AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Un reencuentro inesperado (Hugo)
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Un reencuentro inesperado (Hugo)
Aquella mañana había sido estresante, para empezar me había dormido. La verdad es que no estaba acostumbrada a que me pasara eso, normalmente me despertaba sin problemas. Pero en cuanto vi la hora que era salte de la cama, tenía que hacer demasiadas cosas antes de irme a trabajar. Por lo que mi hermano debería ayudarme por una vez. Me asome a su habitación y le llame, la única contestación que recibí de aquel borrico que tenia por hermano menor fue un gruñido y ver como se tapaba con las sabanas hasta la cabeza. Por lo que me acerque a él y le quite las sabanas de encima de un tirón, él me miro con ansias asesinas. Los dos nos mantuvimos la mirada unos segundos hasta que hable diciéndole que me había despertado tarde y que tenía que ayudarme, tenía que despertar a Ioana y hacer el desayuno. Mi hermano accedió y se levanto y yo me fui corriendo a la ducha. Me duche en menos de 10 minutos, aunque quede bien limpia. Salí de la ducha secándome y cuando lo estuve me vestí con la ropa del trabajo que me había llevado al baño para ahorrar tiempo. Me peine mi cabello pelirrojo y después me lo recogí en uno de mis clásicos moños que todo el mundo conocía de mi. Cuando salí del baño, Ioana se lanzo a mis brazos. La verdad es que cuidarla desde que tenía pocos meses de edad nos había convertido en algo así como una hija y una madre. Yo sabía bien que Ioana me veía como su madre, que creía que yo era su madre biológica y aunque muchas veces le habíamos dicho, tanto Andrei como yo, que éramos hermanas ella no lo entendía. Pero la cogí en brazos besándole la mejilla y abrazándole con cariño, Andrei ya había hecho el desayuno y no pude más que con el brazo con el que no cogía a Ioana abrazarle y darle un beso en la mejilla. La verdad es que nos peleábamos mucho y nos tirábamos los trastos a la cabeza, sobretodo porque lo sobreprotegía demasiado con el miedo a que le pasara algo, pero había que admitir que era un buen hermano cuando quería. Los tres desayunamos juntos y luego como cada día, vestí a Ioana y despidiéndome de Andrei me la lleve conmigo. La deje en el colegio después de que como cada día ella me abrazara con fuerza y me besara la mejilla.
Seguidamente me fui al trabajo, la verdad es que iba bastante tranquila. Todo estaba muy tranquilo en Paris por las mañanas. Llegue al museo y me fui a mi departamento pero me fui a ver las antigüedades haciendo recuento y sabiendo que nos enviarían cosas de otro museos o de numerosas excavaciones. Pero de pronto, me pidieron que hiciera una visita guiada en todo el museo y fui a buscar a los que tenía que hacer la visita. Eran dos familias con unos cuantos niños así que llame su atención y empecé con la visita pasando por los diferentes departamentos del museo. Con esos departamentos tenía que llevar unas notas pero en mi departamento no lo necesitaba, lo explicaba todo con detalle pero además en el departamento de antropología tampoco lo necesitaba mucho porque me acordaba de cosas que me explicaba Hugo… mi primer amor… pero entonces lleguemos a aquella zona.
-Y ahora estamos… en la zona de antropología del museo.
Sonreí a los visitantes a quienes estaba haciendo la visita, no sabía si mi compañero estaba allí porque había oído que había llegado un nuevo director de aquel departamento pero aun no le había conocido.
