AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Un compromiso lleno de falsas verdades (Privado) (+18)
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Un compromiso lleno de falsas verdades (Privado) (+18)
Llevaba semanas esperando que aquel día no llegase, que mi madre o la del hombre al que me habían prometido anulasen nuestro compromiso, pero mi súplicas y todo el dinero que me había gastado en velas para ponérselas a los santos no habían servido de nada.
Entendía las razones de mis padres para buscarme marido; mi situación era precaria, pues una mujer con una niña pequeña era difícilmente casadera. Pero lo que más me dolía es que mi padre siempre me había prometido que me dejaría casarme por amor, que sería yo quien decidiese con quien compartir mi vida, podría elegir a aquel hombre que me hiciese feliz.
Aunque eso era lo que decía antes de que el infierno llegase a mi vida; antes de aquella fatídica noche en la que Dadou, mi hija, fue concebida fruto de una violación.
Hasta entonces había tenido decenas de pretendientes. Muchachos jóvenes y adinerados que continuamente le presentaban sus respetos a mi padre, y a los que yo había rechazado uno por uno. Pero yo era una joven llena de vitalidad, quería disfrutar de la vida, quería viajar con mis padres alrededor del mundo, quería estudiar y ser una mujer de provecho, y solo entonces, cuando hubiese madurado lo suficiente, elegiría al hombre perfecto con el que compartir el resto de mi vida.
Las cosas cambiaron mucho desde aquella noche; tardé semanas en recuperarme de todas las heridas de mi cuerpo, quedando marcada mi alma para el resto de mis días. Las pesadillas se sucedían, como seguía pasándome ahora, rememorando aquel crimen que no fue concluido por error, pues al dejarme destrozada en el suelo de aquel callejón, todos me habían dado por muerta. Ojalá estuviese así.
Semanas después de aquello, y ya casi con el cuerpo recuperado, me llegó la siguiente noticia que cambió el rumbo de mi vida. Estaba embarazada de alguno de aquellos desgraciados que me arrebataron mi inocencia, pero poco más podía hacer. El bebé que llevaba dentro también era mío, y si Dios había querido que fuese madre soltera, pues cumpliría su voluntad.
Nueve meses después nació Dadou, haciéndome recuperar parte de la felicidad perdida con su cálida sonrisa. No había sido fácil, pero al final habíamos salido adelante.
Me replanteaba rehacer mi vida, buscar esposo, convertirme en la mujer que mis padres deseaban, pero para mi continuada desgracia, los jóvenes muchachos que antes se agolpaban en la puerta dejaron de venir. Una mujer con una hija no era tentador para nadie, y en la alta sociedad donde vivíamos no estaba bien visto. Nadie se paraba a pensar que aquello no había sido decisión mía, que yo no había hecho nada malo; solo se dignaban a señalarme con el dedo cuando salía a la calle a pasear con mi bebé. Hasta que dejé de salir.
De eso habían pasado ya cinco años, y con la preocupación de que mi edad casadera avanzaba a pasos agigantados, mi madre concertó un enlace con un primogénito de una familia española, que según ella y sus contactos, sería un buen partido y perfecto para mí.
Aquella tarde nuestras madres habían planeado un encuentro, en el que por primera vez vería al hombre que se convertiría en mi esposo, o eso pensaban los demás, porque cuando yo no tenía algo claro, no era tan fácil hacerme claudicar.
Vestí a Dadou mientras le explicaba la razón de la presencia de aquel desconocido, pidiéndole que le diese una oportunidad sin hacer de las suyas. Si yo era terca y testaruda, mi hija de cinco años me superaba con creces; y sabía que la sesión de té y pastas de aquella tarde era importante para mis padres. Total, conocerlo no me haría ningún daño; ya tendría después tiempo para hacerle huir despavorido con el rabo entre las piernas hacia España.
Escuché el repiqueteo del timbre, y Suzane, nuestra doncella se dirigió hacia la puerta para abrir a nuestro invitado. Me puse en pie, acercándome hasta el umbral del salón, tratando de escudriñar su rostro a través de los cristales del recibidor, curiosa y desconcertada cuando sus ojos parecieron clavarse en los míos. Vaya, no era como me lo había imaginado; era más..más interesante. Aunque que quedase claro que seguía siendo el enemigo.
Entendía las razones de mis padres para buscarme marido; mi situación era precaria, pues una mujer con una niña pequeña era difícilmente casadera. Pero lo que más me dolía es que mi padre siempre me había prometido que me dejaría casarme por amor, que sería yo quien decidiese con quien compartir mi vida, podría elegir a aquel hombre que me hiciese feliz.
Aunque eso era lo que decía antes de que el infierno llegase a mi vida; antes de aquella fatídica noche en la que Dadou, mi hija, fue concebida fruto de una violación.
Hasta entonces había tenido decenas de pretendientes. Muchachos jóvenes y adinerados que continuamente le presentaban sus respetos a mi padre, y a los que yo había rechazado uno por uno. Pero yo era una joven llena de vitalidad, quería disfrutar de la vida, quería viajar con mis padres alrededor del mundo, quería estudiar y ser una mujer de provecho, y solo entonces, cuando hubiese madurado lo suficiente, elegiría al hombre perfecto con el que compartir el resto de mi vida.
Las cosas cambiaron mucho desde aquella noche; tardé semanas en recuperarme de todas las heridas de mi cuerpo, quedando marcada mi alma para el resto de mis días. Las pesadillas se sucedían, como seguía pasándome ahora, rememorando aquel crimen que no fue concluido por error, pues al dejarme destrozada en el suelo de aquel callejón, todos me habían dado por muerta. Ojalá estuviese así.
Semanas después de aquello, y ya casi con el cuerpo recuperado, me llegó la siguiente noticia que cambió el rumbo de mi vida. Estaba embarazada de alguno de aquellos desgraciados que me arrebataron mi inocencia, pero poco más podía hacer. El bebé que llevaba dentro también era mío, y si Dios había querido que fuese madre soltera, pues cumpliría su voluntad.
Nueve meses después nació Dadou, haciéndome recuperar parte de la felicidad perdida con su cálida sonrisa. No había sido fácil, pero al final habíamos salido adelante.
Me replanteaba rehacer mi vida, buscar esposo, convertirme en la mujer que mis padres deseaban, pero para mi continuada desgracia, los jóvenes muchachos que antes se agolpaban en la puerta dejaron de venir. Una mujer con una hija no era tentador para nadie, y en la alta sociedad donde vivíamos no estaba bien visto. Nadie se paraba a pensar que aquello no había sido decisión mía, que yo no había hecho nada malo; solo se dignaban a señalarme con el dedo cuando salía a la calle a pasear con mi bebé. Hasta que dejé de salir.
De eso habían pasado ya cinco años, y con la preocupación de que mi edad casadera avanzaba a pasos agigantados, mi madre concertó un enlace con un primogénito de una familia española, que según ella y sus contactos, sería un buen partido y perfecto para mí.
Aquella tarde nuestras madres habían planeado un encuentro, en el que por primera vez vería al hombre que se convertiría en mi esposo, o eso pensaban los demás, porque cuando yo no tenía algo claro, no era tan fácil hacerme claudicar.
Vestí a Dadou mientras le explicaba la razón de la presencia de aquel desconocido, pidiéndole que le diese una oportunidad sin hacer de las suyas. Si yo era terca y testaruda, mi hija de cinco años me superaba con creces; y sabía que la sesión de té y pastas de aquella tarde era importante para mis padres. Total, conocerlo no me haría ningún daño; ya tendría después tiempo para hacerle huir despavorido con el rabo entre las piernas hacia España.
Escuché el repiqueteo del timbre, y Suzane, nuestra doncella se dirigió hacia la puerta para abrir a nuestro invitado. Me puse en pie, acercándome hasta el umbral del salón, tratando de escudriñar su rostro a través de los cristales del recibidor, curiosa y desconcertada cuando sus ojos parecieron clavarse en los míos. Vaya, no era como me lo había imaginado; era más..más interesante. Aunque que quedase claro que seguía siendo el enemigo.
Última edición por Tessa Leduc el Jue Sep 22, 2016 3:06 pm, editado 1 vez
Tessa Leduc- Humano Clase Alta
- Mensajes : 36
Fecha de inscripción : 06/09/2016
Localización : París
Re: Un compromiso lleno de falsas verdades (Privado) (+18)
Había recorrido los mil quinientos kilómetros de distancia que separaba mis bosques gallegos, ese lugar donde me vio nacer, donde tenia una manada que tras la caída de mi padre en combate necesitaba mas que nunca un líder y como no, donde estaba la mujer que me dio la vida, y que ya cansada de hacer de alfa de la manada, cansada de no poder llorar la muerte de mi padre porque las obligaciones la consumían me suplicaba entre lagrimas que eligiera una mujer que ocupara su lugar a mi lado o por ende lo haría ella.(suena a amenaza ¿verdad? Pues lo era)
Un mes, eso fue todo el plazo que me regalo para tal hallazgo, por supuesto las mujeres adecuadas para mi desgracia no crecen de los arboles, y al igual que a ella los deberes por y para la manada la consumian, a mi, tampoco me daban tregua para buscar algo mas que un rollo de una noche.
Así que trascurrido el mes, ni un día mas ni uno menos, mi amada madre, decidió mucho mas efectiva que yo para estas cosas quien seria la próxima alfa, y por ende mi esposa deseada (sarcasmo)
Lo dicho, abandone mi hogar con mala cara, solo, sobre mi caballo español, negro como la noche, negro como mi sino, y recorrí todos y cada uno de esos kilómetros que se me hicieron larguísimos y para que mentir necesarios, para recoger en París, la ciudad del amor (que oportuno) a mi futura esposa.
Al menos esperaba que no me hicieran perder el tiempo, no estaba para celebraciones tontas, ni anuncios de compromiso, solo quería ir, cogerla e irme. Ademas, por la edad que ostentaba, veinticinco años la imaginaba mas fea que un pecado, de ahí que su edad casadera ya hubiera pasado.
Tendría que ir la noche de bodas muy borracho, ademas dicen que en la oscuridad todos los gatos son pardos, así que me las apañaría al menos esa noche para consumar, y dar por valido un matrimonio que ni necesitaba, ni quería, ni esperaba.
Mi madre insistió en mis modales, en que fuera caballeroso, que no fuera rudo, que la tratara con delicadeza y que así, me ganaría su amor ¿quien quería ganarse ningún amor? Solo quería volver, y eso que acababa de llegar.
Así tras un par de copas en la taberna para coger fuerzas para ver a la que se convertiría en mi esposa, me envalentone lo suficiente como para acudir a la trágica cita.
Allí me esperaba un servicio engalardonado, unos padres que me abrían su casa de par en par.
La madre me daba besos, alegando lo guapo que era, lo contenta que estaba de al fin conocerme, que me sentiría muy feliz con ella y que lo tenían todo preparado.
El padre estaba algo mas reacio, aun así, me estrecho la mano y sus palabras aunque reticentes fueron mas de mi agrado.
Así me adentre hacia el interior para fijar mis ojos en la bellisima mujer que me esperaba en aquel salón, ¡madre mía que bien funcionaba el alcohol de París!, pensé divertido, juro que me llevaría varias botellas para Galicia.
Aunque claro entonces me di cuenta de mi error, si el problema no era su belleza, tenia que haber otro motivo ¿tonta? ¿con algún tipo de retraso? ¿discapacitada?¿incapaz de complacer a un hombre? ¿que tendría la mujer que me miraba de frente?
Pronto hicieron las presentaciones, ella extendió su brazo dejando su mano frente a mi para que la tomara, era cálida, suave, posiblemente no había trabajado en su vida.
Sin apartar mis ojos de los suyos bese con delicadeza sus nudillos para contra su piel susurrar mi nombre.
-Annibal.
Un mes, eso fue todo el plazo que me regalo para tal hallazgo, por supuesto las mujeres adecuadas para mi desgracia no crecen de los arboles, y al igual que a ella los deberes por y para la manada la consumian, a mi, tampoco me daban tregua para buscar algo mas que un rollo de una noche.
Así que trascurrido el mes, ni un día mas ni uno menos, mi amada madre, decidió mucho mas efectiva que yo para estas cosas quien seria la próxima alfa, y por ende mi esposa deseada (sarcasmo)
Lo dicho, abandone mi hogar con mala cara, solo, sobre mi caballo español, negro como la noche, negro como mi sino, y recorrí todos y cada uno de esos kilómetros que se me hicieron larguísimos y para que mentir necesarios, para recoger en París, la ciudad del amor (que oportuno) a mi futura esposa.
Al menos esperaba que no me hicieran perder el tiempo, no estaba para celebraciones tontas, ni anuncios de compromiso, solo quería ir, cogerla e irme. Ademas, por la edad que ostentaba, veinticinco años la imaginaba mas fea que un pecado, de ahí que su edad casadera ya hubiera pasado.
Tendría que ir la noche de bodas muy borracho, ademas dicen que en la oscuridad todos los gatos son pardos, así que me las apañaría al menos esa noche para consumar, y dar por valido un matrimonio que ni necesitaba, ni quería, ni esperaba.
Mi madre insistió en mis modales, en que fuera caballeroso, que no fuera rudo, que la tratara con delicadeza y que así, me ganaría su amor ¿quien quería ganarse ningún amor? Solo quería volver, y eso que acababa de llegar.
Así tras un par de copas en la taberna para coger fuerzas para ver a la que se convertiría en mi esposa, me envalentone lo suficiente como para acudir a la trágica cita.
Allí me esperaba un servicio engalardonado, unos padres que me abrían su casa de par en par.
La madre me daba besos, alegando lo guapo que era, lo contenta que estaba de al fin conocerme, que me sentiría muy feliz con ella y que lo tenían todo preparado.
El padre estaba algo mas reacio, aun así, me estrecho la mano y sus palabras aunque reticentes fueron mas de mi agrado.
Así me adentre hacia el interior para fijar mis ojos en la bellisima mujer que me esperaba en aquel salón, ¡madre mía que bien funcionaba el alcohol de París!, pensé divertido, juro que me llevaría varias botellas para Galicia.
Aunque claro entonces me di cuenta de mi error, si el problema no era su belleza, tenia que haber otro motivo ¿tonta? ¿con algún tipo de retraso? ¿discapacitada?¿incapaz de complacer a un hombre? ¿que tendría la mujer que me miraba de frente?
Pronto hicieron las presentaciones, ella extendió su brazo dejando su mano frente a mi para que la tomara, era cálida, suave, posiblemente no había trabajado en su vida.
Sin apartar mis ojos de los suyos bese con delicadeza sus nudillos para contra su piel susurrar mi nombre.
-Annibal.
Sköll Dasan- Licántropo Clase Alta
- Mensajes : 70
Fecha de inscripción : 06/09/2016
Re: Un compromiso lleno de falsas verdades (Privado) (+18)
Mis padres salieron del salón para recibir a nuestro invitado como quien espera una llovizna después de una gran sequía. Mi madre se deshacía en halagos, estaba claro que ella más ilusionada con aquel compromiso pactado de lo que estaba yo. ¿Qué era eso de que lo tenían todo preparado? ¿Es que acaso se iba a quedar en nuestra casa durante su estancia? Aquello complicaba mucho mi plan para hundir nuestro funesto compromiso; y lo peor de todo, que no me lo habían contado. ¿Sería esto lo único que mi madre me habría ocultado?
