De hombre a monstruo.

por **Joseph Henri** Miér Ago 01, 2012 4:18 pm

Primera semana.

Hay días buenos y días malos… en los días malos Joseph piensa en los buenos. Aunque ahora en lugar de días tenga que referirse a noches, es de esos detalles que Joseph ha estado aprendiendo a las malas desde la noche de la “transfusión”.

Estaba dando vueltas en su habitación pensando en esos detalles, ¿hace cuánto tiempo que sucedió? Visiones. Desde ese día lo asaltan visiones extrañas, son como telarañas molestas e inofensivas, pero aun así lo mantienen totalmente confundido y eso le enfada muchísimo. Es por eso que ahora se encuentra caminando alrededor de su mesa de trabajo con el ceño fruncido gritando incoherencias a un interlocutor invisible.

Aparte de las molestas visiones, se ha tenido que adaptar a una vida nocturna. Por alguna extraña razón cuando está a punto de amanecer a Joseph le asalta una somnolencia espantosa y simplemente se desvanece con la noche y pierde uso de su conciencia hasta que el sol vuelve a esconderse. Jamás volverá a ver la luz del día, lo sabe por otra extraña razón pues la intuición le dicta que sería fatal volverla a ver. Tal teoría es remarcada por las ventanas bloqueadas de su pequeña residencia en el centro de los callejones de París, que ahora parecen ser una sátira materializada de la apariencia de su propia cabeza.

Lo más molesto para Joseph, es la incertidumbre pues le es espantoso no saber nada de si mismo, ni saber qué es ni cómo funciona y que el sujeto que lo contagió no se aparezca por ningún lado, solo a veces, en esporádicas escenas de sus visiones. Visiones. Joseph se mece los cabellos: ahí viene otra.

De repente ocurrió un griterío, un alarido de furor, Joseph alzó la mirada y vio que estaba en una habitación muy diferente a la suya y miró que en medio había un sujeto sentado en una enorme silla, mientras la gente debajo se arrodillaba desesperada reclamándole lastimosamente.

La sed después de cada visión, esa insípida sensación tan intrigante y lo más intrigante era saber cómo sacudírtela. Lo descubrió después de la transfusión, despertó sediento y lo más cercano que había junto a él era el charco de sangre que había dejado su objeto de estudio, aquel al que le realizaba anotaciones cuando fue embestido. Se puso a gatas y empezó a lamer la sangre del suelo el cual limpió con su lengua y sus labios en un par de minutos, de repente su frente chocó con algo suave, era una mano que colgaba pálida inerte; la mordió y comenzó a beber llenándose de tanto éxtasis y tanta euforia que gruñó deleitado.

Desde entonces salió a alimentarse cada noche, lo hacía dos veces por noche y es que en verdad tenía mucha sed. Siempre en busca de vagabundos o gente perdida en los callejones, temía ser descubierto por las autoridades así que lo hacía en la oscuridad y lo más pronto posible para al final montar una escena digna de un cuadro al óleo pues colocaba a sus víctimas en posiciones tales que parecían dormitar en los callejones parisinos a la luz de la luna… y naturalmente nadie nota nada hasta que empieza a oler rancio.