AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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You’re the same as me or worst [Endymion Holstein-Gottorp]
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You’re the same as me or worst [Endymion Holstein-Gottorp]
Desearía poder hablarte, desearía poder sonreírte, desearía poder abrazarte,
pero sobre todo desearía poder besarte.
"Claro, claro. ¿Eso le dices a todas las putas por las que pagas?"
pero sobre todo desearía poder besarte.
"Claro, claro. ¿Eso le dices a todas las putas por las que pagas?"
París, la Ciudad del Amor dicen. En realidad sólo es otro lugar qué conocer y al cual habituarse, desde sus calles plagadas de personas cuyos olores me recuerdan que sólo es una metrópolis más, hasta sus lugares más emblemáticos en donde Notre Dame es la primera construcción que puede llamar realmente mi atención para ser explorada con detenimiento y aprender de ésta lo más que se pueda. Nunca se sabe cuándo la inquisición volverá a rastrear mis pasos echando a perder todo, provocando mi huida. ¿Cuántas van ya? ¿Veintiocho? ¿Treinta y dos? He perdido la cuenta ya. Me parece que fue justo en Ámsterdam. Estaba tan, tan bien ahí.
Ya ni llorar es bueno, dicen. Y como tal, seguiré mi vida. Y así, entre las paredes de la catedral de Notre Dame, me doy el lujo de disfrutar cada arco, cada parte arquitectónica escuchando las oraciones de aquellos fieles. Por supuesto que me persigné, recé aparentando ser una gran devota para no alzar sospechas, puro fingimiento y doble moral como todas las mujeres y santas que están aquí. Madame Faure, a pesar de su profesión y de que es la dueña del burdel, es más justa que cualquiera de las personas aquí presentes. Más humana por así decirlo. Es complicado. Poco me dejo llevar por las buenas maneras y los actos benevolentes de los que me rodean. Al contrario, me provocan sospechas. ¿Por qué alguien estaría ayudándome siquiera sin obtener un beneficio a cambio? Me es impensable, la psique humana sea o no sobrenatural, tiende a esa directriz.
Si bien mi vestido y peinado es discreto, salta a la vista el buen gusto y lo elegante de los ropajes. Es uno de los atuendos que pude comprar antes de abandonar España. Si lo pienso detenidamente, no me va tan mal. Salgo de la enorme construcción -no sin antes hincarme, persignarme, aparentar reza y volver a persignarme para no levantar sospechas-, deleitándome en la vista del Río Sena antes de acercarme a la orilla con paso tranquilo cubriendo mi rostro del sol con la sombrilla a combinación. Los guantes, por supuesto, son un accesorio indispensable para la moda parisina, por lo que cubren mis manos. En otras circunstancias, estando en casa de Madame Faure, su uso está vedado. Es falto de sentido cuando lo que menos buscan los hombres es que los toques con la barrera de la tela, así que prescindo de ellos.
Tomo asiento en una banca cercana a la orilla, aspirando el aroma que embarga el lugar con pereza, con una sonrisa media dejando que las personas vayan y vengan, atrayendo mi mirada algunos modelos de ropa femeninos por mero ocio. Algunos me gustan más que otros. Los colores, las texturas, todo es observado con detenimiento cuidando aparentar ser lo que no seré jamás: una dama. Y mientras estoy ahí perdiendo el tiempo para que sea el momento de regresar a las labores cotidiana, un aroma sobresale de entre todos llamando la atención. Mi cabeza lo sigue hasta un vendedor ambulante que trae una pequeña cesta con duraznos tersos y maduros. Mi parte golosa hace aparición, sonrío en tanto me incorporo comprobando que traigo los francos suficientes. Es un hombre maduro, entre unos cuarenta y largos y cincuenta y pocos años.
Su sonrisa desdentada me causa curiosidad - buenas tardes, mademoiselle, ¿Duraznos? Están maduros, frescos, jugosos, le gustarán - me ofrece uno para comprobar su textura. Mis manos son inútiles con los guantes, por lo que le llevo a mi nariz para aspirar su aroma único. Le falta madurez, lo dejo sobre la cesta tomando otro al tiempo que él observa cómo lo desecho ofreciéndome uno diferente, las manos se entrecruzan y la fruta que sostenía cae al piso rodando feliz por la libertad hasta que es detenida por un calzado pulido, tan lustroso que brilla. De tonalidad oscura, contrasta contra la piel de la fruta. Por instinto, olvidando que aparento el día de hoy ser una dama y por la misma costumbre de hacer mis propias cosas, me agacho a por él al tiempo que el vendedor lo hace. Nuestras manos pudieran rozarse si careciera de los reflejos gatunos que me caracterizan.
Le gano la partida o eso creo, porque una enguantada mano lo toma antes que la mía, que ya en la búsqueda, atrapa a su símil. Parpadeo sorprendida alzando la mirada como si me hubiesen atrapado in fraganti haciendo algo malo. Justo ante mí, están unos ojos que me quitan la respiración. En mi larga vida, una mirada de ese tipo no la he encontrado. Atrapante, subyugante, felina. Provoca mis propios instintos que los observa con curiosidad. Instantes me quedo así, semiagachada con la mano entrelazada con la de este caballero de fino porte y presencia descomunal cuyos ojos me hipnotizan como si fueran los de un tigre en plena selva - buenas tardes, messié - pareciera que mi voz es más aterciopelada que la propia piel del durazno, tan dulce como jugosa, susurrante y con un leve dejo ronroneante que es el único signo de cuánto me agrada este hombre.
Artemisa Apholos- Cambiante Clase Baja
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Fecha de inscripción : 14/06/2018
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Re: You’re the same as me or worst [Endymion Holstein-Gottorp]
París, una de las urbes más poderosas del viejo continente, el símbolo de un imperio que se extendía en tres continentes, un símbolo de nobleza económica y militar, una cuna para las artes y una universidad en sí misma para el desarrollo científico y filosófico y con todo, una ciudad absurdamente aburrida para el cambiante desde que había tenido la desgracia de llegar apenas unas semanas atrás.
Al fin y al cabo para los ojos de todos era una ciudad más, una amalgama de gente insulsa intentando sobrellevar sus insulsas vidas de la manera más anodina y realista posible. Un pozo de los mejores logros y las mayores injusticias de la humanidad donde adinerados banqueros disfrutaban de sus acaudaladas vidas mirando con desprecio a los explotados trabajadores que hacían rentable su negocio. Una ciudad al fin y al cabo con sus glamurosas avenidas y sus nauseabundos callejones, con sus mansiones y sus chabolas. Para sus ojos neutrales y felinos la ciudad solo era un nuevo tablero de ajedrez, un coto de caza nuevo al que había que adaptarse. Estaba lejos de su territorio aunque contara con más recursos y una mejor posición de partida que la mayoría de la población de aquella urbe. Para sus planes, debía adecuar sus maneras, su comportamiento y sus costumbres al nuevo ambiente si no quería incurrir rápidamente en errores que podrían costarle caro en el competitivo mundo de la aristocracia en el que siempre se había desenvuelto como pez en el agua.
Lo único que había sorprendido al cambiante y aún no sabía si para bien o para mal, aquella ciudad tenía una cantidad de sobrenaturales que empequeñecía a cualquier otra de Europa central. Parecía que por alguna extraña razón muchos se sentían atraídos por la enorme urbe y la iglesia y sus cazadores parecían estar fracasando en mantener sus poblaciones bajo control. Mejor, más divertido serían las interacciones y las intrigas, al menos habría algo de resistencia, algo de interés cuando el duque comenzara a extender su influencia en la capital francesa, al fin y al cabo buscar a su sobrina no estaba reñido con los negocios, por oscuros que estos pudieran resultar.
Su situación no obstante no le dejaba alternativa, era un cambio necesario, pero si bien habría pensado que más estimulante. Tal vez por eso había dejado que uno de los puntos verdaderamente únicos de la ciudad le atrapara aquella tarde. La majestuosa catedral se alzaba gobernando su isla sin oposición. Como en todos los sitios de aquella abarrotada ciudad o especialmente allí, los humanos abarrotaban cada plaza, cada banco, cada esquina contaminando el aire con una miríada de nauseabundos olores y empalagosos perfumes en el mejor de los casos.
Sus ojos ferales admiran no obstante las impresionantes columnas, las iridiscentes vidrieras, los cuidados capiteles mientras avanza con paso tranquilo y calculado por el edificio, esquivando a la gente con una facilidad pasmosa para que ninguno roce su inmaculado traje. Su media sonrisa nace cuando ve a los creyentes agacharse y rezar a su en el mejor de los casos inoperante Dios, una muestra más de debilidad de aquellas mentes simiescas que necesitan imaginar ayuda. No obstante sus pupilas se rasgan de manera animal cuando ve a una mujer erguirse de nuevo tras un demasiado breve rezo. Su aura llama poderosamente la atención del cambiante que pone sus pies en movimiento en absoluto silencio, sin perder la cabeza de la joven entre la multitud. Cuando puede captar su olor, el cazador ya está completamente seguro de su presa. La observa caminar despreocupada, con elegancia y una ingenuidad tan segura de si mismo que parece fingida. Sus ojos recorren la curva de su vestido, la forma de su trasero con enfermiza fijación, estaba claro, aquella preciosidad iba a ser suya.
