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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Bernard Liusse Lun Ene 18, 2016 5:37 pm

Hace tres semanas que viaja de un lugar a otro, y la verdad ya está cansado de ese laberinto en el que se ha metido. Él es el responsable de buscar a todos los Arezzo, que componen el árbol genealógico. Debe ponerles sobre aviso de la maldición que pende sobre ellos y su descendencia, según ésta, ningún ser que lleve el apellido Arezzo logrará libarse de la sentencia de muerte impuesta por un grupo de vampiros italianos.

Luego de acomodar sus cosas en un hotel de la ciudad, se dirige a un restaurante a tomar y comer algo. Sabe que luego, en horas de la tarde, deberá ver a su cuñada. Le cuesta pensar en la Duquesa como en parte de su familia, ya que hasta hace muy poco él ni siquiera sabía que era un Arezzo, o que había tenido tres hermanos, uno de los cuales era el difunto Duque. Cuando le trajeron su comida, se sirvió un vaso de vino, el que tomó con decisión y de un solo trago, haciendo que algunos comensales se dieran vuelta a mirarlo. Deja el vaso en la mesa y su mirada los recorre, como si les dijera que está listo para dar pelea, si así lo quieren, ¿bravucón? no exactamente, pero jamás se dejará menospreciar, para él nadie es mas que nadie, en todo caso solo Dios.

Luego de recapacitar varias horas, de caminar por el paseo del centro de la ciudad, decide dejar de perder el tiempo, son mas de las cinco de la tarde y en dos horas será hora de la cena, lo que no será bien visto que un desconocido llegue a la mansión de una viuda. Aprieta su mandíbula, debe juntar coraje, no será fácil quebrar ciertos recuerdos de un esposo, en los recuerdos de una viuda joven y menos si se lo dice un pariente que jamás ha visto. Pero cree que es necesario que ella esté sobre aviso de la posible amenaza por el apellido que lleva.
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Mensaje por Mirella Arezzo Miér Ene 20, 2016 10:55 am

"La vida, qué región esplendorosa.
¿Quién escruta la muerte, quién la tienta?
A la horca con él. ¿Quién piensa en esa
Imposible quietud cuando es la hora
Para cada uno de morder su fruta,
De usar su espejo, de gritar su grito,
De escupir a los cielos, de ir subiendo
De dos en dos todas las escaleras?

La muerte no se apura, sin embargo,
Ni se aplaca. Tampoco se impacienta.
Hay tantas muertes como negaciones.
La muerte que desgarra, la que expulsa,
La que embruja, la que arde, la que agota,
La que enluta el amor, la que excrementa,
La que siega, la que usa, la que ablanda,
La muerte de arenal, la de pantano,
La de abismo, la de agua, la de almohada.

Hay tantas muertes como teologías,
Pero todas se juntan en la espera.
Esa que acecha es una muerte sola.
Escarnecida, rencorosa, hueca,
Su insomnio enloquecido se desploma
Sobre todos los sueños, su delirio
Se parece bastante a la cordura.
Muerte esbelta y rompiente, qué increíble
Sirena para el Mar de los Suicidas."-"Mario Benedetti"



Volví de mi viaje, que no sirvió de nada, al llegar ya él había sido enterrado. Ilusa fuí, más entonces no pensaba, que el muerto no podía esperar a que llegara yo. El olor de la descomposición y lo demás no me otorgaban poder llegar a tiempo a despedirme, una ultima vez de él.
En su lugar una tumba vacía que lo recordaba en Florencia pedí colocaran, más no pude más,y como buena esposa, vestida de riguroso negro comoel lutoordenaba, me encerre en mi palacio con la tristeza y el dolor, que a mi corazón asolaba.
Había llorado, había culpado hasta al mismo dios, sin dejarme a mi misma como culpable. No entendía aquello, no entendía su muerte, ni lo tan extraño de ello. No podía creer que tan joven ya fuera viuda.  Nunca pensé ser viuda tan joven, que llegara a tal sin hijos y tan temprano. Ni siquiera sabía a quien culpar de mi dolor, para mí todo era un duro golpe,  uno que tenía que llevar, pues era un gran cambió que sola tenía que enfrentar.
Me quede con la ilusión de ser madre, algo que ahora se alejaba de mis manos, más que nunca. Todo se hundía sobre mí, ya ni las joyas, ni los castillos, ni las riquezas, me eran importantes. La soledad era algo que deseaba tener de momento, tomar el año de viudedad y que Dios, quisiera que todo pasara como mejor pudiera ser.

