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Tragédie d'un corbeau {Privado} 2WJvCGs


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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Gédéon Lémieux Dom Ago 12, 2012 9:32 pm

Era casi imperdonable el haber visitado París sin acudir a sus múltiples presentaciones de Ópera, pero no se trataba del clásico y rudimentario aposte de varios actores sobre el escenario y la vocalización teatral de los protagonistas. Los franceses se esmeraban en sus obras tratando de ofrecer un espectáculo inolvidable para los sentidos. La decantación se transmitía por medio de las emociones que envuelve al público, transportándolos a escenarios poco verosímiles. Mundos fantásticos donde la realidad es el mito y las leyendas cobra vida. Con tan sólo cerrar los ojos, se viola lo estricto de los dogmas, haciendo hincapié en lo maravilloso de la imaginación. El tiempo y el espacio resultan ser una maldita paradoja erradicada por la espada de un Dios en las lejanías del pensamiento. Los hombres comunes se convertían en dioses que rompen las barreas del Olimpo hasta penetrar los abismos del infierno, el mortal se llena de poder y sabiduría consiguiendo la derrota del universo a sus pies. Poetas, músicos y espectadores, son uno solo, se adentran, viven, sienten y lloran la majestuosidad de una prosa melódica que altera los sentidos, enloquece, hace soñar y les atrapa en su delirio. Ahí, frente a los desconocidos enmascarados y con pomposas decoraciones pendiendo de lo alto, el autor de la obra pretendía producir el interés del sentimiento a sus espectadores y, esa era la razón principal por la cual Lidérc se encontraba en ese lugar.

Jugando a adoptar su humanidad de nuevo, se dejó guiar hasta tierras inhóspitas en medio de aquel palco. Sus ojos se cerraron olvidando a su acompañante quien resultó ser una chiquilla poco inteligente a la que sólo le gustó el porte y la belleza inusual del vampiro. Pronto se daría cuenta que había sido un error el acompañarlo esa noche. Las cuerdas de los violines eran sometidas a un Réquiem en la obertura de la erróneamente llamada ópera. Los chelos susurraban sus notas en perfecta armonía, una lluvia de castañas cayó por encima de los todos los sonidos creando una visión de tormenta. Podía olfatearse la tierra húmeda tras esos acordes convenientemente preparados para dar inicio. Los violines se detuvieron y los sustituyeron las notas dulces de un piano. Melodías tristes y seguidas por la vocalización de un coro al que le dolía cada agudo ofrecido al público. Era como estar escuchando los mágicos cantos de una tierra llena de ángeles, perfecta pero hiriente en cada una de sus formas. Bellos erizados y ensoñaciones profundas. Fueron el resultado de la primera parte de la «tragédie lyrique».

-Comienzo a sentir un poco de apatía por esto- Interrumpió la joven. Lidérc no abrió sus ojos, le prestaba la mínima atención a su acompañante y, si la invitó esa noche sólo había una razón para ello, desgraciadamente para ella, no era la que se imaginaba –Creí que sería más agradable Monsieur, mire que traerme hasta aquí para el tiempo mientras podríamos estarlo aprovechando en otro tipo de cosas- Los labios de la mujer se movieron sugerentes, la mirada ambarina de sus orbes lo desnudó con la mirada y sus pensamientos sugirieron hacer algo atrevido en el palco principal, después de todo no serían interrumpidos por nadie. –Basta Marianne, no te comportes como una ramera- Al fin pronunció. Su voz era áspera, ardentosa, carente de emociones. Había estado sumergido en sus pensamientos todo ese tiempo, purgándose quizá o trazando sus nuevos caminos. Con sus hermanas muertas podía hacer y deshacer lo que se le viniese en mente e ir a esa obra en concreto, fue una de las mejores ideas que pudo habérsele ocurrido. –Sir Nasic, pensé que usted…- Un dedo se colocó ante sus labios y él arqueó una ceja en negativa –No, tú no piensas- Se puso de pie moviendo sus manos al compás de la música. No era un director de orquestas pero sin duda alguna, él sabía más que la mayoría de ellos. Disfrutó de proyección y después le tendió la mano a la doncella. La atrajo hasta él, posó su mano en la cintura, rosó la curva de sus caderas y sonrió con siniestra forma –No fue tu cuerpo, mucho menos tu belleza- La hizo girar y la devolvió a la silla. Ella no lograba comprender lo que él decía. La expresión de su rostro mutó de felicidad a intriga -¿Eres virgen, no?- Asintió en respuesta. Lidérc abrió sus ojos. –Esa es- Desenfundó los colmillos y la atacó.

No la mataría porque cometer semejante tontería no era como él se movía. Logró hipnotizarla después de varios segundos, la convenció de no gritar y quedarse ahí como su propio bálsamo para la amarga sed que lo abatía. De desear una acompañante más atrevida, entonces habría ido al burdel por una cortesana. Las vírgenes sólo servían para eso, para beber de ellas y nada más. Porque a ese vampiro con porte caballeroso y galante ante la sociedad, tiene más pervertida la mente de lo que aparenta. Gusta de encontrar en sus mujeres el atrevimiento, la iniciativa, la ferocidad y la maestría. No jugaría con una niña a tener sexo ¿Qué caso tiene? Bailoteaba con el cuerpo de la joven. Se trataba como una puesta en escena de muñecos, él era el títere y ella la bailarina de papel. Tras varios giros y piruetas sin sentido alguno, la depositó nuevamente en el pequeño sillón. Tomó una de sus muñecas y clavó los colmillos. Succionó un par de veces hasta que las puertas del palco se abrieron inesperadamente. Bajo el umbral una mujer desconcertada asomó la cabeza. Lidérc no estaba seguro de lo que había alcanzado a ver, pero suponía que, si huía gritando, le implicaría un problema serio. ¿Martar o no matar? Ese es el dilema.
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Mensaje por Tania Fernandez Mar Sep 04, 2012 7:53 pm

¿Por qué había visto eso? Santo padre, hubiera deseado podido pasar la vista de largo y que aquella escena no hubiera sido captaba por sus pupilas, es mas en esos momentos estaba deseando poder haber estado ciega en ese preciso momento y que todo aquello en su mente no estuviera gravado. El rostro del hombre se le había impregnado en su rostro, por primera vez comenzaba a sentir un miedo creciente que se apoderaba de todo su cuerpo. Estaba a punto de comenzar a maldecir a todo pulmón lo mucho que odiaba ser cortesana ya que en ese momento el miedo comenzaba a mezclarse con una extraña sensación de excitación, pero si pronunciaba algún grito estaba segura que ese sería su fin. Bueno no debía echarse la culpa por todo, los hombre que siempre la visitaban eran personas ineptas en donde ella debía dar el primer paso, tal vez por eso al momento de sentir verdadero terror ante un hombre su cuerpo se contraía y disfrutaba la sensación de que posiblemente podría ser dominada por alguien tan fuerte que no le daría opción.

-Si claro… ¿Acaso deseas morir?- se susurro a ella misma mientras se inclinaba mantenimiento sus ojos apartados de aquella escena, busco borrar de su mente los colmillos de los labios de aquel caballero y que sus labios estuvieran manchados de aquel color carmesí que salía de la muñeca y cuello de la dama, ahora solamente deseaba cruzar aquellos largos pasillos de ese lugar para buscar la manera de salir a un lugar en donde hubiera muchas más personas, pero parecía que nunca conseguiría su objetivo. Estaba prácticamente atascada, era un ratón acorralado, que simplemente debía aceptar que el gato pronto la atraparía-Mis disculpas Monsieur- susurro mientras retrocedía un poco para mirar hacia los lados discretamente para buscar la puerta de salida.

