El cazador quiere casar, la presa no quiere ser cazada ¿Qué va a pasar? [Abydus Locris]

¡Por fin! Habían terminado ya mis cortas vacaciones en Luxemburgo y era momento de volver a Francia... Sí, se podía decir que amaba mi trabajo, aunque muchas veces no era bien pagado ya habían pasado más de 25 años cazando. A pesar de las dificultades de mi trabajo, me permitía conocer distintos lugares del mundo y mantener una vida llena de emociones. Aunque en un principio hubiese sido algo que disgustaba, con el pasar de los años aprendí a valorar cada vez más mi trabajo...

Y ahí estaba... En una pequeña posada de Paris, Francia. Aunque si bien no me habían contratado para limpiar esas calles de la amenazas que le acechaban, bajo mis códigos de honor no podía permitir que gente inocente corriera el mismo destino que mis padres. Si bien, era difícil que un niño pequeño viese lo que a mi me tocó en plena infancia, al menos podía evitarles la angustia de no saber el motivo de la desaparición de sus padres y aquello era ya una motivación considerable. Además, ya me aburría de no hacer nada bueno por la vida.

A la mitada de un estofado de carne estaba, sentado en una de las sillas más alejadas del comedor de la posada, mirando por una ventana a la luna que comenzaba a asomarse por el horizonte, comprometiéndose a aparecer llena aquella noche. Sentí como una cubeta de hielo se deslizaba sutilmente por mi columna vertebral, jurando haber oído en mi mente los mismos aullidos de aquella fatal noche.

´´¿Qué posibilidades habían de que un licántropo ataquase tan poblada ciudad?´´ Me pregunté a mi mismo, sabiendo que si bien las posibilidades eran tan escasas como las de encontrar una aguja en un pajar en menos de lo que dura un parpadeo, aunque como cazador uno nunca debía bajar la guardia. Sobretodo porque los licántropos no eran la única amenaza para aquella ciudad. De hecho, lo que menos me extrañaba era encontrar vampiros dentro de unas horas más en el mismo lugar que me encontraba. Debía moverme rápido... Maldita mi suerte de no poder encontrar un trabajo bien pagado, puesto que mi apariencia como cazador si bien era bienvenida por los ciudadanos que sabían algo de mi trabajo, para mis victimas significaba si bien no una gran amenaza, algo por lo que valía la pena pagar unas cuantas monedas para exterminarme. Dicho motivo era también por el cual no podía permitirme pasar mucho tiempo en un mismo lugar.

Terminando tranquilo mi cena, pague la cuenta con las pocas monedas que me quedaban y subí a mi habitación por mis cosas. Principalmente mis armas, dejándolas dispuestas para el combate ya que iba con mi mente y reflejos prestos para ello.

Y para cuando salí, la noche ya había caído dejándose notar el cambio entre la gente. Muchos eran los merodeadores nocturnos que salían por un trago, alguna que otra mujersuela o tal vez algunas gotas de sangre y justamente los últimos eran los que me interesaba encontrar antes de que fuese demasiado tarde. Debía tener mucho cuidado y esperar a que alguno de estos atacase, tampoco podía mostrarme mucho puesto que si llegaba a causar problemas los miembros de la inquisición podían poner precio a mi cabeza y aquello no me favorecía para nada.

Entonces y dejándome llevar por una fría brisa de la noche, comence a moverme por las calles de Paris. Sabía bien como debía buscar a mi presa. A esas horas estabán ambrientas y caminaban buscando con sus ojos su alimento. Por ende, miraba con cautela a los ojos de quienes pasabn cerca mío. Con mucho cuidado en mi andar y vigilar, así seguí caminando rezando a los dioses en mi mente por encontrar algo de acción.