Un torpe vendedor de fruta ambulante no obstante me da la oportunidad perfecta cuando deja caer uno de sus dulces melocotones, en un movimiento demasiado rápido y preciso para que alguno de los anodinos humanos allí presentes pueda imitarlo, lanzas tu mano contra la accidentada fruta a la vez que yo me agacho solo una fracción de segundo después. Como resultado mi mano roza la tuya, creando una electricidad naciente que recorre mi brazo hasta estallar en mi columna, provocando un escalofrío apenas perceptible por esta. Oigo sus palabras intentando mantener el control que la caza necesita, aunque es complicado con aquellos ojos clavados en los míos y tu aroma inundando mis sensibles narinas. –Buenas tardes mademoiselle- respondo tardando unos instantes en retirar mi mano, haciendo que las yemas de mis dedos acaricien sus falanges al hacerlo. –Hace un día maravilloso para pasear por esta ciudad aunque un recién llegado como yo necesita una guía para conocer esta urbe- respondo exagerando mi acento extranjero por unos instantes más de lo que mi gran facilidad de estos me permite. – Frederick Endymion Holstein-Gottorp para servirla mademoiselle- responde cortés besando la otra mano de la mujer delicadamente, sin esperar su respuesta o esperar a ver comodidad en su mirada para realizar tal gesto. –Garçon, la fruta de la señorita la pago yo, envuélvala bien, no queremos que se calienten antes de tiempo- ordeno con media sonrisa al hombre antes de girarme de nuevo ante aquellos ojos tan animales como los míos –Considérelo una invitación por su compañía el resto de la tarde- respondo cortés aunque dando mi tono autoritario a la frase–Creo haber escuchado que las orillas del Sena son un gran lugar para pasear sobre todo si se tiene la compañía adecuada- Continúo permitiendo que mi media sonrisa se haga sensiblemente más amplia ante ella.
Al fin y al cabo para los ojos de todos era una ciudad más, una amalgama de gente insulsa intentando sobrellevar sus insulsas vidas de la manera más anodina y realista posible. Un pozo de los mejores logros y las mayores injusticias de la humanidad donde adinerados banqueros disfrutaban de sus acaudaladas vidas mirando con desprecio a los explotados trabajadores que hacían rentable su negocio. Una ciudad al fin y al cabo con sus glamurosas avenidas y sus nauseabundos callejones, con sus mansiones y sus chabolas. Para sus ojos neutrales y felinos la ciudad solo era un nuevo tablero de ajedrez, un coto de caza nuevo al que había que adaptarse. Estaba lejos de su territorio aunque contara con más recursos y una mejor posición de partida que la mayoría de la población de aquella urbe. Para sus planes, debía adecuar sus maneras, su comportamiento y sus costumbres al nuevo ambiente si no quería incurrir rápidamente en errores que podrían costarle caro en el competitivo mundo de la aristocracia en el que siempre se había desenvuelto como pez en el agua.
Lo único que había sorprendido al cambiante y aún no sabía si para bien o para mal, aquella ciudad tenía una cantidad de sobrenaturales que empequeñecía a cualquier otra de Europa central. Parecía que por alguna extraña razón muchos se sentían atraídos por la enorme urbe y la iglesia y sus cazadores parecían estar fracasando en mantener sus poblaciones bajo control. Mejor, más divertido serían las interacciones y las intrigas, al menos habría algo de resistencia, algo de interés cuando el duque comenzara a extender su influencia en la capital francesa, al fin y al cabo buscar a su sobrina no estaba reñido con los negocios, por oscuros que estos pudieran resultar.
Su situación no obstante no le dejaba alternativa, era un cambio necesario, pero si bien habría pensado que más estimulante. Tal vez por eso había dejado que uno de los puntos verdaderamente únicos de la ciudad le atrapara aquella tarde. La majestuosa catedral se alzaba gobernando su isla sin oposición. Como en todos los sitios de aquella abarrotada ciudad o especialmente allí, los humanos abarrotaban cada plaza, cada banco, cada esquina contaminando el aire con una miríada de nauseabundos olores y empalagosos perfumes en el mejor de los casos.
Sus ojos ferales admiran no obstante las impresionantes columnas, las iridiscentes vidrieras, los cuidados capiteles mientras avanza con paso tranquilo y calculado por el edificio, esquivando a la gente con una facilidad pasmosa para que ninguno roce su inmaculado traje. Su media sonrisa nace cuando ve a los creyentes agacharse y rezar a su en el mejor de los casos inoperante Dios, una muestra más de debilidad de aquellas mentes simiescas que necesitan imaginar ayuda. No obstante sus pupilas se rasgan de manera animal cuando ve a una mujer erguirse de nuevo tras un demasiado breve rezo. Su aura llama poderosamente la atención del cambiante que pone sus pies en movimiento en absoluto silencio, sin perder la cabeza de la joven entre la multitud. Cuando puede captar su olor, el cazador ya está completamente seguro de su presa. La observa caminar despreocupada, con elegancia y una ingenuidad tan segura de si mismo que parece fingida. Sus ojos recorren la curva de su vestido, la forma de su trasero con enfermiza fijación, estaba claro, aquella preciosidad iba a ser suya.
Un torpe vendedor de fruta ambulante no obstante me da la oportunidad perfecta cuando deja caer uno de sus dulces melocotones, en un movimiento demasiado rápido y preciso para que alguno de los anodinos humanos allí presentes pueda imitarlo, lanzas tu mano contra la accidentada fruta a la vez que yo me agacho solo una fracción de segundo después. Como resultado mi mano roza la tuya, creando una electricidad naciente que recorre mi brazo hasta estallar en mi columna, provocando un escalofrío apenas perceptible por esta. Oigo sus palabras intentando mantener el control que la caza necesita, aunque es complicado con aquellos ojos clavados en los míos y tu aroma inundando mis sensibles narinas. –Buenas tardes mademoiselle- respondo tardando unos instantes en retirar mi mano, haciendo que las yemas de mis dedos acaricien sus falanges al hacerlo. –Hace un día maravilloso para pasear por esta ciudad aunque un recién llegado como yo necesita una guía para conocer esta urbe- respondo exagerando mi acento extranjero por unos instantes más de lo que mi gran facilidad de estos me permite. – Frederick Endymion Holstein-Gottorp para servirla mademoiselle- responde cortés besando la otra mano de la mujer delicadamente, sin esperar su respuesta o esperar a ver comodidad en su mirada para realizar tal gesto. –Garçon, la fruta de la señorita la pago yo, envuélvala bien, no queremos que se calienten antes de tiempo- ordeno con media sonrisa al hombre antes de girarme de nuevo ante aquellos ojos tan animales como los míos –Considérelo una invitación por su compañía el resto de la tarde- respondo cortés aunque dando mi tono autoritario a la frase–Creo haber escuchado que las orillas del Sena son un gran lugar para pasear sobre todo si se tiene la compañía adecuada- Continúo permitiendo que mi media sonrisa se haga sensiblemente más amplia ante ella.
Endymion Holstein-Gottorp- Cambiante/Realeza
- Mensajes : 9
Fecha de inscripción : 22/06/2018
Re: You’re the same as me or worst [Endymion Holstein-Gottorp]
Soy egoísta, impaciente y un poco insegura.
Cometo errores, estoy fuera de control y a veces soy difícil de manejar,
pero si no me puedes manejar en mi peor momento,
entonces seguro que no te mereces mi mejor momento.
Marilyn Monroe
Cometo errores, estoy fuera de control y a veces soy difícil de manejar,
pero si no me puedes manejar en mi peor momento,
entonces seguro que no te mereces mi mejor momento.
Marilyn Monroe
En su vida, en sus paseos y estancias por lugares tan variopintos y extraños, pocas veces encontró un sitio en el que las auras de los individuos fueran tan yuxtapuestas. En algunos, como en el norte de Europa, había licántropos. Con algunos tuvo un pacto de no agresión, por lo que permaneció en su territorio sin contratiempos. Otros, por el contrario, fueron demasiado categóricos con lo que consideraban suyo y tras un par de disputas sin muchas consecuencias físicas, la griega decidió irse de ahí. ¿Para qué meterse en problemas cuando se puede llevar la fiesta en paz? En otros sitios, como Roma curiosamente, el olor a vampiro era insostenible. Tuvo que salir de ahí a toda prisa un día en que era tan nauseabundo, tan potente, tan cercano a su territorio, que estaba segura que la habían encontrado. Y sin embargo, los cambiantes, son lo que más le llama la curiosidad. Ha encontrado muy pocos a lo largo de sus cuarenta y seis años de existencia. De verdad que se dice que los hay a cuenta gotas. En el pasado, tuvo oportunidad de encontrar a algunos felinos con los que pocas migas hizo. ¿Por qué? Quizá su propia esencia, su propio olor. Si hay algo en lo que Artemisa se basa para seguir tratando a alguien o no, es en la fragancia que su cuerpo exuda.