Nunca en su vida había deseado tanto tener a una multitud cerca como en aquel momento, pero sus deseos parecían ser negados en estos momentos… solo quedaba ¿rogar? ¡No era momentos para hacer bromas que la hicieran reír! ¿Tania suplicar? Prefería morir antes de hacer eso… pero si moría desea que fuera como una verdadera Cortesana, es decir en la cama. Se dio cuenta que sus pensamientos se había ido ya muy lejos de la realidad, su cuerpo tensado le llevo a la realidad, ella era el ratón y aquel hombre con un porte tan caballeresco era el ágil felino que se alimentaria de ella… -No cometa uno de los pecados capitales- susurro ella sin mostrar mucho el miedo en su voz, que suerte para ella el poder ocultar un poco sus sentimientos y que no se delatara por culpa de una voz temblorosa… en estos momentos le estaba dando gracias a los momentos de peligro en donde debió actuar igual de serena, pero tal vez en aquel momento tal vez no le servía de mucho –La gula es mala… lo hará engordar- ok eso había salido mal… ¿engordar? Ellos no lo hacían, podrían atragantarse de tanta sangre y nunca cambiar. Dejo salir una risa ante tal estupidez… -ahh bueno… mala idea… que estúpido sonó eso- se dijo ella misma.

-bueno…. Si usted lo permite… yo iré a buscar a mi cliente, perdón por haberlo molestado en su comida, no se preocupe que no vi nada que no debía ver… piense que soy ciega… ¡ayudaría mucho!- comenzó a retroceder buscando cerrar las puertas, esperaba que con eso aquel hombre se quedara tranquilo. Por su vestimenta podría decirse que se notaba que era una cortesana, aquel corsé que realzaba sus pechos, su cabello castaño siendo levemente recogido pero dejando algunos mechones sueltos dándole un toque un poco desaliñado pero si dejar de ser sexy y por ultimo sus labios rojos, ¡como adoraba aquellos labios rojos! Le parecían llamativos y sin duda muy atrayentes…. Ahora solo le rogaba a aquel dios que siempre le había dejado a su merced que le ayudara que aquel vampiro la dejara en paz….


off: perdon el retraso Dx
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Mensaje por Gédéon Lémieux Lun Oct 08, 2012 1:15 am


Si existe algo peculiar en las mujeres que les separe de los caballeros es su inquietante inestabilidad para permanecer con la boca cerrada. Lidérc por ejemplo, siempre ha preferido resguardarse en el silencio antes que cometer la imprudencia de escupir palabras que pudiesen enfurecer a un estricto jurado, adora las notas musicales que no se pueden escuchar más allá del ignoto pensamiento de su verdugo y, por supuesto, de aquella víctima que suplica con la mirada bañada en lágrimas la piedad del monstruo. Permaneció en su lugar, el hombro derecho descansaba sobre el respaldo del sillón, por detrás de la nunca de la dama. Su pierna cruzada y la mano en el bolsillo de su abrigo. Escuchó con detenimiento las primeras silabas de la dama, el tono de su voz y la mirada llena de terror que transformó su rostro lleno de belleza a una momia petrificada por la visión obtenida al haberse equivocado de palco. Carraspeó. Esperaba que ella enmudeciera una vez que él no pronunciaba ni una sola nota de voz. Para Lidérc es una reverenda falta de educación el interrumpir el mágico cantico de las musas, por muy temblorosa que suene, por más miedo que inunde su esencia, siempre será satisfactorio el encontrar la melodía en la voz de una mujer. Le pareció un chiste, lo que ella dijo fue por ello que le fue inevitable el corregir su frase -¿Sabía usted que es imposible resistirse a los pecados capitales? Son las leyes con las que se rige el cuerpo. A decir verdad, Madeimoselle, en tiempos remotos éstos no eran considerados pecados si no virtudes del hombre, pero por supuesto, esa ideología se ha perdido con el tiempo de la misma forma en la que se borran las huellas sobre la arena en una playa estrecha-

No pretendía darle lecciones del pasado, tampoco esperaba que comprendiese lo que él acaba de asegurar como si fuese un cardenal que da la misa con la más devota fe ciega que el hombre pudiese tener. Él sabía exactamente lo que significaban esos pecados a los que los mortales huían con desesperación pero que ciertamente siempre terminaban cayendo en sus redes como la mosca atrapada en la telaraña de una viuda negra. Sonrió de medio lado con el ceño fruncido ¿Acaso bromeaba con él? ¡Por supuesto, qué otra explicación puede tener su comentario! Es verdad, los vampiros no engordan por más sangre que beban, su cuerpo congelado siempre permanecerá de la misma talla que en la que lo convirtieron, una ventajosa virtud según las lamias, a él le era sencillamente indiferente esta cualidad. Habría dejado que ella se fuese con las manos vacías, pero cometió un error. Casi imperceptible pero jodidamente predecible. Lidérc se puso de pie y, antes de que ella pudiese salir del palco, la detuvo por la muñeca con ese aura galante y caballerosa que lo caracteriza –Permítame, ¿Qué clase de hombre cree usted que soy yo?- Sacudió la cabeza. Podía leer a la perfección los pensamientos que pasaban por su mente y no es que fuese un telépata ni nada por el estilo si no que los humanos son tan fáciles de leer que no era necesario entrometerse en su cabeza para saberlo –Oh, por favor. No le lastimaré, como usted misma lo ha dicho la gula es mala y lo que menos quiero justo ahora es tener que cargar con otro cadáver a mis espaldas, así que… ¿Me acompañaría esta noche?- Se inclinó frente a ella levantándole la mano que aún permanecía atrapada entre las de él. Besó su dorso y le mostró el asiento que ocuparía -¿Prefiere ir a otro lugar… más privado? ¡Olvide a su antiguo cliente! ¡Que no hay mejor hombre esta noche que yo!- Exclamó a los cuatro vientos, con ademanes de sus brazos. Se acercó peligrosamente hasta sus labios, los rosó delicado y placentero solo con la comisura de los suyos. Sonrió aspirando el perfume que despedía el olor de su piel y se alejó de golpe tornando sus ojos azules a un negro más obscuro que la noche. –Deliciosa- Susurró dedicándole una malévola sonrisa.
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Mensaje por Tania Fernandez Mar Nov 06, 2012 1:46 pm

Era uno de aquellos días que sentías que no debiste salir de casa, si así es, como cuando sientes que la vida se decía que no días levantarse de la cama, pero tu como ser ignorante que eras te levantaste y fuiste a donde las señales te habían dicho que NO fueras, ahora las consecuencias de una muerte casi segura estaban tocando a la puerta de aquella cortesana que sentía como una ola de frio pasaba por su cuerpo. Sus piernas bronceadas comenzaban a temblar ante la presencia de aquel hombre. Busco callar, sentía que era mejor que el ratón le llevara la lengua en estos momentos antes de que ese ser hiciera otra cosa, buscaba salir, la verdad prefería meterse en la cama aquella noche y dormir hasta medio día, pero antes de poder hacer reales sus planes aquel hombre le había sujetado de la muñeca, impidiéndole escapar, salir aliviada de aquella situación.