Mi padre también lo saludo, cortés pero más seco. Imagino que el hecho de que un hombre viniese a tu propia casa para llevarse a tu hija era algo que no terminaba de aceptar. Por una parte sabía que debía irme, rehacer mi vida, pero por otra quería mantener la promesa que me hizo siendo joven; promesa que en nuestras circunstancias no podría cumplir, y que por ende yo no iba a ponérselo más difícil. Mi plan no consistía en cancelar yo el compromiso, sino conseguir que lo hiciese él. Quería a mi padre, y haría cualquier cosa por no defraudarlo.
Por fin mi madre dejó que el desconocido avanzase por el pequeño recibidor hasta llegar a la puerta del comedor, desde donde yo, sin poder evitar mi curiosidad, lo había estado observando.
Desde luego no era como me esperaba. Que un hombre a su edad no estuviese casado o al menos prometido solía ser la causa de que fuese un adefesio, impotente o invertido. Estaba claro que de lo primero no se trataba, y la verdad es que lo demás me daba igual porque no llegaría a comprobarlo. Era un hombre fuerte, con unos preciosos ojos claros que se clavaban en los míos haciéndome empequeñecer; por no decir su forma de moverse tan sensual y cargada de seguridad que me hizo tragar saliva mientras se acercaba a mí. Si de lejos imponía, de cerca era estremecedor. Era muy guapo, pero no por esos típicos rostros afeminados, sino todo lo contrario. Su belleza era varonil, con unos rasgos masculinos perfectamente marcados, una barba incipiente y un aura salvaje que era palpable con su cercanía.
Comenzaron las presentaciones, y con ellas el espectáculo. Me tomaría mi tiempo para espantarlo, necesitaba que mis padres creyesen que yo si lo aceptaba y que era él quien me rechazaba, de modo que tendría que tomar las cosas con calma y esperar el momento oportuno.
Su mano se extendió para recibir la mía, que con timidez posé sobre sus dedos. Sus cálidos labios rozaron mis nudillos al tiempo que pronunciaba su nombre, y no pude hacer más que entreabrir la boca cuando su aliento golpeó el dorso de mi mano.
- Mi nombre es Tessa. Encantada de conocerte.- susurré mientras recuperaba mi mano, ahora sintiéndola vacía. ¿Pero qué estaba diciendo? Él era mi enemigo, no podía olvidarlo. Así que empecé a actuar como los demás esperaban que hiciese.- Por favor, pasa al salón y siéntate. Esperábamos tu visita.
Me adelanté mostrándole el camino, esperando que llegase hasta los sofás para sentarnos todos al mismo tiempo en un gesto cortés, pero entonces llegó como un huracán Dadou, mi hija.
Se quedó plantada frente a él, escrutándole con su mirada, observando en silencio cada detalle del pobre hombre que no sabía de lo que era capaz mi hija, para después llamar la atención de mi padre sobre el caballo de Annibal. Al parecer lo había visto llegar por la ventana, y estaba empecinada con montarlo. Aquello me complicaba el plan; si a Dadou le gustaba su caballo, y se amistaba con él, no me ayudaría en mi plan de rescate.
Mi padre arrastrado por la pequeña se acercó hasta la ventana para observar al noble animal que esperaba en el jardín, mientras nosotros tomábamos asiento y esperábamos que nos sirviesen el té.
- Disculpa el entusiasmo de mi hija. Está cargada de energía y a veces se le olvida comportarse como una señorita.- dije dirigiéndome a Annibal, mientras desconcertada observaba que su semblante iba cambiando conforme yo pronunciaba mis palabras. Su mirada penetrante se clavó en mis ojos, y entonces me di cuenta de lo que pasaba. No sabía de la existencia de Dadou y yo se lo acababa de soltar como quien le echase por encima un jarro de agua fría. ¿Pero cuántas cosas nos habían ocultado? ¿Querían pactar un compromiso lleno de mentiras?
Mi padre también lo saludo, cortés pero más seco. Imagino que el hecho de que un hombre viniese a tu propia casa para llevarse a tu hija era algo que no terminaba de aceptar. Por una parte sabía que debía irme, rehacer mi vida, pero por otra quería mantener la promesa que me hizo siendo joven; promesa que en nuestras circunstancias no podría cumplir, y que por ende yo no iba a ponérselo más difícil. Mi plan no consistía en cancelar yo el compromiso, sino conseguir que lo hiciese él. Quería a mi padre, y haría cualquier cosa por no defraudarlo.
Por fin mi madre dejó que el desconocido avanzase por el pequeño recibidor hasta llegar a la puerta del comedor, desde donde yo, sin poder evitar mi curiosidad, lo había estado observando.
Desde luego no era como me esperaba. Que un hombre a su edad no estuviese casado o al menos prometido solía ser la causa de que fuese un adefesio, impotente o invertido. Estaba claro que de lo primero no se trataba, y la verdad es que lo demás me daba igual porque no llegaría a comprobarlo. Era un hombre fuerte, con unos preciosos ojos claros que se clavaban en los míos haciéndome empequeñecer; por no decir su forma de moverse tan sensual y cargada de seguridad que me hizo tragar saliva mientras se acercaba a mí. Si de lejos imponía, de cerca era estremecedor. Era muy guapo, pero no por esos típicos rostros afeminados, sino todo lo contrario. Su belleza era varonil, con unos rasgos masculinos perfectamente marcados, una barba incipiente y un aura salvaje que era palpable con su cercanía.
Comenzaron las presentaciones, y con ellas el espectáculo. Me tomaría mi tiempo para espantarlo, necesitaba que mis padres creyesen que yo si lo aceptaba y que era él quien me rechazaba, de modo que tendría que tomar las cosas con calma y esperar el momento oportuno.
Su mano se extendió para recibir la mía, que con timidez posé sobre sus dedos. Sus cálidos labios rozaron mis nudillos al tiempo que pronunciaba su nombre, y no pude hacer más que entreabrir la boca cuando su aliento golpeó el dorso de mi mano.
- Mi nombre es Tessa. Encantada de conocerte.- susurré mientras recuperaba mi mano, ahora sintiéndola vacía. ¿Pero qué estaba diciendo? Él era mi enemigo, no podía olvidarlo. Así que empecé a actuar como los demás esperaban que hiciese.- Por favor, pasa al salón y siéntate. Esperábamos tu visita.
Me adelanté mostrándole el camino, esperando que llegase hasta los sofás para sentarnos todos al mismo tiempo en un gesto cortés, pero entonces llegó como un huracán Dadou, mi hija.
Se quedó plantada frente a él, escrutándole con su mirada, observando en silencio cada detalle del pobre hombre que no sabía de lo que era capaz mi hija, para después llamar la atención de mi padre sobre el caballo de Annibal. Al parecer lo había visto llegar por la ventana, y estaba empecinada con montarlo. Aquello me complicaba el plan; si a Dadou le gustaba su caballo, y se amistaba con él, no me ayudaría en mi plan de rescate.
Mi padre arrastrado por la pequeña se acercó hasta la ventana para observar al noble animal que esperaba en el jardín, mientras nosotros tomábamos asiento y esperábamos que nos sirviesen el té.
- Disculpa el entusiasmo de mi hija. Está cargada de energía y a veces se le olvida comportarse como una señorita.- dije dirigiéndome a Annibal, mientras desconcertada observaba que su semblante iba cambiando conforme yo pronunciaba mis palabras. Su mirada penetrante se clavó en mis ojos, y entonces me di cuenta de lo que pasaba. No sabía de la existencia de Dadou y yo se lo acababa de soltar como quien le echase por encima un jarro de agua fría. ¿Pero cuántas cosas nos habían ocultado? ¿Querían pactar un compromiso lleno de mentiras?
Tessa Leduc- Humano Clase Alta
- Mensajes : 36
Fecha de inscripción : 06/09/2016
Localización : París
Re: Un compromiso lleno de falsas verdades (Privado) (+18)
Llevaba todo el día esperando la llegada de aquel hombre misterioso con el que según mi madre tenía que ser cortés y educada. Me había contado que la abuela había dicho que tenía que casarse con él, pero entonces ¿Qué pasaría si mi padre volvía a buscarnos? No sabía nada de mi padre, mi madre se ponía triste cada vez que preguntaba por él, y hace unos meses había desistido en el intento de conocer el motivo por el que nos había abandonado; pero ¿y si volvía y no nos encontraba?
Estaba aburrida jugando con mi muñeca sentada en el suelo junto a la ventana, vigilando continuamente la calle impaciente por aquella visita que tenía a mi abuela entusiasmada y a mi madre deprimida. Habían pasado horas y no pasaba ni un alma por delante de nuestra casa, hasta que de pronto un jinete sobre un precioso caballo negro se paró en el jardín. Me puse en pie, pegando mi nariz al cristal, observando como desmontaba y se acercaba a la puerta. Entonces se escuchó repiquetear el timbre, y corriendo bajé las escaleras. Escuché por el camino su nombre, pronunciado por una grave voz, precedida de la de mi madre, que también parecía presentarse.
Cuando llegué abajo estaban tomando posiciones en los sofás, y sin perder ni un segundo me acerqué a él, deteniéndome a poca distancia mientras clavaba mis ojos en los suyos. Lo observé detenidamente, analizando cada gesto mientras me miraba confundido, analizando el movimiento de sus manos, la dilatación de sus pupilas, su cambio en el pie de apoyo...y cuando ya había obtenido suficiente información, le extendí la mano.
- Mi nombre es Dadou y tengo cinco años .¿Me dejas montar en tu caballo? ¿Cómo se llama? ¿Te llamas Annibal, ¿Verdad? ¿Cuántos años tienes? ¿De dónde eres? ¿Y eso está muy lejos?.- pregunté sin tomar aire, saliendo sin esperar respuesta a por la mano de mi abuelo para arrastrarlo hacia el ventanal y enseñarle el hermoso corcel que pastaba en nuestro jardín.- Mira abuelo, yo quiero uno como ese. ¿Puedo probarlo?
Estaba aburrida jugando con mi muñeca sentada en el suelo junto a la ventana, vigilando continuamente la calle impaciente por aquella visita que tenía a mi abuela entusiasmada y a mi madre deprimida. Habían pasado horas y no pasaba ni un alma por delante de nuestra casa, hasta que de pronto un jinete sobre un precioso caballo negro se paró en el jardín. Me puse en pie, pegando mi nariz al cristal, observando como desmontaba y se acercaba a la puerta. Entonces se escuchó repiquetear el timbre, y corriendo bajé las escaleras. Escuché por el camino su nombre, pronunciado por una grave voz, precedida de la de mi madre, que también parecía presentarse.
Cuando llegué abajo estaban tomando posiciones en los sofás, y sin perder ni un segundo me acerqué a él, deteniéndome a poca distancia mientras clavaba mis ojos en los suyos. Lo observé detenidamente, analizando cada gesto mientras me miraba confundido, analizando el movimiento de sus manos, la dilatación de sus pupilas, su cambio en el pie de apoyo...y cuando ya había obtenido suficiente información, le extendí la mano.
- Mi nombre es Dadou y tengo cinco años .¿Me dejas montar en tu caballo? ¿Cómo se llama? ¿Te llamas Annibal, ¿Verdad? ¿Cuántos años tienes? ¿De dónde eres? ¿Y eso está muy lejos?.- pregunté sin tomar aire, saliendo sin esperar respuesta a por la mano de mi abuelo para arrastrarlo hacia el ventanal y enseñarle el hermoso corcel que pastaba en nuestro jardín.- Mira abuelo, yo quiero uno como ese. ¿Puedo probarlo?
Dadou Leduc- Humano Clase Alta
- Mensajes : 25
Fecha de inscripción : 07/09/2016
Localización : Paris
Re: Un compromiso lleno de falsas verdades (Privado) (+18)
Como si de un huracán se tratara una niña de unos 5 o 6 años entro en el gran salón de ventanales macizos y decoración recargada.
Sin duda habían preparado la estancia para mi visita, pues todo relucía como los chorros del oro y en las vitrinas las figuras de porcelana mas valiosas, las vajillas talladas en oro, y las copas de una cristalería fina de la que yo no entendía pero intuía eran de gran valor por las filigranas que presentaban quedaban expuestas al detalle frente a mis ojos.
La pequeña me escruto de arriba a bajo, sus ojos analizaban hasta el mas mínimo detalle de mi ser, imagine que era la hermana pequeña, que los padres debían haberla tenido en un momento de descuido y allí estaba con sus dos grandes ojos azules haciendo preguntas sin parar como si fuera ella la que iba a desposarse y no la mayor de la familia.
Sonreí de medio lado agachándome para quedar a su altura.
Así lo hacíamos en los bosques, explicar las cosas mirando a los ojos, algo que por ende no sucedía en la gran ciudad, todos andaban tan enfrascados en sus propias ideas y en acaparar el efímero tiempo que aveces se perdían en las cosas realmente importantes.
-si tus padres te dan permiso, si, puedes montar conmigo en el caballo. Se llama Guerra como uno de los jinetes de la apocalipsis. Mi nombre como bien has dicho es Annibal y tengo 56 años aunque me conservo bien -bromeé guiñándole un ojo. Vengo de España, y esta lejos, pero no muy, muy lejos.
No acabe mi larga explicación cuando la niña que me miraba a los ojos salio disparada arrastrando al viejo hacia la ventana para admirar mi corcel.
Negué divertido volviendo a incorporarme para quedar frente a su hermana, mi prometida.
-Te debe de llevar loca -apunté tratando de ser cordial con una sonrisa, mas pronto sus palabras la desdibujaron de mis labios -¿hija?
Sentía como un calor subía por mi interior, casi logrando tornar ámbar mi mirada.
Un silencio invadió la estancia mientras mis pasos, se dirigían huecos hacia el exterior.
Nadie me había hablado de una hija, no solo tenia que llevarme a una mujer de ciudad, una que ni conocía, ni había elegido, ni quería, si no que también tenia la gran suerte de tener que cargar con una niña de 5 años a la que debia educar para ser una lobo en el tiempo recor de dos años.
No me enfadaba la niña si no el engaño.
Me molestaba infinitamente haber venido hasta aquí con una idea en la cabeza y ahora la realidad ser una muy distinta.
Y si, porque quería ser el primero que se perdiera entre sus piernas hacerla sangrar la noche de bodas y tomarla de las dos formas posibles, como humano y como bestia.
Ahora su virginidad era de otro y el carmesí no teñiría sus muslos esa noche que para un alfa es tan importante.
Tras de mi salio su padre, tratando de llamar a la calma a su esposa que lloraba desconsolada mi perdida incluso antes de haberme marchado.
Pude ver la mirada enfadada de la que hasta entonces era mi prometida, mientras buscaba calmar a su madre, que entre llanto suplicaba que me quedara.