Si alguien no huele de forma tal que sea agradable la conversación o la convivencia, me alejo de inmediato. Me tortura alguien que tiene una fragancia que lastima mis fosas nasales. Quizá sea algo excéntrico de mi persona, un defecto de mi frágil estómago. Individuo que tiene un olor que me provoca malestar, sujeto del que me alejo. Muchos son los que tienen esa particularidad de ser invasivos con mi nariz. Así como por supuesto, hago lo contrario. Alguien con un aroma que me llama la atención, de inmediato quiero entablar conversación con él hasta descubrir qué es lo que me incita. Puede ser una fragancia, alguna hierba que traiga en las ropas, un algo que en cuanto descubro qué es, pueda utilizar para seguir teniendo ese aroma agradable para los momentos en que me toque otro inadecuado.
Ser una prostituta podría ser contradictorio. ¿Quién se baña en este mundo? Al menos, los clientes que pagan porque les soportemos todo. Desde sus eructos que consideran graciosos, -no entiendo ese rasgo masculino, por más que lo intento, no lo comprendo- hasta que ni siquiera hayan tocado el agua para lavarse las manos. ¿Sabes cómo afecta a la nariz un hombre que ha ido al servicio para cumplir cualquiera de sus dos necesidades, sin usar el jabón -bendecido invento, bendecido- y quiere tocarte la boca? En muchas ocasiones he interceptado esas manos para juguetear con el sujeto y de inmediato, en cuanto paga, llevarlo al baño para darle un merecido lavado fingiendo que es parte de la sesión con tal de deshacer de su cuerpo esos olores. Mis compañeras se ríen de mí, me miran con sorna cuando hago eso. Inclusive, hay indicaciones de que se tenga el agua caliente para las noches en que me toca cumplir con las subastas. Si ellas tuvieran una fracción de mi olfato, dejarían de burlarse y me imitarían. Las veces que he olido en las manos de sus clientes cómo se rascaron el culo y van a meterle los dedos a la boca. ¡Incontables!
Nadie se escapa, estoy posicionada en el nivel más alto por las mismas artimañas que Madame Faure y yo, creamos. Y ni así, entre los más ricos hombres del mundo, puedo encontrar a uno que tenga la decencia de saber usar el jabón. Es irritante. Deberían enseñarlo los tutores desde la más tierna infancia y sería más agradable para mi olfato. No me importan los demás, todos son descartables. Soy yo la que tiene que estar a gusto con el sujeto con el que me voy a meter a la cama porque si ni sus manos quiero que me toquen por su aroma, no quiero describirte lo que implica más abajo. En las partes más ocultas y oscuras donde el olor es detestable. ¡Y así quieren que ponga mi boca en su pito para que se la chupe como si fuera el más delicioso caramelo! Ay cariño, primero lávate y después me la meto a la boca. Ni qué decir de todos los bichos que han de tener en un centímetro de piel, mucho menos en la punta que arroja orina y semen por igual. ¡Qué asco!
Y quizá es por eso, que cuando tomo tu mano, a pesar de que el contacto es opacado por las telas que cubren nuestras extremidades por la rigurosa etiqueta que demanda traer guantes, siento un escalofrío delicioso recorriendo mi brazo o quizá vino de mi propia nariz al percibir un aroma limpio -por fin, por fin- incrementado con algo que es incomprensible de momento para mi mente que está sepultada por todos los instintos felinos que se alimentan de tu mirada, tan vivaz como depredadora haciéndome sentir por primera vez en mi existencia como una presa, un real e indefenso ser que puede sucumbir ante tus demandas. Ante tus exigencias con tal de que pueda mi otro ser apreciar mejor tu aroma, tus ojos, tus modales elegantes. Puede ser que por ello, me entretenga un poco más con tu mano contra la mía. Es tu boca la que se mueve, el aire que pasa por las cuerdas vocales susurra palabras de saludo que para mi fino oído ese sonido es el único al que puedo aferrarme. Como si de pronto todos los sonidos cotidianos que embotan mis muy desarrollados oídos, bajaran el volumen para ser consciente de tu voz.
Nuestras manos por fin regresan a sus poseedores rompiendo el contacto, me incorporo al tiempo que lo haces demostrando una altura mayor a la mía. Tengo que alzar un poco la mirada para seguir atenta a la tuya, tu acento suena tan familiar. Mis orbes se ocultan a medias cuando mis párpados se entrecierran, podrías pensar que es por el sol ahora que la sombrilla yace inerte a mi costado diestro, sólo un fino observador sabría que es debido a mi curiosidad, a ese brillo que se vislumbra en éstos. ¿Quién eres? Y lo peor ¿Por qué has estado alejado de mi camino todo este tiempo, guapo? Por el acento, definitivamente de la zona central de Europa. Tomas mi mano, bajas la cabeza permitiendo que mis ojos se posen en tu levita, en tus pantalones bien cuidados a tono con ese aroma que -lo reconozco ya- me gusta demasiado, tanto que quisiera poner la nariz en tu región frontal del rostro, donde tus glándulas sudoríparas son mayores para absorberlo y reconocer si es tu piel o algo que traes puesto. Una fragancia, unas hierbas. Lo que me responda por qué estoy tan atraída a tu persona.
Tu nombre da luz al misterio, sonrío de forma tal que sólo la comisura diestra se alza, en tanto te haces cargo de mis duraznos prometiendo pagarlos a cambio de darte mi compañía. Vas por buen camino, puedo continuar a tu lado y obtener algo más. - Es un buen arreglo comercial - te concedo. Tu sonrisa se amplía haciendo que la mía te imite. Es un juego bien elaborado. Tomo los duraznos envueltos para introducirlos dentro de mi bolso como toda dama debe llevar. - un placer, messié Holstein-Gottorp - susurro con la voz más seductora que poseo sin que se preste a llamar demasiado la atención, es una caricia auditiva, como el ronroneo del gato que enloquece a los humanos queriendo más de él. Tomo el brazo que me ofreces para caminar un poco antes de unir todos los cabos sueltos para expresar con cautela - ¿Holstein-Gottorp? ¿Del Sacro Imperio Romano Germánico? - y cuando lo digo, el alemán tan marcado y casi endémico resalta en mi voz.
Demuestro cuánto he aprendido en mi pasado, donde los idiomas son la parte más divertida de todas y me esfuerzo hasta pronunciarlos sin acentos externos. Podría hacerme pasar por un miembro de tu pueblo sin problema alguno. Ni siquiera podrías detectarlo si me esfuerzo. Ahora mismo, es lo que hago. Mi mente está empecinada en hacerme pasar por una oriunda del Sacro Imperio sólo por diversión. - También soy extranjera, así que espero no le importe el explorar a mi lado esta zona de París que me es desconocida, ¿Quién sabe? Quizá encontremos algo que nos atraiga demasiado - hablo en doble sentido en tanto te observo a los ojos. Tienes una combinación de tantos aspectos que me atraen que deseo te mantengas conmigo. Me pareciera que estás en la misma sintonía. Y es justo cuando tu efigie da la espalda a la Catedral que relajo mi mirada para observar tu aura. La sonrisa se congela, los ojos se entrecierran. En la frente se forman líneas de concentración. ¿Cambiante? Eso podría explicar gran parte del por qué me siento atraída a ti. Más la desconfianza se incrementa y puede reflejarse en mi aura. - O quizá nos repela - mi voz suena reservada, mi mano intenta alejarse de tu brazo en consecuencia a mis propios instintos que buscan alejarse.
Cuando algo no me gusta, lo rehuyo. Arisca es uno de mis rasgos de personalidad más marcados. Y ahora mismo, me tira por la cola de gato para que deje de estar haciendo tonterías y me repliegue a mi hogar. O al menos, al que creo que es mi hogar.
Última edición por Artemisa Apholos el Miér Jul 11, 2018 7:30 am, editado 1 vez
Artemisa Apholos- Cambiante Clase Baja
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Re: You’re the same as me or worst [Endymion Holstein-Gottorp]
El cortejo no suele diferenciarse mucho de la caza. Es la misma necesidad instintiva y depredadora la que fuerza a buscar alimento que la que demanda la compañía de una pareja, la que hace que deambule buscando entre la asquerosa multitud de personas, de presas, de objetivos la idónea, aunque aquí entra la diferencia más absoluta entre ambas acciones, en vez de buscar al enfermo, al lisiado, al débil, busco a la poderosa, la enérgica, la alfa. Como no podía ser otra manera, al final alguien de mi propia raza es la única capaz de llamar tan poderosamente mi atención, de hacer que te ronde como un depredador ansioso, en hacer que mis ojos felinos estudien cada uno de tus movimientos cuando al fin nos encontramos, que analicen cada movimiento de tu rostro, cada expresión. Analizo el movimiento de tus músculos, elegantes y precisos a pesar del engorroso atuendo, como muestras manos se rozan a través de la fina prenda por unos instantes.