-Yo no pienso en qué clase de hombre sea usted…- susurro buscando mantener la cordura. Era mejor buscar la tranquilidad entre la locura, antes de que esta te consuma de tal manera que luego no sepas ni tu propio nombre. Aquellos seres hacían eso, solamente con su presencia, podrían enloquecer a una persona y tal vez Tania estaba por ese lugar en esos momentos. Debía olvidarse completamente de la situación, debía pasar un alto que aquella mano fría estaba tocándole, debía omitir todas las señales que le decían que aquel hombre no estaba vivo. Miro hacia abajo como una pequeña niña siendo regañada, bueno se sentía mejor, había dicho que no la mataría, pero lo que ella había aprendido hace muchos años era a creer en las personas, pero también había aprendido algo muy importante, que los caballeros de la alta clase y los de la vieja escuela, no importaba sus orígenes o sus condiciones, siempre serian fieles a sus palabras, en esos momentos solamente rogaba a dios que este fuera igual.

Se odiaba a sí misma, sentía el miedo invadir cada hueso de su cuerpo y eso no le gustaba, aquella sensación fría, sentirse débil por tener a alguien con una energía más fuerte que la de ella tampoco le agradaba, pero debía reponerse y seguir adelante. Busco retroceder, pero se dio cuenta que su mano aun seguía perteneciéndole al hombre que le beso el dorso de su mano con delicadeza, giro su rostro lo suficiente para ver qué lugar ocuparía, trago un poco de saliva mirando aquel hombre quien se acerco a sus labios para rozarlos de forma suave, pero lo suficiente como para hacerla estremecer levemente. Bueno debía admitir que su porte era elegante, tenía muy buen gusto y Tania no era cualquier cortesana que corría a los brazos de cualquiera que le decía que tenía algunos francos, no aquellos días ya pasaron hace mucho, ahora era mas sofisticada, una puta más exigente y extrañamente aquel hombre pasaba todas las pruebas de calidad que con la vista se podrían apreciar.

Sonrió de forma sensual, solamente había formado una figura en sus labios, lo suficiente como para poder apreciar sus sensuales labios rojos tener una forma diferente –Bueno… Solamente con dos condiciones aceptare la invitación que usted me ha propuesto noble señor- dijo entre un leve susurro, lo suficiente para que el escuchara, aunque en realidad nadie los acompañaba, solamente una mujer moribunda. -Debe darme los cien francos que aquel cliente me iba a dar, mas el doble de ese precio ósea mi servicios tendrán un costo de trescientos francos mas su palabra de caballero de que no me beberá ni una gota de mi sangre- dijo sonriendo ampliamente mientras miraba el asiento –Creo que son condiciones muy fáciles de cumplir, yo le daré el trato normal de una cortesana, con tal de que mi integridad este intacta, estoy feliz- añadió para luego reír suavemente-

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Mensaje por Gédéon Lémieux Dom Ene 13, 2013 1:12 am


Mujeres, las hay de todos tipos y con la inteligencia de todos los colores posibles. Pero había unas en específico que lograba captar la atención del vampiro. Es como un imán de posibilidades en las que sus deseos se desenvuelven alrededor de una chica que destila la agresión, la indulgencia y sus pensamientos poco asertivos sobre el diferente comportamiento de los varones. Una delicia que él gustaba probar en la mayo parte de su tiempo. Y ahí estaba ella, una dama que deseaba convencerse de la bienaventuranza al lado de Lidérc y que sin embargo, aún no tenía la mínima idea de las verdaderas intenciones de un hombre como él. Las palabras y las promesas son sólo susurros en el viento que se alejan inesperadamente cuando la amenaza está cerca. Se supone ella es una cortesana, debería entender que no todos los hombres son lo que presumen y que los deseos de una mujer pocas veces son cumplidos como ellas lo esperan. A decir verdad, el único con la ventaja de poder saborear los designios de la perturbada mente, es él y nadie más. Con una seña de la mano, indicó al sirviente alejarse y dejarlos completamente solos. Él aceptaría cualquier trato por muy costoso que este fuera, novecientos años y varias décadas viviendo de la misma forma una y otra vez, tendría sus ventajas y el dinero era una de ellas. –No. Dije claramente que no la lastimaría, eso no indica que no vaya a beber vuestra sangre- Sonrió rodeándola por la cintura. Sus manos se colocaron en el arco de la chica abarcando cada centímetro de esta. Fueron los dedos de Lidérc los que desataron los cordones de aquel ajustado corsé. –Respira- Susurró cerca de su lóbulo mientras aflojaba las tiras de aquella prenda.

Lo disfrutaba, en verdad disfrutaba de hacer lento el procedimiento de cortejo. Algunas féminas creen que lo más placentero que pueden ofrecerle a un hombre es la rapidez del desnudo, pero no es así, al menos no con él y no en ese preciso momento. La barbilla del vampiro rebuscó acariciar con su textura el fino cuello de la chica. Las punzadas de su vena estallaron contra la gélida piel del hombre quien lo único que pudo hacer fue sonreír con la malicia destilando en sus orbes. Desenfundó los colmillos y depositó un húmedo beso en el arco de su cuello. –No soy de los que acostumbran pagar para beber sangre. Si la quiero, la tomo- Apretó ala chica contra su cuerpo. Los filosos colmillos rasgaron la punta del propio labio inferior y brotó aquella sangre maldita que enloquece a cualquier mortal que la pruebe. Era demasiado para dársela a una cualquiera, así que la succionó y la tragó el mismo. –Por tus servicios pagaría más de trescientos francos- Sonrió levantando la mirada hasta donde se encontraba el posible cliente de la mujer. El aspecto de aquel hombre era grotesco, como si alguien hubiese decidido pintar en un lienzo blanco todo aquello que repudia con el alma. Un hombre regordete, con la barba hecha un lío por debajo de su barbilla y ese clásico lunar en la mejilla. Sus ojos eran de un color obscuro, su estatura era baja y le hacía falta un par de dientes. Seguramente debido al consumo inapropiado del licor. –Pero da la casualidad que mujerzuelas hay demasiadas, unas gratis las otras… Eso no interesa.- Una de sus manos acarició la línea de su espalda mientras la otra buscaba coronar sus pechos con un delicado rose con la yema de sus dedos. La mirada de Lidérc era famélica pero aún conservaba esa decencia que, como vampiro centenario, le caracteriza. Sus labios bajaron hasta el mentón de la dama para mordisquear y succionar un poco. Subió a rosar la comisura de sus labios y dejar que fuese su vaho quien embriagara a la chica. La soltó abruptamente y se alejó. –Pero si dices que es mejor estar con él antes que conmigo… Vete. La decisión es tuya-

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Mensaje por Tania Fernandez Mar Ene 29, 2013 8:11 pm

Había un error que comenzaba a cometer: Sentirse cómoda y confianza. En una situación como esa no había un margen entre la vida y la muerte, estar con ese hombre significaba aceptar que la muerte estaba a un lado tuyo, prácticamente debía aceptarse que estaba dos pasos más delante de una caja de madera, que estaría muy pronto en un hoyo muy profundo en la tierra, tal vez no tan profundo, pues ella no era una persona de importancia. Solamente era otra puta más que jugaba con los placeres de la vida. Alguna vez en su vida, años atrás, tuvo las suerte de probar el mejor vino que podría llegar a Venezuela, importado y exclusivo solamente para la alta clase de aquella nueva colonia. Ahora solamente se debía conformar con aquel licor de mala calidad que daban en las tabernas y burdeles, ya su lengua había perdido aquel recuerdo del sabor del buen vino. Su cuerpo había perdido ya la costumbre de utilizar telas finas, ahora solamente su cuerpo estaba adiestrado para tener harapos que buscaban verse finos sin serlo.

