AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Compromiso con la bestia [Privado]
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Compromiso con la bestia [Privado]
Es la peor sensación: cuando tienes que esperar y armarte de valor para la mentira
Gillian Flynn
Estar en aquella mansión esperando conocer a su joven prometida era lo último que Konrad había esperado hacer en su vida. Sentado en aquel enorme recibidor con las escaleras del segundo piso a su espalda y hablando de algunos asuntos triviales con el hombre que sería su futuro suegro frente a él, se cuestionaba cómo es que termino creyendo que aquella idea era la más apropiada.
Había dado con aquel hombre después de una búsqueda de años, de investigar tantas pistas falsas que le era imposible contarlas todas y sobre todo, tras mucho tiempo de dolor e ira acumulados; solo para que una vez que verdaderamente dio con el paradero de quien se atrevió a salvar a la pequeña asesina, Konrad ideara un plan para acercarse a él y convencerle (a base de mentiras) de que una unión con su “hija” sería algo de lo que no se arrepentiría jamás. Aquel plan estaba fundamentado de principio a fin en un engaño que llevaba como misión, hacer la vida de la joven un inferno en la tierra. Bien sabía Konrad que su matrimonio sería únicamente una farsa, una manera de tener acceso a la joven aquella que durante su nacimiento, le arranco al Zhivago la verdadera mujer a la que se prometió amaría por siempre; pero irónicamente la hija de su gran amor llevaba su mismo nombre, Yvonne y aunque guardaba aquel nombre con gran apreció, debería aprender a pronunciarlo no con el cariño de antes, sino con el odio de quien planea destruir a la persona que lo posee.
Hasta esos momentos, el odio que sentía por dentro no parecía existir ante los ojos de todos los que le trataban . Konrad se limitaba a hablar de lo emocionado que estaba de poder conocer a su prometida y si bien eso no era completamente una mentira, la emoción que presentaba a otros era de saber que pronto ella estaría en su poder y una vez que fuesen marido y mujer, no existiría nadie que pudiera salvarle. Su suegro por su parte no terminaba de alabarle, de decirle que no se arrepentiría de volverse parte de la familia una vez que viese a su hija; pobre hombre, engañado por Konrad hasta el punto de creer que sería el salvador de la princesa cuando únicamente sería el verdugo. Zhivago mantenía una animada platica, sin poder contener realmente los deseos de ver a la heredera prusiana hacer su acto de presencia. ¿Cómo sería ella? ¿Se parecería a su madre? ¿Heredaría la manera de ser de la reina? Se cuestiono aquello muchas veces antes de llegar a aquel punto, pero las preguntas que pudiera tener respecto a ella, pronto tendrían una respuesta.
El ambiente entre los dos hombres se mantuvo un buen rato, siendo los ojos de su suegro los que delataran que su prometida estaba a punto de aparecer. Cuando el hombre se puso de pie y comenzó a dar un sermón de bienvenida a la joven, Konrad se levanto del lugar donde se había mantenido sentado y se giro para contemplar a una bella joven de mirada inocente que bajaba por las escaleras. La heredera prusiana era físicamente parecida a su madre aunque quizás más bella, aún así, el enorme parecido físico y el que llevara el mismo nombre, no le alejaban de ser vista a ojos del Zhivago como una asesina.
– La espera para conocer a tan bella mujer ha valido por completo la pena – mencionó a su suegro, mientras que su mirada se posaba sobre la joven y una sonrisa burlesca aparecía en sus labios.
Gillian Flynn
Estar en aquella mansión esperando conocer a su joven prometida era lo último que Konrad había esperado hacer en su vida. Sentado en aquel enorme recibidor con las escaleras del segundo piso a su espalda y hablando de algunos asuntos triviales con el hombre que sería su futuro suegro frente a él, se cuestionaba cómo es que termino creyendo que aquella idea era la más apropiada.
Había dado con aquel hombre después de una búsqueda de años, de investigar tantas pistas falsas que le era imposible contarlas todas y sobre todo, tras mucho tiempo de dolor e ira acumulados; solo para que una vez que verdaderamente dio con el paradero de quien se atrevió a salvar a la pequeña asesina, Konrad ideara un plan para acercarse a él y convencerle (a base de mentiras) de que una unión con su “hija” sería algo de lo que no se arrepentiría jamás. Aquel plan estaba fundamentado de principio a fin en un engaño que llevaba como misión, hacer la vida de la joven un inferno en la tierra. Bien sabía Konrad que su matrimonio sería únicamente una farsa, una manera de tener acceso a la joven aquella que durante su nacimiento, le arranco al Zhivago la verdadera mujer a la que se prometió amaría por siempre; pero irónicamente la hija de su gran amor llevaba su mismo nombre, Yvonne y aunque guardaba aquel nombre con gran apreció, debería aprender a pronunciarlo no con el cariño de antes, sino con el odio de quien planea destruir a la persona que lo posee.
Hasta esos momentos, el odio que sentía por dentro no parecía existir ante los ojos de todos los que le trataban . Konrad se limitaba a hablar de lo emocionado que estaba de poder conocer a su prometida y si bien eso no era completamente una mentira, la emoción que presentaba a otros era de saber que pronto ella estaría en su poder y una vez que fuesen marido y mujer, no existiría nadie que pudiera salvarle. Su suegro por su parte no terminaba de alabarle, de decirle que no se arrepentiría de volverse parte de la familia una vez que viese a su hija; pobre hombre, engañado por Konrad hasta el punto de creer que sería el salvador de la princesa cuando únicamente sería el verdugo. Zhivago mantenía una animada platica, sin poder contener realmente los deseos de ver a la heredera prusiana hacer su acto de presencia. ¿Cómo sería ella? ¿Se parecería a su madre? ¿Heredaría la manera de ser de la reina? Se cuestiono aquello muchas veces antes de llegar a aquel punto, pero las preguntas que pudiera tener respecto a ella, pronto tendrían una respuesta.
El ambiente entre los dos hombres se mantuvo un buen rato, siendo los ojos de su suegro los que delataran que su prometida estaba a punto de aparecer. Cuando el hombre se puso de pie y comenzó a dar un sermón de bienvenida a la joven, Konrad se levanto del lugar donde se había mantenido sentado y se giro para contemplar a una bella joven de mirada inocente que bajaba por las escaleras. La heredera prusiana era físicamente parecida a su madre aunque quizás más bella, aún así, el enorme parecido físico y el que llevara el mismo nombre, no le alejaban de ser vista a ojos del Zhivago como una asesina.
– La espera para conocer a tan bella mujer ha valido por completo la pena – mencionó a su suegro, mientras que su mirada se posaba sobre la joven y una sonrisa burlesca aparecía en sus labios.
Konrad Zhivago- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 03/07/2013
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Re: Compromiso con la bestia [Privado]
- ¿Y cómo es? – Preguntó a la doncella que le había acercado el vestido que debía ponerse, - no lo sé señorita… un hombre, un caballero… - Yvonne arqueó su ceja izquierda, en una expresión de incredulidad – pero bueno Melina, no puede ser que no hayas encontrado en él algo que sea loable, vives ponderando la belleza de los caballeros que ves en las reuniones que hace padre las veces que viene a Paris… y ahora me dices que ni siquiera te has fijado en él… o aunque mas no fuera escuchado su voz… definitivamente… no te creo – se exaspero mientras intentaba sonsacar información, sobre el hombre que estaba con su padre.
Se dejó desnudar, para luego sumergirse en la tina, suspiró al sentir como el líquido lamia su cuerpo. El agua caliente provocó que su piel se erizara, no pudo apartar de sus pensamientos aquellos ojos que contemplara en la tarde, cuando se dispuso a pasear por los jardines de su mansión. Caminando por los pequeños y románticos caminitos trazados por un arquitecto urbanista, pudo contemplar la imagen de un hombre que parado junto a la puerta cristalera, contemplaba el amplio jardín de la propiedad. No necesitó que le dijeran de quien se trataba, bien lo sabía, pero estaba prohibido que él la viera antes que su padre los presentara formalmente, por eso se había mantenido oculta, contemplándolo. Por eso, no necesitaba que nadie le dijera como era físicamente aquel hombre. No sentía culpa alguna por haberse quedado un rato largo contemplándole, ni embelesado al escuchar su voz, al fin de cuentas estaba en su derecho, su padre había concertado un casamiento sin consultarle, y con un hombre al que no conocía. Pero que según le dijera, su padre, lo conocía de los misteriosos años en que viviera en la corte del rey de Prusia. Con sus manos jugó con la espuma que se había formado en el agua, - ¿porque mi padre habla tan poco de esa época? – se preguntó, pero bien sabía que no existía respuesta alguna, en ese tema, él se convertía en una tumba.
Cuando terminó de bañarse, se vistió, con un delicado traje de terciopelo verde, un ajustado corsé mostraba sus generosos atributos, mínima cintura, y el escote remarcaba sus generosos pechos y la blanca piel que se vislumbraba allí, donde el vestido terminaba. Se contempló al espejo, mientras la joven doncella cepillaba su larga melena rubia. Sentada frente al tocador, había pedido que la peinara con un complicado recogido, pues deseaba poder lucir su esbelto y delgado cuello. Unos delicados pendientes de oro y diamantes terminaban el aderezo y los chapines del mismo color del vestido lograban convertirla en una mujer extremadamente elegante y misteriosa, a más de su belleza natural.
Cuando estuvo lista, se levantó del asiento frente al espejo y giró varias veces, de un lado hacia el otro para contemplarse, - ¿qué te parece? Estoy lo suficientemente presentable para que mi… - se detuvo, un revuelo de mariposas la asaltó a la altura del estómago. Si, era muy consiente que, ese hombre que esperaba conocerla y que seguramente estaría conversando amenamente con su padre, era su prometido, su futuro esposo, -… mi… esposo… - sonrió ruborizándose.
Pronto se dispuso a bajar las escaleras, despaciosamente, delicada, como si se tratase de una reina, con una sonrisa enigmática en su rostro de porcelana y la mirada presta, buscando la ajena, deseaba poder distinguir el alma de aquel caballero, con solo contemplar su mirada. Cuando apenas le faltaban unos pocos escalones para llegar al salón, el hombre que le daba la espalda se levantó, imitando a su padre, para luego girarse, buscando él también su mirada.
La sonrisa burlona, los ojos chispeantes, provocaron que, Yvonne, se ruborizara, podía sentir como de cierta forma era desnudada por aquella mirada, quiso decir algo, un mínimo saludo, pero no pudo, se quedó muda, sosteniendo la mirada y sintiendo que el rubor se expandía desde su pecho hacia su rostro.
Se dejó desnudar, para luego sumergirse en la tina, suspiró al sentir como el líquido lamia su cuerpo. El agua caliente provocó que su piel se erizara, no pudo apartar de sus pensamientos aquellos ojos que contemplara en la tarde, cuando se dispuso a pasear por los jardines de su mansión. Caminando por los pequeños y románticos caminitos trazados por un arquitecto urbanista, pudo contemplar la imagen de un hombre que parado junto a la puerta cristalera, contemplaba el amplio jardín de la propiedad. No necesitó que le dijeran de quien se trataba, bien lo sabía, pero estaba prohibido que él la viera antes que su padre los presentara formalmente, por eso se había mantenido oculta, contemplándolo. Por eso, no necesitaba que nadie le dijera como era físicamente aquel hombre. No sentía culpa alguna por haberse quedado un rato largo contemplándole, ni embelesado al escuchar su voz, al fin de cuentas estaba en su derecho, su padre había concertado un casamiento sin consultarle, y con un hombre al que no conocía. Pero que según le dijera, su padre, lo conocía de los misteriosos años en que viviera en la corte del rey de Prusia. Con sus manos jugó con la espuma que se había formado en el agua, - ¿porque mi padre habla tan poco de esa época? – se preguntó, pero bien sabía que no existía respuesta alguna, en ese tema, él se convertía en una tumba.
