AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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A menudo los héroes son desconocidos [Privado]
2 participantes
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A menudo los héroes son desconocidos [Privado]
Desgraciado el país que necesita héroes.
-Bertolt Brecht
-Bertolt Brecht
Theodore no es de esas personas que se las dan de héroes de novela, de esos que corren a salvar a una guapa damisela en apuros de las garras de un despiadado malhechor. No, para eso había que tener madera o haber salido previamente de una pluma, estando plasmado en un papel y siendo admirado por los que sentían cierta predilección por la literatura y que quizá aspiraban a imitar esos curiosos ideales tan comprometidos y sacrificados. Los héroes eran normalmente eran personas que habían sufrido mucho, que aún así se sacrificaban por los demás sin pensárselo dos veces. O tal vez lo hacían por su enamorada, lo cual le añadía motivos de sobra a la historia. El caso es que una persona de a pie puede tener perfectamente esas motivaciones, o verse inspirado por los ideales transmitidos por la literatura, pero tiene muy difícil el encontrarse una situación lo suficientemente complicada como para que al salir victorioso de ella se le reconozca como a un héroe.Tal vez los héroes más cercanos que tenía la población eran aquellos que marchaban a la guerra y salían victoriosos, y entonces se les condecoraba por su gran servicio a la nación, su temple y su coraje. Nadie mencionaba la increíble suerte, y la cantidad de gente que había tenido que morir para que ellos acabaran de aquel modo.
En cualquier caso, había que tener espíritu guerrero para ser un héroe. El temple y la determinación que era necesario para algo así eran cualidades de las que un joven brujo como Theodore carecía. De todas maneras, ¿por qué iba a sacrificarse? Prefería mantenerse al margen, ahorrarse problemas, dejar que la gente solucionara sus problemas como él intentaba solucionar los suyos. Y todo porque había tenido la mala suerte de crecer en soledad, sin apoyos, buscándose el pan para poder sobrevivir. Cuando aprendes a vivir para ti mismo, el propio egoísmo que nace del instinto de supervivencia te impide vivir para otros. Vives para ti y ya, es lo suficiente y hasta parece justo. De todas maneras, ciertos valores te impiden simplemente volver la cara cuando se te presenta una situación en la que puedes ser un héroe de verdad. Ves que atracan a alguien por la calle, ¿y haces algo para evitarlo? Pocos se atreven. Y los que se atreven, ¿buscan reconocimiento? Muy probablemente, no. Esa gente lo llevaba dentro, simplemente pensaba que era lo correcto y lo ejecutaba sin pensar lo positivo y lo negativo.
¿Pueden los valores y las situaciones límite convertir a alguien en un héroe? Seguramente sí, aunque quizá la denominación no sea héroe, sino ser humano con conciencia. Lo único que varía es tu nivel de coraje, lo que estás dispuesto hacer. Aquel día, Theodore se había despertado sudoroso en su camastro después de soñar que a plena luz del día en el mercadillo parisino se cometería un crimen. Sabiendo algo así, su corazón le decía que lo correcto era hacer algo, aprovechar su don de brujo para intentar ser un héroe. Pero, ¿hasta dónde llegaría su coraje? Lo que estaba claro es que lo que había soñado no era nada bueno, era un asesinato múltiple delante de muchísimas personas que podía llegar a más. De ser un evento importante, seguro que algún otro brujo también lo habría visto. Theo no sabía si tendría apoyo, pero sí que debía hacer algo. En aquella ciudad había villanos, y desgraciadamente no tenían a nadie mejor para combatirlos que él mismo.
Se escondió detrás de un puesto de pescado, frunciendo la nariz por el fuerte olor que desprendía el lugar. En su sueño sólo había visto a cuatro víctimas, dos informadores y tres agresores. Si encontraba a los informadores, quizá pudiera hacer algo más por las víctimas intentando detener a los agresores. Sin duda era una ardua tarea para él sólo, y temió que los agresores fueran seres sobrenaturales. En esa situación, ¿qué podía hacer un héroe con tan pocos recursos? Pobre de la ciudad que necesitara a héroes como él.
En cualquier caso, había que tener espíritu guerrero para ser un héroe. El temple y la determinación que era necesario para algo así eran cualidades de las que un joven brujo como Theodore carecía. De todas maneras, ¿por qué iba a sacrificarse? Prefería mantenerse al margen, ahorrarse problemas, dejar que la gente solucionara sus problemas como él intentaba solucionar los suyos. Y todo porque había tenido la mala suerte de crecer en soledad, sin apoyos, buscándose el pan para poder sobrevivir. Cuando aprendes a vivir para ti mismo, el propio egoísmo que nace del instinto de supervivencia te impide vivir para otros. Vives para ti y ya, es lo suficiente y hasta parece justo. De todas maneras, ciertos valores te impiden simplemente volver la cara cuando se te presenta una situación en la que puedes ser un héroe de verdad. Ves que atracan a alguien por la calle, ¿y haces algo para evitarlo? Pocos se atreven. Y los que se atreven, ¿buscan reconocimiento? Muy probablemente, no. Esa gente lo llevaba dentro, simplemente pensaba que era lo correcto y lo ejecutaba sin pensar lo positivo y lo negativo.
¿Pueden los valores y las situaciones límite convertir a alguien en un héroe? Seguramente sí, aunque quizá la denominación no sea héroe, sino ser humano con conciencia. Lo único que varía es tu nivel de coraje, lo que estás dispuesto hacer. Aquel día, Theodore se había despertado sudoroso en su camastro después de soñar que a plena luz del día en el mercadillo parisino se cometería un crimen. Sabiendo algo así, su corazón le decía que lo correcto era hacer algo, aprovechar su don de brujo para intentar ser un héroe. Pero, ¿hasta dónde llegaría su coraje? Lo que estaba claro es que lo que había soñado no era nada bueno, era un asesinato múltiple delante de muchísimas personas que podía llegar a más. De ser un evento importante, seguro que algún otro brujo también lo habría visto. Theo no sabía si tendría apoyo, pero sí que debía hacer algo. En aquella ciudad había villanos, y desgraciadamente no tenían a nadie mejor para combatirlos que él mismo.
Se escondió detrás de un puesto de pescado, frunciendo la nariz por el fuerte olor que desprendía el lugar. En su sueño sólo había visto a cuatro víctimas, dos informadores y tres agresores. Si encontraba a los informadores, quizá pudiera hacer algo más por las víctimas intentando detener a los agresores. Sin duda era una ardua tarea para él sólo, y temió que los agresores fueran seres sobrenaturales. En esa situación, ¿qué podía hacer un héroe con tan pocos recursos? Pobre de la ciudad que necesitara a héroes como él.
Última edición por Theodore J. Bellamy el Jue Ago 23, 2012 4:18 pm, editado 1 vez
Theodore J. Bellamy- Hechicero Clase Media
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Re: A menudo los héroes son desconocidos [Privado]
Vivimos entre miseria, la felicidad es como una especie de montaña rusa,
y cuando sientes que ya no puedes con ella,
vuelves a caer, de una manera bastante lastimera.
y cuando sientes que ya no puedes con ella,
vuelves a caer, de una manera bastante lastimera.
Los rayos del sol chocaban contra la cabeza de una pequeña de cabellos rojos. Ella avanzaba a paso firme por las calles parisinas con una sonrisa de oreja a oreja. Se veía radiante. Su cabellera no sólo iluminaba a su paso, también llamaba la atención, provocaba que las personas se detuvieran a observar a la portadora. Ella, que no estaba acostumbrada a tales muestras de atención, encorvaba un poco el cuerpo evitando así llegar a toparse con una mirada. Sus mejillas se encendían, pero no llegaban a la tonalidad de las hondas que caían sobre sus hombros. Era normal que una pequeña, después de vivir en cuna de oro, y arrancarla de una manera tan atroz, castigándola de la peor manera, ahora dudara de su luz personal, y es que la jovencita, había observado todo tipo de conductas aberrantes, desde la forma en que un hombre violaba a alguien de su misma edad frente a sus ojos, hasta golpes que quedaban marcados no sólo en su cuerpo que con el tiempo se recuperaba, también en su alma que poco a poco se marchitaba. Así era ella, insegura por imposición, con sueños truncados, pero con un futuro que quizás, si lo veía de una manera más positiva, podría ser el mejor para cualquier chica que deseara renacer como las pobres damas de los cuentos de hada.
El llanto y la tristeza se desvanecieron cuando él, su héroe personal, el hombre que la había comprado, y sacado de la mísera en la que había vivido, había llegado a su vida. Ichabod Stein era un brujo solitario, que vivía a las afueras del pueblo parisino, que se había exiliado y se había negado a una vida común. La razón fue la perdida de sus familiares en una hoguera, y su salvación dejándolo solo en el mundo. El brujo se había abstenido de hacer relaciones estrechas, y aunque ante los ojos de la sociedad era un raro, una escoria, para ella era una especie de ángel, enviado del cielo, evitando que él dolor la carcomiera al punto de llegar a la muerte temprana. El brujo la había visto una tarde dónde Hugo (el hombre que la había secuestrado, y que la tenía como esclava), la golpeaba frente a un montón de niños en medio de una plaza. Ichabod recordó a su pequeña y frágil hermana, y ahora sentía la obligación de salvar a la pelirroja, sintiéndose así, menos culpable de la muerte de su propia sangre. Pero aunque lo que en un principio era amor fraternal, ahora la vida podía dar vueltas, y descubrir algunos disturbios en la vida de su héroe la haría quizás, tener miedo de quien la había salvado del lago de fuego.
- ¿Me podría dar seis manzanas? - La jovencita había dejado a un lado sus recuerdos, y sacaba de su canastilla una hoja de papel un poco arrugada, en ella venían las compras que tenía que hacer en la semana. Eso, y la limpieza de la cabaña, eran sus únicas tareas que tenía que hacer ahora. No tenía que cortar pasto con las manos, o cargar grandes bultos, no tenía que servir a un rey sin corona. - También deseo cuatro plátanos - Sonrió al que atendía el puesto, el hombre la veía con curiosidad, y después de pensarlo mucho, se aventuró a preguntarle como se encontraba, si las cosas habían mejorado. Anouk simplemente asentía, y compartía lo maravilloso de su vida, la sonrisa no se había borrado, pero no todo puede ser completamente bueno, y cuando pensó que estaba por librarse de más preguntas, la que temía le hicieran salió a la luz. Todos aquellos que la veían radiante creían que Ichabod la tomaba como su mujer, pero ella rápidamente se encargaba de desmentirlo, y claro, de dejar en claro lo bueno y maravilloso que era, aunque no lo creyeran, o sólo unos cuantos lo hicieran.
- ¡Oye, eso es mío! - Después de haber pagado por las frutas, Anouk se había dado la vuelta para emprender el camino y hacer más compras. Para su mala suerte, un jovencito se había encargado de arrancarle de las manos aquel canasto. La pelirroja corrió detrás del ladrón, y notó que todos a su alrededor eran indiferentes a lo que acontecía. Cuando por fin pudo alcanzarlo, se llevó una gran sorpresa, su ladrón tenía un arma, y le apuntaba. - ¡No me hagas nada por favor! - Le susurró. No es que deseara quitarle la comida, pero ella mejor que nadie sabía lo que le costaba a Ichabod juntar monedas para mantenerla y mantenerse, lo mínimo que podía hacer era regresar con los víveres a su hogar. El bullicio fue interrumpido por una detonación, y Anouk abrió con fuerza los ojos, el disparo se había perdido en el aire, y el silencio reinó, dejándola inmóvil, temerosa y temblorosa.
El llanto y la tristeza se desvanecieron cuando él, su héroe personal, el hombre que la había comprado, y sacado de la mísera en la que había vivido, había llegado a su vida. Ichabod Stein era un brujo solitario, que vivía a las afueras del pueblo parisino, que se había exiliado y se había negado a una vida común. La razón fue la perdida de sus familiares en una hoguera, y su salvación dejándolo solo en el mundo. El brujo se había abstenido de hacer relaciones estrechas, y aunque ante los ojos de la sociedad era un raro, una escoria, para ella era una especie de ángel, enviado del cielo, evitando que él dolor la carcomiera al punto de llegar a la muerte temprana. El brujo la había visto una tarde dónde Hugo (el hombre que la había secuestrado, y que la tenía como esclava), la golpeaba frente a un montón de niños en medio de una plaza. Ichabod recordó a su pequeña y frágil hermana, y ahora sentía la obligación de salvar a la pelirroja, sintiéndose así, menos culpable de la muerte de su propia sangre. Pero aunque lo que en un principio era amor fraternal, ahora la vida podía dar vueltas, y descubrir algunos disturbios en la vida de su héroe la haría quizás, tener miedo de quien la había salvado del lago de fuego.
- ¿Me podría dar seis manzanas? - La jovencita había dejado a un lado sus recuerdos, y sacaba de su canastilla una hoja de papel un poco arrugada, en ella venían las compras que tenía que hacer en la semana. Eso, y la limpieza de la cabaña, eran sus únicas tareas que tenía que hacer ahora. No tenía que cortar pasto con las manos, o cargar grandes bultos, no tenía que servir a un rey sin corona. - También deseo cuatro plátanos - Sonrió al que atendía el puesto, el hombre la veía con curiosidad, y después de pensarlo mucho, se aventuró a preguntarle como se encontraba, si las cosas habían mejorado. Anouk simplemente asentía, y compartía lo maravilloso de su vida, la sonrisa no se había borrado, pero no todo puede ser completamente bueno, y cuando pensó que estaba por librarse de más preguntas, la que temía le hicieran salió a la luz. Todos aquellos que la veían radiante creían que Ichabod la tomaba como su mujer, pero ella rápidamente se encargaba de desmentirlo, y claro, de dejar en claro lo bueno y maravilloso que era, aunque no lo creyeran, o sólo unos cuantos lo hicieran.