Pronto el padre y yo nos encontramos fuera, el hombre con palabras mas tajantes pero sinceras trataba de llamarme a la calma, apelando a que todo tenia una explicación y que nada perdería por escucharla antes de volver a montar sobre el brioso corcel que me esperaba.
Escuché hasta la última de sus explicaciones, aunque no cambiaban nada de lo que pensaba, si que en cierto modo la exculpaba, así que junto al hombre y ciertamente reticente volví al interior, frente a una madre que me comía a besos, un padre que miraba cómplice a sus hija y una hija que parecía no perdonar mi impetuoso arranque de rabia.
-¿Montamos pequeña? -necesitaba salir de allí y la verdad no se me ocurrió mejor modo.
Sin duda habían preparado la estancia para mi visita, pues todo relucía como los chorros del oro y en las vitrinas las figuras de porcelana mas valiosas, las vajillas talladas en oro, y las copas de una cristalería fina de la que yo no entendía pero intuía eran de gran valor por las filigranas que presentaban quedaban expuestas al detalle frente a mis ojos.
La pequeña me escruto de arriba a bajo, sus ojos analizaban hasta el mas mínimo detalle de mi ser, imagine que era la hermana pequeña, que los padres debían haberla tenido en un momento de descuido y allí estaba con sus dos grandes ojos azules haciendo preguntas sin parar como si fuera ella la que iba a desposarse y no la mayor de la familia.
Sonreí de medio lado agachándome para quedar a su altura.
Así lo hacíamos en los bosques, explicar las cosas mirando a los ojos, algo que por ende no sucedía en la gran ciudad, todos andaban tan enfrascados en sus propias ideas y en acaparar el efímero tiempo que aveces se perdían en las cosas realmente importantes.
-si tus padres te dan permiso, si, puedes montar conmigo en el caballo. Se llama Guerra como uno de los jinetes de la apocalipsis. Mi nombre como bien has dicho es Annibal y tengo 56 años aunque me conservo bien -bromeé guiñándole un ojo. Vengo de España, y esta lejos, pero no muy, muy lejos.
No acabe mi larga explicación cuando la niña que me miraba a los ojos salio disparada arrastrando al viejo hacia la ventana para admirar mi corcel.
Negué divertido volviendo a incorporarme para quedar frente a su hermana, mi prometida.
-Te debe de llevar loca -apunté tratando de ser cordial con una sonrisa, mas pronto sus palabras la desdibujaron de mis labios -¿hija?
Sentía como un calor subía por mi interior, casi logrando tornar ámbar mi mirada.
Un silencio invadió la estancia mientras mis pasos, se dirigían huecos hacia el exterior.
Nadie me había hablado de una hija, no solo tenia que llevarme a una mujer de ciudad, una que ni conocía, ni había elegido, ni quería, si no que también tenia la gran suerte de tener que cargar con una niña de 5 años a la que debia educar para ser una lobo en el tiempo recor de dos años.
No me enfadaba la niña si no el engaño.
Me molestaba infinitamente haber venido hasta aquí con una idea en la cabeza y ahora la realidad ser una muy distinta.
Y si, porque quería ser el primero que se perdiera entre sus piernas hacerla sangrar la noche de bodas y tomarla de las dos formas posibles, como humano y como bestia.
Ahora su virginidad era de otro y el carmesí no teñiría sus muslos esa noche que para un alfa es tan importante.
Tras de mi salio su padre, tratando de llamar a la calma a su esposa que lloraba desconsolada mi perdida incluso antes de haberme marchado.
Pude ver la mirada enfadada de la que hasta entonces era mi prometida, mientras buscaba calmar a su madre, que entre llanto suplicaba que me quedara.
Pronto el padre y yo nos encontramos fuera, el hombre con palabras mas tajantes pero sinceras trataba de llamarme a la calma, apelando a que todo tenia una explicación y que nada perdería por escucharla antes de volver a montar sobre el brioso corcel que me esperaba.
Escuché hasta la última de sus explicaciones, aunque no cambiaban nada de lo que pensaba, si que en cierto modo la exculpaba, así que junto al hombre y ciertamente reticente volví al interior, frente a una madre que me comía a besos, un padre que miraba cómplice a sus hija y una hija que parecía no perdonar mi impetuoso arranque de rabia.
-¿Montamos pequeña? -necesitaba salir de allí y la verdad no se me ocurrió mejor modo.
Sköll Dasan- Licántropo Clase Alta
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Fecha de inscripción : 06/09/2016
Re: Un compromiso lleno de falsas verdades (Privado) (+18)
Una sola palabra, pero lanzada con tal rabia, se me clavó en el pecho cortándome la respiración. Como había sospechado le habían ocultado la presencia de Dadou, pero ¿con qué fin? ¿Es qué acaso pensaban que no se daría cuenta? No sabía si aquello sería cosa de mi madre, de la suya o de ambas, pero lo que tenía muy claro es que no estaban siendo justas mintiéndole de esa manera, y que por ende tampoco podía reprocharle su reacción. Aunque me dolía que la presencia de la pequeña le molestase tanto como para ni siquiera quedarse para hablar.
Pero, ¿acaso no era eso lo que yo quería? ¿qué rompiese el compromiso? Ahora que lo había conocido no lo tenía tan claro. La forma en que se había dirigido a Dadou, antes de saber que era mi hija, me había resultado curiosa; pocos hombres le prestaban atención así a una niña.
Sin mediar más palabra pasó por mi lado, incapaz si quiera de mirarme, dando grandes zancadas hacia la puerta por la que minutos antes había entrado en mi vida, mientras mi madre sollozaba pidiéndole por favor que no se marchase. Pero, ¿cómo se podía ser hipócrita de ahora pedirle que se quedara? ¿No hubiese sido más fácil decirle toda la verdad antes de hacerle recorrer miles de kilómetros a caballo para encontrarse con esta farsa?
Abracé a mi madre que seguía llorando desconsoladamente por ver truncado su plan, mirando como mi padre salía detrás, pidiéndole que tenía que escuchar la razón de que Dadou estuviese allí. Sentí aquella presión de nuevo en el pecho cada vez que rememoraba la noche de la violación, cada vez que me despertaba entre gritos y cubierta de sudor; y por si no podía ser mar bochornoso, ahora también Annibal conocería la historia. Solté en aire de forma pesada mientras trataba de consolar a mi madre, y animaba a mi hija que estaba tan desconcertada como yo. Se escuchó un pequeño portazo, y por confuso que parezca, no me sentí mejor al pensar que me había librado de aquel compromiso impuesto.
-Tranquila Dadou. Seguro que se le ha olvidado algo en su hostal y ahora regresa.- le susurré mientras le acariciaba la mejilla con dulzura. Ella no tenía la culpa de lo que había sucedido, ni siquiera yo, aunque tuviese que pasarme el resto de mi vida enfrentándome a miradas acusadoras por algo que no había hecho.
¿Acaso se pensaban que no me hubiese gustado llegar virgen al matrimonio? ¿De ser desflorada por un hombre al que amase entre besos y caricias?
Pasaron unos minutos y de nuevo la puerta se escuchó abrirse. Reconozco que me sorprendió, no sé si para bien o para mal, que Annibal regresase al lado de mi padre. Mi madre se separó de mis brazos para volver a elogiar a mi prometido, que no parecía tenerlas todas consigo. Estaba claro que había entrado por respeto, porque su madre y la mía habían organizado todo, pero todavía estaba en el aire de que aquel compromiso pudiese ser cancelado. Aunque, ¿no era aquello lo que yo deseaba?
Lo miré desafiante mientras mis padres parecían entusiasmados con la idea de que hubiese vuelto tras el conocimiento de la existencia de Dadou. Vale que me parecía interesante, que el comportamiento con mi hija había sido ejemplar, pero que no pensase que le sería fácil conquistarme, porque no pensaba dar mi brazo a torcer tan fácilmente. No pensaba dejarme tocar por un hombre que no me llenase, fuese mi prometido o no. Y desde luego, para llenarme todavía tenía que recorrer un largo y escarpado camino.
- Diré que preparen mi montura, y os acompañaré.- contesté buscando su mirada, mientras mi hija saltaba de alegría al ver que se salía con la suya de nuevo. Pasé por su lado para ir a buscar al mozo de las caballerizas, y le susurré al pasar por su lado.- Espero que no te moleste.
Salí del comedor, sin dirigirle a mis padres más que una mirada reprochadora, y fui a prepararme para dar aquel paseo a caballo que sin duda nos vendría bien a ambos.
Pero, ¿acaso no era eso lo que yo quería? ¿qué rompiese el compromiso? Ahora que lo había conocido no lo tenía tan claro. La forma en que se había dirigido a Dadou, antes de saber que era mi hija, me había resultado curiosa; pocos hombres le prestaban atención así a una niña.
Sin mediar más palabra pasó por mi lado, incapaz si quiera de mirarme, dando grandes zancadas hacia la puerta por la que minutos antes había entrado en mi vida, mientras mi madre sollozaba pidiéndole por favor que no se marchase. Pero, ¿cómo se podía ser hipócrita de ahora pedirle que se quedara? ¿No hubiese sido más fácil decirle toda la verdad antes de hacerle recorrer miles de kilómetros a caballo para encontrarse con esta farsa?
Abracé a mi madre que seguía llorando desconsoladamente por ver truncado su plan, mirando como mi padre salía detrás, pidiéndole que tenía que escuchar la razón de que Dadou estuviese allí. Sentí aquella presión de nuevo en el pecho cada vez que rememoraba la noche de la violación, cada vez que me despertaba entre gritos y cubierta de sudor; y por si no podía ser mar bochornoso, ahora también Annibal conocería la historia. Solté en aire de forma pesada mientras trataba de consolar a mi madre, y animaba a mi hija que estaba tan desconcertada como yo. Se escuchó un pequeño portazo, y por confuso que parezca, no me sentí mejor al pensar que me había librado de aquel compromiso impuesto.
-Tranquila Dadou. Seguro que se le ha olvidado algo en su hostal y ahora regresa.- le susurré mientras le acariciaba la mejilla con dulzura. Ella no tenía la culpa de lo que había sucedido, ni siquiera yo, aunque tuviese que pasarme el resto de mi vida enfrentándome a miradas acusadoras por algo que no había hecho.
¿Acaso se pensaban que no me hubiese gustado llegar virgen al matrimonio? ¿De ser desflorada por un hombre al que amase entre besos y caricias?
Pasaron unos minutos y de nuevo la puerta se escuchó abrirse. Reconozco que me sorprendió, no sé si para bien o para mal, que Annibal regresase al lado de mi padre. Mi madre se separó de mis brazos para volver a elogiar a mi prometido, que no parecía tenerlas todas consigo. Estaba claro que había entrado por respeto, porque su madre y la mía habían organizado todo, pero todavía estaba en el aire de que aquel compromiso pudiese ser cancelado. Aunque, ¿no era aquello lo que yo deseaba?
Lo miré desafiante mientras mis padres parecían entusiasmados con la idea de que hubiese vuelto tras el conocimiento de la existencia de Dadou. Vale que me parecía interesante, que el comportamiento con mi hija había sido ejemplar, pero que no pensase que le sería fácil conquistarme, porque no pensaba dar mi brazo a torcer tan fácilmente. No pensaba dejarme tocar por un hombre que no me llenase, fuese mi prometido o no. Y desde luego, para llenarme todavía tenía que recorrer un largo y escarpado camino.
- Diré que preparen mi montura, y os acompañaré.- contesté buscando su mirada, mientras mi hija saltaba de alegría al ver que se salía con la suya de nuevo. Pasé por su lado para ir a buscar al mozo de las caballerizas, y le susurré al pasar por su lado.- Espero que no te moleste.
Salí del comedor, sin dirigirle a mis padres más que una mirada reprochadora, y fui a prepararme para dar aquel paseo a caballo que sin duda nos vendría bien a ambos.
Tessa Leduc- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 06/09/2016
Localización : París
Re: Un compromiso lleno de falsas verdades (Privado) (+18)
Estaba con el abuelo señalando aquel precioso corcel negro que Annibal había dicho que se llamaba Guerra, pensando mientras tanto si bromearía con su edad, cuando de pronto se armó un revuelo y el prometido de mi madre enfiló sus pasos hacia el umbral de la puerta sin cruzar palabra con nadie. ¿Qué me había perdido?
El abuelo se separó de mi lado, corriendo tras él, tratando de calmar a mi abuela que era todo un mar de lágrimas, rogando a Annibal que no se marchase. Confundida me acerqué a mi madre que estaba dolida, o al menos eso parecían decir sus ojos.
Ella abrazaba a mi abuela, tratando de calmarla cuando se escuchó un portazo que indicaba que Annibal se había marchado; esperaba que con mi abuelo tras él. No quería quedarme sin montar en su corcel.
- Mamá, ¿qué pasa? ¿he dicho algo malo?- pregunté sabiendo que toda la tormenta se había desatado después de aparecer yo; aunque aquel hombre había sido amable conmigo, y hasta me dejaba montar su caballo.
Abracé a mi madre, sin conformarme mucho con su explicación dada, pero la incertidumbre de lo ocurrido no me ayudaba mucho más para sacar mis propias conjeturas. Si acababa de llegar, ¿no sería más lógico regresar después del té a su hostal para coger lo olvidado? Y en ese caso¿ por qué mis abuelos montaban tal drama? Los mayores hacían cosas muy raras.
Minutos después mi abuelo y Annibal entraron de nuevo por la puerta, para alegría de mi abuela que comenzó a besarlo como si hubiese vuelto de la guerra. Miré a mi madre sin comprender, ella estaba seria, tensa..así que de nuevo fijé mi vista en aquel desconocido que parecía cabrear a mi madre por momentos.
- Claro, vamos.- grité saltando sobre él, que me cogió en brazos mientras mi madre accedía a dejarme montar a caballo con él si ella nos acompañaba.- ¿Me dejarás llevarlo? Soy una jinete excepcional. Podemos hacer carreras con mi madre. ¿Podemos?
Lo miré a los ojos con cara de niña buena, juntando mis manitas junto a mi barbilla. Este método era infalible para salirme siempre con la mía.
El abuelo se separó de mi lado, corriendo tras él, tratando de calmar a mi abuela que era todo un mar de lágrimas, rogando a Annibal que no se marchase. Confundida me acerqué a mi madre que estaba dolida, o al menos eso parecían decir sus ojos.
Ella abrazaba a mi abuela, tratando de calmarla cuando se escuchó un portazo que indicaba que Annibal se había marchado; esperaba que con mi abuelo tras él. No quería quedarme sin montar en su corcel.
- Mamá, ¿qué pasa? ¿he dicho algo malo?- pregunté sabiendo que toda la tormenta se había desatado después de aparecer yo; aunque aquel hombre había sido amable conmigo, y hasta me dejaba montar su caballo.
Abracé a mi madre, sin conformarme mucho con su explicación dada, pero la incertidumbre de lo ocurrido no me ayudaba mucho más para sacar mis propias conjeturas. Si acababa de llegar, ¿no sería más lógico regresar después del té a su hostal para coger lo olvidado? Y en ese caso¿ por qué mis abuelos montaban tal drama? Los mayores hacían cosas muy raras.