Es en ese instante, cuando nuestras miradas se chocan al fin cuando por primera vez en mucho tiempo tengo que controlarme, tengo que concentrarme en mantenerme frío y atento pues tu maldito olor tambalea todo mi autocontrol hasta sus cimientos. Si por mi fuera en ese momento mordería aquel cuello clavando los colmillos mientras mis manos recorren aquel cuerpo oculto por el maldito vestido. Me reitero en mis intenciones, te quiero para mí y yo siempre consigo lo que quiero por eso me tranquilizo todo lo posible, inspeccionando tu delirante cuerpo en una concienzuda mirada cuando ya nos hemos puesto ambos en pie. Eres mía, solo que aún no lo sabes y como tal, mi cuerpo empieza a exudar un rastro de hormonas para indicártelo.
No puedo evitar que una explosiva sensación de anticipación, de júbilo y de puro triunfo se instale en mi pecho con violencia cuando veo tus rasgos dulcificarse ante mis palabras, cuando tu brazo rodea al mío, que se mueve para efectuar un agarre posesivo y firme, haciéndote notar sutilmente la fuerza con la que dirijo e impongo ahora la dirección –Espero sinceramente mademoiselle que no sea solamente un arreglo comercial- susurro en un acepto demasiado atrevido para considerarse caballeresco, pero para entonces sé que ambos buscamos más, que aquel encuentro no es inocente y para mí ni tan siquiera fortuito.
Tus palabras no obstante me sorprenden y me hacen recapacitar levemente la estrategia, una dama ducha en los idiomas, geografía y con un acepto alemán fuerte y musical típico de tierras demasiado al este para que la influencia francesa llegue fácilmente. –Que grata sorpresa conocer a alguien que hable así mi idioma pero me temo que estoy en desventaja, no conozco tan siquiera tu nombre y estoy deseando saber de dónde es para tener ese acepto alemán tan cuidado- Me es imposible no hacerlo, mi carisma y autoridad siempre me hacen dar órdenes veladas como aquellas, educadas y sin un solo tono imperativo pero que la mayoría de los que me conocen corren a cumplir pues el resto de mis registros no son tan amables.
Tu voz es sugerente, incitante a la vez que delicada y musical, acaricia mis oídos que de estar en otra forma se moverían en tu dirección, mostrando mi interés, mientras que tu salvaje olor acaricia mis fosas nasales con varias y sutiles fragancias que me hacen querer más. Tal vez por eso dudo tan solo un instante cuando tu voz se vuelve recelosa, tu caricia poco amistosa y tu olor cambia, mostrando un creciente nerviosismo. Mi mano se vuelve más rígida, dominante sobre tu brazo, evitando siempre con un poco más de la fuerza que tu utilizas que te liberes. –Por favor mademoiselle no es conveniente juzgar una nueva zona de la ciudad sin haberle dado tan siquiera una oportunidad, sobre todo una que visita tanta gente y con bulevares tan concurridos y seguros- sonrío ante su reticencia continuando con el cruce de nuevos sentidos intentando aplacar el nerviosismo de la dama, intentando tranquilizarla al nombrar el nauseabundo número de personas que podemos encontrarnos de optar por las calles adecuadas. –Otras veces los nuevos lugares tienen unas vistas tan maravillosas que son directamente imposibles de obviar- continúo en el tono más sugerente que conozco, severo y meloso a la vez, tono que se ve respaldado por cambios en mi olor que tu naturaleza cambiante puede notar de manera bastante evidente seguro, olores picantes y sugerentes que te llaman, que te reclaman para tu macho mientras mis ojos se clavan en los tuyos con la intensidad de un avezado predador.
Es en ese instante, cuando nuestras miradas se chocan al fin cuando por primera vez en mucho tiempo tengo que controlarme, tengo que concentrarme en mantenerme frío y atento pues tu maldito olor tambalea todo mi autocontrol hasta sus cimientos. Si por mi fuera en ese momento mordería aquel cuello clavando los colmillos mientras mis manos recorren aquel cuerpo oculto por el maldito vestido. Me reitero en mis intenciones, te quiero para mí y yo siempre consigo lo que quiero por eso me tranquilizo todo lo posible, inspeccionando tu delirante cuerpo en una concienzuda mirada cuando ya nos hemos puesto ambos en pie. Eres mía, solo que aún no lo sabes y como tal, mi cuerpo empieza a exudar un rastro de hormonas para indicártelo.
No puedo evitar que una explosiva sensación de anticipación, de júbilo y de puro triunfo se instale en mi pecho con violencia cuando veo tus rasgos dulcificarse ante mis palabras, cuando tu brazo rodea al mío, que se mueve para efectuar un agarre posesivo y firme, haciéndote notar sutilmente la fuerza con la que dirijo e impongo ahora la dirección –Espero sinceramente mademoiselle que no sea solamente un arreglo comercial- susurro en un acepto demasiado atrevido para considerarse caballeresco, pero para entonces sé que ambos buscamos más, que aquel encuentro no es inocente y para mí ni tan siquiera fortuito.
Tus palabras no obstante me sorprenden y me hacen recapacitar levemente la estrategia, una dama ducha en los idiomas, geografía y con un acepto alemán fuerte y musical típico de tierras demasiado al este para que la influencia francesa llegue fácilmente. –Que grata sorpresa conocer a alguien que hable así mi idioma pero me temo que estoy en desventaja, no conozco tan siquiera tu nombre y estoy deseando saber de dónde es para tener ese acepto alemán tan cuidado- Me es imposible no hacerlo, mi carisma y autoridad siempre me hacen dar órdenes veladas como aquellas, educadas y sin un solo tono imperativo pero que la mayoría de los que me conocen corren a cumplir pues el resto de mis registros no son tan amables.
Tu voz es sugerente, incitante a la vez que delicada y musical, acaricia mis oídos que de estar en otra forma se moverían en tu dirección, mostrando mi interés, mientras que tu salvaje olor acaricia mis fosas nasales con varias y sutiles fragancias que me hacen querer más. Tal vez por eso dudo tan solo un instante cuando tu voz se vuelve recelosa, tu caricia poco amistosa y tu olor cambia, mostrando un creciente nerviosismo. Mi mano se vuelve más rígida, dominante sobre tu brazo, evitando siempre con un poco más de la fuerza que tu utilizas que te liberes. –Por favor mademoiselle no es conveniente juzgar una nueva zona de la ciudad sin haberle dado tan siquiera una oportunidad, sobre todo una que visita tanta gente y con bulevares tan concurridos y seguros- sonrío ante su reticencia continuando con el cruce de nuevos sentidos intentando aplacar el nerviosismo de la dama, intentando tranquilizarla al nombrar el nauseabundo número de personas que podemos encontrarnos de optar por las calles adecuadas. –Otras veces los nuevos lugares tienen unas vistas tan maravillosas que son directamente imposibles de obviar- continúo en el tono más sugerente que conozco, severo y meloso a la vez, tono que se ve respaldado por cambios en mi olor que tu naturaleza cambiante puede notar de manera bastante evidente seguro, olores picantes y sugerentes que te llaman, que te reclaman para tu macho mientras mis ojos se clavan en los tuyos con la intensidad de un avezado predador.
Endymion Holstein-Gottorp- Cambiante/Realeza
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Fecha de inscripción : 22/06/2018
Re: You’re the same as me or worst [Endymion Holstein-Gottorp]
Soy fuerte, soy ambiciosa y sé exactamente lo que quiero.
Si eso me convierte en una “perra”, está bien.
Madonna
Si eso me convierte en una “perra”, está bien.
Madonna
Si las hormonas fueran visibles, estarían rodeándonos como burbujas que explotan dejando rastros de humedad en nuestras pieles, siendo tangibles y enérgicas en el instante mismo en que ambos volvemos a tocar al otro. Un gesto tan inocente como el tomar del brazo al caballero es el trigger para que ambos estemos en sintonía en esta macabra danza donde puede surgir una unión fuerte o una batalla interminable. Siendo los adjetivos que me adornan discordantes con cualquier fémina humana que agacha la cabeza, me erijo como una de las hembras con la que te será difícil conseguir lo que quieres, querido. Tendrás que esforzarte al máximo para que siquiera puedas tomar mi cintura sin que te lance un par de garrazos para alejar tu presencia abrumadora de mi ser.