Cuando terminó de bañarse, se vistió, con un delicado traje de terciopelo verde, un ajustado corsé mostraba sus generosos atributos, mínima cintura, y el escote remarcaba sus generosos pechos y la blanca piel que se vislumbraba allí, donde el vestido terminaba. Se contempló al espejo, mientras la joven doncella cepillaba su larga melena rubia. Sentada frente al tocador, había pedido que la peinara con un complicado recogido, pues deseaba poder lucir su esbelto y delgado cuello. Unos delicados pendientes de oro y diamantes terminaban el aderezo y los chapines del mismo color del vestido lograban convertirla en una mujer extremadamente elegante y misteriosa, a más de su belleza natural.
Cuando estuvo lista, se levantó del asiento frente al espejo y giró varias veces, de un lado hacia el otro para contemplarse, - ¿qué te parece? Estoy lo suficientemente presentable para que mi… - se detuvo, un revuelo de mariposas la asaltó a la altura del estómago. Si, era muy consiente que, ese hombre que esperaba conocerla y que seguramente estaría conversando amenamente con su padre, era su prometido, su futuro esposo, -… mi… esposo… - sonrió ruborizándose.
Pronto se dispuso a bajar las escaleras, despaciosamente, delicada, como si se tratase de una reina, con una sonrisa enigmática en su rostro de porcelana y la mirada presta, buscando la ajena, deseaba poder distinguir el alma de aquel caballero, con solo contemplar su mirada. Cuando apenas le faltaban unos pocos escalones para llegar al salón, el hombre que le daba la espalda se levantó, imitando a su padre, para luego girarse, buscando él también su mirada.
La sonrisa burlona, los ojos chispeantes, provocaron que, Yvonne, se ruborizara, podía sentir como de cierta forma era desnudada por aquella mirada, quiso decir algo, un mínimo saludo, pero no pudo, se quedó muda, sosteniendo la mirada y sintiendo que el rubor se expandía desde su pecho hacia su rostro.
Keera Lee- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 01/03/2014
Edad : 242
Localización : Paris
Re: Compromiso con la bestia [Privado]
Según mis previsiones, ya tendrá tiempo de llorar; de ahora en adelante será su principal diversión.
Emily Brontë
No era capaz de mentirse a si mismo, ya que en el primer momento en que sus ojos se toparon con la figura femenina que descendía por las escaleras enfundada en aquel hermoso vestido verde, se quedo sin aliento. Konrad había regresado a un pasado que deseaba vengar, uno donde la reina Yvonne le miraba con la misma inocencia que aquella joven lo hacía; el parecido de hecho era tan impresionante que el Zhivago incluso llego a pensar que estaba en un sueño e incluso se planteo la idea de haber muerto y encontrarse directamente con el espíritu de la reina prusiana; sin embargo, las palabras que escuchaba de su futuro suegro le aseguraban que estaba más vivo que nunca y que era necesario que dejara de observar a su futura prometida como si ella perteneciera al pasado. La joven que también respondía al nombre de Yvonne era hermosa pero eso no quitaba de los pensamientos de Konrad que en el fondo fuera una asesina.
Una sonrisa burlona fue entonces lo único que pudo dedicarle, junto a unas palabras que elogiaban su belleza; lo único que quizás Konrad podría llegar a valorar de ella. Era en cierto sentido una enorme desventaja que ella se pareciera a su madre pero el Zhivago había cerrado su puerta al amor con la muerte de la reina, así que creía imposible que alguien como aquella ingenua chiquilla pudiera hacerle cambiar de opinión sobre sus planes de hacerle la vida a un infierno, tanto a ella como a todos aquellos que alguna vez se atrevieron a hacerle algo a él o la fallecida reina.
Con velocidad, el padre de la joven Yvonne se acerco hasta las escaleras y tomando de la mano a su hija, la escolto hasta quedar frente a Konrad, quien con descaro termino por tomar la mano de su joven prometida y deposito en ella un beso que marcaría el inicio del sufrimiento para aquella inocente alma que se topaba con el hombre más sediento de venganza que pudiera existir en París.
– Konrad Zhivago, tu prometido – No pensaba permitir ninguna clase de perdida de tiempo en la presentación que su futuro suegro planeara hacer – y me veo en la necesidad de decirle que he esperado mucho por este momento. Conocer a la mujer perfecta para ser mi creí que sería imposible, ahora me doy cuenta de que esperaba por usted – de su boca brotaron aquellas palabras, pero en su mente, carecían completamente de sentido. Konrad estaba actuando su papel de una manera impresionante, diciendo todo lo que se esperaba de un caballero deseoso de contraer nupcias con la mujer que sería la madre de sus hijos. Desafortunadamente para Yvonne aquel no sería el caso, ella únicamente era un peón en el enorme tablero que el Zhivago había dispuesto para su venganza.
Los ojos del caballero no se despegaron ni un segundo de la abochornada joven, quien hasta eso momentos no había mencionado palabra alguna y bien podía mantener Konrad el contacto visual con ella toda la noche, sin embargo un carraspeo por parte de su suegro le recordó que debía soltar la mano de la joven y fue precisamente eso lo que hizo antes de dirigir la mirada al hombre que muy pronto llamaría suegro.
– Zhivago, ahora que finalmente has visto a mi hija quiero que tengas en claro que no te llevas a cualquier jovencita – los ojos del hombre que criara a Yvonne como su propia hija, se posaron en la figura femenina – Ella es más valiosa de lo que podrías imaginarte – ante esas palabras, el Zhivago se rió internamente. Claro que sabía lo valiosa que ella era; si alguien lo sabía era precisamente y por eso no necesitaba que nadie se lo recordase.
Emily Brontë
No era capaz de mentirse a si mismo, ya que en el primer momento en que sus ojos se toparon con la figura femenina que descendía por las escaleras enfundada en aquel hermoso vestido verde, se quedo sin aliento. Konrad había regresado a un pasado que deseaba vengar, uno donde la reina Yvonne le miraba con la misma inocencia que aquella joven lo hacía; el parecido de hecho era tan impresionante que el Zhivago incluso llego a pensar que estaba en un sueño e incluso se planteo la idea de haber muerto y encontrarse directamente con el espíritu de la reina prusiana; sin embargo, las palabras que escuchaba de su futuro suegro le aseguraban que estaba más vivo que nunca y que era necesario que dejara de observar a su futura prometida como si ella perteneciera al pasado. La joven que también respondía al nombre de Yvonne era hermosa pero eso no quitaba de los pensamientos de Konrad que en el fondo fuera una asesina.
Una sonrisa burlona fue entonces lo único que pudo dedicarle, junto a unas palabras que elogiaban su belleza; lo único que quizás Konrad podría llegar a valorar de ella. Era en cierto sentido una enorme desventaja que ella se pareciera a su madre pero el Zhivago había cerrado su puerta al amor con la muerte de la reina, así que creía imposible que alguien como aquella ingenua chiquilla pudiera hacerle cambiar de opinión sobre sus planes de hacerle la vida a un infierno, tanto a ella como a todos aquellos que alguna vez se atrevieron a hacerle algo a él o la fallecida reina.
Con velocidad, el padre de la joven Yvonne se acerco hasta las escaleras y tomando de la mano a su hija, la escolto hasta quedar frente a Konrad, quien con descaro termino por tomar la mano de su joven prometida y deposito en ella un beso que marcaría el inicio del sufrimiento para aquella inocente alma que se topaba con el hombre más sediento de venganza que pudiera existir en París.
– Konrad Zhivago, tu prometido – No pensaba permitir ninguna clase de perdida de tiempo en la presentación que su futuro suegro planeara hacer – y me veo en la necesidad de decirle que he esperado mucho por este momento. Conocer a la mujer perfecta para ser mi creí que sería imposible, ahora me doy cuenta de que esperaba por usted – de su boca brotaron aquellas palabras, pero en su mente, carecían completamente de sentido. Konrad estaba actuando su papel de una manera impresionante, diciendo todo lo que se esperaba de un caballero deseoso de contraer nupcias con la mujer que sería la madre de sus hijos. Desafortunadamente para Yvonne aquel no sería el caso, ella únicamente era un peón en el enorme tablero que el Zhivago había dispuesto para su venganza.
Los ojos del caballero no se despegaron ni un segundo de la abochornada joven, quien hasta eso momentos no había mencionado palabra alguna y bien podía mantener Konrad el contacto visual con ella toda la noche, sin embargo un carraspeo por parte de su suegro le recordó que debía soltar la mano de la joven y fue precisamente eso lo que hizo antes de dirigir la mirada al hombre que muy pronto llamaría suegro.
– Zhivago, ahora que finalmente has visto a mi hija quiero que tengas en claro que no te llevas a cualquier jovencita – los ojos del hombre que criara a Yvonne como su propia hija, se posaron en la figura femenina – Ella es más valiosa de lo que podrías imaginarte – ante esas palabras, el Zhivago se rió internamente. Claro que sabía lo valiosa que ella era; si alguien lo sabía era precisamente y por eso no necesitaba que nadie se lo recordase.
Konrad Zhivago- Humano Clase Alta
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Re: Compromiso con la bestia [Privado]
Aquel hombre la siguió contemplando como si pudiera ver a través de ella, llegar a su corazón y besar, no su mano, sino su espíritu. Sus labios formaron una dulce sonrisa, - encantada de conocerlo… Señor Zhivago – dijo en un tono de voz que pareció una caricia dedicada sólo a él, - me gustaría llamarte Konrad – caviló, pero aquellas palabras no salieron de sus labios, solo las pensó, además, era la presentación formal y la joven sabía muy bien cómo debía comportarse por el protocolo.
Volvió a ruborizarse ante la insistencia del caballero en sostener su mano, aun después de haberla besado de forma galante. Aquella mirada, en la que por un segundo cambió, del burlón brillo a uno cargado de amor y devoción, la hicieron temblar y amarlo desde ese mismo segundo. Aunque recién se conocieran, sentía que poseían una conexión, más profunda que la misma vida.
Cuando su padre rompió el hechizo en el que habían caído, ella se sintió vacía, en especial, en el momento en que Konrad, soltó su mano, un frio mortal la fue rodeando, cuanto más se alejaba él de la joven. Hubiera deseado, pedirle que mantuviera aquel contacto, más se quedó callada, como las normas lo estipulaban, pero sin poder dejar de contemplarlo. Pronto su padre, continuó, alagando las cualidades de su hija, insistiendo en lo especia que era. Ese comentario, provocó que Konrad la volviera a observar de aquella manera picara y burlona.
Bajó la mirada y susurró algo a su padre, era una queja por decir esas tonterías, - papá, no soy más que una chica normal y corriente – levantó su mirada buscando la de su prometido, esperando que él dijera algo, que le respondiera que no era así, que para él, sería la mujer más hermosa, por el resto de su vida. Más no escuchó ningún comentario, solo una mirada que denotaba el aire burlón. Aquella manera de contemplarla, la desilusionó, - ¿acaso, mal interpreté su mirada amorosa? – sus ojos se entristecieron.
Llevó su mirada a la de su padre, sonrió con tristeza y pidió escusas, - padre, disculpe, pero no me siento del todo bien, creo que me vendría bien, salir a tomar un poco de aire – en verdad, el llanto le trepaba desde la garganta a los ojos, y desesperada, intentó no demostrar su frustración, ni sus miedos. Su padre se preocupó, pero ella logró hacerle comprender que necesitaba unos minutos para recuperarse, - tal vez , solo es el vestido un poco apretado – dijo sonriendo a su padre, y casi en un susurro, para que el invitado no escuchara. Su padre le acarició la mejilla y besó la frente, - mi niña, disculpa, a veces me olvido de lo frágil que eres – le susurró, antes de verla partir al jardín.
