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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Nigel Quartermane Miér Jul 04, 2012 11:05 pm

«El tiempo desfigura aún más el alma que el cuerpo».



Podía intentar disimularlo lo mejor posible ante los demás, pero la verdad era que Nigel seguía sorprendido por esa carta de Marianne que había recibido días atrás. Por su mente había cruzado la idea de que tal vez fuera todo una trampa o una mala broma de alguien que quería fastidiarle la existencia. Lo curioso era que nadie conocía su historia con ella. Nadie, absolutamente nadie estaba al tanto de la historia que había vivido con ella durante su adolescencia, lo cual reducía considerablemente las posibilidades de que se tratara de un timo. Miró una y otra vez la misiva, la giró en todas direcciones y revisó incluso con lupa –aunque no hiciera falta- la caligrafía, detalle a detalle, letra por letra. Al cabo de unas horas no tenía duda alguna: era ella, tenía que serlo. Consternado se había llevado la mano a la barbilla y pensativo había intentado encontrar una razón lo suficientemente importante para que ella, que le había abandonado hacia años, estuviera ahora de regreso y no conforme con ello, esperando verle. Por más que había forzado a su cabeza, no había llegado a ella alguna razón congruente. Era todo un misterio y como buen amante de estos, sentía el deseo de descifrarlo.

Aún así, motivado por querer conocer al fin las razones que la traían de vuelta a su vida, Nigel había dudado ante aquella idea de encontrarse, y lo había hecho porque ver a alguien que había sido tan importante para él en el pasado, significaba muchas cosas, vulnerabilidad sobretodo. Temía que dentro, muy dentro de su nuevo ser, se encontraran aún los vestigios de lo que había sido años atrás, las ruinas de ese ingenuo muchacho que inocentemente había creído en las palabras de esa niña a la que había convertido en su confidente, que le había robado el corazón y había nombrado como su primer amor. Esa misma niña que le había jurado amor eterno, con la que, medio en broma y medio en verdad, había planeado casarse algún día. Nigel de verdad había llegado a adorarle, de verdad había contemplado la idea de hacerla su esposa y de verdad se había roto su corazón cuando ella simplemente lo había dejado en el olvido, como un papiro cuyo contenido no es importante y es lanzado a una esquina para no volver a cogerlo jamás.

Por todas esas razones es que se tomó el tiempo necesario para pensar bien las cosas sobre lo que haría a continuación y convencido y seguro de que ese Nigel había quedado enterrado junto a los restos de su abuelo, el insensible Lord Quartermane, decidió al fin enfrentarse con esa parte de su pasado. Al final la curiosidad le había ganado la partida y haciendo caso omiso a la carta que ya le había sido enviada a Marianne, donde la citaba en un prestigioso restaurante, decidió buscarla antes de que el día de la cita llegara.

Por supuesto que no significó un problema el dar con ella, imposible para un conde como él, que además era ni más ni menos un vampiro. Apenas la luz del sol anunció su retirada, emprendió el camino hasta el local donde había investigado que Marianne trabajaba, una famosa casa de modas situada en pleno centro de la ciudad. Increíble que la hubiera tenido tan cerca todo ese tiempo, a menos de que… Puso fin a su monólogo mental cuando llegó a su destino. Entró en el local sin saludar, caminó entre las telas como el ser de ultratumba que era y con mudos pasos llegó hasta donde la humana se encontraba. Y allí estaba, su vieja amiga Marianne, detrás del mostrador, tomándole medidas a una mujer que le doblaba la edad. Nigel se quedó de pie, observándolas detenidamente hasta que ambas mujeres fueron conscientes de su presencia al sentir su pesada mirada sobre ellas.

— Largo. — Pronunció Nigel de modo autoritario, exigiendo que les dejaran solos a él y a la rubia. La mujer castaña no pareció comprender a la primera, se giró para mirar a Marianne y le dedicó una mirada confusa e ingenua. Nigel emitió un suspiro lleno de resignación a causa del tedio que le provocaba la gente estúpida. — ¿Acaso es usted sorda? ¡He dicho largo, fuera! — Gritó esta vez sin la menor delicadeza. La mujer dio un respingo y encogida de hombros, sin despedirse siquiera, salió disparada del lugar. Nigel dio dos grandes pasos y enseguida llegó hasta la puerta principal del local, le puso llave con la intención de no ser interrumpidos.