Arisca, he dicho. Soy lo que soy. En cuanto conozco tu naturaleza, poco y nada importa tu deseo. Es el mío quien debe primar en esta relación tan feral como primitiva. Si las hembras dejan su aroma que incita al apareo, no significa que estén receptivas a cualquier macho que esté deseando montarlas. ¿Entiendes el punto medular de nuestros instintos? Sea pues que el estira y afloja inicia en el instante mismo en que exudas las feromonas que saturan mis narinas provocando la respuesta de mi cuerpo. Es un golpe bajo que utilizas de forma magistral denotando que, a pesar de tu apariencia humana, ganan tus instintos felinos que buscan a la hembra para la cópula. Si bien avanzas con tu olor -decadente y pecaminoso-, erras cuando el comentario es tan una orden velada como una advertencia de que contigo puede que no sea tan bueno jugar. Buscas respuestas en tanto estoy negada a darlas. El combate inicia, la afrenta está sobre la mesa, tu guante blanco busca reparar el daño y en cambio, en lugar de encontrar mi mejilla, termina bloqueado por una de mis garras cuando río con diversión cuidando de que la sombrilla cubra parte de mis facciones cuando miro a mi diestra buscando la alternativa para salir de este test.
Me siento acorralada, estoy por empezar una jugarreta para alejar mis pasos de los tuyos cuando me tomas la mano evitando cualquier escape. Por inercia, alzo la mirada ladeando la cabeza hacia tus ojos denotando de nuevo nuestra diferencia de altura. Mi gesto se torna serio, distante, mi ceja siniestra se alza en un indicativo de que deberás bajar la presión de tus demandas, a menos que tengas que obligarme a permanecer a tu vera. No soy fácil de convencer, tampoco de complacer. Algo que me caracteriza es el dominio de toda situación, que intentes arrebatarlo es señal de que estaré atenta para morder cualquier parte de tu ser como sigas por esa vertiente. El aire penetra por mis fosas nasales atrayendo todas tus estrategias primitivas y naturales al ser un felino. Aciertas al hacer notar que mientras estemos con personas alrededor, serás incapaz de demostrar algo que pueda parecer sobrenatural. Si bien tus argumentos son consistentes, mi mente busca la forma de encontrar la fórmula para escapar en caso de ser necesario. Frunzo los labios con la tensión marcándose en mi sien oculta por el sombrero y de paso, la sombrilla.
Resguardada en ambos objetos, tengo una intimidad mediocre, que basta para que escape a tus ojos. Justo encuentro una cuando mis sentidos captan tu derroche de esencia como si fuera gratuita -que lo es-, obligando a que alce la mirada para encontrarse con ese par de pozos que me subyugan. Estás completamente abocado a la cacería más intensa que puede dar paso a un momento de total decadencia. Teledirigidas tus hormonas, encuentran su destino final, la diana en lo profundo de mi ser que se derrite formando una segregación alcanzable sólo para olfatos finos, no los de estos humanos comunes y corrientes que son ignorantes de la pelea que está entablándose entre dos cambiantes que buscan tener la supremacía sobre el otro. Mi barbilla se alza en un franco gesto de rebeldía en tanto mis ojos se entornan para recorrer todo tu rostro, ignorando cómo los demás caminan ajenos a lo que sucede, haciendo que por una vez en tu vida, esa treta te funcione a medias porque si bien mi cuerpo está dispuesto a tu monta, mi mente humana está empecinada a negarte tal triunfo.
Mis labios se entreabren expulsando un aroma dulce cuando se dirigen para hablar, haciendo que el viento lleve esos olores a tu nariz. Dos pueden jugar el mismo juego, querido. Y si de seducción se trata, tengo las cartas más altas cuando la prostitución es mi oficio y tu condena. - Puede que su propuesta sea tan atrayente como una flama y me considere una polilla que quiere quemarse en ésta. Sin embargo, si tengo que pagar por una fruta para deshacerme de aquéllo que considero repelente, lo haré sin duda, herr Holstein-Gottorp. Si alguien quisiera saber el nombre de las calles que recorreremos por esta ciudad, partes de su historia, rasgos de su manejo, deberá ser más astuto y perspicaz. Puede que recorra una y otra vez una vereda sin saber en realidad que ahí, se gestó una potente guerra que dejó a todos exhaustos y sin voluntad. Las calles las transita cualquiera, en el momento apropiado. Le aconsejaría dejar a un lado su primitiva conducta para ser más agraciado. Al gato que acostumbra esperar en el tejado de la tercera casa de la calle de Beniex puede que no le guste ser molestado - sentencio con alegorías.
Si eres tan inteligente como presumes con las formas de expresión, entenderás bien lo que mis palabras están indicando. Haz lo que quieras en tanto pueda mantenerme segura en mi espacio personal. Equivoca el paso y entonces - todos sabemos cuán volubles son los felinos. Puede que acepten una caricia, sobre todo si es en el morro. Avanza un poco más y recibirás el único bufido de advertencia. Presiona un poco para que entonces cambie su estado de ánimo dando el garrazo o bien, la mordida. ¿Qué prefiere usted, herr Holstein-Gottorp? - mi voz sigue siendo susurrante como si hablara del clima, de las indumentarias de los caballeros. Y hablando de humanos estúpidos, uno de ellos avanza a toda velocidad provocando un choque indeseable de su brazo contra mi espalda, mis pies dan dos pasos quedando tan cerca de tu cuerpo que por la sorpresa de tal evento, soy incapaz de prever y actuar. Por lo que mis manos terminan en tu pecho fornido, duro como el granito. Mi mejilla golpea contra la tela de tu levita intoxicando mi maldita nariz con tu olor puro y excitante. Un jadeo emana de mi boca por la forma tan abrupta de este ataque azaroso.
La sombrilla yace en el piso por el encuentro desafortunado en tanto ambas manos están bien puestas sobre tu pecho. ¡Malditos sean los hados! Porque en lugar de separar mi rostro de tu cuerpo, mi instinto felino es mayor, atrapado en tu esencia, alzando el rostro lento por tu hombro, recorriendo tu cuello hasta llegar a tu mejilla, donde quise percibir en cuanto te conocí tu aroma, descubriendo cuán agradable es. Cuán excitante, cuán tentador. Una descarga es expulsada del centro de mi femineidad. El rastro líquido queda en mis prendas más íntimas al tiempo que emito un ronroneo más felino que humano contra tu oído. Aceptando para mi desgracia, este macho que busca montarme como la hembra que ha elegido para complacer sus más bajos instintos. Unos que se potencian y equiparan con los míos.
Artemisa Apholos- Cambiante Clase Baja
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Re: You’re the same as me or worst [Endymion Holstein-Gottorp]
Cada día me impresionan más los humanos ¿Cómo es posible que una especie tan corta de miras, tan débil, tan eminentemente estúpida en todos y cada uno de los aspectos puede estar al mando del mundo? Nunca lo entenderé. Los pobres transeúntes de aquella calle podrían ser testigos mudos de una de las luchas de voluntades más increíbles de sus vidas, de un baile sexual tan antiguo como intenso, de una cacería tan salvaje como peligrosa y sin embargo continúan sus vidas como si tal cosa, compran, pasean, dialogan felices ciegos ante su propio mundo, perdidos en la propia mediocridad de sus vidas sin armas ni sentidos para salir de ella. En situaciones como aquella, el noble sabía que hacía lo mejor, que lo mejor para aquellas personas era al menos ser guiadas por alguien capaz de guiarlos por su propio mundo.
Las tensiones con aquella dama crecían por segundos fueran conscientes los humanos de alrededor o no. La dama se resistía con uñas y dientes de una manera casi literal a los manejos del hombre, a su carisma, a su cultivada dialéctica, a sus intensas y predadoras miradas sin darse cuenta que cada intento de rechazo, cada maniobra para zafarse del cambiante, solo hacía espolear al macho, reafirmarse en sus intenciones, seguir acosando a la dama hasta el inevitable momento en el que ella se entregara por completo a él. Por eso su media sonrisa se intensifica, su mirada felina gana en intensidad, recorriendo cada gesto de la dama, cada movimiento de sus músculos faciales, analizándola, estudiándola sin que ella pudiera hacer nada que mostrar sus cartas, una a una si quería que el macho no ganara aquella pelea antes de empezarla. Y como en los negocios, como en una partida de ajedrez, como en un campo de batalla lo primordial era conocer al enemigo, conocerlo mejor que él mismo con el fin de anticiparse, de emboscarle. La sociedad era supremacista, predadora y como tal, la caza regía cada momento de la vida de una persona, fuera o no consciente de aquella verdad inamovible, y aquel que no estuviera dispuesto a ser cazador, acabaría convertido en presa en instantes.
Por eso continúa acosando a la hembra, estudiándola, aprendiéndola de ella, haciendo que se reflejara en cada acto del felino, al final, más tarde o más temprano, sería suya sin que ella pudiera hacer nada más que anhelar el momento en el que su propia resistencia se agotara. Endymion era una persona caprichosa, prepotente y a veces confiada en sus propias capacidades, pero la paciencia y la astucia eran una parte innegable de cada una de sus relaciones. Es por eso que no se le escapa el picante olor que emana de la hembra pese a sus cada vez más insistentes negativas, negativas que por otro lado se vería obligado a aplacar si quería que el encuentro continuara, si pretendía que la cuerda se tensase sin llegar a partirse, si quería que su presa no se revelara colérica y desesperada al verse sin otra salida que luchar.