El padre de Yvonne, suspiró, antes de continuar, - disculpa, Konrad, es que tú no lo sabes, pero aquella joven que ves allí, casi murió apenas haber nació. Te juro que la creímos muerta, fue mi aliento el que logró revivirla, por eso la amo tanto… porque se la arrebaté a la muerte… aunque a… - el hombre carraspeó, al casi desvelar la identidad de la mujer que fuera madre de la niña – su madre, no pudimos salvarla -, dijo bajando la mirada y cerrando los puños, como si se maldijera por aquella perdida.
Yvonne, respiró más aliviada al quedar solas, caminó por la pequeña senda que dibujaba el jardín, iluminado por antorchas, se apoyó en el tronco de un añoso árbol y contempló las estrellas, - ¿acaso, no puedo soñar con un amor que sea puro y sincero? – susurró. Mientras las lágrimas rosaban sus mejillas encendidas, - quisiera poder amar con todo mi corazón, sabiendo que aquel a quien entregue mi alma, la cuidará y protegerá, hasta el día en que muera -, se tocó el centro del pecho, solo su padre sabía de la afección que tenía en su corazón, jamás le diría a su futuro esposo de ese mal, que la llevaría a la muerte, si alguna vez, quedaba embarazada.
Volvió a ruborizarse ante la insistencia del caballero en sostener su mano, aun después de haberla besado de forma galante. Aquella mirada, en la que por un segundo cambió, del burlón brillo a uno cargado de amor y devoción, la hicieron temblar y amarlo desde ese mismo segundo. Aunque recién se conocieran, sentía que poseían una conexión, más profunda que la misma vida.
Cuando su padre rompió el hechizo en el que habían caído, ella se sintió vacía, en especial, en el momento en que Konrad, soltó su mano, un frio mortal la fue rodeando, cuanto más se alejaba él de la joven. Hubiera deseado, pedirle que mantuviera aquel contacto, más se quedó callada, como las normas lo estipulaban, pero sin poder dejar de contemplarlo. Pronto su padre, continuó, alagando las cualidades de su hija, insistiendo en lo especia que era. Ese comentario, provocó que Konrad la volviera a observar de aquella manera picara y burlona.
Bajó la mirada y susurró algo a su padre, era una queja por decir esas tonterías, - papá, no soy más que una chica normal y corriente – levantó su mirada buscando la de su prometido, esperando que él dijera algo, que le respondiera que no era así, que para él, sería la mujer más hermosa, por el resto de su vida. Más no escuchó ningún comentario, solo una mirada que denotaba el aire burlón. Aquella manera de contemplarla, la desilusionó, - ¿acaso, mal interpreté su mirada amorosa? – sus ojos se entristecieron.
Llevó su mirada a la de su padre, sonrió con tristeza y pidió escusas, - padre, disculpe, pero no me siento del todo bien, creo que me vendría bien, salir a tomar un poco de aire – en verdad, el llanto le trepaba desde la garganta a los ojos, y desesperada, intentó no demostrar su frustración, ni sus miedos. Su padre se preocupó, pero ella logró hacerle comprender que necesitaba unos minutos para recuperarse, - tal vez , solo es el vestido un poco apretado – dijo sonriendo a su padre, y casi en un susurro, para que el invitado no escuchara. Su padre le acarició la mejilla y besó la frente, - mi niña, disculpa, a veces me olvido de lo frágil que eres – le susurró, antes de verla partir al jardín.
El padre de Yvonne, suspiró, antes de continuar, - disculpa, Konrad, es que tú no lo sabes, pero aquella joven que ves allí, casi murió apenas haber nació. Te juro que la creímos muerta, fue mi aliento el que logró revivirla, por eso la amo tanto… porque se la arrebaté a la muerte… aunque a… - el hombre carraspeó, al casi desvelar la identidad de la mujer que fuera madre de la niña – su madre, no pudimos salvarla -, dijo bajando la mirada y cerrando los puños, como si se maldijera por aquella perdida.
Yvonne, respiró más aliviada al quedar solas, caminó por la pequeña senda que dibujaba el jardín, iluminado por antorchas, se apoyó en el tronco de un añoso árbol y contempló las estrellas, - ¿acaso, no puedo soñar con un amor que sea puro y sincero? – susurró. Mientras las lágrimas rosaban sus mejillas encendidas, - quisiera poder amar con todo mi corazón, sabiendo que aquel a quien entregue mi alma, la cuidará y protegerá, hasta el día en que muera -, se tocó el centro del pecho, solo su padre sabía de la afección que tenía en su corazón, jamás le diría a su futuro esposo de ese mal, que la llevaría a la muerte, si alguna vez, quedaba embarazada.
Keera Lee- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 01/03/2014
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Localización : Paris
Re: Compromiso con la bestia [Privado]
No existe fuego ni lozanía capaz de competir con lo que un hombre atesora en el fantasmagórico mundo de su corazón.
Francis Scott Fitzgerald
Encantada. La joven que le presentaban tan ingenuamente como su prometida le aseguraba estar encantada de conocerle, pobre criatura que no sabía lo que le deparará el destino una vez que Konrad fuera su esposo.
– Yo soy quien se encuentra encantado de conocerte – su falsa sonrisa seguía en su rostro, mientras que su mente recorría lentamente el plan que tenía destinado para la joven Yvonne y si bien no era necesario que pensara una y otra vez las cosas que planeaba hacer, lo hacía por el hecho de que hasta la misma voz de la joven le recordaba a la mujer que antiguamente había amado y a quien jurará vengar, costara lo que costara.
El padre no tardo ni un segundo en comenzar en alabar las cualidades de su hija y una risa divertida se le escapo al Zhivago al ver como la fémina se sonrojaba y reprendía por lo bajo a su padre, y aunque parecía ser que ella prefería ser tratada como una mujer común y corriente, Konrad bien sabía que las mujeres disfrutaban de ser halagas.
– Puedo notar que tiene razón en eso, apenas es necesario mirar a su hija para ver lo especial que es – Demasiado especial, tanto que era absolutamente necesaria para destruir un reino entero pero sobre todo, destruir a un rey que le quito al Zhivago todo cuanto le importaba. Fue sin embargo la mirada que lanzara antes de esas palabras de alabanza las que hicieron que la muchacha se excusara unos segundos y se alejara de ambos hombres, dejando a Konrad intrigado por la mirada que el padre dirigía a la hija – ¿Le pasa algo? ¿Se encuentra bien? – Cuestiono como si fuera el hombre más preocupado del mundo y espero entonces a recibir una respuesta por parte del De Bailleux.
Una sombra de tristeza y desolación cubrió la mirada de Konrad, que siguió los pasos de la chiquilla hasta que desapareció de su vista. No era necesario que aquel hombre le dijera lo que se perdió en el momento en que Yvonne nació, él sabía muy bien lo que se había perdido. Escucho con cierto pesar que la muchacha había muerto durante un lapso de tiempo pero para él, ese no era el punto importante. Yvonne sobrevivió, creció y era una mujer feliz; la amada Yvonne de Konrad por el contrario, murió dando a luz aquella chiquilla y no existió nada que impidiera ese hecho.
– Al menos salvaste a la mujer que ahora será la luz de mis ojos – aseguró, dejando de lado la tristeza de una perdida que creía nunca podría superar. La verdadera luz de sus ojos abandono el mundo de los vivos cuando su prometía dio su primera respiración y eso era algo que nunca iba a perdonar – Permítame ver si mi prometida se encuentra bien – su sonrisa fue nuevamente falsamente bondadosa, siendo una sonrisa sincera y un asentimiento de cabeza lo que el padre de la De Bailleux le otorgo.
Konrad se apresuro entonces a seguir el camino por el que viera a su prometida andar, llegando pronto al jardín de aquella mansión. Una maldición salió de sus labios antes de comenzar a andar por la senda en busca de su prometida solo para que en el momento en que su mirada daba con ella, sus pasos se detuvieran al instante. La visión de la muchacha en la penumbra le evocaba el recuerdo de la madre de la joven cuando le esperaba para sus encuentros ilícitos.
– Yvonne – susurró aquel nombre con un amor infinito, pensando únicamente en la mujer que ya no existía más y a quien se juraba diariamente, vengaría.
Francis Scott Fitzgerald
Encantada. La joven que le presentaban tan ingenuamente como su prometida le aseguraba estar encantada de conocerle, pobre criatura que no sabía lo que le deparará el destino una vez que Konrad fuera su esposo.
– Yo soy quien se encuentra encantado de conocerte – su falsa sonrisa seguía en su rostro, mientras que su mente recorría lentamente el plan que tenía destinado para la joven Yvonne y si bien no era necesario que pensara una y otra vez las cosas que planeaba hacer, lo hacía por el hecho de que hasta la misma voz de la joven le recordaba a la mujer que antiguamente había amado y a quien jurará vengar, costara lo que costara.
El padre no tardo ni un segundo en comenzar en alabar las cualidades de su hija y una risa divertida se le escapo al Zhivago al ver como la fémina se sonrojaba y reprendía por lo bajo a su padre, y aunque parecía ser que ella prefería ser tratada como una mujer común y corriente, Konrad bien sabía que las mujeres disfrutaban de ser halagas.
– Puedo notar que tiene razón en eso, apenas es necesario mirar a su hija para ver lo especial que es – Demasiado especial, tanto que era absolutamente necesaria para destruir un reino entero pero sobre todo, destruir a un rey que le quito al Zhivago todo cuanto le importaba. Fue sin embargo la mirada que lanzara antes de esas palabras de alabanza las que hicieron que la muchacha se excusara unos segundos y se alejara de ambos hombres, dejando a Konrad intrigado por la mirada que el padre dirigía a la hija – ¿Le pasa algo? ¿Se encuentra bien? – Cuestiono como si fuera el hombre más preocupado del mundo y espero entonces a recibir una respuesta por parte del De Bailleux.
Una sombra de tristeza y desolación cubrió la mirada de Konrad, que siguió los pasos de la chiquilla hasta que desapareció de su vista. No era necesario que aquel hombre le dijera lo que se perdió en el momento en que Yvonne nació, él sabía muy bien lo que se había perdido. Escucho con cierto pesar que la muchacha había muerto durante un lapso de tiempo pero para él, ese no era el punto importante. Yvonne sobrevivió, creció y era una mujer feliz; la amada Yvonne de Konrad por el contrario, murió dando a luz aquella chiquilla y no existió nada que impidiera ese hecho.
– Al menos salvaste a la mujer que ahora será la luz de mis ojos – aseguró, dejando de lado la tristeza de una perdida que creía nunca podría superar. La verdadera luz de sus ojos abandono el mundo de los vivos cuando su prometía dio su primera respiración y eso era algo que nunca iba a perdonar – Permítame ver si mi prometida se encuentra bien – su sonrisa fue nuevamente falsamente bondadosa, siendo una sonrisa sincera y un asentimiento de cabeza lo que el padre de la De Bailleux le otorgo.
Konrad se apresuro entonces a seguir el camino por el que viera a su prometida andar, llegando pronto al jardín de aquella mansión. Una maldición salió de sus labios antes de comenzar a andar por la senda en busca de su prometida solo para que en el momento en que su mirada daba con ella, sus pasos se detuvieran al instante. La visión de la muchacha en la penumbra le evocaba el recuerdo de la madre de la joven cuando le esperaba para sus encuentros ilícitos.
– Yvonne – susurró aquel nombre con un amor infinito, pensando únicamente en la mujer que ya no existía más y a quien se juraba diariamente, vengaría.
Konrad Zhivago- Humano Clase Alta
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Re: Compromiso con la bestia [Privado]
Unos pasos acercándose a ella, la alertaron, no deseaba que nadie la viera tan débil, frágil, como un cristal. Rápidamente limpió sus lágrimas e intentó recomponer su rostro pálido aún por su falta de aire. Aquella tristeza que la invadía, tenía su origen en la sensación de saber que la vida se escapaba como la arena de entre sus dedos. Deseaba vivir, vivir por años, ser una buena esposa, demostrarle a ese hombre que no era una simple joven con una belleza extraña. No, ella deseaba que su relación se basara en la lealtad, en la verdad, y el amor. Más de su parte no podía ser sincera, debía ocultarle su inestable salud, y aquella necesidad de ser totalmente sincera con quien había decidido hacerla su esposa, la angustiaba hasta casi enfermarla aún más. Fuera como fuera, era imperativo que Konrad, no pudiera notar aquella tristeza, ni el desasosiego en su mirada, o en su sonrisa, esa que se mantenía inmóvil, levemente temblorosa, sostenida con la premura de una mentira que se intenta sostener a pesar de ser tan frágil de sobrevivir, como las pequeñas semillas en una flor de león.