Miro por unos segundos al hombre mientras este parecía simplemente seducirla con su mirada, con su olor, que aun no se notara mucho, para Tania podría ser penetrante y simplemente delicioso. Todos los seres humanos eran animales, des pues de todos siempre eran eso, no importaba la forma en que lo vieran, la mierda siempre iba ser mierda. Uno de sus instintos primitivos era el de expulsar ciertas feromonas para poder atrapar al sexo contrario, todo para el fin reproductivo, pero el ser humano, tal vez era uno de los animales más vulgares y pervertidos de todo el reino animal, pues su cerebro había evolucionado para serlo y había encontrado la forma de hacer aquel acto que solamente debía ser para el fin reproductivo, una forma comercial, placentera y lujuriosa. Ella también podía estar dispersando sus feromonas, el olor de su entrepierna, podría ser un imán para los hombres deseando los fluidos de una mujer fácil, que literalmente abría las piernas por solamente unos cuantos francos. Sintió un suave frio recorrer, era el miedo que volvía a su cuerpo, por unos segundos le pareció hasta placentero sentir como su cuerpo comenzaba a temblar al oír la voz de aquel nombre que negaba de forma seductora su suplica, pues aunque lo hubiera querido ocultar, eso era lo de lo que se trababa una simple suplica.

¿Acaso valoraba su vida tanto así? Se cuestiono, tenía miedo a morir, pero en realidad sentía que la muerte solamente sería un acontecimiento más en su vida, nadie se interesaría por ello en realidad. ¿Quién lloraría a una puta? Nadie se atrevería a decir que era conocido de aquella mujer, tal vez uno que otro cliente se lamentaría de que no estuviera mas el coño de Tania para poder disfrutarlo, pero solamente eso habría, lamentos, lamentos sobre la perdida sobre aquella buena cortesana, que pronto se verían olvidados en el viento, pues encontrarían consuelo en otra vagina. Su cuerpo se había estremecido antes, no sabía si era por el contacto de las manos frías del hombre que la rodeaban y hacían que mirara con atención lo que hacía, pronto pudo sentir como su pecho se inflaba ampliamente y sin restricción, sin darse cuenta dejo salir un suave y tierno gemido de simple satisfacción. Había cosas que odiaba sentía que los corsé se habían hecho para torturar a las mujeres, eran como aparatos de tortura móviles que dejaban a la mujer en un estado tan mediocre que la volvía sumisa y fácil de manipular. Ahora se sentía libre, jorobo un poco su espalda mientras disfrutaba la respiración del hombre cerca de su oído.

Quiso por unos segundos gritar al sentir su cuello sintió algo afilado y los labios del hombre, pero lo único que salió de su garganta fue un gemido que busco omitir, pero fue casi que una tortura lograrlo. Sentía su cuerpo cerca el del vampiro –Oh Monsieur- susurro con aire provocativo al escuchar aquel monto. Sus ojos brillaron como dos perlas en el fondo del mar –Creo que mi adicción al dinero será mi perdición- aclaro riendo suavemente. Era como un juego, el la mimaba con caricias que la podrían llevar mas allá del cielo, le decía palabras que, aunque no fuera dulces, llegaban a hacer captar el interés de la cortesana, para luego, como un desgraciado sin corazón latiente que era, dejarla, separarla de aquel cuerpo que le daba placer y comenzaba de forma rápida a humedecerla y provocarle miles de sensaciones que se acumulaban en sus músculos. Frunció de forma suave el ceño, parecía una niña caprichosa reprochar de forma silenciosa por algo, no dijo nada, estaba loco si pensaba que ella se iba a ir después de ofrecerle trescientos francos por su cuerpo, pues eso era lo que iba a obtener. Sonrió de forma socarrona, trescientos era suficiente como para entregarle todo, hasta aquel liquido espeso que ayudaba a mantenerla con vida.

¿Su ambición la mataría? No lo sabía, tal vez sí, pero si moría siendo follada por un hombre que prometía mucho, valdría la pena, solamente esperaba que no estuviera juzgando un libro por su portada. Dio unos pasos hasta estar cerca de donde algunos hombres estaban disfrutando, debajo de ellos una obra de teatro que para ellos ya no tenía sentido, pues, personalmente estaban en una mejor escena de su vida o al menos ella, tal vez el ya había pasado por lo mismo, tal vez ya se había encontrado en otro tiempo con una puta con su mismo temperamento. Giro su cuerpo para sonreír suavemente -¿Usted cree que me iré luego de que me ha enamorado?- dijo de forma burlona, pero manteniendo aquel tono serio y sincero -¿Por qué hay que temerle a la muerte si eso es lo más seguro que tenemos?- se cuestiono alzándose de hombros. Volvió a acercarse con pasos ligeros y tranquilos hasta lograr sujetar su mano y llevarlo hasta el asiento que él podría haber ocupado –Ahora, me imagino que está acostumbrado a ser usted el Casanova de las mujercitas y damiselas- susurro mirando de reojo a la muchacha que estaba aun pálida en el otro asiento –comprenderá que no me gusta los estereotipos y prefiero romperlos- se inclino para depositarle un suave y hasta tierno beso en sus labios. Era una forma de decir que era el su nuevo cliente, lo dejo sentado para luego dirigirse a la puerta y asegurarse que estuviera cerrada, aunque en realidad no le importaba si alguien llegara a entrar, si lo hacían tenían dos opciones: irse o unirse.

Volvió hacia el hombre para arrodillarse al frente de el mientras sus dedos quitaban lo que quitaba de corsé, para dejarlo caer y tirarlo a un lado, no lo necesitaría. Alzo su mirada que estaba oculta por algunos cabellos que había en su rostro, los cuales rápidamente quito –Dígame querido amo de esta noche ¿Qué es lo que desea de mi?- pregunto de forma divertida mientras ponía sus manos en las rodillas para darse apoyo mientras esperaba respuesta de su nuevo cliente.
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Mensaje por Gédéon Lémieux Mar Feb 19, 2013 12:13 am


Seducción. No sólo las caricias pueden o tienen el poder de seducir a una persona al punto de enloquecer sus sentidos. Basta con una mirada para que la mente imagine las enormes posibilidades que se tienen, una vil fantasía orillada y obligada a hacerse realidad por ese hambriento deseo. Una sola palabra puede abrir las puertas suficientes como para separar una noche común de un sueño inolvidable. Los sentidos aumentan. Con cada exhalación de su cuerpo, Lidérc puede dibujar una sonrisa con la cantidad de feromonas que ella esparce alrededor suyo. Es su corazón quien, vacilante, late al por mayor en una encrucijada cabalística. Puede olfatear su miedo, ese excitante temor por lo que el vampiro representa. Y son precisamente las emociones de la chica las que generan esa erección en el miembro de Lidérc. Sonríe. Conocer a las mujeres otorga ventajas sobre ellas mismas y mejores placeres sobre el hombre. Él lo sabe y utiliza cada conocimiento a su favor. Por ejemplo, está excitada. Lo percibe por la contracción de sus músculos, inconscientes pero que para su ojo inmortal, no pasan desapercibidos. La firme curva de sus pechos y el escalofrío recorriendo por cada centímetro de su piel. Las reacciones humanas son predecibles pero poco tomadas en cuenta, para Lidérc resulta una completa delicia el ser testigo de esos cambios en el cuerpo de una dama. No importa el oficio, ni cuanto las insulte o piense sobre ellas, tras largos periodos de meditación, todas ellas –por más putas y cabronas que sean- son damas. Al menos, eso es lo que les hace sentir la noche que, engreídas y altaneras, se revuelcan con él, esto sólo si decide dejarles con vida.

