The solution is the music and your smily {privado}

por **Aileen Ollivier** Jue Ene 24, 2013 6:13 am

Llevaba toda la mañana con clases de música, atendiendo como si su vida dependiera de ella y esque, ella lo veía así. Aquellas melodías que salían de sus instrumentos conseguían calmarla a un extremo que nadie podía imaginarse: hacían que pensara con claridad, que su cabeza se olvidara de las cosas que a veces la atormentaban, de eso miedo a perder lo único que tenía... No, cuando tocaba solo era una niña con un don para la música.

Al terminar decidió darse un leve descanso. Se bañó con tranquilidad y luego vistió con rapidez. Hubiera ido con su padre, pero no sabía si estaría ocupado con sus cosas, así que decidió ir a su cuarto y coger su violín favorito: era negro como la noche, con una leve marca en el costado, un pequeño símbolo que ella había elegido que lo marcaba como suyo. El símbolo de la lira de Apolo, el dios griego de las artes. No es que creyera en el dios en si, porque era muy católica, pero estaba claro que si fuera real, estaría siempre rezándole a él y no a otro.

Con una sonrisa se dirigió al salón, donde estaba el gran piano de cola que también solía tocar para su padre, en especial cuando componía algo nuevo. Cerró los ojos y deslizó con suavidad la cuerda sobre el violín, haciendo que las notas flotaran por el aire y ella volviera a olvidarse de todo: era una melodía dulce, tierna, lenta... algo que era bien fácil llegar al corazón de la gente, por lo menos, al suyo.

por **Albert Ollivier** Miér Abr 24, 2013 6:38 pm

Después de pasar la noche en vela al fin su trabajo comenzaba a tomar la forma que él deseaba. Tantos días en el mismo prototipo muchas veces lo transformaban casi en un ermitaño que apenas salía de su pequeña cueva perfectamente adaptada en el sótano. Tenía entonces un leve dolor de cabeza y también una molestia en los hombros por tantas horas encogido sobre los papeles, las manos le dolían al punto de sentirse casi agarrotado, era entonces momento de un receso. Extraño es en él tomarse algo de tiempo libre, pero… ¿desde hace cuánto que no lee con su hija, que no la acompaña durante sus prácticas o que van juntos a la iglesia? Quizás demasiado y sin dudas comenzaba a sentirse culpable por ello.

Fue entonces que subió la escalera y cuando acababa de poner un pie en el último escalón, la suave melodía llegó hasta sus oídos y provocó que su corazón se sintiera un poco más cálido. El vacío seguía presente ahí, el abandono de su mujer sería quizás una herida que nunca sanaría y sentirse de ese modo lo obligaba a preguntarse cómo se sentiría su hija al respecto. Algunas veces pensaba que quizás ella era muy pequeña para asimilar todo y que la ausencia de una madre es peor que tener una mala, pero otras veces comenzaba a dar vuelta la idea que muchos le habían dicho… tal vez era hora de buscar una nueva madre para su hija.

No es que se sintiera muy a gusto con aquello, pero por sobre su bienestar estará siempre el de Aileen y eso es todo lo que importa. — Mi pequeña… tu talento me sorprende cada vez más… creo que aquella es la melodía más hermosa que alguna vez he escuchado… — y por supuesto que no es una mentira, es lo que él siente cuando la oye. — ¿Podría interrumpir su practica un momento? Deseo hablar con usted… — no sabe si es un error tratarla de ese modo, pero siempre se mantiene en el borde de protegerla demasiado o casi tratarla como una adulta. Para Albert, Aileen siempre será su pequeñita pero considerando su trabajo, tiene claro que debe criarla como una muchachita que pueda afrontar la vida si es que él alguna vez muere en combate.

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