Su nombre pronunciado en los labios de Konrad, tan dulce e inolvidable, como si en verdad la conociera de toda la vida, tal que si hubieran sido predestinados, en el cielo, para ser el refugio de uno para con el otro, desde el mismo día de su nacimiento, la hicieron romper en un llanto silencioso. Y aunque el caballero se acercaba, Yvonne se alejó aún más. Rodeó el árbol, sintiendo en la punta de sus dedos, la rugosidad de aquella corteza. Sonrió pensando que algo de eso tenía Konrad, - por fuera, parece cerril, áspero, como éste árbol… más mi nombre en sus labios parece tan dulce como la miel que atesora en sus frutos el bondadoso melocotón - la tristeza volvió a invadirla, - ¿puedo ser tan egoísta uniéndolo a mi destino… haciendo que cargue la enorme pena de no tener hijos… pues esa sería la única forma que existe para que mis días en la tierra sean un poco más extensos… ¿estaría él dispuesto a tal sacrificio? – Negó con un suave movimiento – no, no puedo… debería decirle a mi padre que posponga la boda… para siempre - su cuerpo tembló, ella deseaba ser una novia radiante, feliz, esperanzada en envejecer al lado de quien fuera el amor de su vida. Mas Yvonne, a penas conocía a Konrad y solo por las anécdotas que su padre le había contado desde niña. Ella no sabía si aquel hombre, podría amarla alguna vez, con todo su corazón. La joven siempre se destacó por su sensibilidad, la que le permitía saber cuándo una persona sentía lo que decía y en Konrad, en su mirada, pudo distinguir, curiosidad, diversión, sorpresa, desconcierto, pero ni una sola vez, los orbes del antiguo soldado, le demostraron amor, ese que debía existir en quien se convertiría en su futuro esposo, - no había amor… solo compromiso… ¿conveniencia? –
Cuando sintió que el sentimiento de tristeza, y el dolor en el pecho desaparecían. Yvonne se fue separando del árbol, acercándose al caballero. Sonrió con dulzura y sinceridad, - señor Zhivago… digo… Konrad – sus manos temblaron, aun así, sus pasos fueron firmes, - ¿me buscaba? – Dijo al llegar al lado de su invitado, - ¿le apetece que nos sentemos? En verdad desearía que me relatara sobre su vida… - sus ojos se posaron en los ajenos - usted, será mi marido… y quisiera conocer sus gustos… sus disgustos – se quedó en silencio, contemplándole, aquellos cabellos suavemente ondulados y entrecanos, la frente despejada con pequeñas líneas que marcaban el carácter del caballero, su mirada era mucho más fuerte y conquistadora que la de su padre o de cualquier hombre que hubiera conocido; su mandíbula bien marcada, junto con su nariz le proporcionaban armonía y carácter al rostro. Los labios de su prometido llamaron su atención y sus ojos se fijaron en su boca. Había sido por tan solo un segundo, pero en su cabeza, miles de preguntas la golpeaban como detonaciones de arcabuces, - ¿Cómo se sentiría el rose de sus labios en los míos? – ante esas preguntas silenciosas, el rubor trepó por su pecho, conquistando sus mejillas.
Su nombre pronunciado en los labios de Konrad, tan dulce e inolvidable, como si en verdad la conociera de toda la vida, tal que si hubieran sido predestinados, en el cielo, para ser el refugio de uno para con el otro, desde el mismo día de su nacimiento, la hicieron romper en un llanto silencioso. Y aunque el caballero se acercaba, Yvonne se alejó aún más. Rodeó el árbol, sintiendo en la punta de sus dedos, la rugosidad de aquella corteza. Sonrió pensando que algo de eso tenía Konrad, - por fuera, parece cerril, áspero, como éste árbol… más mi nombre en sus labios parece tan dulce como la miel que atesora en sus frutos el bondadoso melocotón - la tristeza volvió a invadirla, - ¿puedo ser tan egoísta uniéndolo a mi destino… haciendo que cargue la enorme pena de no tener hijos… pues esa sería la única forma que existe para que mis días en la tierra sean un poco más extensos… ¿estaría él dispuesto a tal sacrificio? – Negó con un suave movimiento – no, no puedo… debería decirle a mi padre que posponga la boda… para siempre - su cuerpo tembló, ella deseaba ser una novia radiante, feliz, esperanzada en envejecer al lado de quien fuera el amor de su vida. Mas Yvonne, a penas conocía a Konrad y solo por las anécdotas que su padre le había contado desde niña. Ella no sabía si aquel hombre, podría amarla alguna vez, con todo su corazón. La joven siempre se destacó por su sensibilidad, la que le permitía saber cuándo una persona sentía lo que decía y en Konrad, en su mirada, pudo distinguir, curiosidad, diversión, sorpresa, desconcierto, pero ni una sola vez, los orbes del antiguo soldado, le demostraron amor, ese que debía existir en quien se convertiría en su futuro esposo, - no había amor… solo compromiso… ¿conveniencia? –
Cuando sintió que el sentimiento de tristeza, y el dolor en el pecho desaparecían. Yvonne se fue separando del árbol, acercándose al caballero. Sonrió con dulzura y sinceridad, - señor Zhivago… digo… Konrad – sus manos temblaron, aun así, sus pasos fueron firmes, - ¿me buscaba? – Dijo al llegar al lado de su invitado, - ¿le apetece que nos sentemos? En verdad desearía que me relatara sobre su vida… - sus ojos se posaron en los ajenos - usted, será mi marido… y quisiera conocer sus gustos… sus disgustos – se quedó en silencio, contemplándole, aquellos cabellos suavemente ondulados y entrecanos, la frente despejada con pequeñas líneas que marcaban el carácter del caballero, su mirada era mucho más fuerte y conquistadora que la de su padre o de cualquier hombre que hubiera conocido; su mandíbula bien marcada, junto con su nariz le proporcionaban armonía y carácter al rostro. Los labios de su prometido llamaron su atención y sus ojos se fijaron en su boca. Había sido por tan solo un segundo, pero en su cabeza, miles de preguntas la golpeaban como detonaciones de arcabuces, - ¿Cómo se sentiría el rose de sus labios en los míos? – ante esas preguntas silenciosas, el rubor trepó por su pecho, conquistando sus mejillas.
Keera Lee- Humano Clase Alta
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Re: Compromiso con la bestia [Privado]
En la oscuridad que inundaba aquel jardín y con la ausencia de otra alma que no fuera la de ellos dos, Konrad sentía al mirar a la joven De Bailleux, estar nuevamente en uno de esos encuentros prohibidos con la madre de la muchacha. Zhivago amó como un demente a aquella mujer, había hecho todo cuanto ella pidió y lo hubiese hecho durante mucho tiempo si ella no hubiera pasado a una mejor vida, fue precisamente por esos recuerdos de la mujer que alguna vez amo, que el nombre salió de sus labios apenas de manera audible pero cargado de sentimientos de amor. Sus pies le guiaron sin darse cuenta en la dirección donde ella se encontraba y una sonrisa ligera apareció en sus labios, nuevamente se sentía joven y capaz de amar pero la evasión de Yvonne a su cercanía le regresó de manera abrupta al presente. Aquella mujer a la que seguía no era su Yvonne, ella era una impostora que arrebató a su madre y a Konrad la posibilidad de estar juntos.
Konrad aprovecho el que ella desaparecía de su vista para detener sus pasos. ¿Qué estaba haciendo? No podía dejarse engañar por ella pero era necesario admitir que el parecido con su madre era una desventaja para el Zhivago, quien buscaba mirarla y no evocar recuerdos placenteros de sus años cerca de la madre de la De Bailleux. Así pues, cuando Yvonne volvió a aparecer después de rodear aquel árbol, la sonrisa en los labios de Konrad se había desvanecido y al ver que ella comenzaba a andar en dirección a él, poniendo con cada paso una menor distancia entre ambos, comenzó a repetir la palabra asesina una y otra vez porque eso era Yvonne, una asesina con quien no debía tener compasión alguna.
– Yvonne – volvió a repetir el nombre, en esa ocasión como si se tratase de cualquier otro – Lo que pasa es que me he preocupado por la manera tan abrupta y repentina en la que nos abandonaste a tu padre y a mi. ¿Le he ofendido de alguna manera o se siente quizás mal por algo? – cuestiono a la joven que terminaba por llegar a su lado, mostrando una sonrisa sincera y bondadosa la cual recibió de respuesta la falsedad del Zhivago quien actuaba su papel tan bien como podía. Los ojos de ambos se encontraron de manera directa provocando que Konrad carraspeara antes de ofrecerle el brazo a la joven, en otro gesto de actuación de buen hombre y merecedor de su mano – Busquemos donde tomar asiento entonces y ahí conversaremos de todo cuanto desees – Evidentemente era imposible que Konrad fuese sincero con ella, pues se vería en la penosa necesidad de mentir prácticamente en todo lo que le dijera a su futura esposa todo por el bien de su venganza.
Una vez que Yvonne le tomó del brazo y comenzaron a andar, Konrad trato de no prestar atención a la manera en que ella le miraba, diciéndose a si mismo que aquello era simple curiosidad por parte de la muchacha tal y como ya se lo había expresado ella. Anduvieron por el jardín en silencio, hasta que encontraron una pequeña banquita en la que amablemente Konrad le ofreció que tomara asiento para después, sentarse él a su lado.
– Bien Yvonne, te seré sincero y diré que soy un hombre demasiado aburrido que no tiene mucho para contar a una joven encantadora como tu – su voz fingía una alegría que en realidad no sentía – Aunque confesare que mi mayor gusto en la vida es poder pasar lo que me reste de ella al lado de una mujer hermosa – y dicho eso la observo, esperando a ver la reacción de su prometida.
Konrad aprovecho el que ella desaparecía de su vista para detener sus pasos. ¿Qué estaba haciendo? No podía dejarse engañar por ella pero era necesario admitir que el parecido con su madre era una desventaja para el Zhivago, quien buscaba mirarla y no evocar recuerdos placenteros de sus años cerca de la madre de la De Bailleux. Así pues, cuando Yvonne volvió a aparecer después de rodear aquel árbol, la sonrisa en los labios de Konrad se había desvanecido y al ver que ella comenzaba a andar en dirección a él, poniendo con cada paso una menor distancia entre ambos, comenzó a repetir la palabra asesina una y otra vez porque eso era Yvonne, una asesina con quien no debía tener compasión alguna.
– Yvonne – volvió a repetir el nombre, en esa ocasión como si se tratase de cualquier otro – Lo que pasa es que me he preocupado por la manera tan abrupta y repentina en la que nos abandonaste a tu padre y a mi. ¿Le he ofendido de alguna manera o se siente quizás mal por algo? – cuestiono a la joven que terminaba por llegar a su lado, mostrando una sonrisa sincera y bondadosa la cual recibió de respuesta la falsedad del Zhivago quien actuaba su papel tan bien como podía. Los ojos de ambos se encontraron de manera directa provocando que Konrad carraspeara antes de ofrecerle el brazo a la joven, en otro gesto de actuación de buen hombre y merecedor de su mano – Busquemos donde tomar asiento entonces y ahí conversaremos de todo cuanto desees – Evidentemente era imposible que Konrad fuese sincero con ella, pues se vería en la penosa necesidad de mentir prácticamente en todo lo que le dijera a su futura esposa todo por el bien de su venganza.