Aquella mañana solo fui a ver la tumba en honor a mi difunto esposo, y dar la aprobación para cobrar por el trabajo realizado, luego volví a mi hogar donde comí y descanse en silencio.Leí algo y poco más, no encontraba gana para nada, aunque a veces me tentara salir a cabalgar o tirar al arco, sentía un tirón dentro de mí que acallaba rápidamente tal gana.

Me hallaba en un asiento, distraída con un libro en la mano,pero mirando por la ventana a lo lejos, cuando llamaron a la puerta. No creía que en mi ensinismamiento, hubiera pasado tanto tiempo, y además no se veía bajo aún el sol,para que fuera la hora ya de cenar. -¡Adelante!- Dije y por la puerta apareció mi nana, que se había volcado mucho conmigo, me conocía desde pequeña, y aquel dolor mio, era casi suyo. -¿Que pasa,Nana?- Pregunte suave y no muy alto pues no tenía casi ganas ni de hablar, pero intentando sacar una sonrisa, y buen tono a aquella mujer que sufría por mi como una madre.
Ella se adentro un poco.-Perdone mi señora, pero ha llegado un hombre que desea hablar con vos.- Noté que en su voz, había algo de molestía. -Nana... Digale que no puedo atenderle, ando en luto y me es imposible...- Me callé en ese momento, pues entendí su rostro, era de que había insistido pero algo había que la hizo, venir a avvisarme.-El señor dice ser de la familia.- Aquello, me choco tanto que hasta el libro se deslizo de mis dedos, golpeando mi cuerpo y acabando resonando al caer contra el suelo. -¿Familia?- Mi rostro de sorpresa era tal que no dudaba que hasta mi rostro se hubiera quedado tan blanco que pareciera el rostro e un cadaver.
Me levante apoyandome en el reposa brazos, pensando que aquello debía ser una broma absurda para molestar su luto, aunque no encontrara que alguien viera divertido aquello. Intentó recobrar el aliento y calmar con la mano a la nana que ya había dado un paso hacía ella. -No, estoy bien. Dadme un minuto, ahora salgo. Veré que desea ese señor. -Dije a la mujer que tras una rápida y preocupada mirada se volvió y salió.
Cuando la puerta se cerró, abrí la boca respirando profundamente y busque apoyo en la silla. Intente calmar y centrar mis pensamientos y sentimientos. -No es nada... Pronto veras de que va esto, no sera nada. Dentro de unas horas, andaras cenando como siempre. Dije en bajo para mi misma, y me llevé la mano al pecho, hacíendo respiración.
Me ví tranquila y fuí hacía la puerta, más apenas dado un paso, me detuve y vi sobre la mesa del tocador una daga de plata. Fuí a por ella, levante mi vestido y me la guarde, era el arma que solía llevar para defenderme en caso de ser necesario. Acomodé las ropas, y tras un momento a solas con mi cabeza, fuí a encontrarme con aquel supuesto familiar.

En aquella habitación con sofás, y otros muebles, de salón encontré con un hombre joven, y alto. -buenas tardes, Soy la duquesa. Creo que me buscaba. ¿En que puedo servirle?.- Pregunte al hombre cortesmente.
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Mensaje por Bernard Liusse Sáb Mar 12, 2016 6:23 pm

Todo el camino desde aquel restaurante hasta la mansión de su cuñada, se preguntó cómo sería físicamente. La verdad era que  bastante rato había sido descubrir que su hermano, en vida, hubiera sido un Duque, tratar con los nobles era una situación que deseaba evitar en todo momento, pero ahora era el encargado de juntar a todas las piezas que formaban la familia Arezzo y eso significaba ponerse en contacto con la Duquesa Mirella Arezzo. Se encontraba incomodo, sabiendo que en pocos instantes, debería enfrentar a esa mujer  y contarle sobre seres que de seguro, harían que su cuñada, riera por las ocurrencias, o en el peor de los casos, lo tratase de loco. Refunfuño, de solo pensar que una mujer se riera en su cara y de una situación que para él estaba más que clara que no se trataba de una fantasía o de una alucinación. – No soy tonto,  sería lo más lógico que pensara así, al fin de cuentas ¡ quien en su sano juicio, esperaría que llegue un desconocido y se presente diciendo que son parientes, y nada menos que de su esposo, sin contar que podría sacar conclusiones erróneas, pensando  que  mis intenciones son recuperar el título que ostentaba mi hermano… que dicho sea de paso, me correspondería por herencia, pero que detesto con cada fibra de mi piel – chasqueó la lengua al solo hecho de pensar en ello, - por mí que lo guarde en un cofre y venere como reliquia, que un título no te hace mejor persona y menos te trae tranquilidad – sonrió, mientras un suspiro de alivio escapaba de sus labios.

