AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Y nos volvemos a encontrar [privado]
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Y nos volvemos a encontrar [privado]
Y así como aquella noche supuso que su corazón dolería si él decidía huir, viendo su espalda mientras él se alejaba comprobó que no se equivocaba. Dolía, su muerto corazón dolía y su alma ausente también. Había sido ingenua, pensando que quizás solo una vez en su inmortal existencia, Alex la elegiría a ella antes que a la soledad. Aun cuando su lado racional, ese que conocía muy bien a Alex, le gritaba aquella noche que él se iría, por miedo, por cobardía a enfrentar lo que Aimee le decía, por esa y mil razones, una pequeña parte de su corazón se había vista esperanzada al ver que él la quería. ¿Por qué tenía que doler, si ella era consciente de la realidad? Siempre había sido así, ¿Por qué iba a cambiar todo ahora?
Aimee sabía que su lugar era con sus hermanos, que debía refugiarse en el cariño que ellos le daban y que debía alejarse lo más posible de Italia, pero a pesar de todo, de su dolor, decepción y miedos también, ahí estaba, en el castillo de su sire, en el castillo de Alexander. Cuatro meses era el tiempo exacto desde que no veía a su amado vampiro, cuatro eternos meses. Rió con amargura mientras una doncella que siempre la acompañaba le acomodaba los últimos detalles a su vestido color carmesí, un color que hacía resaltar incluso más su porcelana piel. Rió al darse cuenta de su poca voluntad. Había pasado largas temporadas sin verlo, algunas llegaban a ser un siglo completo, pero jamás se desanimaba, jamás se desesperaba aunque su ausencia quedara grabada día a día en ella. Ahora solo habían pasado cuatro meses y Aimee necesitaba con desesperación saber de él. Se maldecía por eso, se maldecía por no ser normal y simplemente rendirse, se maldecía también por haber caído ante su necesidad de saber de él al punto de dejarlo todo en Londres para venir a Italia. Estaba furiosa con él, furiosa por haberse ido en ese momento, pero aun así ahí estaba, en su castillo.
Había hablado con Zarek, él sabía dónde estaba Alex pero Aimee no le preguntó. No quería ser estúpida e ir tras él. Era inmortal, pero su corazón moría día a día y ella no quería darle más motivos a Alex de lastimarla. La vampiresa sabía muy bien que jamás dejaría de amarlo, jamás, y que seguramente ella lo buscaría en algún tiempo más, pero en ese momento no podía.
Con un suspiro dejó atrás a sus sirvientas y salió a caminar a uno de los amplios jardines del castillo Di Sforza, entre sus manos llevaba un pequeño libro de poesía, tan antiguo que parecía ser que cualquier brusco movimiento lo despedazaría. Por suerte para aquellas débiles hojas, a pesar de la fuerza de Aimee, lo sostenía como si de suaves nubes se trataran, la delicadeza de su agarre y movimientos eran dignos de admirar. En medio de la oscuridad del jardín se detuvo, alzando la mirada al cielo. El cielo resplandecía bajo el brillo de su magnífica luna llena. Una noche como esa prefería pasarla en casa, era poderosa, pero no le gustaba tentar a su suerte saliendo en una noche donde más criaturas de otras razas rondaban en busca de presas. Acompañada de otro suspiro caminó hasta su lugar favorito en el castillo, el jardín de cerezos. Era primavera y estaban florecidos, por lo que ese pequeño espacio en el amplio jardín estaba bañado de un color rosa pálido. Era hermoso. Pero había un árbol en el centro del jardín, donde todo parecía brillar casi como por arte de magia, especialmente en las noches donde la luna estaba en todo su esplendor. Con una débil sonrisa caminó hasta el árbol y se sentó bajo él desplegando su vestido por el césped mientras abría su libro para comenzar a leer. No necesitaba demasiada luz, podía leer perfectamente en la oscuridad. Sus ojos recorrían las letras grabadas en el antiguo papel, pero su mente solo viajaba a través de recuerdos que la llevaban siempre hasta donde estaba él, Alex.
Aimee sabía que su lugar era con sus hermanos, que debía refugiarse en el cariño que ellos le daban y que debía alejarse lo más posible de Italia, pero a pesar de todo, de su dolor, decepción y miedos también, ahí estaba, en el castillo de su sire, en el castillo de Alexander. Cuatro meses era el tiempo exacto desde que no veía a su amado vampiro, cuatro eternos meses. Rió con amargura mientras una doncella que siempre la acompañaba le acomodaba los últimos detalles a su vestido color carmesí, un color que hacía resaltar incluso más su porcelana piel. Rió al darse cuenta de su poca voluntad. Había pasado largas temporadas sin verlo, algunas llegaban a ser un siglo completo, pero jamás se desanimaba, jamás se desesperaba aunque su ausencia quedara grabada día a día en ella. Ahora solo habían pasado cuatro meses y Aimee necesitaba con desesperación saber de él. Se maldecía por eso, se maldecía por no ser normal y simplemente rendirse, se maldecía también por haber caído ante su necesidad de saber de él al punto de dejarlo todo en Londres para venir a Italia. Estaba furiosa con él, furiosa por haberse ido en ese momento, pero aun así ahí estaba, en su castillo.