Una vez que Yvonne le tomó del brazo y comenzaron a andar, Konrad trato de no prestar atención a la manera en que ella le miraba, diciéndose a si mismo que aquello era simple curiosidad por parte de la muchacha tal y como ya se lo había expresado ella. Anduvieron por el jardín en silencio, hasta que encontraron una pequeña banquita en la que amablemente Konrad le ofreció que tomara asiento para después, sentarse él a su lado.
– Bien Yvonne, te seré sincero y diré que soy un hombre demasiado aburrido que no tiene mucho para contar a una joven encantadora como tu – su voz fingía una alegría que en realidad no sentía – Aunque confesare que mi mayor gusto en la vida es poder pasar lo que me reste de ella al lado de una mujer hermosa – y dicho eso la observo, esperando a ver la reacción de su prometida.
Konrad Zhivago- Humano Clase Alta
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Re: Compromiso con la bestia [Privado]
Sonrió al comentario caballeroso que Konrad había tenido, mas en su mente no podía existir otra preocupación que la oculta verdad que debía callar. Su intención de hacer que él hablara para ganar tiempo, fracasó apenas sentarse, - y ahora que haré - se preguntó, no deseaba contarle sobre sus vida, y menos aún de su enfermedad.
Acomodó su vestido, algo incomoda por no saber que decir, parecía que estaba muy ocupada con el hecho de arreglar los pliegues de su traje, cuando en verdad, intentaba encontrar algún tema que no la llevara a tener que contar su secreto. Se mordió el labio interno, estaba nerviosa, y eso no ayudaba a su afección. Levantó la vista, girando un poco su cuerpo al mismo tiempo y así poderle contemplar, sus ojos se fijaron en los orbes de aquel que sería su esposo, la expresión de los suyos fue de profunda tristeza, para luego intentar sonreír, de tal forma de ocultar su preocupación, su dolor.
Sus labios se entreabrieron, pero no dijeron palabra, volviendo a cerrarse. Se hizo un silencio que pareció eterno, hasta que por fin decidió hablar. - ¿Alguna vez amo? - le observó, buscando la verdad en el rostro, - ¿tuvo miedo de perderle? - su voz se quebró por la angustia, su nariz enrojeció y sus ojos aunque no lo deseara, se cuajaron de perladas lagrimas.
La palidez de su rostro se acentuó, - esto, no tiene sentido - dijo en voz baja, inclinando la cabeza, - señor Shivago... yo... yo... - el corazón le dolía, necesitaba decirle la verdad, que la aceptara tal como era, con la imposibilidad de tener descendencia, o morir por ella. Sus manos se atenazaron, frías como hielo, sin poder levantar la vista y enfrentarlo, dejó que las lagrimas salieran - no le convengo... puesto que no me ama, pues no desea que lo conozca... aunque usted se escuda en que su vida es simple, si fuera su intención crear entre nosotros lazos fuertes, no pondría simples escusas... eso solo me da ha pensar que... en su vida existe otra mujer... y creo que con respecto a un compromiso... se lo está proponiendo a la persona equivocada... ¿verdad? - susurró con el corazón quebrándose en pequeños pedazos.
Se levantó, intentando dejarle allí, con suerte podría llegar a su habitación, aunque subir las escaleras podría ser un esfuerzo que le traería consecuencias, aunque tal vez fuera lo mejor. mas apenas hizo dos pasos, las piernas no le respondieron, cayendo en el césped desvanecida.
Acomodó su vestido, algo incomoda por no saber que decir, parecía que estaba muy ocupada con el hecho de arreglar los pliegues de su traje, cuando en verdad, intentaba encontrar algún tema que no la llevara a tener que contar su secreto. Se mordió el labio interno, estaba nerviosa, y eso no ayudaba a su afección. Levantó la vista, girando un poco su cuerpo al mismo tiempo y así poderle contemplar, sus ojos se fijaron en los orbes de aquel que sería su esposo, la expresión de los suyos fue de profunda tristeza, para luego intentar sonreír, de tal forma de ocultar su preocupación, su dolor.
Sus labios se entreabrieron, pero no dijeron palabra, volviendo a cerrarse. Se hizo un silencio que pareció eterno, hasta que por fin decidió hablar. - ¿Alguna vez amo? - le observó, buscando la verdad en el rostro, - ¿tuvo miedo de perderle? - su voz se quebró por la angustia, su nariz enrojeció y sus ojos aunque no lo deseara, se cuajaron de perladas lagrimas.
La palidez de su rostro se acentuó, - esto, no tiene sentido - dijo en voz baja, inclinando la cabeza, - señor Shivago... yo... yo... - el corazón le dolía, necesitaba decirle la verdad, que la aceptara tal como era, con la imposibilidad de tener descendencia, o morir por ella. Sus manos se atenazaron, frías como hielo, sin poder levantar la vista y enfrentarlo, dejó que las lagrimas salieran - no le convengo... puesto que no me ama, pues no desea que lo conozca... aunque usted se escuda en que su vida es simple, si fuera su intención crear entre nosotros lazos fuertes, no pondría simples escusas... eso solo me da ha pensar que... en su vida existe otra mujer... y creo que con respecto a un compromiso... se lo está proponiendo a la persona equivocada... ¿verdad? - susurró con el corazón quebrándose en pequeños pedazos.
Se levantó, intentando dejarle allí, con suerte podría llegar a su habitación, aunque subir las escaleras podría ser un esfuerzo que le traería consecuencias, aunque tal vez fuera lo mejor. mas apenas hizo dos pasos, las piernas no le respondieron, cayendo en el césped desvanecida.
Keera Lee- Humano Clase Alta
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Re: Compromiso con la bestia [Privado]
La única finalidad de sus comentarios, era desviar la atención de su joven prometida. Zhivago no deseaba contarle a ella sobre su vida, ni aunque fuesen simples mentiras y si bien pensó que su intento por hacerla pensar en otra cosa había funcionado, fue expresión que recibió de parte de Yvonne lo que le hizo ver que no era de esa manera y por primera vez durante toda la velada, Konrad se sintió expuesto. Era evidente que ella no había creído sus palabras y fue por eso que con falsa preocupación le miró fijo.
– Yvonne… dime qué te pasa – susurró aquellas palabras y movió lento su mano hasta encontrar la de su prometida, solo para sujetarla suavemente entre las suyas. El tiempo pareció detenerse alrededor de ellos y aunque Konrad mantenía su expresión preocupada, por dentro comenzaba a enfadarse de tener que esperar a que ella dijese algo. Comprometerse con aquella chiquilla había sido sencillo, tolerarla no tanto.
Sus ojos se abrieron con sorpresa al escuchar lo que ella preguntaba. El hombre había creído crear una coraza impenetrable alrededor de él, así como también creyó que su falsedad y sus mentiras no serían detectadas por su futuro suegro o su prometida, pero aquella chiquilla era mucho más perspicaz de lo que creía. Con rapidez su expresión volvió a la anterior calma y una sonrisa divertida asomo a sus labios al evocar el recuerdo de la madre de la muchacha. La Yvonne de Konrad siempre había sido igual de perspicaz, nunca había podido ocultarle nada durante mucho tiempo, así que… ¿Por qué se sorprendía de que la hija poseyera esa misma habilidad? El hecho de que Yvonne fuera capaz de descubrir sus mentiras, le llevó a cambiar su modo de jugar; quizás no fuera necesario que mintiera en todo, simplemente debería, omitir cierta información por el bien del plan que tenía en mente.
– Sí, una vez ame – confesó a sabiendas de que si mentía, ella lo notaría – y claro que tuve miedo de perderle, eso era lo que más me aterraba – en ese momento, soltó la mano femenina que mantuviera presa entre las suyas y desvió la mirada de ella, no deseaba ver aquel rostro cargado de dolor ante sus confesiones – es lo que nos aterra a todos – puntualizo.
Todo aquello había carecido de sentido desde el principio, pero Zhivago no estaba dispuesto a tirar todo por la borda cuando ya se encontraba tan cerca de tenerla en su poder.
– Yvonne si me dejas explicarte… – trato de hablar, siendo interrumpido casi de inmediato por las palabras que salían de manera casi atropellada de los labios femeninos – Mi vida es demasiado simple y aburrida, esa es la verdad y no sé como acercarme a una mujer tan joven y hermosa – aquello sonó casi sincero, todo porque al decirlo, Konrad pensó en su Yvonne. Si la hija de la mujer que amo era capaz de detectar sus mentiras, debería pensar en ella no como la hija, sino como la madre, todo para que el plan prosiguiera tal y como había sido planeado, sin que ella supiera el destino que la aguardaba después de convertirse ambos en marido y mujer – En mi vida existió una mujer pero ella no existe más en este mundo y ahora, lo que quiero es pasar mi vida a tu lado – al decir aquellas palabras notaba un enorme peso. Reconocer la muerte de su amada siempre le costaba y expresarlo en voz alta a la hija de ella, era peor.
Antes de que Konrad pudiera continuar con sus palabras, Yvonne se levanto abruptamente de donde permanecían sentados; la mirada de Konrad fue a aquel rostro pálido y sin aguardar mucho se levanto también, viendo como apenas daba su prometida dos pasos antes de que su cuerpo no le respondiera más. Cuando el cuerpo de Yvonne comenzaba a caer, fueron los brazos de Konrad los que impidieron que eso sucediera y cargando en vilo a su prometida, Zhivago regresó a la habitación donde anteriormente estuviera el padre de la De Bailleux. Notando entonces la ausencia del padre en la habitación y con suma precaución, Konrad recostó a su futura esposa sobra uno de los sofás.
– Yvonne… Yvonne… – le llamó con voz suave – Cásate conmigo, solo tú eres la mujer destinada para mi – la sinceridad afloro en aquella palabras. La de Bailleux era realmente la única mujer para él, pues su venganza dependía de ello.
– Yvonne… dime qué te pasa – susurró aquellas palabras y movió lento su mano hasta encontrar la de su prometida, solo para sujetarla suavemente entre las suyas. El tiempo pareció detenerse alrededor de ellos y aunque Konrad mantenía su expresión preocupada, por dentro comenzaba a enfadarse de tener que esperar a que ella dijese algo. Comprometerse con aquella chiquilla había sido sencillo, tolerarla no tanto.
Sus ojos se abrieron con sorpresa al escuchar lo que ella preguntaba. El hombre había creído crear una coraza impenetrable alrededor de él, así como también creyó que su falsedad y sus mentiras no serían detectadas por su futuro suegro o su prometida, pero aquella chiquilla era mucho más perspicaz de lo que creía. Con rapidez su expresión volvió a la anterior calma y una sonrisa divertida asomo a sus labios al evocar el recuerdo de la madre de la muchacha. La Yvonne de Konrad siempre había sido igual de perspicaz, nunca había podido ocultarle nada durante mucho tiempo, así que… ¿Por qué se sorprendía de que la hija poseyera esa misma habilidad? El hecho de que Yvonne fuera capaz de descubrir sus mentiras, le llevó a cambiar su modo de jugar; quizás no fuera necesario que mintiera en todo, simplemente debería, omitir cierta información por el bien del plan que tenía en mente.
– Sí, una vez ame – confesó a sabiendas de que si mentía, ella lo notaría – y claro que tuve miedo de perderle, eso era lo que más me aterraba – en ese momento, soltó la mano femenina que mantuviera presa entre las suyas y desvió la mirada de ella, no deseaba ver aquel rostro cargado de dolor ante sus confesiones – es lo que nos aterra a todos – puntualizo.
Todo aquello había carecido de sentido desde el principio, pero Zhivago no estaba dispuesto a tirar todo por la borda cuando ya se encontraba tan cerca de tenerla en su poder.