Prometedora. La danza de Tania golpea su pecho. Pobre y deseoso de ella, ruge con el aliento atorándose detrás de sus dientes. Ella sabe lo que él busca y él entiende lo que ella espera. Vuelve a sonreír arqueando ambas cejas. –No. Yo no enamoro, madame- El amor resulta ser una falacia cuando es el cuerpo quien dictamina lo que se quiere, en el momento que se requiere. La noche lo obsesionó considerando las deprimentes alternativas, Tania apareció en el momento justo, así que enamorarla no es la palabra que él utilizaría para ese juego seductor en el que ambos han caído en pleno uso de sus facultades mentales –Le he tentado- Se encoge de hombros, buscando su trago, al darse cuenta de su ubicación, bebe un sorbo. Lento, placentero. Cierra los ojos disfrutando del líquido, dejando que este se deslice por su boca, quemando cada papila gustativa y, al final, caer en picada hasta su estómago. Un goce que muy pocos pueden presumir. Levanta la mirada hasta ella. Frunce el ceño y aprieta los labios con cautela. Menea la cabeza pasando la mano libre por sus cabellos. –Descubrirá madame, que la muerte puede ser la experiencia más orgásmica jamás experimentada- Coloca la copa sobre la mesita al lado de los asientos. Cuando regresa a si mismo, la fémina ya se encuentra tan cerca de él que puede respirar el olor de su entrepierna. Contaminante, adictivo, embriagador. Hecha la cabeza hacia atrás pegándola al respaldo del asiento, mismo que ella había decidido ser el lugar perfecto para su actuación. La sonrisa tajante en los labios del vampiro incrementó con la expectativa en sus ojos. –Déjeme explicarle- Levanta la mano acariciando sus cabellos, sosteniendo su mentón para evitar que esa mirada insipiente de la mortal, se escape al platino de sus ojos. –De gustarme los estereotipos, no estaríamos aquí.- Sus manos se bajan hasta su cintura y la atrae de golpe, con fuerza. Los pechos desnudos de Tania cuelgan esperanzados frente a su rostro. Levanta la barbilla hasta topar con uno de sus pezones. Hunde el rostro a la mitad pegándose un poco más. Su gélido aliento choca contra la arrugada piel de la aureola y sólo la punta de su lengua acaricia efímeramente el montículo principal de la zona. Se contrae. La suelta.

¡Oh, sí! Le gustan las gatas salvajes, las niñas mimadas, las mujeres sumisas y de todo tipo, pero si debe elegir a una en un montón, entonces ha decidido que esa hembra debe tener el carácter suficiente como para tener inventiva. Siglos y siglos de experiencias en la cama, son difíciles de vencer, pero siempre existe esa que lo deja sin aliento. Con la agresividad escondida en sus movimientos y ese temor disipándose a la deriva, Tania prometía ser más que una simple ramera. Arquea una ceja al observarle arrodillarse frente a él. Es inevitable sentir como su miembro va creciendo lentamente, solicitando su liberación. Lo pide, lo suplica, lo grita. Se aparta de ella. Sus rápidos movimientos lo colocan detrás y la empuja hacia el mismo asiento donde él estuvo. Mete la mano debajo de sus faldas. Sube lentamente apenas rosando la piel de sus piernas con la yema de sus dedos. Masajea su trasero y desliza los dedos por la entrepierna de la chica. Le sorprende saborear con su palma la humedad. Masajea el clítoris con pequeños círculos y pellizcos varios. Restriega la palma contra su cavidad y frota con súbita pericia. Arriba, los labios de Lidérc han coronado su nuca con besos, lamidas y mordiscos entre los cuales los arañazos de sus colmillos se ven enrojeciendo su delicada piel. Succiona su lóbulo, besa el arco de su cuello y se desliza por toda su espalda delineando la columna vertebral. Su cuerpo se pega al de ella, su pelvis choca contra los glúteos de esta. Emite un jadeo apenas perceptible por la fémina, aumenta el ritmo. De sus masajes, quiere que ella se deje ir de esa forma, pero sintiendo su aproximación, la suelta. –Vamos, nena… ¿No dijiste que quieres romper estereotipos? Invirtamos lugares, seré yo el sumiso y mientras tanto… tú… ¡Sorpréndeme!- Jadea cerca de su lóbulo con una maléfica sonrisa.
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Mensaje por Tania Fernandez Jue Mar 07, 2013 4:20 pm

La tentación puede ser lo más peligroso de este mundo, Tania lo sabía muy bien, pero aun así, le encantaba caer en las tentaciones que la vida le daba, pues sabía que con ellas iba a gozar tremendamente y si aquel hombre era la máxima expresión de la tentación estaba dispuesta a caer mil veces en el solamente para poder probar lo que tiene escondido, muy escondido, junto con sus francos. Si la muerte como él decía era la experiencia más orgásmica que jamás podríamos experimentar, era algo que tarde o temprano experimentaríamos. Ella creía que luego de la muerte se encontrarían todas las respuestas a todas las preguntas, en ocasiones hubiera deseado morir hace mucho tiempo, aun no sabía cómo no había buscado cortarse sus delicadas muñecas para dejar salir como fuente carmesí lo que la mantiene con vida, tal vez por simple cobardía.

Ya no importaba mas lo que ella hubiera deseado y no había podido cumplir. Entrecerró sus ojos al sentir como su cuerpo era sujetado para llevarlo a la altura de aquel hombre, rápidamente se sentó en sus piernas dejando que sus pechos descubiertos rozaran con su rostro, que su aliento chocara con la piel tostada de aquella latina, parece aspirar con placer el olor de aquel lugar, solamente estar allí hace que la cortesana sienta cosquilla por sus muslos que están cómodos en aquel asiento para dos. Deja sus manos los lados de la silla, apoyándose en ellos para evitar caer, mientras aquel hombre parece interesarte en uno de sus pezones que solamente con su tacto y el estremecimiento de la piel de Tania, comenzaba a ponerse duro. Apenas pudo sentir la leve humedad de la lengua de aquel hombre en la punta de su seno. Sonrió ampliamente, de cierta forma divertida por los juegos de aquel hombre, pero todos sabían que nadie no era de aquellas que espera mucho y que luego de un rato los juegos preliminares comenzaban a parecerle aburridos y sosos, por suerte aun no había señales de aburrimientos y es más, parecía estar disfrutando la situación.

Era un juego que pocas personas podrían jugar, no porque no pudieran, más bien porque eran estúpidas para no intentarlo, ella busca hacer su movida, pero rápidamente el la sujeta y cambian de posición, ahora ella no está abajo, ni sentaba en sus piernas, está sentada en el asiento, siente como su cabeza choca con el respaldo y sus cabellos llegan a su rostro, no puede evitar reír suavemente para luego morderse su labios inferior mientras se acomoda bien en aquel lugar. Sus manos se van desliando como serpientes sigilosas en busca de un escondite oscuro, lentamente comienza a llegar. No había prisa, ella tampoco lo tenía, alzo su rostro entrecerrando sus ojos mientras sentía como ya las yemas de los dedos los podía sentir en sus nalgas. No era una mano cálida como estaba acostumbrada, pero tenía algo que la hacía estremecer aun más, aunque no era ese calor normal en un ser humano, su tacto era mágico. Por unos segundos se cuestiono si eso era bueno, pero luego todas sus dudas se le olvidaron cuando sintió como las manos del vampiro comenzaban a subir cada vez más. Sus masajes fueron como un saludo para aquel botoncito que le daba muchas corrientes eléctricas placenteras, allí vino su primer gemido, como siempre, primero se avergonzó, por miedo a que se escuchara algo grotesco, pero luego se olvido de ello cuando los labios de este comenzaron a hacer estragos en su cuello.