Minutos después mi abuelo y Annibal entraron de nuevo por la puerta, para alegría de mi abuela que comenzó a besarlo como si hubiese vuelto de la guerra. Miré a mi madre sin comprender, ella estaba seria, tensa..así que de nuevo fijé mi vista en aquel desconocido que parecía cabrear a mi madre por momentos.
- Claro, vamos.- grité saltando sobre él, que me cogió en brazos mientras mi madre accedía a dejarme montar a caballo con él si ella nos acompañaba.- ¿Me dejarás llevarlo? Soy una jinete excepcional. Podemos hacer carreras con mi madre. ¿Podemos?
Lo miré a los ojos con cara de niña buena, juntando mis manitas junto a mi barbilla. Este método era infalible para salirme siempre con la mía.
Dadou Leduc- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 07/09/2016
Localización : Paris
Re: Un compromiso lleno de falsas verdades (Privado) (+18)
La niña salto eufórica a mis brazos, mas no por la alegría de verme si no porque mi plan parecía prometerle una mañana llena de aventuras nuevas.
-Puedes llevar al caballo, pero antes ve a cambiarte, ponte algo cómodo, con falda no se monta -aseguré.
La madre me miro de soslayo, sabia de sobra como montaban las damas de la corte, mas así no se montaba en mis bosques, mi corcel era brioso y no deseaba perder a la pequeña por el camino.
Le guiñe un ojo cuando la vi subir toda ilusionada hacia su habitación, posiblemente tratando de vislumbrar que podría ponerse pues apostaba un brazo y no lo perdería asegurando que esa niña en su armario no tenia nada de ropa cómoda para salir.
La madre pidió a un mozo que ensillaran su caballo antes de regresar junto al resto al gran salón, al pasar por mi lado tome su mano para detener su avance.
-Lamento mi comportamiento, se, porque me lo ha dicho tu padre que vos no habéis tenido nada que ver en este engaño, ese y no las circunstancias de porque esta aquí vuestra hija son las que me han forzado a quedarme.
No tengo problema alguno con los niños, de echo me gustan y los considero el futuro de nuestra especie, mas si admito que complicaran las cosas dado el momento.
Quizás a nuestro regreso me permita un paseo por los jardines con sendas copas de vino...podremos hablar con calma, conocernos, explicarme que espera de esta unión y quizás podamos entendernos de algún modo.
Pronto la niña de la mano de su abuela que sin duda no podía ser mas feliz ante la idea de que nos empezáramos a conocer bajo por las escaleras, nuevamente salto sobre mis brazos con unas altas calzas y una camisa, que parecía de todo menos cómoda, mas intuí que eso era todo cuanto tenia la pequeña, así que no puse objeciones.
-Recuerdame que hagamos una parada en alguna tienda, compraremos unos pantalones de piel, y una camisola cómoda junto a un chaleco.
Su cara expresaba felicidad, aunque algo me decida que eso solo pensaba usarlo para montar, que a ella le gustaban esos pomposos vestidos ,con los que ella aseguraba montar de lado la mas de bien.
-No se monta de lado pequeña, se pasea, y nosotros hoy no vamos a pasear.
Busque con la mirada a su madre, casi rogándole que hiciera lo mismo que la niña, aunque asumí que ni entendió mi suplica sin palabras, pues pronto los tres desaparecimos por le umbral de la puerta.
Subí a la niña sobre el lomo de mi corcel, mientras acompañaba aun sin montar a su madre a las caballerizas a por el suyo.
Silbé para que mi montura me siguiera bajo los ojos atentos de la madre, que creo estaba preocupada porque el caballo tirara a la pequeña.
-Puedes tranquilizarte, de allí en donde vengo los niños aprenden a montar pronto, esta acostumbrado a comportarse cuando esta con pequeños, ademas, si cae, se levantara..así funcionan las cosas y como no, la vida ¿acaso no estas tu en pie? Si nunca caes, nunca aprendes a levantarte ¿n ocrees?
Intuyo que la madre no estaba muy de acuerdo con ninguna de mis palabras, me miraba como si fuera un salvaje, y puede que ante sus ojos así fuera.
Mi aspecto distaba mucho del de los hombres de París, intuyo que no era lo que esperaba, y por ende, ella tampoco.
Aunque tenia que reconocer que era muy guapa, que me gustaba al menos físicamente.
-Puedes llevar al caballo, pero antes ve a cambiarte, ponte algo cómodo, con falda no se monta -aseguré.
La madre me miro de soslayo, sabia de sobra como montaban las damas de la corte, mas así no se montaba en mis bosques, mi corcel era brioso y no deseaba perder a la pequeña por el camino.
Le guiñe un ojo cuando la vi subir toda ilusionada hacia su habitación, posiblemente tratando de vislumbrar que podría ponerse pues apostaba un brazo y no lo perdería asegurando que esa niña en su armario no tenia nada de ropa cómoda para salir.
La madre pidió a un mozo que ensillaran su caballo antes de regresar junto al resto al gran salón, al pasar por mi lado tome su mano para detener su avance.
-Lamento mi comportamiento, se, porque me lo ha dicho tu padre que vos no habéis tenido nada que ver en este engaño, ese y no las circunstancias de porque esta aquí vuestra hija son las que me han forzado a quedarme.
No tengo problema alguno con los niños, de echo me gustan y los considero el futuro de nuestra especie, mas si admito que complicaran las cosas dado el momento.
Quizás a nuestro regreso me permita un paseo por los jardines con sendas copas de vino...podremos hablar con calma, conocernos, explicarme que espera de esta unión y quizás podamos entendernos de algún modo.
Pronto la niña de la mano de su abuela que sin duda no podía ser mas feliz ante la idea de que nos empezáramos a conocer bajo por las escaleras, nuevamente salto sobre mis brazos con unas altas calzas y una camisa, que parecía de todo menos cómoda, mas intuí que eso era todo cuanto tenia la pequeña, así que no puse objeciones.
-Recuerdame que hagamos una parada en alguna tienda, compraremos unos pantalones de piel, y una camisola cómoda junto a un chaleco.
Su cara expresaba felicidad, aunque algo me decida que eso solo pensaba usarlo para montar, que a ella le gustaban esos pomposos vestidos ,con los que ella aseguraba montar de lado la mas de bien.
-No se monta de lado pequeña, se pasea, y nosotros hoy no vamos a pasear.
Busque con la mirada a su madre, casi rogándole que hiciera lo mismo que la niña, aunque asumí que ni entendió mi suplica sin palabras, pues pronto los tres desaparecimos por le umbral de la puerta.
Subí a la niña sobre el lomo de mi corcel, mientras acompañaba aun sin montar a su madre a las caballerizas a por el suyo.
Silbé para que mi montura me siguiera bajo los ojos atentos de la madre, que creo estaba preocupada porque el caballo tirara a la pequeña.
-Puedes tranquilizarte, de allí en donde vengo los niños aprenden a montar pronto, esta acostumbrado a comportarse cuando esta con pequeños, ademas, si cae, se levantara..así funcionan las cosas y como no, la vida ¿acaso no estas tu en pie? Si nunca caes, nunca aprendes a levantarte ¿n ocrees?
Intuyo que la madre no estaba muy de acuerdo con ninguna de mis palabras, me miraba como si fuera un salvaje, y puede que ante sus ojos así fuera.
Mi aspecto distaba mucho del de los hombres de París, intuyo que no era lo que esperaba, y por ende, ella tampoco.
Aunque tenia que reconocer que era muy guapa, que me gustaba al menos físicamente.
Sköll Dasan- Licántropo Clase Alta
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Fecha de inscripción : 06/09/2016
Re: Un compromiso lleno de falsas verdades (Privado) (+18)
Cuando regresé al salón después de asegurarme de que mi caballo estaría listo en breve, observé como mi pequeña salía dando saltos arrastrando a mi madre de la mano escaleras arriba. Suponía que iría a prepararse para montar a caballo tal y como Annibal le había dicho momentos antes.
Éste sujetó mi mano cuando pasé por su lado dispuesta a sentarme en el sofá mientras Dadou terminaba de vestirse, haciéndome parar en seco y a poca distancia de él. Suspiré despacio, tratando de que pasase desapercibido, cuando nuestras miradas se cruzaron y sentí esa extraña corriente de nuevo. No sé por qué, pero el hecho de que se tomase esas libertades conmigo no me molestaba en absoluto. Me gustaba sentir la calidez de su piel contra la mía, su fuerte mano aguantando con delicadeza mi mano, incapaz de separarme de él, de terminar con aquel contacto mientras lo miraba a los ojos y escuchaba cada una de sus palabras.
Reconozco que me sonrojé cuando dio a entender que sabía la razón por la que Dadou estaba allí, aunque sus comentarios me confundían. En España debían de ser muy extraños, porque hablaba de especie como si hubiese otra aparte de los humanos; quizás solo fuese la forma de hablar de allí, aunque el hecho de que le gustasen los niños era un punto a su favor.
- Cierto, yo no miento jamás, y te pido disculpas por todo este malentendido. Para mí también ha sido una sorpresa descubrir de pronto que te alojarás en mi casa, y que no sabías nada sobre la existencia de mi hija. No me gusta que me oculten cosas, y algo me dice que habrán más sorpresas. - contesté manteniéndole la mirada en todo afable; me gustaba aquel hombre. Era distinto de todo lo que había conocido, de todos aquellos a los que había rechazado, y que por ende eran todo lo contrario a él. Su fuerza me envolvía como si de una suave brisa se tratase.- Pero por favor, tampoco quiero que te sientas "forzado" a quedarte. Si crees que debes romper este compromiso por sentirte engañado, hazlo, no hay ningún problema.
Reconozco que mis últimas palabras sonaron desdeñosas y con un toque de rabia. Tampoco eran sinceras, por lo menos en parte. Estaba de acuerdo con que un compromiso acordado era odioso para ambos, que hasta hacía escasos minutos mi objetivo era fastidiar nuestro encuentro para que fuese él quien cancelase el enlace, pero ahora al verlo allí delante, respirando frente a mi rostro, no lo tenía tan claro. Tampoco tenía nada malo si nos conocíamos un poco, ¿no? Ya no sabía ni lo que quería, y sentirme confusa me hacía cabrearme conmigo misma.
Dadou apareció de nuevo vestida apropiadamente para montar, y de un salto se subió sobre Annibal, confirmando con sus actos y palabras hacía ella que era cierto que le gustaban los niños. Más con mi hija iba a tenerlo complicado, no había hecho más que empezar su juego, diciéndole que montaba de lado; tendría poca vergüenza la renacuaja. Al final Annibal pensaría que éramos dos tontas de la alta alcurnia parisina, y nada más lejos de la realidad, aunque me resultó curioso que quisiese renovar su vestuario para montar. No sabía lo que era llevarse a Dadou de compras, aunque pronto lo descubriría.
Salimos al exterior en busca de nuestras caballos, siendo Annibal quien montó a mi hija en el suyo y me acompañó andando a las caballerizas a por el mío. He de reconocer que me gustaba pasear a su lado, conversar como si pudiésemos llegar a sentir algo, y esta sensación se me hacía extraña.
-No me preocupa que se caiga, Dadou es buena jinete, y si, en el caso de que se cayese, se levantará, como hemos hecho todos cada vez que la vida nos ha dado un revés. No estoy educando a mi hija para que sea una pusilánime, sino para que sea capaz de tomar sus propias decisiones y ser fuerte. Mi sorpresa ha sido porque me llama la atención que tu caballo acuda con tu silbido. Creo que mi hija te ha estado tomando el pelo, aunque no le digas que te lo he dicho yo.- confesé llegando hasta mi blanco corcel que se encontraba sujeto por el mozo. Tomé las riendas y de un salto, monté a horcajadas sobre este.- Me parece a mí que hay muchas cosas que das por hecho por ser mujeres de la alta sociedad, y con nosotras te llevarás muchas sorpresas.
Azucé al caballo poniéndolo sobre dos patas, y salí al trote hacia la pradera esperando que Annibal montase y me siguiese. Sonreí al sentir el aire fresco en la cara, y comprobar tras un giro de mi cabeza, que mi prometido y mi hija cabalgaban tras de mí. ¿Sería acaso aquello el comienzo de algo verdadero?
Éste sujetó mi mano cuando pasé por su lado dispuesta a sentarme en el sofá mientras Dadou terminaba de vestirse, haciéndome parar en seco y a poca distancia de él. Suspiré despacio, tratando de que pasase desapercibido, cuando nuestras miradas se cruzaron y sentí esa extraña corriente de nuevo. No sé por qué, pero el hecho de que se tomase esas libertades conmigo no me molestaba en absoluto. Me gustaba sentir la calidez de su piel contra la mía, su fuerte mano aguantando con delicadeza mi mano, incapaz de separarme de él, de terminar con aquel contacto mientras lo miraba a los ojos y escuchaba cada una de sus palabras.
Reconozco que me sonrojé cuando dio a entender que sabía la razón por la que Dadou estaba allí, aunque sus comentarios me confundían. En España debían de ser muy extraños, porque hablaba de especie como si hubiese otra aparte de los humanos; quizás solo fuese la forma de hablar de allí, aunque el hecho de que le gustasen los niños era un punto a su favor.
- Cierto, yo no miento jamás, y te pido disculpas por todo este malentendido. Para mí también ha sido una sorpresa descubrir de pronto que te alojarás en mi casa, y que no sabías nada sobre la existencia de mi hija. No me gusta que me oculten cosas, y algo me dice que habrán más sorpresas. - contesté manteniéndole la mirada en todo afable; me gustaba aquel hombre. Era distinto de todo lo que había conocido, de todos aquellos a los que había rechazado, y que por ende eran todo lo contrario a él. Su fuerza me envolvía como si de una suave brisa se tratase.- Pero por favor, tampoco quiero que te sientas "forzado" a quedarte. Si crees que debes romper este compromiso por sentirte engañado, hazlo, no hay ningún problema.
Reconozco que mis últimas palabras sonaron desdeñosas y con un toque de rabia. Tampoco eran sinceras, por lo menos en parte. Estaba de acuerdo con que un compromiso acordado era odioso para ambos, que hasta hacía escasos minutos mi objetivo era fastidiar nuestro encuentro para que fuese él quien cancelase el enlace, pero ahora al verlo allí delante, respirando frente a mi rostro, no lo tenía tan claro. Tampoco tenía nada malo si nos conocíamos un poco, ¿no? Ya no sabía ni lo que quería, y sentirme confusa me hacía cabrearme conmigo misma.
Dadou apareció de nuevo vestida apropiadamente para montar, y de un salto se subió sobre Annibal, confirmando con sus actos y palabras hacía ella que era cierto que le gustaban los niños. Más con mi hija iba a tenerlo complicado, no había hecho más que empezar su juego, diciéndole que montaba de lado; tendría poca vergüenza la renacuaja. Al final Annibal pensaría que éramos dos tontas de la alta alcurnia parisina, y nada más lejos de la realidad, aunque me resultó curioso que quisiese renovar su vestuario para montar. No sabía lo que era llevarse a Dadou de compras, aunque pronto lo descubriría.
