AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Si volvemos al pasado... {Libre}
2 participantes
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Si volvemos al pasado... {Libre}
Recibí la carta y la abrí con manos temblorosas. Estaba escrita en alemán, con una caligrafía cuidada y perfectamente recta.
Estimada señorita Liselotte Van de Valley:
Le reportamos esta misiva con la intención de comunicarle nuestro interés en la compra de unos terrenos situados en la campiña de Gumpoldskirche, pertenecientes a sus antecesor Karl Van de Valley. Nos gustaría ponernos en contacto con usted cuanto antes, para dialogar y explicarle con más detalle el motivo de nuestra oferta. Los gastos del transporte a Viena correrán a nuestro cargo.
Con un saludo cordial se despide,
Wilhem Jakovsson
La estimada Liselotte Van de Valley no era otra que yo misma, que había tomado la precaución ya hacía tiempo de adoptar otra identidad para asuntos legales, como el que me atañía en esos momentos. El ilustre caballero que se reportaba de apellido pomposo y ruso, no era otro que el prestigioso hacedor de zapatos Jakovsson, que con el tiempo y tesón, había hecho de su apellido una marca de moda entre las parisinas e, imagino también, de su país de origen Rusia. Ignoraba el interés que el hombre podía tener en las propiedades que había pertenecido a mis padres. Regresar a Viena no estaba entre mis planes futuros, ni si quiera creía estar preparada para el largo viaje. Ni para los recuerdos. Hacía medio siglo que no había regresado a Austria, y ahora incluso se me hacía un país extraño.
Me quedé contemplando la misiva un rato más, a la luz de la lumbre. Rememoré los largos veranos en la campiña. La risa de Clotilde cuando se calló la primera vez a un charco. El enfado de mamá. La resignación de las institutrices. La primera vez que monté a caballo. El atardecer en Gumpoldskirche parecía tener otros colores, más vivos, más naranjas.
Casi sin darme cuenta, y como automáticamente, me vi ofreciendo un par de francos al muchacho de los periódicos para que fuera a buscar un coche de caballos que me llevase a estación de ferrocarril. Era tarde, alrededor de las ocho y media de la noche. La noche ya empañaba París. Hice la maleta con lo estrictamente necesario y puse camino a la estación.
-------
La columna de humo enturbiaba el ambiente. El olor se pegaba a las ropas. No había demasiados pasajeros a esa hora. A nadie le gustaba viajar de noche. Sabía que iba a ser un periplo largo, e incómodo, no sólo por las condiciones habituales en las que no resulta nada placentero viajar en transporte público, si no también por los inconvenientes intrínsecos a mi nueva condición. Los días serían largos, y las noches, más largas todavía. Pagué un extra por tener mi propio compartimento donde poder dormir durante el día y mantener las ventanas cubiertas.
Subí al vagón detrás de una pareja de ancianos que pude identificar como ingleses, por las subidas y bajadas melodiosas que adoptaban cada vez que hablaban, en un idioma que, definitivamente, no era francés. Fui a dejar la maleta de piel sobre el portaequipajes, con tal despiste el mío que la maleta cayó al suelo y se abrió, desparramando por el pasillo del tren algunos corsés, calcetines y leotardos. ”Perfecto. Simplemente perfecto”. Murmuré, mientras me inclinaba con pudor a recoger tamaño desastre.
Estimada señorita Liselotte Van de Valley:
Le reportamos esta misiva con la intención de comunicarle nuestro interés en la compra de unos terrenos situados en la campiña de Gumpoldskirche, pertenecientes a sus antecesor Karl Van de Valley. Nos gustaría ponernos en contacto con usted cuanto antes, para dialogar y explicarle con más detalle el motivo de nuestra oferta. Los gastos del transporte a Viena correrán a nuestro cargo.
Con un saludo cordial se despide,
Wilhem Jakovsson
La estimada Liselotte Van de Valley no era otra que yo misma, que había tomado la precaución ya hacía tiempo de adoptar otra identidad para asuntos legales, como el que me atañía en esos momentos. El ilustre caballero que se reportaba de apellido pomposo y ruso, no era otro que el prestigioso hacedor de zapatos Jakovsson, que con el tiempo y tesón, había hecho de su apellido una marca de moda entre las parisinas e, imagino también, de su país de origen Rusia. Ignoraba el interés que el hombre podía tener en las propiedades que había pertenecido a mis padres. Regresar a Viena no estaba entre mis planes futuros, ni si quiera creía estar preparada para el largo viaje. Ni para los recuerdos. Hacía medio siglo que no había regresado a Austria, y ahora incluso se me hacía un país extraño.