-Monsieur…- susurro con un noto seductor y excitada, sus manos se aferraban al asiento mientras disfrutaba cada uno de las corrientes que en su cuerpo comenzaban a nacer y desaparecer, era un desastre, pero un desastre el cual se debía disfrutar a todas sus anchas, obviamente ella quiere más, desea todo lo que él le pueda ofrecer, pero el vampiro tiene otros planear y como ya tiene acostumbrado, la lleva a la punta del suelo para rápidamente llevarla al infierno. Realiza sin querer un leve puchero al notar que él se ha alejado de ella, pero sonríe ampliamente con aquel toque picaron. –Se equivoca, mi intención era comenzar, pero usted se adelanto- índico en un leve susurro. ¿Ser ella la dominante? Eso sonaba atractivo, pero no sabía si podría ser suficiente para controlar aquella bestia que tenia al frente. Se acomodo en la silla poniendo sus pies en posa brazos cruzándolos mientras su vestido, gracias a la gravedad, daba mucho más que ver, su espalda choco con el otro lado al mismo tiempo que Tania se arreglaba su cabello, llevándolo hacia atrás junto con su rostro –No sé si pueda hacer eso con usted- dijo siendo sincera –con humanos es fácil, pero con vampiros- realizo una leve mueca, estaba dudosa, busco la copa de la que estaba tomando el hombre y dio un leve sorbo, sintiendo como su garganta parecía ser levemente quemada por aquel liquido.

Se levanto de aquel asiento, saltando por un lado. Ya no le importaba, de que se tratara la obra de teatro, poco le había interesado en realidad, ya que lo de ella no era eso. Se termino de quitar aquella falda, que lo único que hacía era estorbar en esos momentos, ahora si estaba completamente libre, dio un giro en su propio eje, sintiéndose finalmente feliz por estar completamente desnuda –El que sienta que no pueda no quiere decir que no lo intente- termino de decir con una amplia sonrisa en sus labios, con unos pasos gatunos se acerca a él para sujetarlo de sus caderas para restregar su monte de Venus, aunque sea por encima de su pantalón. Le miro a los ojos para luego solamente rosar sus labios antes de separarse y volver a sentarse, abriendo las piernas. –Comencemos limpiando este lugar que está sucio- indico refiriéndose a su sexo húmedo –vamos, limpia con tu lengua lo que has provocado- ordeno son una sonrisa picara en sus labios.
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Mensaje por Gédéon Lémieux Vie Mar 29, 2013 1:04 am


Recordaba las sensaciones del sexo cuando era humano, podía percibir la sensibilidad de su piel y sus bellos se erizaban ante el simple y llano contacto con una mujer en su intimidad. El sudor despilfarrándose sobre su cabello y navegando sobre su frente, al final la gota caía irremediablemente en la dermis pálida de su amante. Sus ojos eran la fuente del pecado y sus labios, cálidos, húmedos, eran la entrada del infierno. Pero nunca estuvo del todo en aquel ardiente lugar hasta que conoció los estragos que deja el vampirismo. Todo tiene un precio y, la intensidad de las sensaciones era mucho mayor a cualquier patético recuerdo humano. Lo puede comparar como cuando alguien está soñando algo fantástico y en ese instante todo es jodidamente placentero, hasta el punto en que se abren los ojos y las memorias se encuentran difusas, casi como si hubiese sido una experiencia completamente lejana, perdida, imperceptible. Ahora estaba ahí, con la sonrisa famélica en sus labios y el deseo incontrolable por entrometerse en el cuerpo de esa mujer de todas las formas posibles hasta hacerla explotar en convulsiones placenteras, mientras sus caderas se rinden ante él y sus labios jadean su nombre entre insipientes susurros.

Apartado de ella, sonreía con la mitad de sus labios. Sus orbes persiguieron cada línea, cada curva, cada maldita forma de su cuerpo y movimientos. Creaba en su mente la fantasía que saciaría el preludio de aquella obra musical. Si hubiese sido un humano común y corriente, su corazón se encontraría exaltado, latiendo ocho veces más rápido de lo normal, esforzándose para bombear la sangre hasta en medio de su entrepierna y levantar su falo excitado. El calor comenzaría a agobiarlo, sintiendo el incremento en su sexo y acelerando la respiración con forme ella se movía en la habitación. No fue así. Sí, el hormigueo en su entrepierna ya era un hecho notable, pues se podía ver el bulto creciendo por debajo de la tela de su pantalón, pero no necesitaba respirar, no le era necesario concentrar sus pensamientos en un punto lejano a esa situación por temor a que su falo decidiera liberarse. Cerró sus ojos absorbiendo el calor que emanaba de ella como un olor natural. Estaba mojada y él se daba cuenta de ello. El efluvio de una mujer tan excitada como lo estaba Tania, no sólo le abre el apetito a los humanos, sino que para un vampiro tan jodidamente sediento, es una invitación a la festividad más importante de todas. Hundió el cuerpo en el sillón frente a ella, su espalda golpeó el respaldo del asiento y echó la cabeza hacia atrás para apoyarla en el borde este. Jadeó esgrimiendo un gutural sonido después de que ella se sentó sobre sus piernas para rosarlo deliberadamente. Sabía lo que hacía. –Técnicamente aún soy un hombre. Comienza por ahí- Comentó en favor de la chica, intentando ayudarle en esa inseguridad debido a la naturaleza del vampiro.

En sus pensamientos divagaba aquella comparación de su humanidad, con el grosor de su experiencia justo ahora. Sonrió por lo desvalido que parecía en la lejanía aquel recuerdo ¡Imposible! Siempre era mucho mejor la obscuridad del infierno que la promesa de la luz en el cielo. Así se sentía ahora. La fémina lo sacó de sus pensamientos atrayéndolo de la única forma en la que un hombre puede ponerse completamente a los pies de una mujer, su cuerpo. Abrió la boca para saborear el jugo que brotaba de ella. Sus manos se posicionaron por detrás de las rodillas ajenas, acariciando sólo con la yema de sus dedos, deslizándose lentamente por todo su contorno. Los dedos quedaron inmersos en el lado interno de sus piernas, subieron por sus piernas. El rose fue débil, tortuoso, como si él pudiese detener el tiempo e interpretar aquellos segundos en una eternidad agonizante. Al estar más cerca de su pelvis, movió las manos hasta sus caderas y la atrajo a él. De esta manera, la pelvis de la mujer quedó frente a su rostro. Hundió la nariz justo en la línea de su sexo y aspiró profundamente, casi como si quisiera devorarla en un suspiro. Separándose escasos centímetros de ella, metió la mano entre sus piernas para separarlas y así tener acceso a su cáliz. Abrió la boca y deslizó su lengua húmeda por su piel, encontrándose con sus labios sexuales. Creó círculos alrededor de su clítoris, bajando la pequeña película de piel y desnudando el pequeño botón. Apretó y succionó con insipiente lentitud. Sus manos postradas en sus caderas se desesperaron y la levantaron obligándole a colocar sus rodillas sobre el borde del asiento. Lidérc se deslizó hacia abajo y su rostro quedó opacado por la silueta de la mujer encima de él. Sonrió a la visión encontrada. Una musa erigida desde su base, perfecta, hermosa y mojada. Levantó el rostro encontrándose con su cavidad, metió la lengua en el espacio vacío y delineó con la punta la forma de su sexo. Pasaba lentamente; succionó besuqueó y humedeció. Una de sus manos se deslizó por la columna vertebral de la chica mientras la otra parecía tener pensamientos propios tomando como prisionero uno de sus pechos. No, Lidérc no era un buen sumiso… tenían que castigarlo.
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Mensaje por Tania Fernandez Lun Mayo 13, 2013 11:12 am

