La noche empieza cuando mi sonata termina [privado]

por **Ramona Zlatar** Jue Ago 30, 2012 10:29 pm

El día había comenzado con la mejor de las noticias, Nikita, mi doncella me traía las buenas nuevas que por la amanecida había llegado mi preciado piano de cola, el mismo con el que había comenzado a tocar mis primeras notas musicales, las primeras melodías ahí había tenido muchas primeras veces y eso me llenaba de orgullo, previamente días anteriores había pedido los permisos específicos con el mismo dueño de aquel lugar para ocupar una sala donde según me habían contado había un piano que fue subastado porque nadie lo tocaba. Pues yo y con mi dulce sonrisa logre que me arrendaran en lugar mientras encontraba una residencial donde vivir permanentemente. – El Piano lo han dejado en la sala de Luna – Nikita con su perfecto ruso me decía aquella noticia, quería bajar y comenzar a tocar hasta el amanecer si fuera posible. Me pareció extraño el nombre del salón mas quizás solo era una coincidencia del destino travieso como lo era conmigo.

Hacía poco más de una semana que llevaba en aquella ciudad, en aquel país tan cerrado de mente y donde ya había sufrido por las miradas discriminatorias de cuanta persona me había visto con bellos vestidos, elegantes peinados. Sencillamente mi nana me decía que no los tomara en cuenta y a cambio les devolvía una sonrisa amplia para que supieran que no me afectaba en lo mas mínimo, aunque muchas veces si lo hacían, mi timidez era grande por lo mismo, me costaba hablar de primera manera y por eso mismo me ocultaba tras un enorme instrumento musical ahí era donde era completamente libre, tocando bellas melodías demostraba al mundo de lo que estaba hecho Ramona, que no había que mirar el color de piel para que supieran que por mi sangre corría el mismo rojo carmín que por la de ellos.

Nikita, mi única amiga, la que sabía todo de mi me cepillaba el cabello mientras me aconsejaba que la mejor hora para tocar el piano era después de la comida de medio día, serviría para quien escuchara de relajo, pero aun faltaba mucho y no aguantaría. Pues no podía pasarla a llevar era como mi segunda madre y le haría caso… el tiempo tan solo tenía que apresurarse para yo poder estar completa otra vez.

Las horas pasaron, la comida llego casi ni toque el plato en realidad las ansias me comían, como si fuera a dar un concierto, como si un público me esperara en cambio cuando iba de salida me tope con el profesor de Nikita, aquella vieja (55 años) quería aprender el Francés, no me gustaba dejarla sola así que me quede junto a ellos buscando en mi memoria que llegaría a tocar, dieron las tres de la tarde, las cuatro y aun estaban ahí aprendiendo la conjugación de verbos, cosa que yo ya me sabia, pero espere paciente tendría toda la noche en la sala de Luna si fuera necesario, cerraría las puertas y tocaría hasta sacarle brillo a las mismas teclas de marfil. El reloj de péndulo marco las seis de la tarde de un susto salte de la silla en la que me encontraba, me había quedado dormida esperando a que el profesor se fuera y para mi sorpresa me encontraba sola en la gran habitación, me sentí molesta pero de seguro tenía su explicación. Sin pensarlo dos veces salí de aquel lugar, mi vestido color canela hacia juego con mi piel y como si fuera danzando baje las escaleras con gran rapidez, dando prácticamente zancadas entre escalones hasta llegar a la primera planta donde vi a mi doncella despedir al profesor, me miro con una amplia sonrisa y haciéndome una sea me guio hasta el famoso salón.

Entre emocionada como si me dieran un hermoso regalo y ahí estaba mi piano “Sergêi” así le había puesto desde que tenía conciencia, corrí hacia él como si fueran años que no estuviera junto aquella pieza de arte, tan brillante y silencioso, tan hermoso me esperaba, el único que conocía mi verdadero yo, la loba escondida… Nikita dejo la puerta medio abierta y se sentó en un sofá con un gran libro, de seguro a leer e intentar hacer frases compuestas. Mas yo solo tome el pequeño taburete y abriendo la cajuela – Sergêi por fin estamos juntos… - comencé a tocar una melodía la cual me sabía de memoria…