Me quedé contemplando la misiva un rato más, a la luz de la lumbre. Rememoré los largos veranos en la campiña. La risa de Clotilde cuando se calló la primera vez a un charco. El enfado de mamá. La resignación de las institutrices. La primera vez que monté a caballo. El atardecer en Gumpoldskirche parecía tener otros colores, más vivos, más naranjas.
Casi sin darme cuenta, y como automáticamente, me vi ofreciendo un par de francos al muchacho de los periódicos para que fuera a buscar un coche de caballos que me llevase a estación de ferrocarril. Era tarde, alrededor de las ocho y media de la noche. La noche ya empañaba París. Hice la maleta con lo estrictamente necesario y puse camino a la estación.
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La columna de humo enturbiaba el ambiente. El olor se pegaba a las ropas. No había demasiados pasajeros a esa hora. A nadie le gustaba viajar de noche. Sabía que iba a ser un periplo largo, e incómodo, no sólo por las condiciones habituales en las que no resulta nada placentero viajar en transporte público, si no también por los inconvenientes intrínsecos a mi nueva condición. Los días serían largos, y las noches, más largas todavía. Pagué un extra por tener mi propio compartimento donde poder dormir durante el día y mantener las ventanas cubiertas.
Subí al vagón detrás de una pareja de ancianos que pude identificar como ingleses, por las subidas y bajadas melodiosas que adoptaban cada vez que hablaban, en un idioma que, definitivamente, no era francés. Fui a dejar la maleta de piel sobre el portaequipajes, con tal despiste el mío que la maleta cayó al suelo y se abrió, desparramando por el pasillo del tren algunos corsés, calcetines y leotardos. ”Perfecto. Simplemente perfecto”. Murmuré, mientras me inclinaba con pudor a recoger tamaño desastre.
Última edición por Carolina Van de Valley el Sáb Jul 06, 2013 1:28 pm, editado 1 vez
Carolina Van de Valley- Vampiro Clase Media
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Re: Si volvemos al pasado... {Libre}
Un pequeño viaje que no sería muy largo, pero algo tedioso quizás, no me gustaba mucho viajar en tren, pero era algo tenía que hacer para fingir mi humanidad.
"Quizás estaría bueno ponerse a revisar las partituras, para no aburrirse en este transporte" -dije en mi mente-
Saqué de mi portafolio las pautas y comencé a divagar en mi interior el aria que no tenia un buen final.. asi que comencé a hacer sonar el piano que tenía en mi cabeza para pensarlo..
Entré en el trance de las notas que me llevaban lejos del tren, lejos de mi asiento, del humano que iba en frente mío.. el pasar del paisaje rápido en las ventanas, distraído en mi música.. completamente.
De pronto un fuerte acento se escuchó un poco más allá, al principio creí que sería mi cabeza golpeándo fuerte en mi, de haber implantado una nota grave en la composición, pero luego desvié mi mirada un poco mas lejos y había una dama maldiciendo el que se le haya caído una maleta, mas no me detení a observar como los tontos, y me levanté rápidamente de mi asiento y le ayudé a recogerlas. Pues había allí enfrente solo una pareja de ancianos.
-Guarde cuidado.. puedo ayudarle- dije mientras me agaché a tomar lo que en general era solo ropa.
El aroma de ésta era muy fuerte, que al primer movimiento mío, llegó a mis entrañas, y la verdad yo no sé si éste era el aroma natural de la mujer, o solo un perfume. Pero era agradable aunque muy profundo. Tanto que a mi mente vinieron esos flashbacks de a las féminas a las cuales he tenido la oportunidad de sentir su aroma un poco más cercano..
Y era tan profundo el de aquella mujer, que no se comparaba con los demases... dejé de interiorizar mis sentidos en su aroma y me preocupe de no arruinar sus ropas de algun modo y entonces intenté ordenarle su ropa dentro de la maleta, como mi difunta hermana me había enseñado y a la cual recuerdo perfectamente en este momento, y cerré su maleta acercándosela a sus manos suavemente.