Seguidamente me fui al trabajo, la verdad es que iba bastante tranquila. Todo estaba muy tranquilo en Paris por las mañanas. Llegue al museo y me fui a mi departamento pero me fui a ver las antigüedades haciendo recuento y sabiendo que nos enviarían cosas de otro museos o de numerosas excavaciones. Pero de pronto, me pidieron que hiciera una visita guiada en todo el museo y fui a buscar a los que tenía que hacer la visita. Eran dos familias con unos cuantos niños así que llame su atención y empecé con la visita pasando por los diferentes departamentos del museo. Con esos departamentos tenía que llevar unas notas pero en mi departamento no lo necesitaba, lo explicaba todo con detalle pero además en el departamento de antropología tampoco lo necesitaba mucho porque me acordaba de cosas que me explicaba Hugo… mi primer amor… pero entonces lleguemos a aquella zona.
-Y ahora estamos… en la zona de antropología del museo.
Sonreí a los visitantes a quienes estaba haciendo la visita, no sabía si mi compañero estaba allí porque había oído que había llegado un nuevo director de aquel departamento pero aun no le había conocido.
Invitado- Invitado
Re: Un reencuentro inesperado (Hugo)
Llevaba varias semanas trabajando en el Louvre. Las cosas iban bien, hasta hoy. Su cama no era lo más cómodo que había era como dormir sobre tablas de madera. El día anterior se quedó trabajando hasta tarde y practicando más su oxidado francés debía alcanzar un nivel digno del Louvre y se pasaba las noches en vela. Y gracias a estas noches locas se había dormido. GENIAL. Por eso corría. Se ponía al traje a la mayor velocidad posible al tiempo que tomaba algo rápido, un trozo de pan bastaría hasta que pasase a por un café. Y así salió de casa corriendo con la corbata torcida y una cara de cansancio y preocupación. Debía llegar antes de que el grupo de visitantes pasase por su departamento. Él no era el guía pero debía estar allí para controlar a los gamberros, hacer recuento y contestar las preguntas, en ocasiones idiotas, de los turistas. Eso le hacía preguntarse por qué era antropólogo, pero cuando se quedaba a solas con sus antigüedades, esos aromas, el recuerdo de una vida pasada. . . Le venía a la mente Yvonne, sus tardes paseando, sus charlas entusiasmantes obre egiptología. Egipto. . . Yvonne le hizo apreciarlo tanto que siempre soñó con llevarla allí. . . Ver las pirámides. . . Taparle los ojos con las manos y al destaparla ver esa cara, esos ojos. . .
Ya soñaba despierto de nuevo. Habían pasado más de diez años, había estado con otras mujeres pero la experiencia había sido bastante vacía e insatisfactoria. Ya estaba a las puertas, el museo le seguía pareciendo impresionante, enorme, magnífico, lleno de misterios que resolver. Subía escaleras a toda velocidad.
"Dos plantas más y habré llegado, dos plantas más y habré llegado"
Los turistas ya estaban en su departamento, esos niños insoportables. Los esquivaba como podía hasta llegar a su escritorio. Derecha, izquierda, izquierda, derecha. . .
Vislumbró unos cabellos pelirrojos repeinados en un moño y no podía creerlo, un espejismo, una aparición tal vez. Se acercaba andando rápidamente, estaba tan cerca. . . Ese aroma, esos ojos verdes, ese pequeño y delgado cuerpo y su rosto perfecto. Se encontraba frente a ella. Las dudas se le amontonaban, no sabía si ella le habría reconocido, tampoco había sabido nada de ella en diez años, ni una sola carta. . . Todo era contradicciones la miró y entre confusión y la mayor alegría de su corazón solo pudo decir su nombre.
Yvonne. . .
Ya soñaba despierto de nuevo. Habían pasado más de diez años, había estado con otras mujeres pero la experiencia había sido bastante vacía e insatisfactoria. Ya estaba a las puertas, el museo le seguía pareciendo impresionante, enorme, magnífico, lleno de misterios que resolver. Subía escaleras a toda velocidad.
"Dos plantas más y habré llegado, dos plantas más y habré llegado"
Los turistas ya estaban en su departamento, esos niños insoportables. Los esquivaba como podía hasta llegar a su escritorio. Derecha, izquierda, izquierda, derecha. . .