Salimos al exterior en busca de nuestras caballos, siendo Annibal quien montó a mi hija en el suyo y me acompañó andando a las caballerizas a por el mío. He de reconocer que me gustaba pasear a su lado, conversar como si pudiésemos llegar a sentir algo, y esta sensación se me hacía extraña.
-No me preocupa que se caiga, Dadou es buena jinete, y si, en el caso de que se cayese, se levantará, como hemos hecho todos cada vez que la vida nos ha dado un revés. No estoy educando a mi hija para que sea una pusilánime, sino para que sea capaz de tomar sus propias decisiones y ser fuerte. Mi sorpresa ha sido porque me llama la atención que tu caballo acuda con tu silbido. Creo que mi hija te ha estado tomando el pelo, aunque no le digas que te lo he dicho yo.- confesé llegando hasta mi blanco corcel que se encontraba sujeto por el mozo. Tomé las riendas y de un salto, monté a horcajadas sobre este.- Me parece a mí que hay muchas cosas que das por hecho por ser mujeres de la alta sociedad, y con nosotras te llevarás muchas sorpresas.
Azucé al caballo poniéndolo sobre dos patas, y salí al trote hacia la pradera esperando que Annibal montase y me siguiese. Sonreí al sentir el aire fresco en la cara, y comprobar tras un giro de mi cabeza, que mi prometido y mi hija cabalgaban tras de mí. ¿Sería acaso aquello el comienzo de algo verdadero?
Tessa Leduc- Humano Clase Alta
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Localización : París
Re: Un compromiso lleno de falsas verdades (Privado) (+18)
Sonreí nerviosa cuando Annibal me dijo que podría llevar el caballo siempre y cuando me cambiase de ropa primero.¿ Este hombre se pensaría que me había caído de un guindo y que no había llevado un caballo en mi vida? Quizás más tarde le podría contar que tomaba clases de equitación, aunque antes me divertiría un poquito a su costa.
Agarré a mi abuela de la mano tirando de ella hacia el piso superior donde estaba mi habitación para que me sacase la ropa de montar, cruzándome por el camino con mi madre que con una sonrisa me denotó complicidad. Parecía más contenta que por la mañana cuando me había dicho que aquel hombre aparecería en nuestras vidas. ¿Estaría cambiando de opinión? Por mi parte, de momento me caía bien. Era fácil de manejar y muy simpático.
Tardé solo unos minutos en despojarme de aquel vestido tirándolo sobre la cama y vestirme con unas calzas, una camisa y las botas, bajando corriendo las escaleras con mi abuela de la mano que se empeñaba en que me comportase de otra forma, para acabar saltando de nuevo sobre Annibal.
- Para qué quiero otra ropa si con mis vestidos monto muy cómodamente de lado sobre el caballo.- apunté con una sonrisa, pensando que quizás debería ver mi armario y comprobar que ya disponía de ese tipo de ropa.- Las señoritas montan de lado, no a horcajadas.
Miré a mi madre con una sonrisa mientras salíamos fuera y Annibal me montaba sobre su precioso caballo. Sabía que ella era conocedora de que le estaba tomando el pelo, y mientras ellos cuchicheaban paseando hacia las caballerizas esperaba que no se chivase de la verdad. Sería mucho más divertido si se enteraba por sí mismo. Acaricié las crines del caballo, que con un silbido de Annibal se puso en marcha caminando tras ellos. Eso si que no me lo esperaba; cada vez me gustaba más el prometido de mi madre y su caballo.
Llegamos a las caballerizas al tiempo que ellos seguían hablando, cuando de pronto mi madre se subió sobre su caballo y salió al trote retándonos a una carrera. Me encantaba cuando dejaba de comportarse como una adulta y jugábamos juntas.
- Vamos hombre, ¿no querrás que nos gane?.- le increpé a Annibal que al parecer no se esperaba para nada la reacción de mi madre. No tardó en subirse de un salto tras de mí cogiendo las riendas por encima de mis manos.- Déjame esta carrera a mí, conozco sus costumbres.- apunté seriamente antes de talonear al corcel poniéndolo al trote y siguiendo el mismo camino que había elegido mi madre, aunque pronto cogería un atajo. Sabía perfectamente a donde se dirigía y a mí no me ganaba nadie ni a las canicas.
Agarré a mi abuela de la mano tirando de ella hacia el piso superior donde estaba mi habitación para que me sacase la ropa de montar, cruzándome por el camino con mi madre que con una sonrisa me denotó complicidad. Parecía más contenta que por la mañana cuando me había dicho que aquel hombre aparecería en nuestras vidas. ¿Estaría cambiando de opinión? Por mi parte, de momento me caía bien. Era fácil de manejar y muy simpático.
Tardé solo unos minutos en despojarme de aquel vestido tirándolo sobre la cama y vestirme con unas calzas, una camisa y las botas, bajando corriendo las escaleras con mi abuela de la mano que se empeñaba en que me comportase de otra forma, para acabar saltando de nuevo sobre Annibal.
- Para qué quiero otra ropa si con mis vestidos monto muy cómodamente de lado sobre el caballo.- apunté con una sonrisa, pensando que quizás debería ver mi armario y comprobar que ya disponía de ese tipo de ropa.- Las señoritas montan de lado, no a horcajadas.
Miré a mi madre con una sonrisa mientras salíamos fuera y Annibal me montaba sobre su precioso caballo. Sabía que ella era conocedora de que le estaba tomando el pelo, y mientras ellos cuchicheaban paseando hacia las caballerizas esperaba que no se chivase de la verdad. Sería mucho más divertido si se enteraba por sí mismo. Acaricié las crines del caballo, que con un silbido de Annibal se puso en marcha caminando tras ellos. Eso si que no me lo esperaba; cada vez me gustaba más el prometido de mi madre y su caballo.
Llegamos a las caballerizas al tiempo que ellos seguían hablando, cuando de pronto mi madre se subió sobre su caballo y salió al trote retándonos a una carrera. Me encantaba cuando dejaba de comportarse como una adulta y jugábamos juntas.
- Vamos hombre, ¿no querrás que nos gane?.- le increpé a Annibal que al parecer no se esperaba para nada la reacción de mi madre. No tardó en subirse de un salto tras de mí cogiendo las riendas por encima de mis manos.- Déjame esta carrera a mí, conozco sus costumbres.- apunté seriamente antes de talonear al corcel poniéndolo al trote y siguiendo el mismo camino que había elegido mi madre, aunque pronto cogería un atajo. Sabía perfectamente a donde se dirigía y a mí no me ganaba nadie ni a las canicas.
Dadou Leduc- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 07/09/2016
Localización : Paris
Re: Un compromiso lleno de falsas verdades (Privado) (+18)
Sonreí de medio lado cuando la madre apunto que la pequeña me estaba tomando el pelo, la verdad me causaba cierta diversión la picardia de esa pequeña de ojos vivos que me miraba como si yo por ende fuera un pardillo.
Aquel paseo juraba por los dioses que no lo iba a olvidar, ni ella ni su madre, yo no era de esos a los que se les puede gastar bromas, y esa jovencita tenia que aprender que yo era un lobo, el alfa y por ende, podía jugar conmigo hasta que le marcara el primer mordisco.
Mi mente seguía atenta a los pasos del caballo que tras de mi se movía como si de un perro se tratara, para sorpresa de mi futura esposa, al parecer en París la simbiosis entre animal y bestia no era tan profunda como en mis bosques.
Tampoco contesto sobre mi propuesta, intuyendo pues que no le apetecía tomar ningún vino conmigo, al menos algo teníamos en común ambos, nuestros padres nos habían metido en este lio.
Mas cuando esa mujer monto a horcajadas sobre su blanco corcel lo supe, supe que no era todo lo que aparentaba, eso me gustaba, aunque claro, tampoco podía cantar victoria, que no montara como una dama tampoco la convertía en una buena alfa.
De un salto subí tras la niña perdiéndonos pronto entre el follaje de un precioso bosque, para mi gusto poco frondoso, pero aun así, las flores rojas crecían entre la hierba verde, algo que sucedía porque el espesor de los arboles dejaban entrar mucha luz.
La niña insistió en llevar a mi montura, algo que sin duda seria todo un logro si yo aflojaba las señales que desde atrás le estaba dando.
Mi corcel no era un caballo manso, era bravo, preparado para la guerra, alcanzaría al otro sin pensárselo, pero sin duda la visión desde atrás de la dama era esplendida, su culo bajando y subiendo, aun cubierto por aquel maldito vestido que no me dejaba deleitarme a gusto, se marcaba ligeramente.
No pude evitar sonreír al darme cuenta de lo sumamente desesperado que estaba por hundirme entre las piernas de una dama, demasiado tiempo de viaje.
La niña desvió el caballo hacia lo que según ella era un atajo, posiblemente así era, yo no conocía París, así que me deje guiar por aquel pequeño huracán llamado Dadou.
Aquel paseo juraba por los dioses que no lo iba a olvidar, ni ella ni su madre, yo no era de esos a los que se les puede gastar bromas, y esa jovencita tenia que aprender que yo era un lobo, el alfa y por ende, podía jugar conmigo hasta que le marcara el primer mordisco.
Mi mente seguía atenta a los pasos del caballo que tras de mi se movía como si de un perro se tratara, para sorpresa de mi futura esposa, al parecer en París la simbiosis entre animal y bestia no era tan profunda como en mis bosques.
Tampoco contesto sobre mi propuesta, intuyendo pues que no le apetecía tomar ningún vino conmigo, al menos algo teníamos en común ambos, nuestros padres nos habían metido en este lio.
Mas cuando esa mujer monto a horcajadas sobre su blanco corcel lo supe, supe que no era todo lo que aparentaba, eso me gustaba, aunque claro, tampoco podía cantar victoria, que no montara como una dama tampoco la convertía en una buena alfa.
De un salto subí tras la niña perdiéndonos pronto entre el follaje de un precioso bosque, para mi gusto poco frondoso, pero aun así, las flores rojas crecían entre la hierba verde, algo que sucedía porque el espesor de los arboles dejaban entrar mucha luz.
La niña insistió en llevar a mi montura, algo que sin duda seria todo un logro si yo aflojaba las señales que desde atrás le estaba dando.
Mi corcel no era un caballo manso, era bravo, preparado para la guerra, alcanzaría al otro sin pensárselo, pero sin duda la visión desde atrás de la dama era esplendida, su culo bajando y subiendo, aun cubierto por aquel maldito vestido que no me dejaba deleitarme a gusto, se marcaba ligeramente.
No pude evitar sonreír al darme cuenta de lo sumamente desesperado que estaba por hundirme entre las piernas de una dama, demasiado tiempo de viaje.
La niña desvió el caballo hacia lo que según ella era un atajo, posiblemente así era, yo no conocía París, así que me deje guiar por aquel pequeño huracán llamado Dadou.
Sköll Dasan- Licántropo Clase Alta
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Fecha de inscripción : 06/09/2016
Re: Un compromiso lleno de falsas verdades (Privado) (+18)
Reí contenta al ver que Dadou se había hecho con las riendas del caballo, suponía que asegurándole a Annibal que conocía un atajo que les proclamaría vencedores. Nada más lejos de la realidad, pero a mí me gustaba que mi pequeña siempre barajase otras opciones, que no siempre siguiese el camino trazado, y por ende, siempre la dejaba ganar.
Giré la cabeza varias veces para controlar la distancia que nos separaba, buscando la mirada de Annibal continuamente, que al parecer también estaba pendiente de mí. Había algo en él que apartaba mis planes de arruinar ese compromiso a un lado, algo que me pedía que lo conociese, que nos diésemos una oportunidad. Verlo cabalgar con mi hija, haciéndole creer que era ella quien llevaba el caballo, saber que me miraba de esa forma tan penetrante, me hizo dedicarle una dulce sonrisa llena de promesas. Aceptaría esa copa de vino bajo la luz de las estrellas, y quizás un paseo por los jardines cuando Dadou ya estuviese durmiendo.
Sabía que no estaba allí por gusto, que la razón por la que había vuelto era porque estaba obligado a hacerlo. No paseaba con nosotras porque así lo hubiese elegido, sino porque nuestras madres se habían empecinado en casarnos. Más, ¿acaso no estaba yo también allí por obligación? Quizás una parte de mí sí, esa parte que se negaba a aceptar algo que yo no había elegido, pero conforme iban pasando los minutos a su lado, era mi propia voluntad la que decidía pasar más tiempo con él.
Me giré de nuevo para confirmar si Dadou había tomado su supuesto atajo, y al corroborar mis sospechas, reduje el trote del caballo para darle tiempo a llegar antes. No tardaríamos ambas en llegar a aquella preciosa cala escondida entre un frondoso bosque; un lugar que visitaba casi todos los días para poder pasear y pensar sin nadie que me molestase, y que por ende solía llevar bastante a mi hija.
Pasaron unos minutos hasta que me los encontré en la playa, unos minutos que se me habían hecho eternos al no sentirlo cerca de mí. Negué con la cabeza ante tales pensamientos, y llegando hasta donde ellos estaban, desmonté de mi caballo para ponerme a la altura de Annibal, que también había desmontado. Dadou parecía encantada con la montura de mi prometido, y decidí dejarla disfrutar un poco más.
- ¿Le apetece disfrutar de un paseo por la playa mientras mi hija cansa a su caballo, o su caballo la cansa a ella? Daría lo que fuese porque hoy se durmiese pronto.- sonreí acercándome un poco a él, tratando de guardar el hacha de guerra, al menos de momento. El estar alejada de mis padres me relajaba, era como si pudiésemos actuar como nosotros mismos, poder decirnos de verdad lo que pensábamos, sin tener que mantener las apariencias provocadas por ojos indiscretos.- La próxima vez no tendréis tanta suerte en la carrera.
Le guiñé un ojo divertida, y quitándome los zapatos, me aproximé hacia la orilla, esperando que él me acompañase. No sabía que tenía, no entendía porque su cercanía me era necesaria, pero desde luego empezaba a pensar que mi madre tampoco había elegido tan mal.
Giré la cabeza varias veces para controlar la distancia que nos separaba, buscando la mirada de Annibal continuamente, que al parecer también estaba pendiente de mí. Había algo en él que apartaba mis planes de arruinar ese compromiso a un lado, algo que me pedía que lo conociese, que nos diésemos una oportunidad. Verlo cabalgar con mi hija, haciéndole creer que era ella quien llevaba el caballo, saber que me miraba de esa forma tan penetrante, me hizo dedicarle una dulce sonrisa llena de promesas. Aceptaría esa copa de vino bajo la luz de las estrellas, y quizás un paseo por los jardines cuando Dadou ya estuviese durmiendo.
Sabía que no estaba allí por gusto, que la razón por la que había vuelto era porque estaba obligado a hacerlo. No paseaba con nosotras porque así lo hubiese elegido, sino porque nuestras madres se habían empecinado en casarnos. Más, ¿acaso no estaba yo también allí por obligación? Quizás una parte de mí sí, esa parte que se negaba a aceptar algo que yo no había elegido, pero conforme iban pasando los minutos a su lado, era mi propia voluntad la que decidía pasar más tiempo con él.