- ¡Oye, eso es mío! - Después de haber pagado por las frutas, Anouk se había dado la vuelta para emprender el camino y hacer más compras. Para su mala suerte, un jovencito se había encargado de arrancarle de las manos aquel canasto. La pelirroja corrió detrás del ladrón, y notó que todos a su alrededor eran indiferentes a lo que acontecía. Cuando por fin pudo alcanzarlo, se llevó una gran sorpresa, su ladrón tenía un arma, y le apuntaba. - ¡No me hagas nada por favor! - Le susurró. No es que deseara quitarle la comida, pero ella mejor que nadie sabía lo que le costaba a Ichabod juntar monedas para mantenerla y mantenerse, lo mínimo que podía hacer era regresar con los víveres a su hogar. El bullicio fue interrumpido por una detonación, y Anouk abrió con fuerza los ojos, el disparo se había perdido en el aire, y el silencio reinó, dejándola inmóvil, temerosa y temblorosa.
Anouk Oldekamp- Humano Clase Baja
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Re: A menudo los héroes son desconocidos [Privado]
Theodore se mareó, algo aturdido. Se había pasado un buen rato escondido entre tienda y tienda, detrás de unas telas, viendo a la gente pasar. En realidad le agobiaba estar allí tanto como si le estuvieran frotando en una tabla de lavar. Caminando entre la gente te veías zarandeado, pues casi era imposible caminar teniendo tu propio espacio. Te rozabas con todo el que estuviera a los lados, y cruzabas tal variedad de puestos en los que se agolpaba la gente que a veces incluso tenías que parar y dar un rodeo. También es cierto que era una hora punta, al mediodía, y allí se agolpaban tantos parisinos, franceses en general e incluso extranjeros que al chico le pareció que le faltaba el aire, y la cabeza le dio vueltas cuando se levantó del suelo. Se agarró de las telas para no caerse y en cuanto recuperó la visión se alejó hacia una pared desde la que se veía bien sin estar muy apretado. Respiró hondo y cerro los ojos un momento, apoyando la cabeza contra la pared. Luego volvió a fijarse en la muchedumbre.
Pasado un rato, centró su vista en un puesto de fruta. No mentiría si hubiera dicho que por la fruta, pues no había desayunado y eso aparte de contribuir a su mareo le estaba haciendo imposible pensar en otra cosa. Pero se equivocaba, pues una muchacha le llamó la atención, una que justamente iba a ese puesto. No se veían muchos cabellos anaranjados por allí, Theo lo sabía de primera mano. Muchas veces llamaba la atención, pues su larga y brillante melena no era muy frecuente, y menos en varones. Alguna vez uno de sus amos le había instado a cortársela y no le había quedado más remedio, pero pelo le volvía a crecer con extraordinaria facilidad y en pocos meses. Se quedó algo embobado mirando el pelo de ella, pensando que sería un buen tema de conversación si quisiera acercarse y conocerla, aparte de algo en común. Pero puesto que se le daba fatal relacionarse, eso no iba a pasar. Sacudió la cabeza, aún aturdido y algo somnoliento porque el sueño premonitorio no le había dejado dormir, y fijó la vista sin mirar en el mismo punto pero evitando fijarse en lo que había. Mejor olvidarse de aquella moza y centrarse en lo que había venido a hacer.
Cuando volvió a enfocar la vista y vio que aquella señorita tenía problemas. Nervioso, se empezó a manosear el pelo sin saber que hacer. Poca gente se daba cuenta de lo que le pasaba a ella, y la que se daba cuenta o se escandalizaba y huía dando ligeros gritos o pasaba de largo apresuradamente. Bien sabía Theo que nadie iba a ayudarla, ninguno daría su vida por una jovencita, y menos si no era una noble o podía sacar tajada. Tampoco había ningún guardia a la vista, lo cual era bastante problemático. Theo no se podía creer que fueran a atracar a la joven por un par de frutas. Con los ojos muy abiertos y las manos temblorosas, se apoyó a la pared mientras conseguía con la otra mano una piedra del tamaño de un botón grande, un poco más ancha, que sujetó en la palma sudorosa de su mano. Quizá fue porque estaba hambriento, adormilado y agobiado, pero no pensó demasiado cuando lanzó la piedra hacia el ladrón y le acertó en la frente, viendo como dejaba caer la cesta. Luego profirió un grito para llamar la atención de aquel hombre, y acto seguido salió corriendo.
Se topó con el puesto de telas y se escondió allí cuando el ladrón pasó de largo, y luego fue corriendo hacia aquella chica. La cogió de la mano y con la otra la cesta, que levantó del suelo dejando caer una manzana, y la escondió detrás del puesto de frutas, indicándole que se agachara. -Ve-vete de aquí-le dijo, mirándole a los ojos apenas unos segundos, lo máximo que podría soportar hablándole a una desconocida después de lo que había hecho. Luego, salió corriendo por detrás de otros puestos de vegetales y se quedó parado mirando a la gente. Se subió a una mesa vacía, probablemente de un puesto que ya había recogido, consiguiendo una buena vista desde allí. El ladrón también le localizaría fácilmente, pero no le preocupaba demasiado. Intuía que el asesinato estaba próximo, pues las imágenes coincidían con lo que había soñado. Vio a lo lejos a aquella chica, aunque le había dicho que se fuera, y la contempló desde lo lejos. Esperó que no fuera a dar con él, sería peligroso. Theo seguía temblando, nervioso. Nunca había hecho algo así, y se juró a si mismo que no lo volvería a hacer. Lo suyo no era cuidar de nadie, apenas podía cuidar de si mismo. Era demasiado complicado.
Pasado un rato, centró su vista en un puesto de fruta. No mentiría si hubiera dicho que por la fruta, pues no había desayunado y eso aparte de contribuir a su mareo le estaba haciendo imposible pensar en otra cosa. Pero se equivocaba, pues una muchacha le llamó la atención, una que justamente iba a ese puesto. No se veían muchos cabellos anaranjados por allí, Theo lo sabía de primera mano. Muchas veces llamaba la atención, pues su larga y brillante melena no era muy frecuente, y menos en varones. Alguna vez uno de sus amos le había instado a cortársela y no le había quedado más remedio, pero pelo le volvía a crecer con extraordinaria facilidad y en pocos meses. Se quedó algo embobado mirando el pelo de ella, pensando que sería un buen tema de conversación si quisiera acercarse y conocerla, aparte de algo en común. Pero puesto que se le daba fatal relacionarse, eso no iba a pasar. Sacudió la cabeza, aún aturdido y algo somnoliento porque el sueño premonitorio no le había dejado dormir, y fijó la vista sin mirar en el mismo punto pero evitando fijarse en lo que había. Mejor olvidarse de aquella moza y centrarse en lo que había venido a hacer.
Cuando volvió a enfocar la vista y vio que aquella señorita tenía problemas. Nervioso, se empezó a manosear el pelo sin saber que hacer. Poca gente se daba cuenta de lo que le pasaba a ella, y la que se daba cuenta o se escandalizaba y huía dando ligeros gritos o pasaba de largo apresuradamente. Bien sabía Theo que nadie iba a ayudarla, ninguno daría su vida por una jovencita, y menos si no era una noble o podía sacar tajada. Tampoco había ningún guardia a la vista, lo cual era bastante problemático. Theo no se podía creer que fueran a atracar a la joven por un par de frutas. Con los ojos muy abiertos y las manos temblorosas, se apoyó a la pared mientras conseguía con la otra mano una piedra del tamaño de un botón grande, un poco más ancha, que sujetó en la palma sudorosa de su mano. Quizá fue porque estaba hambriento, adormilado y agobiado, pero no pensó demasiado cuando lanzó la piedra hacia el ladrón y le acertó en la frente, viendo como dejaba caer la cesta. Luego profirió un grito para llamar la atención de aquel hombre, y acto seguido salió corriendo.
Se topó con el puesto de telas y se escondió allí cuando el ladrón pasó de largo, y luego fue corriendo hacia aquella chica. La cogió de la mano y con la otra la cesta, que levantó del suelo dejando caer una manzana, y la escondió detrás del puesto de frutas, indicándole que se agachara. -Ve-vete de aquí-le dijo, mirándole a los ojos apenas unos segundos, lo máximo que podría soportar hablándole a una desconocida después de lo que había hecho. Luego, salió corriendo por detrás de otros puestos de vegetales y se quedó parado mirando a la gente. Se subió a una mesa vacía, probablemente de un puesto que ya había recogido, consiguiendo una buena vista desde allí. El ladrón también le localizaría fácilmente, pero no le preocupaba demasiado. Intuía que el asesinato estaba próximo, pues las imágenes coincidían con lo que había soñado. Vio a lo lejos a aquella chica, aunque le había dicho que se fuera, y la contempló desde lo lejos. Esperó que no fuera a dar con él, sería peligroso. Theo seguía temblando, nervioso. Nunca había hecho algo así, y se juró a si mismo que no lo volvería a hacer. Lo suyo no era cuidar de nadie, apenas podía cuidar de si mismo. Era demasiado complicado.
Theodore J. Bellamy- Hechicero Clase Media
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Re: A menudo los héroes son desconocidos [Privado]
La gente había detenido su andar, no se escuchaban murmullos, quizás solo el temblor de sus cuerpos, pues ser tantos en una situación como esa, acrecentaba el sonido del temor, sin embargo, nadie hizo nada, todos se quedaron en su lugar observando si habían dañado a alguien, ni siquiera les importó ver a la pelirroja ahí. Al notar que el chisme del día no se había constatado, todos avanzaron como si nada, y se dedicaron a sus labores. La chica cerró los ojos, y los abrió al mismo tiempo, el hombre ya estaba en el suelo. Después las imágenes fueron rápidas: Una piedra, un joven, la canasta, las frutas, la escapatoria. Todo había pasado de una manera que apenas y pudo procesar. Sus manos temblorosas sostenían la canasta, de tal manera que de ejercer más fuerza podría romper la agarradera de madera. Su pequeño cuerpo temblaba, y los dientes le tiritaban por lo mismo. Estaba temerosa, confundida, contrariada. Su teoría sobre la indiferencia de la sociedad se afirmaba a pasos agigantados, pero no en todos, en ese chico no era valida, era la excepción a la regla, a su regla personal.
- Hey - Poco ingeniosa ahora era para llamar la atención de su nuevo héroe. Primero Ichabod, y ahora él. ¿Podía ser más afortunada? Debía agradecerle enormemente a la vida por los regalos que le daba. Quizás el Dios del que todos hablan si existía, y le estaba mandando ángeles para cuidarla, y para compensar todo lo malo que había vivido en todo ese tiempo de esclava; miro de un lado a otro, buscando señales de aquel que había sido su agresor, y al notar que no estaba cerca decidió dar el primer paso. Uno bastante torpe por cierto. La adrenalina se puso en acción, pero al pasar la tormenta se esfumó dejando algunos estragos, por ejemplo, un revoltijo en su estomago, grandes nauseas y mareo. Cerró los ojos repetidas veces, y tomaba grandes bocanas de aire, que al mismo tiempo salían con fuerza, con eso buscaba estabilizar sus sentidos, y alejar todo estado afectado de su pequeño cuerpo. Después de algunos minutos de ejercicios de relajación, lo logró, y sonrió al mismo tiempo que sus ojos se abrían de par en par, parpadeando, volviendo a acostumbrarse a la iluminación del día.
- Oye - Musitó con cierta fuerza, aun le quedaban estragos del miedo. Anouk decidió que por él podía dejar a un lado sus temores. Colocó la canasta sobre su hombro, y con fuerza tomó la agarradera, doblando el codo. Si él la había defendido sin conocerla, entonces valía la pena, y desde ese momento deseaba tenerlo en su vida. Además, había convivido con jóvenes de su edad, pero todos por cuestiones impuestas, esclavos, secuestrados que recibían grandes maltratos. Después viene la convivencia con Ichabod, que le doblaba la edad, y con las jóvenes protegidas de su nuevo familiar, pero todas y cada una de ellas la trataba mal, y ahora un chico de casi su misma edad, sino es que la misma, la salvaba, quizás era buena señal, todo mejoraba en su vida - Gracias - Susurró muy por debajo, ruborizada, alzando la vista debido a la tarima en la que se encontraba. - Muchas gracias - Su sonrisa se amplió, le había dado la mejor que tenía a él. - ¿Deseas algo? Sé que no es mucho, pero será en agradecimiento por lo que acabas de hacer - Y alzó la canas, esperando a que el joven tomará algo de ella.
- ¡Cuidado! - Su voz salió con fuerza, no supo de dónde había cogido tanta fuerza, de la nada, jaló al joven de rojos cabellos como ella, lo movió hacía la derecha, evitando que la bala tocara su hombro, la bala se perdió el aire, y se incrusto en el brazo de una mujer a lo lejos. Se escuchó la movilidad de la gente. Anouk estaba verdaderamente horrorizada por lo que estaba pasando, y por lo que unas frutas, sumadas con el hambre podían hacer. Jaló hacía si el brazo del chico. El hombre que ahora estaba en busca de sus cabezas se aproximaba, ignorando el desastre que había cometido. - Vamos, corramos lejos de aquí, corre - Le exigió, jalándole con fuerza del brazo, Anouk no estaba dispuesta a dejarlo en ese lugar después de lo que había hecho por ella. Estaba en deuda, y lo compensaría.