Es por ello que mantiene una sonrisa cuidada y tranquila ante la dama ante la insolente negativa que le presenta cuando la toma de la mano.
–Por suerte París es una ciudad en la que no ha habido guerras recientes, tal vez me gustaría decir eso de mi tierra natal, más la guerra es mucho más entretenida que la paz, donde la paz es fría y anodina la guerra es ardiente, pasional, inesperada, peligrosa y gratificante- responde seguro de sí mismo, acariciando la suave seda de los guantes mientras permite que la dama descanse de su mirada tras el invisible parapeto, no obstante cuando la cambiante vuelve a la carga él está preparado para continuar aquella lid –Me gustan los felinos querida, son independientes, ariscos, presumidos y tienen razones para ello- continúa con una media sonrisa –Son inteligentes, hábiles, astutos, estilizados, bellos, excelentes cazadores y sobre todo caprichosos- se interrumpe cuando el descuidado golpe envía a la dama a sus brazos, mandando una única y silenciosa mirada amenazadora al torpe humano que se ha atrevido a chocar con su dama, aunque sus narinas recogen rápidamente el cambio de olor y sus ojos captan con rapidez la relajación del gesto de la joven –Pero a la hora de la verdad, si sabes donde acariciarlos, ronronean con el dueño adecuado- sonríe llevando una de sus manos a la barbilla de la cambiante, obligándola a que mire sus intensos ojos, a que respire su olor a aquella distancia tan ínfima. El olor es más agresivo, menos picante que la otra vez, más envolvente y persistente, la está marcando como suya, controlando cada fibra de su ser para no tomarla en el siguiente oscuro y maloliente callejón por el que pasen, tal es el deseo que aquel aliento que la dama vierte sobre el causa en la psique más profunda y antigua del macho. –Conozco una zona más tranquila y apartada, sin tanto …despistado por la calle querida, si deseáis acompañarme por supuesto- remata su siguiente ataque con aquella frase que incita a los más bajos placeres de ambos a tomar el control de sus racionales mentes.
Las tensiones con aquella dama crecían por segundos fueran conscientes los humanos de alrededor o no. La dama se resistía con uñas y dientes de una manera casi literal a los manejos del hombre, a su carisma, a su cultivada dialéctica, a sus intensas y predadoras miradas sin darse cuenta que cada intento de rechazo, cada maniobra para zafarse del cambiante, solo hacía espolear al macho, reafirmarse en sus intenciones, seguir acosando a la dama hasta el inevitable momento en el que ella se entregara por completo a él. Por eso su media sonrisa se intensifica, su mirada felina gana en intensidad, recorriendo cada gesto de la dama, cada movimiento de sus músculos faciales, analizándola, estudiándola sin que ella pudiera hacer nada que mostrar sus cartas, una a una si quería que el macho no ganara aquella pelea antes de empezarla. Y como en los negocios, como en una partida de ajedrez, como en un campo de batalla lo primordial era conocer al enemigo, conocerlo mejor que él mismo con el fin de anticiparse, de emboscarle. La sociedad era supremacista, predadora y como tal, la caza regía cada momento de la vida de una persona, fuera o no consciente de aquella verdad inamovible, y aquel que no estuviera dispuesto a ser cazador, acabaría convertido en presa en instantes.
Por eso continúa acosando a la hembra, estudiándola, aprendiéndola de ella, haciendo que se reflejara en cada acto del felino, al final, más tarde o más temprano, sería suya sin que ella pudiera hacer nada más que anhelar el momento en el que su propia resistencia se agotara. Endymion era una persona caprichosa, prepotente y a veces confiada en sus propias capacidades, pero la paciencia y la astucia eran una parte innegable de cada una de sus relaciones. Es por eso que no se le escapa el picante olor que emana de la hembra pese a sus cada vez más insistentes negativas, negativas que por otro lado se vería obligado a aplacar si quería que el encuentro continuara, si pretendía que la cuerda se tensase sin llegar a partirse, si quería que su presa no se revelara colérica y desesperada al verse sin otra salida que luchar.
Es por ello que mantiene una sonrisa cuidada y tranquila ante la dama ante la insolente negativa que le presenta cuando la toma de la mano.
–Por suerte París es una ciudad en la que no ha habido guerras recientes, tal vez me gustaría decir eso de mi tierra natal, más la guerra es mucho más entretenida que la paz, donde la paz es fría y anodina la guerra es ardiente, pasional, inesperada, peligrosa y gratificante- responde seguro de sí mismo, acariciando la suave seda de los guantes mientras permite que la dama descanse de su mirada tras el invisible parapeto, no obstante cuando la cambiante vuelve a la carga él está preparado para continuar aquella lid –Me gustan los felinos querida, son independientes, ariscos, presumidos y tienen razones para ello- continúa con una media sonrisa –Son inteligentes, hábiles, astutos, estilizados, bellos, excelentes cazadores y sobre todo caprichosos- se interrumpe cuando el descuidado golpe envía a la dama a sus brazos, mandando una única y silenciosa mirada amenazadora al torpe humano que se ha atrevido a chocar con su dama, aunque sus narinas recogen rápidamente el cambio de olor y sus ojos captan con rapidez la relajación del gesto de la joven –Pero a la hora de la verdad, si sabes donde acariciarlos, ronronean con el dueño adecuado- sonríe llevando una de sus manos a la barbilla de la cambiante, obligándola a que mire sus intensos ojos, a que respire su olor a aquella distancia tan ínfima. El olor es más agresivo, menos picante que la otra vez, más envolvente y persistente, la está marcando como suya, controlando cada fibra de su ser para no tomarla en el siguiente oscuro y maloliente callejón por el que pasen, tal es el deseo que aquel aliento que la dama vierte sobre el causa en la psique más profunda y antigua del macho. –Conozco una zona más tranquila y apartada, sin tanto …despistado por la calle querida, si deseáis acompañarme por supuesto- remata su siguiente ataque con aquella frase que incita a los más bajos placeres de ambos a tomar el control de sus racionales mentes.
Endymion Holstein-Gottorp- Cambiante/Realeza
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Fecha de inscripción : 22/06/2018
Re: You’re the same as me or worst [Endymion Holstein-Gottorp]
Presiona todo lo que quieras
porque sólo yo, decido mi destino.
porque sólo yo, decido mi destino.
Durante mi niñez, poco pude conversar con mi madre acerca de los hombres. Si bien nuestra familia era cambiante en casi todos sus miembros, poco era lo que se hablaba de la sexualidad, lo que tuve que aprender a golpes porque mi madre no se dignaba a dirigir palabra alguna sobre el tema, algo propio de la época y de lo cual no pudo hacer a un lado para preparar mejor a su única hija. De lo poco que dijo, puedo rescatar las siguientes palabras: "No deberás temer de los hombres, mucho menos de los sobrenaturales. Si alguno de ellos quiere ser tu pareja, podrás dominar tu propio instinto e impedir inclusive que te maltraten si así lo deseas. Te advierto, Artemisa, que del único que deberías temer, es de aquél cambiante felino que tenga una sola de sus formas igual a una sola de las tuyas. Dependiendo cuál sea la que sincronicen, puedes perder la cabeza o bien, esforzarte en dominarle. No es igual un gato que un león. Mientras más grandes, mayor será tu instinto de apareamiento y el suyo por controlar su territorio y ese para el macho, siempre serás tú".. De sólo recordar esas palabras me estremezco.
Por eso es que poco entiendo de lo que le sucede a mi cuerpo con este hombre, este germano que pretende controlar mis movimientos y llevarme a un sitio donde estemos lejos de las miradas indiscretas. ¿Crees que no lo sé? ¿Crees que no lo imagino? ¿Que no sospecho lo que quieres de mí? Ya estás marcado por el destino porque mi cuerpo es hielo cuando me tocan después de lo que mi jefe hizo la primera vez conmigo. Podrás querer todo lo que puede mi cuerpo darte en tu mente perversa, perderás así mi mente y mi instinto de acercarme a ti. Huiré como lo hago cuando todo termina. Me alojará en un lugar distante para evitarte. En tanto hablas de la guerra, me parece que esas palabras tienen más que ver con esta disputa que entre ambos es más aguerrida conforme el tiempo transcurre. ¿Por qué los hombres piensan que pueden hacer cambiar de parecer a una mujer diciéndole lo magnífico que son y lo bien que lo van a pasar cuando ni siquiera pueden comprender la psique femenina y la comparan con la suya? La testosterona llega a mis narinas influyendo en mi ánimo por vez primera. ¿Por qué?