Al llegar a la mansión y  tocado la puerta, fue atendido por una de las doncellas, quien prontamente le condujo a un salón exquisitamente adornado al gusto de la corte italiana, el cual mostraba la pomposidad que correspondía a los nobles de su rango, mas no encontró un solo objeto que le pudiera parecer que tenían una conección con su familia y menos con su hermano, aunque poco  supiera de él, supuso que si éste había sido un cazador como él, deberían existir alguna colección de armas o retratos de sus ancestros, pero nada, era como si en verdad esa residencia hubiera sido solo de su cuñada y su hermano, un mero adorno secundario que al faltar podía ser olvidado.  Una mueca de desagrado nació en sus labios. No podía comprender  que había encontrado en una mujer de la nobleza, que seguramente era una niña caprichosa y antojadiza, un hombre que se dedicaba a poner en riesgo su vida, cada vez que salía a cazar.

Se encontraba divagando en ello cuando, la puerta se abrió y el frufrú del vestido le hizo girar, su mirada se posó en la mujer esbelta y de exquisito porte que se acercaba hasta él. Al saludo cortes pero frio – lo cual era por obvias razones -  Aelius  se dispuso a presentarse. Hizo unos cuantos pasos hasta quedar  a una corta distancia de la Duquesa, extendió la mano para saludar, pero luego la bajó, algo consternado porque le molestaba no saber cuál era el protocolo adecuado para tratar con la nobleza. Carraspeó completamente incómodo y tras inspirar profundamente, la miró a los ojos y en sus labios se formó una leve sonrisa, - buenas tardes señora Duquesa, debo pedirle que me disculpe por haberla molestado en éstos momentos, pero no tengo otra opción… - su mirada se perdió en los seductores ojos de la mujer  y sin darse cuenta se quedó callado, cuando se dio cuenta, volvió a carraspear y evadió fijar su mirada en la ajena, - mi nombre es Aelius Arezzo, sé que le sorprenderá que tengamos el mismo apellido, pero la razón es que… su esposo… el Duque, era mi hermano – se pasó la mano por el cabello, en clara muestra de incomodidad, era un típico gesto que realizaba cada vez que se sentía fuera de lugar, y que sin saberlo también había sido un tic nervioso de Girolamo.
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Mensaje por Mirella Arezzo Mar Mar 15, 2016 11:06 am

El hombre que se hacía pasar por familiar se acercó hasta mí, y sin saber bien porque, empecé a sentir  que podía conocerlo pero no salía a que me recordaba, solo serían alguna suposición mía, o tal vez otra cosa, estaba algo confundida por aquella visita, más cuando me encontraba en mi luto, vestida de negro y sin apenas recibir visitas, ni salir a fiestas o otras reuniones públicas.

Se acercó y mire sus ojos, mientras caía en su mano, y tal vez debía a ver dado la mano a aquel hombre. Escuche su presentación, baje la cabeza con respeto en saludo. Lo miré y por un momento lo  noté como confundido, carraspeando, intente desviar mi mirada por si era mi mirada sobre él lo que le había hecho sentir a lo mejor violenta la situación o algo.
Escuche su nombre, sorprendida ¿Hermano de Girolamo? ¿Porque nadie me dijo que tenía más primos que con el que me había casado? ¿Acaso olvide aquello? La noticia fue como un jarro de agua helada, me lleve la mano izquierda al pecho. No llevaba el velo de luto ahora, pero si el traje negro y todo lo negro, debía parecer horrible ver a una mujer joven de negro por la muerte de su esposo, más cuando era la primera vez que me veía. Pero aún me preguntaba si no era yo la más sorprendida, mi esposo tenía un hermano que desconocía. ¿Me odiaba como lo hacía su hermana? Enterraron su cuerpo y no supe nada más que murió, no pude llorar sobre su cuerpo, enterrarlo en Italia, junto donde yo quería ser enterrada en mi hora. Estaba harta de las miradas de los hombres apenados por mi pronta viudedad y de las mujeres de edad, pudiendo cuchichear sobre que era una maldita por mi pronta viudedad, siempre he sido una buena hija, una buena esposa, pero las habladurías rugían de lenguas bífidas,pues no solo las serpientes parecían poseer una lengua tal como esa.