¿Cuántas veces se repetía lo mismo? Le gustaba aquello, la excitaba hasta no poder más, pero en esta ocasión había un factor que nunca había probado antes, no era el que ella buscaba controlar la situación, más bien por ser la primera vez en que estaba con un vampiro. ¡Quién lo diría! Son verdaderos, su piel es fría, su mirada súbitamente sensual y sobrenatural. Nunca en su mente había esperado que algo así pasara en su vida cotidiana y aburrida, pero, como el mismo vampiro había dicho, técnicamente aun era un hombre, un hombre con deseos, deseos carnales como los demás. Beber, comer, realizar el dulce arte del sexo. Se sentí orgullosa por su belleza que parecía nunca marchitarse, ya con 28 años encima, no parecía, muchas mujeres del burdel a esa edad comenzaban a sentir las molestias de las arrugas y la decadencia de su belleza. ¿Ella estaba pasando por lo mismo? Cada día se preguntaba lo mismo, pero no se molestaba en sentirse inferior a los otros, para ella su belleza no se marchitaba, maduraba volviéndose aun más hermosa, pero sabía muy bien contar.

La belleza acababa para los humanos, la eternidad era para ellos, ¿Estaba interesada en aquella eternidad? Belleza eterna, miles de hombres a sus pies, otros beneficios… pero… nunca mas volvería a ver la luz del sol, probar con ansiedad aquellas delicias de comida que siempre disfrutaba a grandes cantidades, aunque no se viera, adoraba comer, no le importaba la cantidad, siempre disfrutaba los banquetes y todo lo que le pusieran en la mesa. ¿Interesada en la inmortalidad? Por suerte no lo estaba y nunca lo estaría. Vivir, eso era lo que quería y más que nada deseaba morir, dejar este mundo putrefacto y dañado en todos los sentidos. No sabía porque no podía ver las cosas lindas que en la vida se presentaban, veía todo en un tono de grises, nunca de colores.

Se movió como felino, disfrutando a cada sensación, corriente eléctrica que pasaba por su cuerpo. En sus muslos estaba aquella dulce sensación que hacia desear tantearse para ver si se dispersaba un poco, pero que luego se volvía en humedad y endurecimiento de aquel botón, que muchos podían tocar, pero pocos sabían hacer funcionar. Sus pupilas se dilataron un poco, mientras sus labios comenzaban a secarse, estos estaban medio abiertos para poder dejar salir unos leves jadeos, nada de gemidos innecesarios, aunque los hombres eran visuales y adoraba ver a una mujer gimiendo y realizando miles de expresiones, ella simplemente mantenía la mirada fija en aquel hombre, quien parecía un maestro en aquella profesión. Poco a poco se derretía, entregándose a su placer infinito, su cabello rebelde ocultaba su rostro enrojecido de forma suave, como si hubieran puesto pinceladas perfectas en aquel lienzo, la sangre también se podía ver teñida en sus senos que comenzaban a ser cada vez más grandes, mediante que su sangre era infectada por esas sustancias que le hacían llenar de puro y vivo placer.

-En definitiva las reglas se hicieron para romperse- dijo ella con un tono notablemente excitado al sentir como la mano del hombre jugueteaba con uno de sus senos, aquello la hizo sonreír, pero a la vez, aunque le encantara la sensación de que este debía hacerlo, era mejor jugar, divertirse en mantenerlo a raya por un rato. Paso una de sus manos a su cabello para llevarlo hacia atrás en un intento de que no le molestara para luego intervenir en la mano del vampiro, la llevo hasta su caderas en donde la dejo. –No deberías tocar lo que no se te ha dicho que toques- advirtió con una leve sonrisilla en sus labios, relamió sus labios mientras encontraba jodidamente excitante aquella visión que tenia. Alzo una de sus piernas pasándola por la espalda del vampiro. Logro llegar hasta el borde de su cintura, pero desistió luego de unos segundos. Sus fluidos debían estar dulces, olorosos por la excitación, su cuerpo deseaba mandar un mensaje de una manera tan primitiva como era respirar.

Aparto sutilmente al hombre de su cáliz, poniendo su mano en aquel lugar, cubriéndolo, bloqueándolo, clausurándolo con su palma –Oh señor que bueno es con su lengua- elogio ella mientras sus dedos se desliaban hacia adentro, acariciando torpemente aquel interior húmedo y tierno, que era tan bien conocido como su nombre, comenzó a masturbarse con una mano mientras que con la otra mano dirigía a su compañero para que se pusiera a su nivel y así luego, cuando pudo sentir que sus rostros chocaban mutuamente, su mano se deslizo por detrás de su cuello para acercarlo y así poder juguetear con el lóbulo de su oreja mientras ella seguía jugando con su botón, parecía no tener necesidad de él, ella buscaría su placer por su misma, este solamente era otro instrumento que utilizaría. Saco por fin sus dedos de aquella humedad, se desprendió de su lóbulo y se acomodo en el respaldo, llevando su cabeza hacia ese lugar, como si buscara descansar, sus dedos llenos de sus fluidos pararon en su boca, para poder saborear su misma excitación. –Eres bueno con la lengua, pero… y ¿con otra cosa?- pregunto mirando hacia abajo para luego chocar con su mirada y sonreír amplia y traviesamente, estaba a punto de tirarlo al piso para poder saborear aquel sexo que se pronunciaba cada vez mas… pero aun no era tiempo. ¿o si?
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Mensaje por Gédéon Lémieux Miér Jun 12, 2013 9:31 pm


El juego se había extendido más allá de las expectativas y, aunque ella parecía desconcertada, Lidérc la encontró bastante astuta en cuanto a sus movimientos. El vampiro probó de sus fluidos y los saboreó como un bálsamo o el elixir de la vida. Sólo podían ser comparados con el agua o la sangre misma cuando han saciado un corazón famélico. Los sentidos de Lidérc se encontraban a la espera, evolucionados insipientemente con las fibras y texturas en el roce de pieles. Sus pupilas se dilataron, entreabrió los labios esgrimiendo sus perfectos y blancos colmillos. ¿Una amenaza? No, una advertencia. La excitación comenzaba a hormiguear por todo su cuerpo en una alerta agonizante. Su miembro vibró por debajo del pantalón, azotaba contra su prisión e imploraba la liberación total. La sonrisa del varón se extendió por su rostro mientras arrojaba la cabeza hacia atrás obteniendo una mejor visión de su compañera. Había algo en las humanas que las vampiresas corrientes no tenían, vitalidad y fragilidad. ¡Tanto por jugar! Rugió por debajo de su pecho, ahorcándose con el nudo de su garganta producto de su sed. Controlarse no es sencillo, menos cuando cada neurona e instinto salvaje gritan precisamente algo que no se desea hacer. Para cuando ella le cerró el paso a su sexo, la fulminó con la mirada. Se embebió de ella al darse cuenta de sus intenciones. Se sintió extrañamente complacido cuando la mujer se saboreó a si misma. El morbo de Lidérc se acrecentó y subió para besarla, en lugar de eso, las caricias en el lóbulo muerto de este se hicieron presentes. Le hubiese aplaudido el ataque, per le hizo falta el recorrido que conecta las terminales nerviosas del hombre a su miembro. Entonces, él lo hizo en ella.