Puedo hacerme muchas preguntas más para dar razones del por qué mi cuerpo reacciona a sus hormonas. La verdad es que desconozco del todo lo que me sucede con este macho. Hasta que tus adulaciones a los felinos me provocan un temblor en las piernas. ¿Será que es un...? Antes de poder dar forma en mi mente a esa pregunta, alguien me empuja, obligando a que mi cuerpo caiga de bruces contra el tuyo. Me envuelves en tus brazos, me obligas a mirar a tus ojos, con ese aroma atrapando mis instintos más básicos. El apareamiento es una necesidad, me dijeron alguna vez y como tal, voy aprendiendo que sí, es cierto. Esos orbes atigrados se posan en los míos, tu respuesta a mis negativas es brutal. Mi nariz atrapa tu aroma, ese posesivo gesto que le anuncia a los demás que soy tuya y temo porque así me siento. Tan tuya que temo lo que puede suceder como siga a tu lado. Tus palabras son un peso extra en esta balanza que se desequilibra a tu favor. ¿Será cierto que con la mano adecuada, la del dueño de la bestia, ésta puede ronronear y aceptar el roce?
Tiemblo ante tus demandas corporales, que provocan otra nueva emisión de hormonas del centro de mi femineidad haciendo notar cuán receptiva estoy a tus necesidades. Las acepto, las atrapo y las guardo para mí, buscando también que correspondas e inicie el rito tan antiguo como nuestras propias especies. El de la procreación, aquél que la naturaleza coloca en cada uno de los seres vivos para continuar la especie. Mi mente ignora todo lo que debería razonar para evitar el alargue de esta convivencia. En lugar de ello, tus palabras embrutecen mis sentidos y antes de que pueda razonar, mi voz se alza hasta tus oídos - sí, te deseo - es mi respuesta a tus demandas. Mi capitulación total a tu ataque tan férreo que es nuevo para mí. Ciertas eran las palabras de mi madre, estoy aterrada por lo que veo como si fuera una espectadora fuera de mi cuerpo cuando avanzo a tu lado hacia el lugar donde indicas, dejando que conduzcas mi camino. Ansiando un poco más de ti, de esta necesidad que se acumula en el vértice de mis muslos clamando por su liberación. ¿Será placentero? Quisiera pensar que sí, sólo que ahora mismo, temo por lo que me acontece.
Estoy a tu merced, como un conejo que mira al tigre ante él y sabe que por más que corra, el depredador encontrará la manera de alcanzarlo y morder su delicada piel. Las calles pasan ante mi mirada sin que pueda reaccionar, las personas van siendo menos conforme mis pies siguen a los tuyos. Y cuando todo está servido, en la zona que elegiste para el final de la cacería y que puedas degustar la presa elegida, reculo. Me arrepiento, mi cabeza se mueve de derecha a izquierda con rápidos movimientos haciendo notar que estoy retomando el control de mi ser, de mis instintos, pugnando por sepultarlos bajo una montaña de conciencia. Mi cuerpo se separa del tuyo buscando la forma de huir de ahí lo antes posible. ¿Podré? Antes de nada, de que mis pies empiecen a deshacer el camino, siento tu mano y con ella, un brusco jalón que lleva mi cuerpo al tuyo donde tus brazos me estrechan, mis ojos se conectan con los del macho, sintiendo su dominación con ese pequeño gesto. Mis manos recorren tu tórax, apreciando la contextura de los músculos, firme y vibrante. Con el rítmico movimiento de la respiración que me hipnotiza.
Debo huir, no puedo quedarme, antes de que mi diestro pie pueda dar el primer paso en retroceso, mi propio cuerpo me traiciona. Mis manos toman tu rostro para alzar de puntitas mi estatura, siguiendo mis instintos, ronroneo restregando la mejilla contra la tuya, sintiendo el crecimiento de la barba contra mi epidermis. El estallido de placer es mayor cuando tu aroma vuelve a almizclarse, tan fuerte, tan increíblemente masculino que manda de paseo mis instintos por escapar. - No debo - es la última expresión que puede salir de mis labios en el instante en que volteo mi rostro al tuyo, mostrando el cuello en una demostración de sumisión. Dejando que hagas conmigo lo que quieras por este momento, por estos segundos, como te arrepientas, entonces me sentiré desairada y huiré. Soy un gato herido, como te decidas a dudar, escapará.
Artemisa Apholos- Cambiante Clase Baja
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Re: You’re the same as me or worst [Endymion Holstein-Gottorp]
La confusión de la mujer es evidente, sus negativas débiles y su deseo de que aquello llegue a más tan solo puede ser superado por el mío de apropiarme de aquella mujer, de aquella hembra, de una alfa de la más alta graduación. Su mirada, su porte, su petulancia, su carisma, su recelo y agresividad no hacen si no hacerme desearla más, domarla y doblegarla hasta volver a la fiera un dulce y elegante minino para mi uso y disfrute, un macho, un dueño a su altura. La simple idea de que un simple humano pueda disfrutar del placer de poner su vista sobre ella me molesta de sobremanera, pues aquella belleza salvaje y primordial debería de estar fuera del alcance de aquellos pobres simios incapaces de admirar algo en más de una dimensión, demasiado visuales y limitaos para admirar la verdadera belleza.
Mientras las palabras de la joven muestran su intransigencia, su agresividad y su fuerte independencia, su mirada perdida y dubitativa sugiere una duda que solo es corroborada por el intenso cóctel químico con el que mis sentidos están siendo recompensados, indicando que la cacería está más que cerrada desde mucho antes que la mujer dejara de presentar batalla. Una curiosa sonrisa se asoma a mi rostro, alzando tan solo una de mis comisuras ¿cuántos débiles machos habrían abandonado la caza de aquella hembra? Por sus gestos parecía que aquella cambiante distaba mucho de perder el control de su raciocinio con asiduidad y era exactamente eso lo que yo quería forzar en aquella hembra desde el primer momento que la vi, liberar a la tigresa liberada en aquella figura de porcelana humana para luego domar a la fiera y tenerla a mi lado como mi propiedad ¿Habría algo más excitante?
Mis manos no dejan lugar a la duda ni a la oportunidad cuando rodean la cintura de ella, marcando la tela del vestido como única evidencia del posesivo gesto con el que envuelto tu femenino cuerpo, justo donde la curva de tu cintura empieza a crecer hacia tus enloquecedoras caderas. -Lo se- respondo simplemente ante aquel gesto tan absoluto de entrega que unido a tu propio arsenal químico me hace cada vez más incómodo el caminar por la calle -Me deseas tanto como yo te deseo a ti querida, no puedes resistirte ni voy a permitirte hacerlo- Me acerco a su oído aprovechando el cada vez menor tránsito de personas a nuestro lado -Y en pocos minutos no volverás a dudarlo nunca más- antes de acariciar con la punta de la nariz la delicada piel de su lóbulo casi imperceptiblemente, dejando no obstante otro más que evidente rastro de feromonas.
Nuestros pasos, en apariencia aleatorios y tranquilos van dejando atrás las calles más desconocidas para mí, acercándonos a uno de los meandros del río donde se encuentran unas pequeñas y estrellas calles muy concurridas los días de mercado y que sin embargo hoy como esperaban están tranquilas y desiertas. Permito que un tenso silencio nos acompañe la última parte del paseo, haciendo que las dudas y el sentido común vuelvan lentamente a tu pisque, al fin y al cabo, siempre es divertido jugar con una presa que ya está en tus garras y que ella misma lo sabe, el miedo, la desesperación, la ansiedad, son olores que prácticamente me acarician hasta que simplemente me deleito con la impotencia de aquel que se sabe vencido.
Por eso cuando los pasos se van haciendo más lentos, su cabeza se sacude y su mirada recorre la cara de lado a lado en un gesto nervioso no puedo más que sonreír de medio lado cuando aquella frase es totalmente desacreditada por tus gestos, por tu felina caricia sobre mi rostro, a la que correspondo con un sonoro bufido marcando tu sensible piel con mi olor, la primera vez de tantas veces. Aprovechando la intimidad de la esquina, mis movimientos se vuelven más agresivos, más posesivos cuando hago que tu espalda choque con la pared, pegando nuestros cuerpos por completo, mordiendo la nívea piel de tu cuello, forzando la epidermis cuando mis colmillos inferiores la recorren hasta que mis labios vuelven a morder la ahora enrojecida piel, deleitándome en aquella mezcla de olores mientras con una de mis manos uno las tuyas sobre tu rostro -No, no debes- casi sonrío en su oído -Pero no puedes hacer nada por evitarlo, eres mía, eres mi hembra y no puedes ni quieres resistirte- respondo antes de volver a morder tu cuello, esta vez en la unión de la clavícula con el cuello, mientras mi otra mano tira de tus caderas hacia afuera, forzando tu cuerpo a pegarse más al mío -Voy a devorarte hasta que no quede nada gatita- continúo ya con la voz ronca, afectado tanto por la situación como por tu propio olor, que desata mis más primarios instintos. -Eres mía- sentencio dejando que mi cuerpo libere ahora en mayor cantidad aquella sustancia que así lo indica, aunque esta vez es menos sutil, más ansioso, desesperado.