- Hey - Poco ingeniosa ahora era para llamar la atención de su nuevo héroe. Primero Ichabod, y ahora él. ¿Podía ser más afortunada? Debía agradecerle enormemente a la vida por los regalos que le daba. Quizás el Dios del que todos hablan si existía, y le estaba mandando ángeles para cuidarla, y para compensar todo lo malo que había vivido en todo ese tiempo de esclava; miro de un lado a otro, buscando señales de aquel que había sido su agresor, y al notar que no estaba cerca decidió dar el primer paso. Uno bastante torpe por cierto. La adrenalina se puso en acción, pero al pasar la tormenta se esfumó dejando algunos estragos, por ejemplo, un revoltijo en su estomago, grandes nauseas y mareo. Cerró los ojos repetidas veces, y tomaba grandes bocanas de aire, que al mismo tiempo salían con fuerza, con eso buscaba estabilizar sus sentidos, y alejar todo estado afectado de su pequeño cuerpo. Después de algunos minutos de ejercicios de relajación, lo logró, y sonrió al mismo tiempo que sus ojos se abrían de par en par, parpadeando, volviendo a acostumbrarse a la iluminación del día.
- Oye - Musitó con cierta fuerza, aun le quedaban estragos del miedo. Anouk decidió que por él podía dejar a un lado sus temores. Colocó la canasta sobre su hombro, y con fuerza tomó la agarradera, doblando el codo. Si él la había defendido sin conocerla, entonces valía la pena, y desde ese momento deseaba tenerlo en su vida. Además, había convivido con jóvenes de su edad, pero todos por cuestiones impuestas, esclavos, secuestrados que recibían grandes maltratos. Después viene la convivencia con Ichabod, que le doblaba la edad, y con las jóvenes protegidas de su nuevo familiar, pero todas y cada una de ellas la trataba mal, y ahora un chico de casi su misma edad, sino es que la misma, la salvaba, quizás era buena señal, todo mejoraba en su vida - Gracias - Susurró muy por debajo, ruborizada, alzando la vista debido a la tarima en la que se encontraba. - Muchas gracias - Su sonrisa se amplió, le había dado la mejor que tenía a él. - ¿Deseas algo? Sé que no es mucho, pero será en agradecimiento por lo que acabas de hacer - Y alzó la canas, esperando a que el joven tomará algo de ella.
- ¡Cuidado! - Su voz salió con fuerza, no supo de dónde había cogido tanta fuerza, de la nada, jaló al joven de rojos cabellos como ella, lo movió hacía la derecha, evitando que la bala tocara su hombro, la bala se perdió el aire, y se incrusto en el brazo de una mujer a lo lejos. Se escuchó la movilidad de la gente. Anouk estaba verdaderamente horrorizada por lo que estaba pasando, y por lo que unas frutas, sumadas con el hambre podían hacer. Jaló hacía si el brazo del chico. El hombre que ahora estaba en busca de sus cabezas se aproximaba, ignorando el desastre que había cometido. - Vamos, corramos lejos de aquí, corre - Le exigió, jalándole con fuerza del brazo, Anouk no estaba dispuesta a dejarlo en ese lugar después de lo que había hecho por ella. Estaba en deuda, y lo compensaría.
Anouk Oldekamp- Humano Clase Baja
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Re: A menudo los héroes son desconocidos [Privado]
Estaba realmente exhausto. Se lo notaba en la respiración, en los músculos y en el estómago. Con el mareo de antes, sabía que si seguía haciendo tanto esfuerzo físico sin darle a su cuerpo una tregua y vitaminas iba a caer desmayado. No era un chico que se cuidara demasiado respecto a alimentación, normalmente comía poco y mal. Se saltaba los desayunos, sus comidas eran incompletas y a veces no tenía para cenar. Había llegado al punto de, en épocas, elegir si ese día comería o cenaría. Eligiendo lo primero pasaba tardes y noches muy duras, y eligiendo lo segundo el hambre que tenía que aguantar hasta la noche adelantaba muchas veces la cena hasta casi la hora de la merienda o del té inglés. Eso era sobre todo cuando había pasado mucho tiempo sin ir a visitar a su madre para que le diera dinero, o cuando se retrasaban en el pago en la casa en la que trabajaba. Sucedía pocos meses, pero le había pasado. Y aquella mañana no había desayunado por el simple hecho de que no tenía ya un hogar estable, y había salido de la posada nervioso por su premonición hasta el punto de olvidarse el desayuno. A despistado Theodore le ganaba a cualquiera, fuese quien fuese.
Se le aceleró el corazón cuando vio que la muchacha volvía a aproximarse a él, no haciendo caso de lo que el chico le había dicho tras rescatarla de aquel embrollo. Pensó que, de ser él, habría salido corriendo bastante agradecido de que un extraño le solucionara un problema. Pero no, ella no se había ido, y eso que la habían encañonado para robarle un par de frutas y seguramente el dinero. ¡En medio del mercado! -Qué locura...-pensaba Theo mientras observaba al orondo mercader de fruta, que había mirado hacia otro lado como si la cosa no fuera con él cuando aquella pequeña pelirroja estaba siendo atracada. Era un hombre sin moral alguna, sin duda. Theo también habría girado la cabeza en la mayoría de las ocasiones, pues él no era ningún héroe en absoluto. Carecía de fuerza, de determinación y de carisma. Aquel no era un empleo para él, ni siquiera un hobby. Jardinero sí que le sentaba mejor.
Intentó ignorar a la chica, que llamó su atención desde abajo de la mesa. El chico maldijo por lo bajo y mantuvo la vista al frente, visiblemente turbado. No quería ignorarla en realidad, pero el trato que le había dado minutos antes era el máximo que podía darle sin morirse de vergüenza, y más después de haber pensado que era bonita y que le encantaba que tuviera el pelo del mismo color que él. Esos pensamientos le cohibían aún más, pues si no sabía tener amigos tampoco sabía flirtear muy bien. De hecho todas las relaciones se le daban mal, y solo escapaba en las formales y muy cortas, de cortesía. La que tenía con sus amos y los dueños de la casa, básicamente. Pocas palabras aprendidas de memoria que recitaba como si fuera una obra de teatro para salir del paso y librarse de hacer el ridículo con su tartamudeo y el atropellamiento de sus palabras al hablar demasiado rápido. Únicamente lo que se tenía bien aprendido era lo que le salía más decentemente. Nunca se encontraba lo suficientemente cómodo para hablar espontáneamente, sin pensar lo que tenía que decir. Siempre tenía que meditarlo todo y mayormente aún le costaba decir lo que había pensado, y normalmente el resultado no era igual que cuando estaba todo eso en su mente. Sin duda tampoco tenía otra de las características importantes de los héroes, la empatía y el don de gentes.
Al ver que ella insistía y no se iba, la miró desde aquella mesa y vio que le daba las gracias algo sonrojada. Eso también le hizo sonrojarse a él un poco. Iba a decirle algo en respuesta, pero solo pudo boquear como un pez. Cuando le ofreció algo a cambio, casi se conmovió. Como evitaba meterse en problemas y librar de problemas a los demás, poca gente le agradecía de corazón algo porque nunca hacía nada por ellos. Pero allí estaba ella, ofreciéndole algo que valía mucho para él en ese momento, pareciendo un gesto tan tierno y simple que resultaba bastante emotivo para él. Estuvo a punto de sacudir la cabeza para negarse, rojo como un tomate, a pesar de que luego se arrepentiría de no haberlo hecho y así haber saciado su hambre. Pero era demasiado vergonzoso como para aceptar algo así sin sentir infinita vergüenza, así que fue a rechazarlo. Pero ella gritó, y el chico miró alarmado a todas partes y escuchó una bala silbando cerca de él, y luego un grito desgarrador de una mujer. Él ahogo su propia voz para no armar más escándalo, y se dejó guiar por ella. Temblando, asintió cuando le dijo que tenían que correr. Él era un experto en esas cosas, en meterse líos de tamaño calibre y salir airoso huyendo lo más rápido posible. El revuelo de gente que se había girado para ver que pasaba les impedía el paso, así que fue Theodore quien tiró de ella para llevarla por otro lado que saliera del mercado.
Sin embargo, su huida se vio truncada por una discusión. Unos cuantos hombres discutían delante de la salida del mercado, y a Theo le daba bastante miedo pasar por allí. Miró a su acompañante y dudó, y se quedaron allí parados. Parecían haber dos bandos entre los grupos de hombres, y al chico se le encogió el estómago cuando reconoció a uno de ellos: era la víctima de asesinato que había visto en su sueño. ¡A ese hombre había ido supuestamente a proteger! Quiso contárselo a la que se ceñía a su brazo, pero no encontró la manera sin decirle que era un brujo. De todas maneras, tampoco sabía como lo iba a hacerlo. Seguramente no podría evitarlo. Uno de los hombres del bando contrario al de su víctima le miró enfurecido y los señaló, gritando a voces "¿dónde estáis metiendo las narices, niñatos?". Theo, consciente de que tenía cierta apariencia de niño, sabía que se refería a él. Tiró de ella hasta esconderse detrás de un puesto de hortalizas, y pensó si explicarle a ella lo que pasaba. Al fin y al cabo, no entendería por qué no salían de allí si estaban en peligro. -T... tenemos que qued...quedarnos-acertó a decir el chico mirándola brevemente a los ojos y señalando con la cabeza donde estaba el grupo de hombres-. Va a pa... a pasar algo malo-aseguró el pelirrojo con gesto serio. A veces odiaba tener la capacidad de expresión de un niño de cinco años, teniendo veinte.
Se le aceleró el corazón cuando vio que la muchacha volvía a aproximarse a él, no haciendo caso de lo que el chico le había dicho tras rescatarla de aquel embrollo. Pensó que, de ser él, habría salido corriendo bastante agradecido de que un extraño le solucionara un problema. Pero no, ella no se había ido, y eso que la habían encañonado para robarle un par de frutas y seguramente el dinero. ¡En medio del mercado! -Qué locura...-pensaba Theo mientras observaba al orondo mercader de fruta, que había mirado hacia otro lado como si la cosa no fuera con él cuando aquella pequeña pelirroja estaba siendo atracada. Era un hombre sin moral alguna, sin duda. Theo también habría girado la cabeza en la mayoría de las ocasiones, pues él no era ningún héroe en absoluto. Carecía de fuerza, de determinación y de carisma. Aquel no era un empleo para él, ni siquiera un hobby. Jardinero sí que le sentaba mejor.
Intentó ignorar a la chica, que llamó su atención desde abajo de la mesa. El chico maldijo por lo bajo y mantuvo la vista al frente, visiblemente turbado. No quería ignorarla en realidad, pero el trato que le había dado minutos antes era el máximo que podía darle sin morirse de vergüenza, y más después de haber pensado que era bonita y que le encantaba que tuviera el pelo del mismo color que él. Esos pensamientos le cohibían aún más, pues si no sabía tener amigos tampoco sabía flirtear muy bien. De hecho todas las relaciones se le daban mal, y solo escapaba en las formales y muy cortas, de cortesía. La que tenía con sus amos y los dueños de la casa, básicamente. Pocas palabras aprendidas de memoria que recitaba como si fuera una obra de teatro para salir del paso y librarse de hacer el ridículo con su tartamudeo y el atropellamiento de sus palabras al hablar demasiado rápido. Únicamente lo que se tenía bien aprendido era lo que le salía más decentemente. Nunca se encontraba lo suficientemente cómodo para hablar espontáneamente, sin pensar lo que tenía que decir. Siempre tenía que meditarlo todo y mayormente aún le costaba decir lo que había pensado, y normalmente el resultado no era igual que cuando estaba todo eso en su mente. Sin duda tampoco tenía otra de las características importantes de los héroes, la empatía y el don de gentes.
Al ver que ella insistía y no se iba, la miró desde aquella mesa y vio que le daba las gracias algo sonrojada. Eso también le hizo sonrojarse a él un poco. Iba a decirle algo en respuesta, pero solo pudo boquear como un pez. Cuando le ofreció algo a cambio, casi se conmovió. Como evitaba meterse en problemas y librar de problemas a los demás, poca gente le agradecía de corazón algo porque nunca hacía nada por ellos. Pero allí estaba ella, ofreciéndole algo que valía mucho para él en ese momento, pareciendo un gesto tan tierno y simple que resultaba bastante emotivo para él. Estuvo a punto de sacudir la cabeza para negarse, rojo como un tomate, a pesar de que luego se arrepentiría de no haberlo hecho y así haber saciado su hambre. Pero era demasiado vergonzoso como para aceptar algo así sin sentir infinita vergüenza, así que fue a rechazarlo. Pero ella gritó, y el chico miró alarmado a todas partes y escuchó una bala silbando cerca de él, y luego un grito desgarrador de una mujer. Él ahogo su propia voz para no armar más escándalo, y se dejó guiar por ella. Temblando, asintió cuando le dijo que tenían que correr. Él era un experto en esas cosas, en meterse líos de tamaño calibre y salir airoso huyendo lo más rápido posible. El revuelo de gente que se había girado para ver que pasaba les impedía el paso, así que fue Theodore quien tiró de ella para llevarla por otro lado que saliera del mercado.