Me giré de nuevo para confirmar si Dadou había tomado su supuesto atajo, y al corroborar mis sospechas, reduje el trote del caballo para darle tiempo a llegar antes. No tardaríamos ambas en llegar a aquella preciosa cala escondida entre un frondoso bosque; un lugar que visitaba casi todos los días para poder pasear y pensar sin nadie que me molestase, y que por ende solía llevar bastante a mi hija.
Pasaron unos minutos hasta que me los encontré en la playa, unos minutos que se me habían hecho eternos al no sentirlo cerca de mí. Negué con la cabeza ante tales pensamientos, y llegando hasta donde ellos estaban, desmonté de mi caballo para ponerme a la altura de Annibal, que también había desmontado. Dadou parecía encantada con la montura de mi prometido, y decidí dejarla disfrutar un poco más.
- ¿Le apetece disfrutar de un paseo por la playa mientras mi hija cansa a su caballo, o su caballo la cansa a ella? Daría lo que fuese porque hoy se durmiese pronto.- sonreí acercándome un poco a él, tratando de guardar el hacha de guerra, al menos de momento. El estar alejada de mis padres me relajaba, era como si pudiésemos actuar como nosotros mismos, poder decirnos de verdad lo que pensábamos, sin tener que mantener las apariencias provocadas por ojos indiscretos.- La próxima vez no tendréis tanta suerte en la carrera.
Le guiñé un ojo divertida, y quitándome los zapatos, me aproximé hacia la orilla, esperando que él me acompañase. No sabía que tenía, no entendía porque su cercanía me era necesaria, pero desde luego empezaba a pensar que mi madre tampoco había elegido tan mal.
Tessa Leduc- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 06/09/2016
Localización : París
Re: Un compromiso lleno de falsas verdades (Privado) (+18)
Mi madre se giraba constantemente, asegurando las distancias, creyendo que no le daríamos alcance. Su mirada rebosaba felicidad y mostraba esa sonrisa que hacía tanto que no veía. ¿Estaba contenta por poder hacer una carrera, o por el hecho de que fuese su prometido el que nos acompañaba? Había en ella algo distinto, no estaba tan tensa como los días anteriores ni siquiera como aquella mañana, y me alegraba verla así.
No tardamos en coger el atajo que le había indicado a Annibal, ese que no fallaba y que cada vez que lo había tomado me había declarado vencedora. Esta vez no iba a ser distinto, y espoleando a Guerra dirigí su trote fuera del camino trazado. Un camino rodeado de frondosos árboles y altas malezas que sin duda nos permitiría acortar distancias.
- Espero que mi madre después nos dé nuestro premio por ganarle la carrera. A mí siempre me da unas natillas.- apunté divertida mientras giraba el rostro para mirar a Annibal.- ¿A ti te gustan las natillas?
Minutos después llegamos a la playa, y como había previsto mi madre tardó todavía unos minutos en llegar. Se acercó a nosotros y desmontó para situarse junto a Annibal; si no fuese porque era mi madre hubiese jurado que se conocían de antes. Parecía que el paseo le había sentado bien, y su rostro estaba más relajado. Incluso ahora parecía que no lo odiaba.
-Síiii...¿puedo seguir montando?- le pregunté a Annibal haciéndole caritas para que me dejase montar por la playa mientras ellos paseaban.
No tardamos en coger el atajo que le había indicado a Annibal, ese que no fallaba y que cada vez que lo había tomado me había declarado vencedora. Esta vez no iba a ser distinto, y espoleando a Guerra dirigí su trote fuera del camino trazado. Un camino rodeado de frondosos árboles y altas malezas que sin duda nos permitiría acortar distancias.
- Espero que mi madre después nos dé nuestro premio por ganarle la carrera. A mí siempre me da unas natillas.- apunté divertida mientras giraba el rostro para mirar a Annibal.- ¿A ti te gustan las natillas?
Minutos después llegamos a la playa, y como había previsto mi madre tardó todavía unos minutos en llegar. Se acercó a nosotros y desmontó para situarse junto a Annibal; si no fuese porque era mi madre hubiese jurado que se conocían de antes. Parecía que el paseo le había sentado bien, y su rostro estaba más relajado. Incluso ahora parecía que no lo odiaba.
-Síiii...¿puedo seguir montando?- le pregunté a Annibal haciéndole caritas para que me dejase montar por la playa mientras ellos paseaban.
Dadou Leduc- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 07/09/2016
Localización : Paris
Re: Un compromiso lleno de falsas verdades (Privado) (+18)
Llegamos frente a una pequeña cala, de aguas cristalinas y azuladas, la arena fina se escurría entre mis botas con suma facilidad, hundiendo ligeramente mis pasos en ella.
Hundí mis ojos en la bella dama que pronto se convertiría en mi esposa, esta que ahora, lejos de sus padres se me antojaba mas tranquila. Su sonrisa no se borraba, algo extraño teniendo en cuenta que ambos estábamos allí obligados.
Admito que en cierto modo, desde que la conocí la idea de desposarla iba cobrando sentido, no era en absoluto lo que había imaginado, y si Dadou era el peor de los problemas que esa mujer acarreaba, la verdad es que poco o nada me importaban.
Aun así teníamos mucho de l oque hablar, no había aceptado la copa al anochecer, mas quizás mientras la niña montaba por la playa podríamos conversar de aquellas cosas que le preocupaban y que del mismo modo a mi también me perturbaban.
-Claro -le dije situándome a su lado antes de emprender nuestro paseo.
Un silbido hizo que la montura nos siguiera de cerca, lo suficiente para que la pequeña no se perdiera y bastante lejos para que nuestra conversación fuera lo mas privada posible.
-No le voy a engañar, sabe que he venido hasta aquí porque mi madre así me lo ha impuesto.
Hace poco mi padre falleció y yo tome su lugar, llenándome de obligaciones.
Mi madre esta cansada, tiene ganas de poder llorar en paz la muerte de mi padre, y yo estoy tan enfrascado en proteger mis tierras, en cuidar de las fronteras de mis bosques, que admito no tengo tiempo para encargarme del día a día de mi gente.
Ahí es donde tu, como mi esposa entrarías, sustituirías a mi madre y velarías por nuestra gente mientras yo permanezco ausente.
Sonreí de medio lado al ver como me escuchaba atenta, creo que había empezado por el motivo por el que había ido hasta allí, pero quizás ella esperaba otro tipo de palabras.
-Por supuesto no os faltara nada, tendréis lo que deseéis, eso si, mi vida es el bosque, la ciudad quedará relegada a pequeños momentos, escapadas que podamos tener.
Tampoco me niego a que compréis aquí vuestra propia mansión para en épocas de paz poder veniros a visitar a vuestra familia, no quiero ataros a mi, pero si que entendáis que esto es un compromiso y que yo soy el alfa, siempre mi palabra es la ultima y siempre mi palabra sera la ley.
Lleve mi mano hasta la suya para acariciar con suavidad su palma.
-¿Quiero escuchar lo que necesitáis?, ¿quiero saber si ese tipo de vida salvaje os cuadra?¿quiero saber vuestras inquietudes? ¿vuestras peticiones?
Tenemos mucho que negociar ambos si queremos complacer a nuestros padres y a su vez llegar en algún momento a ser una pareja bien avenida ¿no creéis mi señora?
Hubiera preferido hablar de “negocios” con una buena copa de vino, pero ya que no aceptáis, tendrá que ser en este paraje idílico, que para que mentir invita mas a darse a un baño, reír y disfrutar..que ha hablar...
Hundí mis ojos en la bella dama que pronto se convertiría en mi esposa, esta que ahora, lejos de sus padres se me antojaba mas tranquila. Su sonrisa no se borraba, algo extraño teniendo en cuenta que ambos estábamos allí obligados.
Admito que en cierto modo, desde que la conocí la idea de desposarla iba cobrando sentido, no era en absoluto lo que había imaginado, y si Dadou era el peor de los problemas que esa mujer acarreaba, la verdad es que poco o nada me importaban.
Aun así teníamos mucho de l oque hablar, no había aceptado la copa al anochecer, mas quizás mientras la niña montaba por la playa podríamos conversar de aquellas cosas que le preocupaban y que del mismo modo a mi también me perturbaban.
-Claro -le dije situándome a su lado antes de emprender nuestro paseo.
Un silbido hizo que la montura nos siguiera de cerca, lo suficiente para que la pequeña no se perdiera y bastante lejos para que nuestra conversación fuera lo mas privada posible.
-No le voy a engañar, sabe que he venido hasta aquí porque mi madre así me lo ha impuesto.
Hace poco mi padre falleció y yo tome su lugar, llenándome de obligaciones.
Mi madre esta cansada, tiene ganas de poder llorar en paz la muerte de mi padre, y yo estoy tan enfrascado en proteger mis tierras, en cuidar de las fronteras de mis bosques, que admito no tengo tiempo para encargarme del día a día de mi gente.
Ahí es donde tu, como mi esposa entrarías, sustituirías a mi madre y velarías por nuestra gente mientras yo permanezco ausente.
Sonreí de medio lado al ver como me escuchaba atenta, creo que había empezado por el motivo por el que había ido hasta allí, pero quizás ella esperaba otro tipo de palabras.
-Por supuesto no os faltara nada, tendréis lo que deseéis, eso si, mi vida es el bosque, la ciudad quedará relegada a pequeños momentos, escapadas que podamos tener.
Tampoco me niego a que compréis aquí vuestra propia mansión para en épocas de paz poder veniros a visitar a vuestra familia, no quiero ataros a mi, pero si que entendáis que esto es un compromiso y que yo soy el alfa, siempre mi palabra es la ultima y siempre mi palabra sera la ley.
Lleve mi mano hasta la suya para acariciar con suavidad su palma.
-¿Quiero escuchar lo que necesitáis?, ¿quiero saber si ese tipo de vida salvaje os cuadra?¿quiero saber vuestras inquietudes? ¿vuestras peticiones?
Tenemos mucho que negociar ambos si queremos complacer a nuestros padres y a su vez llegar en algún momento a ser una pareja bien avenida ¿no creéis mi señora?
Hubiera preferido hablar de “negocios” con una buena copa de vino, pero ya que no aceptáis, tendrá que ser en este paraje idílico, que para que mentir invita mas a darse a un baño, reír y disfrutar..que ha hablar...
Sköll Dasan- Licántropo Clase Alta
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Fecha de inscripción : 06/09/2016
Re: Un compromiso lleno de falsas verdades (Privado) (+18)
Annibal no dudó en ponerse a mi lado para pasear por aquella preciosa playa de aguas transparentes que invitaba al baño, mientras su obediente caballo nos seguía tranquilamente con mi hija sobre su montura. Me giré varias veces para comprobar que Dadou se mantenía entretenida acariciando las crines de aquel noble corcel, y asegurándome así que nuestra conversación sería privada.
Sabía que teníamos mucho de lo que hablar, y quizás también que discutir. ¿Pero me estaba oyendo? ¿En que momento mi plan había pasado de arruinar aquel primer contacto a tratar de llegar a un acuerdo? Y lo peor de todo es que sentía la necesidad de pasear con él de la mano; quizás fuese por el romántico paisaje, quizás por el deseo de sentir de nuevo el tacto de su mano rozando la mía o simplemente, que la carrera a caballo había nublado mi juicio por completo.
Escuché atentamente cada una de sus palabras; no quería interrumpirle, necesitaba comprender que era lo que le empujaba estar allí, aunque ya sabía de antemano que ninguno estábamos por gusto, o quizás una parte sí, pero que si no nos hubiesen obligado no estaríamos hablando de compromisos en esos momentos.
- Siento mucho lo de su padre, le prometo que no sabía nada. Desde que me enteré de que nos obligaban en este compromiso, tampoco es que me haya informado mucho acerca de vos y su familia. Lo lamento.- susurré mirándole a los ojos; ahora me sentía mal, tenía que haber conocido su historia, la razón de sus actos; debería saber todo de él.- No tengo problema en vivir en otro lugar que no sea la ciudad, me gusta la naturaleza; adoro salir a cabalgar por la playa o por los bosques cuando siento que me ahogo en mi casa, más no sé si sería capaz de hacer lo que me pide. Nunca ha dependido de mí una responsabilidad tan grande como velar por un pueblo.
De pronto me dí cuenta que me imaginaba una vida a su lado, que era capaz de imaginarme como su esposa, compartiendo nuestro día a día, compartiendo las responsabilidades de las que hablaba. Negué con la cabeza pensando que me estaba volviendo loca. No lo conocía, y sin embargo me estaba ganando con cada una de sus palabras, y con esa mirada tan penetrante que llegaba a intimidarme. Con eso de alfa, ¿a qué se refería? ¿era el jefe de su ejército o algo así?
Cuando comenzó a acariciar mi mano mis pensamientos se desvanecieron; mis dudas, mi prejuicio por el que antes de conocerlo ya lo había rechazado...todo se evaporó con la calidez de su contacto.
- Primero le voy a pedir que me tutee; si vos lo hacéis, también lo haré yo.- sonreí con inocencia buscando su mirada cómplice.- Realmente no es complacer a mis padres lo que más deseo; lo que realmente quiero es compartir mi vida con alguien que me quiera por como soy, que me haga sentir plena y feliz; que quiera a Dadou como a su propia hija.- sabía que esto era complicado. Le estaba exigiendo unos sentimientos que ninguno albergábamos, al menos de momento.- No he aceptado ni rechazado esa copa, solo me dejo llevar, sin hacer planes, esperando que llegue el momento en que surja tomarnosla bajo la luz de las estrellas.
Sonreí con picardía mientras sopesaba sus palabras. Mi madre me mataría, mi padre lo mataría a él...pero nos lo íbamos a pasar en grande.
Me giré a Dadou con esa sonrisa divertida que a ella tanto le gustaba.
- Dadou, ¿te apetece darte un baño?.- pregunté sabiendo que no tardaría en desnudarse y meterse en el agua. Entonces lo busqué a él con la mirada, esta vez quitándole importancia a los temas que debíamos tratar y dejándonos llevar por aquel momento de tranquilidad.- ¿Y vos? ¿Os atrevéis a daros un baño con nosotras?
Mis ojos lo decían todo; le estaba retando a pasar un rato de diversión en el agua. Sin prejuicios, sin responsabilidades, solo nosotros; solo dos personas que se conocen por obligación, y que quizás ya estaban predestinadas. Deshice el lazo de mi corsé quedándome solo con la camisola que llevaba debajo; quitándome después la falda del vestido, que cayó sobre la arena ante la expectante mirada de Annibal que parecía no haber visto una mujer en braguitas en la vida. Le sonreí por última vez, y salí corriendo detrás de Dadou que ya chapoteaba en el agua.