Cuando se giró para mirar a Marianne, no disimuló la manera en la que la veía. Con insistencia y visible curiosidad, le observó a detalle y le sorprendió lo mucho que había cambiado. Sin duda su belleza se había acentuado con el paso de los años. Todo signo de la infancia y pubertad se había evaporado para dar paso a la bella juventud de la que ahora gozaba. Sus curvas se habían pulido, ahora lucían más redondas; el pecho plano había crecido. Nigel recordó y casi extrañó ver sonreír a aquella chiquilla que orgullosa había mostrado el orificio en su dentadura, cuando había perdido uno de sus dientes luego de una caída que había tenido durante el tiempo en el que habían convivido. — Así que de verdad eres tú. — Pronunció secamente, con un tono medio burlón que hacía contraste con sus pensamientos. Dio unos cuantos pasos al frente, recorriendo el lugar y se detuvo cuando llegó a su lado. Le sonrió, pero no fue una sonrisa amable, era todo menos eso: había ironía impregnada en sus palabras. — Mírate, los años han sido generosos contigo. — Alzó sus manos lentamente para señalarla, dándole el supuesto protagonismo de ese momento. — Marianne… — Pronunció su nombre arrastrando cada sílaba, cada letra. Jugó a darle un tono extraño a propósito, como si estuviera refiriéndose a alguna deidad hecha persona. — La tierna, amable e ingenua Marianne. — La burla asomaba de nuevo.
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Mensaje por Marianne Cromwell Dom Jul 08, 2012 10:18 pm

Tu figura, tu sonrisa y tu esencia en mi memoria está inalterable,
no se parece en nada con la realidad que hoy observan mis ojos.

No podía negarlo, desde que había enviado la carta a Nigel sus nervios estaban desatados, un tintinear de una aguja la hacía dar un pequeño salto, un grito le quitaba el aire, un movimiento brusco de alguna persona le dejaba el corazón acelerado. ¿Por qué? No podía encontrar la respuesta a la incógnita aunque tenía una sospecha que a cada momento le sonaba más acertada y era con respecto a esa misiva que estaba ya tan arrugada de las ocasiones en las que la tomó y revisó una tras otra porque había algo en ese trazo, en esas letras que jamás creyó volver a ver que le hacía sentir que era más que un reproche silencioso, era coraje, era resentimiento, era... Conocía bien a Nigel o creía conocerlo. Tantas veces revisando su escritura en cada llegada de noticias que su obsesión la llevó a notar cuándo le temblaba el pulso de nerviosismo, en momento en que lo apretaba de ira, el instante en que era tan firme producto de la alegría y el entusiasmo. Mas sin embargo, lo que Marianne leía en esos trazos era algo que le creaba un hueco en el estómago y la hacía tragar saliva. ¿Había cambiado tanto? ¿Acaso lo interpretaba mal?

Esos días fueron espantosos, desde el hecho de investigar dónde estaba el restaurante famoso ese, la distancia entre su casa y el comercio, el tiempo que se haría con lluvia y sin lluvia. El elegir un vestido acorde a las circunstancias, para desechar todos los que tenía y decidirse a crear uno nuevo con la base de aquél que él le regalara cuando aún sus ilusiones eran alcanzables. Y lo más importante: hacerse de algunos objetos valiosos y que sin ellos, absolutamente nada de lo que había hecho tenía sentido. Nigel no entendería lo acontecido si no leía primero del propio puño y letra de su padre y aquél encargado del correo de París el trato al que habían llegado. El por qué de él y las consecuencias para ambos ex-prometidos. ¡Cómo hubiera deseado que las circunstancias fueran por completo diferentes! ¿Estarían ya casados? Seguramente sí, sus planes eran pedirle que no alargara la espera tras cumplir quince años. ¿Tendrían hijos? La amargura la envolvió al recordar los cuchicheos, él ya tenía uno, un pequeño que perpetuaría su apellido. Una esposa...