Escucharlo acabar y ver como se pasaba la mano por el cabello me hizo abrir los ojos y pensar un momento en Giro, verlo hacíendo ese mismo gesto, me trajo a mi su recuerdo y el dolor de su ausencia ya por siempre, mis  ojos se humedecieron, mientras intentaba no derrumbarme. Me empece a sentir que me derrumbaría.-Gi...- iba a pronunciar el nombre erróneo, pero cerré los ojos y rectifique.Aelius... No... No sabía que tuviera hermanos mi esposo... Yo...- ¡Dios! No sabía eso de mi esposo, ¿Sabía quien era mi esposo? No recordaba que mencionara a un hermano. Mire los sofás buscándolos rápidamente sintiendo necesitaba sentarme y hablar con aquel hombre entender aquello, pues parece que aquello o era una locura, o algo ocurría. ¿Porque ahora aparecía su hermano?--Perdonadme, no se como se actúa ante esta situación.. Es extraño... Por favor, tomad asiento y hablemos.- Dije señalando a los asientos algo difícilmente, pues tenía que controlarme y por otro lado me estaba derrumbando. Mi dudas, de que fuera hermano se debatían, ahora tras aquel gesto que era como el de mi esposo, veía cierto parecido incluso físico en aquel hombre, pero puede fuera que me encontraba en una situación fácil de engañarme la mente con minucias.

Aun cuando iba a ver mi caballo, veía el lugar donde estaba destinado para el caballo de mi esposo y se me encogía el corazón. Me acerqué lentamente, pues intentaba controlar mis pasos, pero al llegar casi me derrumbaba sobre el sofá en vez de sentarme con cuidado como debía. -No...no lo entiendo...¿como su hermano? Giro, era mi primo lejano... Nadie me dijo que tuviera hermano o otro primo.. Es...- ¿Lleve mi mano a mi sien, tranquilizándome, tragando saliva, con el corazón sobrecogido.Debía sosegarme recobrar el estado.-¿Desea tomar algo?-Dije cobrando confianza, tragando el dolor.

Aquello me hizo iluminar mis pensamientos, había dicho era, lo que daba a que sabía bien que había fallecido.¿Quien? ooo !! las hermanas, pero no cabía el preguntar para asegurar--No, sé que deciros lo último que esperaba era saber que tenía un hermano... -Miraba al hombre pero al mencionar los viajes tuve que mirar a otro lado un momento desviando los recuerdos. No sabía que hacer con mis manos, de hecho andaba con mi mano jugando con el anillo de casada de la otra mano. Al darme cuenta, deje de hacerlo sorprendida, y puse la mano sobre mi regazo y la otra encima, intenté mantener el semblante aunque en mis ojos se viera como realmente me encontraba, confundida, perdida, conmovida por el recuerdo que despertaba nombrar o ver gestos de Girolamo de nuevo en alguien distinto, y volver a saber que no volverá, que no sabre muchas cosas.-Mi señor Arrezo,lamentó que no supiera de vos, pero no logro a entender que os trae ante mi. - ¿Quería tomar derechos de su hermano? Por mí bien, ante mi compromiso habían dado a que sería duquesa si me casaba, fue algo que me hizo vencer el miedo, más no codiciaba un titulo. Mi único deseo era complacer a mi esposo y tener hijos, era ese mi dolor, el que no tenía un hijo, que había fallado en lo que había querido, y los títulos eran lo de menos. Aquel palacio era un regalo que me hizo Girolamo, pero ahora era mi cárcel, en la que me recluida en mi dolor y luto en soledad. Nunca, creí volver a saber de la familia de Girolamo, ahora volvía uno que además había desconocido. Pensé en lo poco que conocía a Girolamo, desde aquellos viajes, hasta este hermano... un primo lejano también mió de ser ciertamente hermano de Girolamo.
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Mensaje por Bernard Liusse Dom Mayo 22, 2016 6:04 pm

Aelius se apresuró a acercarse a donde ella estaba, en cuanto pudo comprender que las fuerzas abandonaban a la mujer, mas al ver que estoica, intentaba demostrar que era una mujer, permaneció cerca, pero sin irrumpir, lo que menos deseaba era avasallarla. La contempló, aquel dulce rostro, sus cabellos negros y el brillo en sus ojos. Bajó la vista, se sintió impotente y a la vez culpable, como decirle que sabía lo de la muerte de su hermano, en un viaje huyendo con su amante a Inglaterra, no tenía fuerzas para darle aquella noticia, prefería que pensara que simplemente la fatalidad había hecho que su esposo se encontraba en el lugar equivocado en el momento erróneo.