Al tiempo que las notas salieron de mis dedos y acaricie el marfil la sala se lleno de vida, hasta podría decir que veía las notas pasar por delante de mis ojos los cuales perfectamente cerrados se dejaban llevar por la memoria de tantas sonatas a media noche, mis dedos agiles tocaron y no se detendrían, mi cabeza moviéndose al ritmo que imponía y mis oídos dejándose llevar por la fantasía echa música…

por **Predbjørn Østergård** Vie Ago 31, 2012 11:20 pm

"No me interesa que tan bien toques, sino me dejas tocarte"

No concibo cómo existen seres tan poderosos refiriéndonos a su nueva naturaleza, y que no la aprovechen, que se queden sentados observando la vida pasar, lamentándose por pelotudeses que no vienen al caso. Todos ellos son unos inconscientes, unos malagradecidos con la vida que se les dio, en cambio, existimos humanos que estaríamos dispuestos a correr cualquier riesgo con el afán de poder tener aunque sea el diez por cierto de las ventajas que ellos posee. Malditos todos ellos, y maldigo el doble a mi hermano, que como siempre tiene la forma de poder sobresalir de entre los demás, primero con los negocios, después con mis padres, y ahora con esa condición que no mereces por ser tan asquerosamente débil, apuesto lo que sea a que en la luna llena que sigue lo mataran, porque ellos saben que tanta habilidad no puede ser permitida, ya siendo humano debieron haberlo acabado, no regalarle algo que no merece, sin embargo está ahí, en la casa, y antes de matarlo, debo torturarlo un poco, hasta que por su propia cuenta me suplique su muerte.

Nadie sabe que tengo un hermano que las noches de luna llena se vuelve un lobo, y nadie lo sabrá, no estoy dispuesto a perder parte de mis negocios por él, de perder alguno primero le arrancaría la cabeza. La noche anterior tuve que rentar un cuarto de hotel, fingir que mi estadía en ese lugar era permanente, y hacer que unos rusos confiaran en mi de buenas a primeras. Lo hicieron, firmaron unos papeles sin ni siquiera leerlos. ahora soy dueño de todo aquello que ganan, y de querer vengarse, tenía a miles de civiles que comían de mis ingresos y que por eso me debían fidelidad. Nadie me conocía a la perfección, todos creían haber visto la maldad en ojos humanos, pero yo ambicionaba a más, y por eso buscaría la inmortalidad. Para dejar huella por siempre, y para que mi hermano me reverenciara como todos los demás.

No me culpen por mis errores, sólo aquellos que son mediocres pueden tacharme de escoria, por eso viven vidas infelices, y por eso terminan en un vacío del cual nunca podrán salir. Malditos humanos hipócritas, si tuvieran solo un poquito de la inteligencia que yo tengo no existiría ni abusos y pobreza, pero dado que no la tienen, yo les robo, los someto, y me quedó con aquello por lo que trabajan.

Como dije, la noche anterior la disfrute después de aquel negocio exitoso. Pasé por el burdel, y pagué por el servicio de dos mujeres. Las más bellas pero sobre todo, las más zorras que hubieran, de esas que no les importaba gritar aunque los escucharan los vecinos, y los vecinos de ellos. Al ser un cliente distinguido me dieron a las mejores, y lo pasé bastante bien. Terminé despidiéndolas a media noche. No me gusta dormir acompañado, mucho menos con mujeres, estás creen que por dejarlas dormir con uno pueden llegar a aspirar amor, están locas, cada una de ellas lo está, y por eso prefiero usarlas antes de buscar algo que en realidad no busco, ni necesito.