– Yvonne si me dejas explicarte… – trato de hablar, siendo interrumpido casi de inmediato por las palabras que salían de manera casi atropellada de los labios femeninos – Mi vida es demasiado simple y aburrida, esa es la verdad y no sé como acercarme a una mujer tan joven y hermosa – aquello sonó casi sincero, todo porque al decirlo, Konrad pensó en su Yvonne. Si la hija de la mujer que amo era capaz de detectar sus mentiras, debería pensar en ella no como la hija, sino como la madre, todo para que el plan prosiguiera tal y como había sido planeado, sin que ella supiera el destino que la aguardaba después de convertirse ambos en marido y mujer – En mi vida existió una mujer pero ella no existe más en este mundo y ahora, lo que quiero es pasar mi vida a tu lado – al decir aquellas palabras notaba un enorme peso. Reconocer la muerte de su amada siempre le costaba y expresarlo en voz alta a la hija de ella, era peor.
Antes de que Konrad pudiera continuar con sus palabras, Yvonne se levanto abruptamente de donde permanecían sentados; la mirada de Konrad fue a aquel rostro pálido y sin aguardar mucho se levanto también, viendo como apenas daba su prometida dos pasos antes de que su cuerpo no le respondiera más. Cuando el cuerpo de Yvonne comenzaba a caer, fueron los brazos de Konrad los que impidieron que eso sucediera y cargando en vilo a su prometida, Zhivago regresó a la habitación donde anteriormente estuviera el padre de la De Bailleux. Notando entonces la ausencia del padre en la habitación y con suma precaución, Konrad recostó a su futura esposa sobra uno de los sofás.
– Yvonne… Yvonne… – le llamó con voz suave – Cásate conmigo, solo tú eres la mujer destinada para mi – la sinceridad afloro en aquella palabras. La de Bailleux era realmente la única mujer para él, pues su venganza dependía de ello.
Konrad Zhivago- Humano Clase Alta
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Re: Compromiso con la bestia [Privado]
Las palabras de aquel hombre llegaban a sus oídos y a su conciencia, como si algo los separara, como si la distancia que había entre ellos fuera eterna. Cásate conmigo, habían sido las palabras del Señor Zhivago, y llegaron a la conciencia de la joven Bailleux como una suave caricia, -¿soy la única mujer para ti en éste mundo? - pensó mientras la conciencia volvía a ella y comenzaba a moverse lentamente en el sillón. Abrió los ojos, aquella mirada, entre preocupada y burlona la contemplaban con un brillo especial. Había franqueza en ésta, como si por primera vez en toda la noche, él, le estuviera diciendo la verdad.
No quitó sus ojos de los ajenos, -¿en verdad?¿porque? recién me conoce, puede ser que conozcas a mi padre, pero de mi ¿que sabes?... soy una completa extraña, como lo eres para mi... claro, a mas de lo poco que me ha contado mi padre de esos años en que ambos sirvieron a un rey déspota y sanguinario - su mirada pareció dejar de contemplarlo, ensimismada en un cumulo de pensamientos que se apoderaron de su mente. Para volver a contemplarlo, con la mirada cambiada, una ceja levantada mientras le hacía una pregunta por demás extraña, - ¿porque si ese rey era tan sanguinario, un demonio, como suele llamarle mi padre... no lo aniquilaron?- el silencio se apoderó de la habitación, - acaso tuvieron miedo de las consecuencias... en cambio, yo, de haber nacido hombre, no hubiera dudado en matarlo -.
Se fue moviendo lentamente, cada vez tenía mas fuerzas, es que la ira que siempre se apoderaba de ella cuando tocaba ese tema, lograba sobreponerla. No podía comprender porqué lo odiaba tanto, si supuestamente nada la unía a ese monarca, pero era una sensación que le erizaba la piel. Con esfuerzo, logró quedar sentada en el sofá, esquivó la mirada de Konrad, - No me observe de ese modo, es que no entiendo como caballeros y soldados, de la valía de mi padre y usted, hayan dejado que un ser tan despreciable siguiera dirigiendo un reino - suspiró, antes de pronunciar una frase que sin saberlo, estaría juzgando a su propia madre, - A veces me pregunto, que clase de mujer puede ser la pareja de un hombre sanguinario como ese, ¿quien en su sano juicio, aceptaría casarse con un demonio? Mi padre dice que la esposa del rey jamás lo abandonó y que murió al dar a luz, junto con su hijos. Debería haberlo abandonado por ella y por aquella criatura. Pero tal vez... el lujo y el poder eran mas seductores que un futuro tranquilo lejos de él -, se quedó en silencio, pero la siguiente pregunta llegó a los oídos de Zhivago con la fuerza de un golpe, -¿usted la conoció? mi padre dice que era un ser bueno, que se había enamorado de alguien, pero que no deseaba abandonar a su esposo, aunque no lo amaba... no lo se, siento que jamás podré entender a las mujeres como ella... si amara a un hombre, jamás me quedaría al lado de alguien que no amo- sentenció.
No quitó sus ojos de los ajenos, -¿en verdad?¿porque? recién me conoce, puede ser que conozcas a mi padre, pero de mi ¿que sabes?... soy una completa extraña, como lo eres para mi... claro, a mas de lo poco que me ha contado mi padre de esos años en que ambos sirvieron a un rey déspota y sanguinario - su mirada pareció dejar de contemplarlo, ensimismada en un cumulo de pensamientos que se apoderaron de su mente. Para volver a contemplarlo, con la mirada cambiada, una ceja levantada mientras le hacía una pregunta por demás extraña, - ¿porque si ese rey era tan sanguinario, un demonio, como suele llamarle mi padre... no lo aniquilaron?- el silencio se apoderó de la habitación, - acaso tuvieron miedo de las consecuencias... en cambio, yo, de haber nacido hombre, no hubiera dudado en matarlo -.
Se fue moviendo lentamente, cada vez tenía mas fuerzas, es que la ira que siempre se apoderaba de ella cuando tocaba ese tema, lograba sobreponerla. No podía comprender porqué lo odiaba tanto, si supuestamente nada la unía a ese monarca, pero era una sensación que le erizaba la piel. Con esfuerzo, logró quedar sentada en el sofá, esquivó la mirada de Konrad, - No me observe de ese modo, es que no entiendo como caballeros y soldados, de la valía de mi padre y usted, hayan dejado que un ser tan despreciable siguiera dirigiendo un reino - suspiró, antes de pronunciar una frase que sin saberlo, estaría juzgando a su propia madre, - A veces me pregunto, que clase de mujer puede ser la pareja de un hombre sanguinario como ese, ¿quien en su sano juicio, aceptaría casarse con un demonio? Mi padre dice que la esposa del rey jamás lo abandonó y que murió al dar a luz, junto con su hijos. Debería haberlo abandonado por ella y por aquella criatura. Pero tal vez... el lujo y el poder eran mas seductores que un futuro tranquilo lejos de él -, se quedó en silencio, pero la siguiente pregunta llegó a los oídos de Zhivago con la fuerza de un golpe, -¿usted la conoció? mi padre dice que era un ser bueno, que se había enamorado de alguien, pero que no deseaba abandonar a su esposo, aunque no lo amaba... no lo se, siento que jamás podré entender a las mujeres como ella... si amara a un hombre, jamás me quedaría al lado de alguien que no amo- sentenció.
Keera Lee- Humano Clase Alta
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Re: Compromiso con la bestia [Privado]
Una mujer frágil y especial. ¿No le dijo eso el falso padre acerca de su prometida? Lo había dicho, así era, pero Konrad no esperó que aquello fuera en un sentido fisiológico. El Zhivago supo por supuesto de las dificultades que su amada tuvo al dar a luz a la chiquilla aquella que se la arranco de los brazos, sin embargo, nunca imagino que ese hecho también la hubiese afectado a ella. Cargando entonces el cuerpo de Yvonne hasta el interior de la mansión de quien sería pronto su suegro, la dejó con cuidado en un sofá y viéndola no como a una asesina sino como a una extensión de su verdadero amor, Konrad le pidió matrimonio una vez más, con toda la sinceridad que le permitía su amor por la difunta madre de ella.
Decidido entonces a verla como si fuera su Yvonne, al menos hasta que pudiera convencerla de casarse con él y estuviera atada a permanecer a su lado a pesar de todo; Konrad no separó sus ojos del rostro ajeno, ni siquiera cuando ella comenzó a abrir los ojos y lo miró de manera fija.
– Podemos conocernos mucho más profundamente si es lo que deseas, solo no seas dura conmigo, mi historia es mucho más pesada quizás que la tuya y no todo lo que enfrentado fue fácil – mentía, por supuesto pero al menos trataría de mentirle lo mejor posible acerca de él y de su vida. No podía permitirse que ella descubriera su pasado y mucho menos los planes que tenía para el futuro. Tal como ya se lo demostrará antes la muchacha que algún día sería su esposa; sabía hacer las preguntas correctas, esas capaces de sacar al Zhivago del estado de seguridad que trataba de hacer que ella viera. ¿Cómo responderle que se quedó al lado de aquel rey únicamente por su madre? Era imposible hacerlo, pero aun así, existían mentiras para ocultar la verdad – Es sencillo decir que haremos tal o cual cosa, cuando no hemos estado frente a la situación – no alejó la mirada de la joven – No puedes asegurar que harás algo porque al final te darías cuenta de que no lo harías – si bien esas palabras podía tomarlas el mismo respecto a sus planes de venganza; Konrad no pensaba cambiar sus planes por nada del mundo. Había esperado demasiado tiempo por eliminar al rey y su estirpe, así que no pensaba detenerse. Pensando entonces en su propia venganza, sonrió – Además, existen otras maneras de conseguir nuestros fines, quizás no al instante sino en el momento justo – tal y como él estaba haciendo.
La mirada que le dirigía a su joven prometida no debía ser la mejor, pues ella se lo hizo notar casi de inmediato. No la miraba porque desaprobara por completo lo que decía, sino porque seguramente de saber la manera en que estaba unida al rey, no pensaría de la misma manera. ¿Sería ella capaz de asesinar a su propio padre? Esa pregunta en mente ayudó al surgimiento de una nueva idea para su plan, algo que no se le habría ocurrido de no ser por ella, al menos parecía ser que su joven prometida no sería tan inútil después de todo.
– Si no quiere que la observe de esa manera, no debería juzgarnos tan severamente a su padre y a mi, hicimos todo lo que estuvo en nuestras manos por evitar que el rey hiciera daño, pero no es tan sencillo como a usted le parece – dijo aquello, tratando de ignorar su propio placer ante la idea de Yvonne asesinado a su propio padre.
El tema entonces cambio al talón de Aquiles del Zhivago, la reina.
– Nuevamente creo que juzga con demasiada severidad. No conoce los motivos, las circunstancias ni muchas otras cosas respecto al rey, la reina o nosotros – trataba de hablar lo menos posible, aunque el que Yvonne hablará de su amada con tanta dureza, le hacía enojar. ¿Quién se creía la asesina de su amada para hablar de ella de esa manera? Su madre dio la vida por ella y la mal agradecida la veía solo como una mujer avariciosa, esposa de un monstruo. Que lejos estaba eso de ser la verdadera Yvonne, la que él recordaba – Si, como soldado del rey conocí a la reina – aseguró, escuchando entonces la historia que el padre adoptivo de la De Bailleux le contará a la muchacha. Enamorada de un hombre que no era su esposo, un hombre que la amo con todo el corazón, un hombre que no era otro que él. La tristeza se hizo presente por algunos segundos en sus ojos, llevándole a desviar la mirada de la de la joven – Su padre tiene razón, ella era una mujer muy buena. Alguien que definitivamente no aprobaba la manera de actuar del rey pero que permaneció a su lado porque era su deber – entonces con curiosidad observo a la joven – Entonces de no amarme tu ¿Me abandonaras? – y aquella pregunta era una manera vil de atormentar a la joven, pero quería unirla a él de todas maneras posibles, incluso por medio de la culpa.
