Cathaline Von Holstein y Fiedler

Necesitaba cambiar de aires, había mucho en Hannover que me traía demasiados recuerdos; lugares, objetos, personas… Solo encontré una solución, no sabía por cuanto tiempo, realmente no esperaba que fuese eterna esa solución pero al menos por un tiempo la necesitaba. Así pues, puse tierra por medio, mande empaquetar todo a Hilda y Víktor y dirigí mi dedo hacia una bola del mundo, la cual di vueltas y la paré al azahar, siendo ese lugar, el que mi dedo paró, mi nueva residencia, París.
Todos los preparativos comenzaron esa misma tarde… Para los negocios deje a un hermano de mi padre, el cual me mantendría informada y mantendría todo en orden. Esa tarde fue un caos pero me ayudaba a mantener mi cabeza centrada en organizar cosas, muchas veces el hermano de mi padre me había dicho de encargarse el de todos los negocios y mantenerme y tratarme como a una hija mas pero no podía, yo necesitaba tener activa y viva mi mente, y si le dejaba hacer eso me sentiría inútil como una muñeca mas de porcelana de las cuales abundaban tanto por la corte, mucho exterior pero al mínimo golpe la cabeza se resquebraja en pedazos.
No seria la primera vez que se escuchan rumores sobre jóvenes señoritas que se vuelven locas o sus delirios de grandeza arruinan a sus familias pero yo no seria una de esas, no.

-Señorita Von Holstein, todo esta preparado, ¿desea salir ahora por la noche o esperar a que amanezca? –Dijo Hilda dulcemente-
-Creo que saldremos ahora mismo, si queda algo por enviar a Paris, le diré a mi tío que me lo envíe.-Dije al mismo tiempo que me recogía mi vestido y Hilda me ponía mi abrigo de piel-

Nos distribuimos en dos carruajes, en el primero iba Hilda y yo, junto a dos baúles que iban en la parte trasera del carruaje y en el otro se encontraba Víctor con otros cinco baúles y unos cuantos muebles empaquetados.
El viaje duraría unas tres semanas pero que aprovecharíamos para hacer un poco de turismo por Bélgica, la cual se encontraba en la ruta.
Realmente tampoco puedo relatar mucho del trayecto hacia París que duro tres semanas pues no paso nada interesante, visite a algún pariente lejano pero aun así pariente, hacíamos paradas en campos silvestres e improvisábamos un almuerzo que compartía muy agradecida con Hilda y Víctor o alguna compra en algún anticuario para amueblar mi nueva residencia en París.
Todo esto me entretuvo ciertamente, me sentía emocionada de viajar a París, esa ciudad tan cosmopolita y moderna, aun así en mi interior algo me hacia tener miedo, yo venia de una familia religiosa, recta y serena y todo lo que había en París, por lo que había escuchado, era lo contrario a ellos.
Y así, casi sin darme cuenta, las tres semanas de viaje pasaron y llegamos por fin a París, elegí una bonita Villa a las afuera de París, que tampoco estaba muy lejos, tan solo a unos 15 minutos en carruaje pero que me daba sensación de seguridad. Se llama Villa Naissance. Era blanca, con columnas en la entrada, techumbre azulada, marcos blancos, camino de piedra desde la entrada y un jardín desordenado pero cuidado, con un pequeño estanque en el centro. Era perfecta, ahí comenzaría mi nueva vida…