- cualquier cosa, en verdad, no deseo importunarla... demasiado -, dijo manteniendo aún la cabeza inclinada, sin poder levantar la mirada. temía que descubriera que él sabía mucho mas de su hermano de lo que jamás ella podría conocerle. Pero se dió cuenta que debía despejar algunas dudas, por eso, haciendo un gesto, le dió a entender que se sentaría. Lo hizo en el sillón que estaba justo enfrente a donde la joven viuda se encontraba. Los gestos y maneras de Girolamo, volvieron a verse en el joven Aelius, la postura de sus manos, la sonrisa de costado, el color de ojos, la mirada. El no lo sabía, pero era como si el dueño del palacio hubiera vuelto por unos breves segundos.

La observó nuevamente, le sonrió, intentando darle algo de calma, antes de hablar de lo que se había propuesto hacer. Inspiró, buscando fuerzas y se dispuso a contarle un poco de la historia familiar, - Mirella - se detuvo un segundo, antes de continuar - ¿puedo llamarte así? - la joven asintió, ya que era lógico, eran parientes, hermanos políticos, llevaban el mismo apellido - como sabrás, nuestra familia entronca desde hace muchos siglos, con grandes familias de Italia y Alemania... - entrelazó sus manos, pues intentaba darse ánimos - desde mediados de la edad media, nuestros antepasados, fueron parte de lo que denominaba una orden especial, unida con la corona papal, de allí nuestros vínculos con ella hasta el día de hoy... - su mirada se poso por primera vez en la de su cuñada - de familias como la nuestra, surgieron los primeros inquisidores, pero, con el tiempo, nos alejamos de la orden religiosa, especialmente porque dentro del ceno de la familia, ciertos dones especiales, fueron vistos como una aberración - no sabía muy bien como explicarle que su hermana Chiara era una hechicera, o por lo menos lo había sido por un tiempo. Sonrió nervioso, pero intentó serenarse - lo cierto es que aunque no pertenecíamos al brazo armado de la iglesia, seguíamos realizando lo que ésta nos pedía, nos convertimos en cazadores de... seres especiales, de criminales -, se detuvo por un segundo, contemplando nuevamente a los ojos a la joven viuda - ése trabajo, nos hizo fuertes, nos dio fama, riqueza, poder, títulos nobiliarios como el que mi hermano portaba y ahora tu lo haces. mas con todo ésto, también llegó la desgracia, pues los enemigos no se iban a quedar con los brazos cruzados -, volvió a detenerse un instante antes de continuar, temía estar atosigando con información a su hermana política y no deseaba eso. - Pues, que ellos se vengaron en varias ocasiones, durante siglos, pero la última vez, fue con la muerte de mi madre y sus hijos... o por lo menos, eso pensamos... hasta que una carta llegó a mi, en ella decía que nuestros enemigos no pararían hasta que ninguno de los Arezzo muriera... - su rostro mostró la seriedad del caso, pues eso significaba que tanto Mirella, Giulia y él estarían en continuo peligro, pero en especial ellos dos, ya que su hermana portaba ahora el apellido de su esposo, como Chiara el de su padre.
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Mensaje por Mirella Arezzo Dom Jun 19, 2016 6:21 am

Sentose mi hermano politico que hoy conocia, si aquel que tambien en parte era mi primo, me daba cuenta cada vez más de que no conocía a mi familia. Yo había sido prima de Girolamo, con quien me había casado, pero no habíaantes de aquel día que nos comprometimos visto jamas a aquel primo, o yo no recordaba, claro que pudo ser porque me instruia en los mejores colegios de Europa lo que no me tenía mucho en casa. Aun así ver a aquel que se decía llamar Aelius, y su parecido en maneras y gestos a mi difunto Girolamo, me hacía dificil todo.