Decidido entonces a verla como si fuera su Yvonne, al menos hasta que pudiera convencerla de casarse con él y estuviera atada a permanecer a su lado a pesar de todo; Konrad no separó sus ojos del rostro ajeno, ni siquiera cuando ella comenzó a abrir los ojos y lo miró de manera fija.
– Podemos conocernos mucho más profundamente si es lo que deseas, solo no seas dura conmigo, mi historia es mucho más pesada quizás que la tuya y no todo lo que enfrentado fue fácil – mentía, por supuesto pero al menos trataría de mentirle lo mejor posible acerca de él y de su vida. No podía permitirse que ella descubriera su pasado y mucho menos los planes que tenía para el futuro. Tal como ya se lo demostrará antes la muchacha que algún día sería su esposa; sabía hacer las preguntas correctas, esas capaces de sacar al Zhivago del estado de seguridad que trataba de hacer que ella viera. ¿Cómo responderle que se quedó al lado de aquel rey únicamente por su madre? Era imposible hacerlo, pero aun así, existían mentiras para ocultar la verdad – Es sencillo decir que haremos tal o cual cosa, cuando no hemos estado frente a la situación – no alejó la mirada de la joven – No puedes asegurar que harás algo porque al final te darías cuenta de que no lo harías – si bien esas palabras podía tomarlas el mismo respecto a sus planes de venganza; Konrad no pensaba cambiar sus planes por nada del mundo. Había esperado demasiado tiempo por eliminar al rey y su estirpe, así que no pensaba detenerse. Pensando entonces en su propia venganza, sonrió – Además, existen otras maneras de conseguir nuestros fines, quizás no al instante sino en el momento justo – tal y como él estaba haciendo.
La mirada que le dirigía a su joven prometida no debía ser la mejor, pues ella se lo hizo notar casi de inmediato. No la miraba porque desaprobara por completo lo que decía, sino porque seguramente de saber la manera en que estaba unida al rey, no pensaría de la misma manera. ¿Sería ella capaz de asesinar a su propio padre? Esa pregunta en mente ayudó al surgimiento de una nueva idea para su plan, algo que no se le habría ocurrido de no ser por ella, al menos parecía ser que su joven prometida no sería tan inútil después de todo.
– Si no quiere que la observe de esa manera, no debería juzgarnos tan severamente a su padre y a mi, hicimos todo lo que estuvo en nuestras manos por evitar que el rey hiciera daño, pero no es tan sencillo como a usted le parece – dijo aquello, tratando de ignorar su propio placer ante la idea de Yvonne asesinado a su propio padre.
El tema entonces cambio al talón de Aquiles del Zhivago, la reina.
– Nuevamente creo que juzga con demasiada severidad. No conoce los motivos, las circunstancias ni muchas otras cosas respecto al rey, la reina o nosotros – trataba de hablar lo menos posible, aunque el que Yvonne hablará de su amada con tanta dureza, le hacía enojar. ¿Quién se creía la asesina de su amada para hablar de ella de esa manera? Su madre dio la vida por ella y la mal agradecida la veía solo como una mujer avariciosa, esposa de un monstruo. Que lejos estaba eso de ser la verdadera Yvonne, la que él recordaba – Si, como soldado del rey conocí a la reina – aseguró, escuchando entonces la historia que el padre adoptivo de la De Bailleux le contará a la muchacha. Enamorada de un hombre que no era su esposo, un hombre que la amo con todo el corazón, un hombre que no era otro que él. La tristeza se hizo presente por algunos segundos en sus ojos, llevándole a desviar la mirada de la de la joven – Su padre tiene razón, ella era una mujer muy buena. Alguien que definitivamente no aprobaba la manera de actuar del rey pero que permaneció a su lado porque era su deber – entonces con curiosidad observo a la joven – Entonces de no amarme tu ¿Me abandonaras? – y aquella pregunta era una manera vil de atormentar a la joven, pero quería unirla a él de todas maneras posibles, incluso por medio de la culpa.
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Re: Compromiso con la bestia [Privado]
Le contempló largamente, mientras la pregunta resonaba en su cabeza, - ¿dejarte? - se acomodó en el sillón, para dejarle mayor lugar. Una mirada de preocupación se poso en su semblante, tomó la mano masculina entre las suyas y la llevó a su pecho. Era la primera vez que hacía algo así, toda la noche se había mostrado distante, pero ahora, al ver la mirada de dolor en el rostro de aquel hombre, de pronto comprendía que deseaba hacerlo feliz toda la vida, o por lo menos, mientras que su débil corazón se lo permitiera. Apretó con fuerza aquella mano, enorme entre las suyas, - no, no os abandonaría, porque si decido estar a vuestro lado, es porque me habéis cautivado y os amo con el corazón - le dijo con sus ojos clavados en los labios masculinos. Una de sus manos recorrió la distancia que la separaba de aquel rostro, acarició la mejilla y sus dedos delinearon el filo de la mejilla y la barbilla. un adorable sonrojo se prendió en sus mejillas y mirándole a los ojos se acercó, para terminar besandole en los labios con una ingenuidad de mujer que no ha despertado al amor, pero que no teme hacerlo.
Había cerrado los ojos al hacerlo, suspirado el instante que sus labios se separaron, buscando los orbes de aquel que sería su esposo. el rostro arrebolados, aquellos labios le habían sabido a miel, deseaba besarle nuevamente, sus manos acunaban el rostro del caballero, le sonrió, ingenia, sin saber que debía esperar. se suponía que con esa demostración de intimidad, ella le decía que lo aceptaba, como esposo, como prometido y como dueño de su corazón. Mas la incertidumbre se apoderó de ella, al no saber si aquel beso había sido de su agrado, comprendía que con un hombre de la edad de Konrad, era lógico que hubiera tenido novias antes que ella, cosa que no pasaba en el caso de la joven, quien él era su primer novio y el único hombre que la conocería en cuerpo y alma, el que sería dueño de su amor y de su cariño. Bajó la mirada mientras una lagrima se escapaba por sus orbes, mojando sus mejillas y barbilla - no os ha agradado mi beso... no es como lo imaginabais... - no pudo terminar la frase, porque la tristeza y la vergüenza le cerraban la garganta. ocultó con sus manos el rostro, sin saber muy bien que hacer. mas inspiró hondamente, secó sus lagrimas y buscó los orbes de Konrad, - te amo Konrad, y te acepto como esposo, prometo estar a tu lado, amarte y cuidar de ti, solo te suplico que jamás me mientas, podría entender que dejaras de amarme, mas jamás podría comprender que vinieras a mi, sin saber si en verdad estas dispuesto a pasar el resto de tu vida a mi lado -, volvió a tomar la mano masculina entre las suyas, para luego fijar su vista en el rostro de su prometido, - júrame que siempre serás sincero conmigo -
Había cerrado los ojos al hacerlo, suspirado el instante que sus labios se separaron, buscando los orbes de aquel que sería su esposo. el rostro arrebolados, aquellos labios le habían sabido a miel, deseaba besarle nuevamente, sus manos acunaban el rostro del caballero, le sonrió, ingenia, sin saber que debía esperar. se suponía que con esa demostración de intimidad, ella le decía que lo aceptaba, como esposo, como prometido y como dueño de su corazón. Mas la incertidumbre se apoderó de ella, al no saber si aquel beso había sido de su agrado, comprendía que con un hombre de la edad de Konrad, era lógico que hubiera tenido novias antes que ella, cosa que no pasaba en el caso de la joven, quien él era su primer novio y el único hombre que la conocería en cuerpo y alma, el que sería dueño de su amor y de su cariño. Bajó la mirada mientras una lagrima se escapaba por sus orbes, mojando sus mejillas y barbilla - no os ha agradado mi beso... no es como lo imaginabais... - no pudo terminar la frase, porque la tristeza y la vergüenza le cerraban la garganta. ocultó con sus manos el rostro, sin saber muy bien que hacer. mas inspiró hondamente, secó sus lagrimas y buscó los orbes de Konrad, - te amo Konrad, y te acepto como esposo, prometo estar a tu lado, amarte y cuidar de ti, solo te suplico que jamás me mientas, podría entender que dejaras de amarme, mas jamás podría comprender que vinieras a mi, sin saber si en verdad estas dispuesto a pasar el resto de tu vida a mi lado -, volvió a tomar la mano masculina entre las suyas, para luego fijar su vista en el rostro de su prometido, - júrame que siempre serás sincero conmigo -
Keera Lee- Humano Clase Alta
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Re: Compromiso con la bestia [Privado]
Estaba jugando de una manera vil, pero era la única manera en la que Zhivago podía obtener lo que deseaba de ella. No le importaba que ella se uniera a él por culpa mientras que la tuviera bajo su dominio, la haría sufrir una vez que se convirtiera su esposa y nada ni nadie podría impedir aquello.
Una sensación de triunfo le inundo el pecho cuando al soltar su ultima pregunta su prometida se quedo silente, mirándolo incrédula por aquello que Konrad le cuestionaba.
– Sí, ¿Me dejaras si es que no llegas a amarme? Así como dices que la reina debió hacer con el rey – los ojos del Zhivago seguían fijos en los ajenos, con una seriedad que únicamente fue perturbada en el momento en que las suaves y pequeñas manos femeninas tomaron una de las suyas, para llevarla hasta su pecho. Y ahí estaba la respuesta que él tanto espero de parte de ella. Yvonne era una muchacha joven, alguien que no sabía del amor y mucho menos del odio, una joven que caía fácilmente ante las mentiras contadas por alguien como Konrad, quien pese a sus oscuras intenciones para con ella, sonrió al escucharle asegurar su amor por él – La pregunta es ¿aceptaras estar a mi lado o no? – y las dudas acerca de la respuesta de Yvonne se disiparon en el momento que de manera ingenua y pura, los labios femeninos se encontraron con los suyos.
El rostro de la mujer que antes amara estaba siendo usado por otra mujer, una que al igual que su amada se acercaba a besarlo con unos labios similares pero a la vez, completamente diferentes. Su antiguo amor fue una mujer de mundo, una que era tan lista como vivaz, que besaba con la intensidad de quien sabe estar jugando un juego peligroso mientras que el beso de la hija de aquella mujer era suave, dulce y casto, cargado de promesas de amor y una vida juntos que Konrad no podía regresar del todo. Con una revolución llevándose a cabo entre sus pensamientos, el Zhivago respondió a aquel beso, obligándose a si mismo a no sucumbir por las semejanzas entre madre e hija, todo para no devorar los suaves y aún jóvenes labios de su prometida. Cuando ambos se alejaron del otro, solo continuaron en contactos sus ojos y en los de Yvonne pudo ver que su cariño era sincero.
– Yvonne, ¿Qué estas diciendo? – preguntó justo después de que ella agachara la mirada, asegurando que a él no le había agradado su beso. ¿Qué debía hacer en aquellas circunstancias? Simple, dejar que una vez más el amor por la madre de aquella muchacha hablara por él, imaginarse que frente a él se encontraba su eterno y verdadero amor – No digas eso, que nuestro primer beso ha sido justo como lo imaginaba tan solo que repentino – le tomo el rostro entre las manos una vez que ella expreso todo lo que él necesitaba escuchar sobre su matrimonio e inspirado por la cercanía de ella así como la de su venganza, respondió – Tienes que darte cuenta que a mi edad, las sorpresas como la que me has dado suelen dejar sin palabras – nuevamente los ojos de ambos se encontraban y sus manos se mantenían unidas, hecho que él aprovecho para tratar de detener sus dudas sobre su amor – Yvonne, te he pedido una vez más que te cases conmigo y tu has aceptado, ¿No es esa prueba suficiente de mi amor por ti? Y por supuesto que seré sincero – acercó entonces las manos de ella a sus labios y las beso – Hare cualquier cosa que pidas para que creas en mi y nos casaremos el día que te plazca, mañana de ser necesario – después de decir eso sonrió – quiero que sepas que me haces el hombre más feliz del mundo al aceptar casarte conmigo – su sinceridad al decir aquello era absoluta. Una vez suya, no habría nada que pudiera salvarla de su ira y saber eso, lo volvía completamente feliz.