Sin embargo, su huida se vio truncada por una discusión. Unos cuantos hombres discutían delante de la salida del mercado, y a Theo le daba bastante miedo pasar por allí. Miró a su acompañante y dudó, y se quedaron allí parados. Parecían haber dos bandos entre los grupos de hombres, y al chico se le encogió el estómago cuando reconoció a uno de ellos: era la víctima de asesinato que había visto en su sueño. ¡A ese hombre había ido supuestamente a proteger! Quiso contárselo a la que se ceñía a su brazo, pero no encontró la manera sin decirle que era un brujo. De todas maneras, tampoco sabía como lo iba a hacerlo. Seguramente no podría evitarlo. Uno de los hombres del bando contrario al de su víctima le miró enfurecido y los señaló, gritando a voces "¿dónde estáis metiendo las narices, niñatos?". Theo, consciente de que tenía cierta apariencia de niño, sabía que se refería a él. Tiró de ella hasta esconderse detrás de un puesto de hortalizas, y pensó si explicarle a ella lo que pasaba. Al fin y al cabo, no entendería por qué no salían de allí si estaban en peligro. -T... tenemos que qued...quedarnos-acertó a decir el chico mirándola brevemente a los ojos y señalando con la cabeza donde estaba el grupo de hombres-. Va a pa... a pasar algo malo-aseguró el pelirrojo con gesto serio. A veces odiaba tener la capacidad de expresión de un niño de cinco años, teniendo veinte.
Theodore J. Bellamy- Hechicero Clase Media
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Re: A menudo los héroes son desconocidos [Privado]
Por mucho tiempo los ojos de la pequeña habían perdido su brillo, se veían opacos a causa de la tristeza, y el dolor que acumularon en su secuestro, después de eso, cuando la recataron de ese infierno, poco a poco tomo confianza. Sus ojos retomaron su brillo, y eran como esas estrellas de un cielo despejado, pero cualquier muestra de rechazo bastaba para que sintiera esa inseguridad enferma y dolorosa. Por eso, cuando Theodore le rechazó su pequeño regalo, sintió un dolor profundo, y su mirada se nubló de tal manera que por unos instantes bajó la mirada buscando que el suelo de tierra formara un remolino y se la llevara en medio del caos. Ella era demasiado frágil, tanto que podía romperse a cualquier soplo de aire, pero sobretodo a cualquier desaire, o desprecio que pudieran darle. Anouk se sintió poca cosa, y recordó entonces unas palabras de Hugo, dónde le dejaban en claro que hiciera lo que hiciera, no se ganaría el corazón de nadie, y que al final, se quedaría sola, pues no cualquier podría soportarla, y menos cuidarla.
Se sintió sorprendida. Se suponía que ahora la heroína era ella, pues le había evitado una especie de daño, que ni queriendo trabajar en un burdel como estaban a punto de obligarla, podría pagar, pocas personas sobrevivían al ataque de una bala, por ejemplo en la cabeza, como la que rozó al pelirrojo. Cuando se sintió a punto de salvarlo y quedar a mano, él comenzó a jalarla por el mercado ambulante, haciendo que avanzara lo más rápido que podía, pero también de manera torpe, pues no se comparaba su velocidad con la del jovencito. La pequeña pelirroja deseaba decir que se detuviera, que le diera un poco de aire para seguir, pero no deseaba poner en riesgo la vida del chico, menos cuando era la segunda vez en la que lo salvaba. Se sentía tan poco útil en ese momento, tanto coraje acumulado era demasiado, coraje propio porque ni un rescate podía hacer bien. Su mano se prensó con fuerza de la mano ajena, sus dedos se enredaron entre los de él, y de un lugar mágico que no supo, la fuerza que necesitaba en sus piernas para correr llegó, logrando que avanzaran lo necesario para escapar del hombre armado.
- ¿Me.. Pue-e-edes decir qué está pasando? - Anouk buscaba controlar el temblor de su cuerpo mientras se escondían bajó aquel lugar. No olía mal en realidad, olía como a una especie de flores de campo, ya que alado de ellos se encontraba una especie de cubeta con agua de color morado, quizás la dueña del puesto estaría cuidando el olor para llamar más la atención de las personas y hacer que le comprarán. - ¿Quedarnos? ¿Cómo sabes que va a pasar algo malo? - Sus ojos se abrieron con fuerza, mostrando sorpresa por sus palabras, sin duda aquel día ya no podría ser más normal, y tendría que contárselo a alguien. ¿El señor ichabod se enojaría? Era lo malo de no tener amigos, no sabía como desahogarse, o con quien poder pedir consejos, no había quien la escuchara, porque desde su secuestro había estado sólo con niños que buscaban comida en el suelo, y botes de basura, no eran niños que quisieran escuchar dolores tan superficiales, como ese encuentro.
- ¿Estás seguro? - Preguntó como si nada refiriéndose al sueño, su dueño anterior había sido un brujo, y ella había visto las veces que hacía cosas con sus habilidades, Ichabod lo era, al igual que todas esas locas que iban a su cabaña para tomar lecciones, cosas como esas no le sorprendían, por lo que intentó calmar el nervio del chico hablándole con naturalidad - Entonces esperemos, no quiero que te pase nada malo - Susurró muy bajito para no ser descubiertos. Su mano aún estaba enredada en la de él, se dio cuenta pero no dijo nada, simplemente se limitó a sentirse segura gracias a esa unión. No le bastó tener solo su mano, Anouk enredó sus brazos en el de él, abrazándose con fuerza de él. Su cabecita se recargó en el hombro del chico, y se descubrió aún temblorosa por toda la adrenalina que había estro navegando por su cuerpo. Cerró los ojos y buscó enfocarse en un punto blanco en su mente, ese punto blanco se fue expandiendo, y se calmó.
- ¿Por qué no quisiste nada de mi canasta? - Preguntó separándose un poco, y notando que su canasta no sólo la lastimaba a ella por el abrazo, también a él - Lo siento - Susurró, procuraba no hacer ruido al hablarle, no deseaba volver a sentir tanto miedo como antes. - Gracias de nuevo por jalarme contigo - Le sonrió, y se asombró por aquellos ojos tan bonitos que tenía el muchacho, notó las pecas que también tenía en el rostro, y también la forma de su rostro, para ella, quien poco convivía con personas de su edad, o de un rango aproximado le pareció atractivo, y un especie de hormigueo se apoderó de su estomago. Desvió la mirada nerviosa, y para no seguir pensando en los cabellos ojos y las pecas del chico, decidió retomar lo anterior mencionado - ¿Qué va a pasar malo? ¿Cómo lo sabes? - Uno de sus brazos no lo soltaba, la canasta fue colocada frente a ellos, y suspiró - Toma una por favor, te debo más que esa canasta de frutas - Ladeo el rostro y se quedó tranquila en el silencio de su escondite.
Se sintió sorprendida. Se suponía que ahora la heroína era ella, pues le había evitado una especie de daño, que ni queriendo trabajar en un burdel como estaban a punto de obligarla, podría pagar, pocas personas sobrevivían al ataque de una bala, por ejemplo en la cabeza, como la que rozó al pelirrojo. Cuando se sintió a punto de salvarlo y quedar a mano, él comenzó a jalarla por el mercado ambulante, haciendo que avanzara lo más rápido que podía, pero también de manera torpe, pues no se comparaba su velocidad con la del jovencito. La pequeña pelirroja deseaba decir que se detuviera, que le diera un poco de aire para seguir, pero no deseaba poner en riesgo la vida del chico, menos cuando era la segunda vez en la que lo salvaba. Se sentía tan poco útil en ese momento, tanto coraje acumulado era demasiado, coraje propio porque ni un rescate podía hacer bien. Su mano se prensó con fuerza de la mano ajena, sus dedos se enredaron entre los de él, y de un lugar mágico que no supo, la fuerza que necesitaba en sus piernas para correr llegó, logrando que avanzaran lo necesario para escapar del hombre armado.
- ¿Me.. Pue-e-edes decir qué está pasando? - Anouk buscaba controlar el temblor de su cuerpo mientras se escondían bajó aquel lugar. No olía mal en realidad, olía como a una especie de flores de campo, ya que alado de ellos se encontraba una especie de cubeta con agua de color morado, quizás la dueña del puesto estaría cuidando el olor para llamar más la atención de las personas y hacer que le comprarán. - ¿Quedarnos? ¿Cómo sabes que va a pasar algo malo? - Sus ojos se abrieron con fuerza, mostrando sorpresa por sus palabras, sin duda aquel día ya no podría ser más normal, y tendría que contárselo a alguien. ¿El señor ichabod se enojaría? Era lo malo de no tener amigos, no sabía como desahogarse, o con quien poder pedir consejos, no había quien la escuchara, porque desde su secuestro había estado sólo con niños que buscaban comida en el suelo, y botes de basura, no eran niños que quisieran escuchar dolores tan superficiales, como ese encuentro.
- ¿Estás seguro? - Preguntó como si nada refiriéndose al sueño, su dueño anterior había sido un brujo, y ella había visto las veces que hacía cosas con sus habilidades, Ichabod lo era, al igual que todas esas locas que iban a su cabaña para tomar lecciones, cosas como esas no le sorprendían, por lo que intentó calmar el nervio del chico hablándole con naturalidad - Entonces esperemos, no quiero que te pase nada malo - Susurró muy bajito para no ser descubiertos. Su mano aún estaba enredada en la de él, se dio cuenta pero no dijo nada, simplemente se limitó a sentirse segura gracias a esa unión. No le bastó tener solo su mano, Anouk enredó sus brazos en el de él, abrazándose con fuerza de él. Su cabecita se recargó en el hombro del chico, y se descubrió aún temblorosa por toda la adrenalina que había estro navegando por su cuerpo. Cerró los ojos y buscó enfocarse en un punto blanco en su mente, ese punto blanco se fue expandiendo, y se calmó.
- ¿Por qué no quisiste nada de mi canasta? - Preguntó separándose un poco, y notando que su canasta no sólo la lastimaba a ella por el abrazo, también a él - Lo siento - Susurró, procuraba no hacer ruido al hablarle, no deseaba volver a sentir tanto miedo como antes. - Gracias de nuevo por jalarme contigo - Le sonrió, y se asombró por aquellos ojos tan bonitos que tenía el muchacho, notó las pecas que también tenía en el rostro, y también la forma de su rostro, para ella, quien poco convivía con personas de su edad, o de un rango aproximado le pareció atractivo, y un especie de hormigueo se apoderó de su estomago. Desvió la mirada nerviosa, y para no seguir pensando en los cabellos ojos y las pecas del chico, decidió retomar lo anterior mencionado - ¿Qué va a pasar malo? ¿Cómo lo sabes? - Uno de sus brazos no lo soltaba, la canasta fue colocada frente a ellos, y suspiró - Toma una por favor, te debo más que esa canasta de frutas - Ladeo el rostro y se quedó tranquila en el silencio de su escondite.
Anouk Oldekamp- Humano Clase Baja
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Re: A menudo los héroes son desconocidos [Privado]
¿Se arrepentía Theodore de meterse en líos que podrían llevarle fácilmente a la muerte? Sí, obviamente se arrepentía. Aunque admitía que aquella vez se lo había buscado, había ido a un mercado en el que sabía que se cometería un asesinato. Él, un joven delgaducho que con su magia podía hacer alguna virguería, pero no era ni poderoso ni valiente como para enfrentarse a algo así. Pensó en el momento que estaban detrás de aquel puesto resguardados que quizá debería dejarlo, abandonar su empeño de ser un héroe por un día. Estaba cansado y abatido, y ahora tenía a alguien con él, lo que significaba arriesgar dos vidas. A arriesgar la suya ya estaba acostumbrado, pero no tanto a tener que proteger otra más. Le había dicho que corriera, pero visto que aquel empeñoso muchacho armado no desistía quizá era mejor no separarse de ella. -Diablos, ¿por qué se complican tanto las cosas?-pensaba Theo, mirando de reojo a su compañera. El grupo de hombres seguía discutiendo, unos contra otros, mientras en la otra punta del mercado se armaba el revuelo por la señora herida. Vaya lío se había montado. Theo esperaba que al menos aquel ladrón se hubiera ido.
La pelirroja se mostró contrariada cuando le dijo que habían de quedarse, normal por otra parte. No solo estaban en un sitio peligroso, sino que la huida era fácil y cualquier motivo era de bastante poco peso como para conseguir lo contrario, visto que un ladrón peligroso y presumiblemente enfermo mental estaba pegando tiros por ahí por unas frutas. Y para colmo Theo sabía que pasaría algo más, lo sabía con certeza, tan vívidamente como si lo estuviera soñando otra vez. Uno de esos hombres iba a morir, y él tendría que impedirlo. No recordaba cómo moría, sólo que estaba muerto y que el revuelo en la plaza era tan grande que desmantelaron los puestos aprisa y casi no quedó nada allí. Lo que sí sabía es que estaba tendido en medio del mercado, no allí a la entrada. Aún no estaba en el sitio donde debía morir. En el sueño, la gente se pisaba y salía corriendo. Theo recordaba los gritos, que le retumbaban en la cabeza e incluso se oían por encima del real murmullo de cientos de personas que podía escuchar ahora mismo. Aún no respondiéndole a la chica, ella actuó con una normalidad que puso en alerta a Theodore. ¿Cómo veía tan normal que el joven brujo supiera a ciencia cierta que había de pasar algo? O pensaba que Theo estaba involucrado en ello, algo poco probable, o habría averiguado que el chico tenía un modo cierto de saberlo, pues decidió confiar en sus palabras. No dándole más vueltas, simplemente supuso que le creía sin más.