No sé ni siquiera por que menciono cosas que hice la noche anterior, eso ya paso, y lo que importa es este momento, que es interrumpido por una insoportable melodía dulce. No me gustan, las detesto, recuerdo a mis padres, mi madre solía tocar todas las mañanas para Damien y para mi, por eso lo odio, quisiera que todo recuerdo se fuera por el caño. Si, ahí deben estar todos, enterrados, escondidos, quemados y muertos. - ¡QUE SE CALLE! - Grité con fuerza para que alguien del pasillo, algún empleado me haga caso. Pasan los minutos y no recibo respuesta buena - para mi- alguna. Me levantó, me colocó mis pantalones de seda negros, esos que sólo puedo utilizar para dormir, que sean cómodos, que me dejen tener mis partes frescas y libres. Salgo de la habitación, y camino, siguiendo el sonido asqueroso que proviene de algún piano del hotel. Deberían cambiar las reglas, exigir que no perturben la tranquilidad de los demás inquilinos. ¡Lo exigiré! Pero entre mis pensamientos una sonrisa reluce al ver a la artista. Una mujer de piel tostada, con hermosa cabellera, es delgada, está lista para ser liberada de esa carita de insatisfacción que transmite, puedo enseñarle si, con tal de que se calle le daré lecciones gratis. - ¡Oye tú! - Interrumpo, no me importa lo que llegue a pensar en realidad, si alguien más cree que soy un idiota, una mujer más que lo piense no me afecta. - ¡Es muy temprano! ¿No te enseñaron a respetar la tranquilidad de los demás? No eres la única que paga por este hotel, desconsiderada - Me recargo de lado en la entrada del salón, en el marco de la puerta, sonrío de forma descarada y la miro de pies a cabeza. ¿Qué hará? De retarme puede acabar muy mal, conozco las leyes de París, de retarme una mujer, un ser inferior, podría terminar en la horca.

por **Ramona Zlatar** Lun Oct 15, 2012 7:33 pm

Los gritos de Nikita iban escondido tras mis melodías y mientras mi mundo se iba cegando tras cada tecla que yo acariciaba mi cabeza viaja en un mar de lugares que había conocido siendo guiada por la Luna, aquella que me transformaba la que sacaba lo peor de mi y hacia de mi mundo uno tan diferente de los demás, podía escuchar el ruso perfecto atrás advertirme que me detuviera pero no podía, una vez que había comenzado solo la última nota me podría parar o que claramente mi doncella me cerrara la tapa del piano, mi mirada se intensifico con algo de ira con lo que ella había hecho y la mire molesta levantándome del banquillo donde descansaba ella en nuestro idioma me advirtió muy rápidamente de lo que el hombre había dicho y de lo que deseaba levante una ceja mirando a mi nodriza y luego me acerque al joven que si se veía molesto pero no lo estaría tanto como yo me encontraba – Disculpe Monsieur, el dueño del hotel dijo que podía tocar después de las cinco de la tarde y precisamente son las seis de la tarde, el me explico que a esta hora es cuando los que residen bajan a tomar el té, así que no veo que tan malo sea que yo toque, desconsiderada no lo soy, si fuera como usted dice hubiera tocado de las ocho de la mañana pero me he aguantado todo el día, así que permítame tengo que seguir. – mi voz sonó algo inquieta no tranquila como solía hablar pero en realidad no estaba ya de muy buen humos ni nana sabia mejor que nadie que detestaba que interrumpieran mis ensayos mas si el piano era Sergêi.

Le hice una reverencia de educación, porque mal educada no era y volví a mi taburete que me esperaba, tome asiento haciendo caso omiso de lo que le dijera, el Señor Quartermane me había autorizado y él había sido el único que no apreciaba una buena obra de la música, aquella era la melodía perfecta para esa hora. Tome aire llenando mis pulmones y toque una tecla de marfil brillante luego otra y así continuamente hasta comenzar una nueva melodía, una más suave donde quien la escuchara pudiera sentir la tranquilidad a su alrededor. Nikita como buena nana se quedo a mi lado, la note algo incomoda pero me daba igual yo estaba tocando y no terminaría hasta por lo menos tocar una pieza de música completa.