Había hablado con Zarek, él sabía dónde estaba Alex pero Aimee no le preguntó. No quería ser estúpida e ir tras él. Era inmortal, pero su corazón moría día a día y ella no quería darle más motivos a Alex de lastimarla. La vampiresa sabía muy bien que jamás dejaría de amarlo, jamás, y que seguramente ella lo buscaría en algún tiempo más, pero en ese momento no podía.
Con un suspiro dejó atrás a sus sirvientas y salió a caminar a uno de los amplios jardines del castillo Di Sforza, entre sus manos llevaba un pequeño libro de poesía, tan antiguo que parecía ser que cualquier brusco movimiento lo despedazaría. Por suerte para aquellas débiles hojas, a pesar de la fuerza de Aimee, lo sostenía como si de suaves nubes se trataran, la delicadeza de su agarre y movimientos eran dignos de admirar. En medio de la oscuridad del jardín se detuvo, alzando la mirada al cielo. El cielo resplandecía bajo el brillo de su magnífica luna llena. Una noche como esa prefería pasarla en casa, era poderosa, pero no le gustaba tentar a su suerte saliendo en una noche donde más criaturas de otras razas rondaban en busca de presas. Acompañada de otro suspiro caminó hasta su lugar favorito en el castillo, el jardín de cerezos. Era primavera y estaban florecidos, por lo que ese pequeño espacio en el amplio jardín estaba bañado de un color rosa pálido. Era hermoso. Pero había un árbol en el centro del jardín, donde todo parecía brillar casi como por arte de magia, especialmente en las noches donde la luna estaba en todo su esplendor. Con una débil sonrisa caminó hasta el árbol y se sentó bajo él desplegando su vestido por el césped mientras abría su libro para comenzar a leer. No necesitaba demasiada luz, podía leer perfectamente en la oscuridad. Sus ojos recorrían las letras grabadas en el antiguo papel, pero su mente solo viajaba a través de recuerdos que la llevaban siempre hasta donde estaba él, Alex.
- Jardin:
- El árbol lindo bajo el que está ella xD
Jardin <3
Aimee Windsor- Vampiro/Realeza
- Mensajes : 735
Fecha de inscripción : 29/06/2010
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Re: Y nos volvemos a encontrar [privado]
Si, yo era un cobarde…Yo lo sabía y ella también ¿Por qué entonces Aimee seguía esperando que cambiara?. Las cosas se habían mantenido igual desde que tenía recuerdos, desde que me conocía. ¿Cuál era entonces el fundamento de ella para seguir a mi lado a pesar de lo mal que la trataba siempre con la intención de alejarla?. Tal vez aquella vampira era lo suficientemente inteligente como para notar que mi intento de alejarla era solamente por temor a enamorarme de ella Yo…¿Un vampiro enamorado? ¿Acaso había algo más patético que eso?. Y si, patético era yo mismo al intentar con todas mis fuerzas alejarla a ella, la que siempre había estado a mi lado, ella, la que siempre comprendió cada una de mis etapas, de mis malos tratos y de mis huidas, ¡Ella! La que siempre estuvo dispuesta a dejar todo de lado solo por mi…¿En qué clase de idiota me había convertido? En ninguno, después de todo lo idiota era parte de mi y ella debía comprender de una u otra forma que yo jamás iba a cambiar, por muy fuerte que fueran los sentimientos ya que cada cierto tiempo necesito un descanso, necesito de la soledad y pensar en mi, solo en mi.
Habían pasado ya cuatro largos meses, cuatro meses en los que jamás pude quitármela de la cabeza, todo me recordaba a ella ¿Había peor castigo que eso? No lo creo, era terrible, al dormir soñaba con ella, al mirar el cielo me aparecía su sonrisa…Y yo ahí, comportándome como un idiota y preocupado solo de hacerla sufrir. No entendía como sus hermanos le permitían seguir conmigo aunque sabía también que ellos no me querían para su hermana, al menos Stephen me lo había dejado claro y a mi poco me importaban sus palabras. De todos modos ya había pasado demasiado tiempo torturándome con mis pensamientos, si bien le había informado a Zarek de mi alejamiento por tiempo indeterminado ya me había hartado de que mi mente solo se preocupara por aquella vampira, era momento de hacer, aunque sea por solo una vez, las cosas bien.
Así fue como decidí salir de mi escondite, solo Zarek sabía donde estaba y le había dejado estrictamente prohibido que le dijera a Aimee donde estaba, si lo hacía desataría mi furia, él lo sabía, pero mi hermano ya estaba bastante ocupado con su vida como para solucionar y meterse en la mía. Me llevó tiempo el regresar, después de todo aún no estaba seguro que lo que había decidido estaba bien ¿Y si ella me había olvidado?...jajaja imposible, había pasado muchísimo más tiempo la última vez que en que me fui y aún así ella estaba ahí, anhelando ansiosa mi regreso ¿Qué clase de idiota era ella y cómo podía estar tan enamorada de un idiota como yo?. No lo entendía, simplemente no podía porque jamás había sentido algo tan fuerte por alguien.