Sabía que teníamos mucho de lo que hablar, y quizás también que discutir. ¿Pero me estaba oyendo? ¿En que momento mi plan había pasado de arruinar aquel primer contacto a tratar de llegar a un acuerdo? Y lo peor de todo es que sentía la necesidad de pasear con él de la mano; quizás fuese por el romántico paisaje, quizás por el deseo de sentir de nuevo el tacto de su mano rozando la mía o simplemente, que la carrera a caballo había nublado mi juicio por completo.
Escuché atentamente cada una de sus palabras; no quería interrumpirle, necesitaba comprender que era lo que le empujaba estar allí, aunque ya sabía de antemano que ninguno estábamos por gusto, o quizás una parte sí, pero que si no nos hubiesen obligado no estaríamos hablando de compromisos en esos momentos.
- Siento mucho lo de su padre, le prometo que no sabía nada. Desde que me enteré de que nos obligaban en este compromiso, tampoco es que me haya informado mucho acerca de vos y su familia. Lo lamento.- susurré mirándole a los ojos; ahora me sentía mal, tenía que haber conocido su historia, la razón de sus actos; debería saber todo de él.- No tengo problema en vivir en otro lugar que no sea la ciudad, me gusta la naturaleza; adoro salir a cabalgar por la playa o por los bosques cuando siento que me ahogo en mi casa, más no sé si sería capaz de hacer lo que me pide. Nunca ha dependido de mí una responsabilidad tan grande como velar por un pueblo.
De pronto me dí cuenta que me imaginaba una vida a su lado, que era capaz de imaginarme como su esposa, compartiendo nuestro día a día, compartiendo las responsabilidades de las que hablaba. Negué con la cabeza pensando que me estaba volviendo loca. No lo conocía, y sin embargo me estaba ganando con cada una de sus palabras, y con esa mirada tan penetrante que llegaba a intimidarme. Con eso de alfa, ¿a qué se refería? ¿era el jefe de su ejército o algo así?
Cuando comenzó a acariciar mi mano mis pensamientos se desvanecieron; mis dudas, mi prejuicio por el que antes de conocerlo ya lo había rechazado...todo se evaporó con la calidez de su contacto.
- Primero le voy a pedir que me tutee; si vos lo hacéis, también lo haré yo.- sonreí con inocencia buscando su mirada cómplice.- Realmente no es complacer a mis padres lo que más deseo; lo que realmente quiero es compartir mi vida con alguien que me quiera por como soy, que me haga sentir plena y feliz; que quiera a Dadou como a su propia hija.- sabía que esto era complicado. Le estaba exigiendo unos sentimientos que ninguno albergábamos, al menos de momento.- No he aceptado ni rechazado esa copa, solo me dejo llevar, sin hacer planes, esperando que llegue el momento en que surja tomarnosla bajo la luz de las estrellas.
Sonreí con picardía mientras sopesaba sus palabras. Mi madre me mataría, mi padre lo mataría a él...pero nos lo íbamos a pasar en grande.
Me giré a Dadou con esa sonrisa divertida que a ella tanto le gustaba.
- Dadou, ¿te apetece darte un baño?.- pregunté sabiendo que no tardaría en desnudarse y meterse en el agua. Entonces lo busqué a él con la mirada, esta vez quitándole importancia a los temas que debíamos tratar y dejándonos llevar por aquel momento de tranquilidad.- ¿Y vos? ¿Os atrevéis a daros un baño con nosotras?
Mis ojos lo decían todo; le estaba retando a pasar un rato de diversión en el agua. Sin prejuicios, sin responsabilidades, solo nosotros; solo dos personas que se conocen por obligación, y que quizás ya estaban predestinadas. Deshice el lazo de mi corsé quedándome solo con la camisola que llevaba debajo; quitándome después la falda del vestido, que cayó sobre la arena ante la expectante mirada de Annibal que parecía no haber visto una mujer en braguitas en la vida. Le sonreí por última vez, y salí corriendo detrás de Dadou que ya chapoteaba en el agua.
Tessa Leduc- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 06/09/2016
Localización : París
Re: Un compromiso lleno de falsas verdades (Privado) (+18)
Annibal aceptó el paseo con mi madre, dejándome seguir montando a su caballo, que lo seguía como si de un perrito faldero se tratase. ¿Me regalaría un corcel como ese si se casaba con mi madre? Yo también quería una caballo que me siguiese si le silbaba, era fantástico.
Ellos se mantenían alejados unos pasos por delante, hablando sin parar mientras se profesaban curiosas miradas y la sonrisa no se marchaba de sus labios, manteniendo una distancia que de vez en cuando disminuía, como si los dos deseasen tocarse. ¿De verdad que no se conocían ya de antes? Pues no lo parecía. Nunca había visto a mi madre tan relajada, tan a gusto con otro hombre que no fuese mi abuelo. Quizás mi abuela tuviese razón y no hacían tan mala pareja como mi madre se pensaba; de hecho quedaban muy bien juntos.
Cuando pasé un rato sin poder escuchar lo que se decían y mi curiosidad comenzó a contrariarme, traté de relajarme acariciando las crines de aquel bello animal sobre el que montaba. Por mi parte el prometido de mi madre me parecía buen tipo, además que su caballo era genial, y si se casaba con ella podría montarlo más a menudo; al final todos salíamos ganando.
De pronto se pararon, Annibal le cogió a mi madre de la mano, mi madre sonrió, y yo me quedé embobada. ¿Iría a ponerse de rodillas como en los cuentos de princesas?
Pero no, seguían hablando cuando mi madre se giró a mí y sorprendiéndome de nuevo me propuso un baño.
Riendo a carcajadas salté del caballo, quitándome la ropa a cada paso que daba hacia la orilla, dejando un camino de prendas que luego tendría que recoger, mientras observaba como mi madre se desnudaba despacio ante la atenta mirada de Annibal, que parecía confundido por nuestros actos. ¿Es que en España no se bañaban en el mar?
Entré corriendo y tirándome de cabeza en cuanto el agua rozó mis pies, esperando con impaciencia que mi madre y Annibal entrasen a disfrutar de aquel refrescante baño vespertino.
Ellos se mantenían alejados unos pasos por delante, hablando sin parar mientras se profesaban curiosas miradas y la sonrisa no se marchaba de sus labios, manteniendo una distancia que de vez en cuando disminuía, como si los dos deseasen tocarse. ¿De verdad que no se conocían ya de antes? Pues no lo parecía. Nunca había visto a mi madre tan relajada, tan a gusto con otro hombre que no fuese mi abuelo. Quizás mi abuela tuviese razón y no hacían tan mala pareja como mi madre se pensaba; de hecho quedaban muy bien juntos.
Cuando pasé un rato sin poder escuchar lo que se decían y mi curiosidad comenzó a contrariarme, traté de relajarme acariciando las crines de aquel bello animal sobre el que montaba. Por mi parte el prometido de mi madre me parecía buen tipo, además que su caballo era genial, y si se casaba con ella podría montarlo más a menudo; al final todos salíamos ganando.
De pronto se pararon, Annibal le cogió a mi madre de la mano, mi madre sonrió, y yo me quedé embobada. ¿Iría a ponerse de rodillas como en los cuentos de princesas?
Pero no, seguían hablando cuando mi madre se giró a mí y sorprendiéndome de nuevo me propuso un baño.
Riendo a carcajadas salté del caballo, quitándome la ropa a cada paso que daba hacia la orilla, dejando un camino de prendas que luego tendría que recoger, mientras observaba como mi madre se desnudaba despacio ante la atenta mirada de Annibal, que parecía confundido por nuestros actos. ¿Es que en España no se bañaban en el mar?
Entré corriendo y tirándome de cabeza en cuanto el agua rozó mis pies, esperando con impaciencia que mi madre y Annibal entrasen a disfrutar de aquel refrescante baño vespertino.
Dadou Leduc- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 07/09/2016
Localización : Paris
Re: Un compromiso lleno de falsas verdades (Privado) (+18)
Hundí mis ojos en los ajenos mientras esta me narraba lo que esperaba de nuestro compromiso, no había una sola palabra en la que no estuviera de acuerdo, su voz sonaba melodiosa y pronto me di cuenta de que mis ojos habían bailado innumerables veces hasta sus labios, creo que era obvio que algo me impulsaba de un modo u otro a orillarme hacia su piel, a probar aquellos labios por los que sentía una necesidad imperiosa de besar, de acariciar.
Fue entonces cuando esta cambio de tema, invito a la pequeña aun baño, oportunidad que esta no desaprovecho corriendo rauda tras dar un salto de mi montura hacia el mar.
Eso si, dejo un reguero de ropa tirado por el suelo, que como si fuera un mapa pirata, marcaban el punto exacto del tesoro.
Su madre no fue menos impetuosa, frente a mis ojos se deshizo de la falda y del corseé dejando solo una camisa blanca que le cubría hasta medio muslo antes de perderse entre risas entre las gélidas aguas de aquel mar en calma.
Sonreí de medio lado aceptando el reto propuesto, me deshice de los pantalones, de la camisola, y con los calzoncillos corrí hacia el mar, hundiéndome en el de cabeza.
Bucee en aquellas aguas cristalinas, observando los bancos de peces que numerosos y de distintos colores copaban aquella cala.
Era un lugar mágico, idílico, quizás embriagado por aquel ambiente que rebosaba paz, mis ganas de conocerla aumentaron.
Emergí frente a ella, clavando mis ojso en los ajenos, esos ojos verdes mar que poco a poco iban apresandome en ellos.
Mas pronto mi mirada bajo hasta sus pechos, esos que bajo la camisola se clareaban, mi respiración se agito frente a su cuerpo, mis labios se entreabrieron dejando escapar la ronca respiración a través de ellos.
Aunque lo peor fue como mi hombría se alzo sedienta de aquello que durante mas de un mes no había probado.
Creo que Tessa fue consciente de mi estado, pues mis ojos amarilleaban por momentos frente a aquella semidesnudez que me estaba volviendo loco.
-Lo siento -musite acercándome un poco mas a ella. Me moría por tocarla, por besarla, por hacerla mía en esa playa.
Pronto Dadou emergió de las aguas logrando que mis ojos se apartaran de ambas, mas no por ello levándose mis ganas.
Me sumergí de nuevo buscando en aquellas aguas una templanza ya perdida, una razón que no encontraba, estaba excitado, demasiado
Fue entonces cuando esta cambio de tema, invito a la pequeña aun baño, oportunidad que esta no desaprovecho corriendo rauda tras dar un salto de mi montura hacia el mar.
Eso si, dejo un reguero de ropa tirado por el suelo, que como si fuera un mapa pirata, marcaban el punto exacto del tesoro.
Su madre no fue menos impetuosa, frente a mis ojos se deshizo de la falda y del corseé dejando solo una camisa blanca que le cubría hasta medio muslo antes de perderse entre risas entre las gélidas aguas de aquel mar en calma.
Sonreí de medio lado aceptando el reto propuesto, me deshice de los pantalones, de la camisola, y con los calzoncillos corrí hacia el mar, hundiéndome en el de cabeza.
Bucee en aquellas aguas cristalinas, observando los bancos de peces que numerosos y de distintos colores copaban aquella cala.
Era un lugar mágico, idílico, quizás embriagado por aquel ambiente que rebosaba paz, mis ganas de conocerla aumentaron.
Emergí frente a ella, clavando mis ojso en los ajenos, esos ojos verdes mar que poco a poco iban apresandome en ellos.
Mas pronto mi mirada bajo hasta sus pechos, esos que bajo la camisola se clareaban, mi respiración se agito frente a su cuerpo, mis labios se entreabrieron dejando escapar la ronca respiración a través de ellos.
Aunque lo peor fue como mi hombría se alzo sedienta de aquello que durante mas de un mes no había probado.
Creo que Tessa fue consciente de mi estado, pues mis ojos amarilleaban por momentos frente a aquella semidesnudez que me estaba volviendo loco.
-Lo siento -musite acercándome un poco mas a ella. Me moría por tocarla, por besarla, por hacerla mía en esa playa.
Pronto Dadou emergió de las aguas logrando que mis ojos se apartaran de ambas, mas no por ello levándose mis ganas.
Me sumergí de nuevo buscando en aquellas aguas una templanza ya perdida, una razón que no encontraba, estaba excitado, demasiado
Sköll Dasan- Licántropo Clase Alta
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Fecha de inscripción : 06/09/2016
Re: Un compromiso lleno de falsas verdades (Privado) (+18)
Observé con curiosidad desde el agua, sumergida hasta la cintura mientras Dadou nadaba a mi alrededor, como Annibal sonreía de medio lado quitándose la ropa, admirando ese musculoso cuerpo cincelado; deslizando primero sus pantalones por sus piernas, quedándose tan solo en calzoncillos, y luego dejando al descubierto un perfecto tórax que haría suspirar a cualquier mujer. ¿Cómo era posible que no estuviese todavía casado?
Seguramente en España las damas se pelearían por él, no solo por su físico que sin duda era impactante, sino por su forma de ser; era cortés, educado...y tenía ese algo, ese magnetismo que atraía sin razón, ese toque que lo diferenciaba de cualquier otro hombre que había conocido.
Disfruté al verlo zambullirse de cabeza en las frías aguas que nos cubrían, aquellas que me erizaban la piel y que me provocaban cierto tiriteo mientras mi hija disfrutaba como si el frío no fuese con ella. Su sombra se dibujaba bajo el agua mientras se acercaba a mí, mientras venía en mi búsqueda. Una cálida sonrisa se dibujó en mis labios cuando lo vi emerger frente a mí; envidiando las gotas que resbalaban por sus labios, envidiando el agua que todavía resbalaba por su cuello de regreso hacia el mar.
Entre abrí los labios ante esa visión tan embriagadora, tan excitante y masculina, algo que jamás había sentido hasta ahora, no hasta que lo había conocido. Cruzamos nuestras cómplices miradas que parecían querer decirse más que lo que nuestras bocas estaban dispuestas a confesar. Más de pronto, su mirada se desvió inconscientemente a la transparencia de mi pecho, a esa que le provocaba una palpable excitación, a esa que provocaba un sonido ronco en su garganta, y que a mí me satisfacía de forma irracional.
Pero no fue su mirada la única traicionera, pues la mía se desvió curiosa por cada parte de su anatomía, recorriendo mis ojos cada detalle que su cuerpo desnudo me ofrecía, desde su deseable cuello bajando por sus musculosos pectorales, por su abdomen endurecido, y de pronto, se clavaron en esa protuberancia en sus calzones que se podía percibir incluso bajo el agua.
Busqué su mirada, sonrojada por lo descubierto, por haberle estado observando de esa forma, por desear su cuerpo pegado al mío, por desear sus manos acariciando mi cintura, cuando escuché una sincera disculpa por su parte. ¿Por qué lo sentía? ¿Acaso no quería desearme? Más nuestras miradas no se desviaron ni un ápice, su cuerpo se acercaba al mío en lo que parecía ser nuestro primer acercamiento, un paso hacia delante en ese contacto que yo necesitaba de él; pero entonces apareció Dadou buscando ser partícipe de nuestra compañía, y Annibal pareció retroceder, desapareciendo de nuevo entre las olas que me dejaban vacía. Sonreí sabiendo que su excitación lo incomodaba delante de mi hija, y que necesitaba relajarse.