Esa noche se afanaba en la toma de medidas de una de las mujeres más importantes de Portugal que había venido ex-profeso para que le confeccionara un vestido para un evento de la Corona francesa, si todo salía a la perfección Marianne contaba con tener muchos más pedidos y que el Club obtuviera una reputación intachable. Llevaban esperándola más de dos horas cuando por fin se dignó a llegar, era de noche, pero Marianne pidió apoyo y para su alegría le fue otorgado. Todos estaban dispuestos a darle de su tiempo, a finales de cuentas ella siempre era generosa. Estaba justo pasando la cinta métrica por la cintura cuando lo sintió . Un aire tan frío que calaba hasta los huesos, pero ¿De dónde provenía? Y al voltear el mundo se le fue a los pies. ¿Acaso sus ojos la engañaban? Sólo una temporada estuvo a su lado, pero fue suficiente para grabar todos y cada uno de sus rasgos en esa privilegiada memoria. Sus manos lo recrearon en incontables ocasiones en papel que era imposible no reconocerlo. Nigel Quartermane. ¿Realmente era él?

Dance of curse II by on Grooveshark

Iba a sonreír, iba a echársele a los brazos cuando como un torbellino la Furia Quartermane hizo de las suyas con su gente, con su clienta y fue a cerrar la puerta para dejarlos solos. ¿Quién no lo conocía en París por sus excesos, por sus escándalos opacados y acallados simplemente por la ostentación de un título que en otro tiempo le causaba un temor que sólo Marianne consoló? Sólo la española y no por otro motivo que el cegarse y tener fe en que no podía ser que cambiara tanto, pero ante sus ojos estaba lo que tanto temiera, lo que se negara durante tanto tiempo y sintió que el mundo se colapsaba. ¿Había una forma de recuperar a aquél que fue su mejor amigo? ¿Su primer amor? Cerró los ojos escuchando cada palabra que la boca de Nigel profesaba -una que hubiera deseado probar alguna vez con sus labios - y al abrirlos, en su rostro ahora que estaba más cerca, buscó esas marcas que se le hubieran formado alrededor de los ojos de haber sonreído, más no estaban. Entendió lo que significaba con un pesar en el corazón. Miró sus mohines apretados, su burla disfrazada porque a pesar de todo, Marianne hacía caso omiso a sus actitudes y palabrerías concentrándose en el único lugar que le daría la verdad: sus ojos. Insondables, temibles y para su sorpresa, llenos de ausencia. Dudó en qué hacer, hasta que bajó la mirada a sus manos aspirando aire profundo y alzar la barbilla. Si tenía que perderlo, lo haría aunque... ¿Acaso alguna vez lo tuvo?

- Ingenua sí, pero no confunda la amabilidad con la obediencia ciega y en la que una mujer se encuentra siempre bajo el zapato del hombre. No soy así, Conde Quartermane - lo hacía a propósito, hacer una diferencia entre Nigel y el Conde. Entre el hombre que era su amigo y ese completo desconocido que se había formado al instante en que toda su luz se había perdido - Así que le voy a pedir de la manera más atenta que se deje de insolencias, arrogancias, prepotencias, vanidades y soberbias, que deje afuera al Conde y sea Nigel el que esté ante mí. Quiero hablar con él, no con usted. Si le gusta y si no, mire - se dirigió a la puerta y fue a abrirla ella misma - creo que su ego cabe perfectamente en el marco de ésta. Ya le dije con quién hablaré... así que le recomiendo haga caso a mis indicaciones si no, espero que el lugar le guste, porque se quedará solo. No tengo la menor intención de entablar conversación con el Conde porque él lleva años muerto. No lo reviva, no sea usted una copia fiel y exacta de ese original, porque... - suspiró profundo y bajó por un instante la mirada, esa posición dura, firme se esfumó por escasos segundos al pensar que eso había hecho Nigel, se escudó en la única figura que tenía y le dio resultado: ser como su abuelo... tenía que hacer algo, no podía dejarlo así, tenía que dejarle bien claro que ante ella no tenia que fingir - porque el Nigel que yo conocí era mil veces mejor que la charada que ahora se planta ante mí y cree que puede engañarme... si ese Nigel se ha ido... - se lamió los labios temerosa, con un enorme hueco en el estómago, confiando en Dios que no fuera así y tragó saliva, pero no, tenía fe... ¡Tenía fe! - entonces que le vaya bien y olvide que alguna vez le escribí...
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