Mi cabeza comenzó a menearse mientras los acordes juntos hacían de lo suyo en aquel salón, mis ojos se cerraron por arte de magia me sabia la música de memoria y no necesitaba de una partitura que guiara mis dedos cuando en mi memoria estaba cada silencio, cada corchea, cada sincopa, cada nota en especial. Podía sentir en mi espalda la mirada amenazante del joven no me importaba, en realidad por mi fuera que subiera a su habitación y descansara, la música le llenaría el alma de gozo, de seguro le hacía falta descansar y que mejor compañía que una buena tonada.

por **Predbjørn Østergård** Mar Nov 06, 2012 3:18 pm

No es la primera vez que vengo a pasar la noche en éste hotel, no lo es porqué cuando no tengo ganas de ver a mi hermano, pago por una habitación, traigo a quien se me da la gana, sin necesidad de estar viendo malas caras, y hago las cosas que deseo sin problemas. Lo he tomado cómo un segundo hogar. Pago grandes cantidades de dinero no sólo por una habitación, también por todo un piso, sin que nadie venga a entrometerse, además que puedo hacer negocios, traer mujeres, lo que sea simplemente con pagar. ¡Y para que no respeten mis pautas, mis comodidades, por una niñita estúpida jugando a ser pianista! ¡Encima su color de piel es oscura! Me recuerda a la maldita negra que trabaja en mi hogar, a la negra, sino es porqué Damien le tiene un apego especial, ya estaría muerta desde hace tiempo, esas ratas no tienen porque vivir. ¿Racista? Si, lo soy, y no me avergüenzo de decirlo, las cosas cómo son, éste mundo es de los blancos, y nada más que de ellos. No debe existir más, pero para mi buena o mala suerte existen, además, me pagan una buena cantidad de dinero por cada cabeza, pensándolo bien, no es tan malo, si se sabe sacar provecho claro. La muchacha tiene agallas, no sé si eso me gusta o genera que mi sangre se caliente más del coraje, debería enseñarle un poco de modales a esa igualada, dejarle un recuerdo cómo cuando marco esclavos, sería divertido jugar al gato y al ratón con ella, muy entretenido.

- Maldita zorra, encima de negra, desobediente - Aquel pensamiento sale de mi boca, pero de forma muy suave, había aprendido a que mis palabras no las identificaran los sobrenaturales gracias a la practica diaria que tengo con mi hermano. Esa mujercita no podría haberlo escuchado. Coloco ambas manos en los bordes de mi pantalón negro de seda, no traigo una camisa porqué me da igual si me ven tan fresco y primaveral, cómo bien vestido, además las reglas están para romperse, y me gusta romperlas cada que tengo la oportunidad. La veo de forma que sé sienta la pesadez de mi mirada, se que en cualquier momento se va a detener al sentir la incomodidad. No se ve que sea tonta, pero yo lo soy menos, así que podremos jugar hasta que se calle.

- ¡Qué te calles, niñita tonta! - Repito, mis manos caen a los costados, comienzo a dar grandes zancadas por el lugar. - ¿Conoces al dueño del lugar? Bueno, no creo que tanto cómo yo, pago desde hace mucho tiempo grandes cantidades de dinero, no creo que quiera perder a un cliente tan distinguido y conocido por una niña estúpida cómo tú, que se atreve a desafiarme, ¿sabes lo que te puede costar? ¿Sabes la posición de la mujer en la sociedad? Si lo sabes, puedo enseñarte, pero será muy a mi manera, y te aseguro, no se te olvidara nunca, hermosura - Termino de hablar y llego hasta ella, muevo la tapa del piano para lograr que se cierre con fuerza, pero ella es rápida, mueve los dedos, ¡vaya mala suerte la mía!

Lo admito, a mi no me cohibe hacer daño, ni a una mujer, ni a un niño, ni a un animal, me dan igual de pies a cabeza, todo aquel que me conoce lo sabe muy bien, y ella no sería la primera a la cual le tendría lastima y me pondría modisto, ella estaba equivocada si creía algo al respecto. Me mantengo aún serio, mi rostro ahora más cerca del suyo porqué me he inclinado para que me preste más atención.

- ¿Me escuchaste bien? No creo que no lo hayas hecho, y tampoco creo que sea una tonta, sólo le falta conocer su verdadero lugar ¿Entendiste? Igualada - Le sonrío de medio lado, de forma ladina, no existe otra sonrisa más que ella, incluso aunque me desagrade su presencia, porqué acaba de negarse un pedido, o una orden que he hecho, no puedo cambiar esa forma que tengo de ser, la coquetería y el toque erótico para poder obtener las cosas, estoy acostumbrado, vivo de la sexualidad, y no me avergüenzo, de hecho me gusta, y quien diga lo contrario es un hipócrita, el sexo es bueno, no entiendo porqué esconderlo todo el tiempo. Estoy seguro que hasta el mismo papa es capaz de tirarse a las mujeres que dicen servir a Dios en el mismo altar dónde hace comulgar a toda la comunidad cercana. Me doy la vuelta, observo la pequeña estancia y encuentro un cómodo conjunto de sillones, me acercó al más largo, me dejó caer, coloco las manos por debajo de la cabeza, y cruzo los pies, sigo observándola, aquello es demasiado divertido. Ahora a esperar a su reacción.