Su pulso se vio acelerado, notándolo en las sienes y en su cara cuando enrojeció viendo dónde estaba su mano. Estaba tan nervioso y alterado que apenas se había percatado de que la sujetaba. Y para colmo se acercó más a él, enganchándose a su brazo. Theodore la miró de reojo con la boca algo abierta, inseguro y avergonzado. No estaba acostumbrado a ese tipo de trato, y menos de chicas tan lindas como lo era ella. Más joven que él visiblemente, pero no por eso dejaba de darle vergüenza. De hecho, aunque hubiera sido una mujer décadas mayor que él habría actuado igual. No era un chico que estuviera acostumbrado al trato humano, ni siquiera al trato cercano. Aquello para él era nuevo, excitante pero tremendamente horrible a la vez. Aún con su edad, no se sentía preparado. No sabiendo como actuar, se quedó rígido como un tronco un buen rato, algo extasiado por el olor que desprendía aquella zona y lo cansado que estaba. También con cierta sensación de tranquilidad, de comodidad. Le gustaba el contacto de ella.
Pronto le devolvió a la realidad la voz de la misma, preguntándole algo y dándole las gracias. Theo tragó una enorme bocanada de aire para contestar que volvió a exhalar seguidamente como si sus cuerdas bocales fueran un mero conducto de aire y no algo que le permitía vocalizar y formar palabras. Pensó cuidadosamente lo que le iba a decir. -Y... yo... no quería... a... abusar. S-son tus frutas... y tú m... me has salvado t-también, así que...-le dijo. En su cabeza, lo que había formado había sido "no quería abusar de tu generosidad, y al fin y al cabo estamos en paz porque tú también me salvaste de aquella bala, gracias", pero por supuesto su expresión oral dejaba tanto que desear como siempre. Theo se acomodó un poco más y suspiró cuando le preguntó cómo lo sabía, no tenía ganas de hablar y menos de inventarse una excusa. No podía revelar que era mago, eso jamás. Miró a los hombres desde allí, que no se movían ni hacían nada raro, y luego pasó la vista a ella y clavó todo lo que pudo sus brillantes y claros ojos en su rostro. -Creo que... un hombre va a m... morir-le dijo, mirando al frente-. He oído cosas y... y eso-le explicó vagamente. Luego miró al cesto de frutas y al fin a ella, y cogió tímidamente una manzana con su mano libre, que aún mostraba algo de temblor. Si le invitaba tan insistentemente era de buena educación aceptar. Le dio pequeño un mordisco a la jugosa manzana, masticó y luego la miró con la cabeza algo gacha. -G... gracias, de verdad. No me de-debes nada...-le dijo. Se oyeron voces altas y Theo volvió a enfocar la vista hacia los hombres, que discutían con fuerza. El muchacho intuyó que estaría pronto el importante acontecimiento. Trató de escuchar lo que decían, pero apenas podía. Algo de deber dinero, robo, pagos y cosas así. -¿E... escuchas algo?-le preguntó él a su compañera, mirándola y observando de nuevo con vergüenza como sus manos estaban unidas. Se volvió a sonrojar un poco.
La pelirroja se mostró contrariada cuando le dijo que habían de quedarse, normal por otra parte. No solo estaban en un sitio peligroso, sino que la huida era fácil y cualquier motivo era de bastante poco peso como para conseguir lo contrario, visto que un ladrón peligroso y presumiblemente enfermo mental estaba pegando tiros por ahí por unas frutas. Y para colmo Theo sabía que pasaría algo más, lo sabía con certeza, tan vívidamente como si lo estuviera soñando otra vez. Uno de esos hombres iba a morir, y él tendría que impedirlo. No recordaba cómo moría, sólo que estaba muerto y que el revuelo en la plaza era tan grande que desmantelaron los puestos aprisa y casi no quedó nada allí. Lo que sí sabía es que estaba tendido en medio del mercado, no allí a la entrada. Aún no estaba en el sitio donde debía morir. En el sueño, la gente se pisaba y salía corriendo. Theo recordaba los gritos, que le retumbaban en la cabeza e incluso se oían por encima del real murmullo de cientos de personas que podía escuchar ahora mismo. Aún no respondiéndole a la chica, ella actuó con una normalidad que puso en alerta a Theodore. ¿Cómo veía tan normal que el joven brujo supiera a ciencia cierta que había de pasar algo? O pensaba que Theo estaba involucrado en ello, algo poco probable, o habría averiguado que el chico tenía un modo cierto de saberlo, pues decidió confiar en sus palabras. No dándole más vueltas, simplemente supuso que le creía sin más.
Su pulso se vio acelerado, notándolo en las sienes y en su cara cuando enrojeció viendo dónde estaba su mano. Estaba tan nervioso y alterado que apenas se había percatado de que la sujetaba. Y para colmo se acercó más a él, enganchándose a su brazo. Theodore la miró de reojo con la boca algo abierta, inseguro y avergonzado. No estaba acostumbrado a ese tipo de trato, y menos de chicas tan lindas como lo era ella. Más joven que él visiblemente, pero no por eso dejaba de darle vergüenza. De hecho, aunque hubiera sido una mujer décadas mayor que él habría actuado igual. No era un chico que estuviera acostumbrado al trato humano, ni siquiera al trato cercano. Aquello para él era nuevo, excitante pero tremendamente horrible a la vez. Aún con su edad, no se sentía preparado. No sabiendo como actuar, se quedó rígido como un tronco un buen rato, algo extasiado por el olor que desprendía aquella zona y lo cansado que estaba. También con cierta sensación de tranquilidad, de comodidad. Le gustaba el contacto de ella.
Pronto le devolvió a la realidad la voz de la misma, preguntándole algo y dándole las gracias. Theo tragó una enorme bocanada de aire para contestar que volvió a exhalar seguidamente como si sus cuerdas bocales fueran un mero conducto de aire y no algo que le permitía vocalizar y formar palabras. Pensó cuidadosamente lo que le iba a decir. -Y... yo... no quería... a... abusar. S-son tus frutas... y tú m... me has salvado t-también, así que...-le dijo. En su cabeza, lo que había formado había sido "no quería abusar de tu generosidad, y al fin y al cabo estamos en paz porque tú también me salvaste de aquella bala, gracias", pero por supuesto su expresión oral dejaba tanto que desear como siempre. Theo se acomodó un poco más y suspiró cuando le preguntó cómo lo sabía, no tenía ganas de hablar y menos de inventarse una excusa. No podía revelar que era mago, eso jamás. Miró a los hombres desde allí, que no se movían ni hacían nada raro, y luego pasó la vista a ella y clavó todo lo que pudo sus brillantes y claros ojos en su rostro. -Creo que... un hombre va a m... morir-le dijo, mirando al frente-. He oído cosas y... y eso-le explicó vagamente. Luego miró al cesto de frutas y al fin a ella, y cogió tímidamente una manzana con su mano libre, que aún mostraba algo de temblor. Si le invitaba tan insistentemente era de buena educación aceptar. Le dio pequeño un mordisco a la jugosa manzana, masticó y luego la miró con la cabeza algo gacha. -G... gracias, de verdad. No me de-debes nada...-le dijo. Se oyeron voces altas y Theo volvió a enfocar la vista hacia los hombres, que discutían con fuerza. El muchacho intuyó que estaría pronto el importante acontecimiento. Trató de escuchar lo que decían, pero apenas podía. Algo de deber dinero, robo, pagos y cosas así. -¿E... escuchas algo?-le preguntó él a su compañera, mirándola y observando de nuevo con vergüenza como sus manos estaban unidas. Se volvió a sonrojar un poco.
Theodore J. Bellamy- Hechicero Clase Media
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Re: A menudo los héroes son desconocidos [Privado]
Se había acostumbrado tanto al caos, al alboroto, a los disturbios, a los abusos, y había presenciado tantas muertes que, aquello le parecía un poco común, pero no por eso poco peligroso, sabía las consecuencias que le llevaban estar en un lugar así, con esa pesadez en la energía, con tantos hombres que parecían animales rabiosos, que en vez de hablar, ladraban con fuerza, mostraban sus dientes, y buscaban la forma de marcar su territorio, uno que en realidad no existía, por que las calles parisinas eran inmensamente libres para poder pisar con quien te diera la gana, pero dado la falta de cultura de muchos hombres, y claro los negocios clandestinos, las personas que vivían en esa ciudad tenían que soportar tales desplantes. Siempre con esa hambre, con esa ambición de dinero, poder, propiedades, mujeres, y ¿Por qué no? Hombres. La joven en muchas ocasiones temía seguir creciendo, no deseaba comprender esa vida, ni verse en la necesidad de adentrarse a ella, le gustaba su vida despreocupada en el bosque.
- ¿Estás nervioso? ¿O tienes miedo? - Preguntó, con su tono de voz dulce y meloso, con su sonrisa tímida en el rostro, sin permitir que el joven percibiera que ella si estaba aterrada por las cosas, pues aquello le traería recuerdos que poco a poco buscaba sacarse de la cabeza, pero que permanecían haciendo de su vida un calvario. - No tengas miedo, yo te voy a cuidar, lo haré por los dos - Sus ojos parpadearon de manera dulce, intentando creer sus propias palabras, pero esforzándose para que él creyera en ella. Era cierto, se trataba de dos desconocidos, pero aquellos chicos se habían salvado la vida, y ahora era lo único que tenían de apoyo, el uno del otro. - ¿Me crees? - Preguntó insistente, no por molestarlo, más bien para ver una especie de alivio en esos ojos que le mostraban nervios. Ichabod le había enseñado que no debía prometer algo que no estaba dispuesta a cumplir, y ella no temía a la muerte, la había sentido en cada parte de su cuerpo, tantas veces, que podía dar su vida por alguien que en un principio había dado la suya por ella.
- ¿Te gustó la manzana? - Anouk no pudo evitar sentir sonrojo, que sus mejillas se encendían, que tomaban un color rojizo, delatando sus nervios al estar cerca de él. Se sintió bastante contenta y halagada al ver que le tomaba la palabra. - Se ven jugosas, cómetela toda, si quieres algo más puedes tomarlo sin problema - Evitó mirarlo, se enfocó en mirar ahora hacía el frente. Varias piernas comenzaron a moverse, y se quedaron completamente quietas, las voces comenzaron a retumbar con fuerza, eran como una especie de eco, una mezcla que no entendía con facilidad. Afinó el oído, cerró los ojos con la intención de poder descifrar las cosas. Se dio cuenta que los hombres estaban planeando un ataque, buscaban una cabeza, deseaban venganza, estaban coléricos por unas tierras, por mujeres, por animales, por todo en realidad. La pelirroja apretó con fuerza la mano de Theodore temerosa, y respingó repetidas veces, mordió su labio inferior con fuerza para no sollozar de miedo.
- Si, ellos quieren matar a un hombre, quieren su cabeza, dicen que les han quitado tierras, dinero, mujeres, y que desean verlo muerto, han dicho que de ser posible, mataran a todo aquello que este en este lugar - Ella sabía que podían ser sorprendidos, por lo que se movió, dejando que su vestido le cubriera las rodillas para no mancharse y causarse dolor con las piedras del suelo. Aquellas palabras las había dicho en su oído, con su mano libre había cubierto la oreja y sus labios para no dejar que el sonido de su voz saliera y los ataran al descubrirlos - El nombre de la persona a la que buscan es Jean, parece que es un hombre bastante odiado ¿Quieres ir a buscarlo? - Se separó un poco, pero la pelirroja no soltaba su mano, si algo era cierto es que se sentía segura y abrazada gracias a esa unión que tenían en ese momento. De soltarlo seguramente se sentiría nerviosa y en peligro, si lo soltaba corría más riesgos, por ejemplo, de jalarla, no tendría de quien aferrarse.
- No deseo que vayas, ¿Por qué no nos vamos de aquí? ¿Qué opinas? Sería buena idea, yo podría llevarte a que conozcas mi cabaña, está en el bosque, no quiero que te arriesgues, y después de lo que pasó, y verte encima de esa tarima corres riesgos, ese hombre quería lastimarte por ayudarme, por favor, vayámonos de aquí - Su cuerpo comenzó a demostrar que estaba nerviosa. Anouk ni siquiera había medido el volumen de su voz, estaba temblorosa y mirada directamente a los ojos a Theodore, le imploraba porque decidiera irse con ella de del mercado, que aceptara su oferta. La fuerza que había ejercido en el agarre de las manos era mucha, casi toda la que tenía, lo jaló un poco hacía ella, haciendo que se inclinara hacía su cuerpo pequeño, echándose un poco hacía atrás para salir del escondite por la parte trasera. Anouk sintió cómo si los estuvieran observando, y movió el rostro, notando que era cierto, varios pares de ojos los observaban con enojo, y lo único que pudo hacer era abrazarlo, para esconderse, para esconderlo, lo envolvió en brazos para que los hombres no los molestaran, para que les dieran privacidad, no sé, quizás el ver a una pareja los despistaría, algo inocente, pero que quizás podría funcionar.
- ¿Estás nervioso? ¿O tienes miedo? - Preguntó, con su tono de voz dulce y meloso, con su sonrisa tímida en el rostro, sin permitir que el joven percibiera que ella si estaba aterrada por las cosas, pues aquello le traería recuerdos que poco a poco buscaba sacarse de la cabeza, pero que permanecían haciendo de su vida un calvario. - No tengas miedo, yo te voy a cuidar, lo haré por los dos - Sus ojos parpadearon de manera dulce, intentando creer sus propias palabras, pero esforzándose para que él creyera en ella. Era cierto, se trataba de dos desconocidos, pero aquellos chicos se habían salvado la vida, y ahora era lo único que tenían de apoyo, el uno del otro. - ¿Me crees? - Preguntó insistente, no por molestarlo, más bien para ver una especie de alivio en esos ojos que le mostraban nervios. Ichabod le había enseñado que no debía prometer algo que no estaba dispuesta a cumplir, y ella no temía a la muerte, la había sentido en cada parte de su cuerpo, tantas veces, que podía dar su vida por alguien que en un principio había dado la suya por ella.