Una vez estuve fuera del castillo me quedé dudando un largo momento, al menos estaba seguro de que ella estaba ahí sin duda esperándome pacientemente, como siempre lo hacía. Lamí mis labios al recordar la suavidad de los suyos y alcé una ceja puesto que la extrañaba más de lo que pensaba, a lo lejos percibí levemente su aroma lo que me hizo perder la cabeza y decidirme al fin, iría a su encuentro.
Avancé a toda la velocidad que mi estado me permitía, entré de forma directa hacia donde provenía el aroma, no saludé a nadie ni me preocupé de los malditos modales, nada de eso me importaba. En el camino frené de manera brusca al verla, mi cuerpo tembló ¿Tal vez era emoción? No lo sabía, pero se veía tan hermosa debajo de aquél árbol leyendo pero a la vez no prestaba atención a esas palabras. Su vista estaba vacía, no se le notaba aquella emoción que se les nota a los lectores cada vez que leen un libro de su interés. Me acerqué por la espalda de la manera más silenciosa posible y la abracé por escasos segundos - ¿Me extrañaste? – Comenté con un notorio tono burlón en la voz y luego la levanté sin mayor esfuerzo para tomarla entre mis brazos. La besé, la besé como nunca antes la había besado y sin darle tiempo de responder a mi pregunta, sabía que me estaba esperando por lo que responder aquellas palabras era inútil. Lo mejor de todo era su rostro de sorpresa el cuál jamás volvería a olvidar y el que me había robado una sonrisa justo antes de robarle el beso.
Habían pasado ya cuatro largos meses, cuatro meses en los que jamás pude quitármela de la cabeza, todo me recordaba a ella ¿Había peor castigo que eso? No lo creo, era terrible, al dormir soñaba con ella, al mirar el cielo me aparecía su sonrisa…Y yo ahí, comportándome como un idiota y preocupado solo de hacerla sufrir. No entendía como sus hermanos le permitían seguir conmigo aunque sabía también que ellos no me querían para su hermana, al menos Stephen me lo había dejado claro y a mi poco me importaban sus palabras. De todos modos ya había pasado demasiado tiempo torturándome con mis pensamientos, si bien le había informado a Zarek de mi alejamiento por tiempo indeterminado ya me había hartado de que mi mente solo se preocupara por aquella vampira, era momento de hacer, aunque sea por solo una vez, las cosas bien.
Así fue como decidí salir de mi escondite, solo Zarek sabía donde estaba y le había dejado estrictamente prohibido que le dijera a Aimee donde estaba, si lo hacía desataría mi furia, él lo sabía, pero mi hermano ya estaba bastante ocupado con su vida como para solucionar y meterse en la mía. Me llevó tiempo el regresar, después de todo aún no estaba seguro que lo que había decidido estaba bien ¿Y si ella me había olvidado?...jajaja imposible, había pasado muchísimo más tiempo la última vez que en que me fui y aún así ella estaba ahí, anhelando ansiosa mi regreso ¿Qué clase de idiota era ella y cómo podía estar tan enamorada de un idiota como yo?. No lo entendía, simplemente no podía porque jamás había sentido algo tan fuerte por alguien.
Una vez estuve fuera del castillo me quedé dudando un largo momento, al menos estaba seguro de que ella estaba ahí sin duda esperándome pacientemente, como siempre lo hacía. Lamí mis labios al recordar la suavidad de los suyos y alcé una ceja puesto que la extrañaba más de lo que pensaba, a lo lejos percibí levemente su aroma lo que me hizo perder la cabeza y decidirme al fin, iría a su encuentro.
Avancé a toda la velocidad que mi estado me permitía, entré de forma directa hacia donde provenía el aroma, no saludé a nadie ni me preocupé de los malditos modales, nada de eso me importaba. En el camino frené de manera brusca al verla, mi cuerpo tembló ¿Tal vez era emoción? No lo sabía, pero se veía tan hermosa debajo de aquél árbol leyendo pero a la vez no prestaba atención a esas palabras. Su vista estaba vacía, no se le notaba aquella emoción que se les nota a los lectores cada vez que leen un libro de su interés. Me acerqué por la espalda de la manera más silenciosa posible y la abracé por escasos segundos - ¿Me extrañaste? – Comenté con un notorio tono burlón en la voz y luego la levanté sin mayor esfuerzo para tomarla entre mis brazos. La besé, la besé como nunca antes la había besado y sin darle tiempo de responder a mi pregunta, sabía que me estaba esperando por lo que responder aquellas palabras era inútil. Lo mejor de todo era su rostro de sorpresa el cuál jamás volvería a olvidar y el que me había robado una sonrisa justo antes de robarle el beso.
Argus Di Sforza- Vampiro Clase Alta
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