por **Ramona Zlatar** Dom Nov 11, 2012 2:52 pm

A palabras necias oídos sordos, lo sabia mil y un problema había tenido por la tonalidad de mi piel y luego de mi cambio a la licantropía podía valerme por mi misma, lo que antes me afectaba ahora, ahora simplemente me resbalaba, así como lo hacía ahora, tenía la fuerza para defenderme y aun cuando mis brazos parecían finos el poder de mi puño podría romper cualquier pared, si yo no confiaba en mi, nadie lo haría, años pase destruyendo todo a mi paso hasta que el castigo divino llego a mí, en el monasterio los monjes me trataron como igual y enseñaron a manejar la ira, iracunda que había en mi interior, mi alma se fortaleció y con ello pude canalizar el poder de mi pensamiento, el poder de mi alma y claramente el de mi fuerza bruta, porque muy fina podría verme tocando el piano pero nadie, absolutamente nadie conocía lo que podía ser capaz de hacer. Mis ojos se abrieron de par en par cuando él estuvo a escasos centímetros de él, mis manos se movieron agiles, el era un simple humano y por lo tanto lento, no tenia poder alguno y aunque sus palabras eran como dagas para mi alma, había bloqueado aquel dolor que me hacía sentir.

Al sentir la cercanía de su rostro me levante de un salto de donde estaba, ¿quedarme callada? Esa no era una opción y si él pensaba que lo haría estaba muy equivocado, en mi idioma natal le ordene a mi nana que saliera de aquel salón y que nos dejara solos, podía sentir como el torrente sanguíneo corría con más fuerza de la normal por mis venas, y una suave sonrisa que no demostró mis labios pero si mis ojos daban la respuesta de lo que él quería – Así que un millonario mas en el Hotel des Arenes… Caballero sus palabras solo muestra lo pobre que es por dentro, ¿cree por que tiene grandes cantidades de dinero puede venir a decirme que hacer?, está equivocado, como usted yo igual he pagado y he pagado por este salón para mi propio beneficio el cual es tocar. – era cierto y el no me intimidaría con sus palabras más lo que me molestaba era la forma en particular que tenia para mirarme. – ¿Y así que se cree que tiene la última palabra dentro de acá? ¿Cree que por que soy mujer soy indefensa? – sonreí ahora si mi perfecta dentadura blanca, el ya estaba en el sofá tendido como un vago – Le doy un consejo no subestime a las damas, somos más fieras que un hombre que se va en amenazas y de seguro disfruta golpeando y maltratando todo a su paso – conocía esa clase de hombres, claro que si, antes de ser un licano ya me habían maltratado pero jure a la luna que nunca nadie mas tocaría ni uno de mis risos.

¿Le molesta que sea negra? – No era que me gustara decirme a mi misma de aquella forma pero parecía ser un método bastante fácil de llevar – ¿A caso el color de su sangre es verde? Lo dudo, puedo cortarle y ver qué es tan roja como la mía – si quería sacarme de mis casillas lo había logrado pero yo también podía ser irritantemente mala, a final de cuentas mi raza era así. Me acerque donde el yacía, quedando a dos o tres pasos de el – Este es mi lugar le guste a usted o ¡NO! – me cruce de brazos mirándolo despectivamente, sonriendo y esperando que saltara solo una provocación de su parte y le daría una paliza que nunca olvidaría, era una dama, una mujer, fina con clase pero nunca imaginaria lo que atrás de mi había, la bestia que cada luna llena acaba con vidas sin que nadie se entere y sin que, hasta ahora, un cazador tome mi cabeza.