Aproximó su amenazador rostro al ajeno, colándose en el arco de su cuello, subió hasta su lóbulo, primero lo lamió, después sopló para que el aire contra la humedad produjera la sensación desconcertante. Cerró su boca sobre este y mordisqueó juguetonamente. Con ambas manos a los costados de la cortesana, deslizó la punta de sus dedos sobre las costillas, apenas tocándole, apenas acariciando su delicada piel. Descendió con su boca por el mentón de ella, succionó y depositó cálidos besos por debajo de su cuello a tiempo en que sus dedos se ocupaban de rosar la curvatura exterior de sus pechos. Atrapó entre sus labios uno de sus jadeos y se lo devolvió en un beso apasionado, hambriento. Se ajustó al cuerpo de la mujer, deslizándose por debajo hasta llegar a su ombligo, fue su lengua la que recorrió la línea de en medio con extrema lentitud hasta el valle de sus senos. Mientras ascendía por la carretera húmeda, repitió la acción ejecutada en el lóbulo de esta, humedecer y soplar. El cuerpo de Tania lo recibió con el estremecimiento de su piel, podía observarlo en sus vellos erizados, en su hipersensibilidad a su aproximación y, por supuesto, en el olor que se desprendía desde su feminidad. No le refutó nada al elogio, él sabía lo que hacía con su boca y eso apenas había sido una vana demostración de sus habilidades. La esperó.

-Habrá que averiguarlo- Le guiñó un ojo estirando sus manos para alcanzarla y  tirarla por debajo de él. Se agazapó sobre ella sin apartar la vista de sus ojos; quería guardar cada gesto y cada maldito movimiento de su cuerpo en la memoria. Sonrió. Se deshizo del pantalón, no necesitó de la ayuda de manos ajenas para conseguirlo. Se miembro erecto palpitaba entre sus manos, deseoso por hundirse en las tierras inexploradas de su ser. No, aún no. Bajó la pelvis y rosó con deliberada intención la unión en las piernas de Tania. Arqueó una de sus cejas, subió y esta vez lo largo de su falo acarició sus paredes esporádicamente. Subió una vez más, deslizándose desde su ombligo hasta su cáliz, esperó a que el tiempo se suicidara y ella le implorara por la penetración. Al cabo de unos segundos torturando el deseo en la mujer, asintió al acto reflejo de la pelvis ajena y se hundió en ella con brusquedad. Una sola embestida bastó para sentí como las venas de su miembro rosaron con las aún estrechas paredes de Tania, esto le produjo una sensación más que gozosa. Al salir quiso prolongar el ardor que ella debería sentir, así que resbaló hacia el exterior con lentitud, como si quisiera introducir toda la eternidad en un único segundo. Acto seguido, la penetró con la misma furia que la de antes. Sus colmillos excitados, abrió la boca y los hundió en el hombro de Tania. No le dolería, en medio del éxtasis, el sadismo y el masoquismo son sólo un plus de placer.
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Tragédie d'un corbeau {Privado} Empty Re: Tragédie d'un corbeau {Privado}

Mensaje por Tania Fernandez Dom Jul 07, 2013 2:09 pm

Era en esos momentos en que sentía que todo valía la pena, sentirse como una diosa enaltecida y amada por su erotismo latente en cada poro de su piel. La llenaba de una alegría que solamente duraba lo que el acto sexual llegase a durar. Los cuerpos se atraían por el calor que cada uno llegaba a dejar salir, eso era lo normal, lo común que llegaba a su cama cada noche; hombres selectos, que ella podría amar hasta muy tarde en la noche y tal vez hasta la madrugada, cuando apenas unos rayos de sol se asomaran por las ventanas. Se llegaba a sentir raro sentirse atraída por un ser que robaba el calor corporal de la sangre humana, estaba amando a más de un y mil cadáveres juntos. ¿Cuánto se podría estar cerca de la muerte sin sentirse en verdadero peligro? No había distancia entre ellos, no mentira a su cuerpo, el miedo estaba presente, en pequeñas cantidades navegaban en su sangre, pero había más excitación, mucho más placer dentro de su cuerpo, que este mismo se olvidaba de que tenía que temblar de terror. Temblaba, su piel se erizaba, de sus labios salían exclamaciones, suaves, algunas roncas, que buscaban ser interrumpidas; en ocasiones se lograba, pero en otras, simplemente no se podía resistir.

Que frágil se veía entre los brazos de aquel ser de milenios, el cual lograba sacarle gemidos que estaban escondidos en su interior. Las caricias la llenaban, en ocasiones no podía sentir en donde estaba exactamente su mano, pues aun quedaba aquel fino rastro de donde había estado y  de cierto modo la aturdía. No había lugar que repudiara, parecía encantado de recorrer, juguetear y  torturar cada centímetro de su piel tan descaradamente, que lo único que podía ser Tania atrapada debajo de su cuerpo, era estremecerse, mientras sentía como su piel se erizaba, dejando ver las pigmentaciones de la piel y los vellos levantados.

Era agonizante, sentir como aquel miembro duro y deseoso se mantenía a raya de su intimidad, era una tortura que la hacía jadear mientras su cuerpo temblaba mientras estaba bajo su poder.  Los segundos pasaban y su falta de atención hacia que la humedad de su sexo llegara hasta sus labios exteriores, mezclándose con los fluidos que nacían de aquel falo, también desesperado por explorar la humedad y el calor de su interior. Sus caderas se movían en busca del aquel calor implorado, pronto aquella petición silenciosa fue atendida y su cuerpo se arqueo perfectamente al sentir como su interior era desgarrado y abierto como si fuera una flor en primavera –Ahg…- gimió suavemente mientras su rostro era cubierto por su cabellos, un rasgo indígena, el más visible de su sangre. Sus paredes parecían gozosas de tener aquel miembro dentro de ella, abriéndose paso sin remordimiento, se mordió los labios, mientras sentía como la torturaban, solamente podía concentrarse en sentir como su intimidad se moldeaba a aquel cuerpo inmortal.

Otra embestida, sus uñas se hincaron detrás de su cuello, al buscar un lugar para mantenerse firme, no podía creer lo bueno que era, no era como cualquier cliente, sabía exactamente donde tocar, cuando durar para que fuera una tortura deliciosa y la dejara suplicando mas. Sus labios se abrieron, parecía que buscaba volver a dejar salir un gemido, pero lo único que salió fue un jadeo, un sonido ahogado cuando sintió como si algo le quemara el hombro, pero no era molesto, le gustaba de cierta manera. Sus caderas se movían, buscando un ritmo fuerte, delicioso para ella, jadeo mientras se aferraba a su cuello, su cuerpo comenzaba a sudar, dejando unas perlas en su piel, mientras que su cuerpo parecía encantado por las nuevas sensaciones que experimentaba.-Dame mas… Mas de ti…- gimió en su odio antes de volver a dejar caer hacia atrás su cabeza.
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