- ¿Por qué no sales ya y juegas un poco en la arena? El agua esta muy fría y si te resfrías no podrás montar mañana a Guerra.- le sonreí a mi hija tratando de darle un poco de espacio a Annibal para que se calmase. Dadou obedeció sin poner muchas pegas, y observando como salía hacia la orilla con facilidad, nadé varios metros hacia mi prometido, que parecía ausente mirando hacia la profundidad del mar. No tardaría en oscurecer y el baño no podía demorarse en demasía.
- ¿Ahora entiendes por qué prefiero dejarme llevar en lugar de planear?- susurré con dulzura al situarme a su lado, rozando mi mano con la suya; buscando esa calidez que había sentido varias veces a lo largo de la tarde y que se me hacía necesaria a cada minuto que pasaba. Me estremecí por la brisa marina que comenzaba a soplar, haciéndome tiritar incluso estando a su lado.- Voy a salir ya, me está dando frío...quizás luego podamos dar ese paseo por el jardín, o taparnos con una manta y observar las estrellas.
Me puse puntillas y le di un suave beso en la mejilla antes de marcharme, buscando su mirada, esperando no haber sido muy atrevida con ese gesto de cariño; pero es que Annibal me hacía sentirme así, me hacía sentirme diferente; sin miedos, sin dudas ¿Qué tendría aquel hombre que me hacía perder los sentidos?
Seguramente en España las damas se pelearían por él, no solo por su físico que sin duda era impactante, sino por su forma de ser; era cortés, educado...y tenía ese algo, ese magnetismo que atraía sin razón, ese toque que lo diferenciaba de cualquier otro hombre que había conocido.
Disfruté al verlo zambullirse de cabeza en las frías aguas que nos cubrían, aquellas que me erizaban la piel y que me provocaban cierto tiriteo mientras mi hija disfrutaba como si el frío no fuese con ella. Su sombra se dibujaba bajo el agua mientras se acercaba a mí, mientras venía en mi búsqueda. Una cálida sonrisa se dibujó en mis labios cuando lo vi emerger frente a mí; envidiando las gotas que resbalaban por sus labios, envidiando el agua que todavía resbalaba por su cuello de regreso hacia el mar.
Entre abrí los labios ante esa visión tan embriagadora, tan excitante y masculina, algo que jamás había sentido hasta ahora, no hasta que lo había conocido. Cruzamos nuestras cómplices miradas que parecían querer decirse más que lo que nuestras bocas estaban dispuestas a confesar. Más de pronto, su mirada se desvió inconscientemente a la transparencia de mi pecho, a esa que le provocaba una palpable excitación, a esa que provocaba un sonido ronco en su garganta, y que a mí me satisfacía de forma irracional.
Pero no fue su mirada la única traicionera, pues la mía se desvió curiosa por cada parte de su anatomía, recorriendo mis ojos cada detalle que su cuerpo desnudo me ofrecía, desde su deseable cuello bajando por sus musculosos pectorales, por su abdomen endurecido, y de pronto, se clavaron en esa protuberancia en sus calzones que se podía percibir incluso bajo el agua.
Busqué su mirada, sonrojada por lo descubierto, por haberle estado observando de esa forma, por desear su cuerpo pegado al mío, por desear sus manos acariciando mi cintura, cuando escuché una sincera disculpa por su parte. ¿Por qué lo sentía? ¿Acaso no quería desearme? Más nuestras miradas no se desviaron ni un ápice, su cuerpo se acercaba al mío en lo que parecía ser nuestro primer acercamiento, un paso hacia delante en ese contacto que yo necesitaba de él; pero entonces apareció Dadou buscando ser partícipe de nuestra compañía, y Annibal pareció retroceder, desapareciendo de nuevo entre las olas que me dejaban vacía. Sonreí sabiendo que su excitación lo incomodaba delante de mi hija, y que necesitaba relajarse.
- ¿Por qué no sales ya y juegas un poco en la arena? El agua esta muy fría y si te resfrías no podrás montar mañana a Guerra.- le sonreí a mi hija tratando de darle un poco de espacio a Annibal para que se calmase. Dadou obedeció sin poner muchas pegas, y observando como salía hacia la orilla con facilidad, nadé varios metros hacia mi prometido, que parecía ausente mirando hacia la profundidad del mar. No tardaría en oscurecer y el baño no podía demorarse en demasía.
- ¿Ahora entiendes por qué prefiero dejarme llevar en lugar de planear?- susurré con dulzura al situarme a su lado, rozando mi mano con la suya; buscando esa calidez que había sentido varias veces a lo largo de la tarde y que se me hacía necesaria a cada minuto que pasaba. Me estremecí por la brisa marina que comenzaba a soplar, haciéndome tiritar incluso estando a su lado.- Voy a salir ya, me está dando frío...quizás luego podamos dar ese paseo por el jardín, o taparnos con una manta y observar las estrellas.
Me puse puntillas y le di un suave beso en la mejilla antes de marcharme, buscando su mirada, esperando no haber sido muy atrevida con ese gesto de cariño; pero es que Annibal me hacía sentirme así, me hacía sentirme diferente; sin miedos, sin dudas ¿Qué tendría aquel hombre que me hacía perder los sentidos?
Tessa Leduc- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 06/09/2016
Localización : París
Re: Un compromiso lleno de falsas verdades (Privado) (+18)
Mi madre no tardó en unirse a mí en el agua, salpicándonos ambas como tantas veces hacíamos, disfrutando con las olas que nos mojaban y nos hacían gritar entre risas por lo fría que estaba el agua.
Miré cono Annibal decidía unirse a nosotras, y como mi madre parecía ahora más pendiente de él que de nuestro juego; así que decidí nadar y seguir jugando yo contra las olas mientras él acudía a nuestro encuentro.
Estuve saltando las olas, zambulléndome por debajo cuando rompían frente a mí, aprovechando de ese rato de diversión y locura que mi madre de una forma u otra siempre me concedía. Me gustaba divertirme con mi madre, estar con ella, siempre buscaba la forma de cometer alguna locura que desquiciara a mis abuelos y que para nosotras supusiera la diversión más absoluta.
Desvié mi mirada hacia ella preguntándome que hacía, y para mi sorpresa Annibal ya había llegado a nuestro encuentro.
Ambos se miraban de forma extraña, sin hablarse ¿Estarían enfadados? Aunque no se gritaban, solo se miraban, se acercaban poco a poco el uno al otro. Actuaban de una forma muy extraña, y decidí acercarme no fuese que mi madre lo espantase y me quedase sin el caballo.
- ¿Queréis que hagamos una carrera nadando hasta las rocas?- propuse con una sonrisa al llegar a ellos, mirándolos a los dos a los ojos sin llegar a comprender que les ocurría, pues Annibal salió nadando hacía el lado contrario, y yo miré a mi madre pensando que habían discutido, sin embargo una extraña sonrisa se dibujaba en sus labios observando a Annibal marcharse. Dirigí la vista a uno y a otro varias veces, tratando de comprender algo que se me escapaba. Los adultos eran muy raros en ocasiones.
- Me salgo, pero otro día volvemos por la mañana para que pueda jugar con Annibal, ¿vale?- negocié con mi madre antes de dirigirme a la orilla, para jugar un poco en la arena, ensuciándome como jamás me dejaría hacer mi abuela, pero que con mi madre mi secreto estaba a salvo. Ella se acercó a Annibal, seguramente para decirle que se salía, y desvié de nuevo la vista hacia mi castillo de arena.
Miré cono Annibal decidía unirse a nosotras, y como mi madre parecía ahora más pendiente de él que de nuestro juego; así que decidí nadar y seguir jugando yo contra las olas mientras él acudía a nuestro encuentro.
Estuve saltando las olas, zambulléndome por debajo cuando rompían frente a mí, aprovechando de ese rato de diversión y locura que mi madre de una forma u otra siempre me concedía. Me gustaba divertirme con mi madre, estar con ella, siempre buscaba la forma de cometer alguna locura que desquiciara a mis abuelos y que para nosotras supusiera la diversión más absoluta.
Desvié mi mirada hacia ella preguntándome que hacía, y para mi sorpresa Annibal ya había llegado a nuestro encuentro.
Ambos se miraban de forma extraña, sin hablarse ¿Estarían enfadados? Aunque no se gritaban, solo se miraban, se acercaban poco a poco el uno al otro. Actuaban de una forma muy extraña, y decidí acercarme no fuese que mi madre lo espantase y me quedase sin el caballo.
- ¿Queréis que hagamos una carrera nadando hasta las rocas?- propuse con una sonrisa al llegar a ellos, mirándolos a los dos a los ojos sin llegar a comprender que les ocurría, pues Annibal salió nadando hacía el lado contrario, y yo miré a mi madre pensando que habían discutido, sin embargo una extraña sonrisa se dibujaba en sus labios observando a Annibal marcharse. Dirigí la vista a uno y a otro varias veces, tratando de comprender algo que se me escapaba. Los adultos eran muy raros en ocasiones.
- Me salgo, pero otro día volvemos por la mañana para que pueda jugar con Annibal, ¿vale?- negocié con mi madre antes de dirigirme a la orilla, para jugar un poco en la arena, ensuciándome como jamás me dejaría hacer mi abuela, pero que con mi madre mi secreto estaba a salvo. Ella se acercó a Annibal, seguramente para decirle que se salía, y desvié de nuevo la vista hacia mi castillo de arena.
Dadou Leduc- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 07/09/2016
Localización : Paris
Re: Un compromiso lleno de falsas verdades (Privado) (+18)
Observé como la pequeña salia del agua divertida, mientras sus vivos ojos me buscaban para dedicarme una sincera sonrisa.
Su madre no tardo en acercarse a mi, creo que consciente de mi “problemilla” había enviado a la niña fuera, seguro que había pensado de mi que era un depravado o algo parecido, y mas con los antecedentes que la pobre acarreaba a sus espaldas.
Por suerte sus palabras sonaban dulces, comprensivas, se acerco con una sonrisa, creo que por una parte se sentía complacida de saber que la deseaba, que de un modo u otro su piel me orillaba a encontrarme de frente con ella y para que mentir, sus carnosos labios entreabiertos se me antojaban el lugar perfecto para finalizar el día.
Labios que rompieron mis pensamientos cuando se posaron en mi mejilla ofreciéndome la calidez que posiblemente no merecía.
Llevaba todo el viaje pensando como frustrar este intento de matrimonio, como hacer para que ella declinara mi propuesta, y sin embargo ahora me sentía motivado frente a la idea de hacerla mía cada noche, de jurarle amor eterno y de intentar formar con ella una manada, una familia en la que por supuesto Dadou estaría.
Tras relajarme lo suficiente como para que mi hombría volviera a su tamaño normal salí del agua acompañando así a las dos mujeres que me acompañaban, la noche estaba cerniéndose sobre nosotros y era sin duda el momento de regresar a casa.
Deposité la capa de pieles sobre los hombros de mi futura esposa con delicadeza mientras nuestros ojos bailaban de frente inspeccionándonos temerosos.
Era una mujer bella, su aliento ,con un vaho blanquecino se encontraba contra mi boca, que del mismo modo lo acogía con deseo con los labios entreabiertos.
Mis dedos recorrieron las pieles acomodándolas sobre sus hombros antes de abajar la vista hasta el broche para engarzarlo con tino.
-Así no pasaras frio -apunté elevando mi mirada para penetrarla en la suya con saña -aceptaras esa copa, podremos hablar o por ende estas muy cansada.
Se que vuestros padres ya han dispuesto una habitación para mi, así que podemos si así lo preferís pasear mañana por los jardines.
Dadou, ya sobre mi corcel esperaba animada la vuelta a casa, así que de nuevo me separé sin respuesta de los labios de su madre paras de un salto subir tras la pequeña, a la que cubrí con mis brazos.
Sonreí de medio lado la escuchar que mi cuerpo estaba muy caliente, su madre su ruborizo, mas era cierto, no solo caliente por lo mucho que esa dama me ponía, si no por mi condición sobrenatural y lo cercana que la luna llena estaba de coronar el firmamento.
La vuelta a casa, fue como la llegada, rápida, salvaje entre risas de unos y de otros, admito que la velada había resultado prometedora y aunque añoraba algo de tiempo a solas con ella, la presencia de Dadou me resultaba divertida.
Su madre no tardo en acercarse a mi, creo que consciente de mi “problemilla” había enviado a la niña fuera, seguro que había pensado de mi que era un depravado o algo parecido, y mas con los antecedentes que la pobre acarreaba a sus espaldas.
Por suerte sus palabras sonaban dulces, comprensivas, se acerco con una sonrisa, creo que por una parte se sentía complacida de saber que la deseaba, que de un modo u otro su piel me orillaba a encontrarme de frente con ella y para que mentir, sus carnosos labios entreabiertos se me antojaban el lugar perfecto para finalizar el día.
Labios que rompieron mis pensamientos cuando se posaron en mi mejilla ofreciéndome la calidez que posiblemente no merecía.
Llevaba todo el viaje pensando como frustrar este intento de matrimonio, como hacer para que ella declinara mi propuesta, y sin embargo ahora me sentía motivado frente a la idea de hacerla mía cada noche, de jurarle amor eterno y de intentar formar con ella una manada, una familia en la que por supuesto Dadou estaría.
Tras relajarme lo suficiente como para que mi hombría volviera a su tamaño normal salí del agua acompañando así a las dos mujeres que me acompañaban, la noche estaba cerniéndose sobre nosotros y era sin duda el momento de regresar a casa.
Deposité la capa de pieles sobre los hombros de mi futura esposa con delicadeza mientras nuestros ojos bailaban de frente inspeccionándonos temerosos.
Era una mujer bella, su aliento ,con un vaho blanquecino se encontraba contra mi boca, que del mismo modo lo acogía con deseo con los labios entreabiertos.
Mis dedos recorrieron las pieles acomodándolas sobre sus hombros antes de abajar la vista hasta el broche para engarzarlo con tino.
-Así no pasaras frio -apunté elevando mi mirada para penetrarla en la suya con saña -aceptaras esa copa, podremos hablar o por ende estas muy cansada.
Se que vuestros padres ya han dispuesto una habitación para mi, así que podemos si así lo preferís pasear mañana por los jardines.
Dadou, ya sobre mi corcel esperaba animada la vuelta a casa, así que de nuevo me separé sin respuesta de los labios de su madre paras de un salto subir tras la pequeña, a la que cubrí con mis brazos.
Sonreí de medio lado la escuchar que mi cuerpo estaba muy caliente, su madre su ruborizo, mas era cierto, no solo caliente por lo mucho que esa dama me ponía, si no por mi condición sobrenatural y lo cercana que la luna llena estaba de coronar el firmamento.
La vuelta a casa, fue como la llegada, rápida, salvaje entre risas de unos y de otros, admito que la velada había resultado prometedora y aunque añoraba algo de tiempo a solas con ella, la presencia de Dadou me resultaba divertida.
Sköll Dasan- Licántropo Clase Alta
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