Mientras las palabras de la joven muestran su intransigencia, su agresividad y su fuerte independencia, su mirada perdida y dubitativa sugiere una duda que solo es corroborada por el intenso cóctel químico con el que mis sentidos están siendo recompensados, indicando que la cacería está más que cerrada desde mucho antes que la mujer dejara de presentar batalla. Una curiosa sonrisa se asoma a mi rostro, alzando tan solo una de mis comisuras ¿cuántos débiles machos habrían abandonado la caza de aquella hembra? Por sus gestos parecía que aquella cambiante distaba mucho de perder el control de su raciocinio con asiduidad y era exactamente eso lo que yo quería forzar en aquella hembra desde el primer momento que la vi, liberar a la tigresa liberada en aquella figura de porcelana humana para luego domar a la fiera y tenerla a mi lado como mi propiedad ¿Habría algo más excitante?
Mis manos no dejan lugar a la duda ni a la oportunidad cuando rodean la cintura de ella, marcando la tela del vestido como única evidencia del posesivo gesto con el que envuelto tu femenino cuerpo, justo donde la curva de tu cintura empieza a crecer hacia tus enloquecedoras caderas. -Lo se- respondo simplemente ante aquel gesto tan absoluto de entrega que unido a tu propio arsenal químico me hace cada vez más incómodo el caminar por la calle -Me deseas tanto como yo te deseo a ti querida, no puedes resistirte ni voy a permitirte hacerlo- Me acerco a su oído aprovechando el cada vez menor tránsito de personas a nuestro lado -Y en pocos minutos no volverás a dudarlo nunca más- antes de acariciar con la punta de la nariz la delicada piel de su lóbulo casi imperceptiblemente, dejando no obstante otro más que evidente rastro de feromonas.
Nuestros pasos, en apariencia aleatorios y tranquilos van dejando atrás las calles más desconocidas para mí, acercándonos a uno de los meandros del río donde se encuentran unas pequeñas y estrellas calles muy concurridas los días de mercado y que sin embargo hoy como esperaban están tranquilas y desiertas. Permito que un tenso silencio nos acompañe la última parte del paseo, haciendo que las dudas y el sentido común vuelvan lentamente a tu pisque, al fin y al cabo, siempre es divertido jugar con una presa que ya está en tus garras y que ella misma lo sabe, el miedo, la desesperación, la ansiedad, son olores que prácticamente me acarician hasta que simplemente me deleito con la impotencia de aquel que se sabe vencido.
Por eso cuando los pasos se van haciendo más lentos, su cabeza se sacude y su mirada recorre la cara de lado a lado en un gesto nervioso no puedo más que sonreír de medio lado cuando aquella frase es totalmente desacreditada por tus gestos, por tu felina caricia sobre mi rostro, a la que correspondo con un sonoro bufido marcando tu sensible piel con mi olor, la primera vez de tantas veces. Aprovechando la intimidad de la esquina, mis movimientos se vuelven más agresivos, más posesivos cuando hago que tu espalda choque con la pared, pegando nuestros cuerpos por completo, mordiendo la nívea piel de tu cuello, forzando la epidermis cuando mis colmillos inferiores la recorren hasta que mis labios vuelven a morder la ahora enrojecida piel, deleitándome en aquella mezcla de olores mientras con una de mis manos uno las tuyas sobre tu rostro -No, no debes- casi sonrío en su oído -Pero no puedes hacer nada por evitarlo, eres mía, eres mi hembra y no puedes ni quieres resistirte- respondo antes de volver a morder tu cuello, esta vez en la unión de la clavícula con el cuello, mientras mi otra mano tira de tus caderas hacia afuera, forzando tu cuerpo a pegarse más al mío -Voy a devorarte hasta que no quede nada gatita- continúo ya con la voz ronca, afectado tanto por la situación como por tu propio olor, que desata mis más primarios instintos. -Eres mía- sentencio dejando que mi cuerpo libere ahora en mayor cantidad aquella sustancia que así lo indica, aunque esta vez es menos sutil, más ansioso, desesperado.
Endymion Holstein-Gottorp- Cambiante/Realeza
- Mensajes : 9
Fecha de inscripción : 22/06/2018
Re: You’re the same as me or worst [Endymion Holstein-Gottorp]
Impossible,
En tanto tus fragancias me enloquecen la cabeza y el cuerpo está decidido a dejarse llevar por estos míseros instantes donde prometen un nuevo descubrimiento de mi ser. La mente está intentando sacudirse de izquierda a derecha para evitar que la locura me domine y tengas la oportunidad de hacer conmigo lo que te plazca. No soy una mujer flexible, ni que se deja dominar con tal facilidad. En tanto avanzamos por la ciudad, con el ruido típico de la urbe, las personas yendo y viniendo y los aromas de la sobrepoblación, intento recuperar la cordura. Que todo ésto vuelva a ser parte de mi historia y reacomodar mis ideas para evitar lo que sea que estás pensando. Ceder no está en mi vocabulario por más que ahora esté tan idiotizada con tu presencia y tus maneras con mi persona.
Debería escapar. Huir de tu presencia, de tu intoxicante aroma, de todo lo que significas y provocas. Es tarde, lo sé cuando aprecio tus manos en mis caderas, cuando escucho tu voz ronca contra mi oído. Lo sé y no puedo hacer más que callar. Que mirarte a los ojos y sentir que un hueco se forma en mi estómago. Debería dar marcha atrás. ¿Cómo? Si nada en mi cuerpo responde si no es para desear acariciar tus mejillas, tus quijadas y tomar tus labios entre los míos. Estoy muy mal y presiento que nada podrá ser. No, no puedo resistirme, no quiero hacerlo, lo cual te da un enorme poder que no puedo evitar. Bajo la cabeza siguiendo tus pasos, los que me llevan a un lugar más solitario. Estoy entrando a la condena total. Entre las dos fuerzas opuestas que me jalan a su conveniencia, me encuentro frustrada y perdida. Siento que no puedo evitar seguir tus pasos, por más que lo intente, algo me jala hacia ti.
Justo cuando estamos llegando al coto de caza, porque lo sé, sé que me llevas a tus dominios para hacer conmigo lo que te plazca, ese sacudón de mi cabeza hace visible mi oposición. Rotunda, más sólo es mental. El cuerpo ansía lo que le prometes y es quien toma posesión, quien marca la tendencia. Tu bufido animal es perfecto, incita mis hormonas, las espolea para dejar que tu nariz las aprecie. Me dejas entre la pared y tu cuerpo que como una espada, busca atravesar mi coraza hasta penetrar a los confines más infinitos haciendo que de mi boca emerja un jadeo entrecortado y desesperado. Quiero todo lo que me ofreces, lo anhelo tanto que duele. Obtengo en recompensa el contraste de tu marcada constitución física contra mi suavidad y mis senos son presionados por tu firme tórax.
Arqueo el cuello, lo tomas como una invitación llevando tu boca a éste, tus dientes lastiman la suavidad de mi carne, lo reafirmas con tus labios, ese bocado que se vuelve tuyo. Esas manos que se entrelazan con las ajenas haciendo que las lleves por encima de mi cabeza provocando otro gemido que ahora es más lujurioso que lastimero. Lo quiero todo ¿Por qué tardas tanto? Mi epidermis se perla de pequeñas gotas que muestran mi sufrimiento, mi deseo por tu ser, por tus caricias como nunca antes me pasó. Tus palabras desatan mi locura, mi subyugante lujuria que está cada vez más ansiosa, que es recompensada con tus actuares, con tus mordidas, con la manera en que tomas mis caderas pegando tu cuerpo al mío. Mis orbes te observan cuando pronuncias las palabras que sé, son ciertas. Tuya. Sin duda alguna, tuya. Y esta vez, sepulto mi voluntad para dejar que mi instinto se guíe, haciendo círculos con las caderas, provocando al macho en ti.
Justo, alguien rompe algo a la distancia, eso me da la oportunidad de que el miedo sea mayor a las sensaciones que provocas, empujo tu pecho para alejarme de ti. Cuando siento resistencia, golpeo tus gónadas con fuerza, ¡Tengo que escapar! Cuando te agachas, no dudo en alejar mis pasos de tu intoxicante presencia - ¿Creíste que sería tan fácil? Te equivocaste - es mi voz la que se alza, como una afrenta a tus decisiones y tus instintos. Es mi reclamo en tanto doy media vuelta para escapar a todo lo que mis piernas permiten y, cuando nadie puede verme, cambio de forma transformándome en la gueparda que se come los metros sin dudar dejándote atrás. Tan peligroso eres, que temo morir en tus garras.
TEMA FINALIZADO
Artemisa Apholos- Cambiante Clase Baja
- Mensajes : 53
Fecha de inscripción : 14/06/2018
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