dejaría que tuviera privacidad con aquel caballero, su repentina intervención nos tomo por sorpresa, estaba molesta, quizás celosa de ese bello vampiro que habia robado mi atención, aquel que ahora atacaba con indirectas, preguntas y conductas dignas de la rabia y del enojo.
Impulsado a defenderle, me levante de aquel viejo sillón, poniendome tras ellla -¡Basta Montserrat!- la tome por los hombros alejandola unos cuantos pasos de aquel ser, intentaba pelear y soltarse seguramente para atajarlo y atacarlo en afan de matarlo, tratando de tranquilizarla le susurre al oido -No arruines esto támbien, por lo menos aún no, me interesa conocerle, no tiene nada de malo que quiera conocer personas con más personalidad que tú- Montserrat se soltó inmediatamente de mis brazos, viendome profundo por algunos segundos se alejo a un rincón, donde apesar de la distancia podía vernos, podía escucharnos.
-Descuide ya no volverá a retarlo de esta manera, ella es una antigua amiga, una creación mía- sonreí empezando a caminar por la habitación -Demasiada curiosidad, un dia no muy lejano lo meterá en serios problemas con otros, más de haber un lider en este lugar yo lo sería- tome una pausa detiemdo el paso -Pero... considero que todos estos actores, son inutiles inservibles, no valen mi tiempo, no vlen mis enseñanzas, no reflejan nada, ya no más- dirigi mi mirada a Montserrat quién ahora tenía los ojos cerrados y los brazos cruzados.
-Stefano Rossi, no tiene significado, es solo un nombre, como lo es el suyo... el cual hasta el momento desconozco, siendo justos yo debería saber el suyo ¿No le parece?- me acerque a él empezando a rodearlo a pasos pausados, asintiendo con la cabeza y sonriendo a instantes, le miraba con cierto analisis, como cuando el león va tras la gacela -Efectivamente, hay preguntas faciles, lo dificil son las respuestas,- quede al frente de él -aunque la respuesta puede volverse sencilla si la pregunta es correcta, el misterio es ¿Tienes las cuestiones correctas?- le di la espalda caminando poco a poco, acariciando los pilares de piedra detendiendome en alguno de ellos -Te vi arriba entre el publico, tu entrada tan repentina, tu expresión en el rostro, me hizo suponer que tu necesitabas más respuestas que enseñanzas, conocimientos y dudas que pueda aclarar- tome un poco de aliento -verás, en esto creo que Montserrat no se ha equivocado- lo señale -Cuando te vi llevabas el remordiemto, un extraño amor por la raza humana, por la vida en tu espalda, sentimientos parecian escapar por tu ojos, ¿Acaso tu agonizas cuando matas?, ¿que clase de vampiro eres tú?- en relidad era una clase preciosa y atesorada de vampiro, pero la pregunta me atacaba, su creador hbria estado ciego para saber que este hombre no era destinado para convertirse en un condenado -Pareces maravillarte con cada cosa que observas a tu alrededor, tal y como un pequeño cuando empieza a descubrir el mundo alli es donde uno de los errores en tu crianza parece prevalecer, debes tener contacto con el mundo.... con tu propia época ¿Entiendes?- Volvi a acercarme a él mucho más cerca que unos cuantos instantes antes -Escucha, no contradigo lo que tu me has dicho, lo que tu has creido que es mi intención, quiero ayudarte porqué tu me haces sentir....- baje la mirada -El que fue tu creador debió decirte esto y adevertirte de algunas criaturas, de ciertas cosas que al parecer ignoras, bien con esto te digo que deseo saber quién eres tú, ¿Cual es tu nombre?, deseo saber a quién me enfrento? confiame qu es lo que ignoras, ahora te pediré inicia por las preguntas dificiles, habla te escucho- quede callado a la espera de sus preguntas, el silencio, las dudas, el rencor y el misterio imperaban en la habitación, todas esta hablaba entre ellas en el aire y en el propio pensamiendo de aquellos tres condenados...
Impulsado a defenderle, me levante de aquel viejo sillón, poniendome tras ellla -¡Basta Montserrat!- la tome por los hombros alejandola unos cuantos pasos de aquel ser, intentaba pelear y soltarse seguramente para atajarlo y atacarlo en afan de matarlo, tratando de tranquilizarla le susurre al oido -No arruines esto támbien, por lo menos aún no, me interesa conocerle, no tiene nada de malo que quiera conocer personas con más personalidad que tú- Montserrat se soltó inmediatamente de mis brazos, viendome profundo por algunos segundos se alejo a un rincón, donde apesar de la distancia podía vernos, podía escucharnos.
-Descuide ya no volverá a retarlo de esta manera, ella es una antigua amiga, una creación mía- sonreí empezando a caminar por la habitación -Demasiada curiosidad, un dia no muy lejano lo meterá en serios problemas con otros, más de haber un lider en este lugar yo lo sería- tome una pausa detiemdo el paso -Pero... considero que todos estos actores, son inutiles inservibles, no valen mi tiempo, no vlen mis enseñanzas, no reflejan nada, ya no más- dirigi mi mirada a Montserrat quién ahora tenía los ojos cerrados y los brazos cruzados.
-Stefano Rossi, no tiene significado, es solo un nombre, como lo es el suyo... el cual hasta el momento desconozco, siendo justos yo debería saber el suyo ¿No le parece?- me acerque a él empezando a rodearlo a pasos pausados, asintiendo con la cabeza y sonriendo a instantes, le miraba con cierto analisis, como cuando el león va tras la gacela -Efectivamente, hay preguntas faciles, lo dificil son las respuestas,- quede al frente de él -aunque la respuesta puede volverse sencilla si la pregunta es correcta, el misterio es ¿Tienes las cuestiones correctas?- le di la espalda caminando poco a poco, acariciando los pilares de piedra detendiendome en alguno de ellos -Te vi arriba entre el publico, tu entrada tan repentina, tu expresión en el rostro, me hizo suponer que tu necesitabas más respuestas que enseñanzas, conocimientos y dudas que pueda aclarar- tome un poco de aliento -verás, en esto creo que Montserrat no se ha equivocado- lo señale -Cuando te vi llevabas el remordiemto, un extraño amor por la raza humana, por la vida en tu espalda, sentimientos parecian escapar por tu ojos, ¿Acaso tu agonizas cuando matas?, ¿que clase de vampiro eres tú?- en relidad era una clase preciosa y atesorada de vampiro, pero la pregunta me atacaba, su creador hbria estado ciego para saber que este hombre no era destinado para convertirse en un condenado -Pareces maravillarte con cada cosa que observas a tu alrededor, tal y como un pequeño cuando empieza a descubrir el mundo alli es donde uno de los errores en tu crianza parece prevalecer, debes tener contacto con el mundo.... con tu propia época ¿Entiendes?- Volvi a acercarme a él mucho más cerca que unos cuantos instantes antes -Escucha, no contradigo lo que tu me has dicho, lo que tu has creido que es mi intención, quiero ayudarte porqué tu me haces sentir....- baje la mirada -El que fue tu creador debió decirte esto y adevertirte de algunas criaturas, de ciertas cosas que al parecer ignoras, bien con esto te digo que deseo saber quién eres tú, ¿Cual es tu nombre?, deseo saber a quién me enfrento? confiame qu es lo que ignoras, ahora te pediré inicia por las preguntas dificiles, habla te escucho- quede callado a la espera de sus preguntas, el silencio, las dudas, el rencor y el misterio imperaban en la habitación, todas esta hablaba entre ellas en el aire y en el propio pensamiendo de aquellos tres condenados...
Stefano Rossi- Vampiro Clase Alta
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