- ¿Te gustó la manzana? - Anouk no pudo evitar sentir sonrojo, que sus mejillas se encendían, que tomaban un color rojizo, delatando sus nervios al estar cerca de él. Se sintió bastante contenta y halagada al ver que le tomaba la palabra. - Se ven jugosas, cómetela toda, si quieres algo más puedes tomarlo sin problema - Evitó mirarlo, se enfocó en mirar ahora hacía el frente. Varias piernas comenzaron a moverse, y se quedaron completamente quietas, las voces comenzaron a retumbar con fuerza, eran como una especie de eco, una mezcla que no entendía con facilidad. Afinó el oído, cerró los ojos con la intención de poder descifrar las cosas. Se dio cuenta que los hombres estaban planeando un ataque, buscaban una cabeza, deseaban venganza, estaban coléricos por unas tierras, por mujeres, por animales, por todo en realidad. La pelirroja apretó con fuerza la mano de Theodore temerosa, y respingó repetidas veces, mordió su labio inferior con fuerza para no sollozar de miedo.
- Si, ellos quieren matar a un hombre, quieren su cabeza, dicen que les han quitado tierras, dinero, mujeres, y que desean verlo muerto, han dicho que de ser posible, mataran a todo aquello que este en este lugar - Ella sabía que podían ser sorprendidos, por lo que se movió, dejando que su vestido le cubriera las rodillas para no mancharse y causarse dolor con las piedras del suelo. Aquellas palabras las había dicho en su oído, con su mano libre había cubierto la oreja y sus labios para no dejar que el sonido de su voz saliera y los ataran al descubrirlos - El nombre de la persona a la que buscan es Jean, parece que es un hombre bastante odiado ¿Quieres ir a buscarlo? - Se separó un poco, pero la pelirroja no soltaba su mano, si algo era cierto es que se sentía segura y abrazada gracias a esa unión que tenían en ese momento. De soltarlo seguramente se sentiría nerviosa y en peligro, si lo soltaba corría más riesgos, por ejemplo, de jalarla, no tendría de quien aferrarse.
- No deseo que vayas, ¿Por qué no nos vamos de aquí? ¿Qué opinas? Sería buena idea, yo podría llevarte a que conozcas mi cabaña, está en el bosque, no quiero que te arriesgues, y después de lo que pasó, y verte encima de esa tarima corres riesgos, ese hombre quería lastimarte por ayudarme, por favor, vayámonos de aquí - Su cuerpo comenzó a demostrar que estaba nerviosa. Anouk ni siquiera había medido el volumen de su voz, estaba temblorosa y mirada directamente a los ojos a Theodore, le imploraba porque decidiera irse con ella de del mercado, que aceptara su oferta. La fuerza que había ejercido en el agarre de las manos era mucha, casi toda la que tenía, lo jaló un poco hacía ella, haciendo que se inclinara hacía su cuerpo pequeño, echándose un poco hacía atrás para salir del escondite por la parte trasera. Anouk sintió cómo si los estuvieran observando, y movió el rostro, notando que era cierto, varios pares de ojos los observaban con enojo, y lo único que pudo hacer era abrazarlo, para esconderse, para esconderlo, lo envolvió en brazos para que los hombres no los molestaran, para que les dieran privacidad, no sé, quizás el ver a una pareja los despistaría, algo inocente, pero que quizás podría funcionar.
Anouk Oldekamp- Humano Clase Baja
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Re: A menudo los héroes son desconocidos [Privado]
Ver cómo se preocupaba por él le puso aún más nervioso, por no hablar de la vergüenza. Nadie más que su madre se había preocupado nunca por él, al menos en los últimos años. No había tenido a nadie que le cuidara, ni siquiera que le hiciera compañía, le distrajera o le aconsejara. Descontando a su madre, el chico estaba totalmente solo en el mundo. Cuando estás solo aprendes a sobrevivir para ti. A buscarte la comida, el sustento, a salvar el pellejo... todo por inercia, todo te lo da el mero instinto de supervivencia. Si tienes hambre te buscas la comida, si necesitas dinero mantienes un trabajo. En esa ecuación no entra el amor, al menos no para Theo. Porque aunque él necesitara un amigo, no le resultaba tan fácil buscarse uno. De hecho, lo encontraba condenadamente complicado. Tenía que empezar siendo formal, dándose a conocer. No sabía darse a conocer, y apenas ser formal. Luego tenía que quedar con la otra persona en repetidas ocasiones para intimar y romper un poco la barrera de la cortesía. No había interactuado con la misma persona más de un día jamás. Visto su progreso, estaba bastante claro que estaría solo bastante tiempo.
Al menos estaba aquella chica, que parecía querer desvivirse por su protección. Theo supuso que le interesaba de verdad a ella. Por primera vez se paró a pensar en algo más que lo superficial, la bonita cabellera pelirroja que tenía. Debía de ser menor que él, aunque el chico pareciera bastante pequeño en realidad tenía ya dos décadas sobre sus espaldas. Había pasado unos últimos años que le habían hecho madurar y curtirse en muchos aspectos, aunque en el social siguiera tan verde como si acabara de empezar. Y todo por culpa de aislarse y tener miedo de los demás por el rechazo de su padre y su condición de brujo. Intentó ver en sus claros ojos o en su dulce voz le por qué a ella se le daba tan bien y mucho mejor que a él, llegando hasta el punto de querer protegerle cuando lo acababa de conocer. Es cierto que él también quería protegerla ahora que la sentía tan cercana, pero no sabía cómo. Aquello tampoco lo dictaban sus normas de supervivencia, su mente sólo le decía que ella era una carga. Su corazón noble le decía algo más, pero él no sabía escuchar a su corazón después de tanto tiempo ignorándolo. Sólo lo escuchaba latir con fuerza, frenético e indescifrable. Sin embargo ella parecía tenerlo muy claro, así que cuando le preguntó que si le creía él asintió varias veces sin mediar palabra. Confiaba en aquella joven, era buena y agradable y él lo sabía.
Dio buena cuenta de la manzana, distrayéndose en ella para evitar mirar cómo se sonrojaba y cómo le hacía sonrojarse a él. Aquella situación tan cercana decía de ser para ellos bastante embarazosa. Sin duda lo sería más si en vez de una muchacha parisina cualquiera estuviera a su lado alguien de una clase más alta, acostumbrados a mantener las distancias. Theo admiraba y le gustaba aquella cercanía de ella, aquella confianza, aquella aparente falta de miedo. Pero al mirarla a los ojos lo supo, desde el primer momento. Ella también sentía miedo, aunque pudiera decir lo contrario. Theodore no sabía por qué tenía esa actitud ni por qué había decidido protegerle tanto, al fin y al cabo no conocía su historia ni sus intenciones. Pero había dicho creerla, y estaba de sobra claro que confiaba en ella aunque fuera mínimamente. Su mente seguía diciéndole que tenía que separarla de él y todo sería mucho más fácil, pero por primera vez entendió a su corazón y le oyó decir que no debía. ¿Y si le pasaba algo? Y además su trato era reconfortante, algo que no había sentido en tanto tiempo... Sus pensamientos iban tan rápidos como su ritmo cardíaco, y sus nervios y la fatiga seguían pasándole factura.
Escuchó sorprendido lo que ella podía averiguar de lo que estaban diciendo, obviamente tenía mucho más trato y conocía mejor a la gente y se enteraba mejor de lo que pasaba. La miró, atónito, cuando le dijo que su víctima era Jean. -¡Pero si está ahí, ¿cómo es posible que vayan a liquidar a uno de su grupo?-pensaba Theodore. Pronto se dio cuenta de la víctima no sería la que buscaban, sino uno de ellos. Así que iba a defender a un grupo de rufianes que, cabreados, buscaban todos juntos meterse en problemas. Su proposición le pilló desprevenido, y empezó a pensar que tal vez tuviera razón. La gente moría, sin más, y con razón si se metían en líos. ¿Por qué iba a él a salvar a alguien que no conocía porque se metía en un lío que el mismo Theodore no había provocado? Para una vez que no tenía que involucrarse en nada, decidía hacerlo. Miró la nariz de ella, incapaz de mirar sus ojos por las miradas qué le dirigía. ¿Qué hacer? Quería estar con ella, quería aceptar esa visita de la que hablaba, aunque fuera una situación incómoda para él. Pero todo parecía más agradable que arriesgar su vida por aquel asunto. ¿Pero podría vivir con ello? Si quieres ser un héroe, aunque solo sea una vez, tienes que hacer algún sacrificio.
-Tengo que quedarme-dijo, sorprendiéndose por lo decidido de su voz-. S... sé que va a pasar algo y no puedo girar la cabeza. Ve... vete si qui... quieres-le dijo a ella, aflojando con pena el agarre de su mano. No iba a retenerla, y su mente insistía en que dejarla ir era una buena opción. Le gustaría quedarse, probar a ver cómo sería tener una amiga ahora que alguien por fin se interesaba en él y no le importaba que se pusiera nervioso o no supiera ni hablar, sino que encima quería ayudarle y protegerle. Aunque solo fuera una moza, significaba mucho para Theo en aquel momento. Pero seguramente era mejor dejarla marchar, seguía sin sentirse preparado. Y ahora tenía que enfrentarse a una decisión mayor, la de salvar una vida. Se dispuso a alejarse corriendo, pero algo inesperado ocurrió y se vio aún más cerca de ella. La abrazó tímidamente, dándose cuenta de lo que pasaba y de su estrategia. Era lista, eso había que reconocerlo. -T... tengo que salvar a una persona. Debo hacerlo-le dijo, cerca de su oído. -¿C... co... como te lla...llamas?-susurró entrecortadamente. Si había de mantenerla a su lado, al menos quería saber quien era.
Al menos estaba aquella chica, que parecía querer desvivirse por su protección. Theo supuso que le interesaba de verdad a ella. Por primera vez se paró a pensar en algo más que lo superficial, la bonita cabellera pelirroja que tenía. Debía de ser menor que él, aunque el chico pareciera bastante pequeño en realidad tenía ya dos décadas sobre sus espaldas. Había pasado unos últimos años que le habían hecho madurar y curtirse en muchos aspectos, aunque en el social siguiera tan verde como si acabara de empezar. Y todo por culpa de aislarse y tener miedo de los demás por el rechazo de su padre y su condición de brujo. Intentó ver en sus claros ojos o en su dulce voz le por qué a ella se le daba tan bien y mucho mejor que a él, llegando hasta el punto de querer protegerle cuando lo acababa de conocer. Es cierto que él también quería protegerla ahora que la sentía tan cercana, pero no sabía cómo. Aquello tampoco lo dictaban sus normas de supervivencia, su mente sólo le decía que ella era una carga. Su corazón noble le decía algo más, pero él no sabía escuchar a su corazón después de tanto tiempo ignorándolo. Sólo lo escuchaba latir con fuerza, frenético e indescifrable. Sin embargo ella parecía tenerlo muy claro, así que cuando le preguntó que si le creía él asintió varias veces sin mediar palabra. Confiaba en aquella joven, era buena y agradable y él lo sabía.
Dio buena cuenta de la manzana, distrayéndose en ella para evitar mirar cómo se sonrojaba y cómo le hacía sonrojarse a él. Aquella situación tan cercana decía de ser para ellos bastante embarazosa. Sin duda lo sería más si en vez de una muchacha parisina cualquiera estuviera a su lado alguien de una clase más alta, acostumbrados a mantener las distancias. Theo admiraba y le gustaba aquella cercanía de ella, aquella confianza, aquella aparente falta de miedo. Pero al mirarla a los ojos lo supo, desde el primer momento. Ella también sentía miedo, aunque pudiera decir lo contrario. Theodore no sabía por qué tenía esa actitud ni por qué había decidido protegerle tanto, al fin y al cabo no conocía su historia ni sus intenciones. Pero había dicho creerla, y estaba de sobra claro que confiaba en ella aunque fuera mínimamente. Su mente seguía diciéndole que tenía que separarla de él y todo sería mucho más fácil, pero por primera vez entendió a su corazón y le oyó decir que no debía. ¿Y si le pasaba algo? Y además su trato era reconfortante, algo que no había sentido en tanto tiempo... Sus pensamientos iban tan rápidos como su ritmo cardíaco, y sus nervios y la fatiga seguían pasándole factura.
Escuchó sorprendido lo que ella podía averiguar de lo que estaban diciendo, obviamente tenía mucho más trato y conocía mejor a la gente y se enteraba mejor de lo que pasaba. La miró, atónito, cuando le dijo que su víctima era Jean. -¡Pero si está ahí, ¿cómo es posible que vayan a liquidar a uno de su grupo?-pensaba Theodore. Pronto se dio cuenta de la víctima no sería la que buscaban, sino uno de ellos. Así que iba a defender a un grupo de rufianes que, cabreados, buscaban todos juntos meterse en problemas. Su proposición le pilló desprevenido, y empezó a pensar que tal vez tuviera razón. La gente moría, sin más, y con razón si se metían en líos. ¿Por qué iba a él a salvar a alguien que no conocía porque se metía en un lío que el mismo Theodore no había provocado? Para una vez que no tenía que involucrarse en nada, decidía hacerlo. Miró la nariz de ella, incapaz de mirar sus ojos por las miradas qué le dirigía. ¿Qué hacer? Quería estar con ella, quería aceptar esa visita de la que hablaba, aunque fuera una situación incómoda para él. Pero todo parecía más agradable que arriesgar su vida por aquel asunto. ¿Pero podría vivir con ello? Si quieres ser un héroe, aunque solo sea una vez, tienes que hacer algún sacrificio.