No dije nada más pues en si aunque hubiera querido decir algo no podía, me sentía sin palabras o más bien sin encontrar la forma de pronunciar alguna. Escuche lo que había venido o eso parecía a decirme. Lo escuche palabra por palabra aunque no sabía por seres especiales a que se refería, pero luego criminales si lo entendía. Sabía algo de que la familia lejana había sido algún miembro inquisidor, aunque yo últimamente fuera por lo ocurrido de mi pronto viudedad o algo empezaba a apartarme un poco de mis ideaas atolicas, y a pensar que aquí no había dios. Lo achacaba en parte a mi dolor reciente y a que no podía saber porque había pasado todo esto, pero de pronto la palabras del hermano de mi difunto esposo me abrieron en la mente una claridad. Abrí los ojos, sintiendo mi corazón palpitar fuertemente, pensando en que la muerte de mi esposo tal vez no fue tan accidental, como decían, sintiendo que eso era lo que había llenado mi corazón la idea que no me entrara que unos ladronzuelos mataran asi como asi a mi esposo. No quería tampoco dar tan pronto conjeturas, esperé a que terminara de contar y aún quede más impactada ante sus palabras. ¿Qe había querido decirme?¿Acaso quería decirme que yo estaba en peligro? En verdad podía a otra persona parecerle palabras de un neurotico aquellas, pero sentía que en sus ojos, en sus labios y en mi misma que aquello era una verdad que no palabras sacadas de una mente loca. Me llevé la mano al pecho un momento sintiendo mi corazón latiendo bajo la tela negra del luto y la piel. miré a un lado un momento, como buscando un momento de poder ordenar aquello que habían escuchado mis oidos.

Lo miré de nuevo, a aquel hombre no mucho mayor que yo, y no supe por donde empezar a indicar mis dudas.-Permitame... Mi señor arrezo. Si bien he entendido... Nuestra familia...Su familia, la mia lejana..- Yo era una prima de segunda lejana y casada con un Arezo, así que no sabía como llamar a esa familia si la mia o la de él, menos ahora en aquella situación tan extraña como lo que me había contado y me costaba saber si entendí todo.[colo=lavender]-Me habla de que ha sido una familia de inquisidores... Pero llegado momento la iglesia recelo porque salio familia con ¿poderes?.-[/color] Había oido de videntes y yo ccreia en algunas pues se contaban podían predecir ciertamente el futuro, de hehco la iglesia consideraba que estas trabajaban para el diablo cosa que yo en parte no creía, pues consideraba un castigo el saber el futuro a veces no tan hermoso de alguien. -¿Videntes? bueno lo que sea, pero siguieron haciendo trabajos para la iglesia lo que aporto a la familia nuestra situación...- Dije mirandolo intentando ver en sus ojos si me había desencaminado mucho.-Perocon esas acciones la familia gano enemigos, y han estado sobre la familia detrás de todas las muertes.- Conclui un poco para luego pensar en la carta que había mencionado.-¿Quien esta detrás de todo esto? ¿Esa carta que decía? Girolamo no fue victima de un asalto ¿verdad? Cree que lo matarón por venganza.-Se hizo en mi un fuerte nudo en la garganta que intente sacar con un trago de saliva, intentando evitar llorar ante aquello que en parte era lo que había presentido desde que supe de su muerte, algo no encajaba en su fallecimiento sentía que algo no podía ser, lo había achacado a no poder despedirme de él o enterrarlo yo misma, pero tal vez fuera aquel presentimiento. De pronto lo miré y algo me impacto en mi.-Estamos en su lista, ¿no?- Dije de pronto mirando sin apartar la vista a mi hermano politico.-¿Incluso yo, Sforza? no entiendo... Mi apellido es por mi esposo, pero mi familia es ya muy lejana a la Arezzo. - Tal vez incluso eso mismo me había salvado hasta ahora la vida, ser Sforza y puede que mi estado de sociedad, ¿como matar sin ser evidente de que fue asesinato a la joven y dulce duquesa que a tantas obras caritativas se mostraba a ayudar? O tal vez, era la última en su lista. De pronto, aparte de mi mente todo, no debía obsesionarme no había razón¿no?-Esa carta...¿la lleva consigo?- Pregunte interesandome por ella, quería saber que ocurria aquí, y a que grado era aquella amenaza.[color=lavender]-¿Puede mostrarmela?-[/color Le pedí amablemente, aunque parte de mi casi deseaba seguir desconociendo aquel contenido que estuviera escrito en aquella carta y poder ignorar aquello, otra pedía saber y conocer la verdad.
Mirella Arezzo
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Realeza Italiana
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