por **Predbjørn Østergård** Mar Nov 20, 2012 2:41 pm

La comodidad del sillón era evidente, incluso abrazadora. Me gustaban las cosas suaves y esponjosas, siempre me dejaban descansar después de tener un día largo, pero ese sillón tenía algo que terminaba haciéndome dormir por completo. La actitud de la chica me resultaba bastante normal, las mujeres siempre quieren hacerse pasar cómo aguerridas, cómo chicas que pueden alzar la voz, y aunque pudieran hacerlo no tenían el derecho, parecía que a está no le habían enseñado su lugar en la escala de está sociedad, sería una gran pena, pues para su mala suerte, sólo habría la manera mala para enseñarle, y para nada me molestaría hacerle de maestro. No entendían nada ¡En 1800, las mujeres no tenían derecho de replicar! Si fuera un poco menos considerado, abría alzado la voz, gritado para que los hombres y mujeres no sólo del hotel, también de las calles notaran la falta de modales de la chica, y seguramente ya estarían gritándole mil cosas llenas de repudio por su falta. Tenía el poder suficiente para que un par de palabras la hicieran ir en camino a la corte, y le otorgaran la pena máxima, cómo la horca, porqué soy más poderosos de los que muchos piensan, y hombres ricos, pobres e incluso la realeza me dabe favores.

- Deberías darme las gracias - Le dije de forma tranquila, cómo si estuviera hablando con algún viejo conocido, o algún clientes, con los amigos la cosa es diferente, muy diferente. - No me he quejado ante los trabajadores o recepción de tu comportamiento, es cierto, has pagado por el lugar, pero también es cierto, que si un hombre quiere apoderarse de él, tan sencillo que puede jalarte del cabello y sacarte, y sin embargo, yo no he hecho aquello, poro eso deberías darme las gracias - Me encogí de hombros, después cerré los ojos, restándole importancia a las cosas. me gusta ser altanero, pelear, pero aunque no me importara pelear con una mujer, no lo había hecho, y no me daba la gana romper la racha con alguien tan insignificante, a mi parecer por supuesto.

- Uy señorita - Mi voz salió en tono melodramático, cómo si estuviera ofendida de lo que estaba diciendo - ahorre sus palabras por favor, que yo estoy tan cómodo, y sigues ladrando cómo perro con hambre - Ensanché la sonrisa de forma amplia, aún sin abrirlos ojos. Bostecé. Mi cometido de que dejará de sonar se había cumplido, ahora no deseaba seguir escuchando su chillante voz. La noche anterior me lo había pasado demasiado bien, de hecho necesitaba descansar lo suficiente, pues hoy me tocaba visitar a Amanda, mi querida vampiresa, mi amante perfecta, y nadie podría retrasar aquello o arruinar mis planes precios al encuentro.

El silencio se hizo presente, lo cual me pareció extraño, las mujeres tienen esa extraña cualidad de vociferar hasta por los codos. Nunca se callan si les das entrada para que empiecen a hablar, todas, todas eran iguales, ninguna era la excepción, lo cual me hizo sentir el impulso de abrir los ojos y poder evaluar la situación. Dónde me intentara dar un golpe, ella no sabía lo que le esperaba, no estaba para más bromas, menos para su contacto.

- Vamos ya, deja de hacer drama mujer, ustedes siempre tan melodramáticas e intensas, no entiendo quien las hizo de esa manera, siempre buscando llamar la atención y haciéndose las víctimas de la situación, deberían tener un poco más de amor propio antes de hacer esas cosas. - Empiezo a irritarme, de verdad estás situaciones me molestan, y no pienso durar demasiado aguantando a la mujer. Soy un cazador, uno nato, que ha matado licántropos, cambiantes, y vampiros, que se entrenó incluso por esas mismas criaturas, y que no cualquiera podría vencerme. Había tenido grandes peleas, donde estuve casi meses en recuperación, otras muy aburridas, y uno de los trucos que me hacían ser tan hábil es que en ocasiones bebía sangre de vampiro. Tan deliciosa y peligrosa al mismo tiempo. Y algo que nadie sabe, incluso aún no he descubierto, es que una parte de mi no se a activado, en mi cuerpo, mi verdadera naturaleza, esa que me ayuda a ser tan guerrero e insolente cómo lo soy ahora.

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