Una sensación de triunfo le inundo el pecho cuando al soltar su ultima pregunta su prometida se quedo silente, mirándolo incrédula por aquello que Konrad le cuestionaba.
– Sí, ¿Me dejaras si es que no llegas a amarme? Así como dices que la reina debió hacer con el rey – los ojos del Zhivago seguían fijos en los ajenos, con una seriedad que únicamente fue perturbada en el momento en que las suaves y pequeñas manos femeninas tomaron una de las suyas, para llevarla hasta su pecho. Y ahí estaba la respuesta que él tanto espero de parte de ella. Yvonne era una muchacha joven, alguien que no sabía del amor y mucho menos del odio, una joven que caía fácilmente ante las mentiras contadas por alguien como Konrad, quien pese a sus oscuras intenciones para con ella, sonrió al escucharle asegurar su amor por él – La pregunta es ¿aceptaras estar a mi lado o no? – y las dudas acerca de la respuesta de Yvonne se disiparon en el momento que de manera ingenua y pura, los labios femeninos se encontraron con los suyos.
El rostro de la mujer que antes amara estaba siendo usado por otra mujer, una que al igual que su amada se acercaba a besarlo con unos labios similares pero a la vez, completamente diferentes. Su antiguo amor fue una mujer de mundo, una que era tan lista como vivaz, que besaba con la intensidad de quien sabe estar jugando un juego peligroso mientras que el beso de la hija de aquella mujer era suave, dulce y casto, cargado de promesas de amor y una vida juntos que Konrad no podía regresar del todo. Con una revolución llevándose a cabo entre sus pensamientos, el Zhivago respondió a aquel beso, obligándose a si mismo a no sucumbir por las semejanzas entre madre e hija, todo para no devorar los suaves y aún jóvenes labios de su prometida. Cuando ambos se alejaron del otro, solo continuaron en contactos sus ojos y en los de Yvonne pudo ver que su cariño era sincero.
– Yvonne, ¿Qué estas diciendo? – preguntó justo después de que ella agachara la mirada, asegurando que a él no le había agradado su beso. ¿Qué debía hacer en aquellas circunstancias? Simple, dejar que una vez más el amor por la madre de aquella muchacha hablara por él, imaginarse que frente a él se encontraba su eterno y verdadero amor – No digas eso, que nuestro primer beso ha sido justo como lo imaginaba tan solo que repentino – le tomo el rostro entre las manos una vez que ella expreso todo lo que él necesitaba escuchar sobre su matrimonio e inspirado por la cercanía de ella así como la de su venganza, respondió – Tienes que darte cuenta que a mi edad, las sorpresas como la que me has dado suelen dejar sin palabras – nuevamente los ojos de ambos se encontraban y sus manos se mantenían unidas, hecho que él aprovecho para tratar de detener sus dudas sobre su amor – Yvonne, te he pedido una vez más que te cases conmigo y tu has aceptado, ¿No es esa prueba suficiente de mi amor por ti? Y por supuesto que seré sincero – acercó entonces las manos de ella a sus labios y las beso – Hare cualquier cosa que pidas para que creas en mi y nos casaremos el día que te plazca, mañana de ser necesario – después de decir eso sonrió – quiero que sepas que me haces el hombre más feliz del mundo al aceptar casarte conmigo – su sinceridad al decir aquello era absoluta. Una vez suya, no habría nada que pudiera salvarla de su ira y saber eso, lo volvía completamente feliz.
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Re: Compromiso con la bestia [Privado]
Sentir sus labios en la piel de sus manos la hizo temblar, escuchar que de ser por él se casaría al día siguiente la dejó sin aliento. sus mejillas se volvieron rojas y el calor inundó todo su cuerpo. Mas aunque moría por no tener secretos con él, sabía que una verdad quedaría sellada para siempre. Jamás se lo diría, hasta que fuera demasiado tarde para impedir su deseo de ser madre. Hasta que solo importara la vida de el hijo que deseaba que tuvieran al estar casados. Pues ¿de que otra manera, podría aceptar el hecho de negar la verdad? ¿dejar que otros decidieran si tendrían un hijo o no? - jamás - se dijo, - yo decidiré sobre mi cuerpo - caviló, cerrando sus ojos y sonriendo al acercarse a los labios de su prometido.
Le besó, con un poco mas de arrojo que la vez anterior, estaba decidida, le demostraría que era toda una mujer, dispuesta a saltar las reglas, a tomar los riesgo, aunque éstos de seguro la llevarían a la tumba, como alguna vez su madre también había tomado el mismo riesgo. Nadie creía que Yvonne lo sabía, aquella terrible verdad, que la había atormentado por tanto tiempo, ella había sido la asesina de su madre. Pero ahora, que le tocaba hacer la misma elección, comprendió que la culpa jamás seria del pequeño bebé, solo era una decisión justa y necesaria, como el fruto debía morir para dar lugar a la semilla, o la semilla debía desintegrarse para dar vida al árbol. Ella ahora comprendía que solo sería un paso mas en la eterna cadena de la vida, que aunque ella moriría, su esposo no estaría solo, que un hijo del gran amor que se tenían iba a llegar para ser su compañía. Solo esperó que Konrad, fuera tan integro como su padre y que jamás culpara a su hijo del cruel destino que ella debería afrontar. ¿como era posible que Yvonne supiera la verdad del destino de su madre? pues se lo había escuchado decir a su padre, cuando el médico le informó de la posibilidad de que Yvonne fuera victima de una muerte prematura.
Aún retumbaba en su cabeza las palabras de su padre, - no puede ser doctor, esa muchachita que acaba de poner su vida en sus manos, no puede terminar de la misma forma que su madre... ella no deberá jamás saber que de concebir un hijo, su vida se extinguirá como la llama de una candela, como decidió hacerlo su madre al saber que le esperaba -.
Suspiró mientras alargaba el beso y pensaba en su progenitora, en el profundo amor que debería haber tenido por su padre. Al terminar de besarle, logró separar su rostro del de Konrad, apenas unos pocos centímetros, para contemplar esos ojos aventureros, como los de un marinero, aquella sonrisa ladina que parecía nunca dejar los amados labios, a los que - Yvonne - caía esclavizada de solo rozarles. Se mordió el labio inferior y sonrió por primera vez de una manera que no era la de una jovencita tímida, ni pudorosa, aquel hombre lograba provocar algo en su interior que quemaba como las brazas en el hogar. Le miró a los ojos, acunó con sus manos el rostro del caballero, - pues pon fecha, porque si lo hago yo, creo que a ti y a papá le dará un susto de muerte - rió por primera vez desde que lo conocía, con la risa cristalina, la mirada iluminada y las esperanzas tan nuevas y puras, como las de un pequeño bebé.
Le besó, con un poco mas de arrojo que la vez anterior, estaba decidida, le demostraría que era toda una mujer, dispuesta a saltar las reglas, a tomar los riesgo, aunque éstos de seguro la llevarían a la tumba, como alguna vez su madre también había tomado el mismo riesgo. Nadie creía que Yvonne lo sabía, aquella terrible verdad, que la había atormentado por tanto tiempo, ella había sido la asesina de su madre. Pero ahora, que le tocaba hacer la misma elección, comprendió que la culpa jamás seria del pequeño bebé, solo era una decisión justa y necesaria, como el fruto debía morir para dar lugar a la semilla, o la semilla debía desintegrarse para dar vida al árbol. Ella ahora comprendía que solo sería un paso mas en la eterna cadena de la vida, que aunque ella moriría, su esposo no estaría solo, que un hijo del gran amor que se tenían iba a llegar para ser su compañía. Solo esperó que Konrad, fuera tan integro como su padre y que jamás culpara a su hijo del cruel destino que ella debería afrontar. ¿como era posible que Yvonne supiera la verdad del destino de su madre? pues se lo había escuchado decir a su padre, cuando el médico le informó de la posibilidad de que Yvonne fuera victima de una muerte prematura.
Aún retumbaba en su cabeza las palabras de su padre, - no puede ser doctor, esa muchachita que acaba de poner su vida en sus manos, no puede terminar de la misma forma que su madre... ella no deberá jamás saber que de concebir un hijo, su vida se extinguirá como la llama de una candela, como decidió hacerlo su madre al saber que le esperaba -.
Suspiró mientras alargaba el beso y pensaba en su progenitora, en el profundo amor que debería haber tenido por su padre. Al terminar de besarle, logró separar su rostro del de Konrad, apenas unos pocos centímetros, para contemplar esos ojos aventureros, como los de un marinero, aquella sonrisa ladina que parecía nunca dejar los amados labios, a los que - Yvonne - caía esclavizada de solo rozarles. Se mordió el labio inferior y sonrió por primera vez de una manera que no era la de una jovencita tímida, ni pudorosa, aquel hombre lograba provocar algo en su interior que quemaba como las brazas en el hogar. Le miró a los ojos, acunó con sus manos el rostro del caballero, - pues pon fecha, porque si lo hago yo, creo que a ti y a papá le dará un susto de muerte - rió por primera vez desde que lo conocía, con la risa cristalina, la mirada iluminada y las esperanzas tan nuevas y puras, como las de un pequeño bebé.
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Re: Compromiso con la bestia [Privado]
La trampa había sido tendida e Yvonne cayó en ella por completo. Aquel primer encuentro entonces podía ser catalogado como todo un éxito y ahora, solo se requería de una fecha para la boda. Que hermoso que resultaba para el Zhivago saber que muy pronto tendría a su merced a aquella muchacha que le miraba con inocencia, con las mejillas sonrojadas y el corazón lleno de ilusiones sobre un amor que se transformaría en su peor pesadilla.
Con el descaro que lo caracterizaba, Konrad pronunciaba palabras falsas, promesas que nunca cumpliría y amores que nunca sentiría. La mano masculina fue a acariciar con suavidad la mejilla sonrojada de Yvonne, quien levanto la mirada y se acercó nuevamente hasta los labios del Zhivago, fundiéndose los de ambos nuevamente en un beso que en esa ocasión, careció de la dulzura y suavidad del primero. En esta segunda ocasión que los labios de ambos se unían, Yvonne le beso con cierto desespero, con una necesidad que Konrad creyó imposible de parte de ella. Ese arrebato de parte de su prometida no hizo más que encender en Konrad la llama del deseo contenido. Los brazos del Zhivago rodearon con fuerza la frágil figura femenina de Yvonne y sus labios devoraron con desespero los ajenos, marcándolos como suyos, justo como ella pronto lo sería.
Embriagado por la cercanía y la ferocidad de su beso, no se percato de que se habían besado demasiado tiempo para el bien de ambos, cayendo en cuenta de ese hecho hasta el momento en que con delicadeza, Yvonne se separo de él, dejando al instante un vació que a Konrad le peso en el alma. La sonrisa que su prometida le dedicara lo hizo sonreír también a él, las manos que sujetaron su rostro lo llenaron de una calidez que desde hacía tiempo no sentía y aún así, fueron las palabras de la dulce muchacha que lo miraba con ternura, las que hicieron que volviera una vez más a su deber. Zhivago sujeto entonces las manos de Yvonne y las aparto de su rostro, eso sin alejar su mirada de la ajena ni un solo segundo.
– ¿Y quien dice que mi fecha no te causara susto a ti o a tu padre? – preguntó, justo antes de inclinarse ligeramente y susurrar al oído de Yvonne la fecha que él creía pertinente para la boda, mientras que una sonrisa de victoria aparecía en sus labios.
Sin aguardar respuesta de parte de ella y manteniendo una mano entrelazada con la femenina, Konrad inicio la marcha en dirección a la casa. Pronto ella sería completamente suya y lo único que lo separaba del hecho eran unos cuantos días y el visto bueno del hombre que hasta aquellos momentos estaba viviendo como el padre de Yvonne.
TERMINADO
Konrad Zhivago- Humano Clase Alta
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