Days of Peace & Music [PRIVADO]

Flores en el pelo, pies descalzos, una falda hasta los tobillos y una prenda tejida por ella en la parte superior. El bolso que cuelga cruzado y con el poder para sacar de él hasta lo más inimaginable. ¡Parece incluso que tuviera magia! Puedes pedirle lo que quieras, todo está ahí o quizás casi todo. Remueve buscando algo hasta que lo encuentra, saca en su camino una pluma torcida, botones distintos en color y material, un caparazón de caracol vacío, un pequeño frasco con una hierba particular y tres papelitos que rellena con dedos expertos, los mismos que enrolla y que con cuidado pone en sus labios. Sólo uno, los otros se comparten. La punta se ilumina y el humo se eleva, toma forma junto a todas las otras volutas que imitan sus pasos. Ella ríe y sonríe, ¿qué es lo que la tiene tan feliz? La música suena alto, grita sin seguir del todo el ritmo, posee sus propias notas, se mueve bailando en un compás distinto del que llevan quienes tocan instrumentos sobre el escenario. No es la única, cada uno de los asistentes parece asistir a su propia versión de ese concierto del que tanto han hablado en todos lados, mucha publicidad para algo que no lo necesita.

La última canción termina, todos aplauden, ella también lo hace y se une a la petición de que la tarde no termine ahí. Hay que hacerlo por la libertad, por el pueblo, por la revolución. El vocalista grita consignas, es directo y franco, atractivo para ojos masculinos y femeninos. Muchos asienten, otros levantan el puño, el rechazo es común hacia ese poder establecido que ha creado batallas donde no quieren pelear, una guerra que sólo trae tragedias, daño y miseria para todos los comprometidos. La prensa circula por el lugar pero ellos los ignoran, parecen hipnotizados con las palabras de ese hombre que ahora sonríe y toma otra vez la guitarra, los acordes son melodiosos y ella se acerca para poder mirar sus labios más de cerca, necesita observar las formas que toma su boca para moldear las palabras, tentador movimiento que borra del mundo todo lo demás, todo lo inútil que ha llenado sus días hasta ahora. Camina quizás un poco despistada, el contenido del cigarro que fuma la mantiene en un estado volátil, deambulando entre buen y mal humor como si fuera una balsa que se mece en el río. Ella es explosiva y por ahora acumula.

Se detiene, sus brazos se abren como si estuviera colgando de una cruz o recibiendo un castigo. La sonrisa en su rostro es contradictoria, la gente que la rodea parece no reparar en su presencia de ese modo, tampoco en el hecho de que el viento revuelve su cabello impidiendo que sus facciones sean del todo visibles. Tararea en secreto, conoce la canción y es ese el por qué de su comportamiento, parece una marioneta floja, sin el titiritero que mueva sus hilos. Tal vez eso es lo que espera, alguien que la guíe, que lea los poemas que ella escribe con la voz que recuerda, la que sigue sonando en su cabeza aún cuando debería haberse borrado como lo hacen las memorias, con cada día que pasa se fortalece. Pide un deseo antes de abrir los ojos, la actividad sigue y el murmullo a ratos se transforma en un coro que repite la letra que acompaña esa música, ella también se une, quiere ser parte de la masa que es a la vez tan diversa y homogénea. La noche amenaza, su propia historia también lo hace, bota al suelo los restos de lo que ha desaparecido para entrar en su organismo. Flota, vive, es otra y la vez la misma, baja los brazos y ríe, carcajadas enfermas llenas de fantasmas, cada una con un nombre que habita ese lugar lento al que no puede llamar hogar, tampoco casa. Es un alma errante que recorre buscando lo que ha perdido por sus propios errores.

Jezabel es: Nancy Nevins

Cada mundo aparte al que ella pertenece, a la vez lejana y tan cerca. Puede mirarlos desde donde se encuentra pero no consigue dar con todo el sentido. La música sigue algunos momentos más, ella se pierde en el ritmo y también en las historias que la van rodeando. Alguien sigue gritando pero no hay dolor en su voz ni una rabia que pueda ser compartida, sólo se desgarra la garganta para poder ser libre. ¿Ella lo es? ¿Es libre? No tiene manos que la apresen o motivos para sentirse enjaulada, sus pies caminan en cualquier dirección, no tienen rumbo fijo, sólo avanzan aunque se muevan hacia atrás.

Estoy en sintonía, cuando mis ojos se cierran el resto de mis sentidos se abre, tengo todo al alcance de mi mano y aún así no existe el apuro de conseguirlo. Soy feliz, soy libre. ¿Entonces por qué sigo sintiendo el vacío en ese lugar? Algunos tocan y otros se dedican a hacer poesía de todo eso, a retratar con palabras lo que la música inspira en cada uno de los presentes. Quisiera tener su talento, poder recordar mañana todos los detalles de lo que ahora puedo experimentar. Mis hombros bajan cuando el ritmo se convierte en un sonido leve de un tambor. Me alejo, estoy sola, esta vez es literal.

— Donde muchos están presentes, sigo esperando. Donde muchos están ausentes, ahí busco. Donde muchos consiguen su objetivo, estoy cerca. Donde muchos han encontrado la paz, mi guerra personal existe. Tengo los días contados, todos los tenemos. Tengo la esperanza de que la música limpie mi alma sucia, corrompida, llena de temores, miedos y fracasos. ¿Por qué la música no sigue? Nadie se acerca, me alejé lo suficiente para evitar miradas indiscretas y el roce de algún cuerpo al que no he invitado. Hablo sola, el viento es mi compañía y este atardecer nuestro coro de fondo que hace más cálidas las palabras —

Se sienta en el pasto tantas veces pisado, con una sonrisa va buscando entre los rostros alguno que le interese, alguno que llame su atención y se convierta en lo que necesita. Pero… ¿qué es aquello? Lo desconoce. La revolución ha hecho estragos en ella, la mutila, le corta las alas. Sus piernas cruzadas se asemejan a un acto contemplativo, a una meditación improvisada. Las risas aparecen, está perdida en su mundo. Nadie pertenece ahí… aún.

No se donde estoy aún cuando recuerdo cómo llegué aquí, no se si me iré o seguiré esperando. No se si esperar vale la pena. ¿Vales la pena? Las notas en mi cuaderno desean ser escritas, pero la gente nunca lee lo que escribimos. La música vuelve a sonar, entre los susurros escucho que es una nueva banda, la desconozco tan como a las otras, pero su música me obliga a cerrar los ojos y abrir mi mente a lo que quieren contar. Esta es otra forma de leer historias.

—Ahí donde esperas, donde buscas. Ahí donde estás cerca, donde existes. Ahí, ahí estoy. —

Por sobre la atalaya...

00:35am 16-08-1969