Vislumbró unos cabellos pelirrojos repeinados en un moño y no podía creerlo, un espejismo, una aparición tal vez. Se acercaba andando rápidamente, estaba tan cerca. . . Ese aroma, esos ojos verdes, ese pequeño y delgado cuerpo y su rosto perfecto. Se encontraba frente a ella. Las dudas se le amontonaban, no sabía si ella le habría reconocido, tampoco había sabido nada de ella en diez años, ni una sola carta. . . Todo era contradicciones la miró y entre confusión y la mayor alegría de su corazón solo pudo decir su nombre.
Yvonne. . .
Hugo Yttredal- Humano Clase Media
- Mensajes : 29
Fecha de inscripción : 09/01/2011
Re: Un reencuentro inesperado (Hugo)
La verdad es que se notaba que los hijos de los turistas a los que les estaba haciendo la visita eran niños pequeños, porque empezaban a removerse inquietos y a separarse del lado de sus padres. Los cuales intentaban retenerlos como podían, la verdad es que me molestaban los niños gamberros que no hacían más que molestar y hacer gamberradas en el museo. Por eso me molesto que los niños empezasen a removerse, pero no deje ver nada de mi molestia. Seguía como la profesional que era, pero hubo uno de los objetos expuestos en la zona de antropología que llamo la atención de todos, la suerte es que esa pieza en especial la había explicado segundos antes. Todos se pusieron alrededor para verla mejor y yo me quede tras ellos, empezaron a hablar en sus idiomas de lo cual no entendía nada, por suerte llevaba tiempo en Paris y sabia hablar francés con fluidez además de mi idioma natal pero no entendía en qué idioma hablaban ellos. Pero les dejaba hablar, admirar la pieza que teníamos expuesta, miraba las cosas que tenía que hacer después de la visita, la verdad es que ser directora de un departamento de uno de los museos más importantes del mundo era cansado pero debía seguir así. No podía dejar que nada me parara, así que seguía esperando con tranquilidad a que acabasen de admirar aquella pieza de arte. Pero mientras yo me puse a pensar en mis cosas, en lo que tenía que hacer durante el día y las cosas que debería hacer en casa. El haber perdido a mis padres y ocuparme de mis hermanos desde entonces, era muy duro pero ellos eran mi vida. Andrei era un poco mas mayor y con sus 22 años quería un poco mas de espacio personal pero a mí se me hacía difícil dárselo y Ioana, era mi pequeña y era demasiado pequeña para dejarla sola por la vida. Pero de pronto, una voz que jamás había olvidado me saco de mis pensamientos. Esa voz… esa voz pronunciando mi nombre. Era él, jamás me equivocaría con su voz… Hugo… Me gire rápidamente, provocando que unos cuantos mechones de mi cabello pelirrojo cayeran del moño.
-Hugo…
No me lo podía creer, Hugo estaba allí… mi primer amor, el único chico al que había amado de verdad. Había estado en los brazos de algunos hombres en estos años pero… no me había olvidado de él. Me acerque a él, no había cambiado, seguía igual de perfecto… de hermoso… era mi Hugo.
-Hugo… Hugo, no me puedo creer que seas tú.
Sentía impulsos de tirarme encima suyo, de abrazarle con fuerza después de tantos años, mis brazos así lo decían ya que se habían levantado pero estando tan cerca suyo, no sabía qué hacer.
-Hugo…
No me lo podía creer, Hugo estaba allí… mi primer amor, el único chico al que había amado de verdad. Había estado en los brazos de algunos hombres en estos años pero… no me había olvidado de él. Me acerque a él, no había cambiado, seguía igual de perfecto… de hermoso… era mi Hugo.
-Hugo… Hugo, no me puedo creer que seas tú.
Sentía impulsos de tirarme encima suyo, de abrazarle con fuerza después de tantos años, mis brazos así lo decían ya que se habían levantado pero estando tan cerca suyo, no sabía qué hacer.
Invitado- Invitado
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