-Tengo que quedarme-dijo, sorprendiéndose por lo decidido de su voz-. S... sé que va a pasar algo y no puedo girar la cabeza. Ve... vete si qui... quieres-le dijo a ella, aflojando con pena el agarre de su mano. No iba a retenerla, y su mente insistía en que dejarla ir era una buena opción. Le gustaría quedarse, probar a ver cómo sería tener una amiga ahora que alguien por fin se interesaba en él y no le importaba que se pusiera nervioso o no supiera ni hablar, sino que encima quería ayudarle y protegerle. Aunque solo fuera una moza, significaba mucho para Theo en aquel momento. Pero seguramente era mejor dejarla marchar, seguía sin sentirse preparado. Y ahora tenía que enfrentarse a una decisión mayor, la de salvar una vida. Se dispuso a alejarse corriendo, pero algo inesperado ocurrió y se vio aún más cerca de ella. La abrazó tímidamente, dándose cuenta de lo que pasaba y de su estrategia. Era lista, eso había que reconocerlo. -T... tengo que salvar a una persona. Debo hacerlo-le dijo, cerca de su oído. -¿C... co... como te lla...llamas?-susurró entrecortadamente. Si había de mantenerla a su lado, al menos quería saber quien era.
Theodore J. Bellamy- Hechicero Clase Media
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Re: A menudo los héroes son desconocidos [Privado]
¿Acaso su vida tenía que ser siempre así? Siempre apegada al peligro, relacionada con el suspenso, y entrelazada con el miedo. Si aquella noche no hubiera hecho ruido bajo los asientos del carruaje tal vez las cosas le pintarían de mejor manera, seguiría en su castillo de oro, llena de amor por sus padres, por su hermano, y por todo aquel se parara frente a ella, pero bien dice el dicho que por más que desees que cosas pasen o que no hubiesen ocurrido nada se puede hacer, simplemente saber sobrellevar el ahora, y para siempre. Depende de cada uno salir adelante, y ella no tenía aun fuerza para poder hacerlo sola, por eso se refugiaba tanto en Ichabod, pues el la defendía contra viento y marea de cualquier cosa, su nueva familia, eso era aquel hombre del que todos los que estaban cerca de la cabaña hablaban y que no se daban cuenta del grandioso ser humano que era, esos detalles seguían desilusionando a Anouk de la raza humana, y se preguntaba como poder corregir aquellos pensamientos y acciones tan malas que esos hacían. ¿Acaso era posible hacer tal enseñanza? ¿Era posible convertir en almas buenas a aquellos que habían vivido por siempre en el mal? Quizás ya era demasiado tarde, al igual que aquella situación llena de peligro y posibles muertes en la que se encontraban.
Su pequeño cuerpo temblaba con fuerza en aquel abrazo, se agarraba con firmeza de su cuello, intentando que parecieran de lo más normales ahí en ese refugio bastante evidente. Apenas podía respirar de forma correcta, pues el miedo que su cuerpo albergaba era engañoso, por un momento sus dientes tiritaban, por otro sollozos suaves se revelaban, pero nada le ayudaba para permanecer en tranquilidad. Sentía aquellas miradas sobre su figura, sobre la de él, si lo hubiese jalado con más fuerza e insistencia quizás no estarían ahí, corriendo riesgos, poniendo en el borde de un risco su vida. Negaba repetidas veces sin poder contestar, no deseaba soltarlo porque de hacerlo sabía que podría perderlo en un abrir y cerrar los ojos. Los dedos de la pequeña se habían enredado en su cabello, y notó que más cerca no podía estar, ni siquiera sabía si él estaba consiente de las miradas intrusas. ¿Lo habría notado? Sólo quedaba una forma e averiguarlo.
- Anouk - Susurró muy bajo, soltando los cabellos, soltando su cuello, separándose de aquel cuerpo, y mirándolo a los ojos, sus orbes habían tomado una forma de media luna hacía abajo, pues sonreía un poco cuando se presentó ante el muchacho. Sus cabellos se habían movido con suavidad a causa de la separación y la forma en que el viento se había colado en aquel escondite, ya no escondite por supuesto. - Me llamo Anouk - Repitió su nombre dejándolo en claro, su voz había tomado la tonalidad de siempre. No pudo evitar suspirar de manera profunda y cansina, pero no quiso decir nada por unos instantes, deseo disfrutar del silencio entre ambos. ¿Qué podía decirle? Ni ella misma entendía lo que le estaba ocurriendo, simplemente comenzaba a reprocharse sus actitudes, era cierto que le había salvado la vida, pero él tenía razón, también ella lo había hecho, ¿Se debían algo más? No, no se debían nada, simplemente cuidar la nueva oportunidad que tenían para vivir, y quedarse sería desperdiciarla de manera muy malagradecida.
- ¿De verdad desea que me vaya? Si eso desea lo haré, pero debe estar muy convencido de sus palabras, porque no podría negarle algo después de lo que hizo por mi, pero si quiere que me quede entonces debo pedirle que me haga caso de parar cuando sea necesario, no se preocupe por mi, si deseo quedarme será bajo mi responsabilidad, no habrá más que hacer, si me pasa algo yo tendré la culpa, pero por favor escuché mis palabras cuando le pida que no avance más - Quizás las peticiones que la pelirroja estaba haciendo eran innecesarias. ¿Por qué el hombre tendría que hacerle caso? Eran desconocidos, y dado que no quería que estuviese más a su alrededor, lo más segura de sus respuestas era un si, refiriéndose a su partida. La pequeña Anouk comenzaba a sentir la pesadez en su pecho, se planteaba el rechazo, y lo sentía ya un hecho, eso si que le dolería, pues estaba acostumbrada a los malos tratos, un rechazo sería la cereza del pastel.
- ¿Conoce a la persona que salvará? - Preguntó de manera curiosa, sin poder siquiera concebir como alguien daría su vida por un desconocido. Desvió su mirada, evitando ahora ver el rostro pecoso de su acompañante, observando a su alrededor y la indiferencia de los demás. Anouk notó que estaba cayendo por completo en la indiferencia, que se estaba volviendo tal vez una desalmada como todos aquellos que no habían prestado atención cuando la habían atacado. Bajó la mirada de manera inevitable al sentirse tan terriblemente avergonzada - Si desea que no me vaya prometo ayudarle - Masculló de forma muy queda, incluso poco perceptible pero dada la cercanía estaba claro que podría entenderle. - Antes de responderme, ¿Me diría su nombre? - Repuso, debía saber el nombre de su héroe personal antes de que la corriera del lugar.
Su pequeño cuerpo temblaba con fuerza en aquel abrazo, se agarraba con firmeza de su cuello, intentando que parecieran de lo más normales ahí en ese refugio bastante evidente. Apenas podía respirar de forma correcta, pues el miedo que su cuerpo albergaba era engañoso, por un momento sus dientes tiritaban, por otro sollozos suaves se revelaban, pero nada le ayudaba para permanecer en tranquilidad. Sentía aquellas miradas sobre su figura, sobre la de él, si lo hubiese jalado con más fuerza e insistencia quizás no estarían ahí, corriendo riesgos, poniendo en el borde de un risco su vida. Negaba repetidas veces sin poder contestar, no deseaba soltarlo porque de hacerlo sabía que podría perderlo en un abrir y cerrar los ojos. Los dedos de la pequeña se habían enredado en su cabello, y notó que más cerca no podía estar, ni siquiera sabía si él estaba consiente de las miradas intrusas. ¿Lo habría notado? Sólo quedaba una forma e averiguarlo.
- Anouk - Susurró muy bajo, soltando los cabellos, soltando su cuello, separándose de aquel cuerpo, y mirándolo a los ojos, sus orbes habían tomado una forma de media luna hacía abajo, pues sonreía un poco cuando se presentó ante el muchacho. Sus cabellos se habían movido con suavidad a causa de la separación y la forma en que el viento se había colado en aquel escondite, ya no escondite por supuesto. - Me llamo Anouk - Repitió su nombre dejándolo en claro, su voz había tomado la tonalidad de siempre. No pudo evitar suspirar de manera profunda y cansina, pero no quiso decir nada por unos instantes, deseo disfrutar del silencio entre ambos. ¿Qué podía decirle? Ni ella misma entendía lo que le estaba ocurriendo, simplemente comenzaba a reprocharse sus actitudes, era cierto que le había salvado la vida, pero él tenía razón, también ella lo había hecho, ¿Se debían algo más? No, no se debían nada, simplemente cuidar la nueva oportunidad que tenían para vivir, y quedarse sería desperdiciarla de manera muy malagradecida.
- ¿De verdad desea que me vaya? Si eso desea lo haré, pero debe estar muy convencido de sus palabras, porque no podría negarle algo después de lo que hizo por mi, pero si quiere que me quede entonces debo pedirle que me haga caso de parar cuando sea necesario, no se preocupe por mi, si deseo quedarme será bajo mi responsabilidad, no habrá más que hacer, si me pasa algo yo tendré la culpa, pero por favor escuché mis palabras cuando le pida que no avance más - Quizás las peticiones que la pelirroja estaba haciendo eran innecesarias. ¿Por qué el hombre tendría que hacerle caso? Eran desconocidos, y dado que no quería que estuviese más a su alrededor, lo más segura de sus respuestas era un si, refiriéndose a su partida. La pequeña Anouk comenzaba a sentir la pesadez en su pecho, se planteaba el rechazo, y lo sentía ya un hecho, eso si que le dolería, pues estaba acostumbrada a los malos tratos, un rechazo sería la cereza del pastel.
- ¿Conoce a la persona que salvará? - Preguntó de manera curiosa, sin poder siquiera concebir como alguien daría su vida por un desconocido. Desvió su mirada, evitando ahora ver el rostro pecoso de su acompañante, observando a su alrededor y la indiferencia de los demás. Anouk notó que estaba cayendo por completo en la indiferencia, que se estaba volviendo tal vez una desalmada como todos aquellos que no habían prestado atención cuando la habían atacado. Bajó la mirada de manera inevitable al sentirse tan terriblemente avergonzada - Si desea que no me vaya prometo ayudarle - Masculló de forma muy queda, incluso poco perceptible pero dada la cercanía estaba claro que podría entenderle. - Antes de responderme, ¿Me diría su nombre? - Repuso, debía saber el nombre de su héroe personal antes de que la corriera del lugar.
Anouk Oldekamp- Humano Clase Baja
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Re: A menudo los héroes son desconocidos [Privado]
Procuró no pensar que aquel contacto forzado producto de una artimaña de distracción era y seguramente iba a ser el único contacto cercano con otra persona que iba a tener en mucho tiempo. Triste, pero cierto. Teniendo en cuenta que Theodore no tenía la extraordinaria capacidad de ella para ser desinhibida y cercana, pensó que le costaría aún más. Y también encontrar a gente como ella, muy poco frecuentes. El joven brujo pensó en la jerarquía social y despreció a todos aquellos que por normas que debían reconocer a la fuerza tenían que comportarse de cierta manera. Todos aquellos amanerados y adinerados propietarios de mansiones que tenían que saberse tan largo protocolo y cuyo cortejo, o al menos eso tenía entendido el chico. Lo había visto en las casas en las que trabajaba, y todo el tiempo que había ido de un lado a otro por las calles de París. Siempre desde fuera, claro, pues aparte de que no le interesaba sólo era alguien con una familia de clase media pero sin hogar.
Dejó de aferrarla de la forma que lo había hecho hasta ese momento, débil y tímidamente, y escuchó su nombre mientras veía como sonreía. Hasta pasado un momento el chico no se dio cuenta que la estaba mirando algo embobado, con la cabeza ladeada y la boca entreabierta. Sacudió la cabeza un poco y se toqueteó el pelo, moviéndolo de acá para allá. Recordaba pocas veces que se le hubieran presentado tan informal y tardíamente. Normalmente es lo primero que se hace, saber el nombre de la persona con la que tratas. Que con ella fuera diferente evidenciaba que aquella no era una situación normal. El chico volvió a la tierra, seguía nervioso y miró a los lados repetidamente.
Oyó a hablar a Anouk, y lo único que le salió hacer fue negar varias veces con la cabeza levemente. No quería que se fuera, y no quería abortar aquella improvisada misión. Quería seguir adelante, y le gustaría que se quedara con él. Aquel abrazo y cuando se tomaron las manos habían sido para él mucho más de lo que podría parecerle a la jovencita o a cualquier otro que observara, cómo los que los tenían en su punto de mira por sospechosos. También se sentía un poco más seguro a su lado, y desde luego estaba relativamente cómodo para como se solía sentir con alguien. Supuso que era porque ella tomaba la iniciativa, y no le importaba demasiado que Theo fuera reservado, poco claro, frío o tuviera pintas de estar chiflado. No, ella le manejaba a la perfección e incluso le había salvado la vida. Los ojos azules de Theodore se clavaron un momento más en ella, y esta vez negó con rotundidad, agitando la cabeza de un lado a otro. No le gustaba dar su nombre si no era estrictamente necesario, pero con ella haría una excepción. -Me llamo Theodore-le dijo, mirándola algo cabizbajo-. Y n... no quiero que t-te vayas, pero tampoco qui... quiero que te pase nada p-por mi culpa, ¿entiendes?-le dijo.
Un disparo. Uno de los del grupo de hombres que discutían había sacado un arma y apuntado a un cúmulo de gente que Theo no podía ver por el puesto. El joven brujo intentó ver a quién disparaba, pero le fue imposible. Se volvieron a oír gritos, y algunos pocos corrieron por las puertas del mercado. Theo miró a Anouk y agarró su mano con fuerza al tiempo que la instaba a levantarse. La guió por la parte de detrás de las tiendas pasando por la de las telas, donde había estado al principio vigilando el mercado, y se alarmó cuando vio llegar al ladrón del principio, seguramente atraído por el jaleo. Seguramente fuera a aprovechar la confusión para robar o algo así. Theo notó el bulto en su cinturón, había guardado el arma pero aún la llevó encima. El chico tapó la boca de Anouk cuando pasó por su lado, atento a algo, como si los buscara. No debía haberle hecho mucha gracia que se le hubieran escapado antes. Theo se pegó a una tela que colgaba de un palo y realizó una ilusión para que pareciera que había otra justo delante. El ladrón pasó de largo, aunque ella no debió verlo puesto que la tela también habría parecido real para ella. El chico hizo como que retiraba su ilusión físicamente para no despertar sospechas. -Por poco...-le dijo a Anouk. -Lo... lo siento-le dijo tras retirarle la mano de la boca y sonrojarse un poco.
Dejó de aferrarla de la forma que lo había hecho hasta ese momento, débil y tímidamente, y escuchó su nombre mientras veía como sonreía. Hasta pasado un momento el chico no se dio cuenta que la estaba mirando algo embobado, con la cabeza ladeada y la boca entreabierta. Sacudió la cabeza un poco y se toqueteó el pelo, moviéndolo de acá para allá. Recordaba pocas veces que se le hubieran presentado tan informal y tardíamente. Normalmente es lo primero que se hace, saber el nombre de la persona con la que tratas. Que con ella fuera diferente evidenciaba que aquella no era una situación normal. El chico volvió a la tierra, seguía nervioso y miró a los lados repetidamente.
Oyó a hablar a Anouk, y lo único que le salió hacer fue negar varias veces con la cabeza levemente. No quería que se fuera, y no quería abortar aquella improvisada misión. Quería seguir adelante, y le gustaría que se quedara con él. Aquel abrazo y cuando se tomaron las manos habían sido para él mucho más de lo que podría parecerle a la jovencita o a cualquier otro que observara, cómo los que los tenían en su punto de mira por sospechosos. También se sentía un poco más seguro a su lado, y desde luego estaba relativamente cómodo para como se solía sentir con alguien. Supuso que era porque ella tomaba la iniciativa, y no le importaba demasiado que Theo fuera reservado, poco claro, frío o tuviera pintas de estar chiflado. No, ella le manejaba a la perfección e incluso le había salvado la vida. Los ojos azules de Theodore se clavaron un momento más en ella, y esta vez negó con rotundidad, agitando la cabeza de un lado a otro. No le gustaba dar su nombre si no era estrictamente necesario, pero con ella haría una excepción. -Me llamo Theodore-le dijo, mirándola algo cabizbajo-. Y n... no quiero que t-te vayas, pero tampoco qui... quiero que te pase nada p-por mi culpa, ¿entiendes?-le dijo.
Un disparo. Uno de los del grupo de hombres que discutían había sacado un arma y apuntado a un cúmulo de gente que Theo no podía ver por el puesto. El joven brujo intentó ver a quién disparaba, pero le fue imposible. Se volvieron a oír gritos, y algunos pocos corrieron por las puertas del mercado. Theo miró a Anouk y agarró su mano con fuerza al tiempo que la instaba a levantarse. La guió por la parte de detrás de las tiendas pasando por la de las telas, donde había estado al principio vigilando el mercado, y se alarmó cuando vio llegar al ladrón del principio, seguramente atraído por el jaleo. Seguramente fuera a aprovechar la confusión para robar o algo así. Theo notó el bulto en su cinturón, había guardado el arma pero aún la llevó encima. El chico tapó la boca de Anouk cuando pasó por su lado, atento a algo, como si los buscara. No debía haberle hecho mucha gracia que se le hubieran escapado antes. Theo se pegó a una tela que colgaba de un palo y realizó una ilusión para que pareciera que había otra justo delante. El ladrón pasó de largo, aunque ella no debió verlo puesto que la tela también habría parecido real para ella. El chico hizo como que retiraba su ilusión físicamente para no despertar sospechas. -Por poco...-le dijo a Anouk. -Lo... lo siento-le dijo tras retirarle la mano de la boca y sonrojarse un poco.
Theodore J. Bellamy- Hechicero Clase Media
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Fecha de inscripción : 18/08/2012
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Re: A menudo los héroes son desconocidos [Privado]
Nunca antes se había visto envuelta en una situación de esa manera, tampoco se había interesado en ser valiente, o darle fuerza a alguien más, pues en realidad no lo era, ni un poco, era torpe la mayor parte del tiempo, se caía, se distraía, temía, lloraba, y se hacía pequeña, todos aquellos que estuvieran a su alrededor la cuidaban, le daban el valor que necesitaba para poder salir adelante, y hacerla sonreír. Ichabod, su nuevo hermano mayor lo hacía, le daba de comer, le enseñaba, y por las noches le dejaba dormir en su cama para darle protección. Se dio cuenta que su el brujo mayor la veía se sentiría orgulloso por notarla tan valiente, y tan buena con un desconocido. Sonrió un poco, y no pudo evitar sentirse útil para alguien. Theodore la hacía sentir bien, y de cierta manera especia e indispensable, lo que nunca hubiera pensado ser. Se sentía en una especie de sueño caótico del cual ellos debían ser los súper héroes. Lo que necesitaba era saber que él confiaba en ella, y que juntos podrían hacer que las cosas salieran bien, que el también le dieran fuerza, pero quizás pedía mucho, y mejor se quedó callada, observando atenta las reacciones del chico.
Anouk sintió una especie de alivio cuando él le confesó que la quería ahí. Su pecho se infló de sobremanera gracias a esa sensación de felicidad que estaba experimentando en medio del caos. Sus hoyuelos aparecieron, regalándole una verdadera y hermosa sonrisa a su compañero. Aquellas sensaciones que estaba experimentando eran nuevas, únicas y que quizás no volvería a sentir, después de esa tarde dudaba que la dejaran salir para tener más aventuras como esas. No le importó, si estaba en ese lugar era por algo, quizás su misión de vida era esa, no dejar sólo al pelirrojo, hacerlo tener valor para futuras situaciones, quizás ese tarde podría ser su último día de vida, como estaban las cosas quizás podría pasar. No estaba fuera de la posibilidad, y sin embargo no tenía miedo. Al contrario, se sentía emocionada, y parte de algo y de alguien, quizás si, lo mejor de la tarde sería quedarse, además Ichabod no estaba para verla, o regañarla, se arriesgaría.
Corrió con fuerza, lo siguió como pudiera. Sus piernas torpes le estaban respondiendo de buena manera, quizás más tarde les daría un premio con alguna clase de masaje. Se mantuvo tranquila y reconoció el lugar dónde ahora se encontraban, el principio de todo. Todo pasaba tan rápido, estaban escondidos, entre telas, entre sus brazos. No pudo evitar abrazarlo y esconder su rostro entre su pecho, esperando a que algo malo pasara, y que en realidad no sabía que era. Se sintió miedosa. Se sintió pequeña, y se dio cuanta que estaba volviendo a ser ella, por eso mismo se separó de un golpe fuerte, quizás si le mostraba a su ser débil y temeroso el no la querría cerca, miró a todos lados y se limitó a asentir cuando el le pidió disculpas, no quiso verlo, su cuerpo tembló de nuevo del miedo, y por primera vez desde que se encontraron sus manos se soltaron por iniciativa de ella, provocando que sintiera una especie de falta cuando la unión se truncó.
- Bueno, ya que no me iré de aquí sin ti, y sin hacer algo para ayudarte podemos hacer que las cosas salgan mejor de lo que esperamos - Guardó silencio por unos momentos, no sabía como explicarle lo que venía a continuación, de hecho no pensaba en decirle pero dado que sino lo hacía quizás todo saldría peor de lo que ella pensaba, lo mejor sería decirle su idea. - Yo puedo distraerlos, es decir, el ladrón seguro nos está buscando, y la gente a él por todo el alboroto que pasó, si yo corro y hago que me ponga atención podré hacer que me siga, así la gente incluso aquellos hombres que quieren hacer la atrocidad lo vean, y tú puedas advertir al que está en peligro y que no pase nada, sé que no es la mejor de las ideas, pero al menos con eso podemos hacer que lo que quieres salga bien - Le sonrió de forma amplia intentando que le dijera que si. O al menos hacía el intento por recibir el si.
- ¿Estamos listos? - No esperó a que el pelirrojo le diera un si, o que quisiera mover los planes, ella ya estaba separa de él, lista para emprender el camino para poder ayudarle. Se sentía con una especie de obligación al hacerlo, sólo de esa forma lo podría sacar de aquel lugar sin que le pasara nada malo, quizás por eso estaba convencida de hacerlo. - Si todo sale bien te veo entre las telas en un momento. ¿Está bien? - Anouk observo a su alrededor, la gente estaba dispersa pero podía notar lo aceleradas que se encontraban. El nervio en el ambiente y también en ella misma. Suspiró, se mordisqueó el labio inferior. Sintió la necesidad de verse reflejada en los ojos ajenos, y se sonrojó. Sin pedir permiso alguno, Anouk se echó a correr con fuerza.
Anouk sintió una especie de alivio cuando él le confesó que la quería ahí. Su pecho se infló de sobremanera gracias a esa sensación de felicidad que estaba experimentando en medio del caos. Sus hoyuelos aparecieron, regalándole una verdadera y hermosa sonrisa a su compañero. Aquellas sensaciones que estaba experimentando eran nuevas, únicas y que quizás no volvería a sentir, después de esa tarde dudaba que la dejaran salir para tener más aventuras como esas. No le importó, si estaba en ese lugar era por algo, quizás su misión de vida era esa, no dejar sólo al pelirrojo, hacerlo tener valor para futuras situaciones, quizás ese tarde podría ser su último día de vida, como estaban las cosas quizás podría pasar. No estaba fuera de la posibilidad, y sin embargo no tenía miedo. Al contrario, se sentía emocionada, y parte de algo y de alguien, quizás si, lo mejor de la tarde sería quedarse, además Ichabod no estaba para verla, o regañarla, se arriesgaría.
Corrió con fuerza, lo siguió como pudiera. Sus piernas torpes le estaban respondiendo de buena manera, quizás más tarde les daría un premio con alguna clase de masaje. Se mantuvo tranquila y reconoció el lugar dónde ahora se encontraban, el principio de todo. Todo pasaba tan rápido, estaban escondidos, entre telas, entre sus brazos. No pudo evitar abrazarlo y esconder su rostro entre su pecho, esperando a que algo malo pasara, y que en realidad no sabía que era. Se sintió miedosa. Se sintió pequeña, y se dio cuanta que estaba volviendo a ser ella, por eso mismo se separó de un golpe fuerte, quizás si le mostraba a su ser débil y temeroso el no la querría cerca, miró a todos lados y se limitó a asentir cuando el le pidió disculpas, no quiso verlo, su cuerpo tembló de nuevo del miedo, y por primera vez desde que se encontraron sus manos se soltaron por iniciativa de ella, provocando que sintiera una especie de falta cuando la unión se truncó.
- Bueno, ya que no me iré de aquí sin ti, y sin hacer algo para ayudarte podemos hacer que las cosas salgan mejor de lo que esperamos - Guardó silencio por unos momentos, no sabía como explicarle lo que venía a continuación, de hecho no pensaba en decirle pero dado que sino lo hacía quizás todo saldría peor de lo que ella pensaba, lo mejor sería decirle su idea. - Yo puedo distraerlos, es decir, el ladrón seguro nos está buscando, y la gente a él por todo el alboroto que pasó, si yo corro y hago que me ponga atención podré hacer que me siga, así la gente incluso aquellos hombres que quieren hacer la atrocidad lo vean, y tú puedas advertir al que está en peligro y que no pase nada, sé que no es la mejor de las ideas, pero al menos con eso podemos hacer que lo que quieres salga bien - Le sonrió de forma amplia intentando que le dijera que si. O al menos hacía el intento por recibir el si.
- ¿Estamos listos? - No esperó a que el pelirrojo le diera un si, o que quisiera mover los planes, ella ya estaba separa de él, lista para emprender el camino para poder ayudarle. Se sentía con una especie de obligación al hacerlo, sólo de esa forma lo podría sacar de aquel lugar sin que le pasara nada malo, quizás por eso estaba convencida de hacerlo. - Si todo sale bien te veo entre las telas en un momento. ¿Está bien? - Anouk observo a su alrededor, la gente estaba dispersa pero podía notar lo aceleradas que se encontraban. El nervio en el ambiente y también en ella misma. Suspiró, se mordisqueó el labio inferior. Sintió la necesidad de verse reflejada en los ojos ajenos, y se sonrojó. Sin pedir permiso alguno, Anouk se echó a correr con fuerza.
Anouk Oldekamp- Humano Clase Baja
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Fecha de inscripción : 01/03/2012
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