-¿Está todo bien? aqui tiene- dije, y en una milésima de segundo me perdí en su mirada.
-...no se preocupe que ni me di cuenta del detalle de sus pertencias, por si le incomoda, yo solo lo guardé de inmediato- incliné mi cabeza en un leve y pequeña reverencia. Esperando a que la mujer no se incomode o molestase de lo directo que soy en alguna cosa.
De pronto el silencio se alargó un poco más... y traté de no parecer desubicado.
-Eh.. bueno creo que mejor me retiro... -iba encaminandome dandole la espalda para irme, y de nuevo mi mente juvenil actuó - ...por cierto soy Mikelangelo -estreché mi mano por si me la quisiese dar
No era muy bueno con tanto protocolo como cualquier caballero, prefería ser siempre natural. Aunque a algunos no les agradace.
Después me di cuenta de mi acción y pensé: "Que idiota! Pero qué estás haciendo es una dama, no una jovenzuela cualquiera" ..mi mente siempre tan dura en sus palabras conmigo, y yo como un tonto que no sabía lo que estaba haciendo.
Tomé levemente su mano con educación para aminorar mi idiota trato e incliné mi cabeza en una reverencia otra vez:
-..Mikelangelo Van Dort madame..disculpe mis olvidos de protocolo aveces... sé que a penas nos conocemos.. -le confesé directamente, con respecto a lo de mi nombre, mirándole profundamente a sus ojos y luego me iba apartando con cuidado levemente, dejando caer con suavidad su delicada mano-
"Quizás estaría bueno ponerse a revisar las partituras, para no aburrirse en este transporte" -dije en mi mente-
Saqué de mi portafolio las pautas y comencé a divagar en mi interior el aria que no tenia un buen final.. asi que comencé a hacer sonar el piano que tenía en mi cabeza para pensarlo..
Entré en el trance de las notas que me llevaban lejos del tren, lejos de mi asiento, del humano que iba en frente mío.. el pasar del paisaje rápido en las ventanas, distraído en mi música.. completamente.
De pronto un fuerte acento se escuchó un poco más allá, al principio creí que sería mi cabeza golpeándo fuerte en mi, de haber implantado una nota grave en la composición, pero luego desvié mi mirada un poco mas lejos y había una dama maldiciendo el que se le haya caído una maleta, mas no me detení a observar como los tontos, y me levanté rápidamente de mi asiento y le ayudé a recogerlas. Pues había allí enfrente solo una pareja de ancianos.
-Guarde cuidado.. puedo ayudarle- dije mientras me agaché a tomar lo que en general era solo ropa.
El aroma de ésta era muy fuerte, que al primer movimiento mío, llegó a mis entrañas, y la verdad yo no sé si éste era el aroma natural de la mujer, o solo un perfume. Pero era agradable aunque muy profundo. Tanto que a mi mente vinieron esos flashbacks de a las féminas a las cuales he tenido la oportunidad de sentir su aroma un poco más cercano..
Y era tan profundo el de aquella mujer, que no se comparaba con los demases... dejé de interiorizar mis sentidos en su aroma y me preocupe de no arruinar sus ropas de algun modo y entonces intenté ordenarle su ropa dentro de la maleta, como mi difunta hermana me había enseñado y a la cual recuerdo perfectamente en este momento, y cerré su maleta acercándosela a sus manos suavemente.
-¿Está todo bien? aqui tiene- dije, y en una milésima de segundo me perdí en su mirada.
-...no se preocupe que ni me di cuenta del detalle de sus pertencias, por si le incomoda, yo solo lo guardé de inmediato- incliné mi cabeza en un leve y pequeña reverencia. Esperando a que la mujer no se incomode o molestase de lo directo que soy en alguna cosa.
De pronto el silencio se alargó un poco más... y traté de no parecer desubicado.
-Eh.. bueno creo que mejor me retiro... -iba encaminandome dandole la espalda para irme, y de nuevo mi mente juvenil actuó - ...por cierto soy Mikelangelo -estreché mi mano por si me la quisiese dar
No era muy bueno con tanto protocolo como cualquier caballero, prefería ser siempre natural. Aunque a algunos no les agradace.
Después me di cuenta de mi acción y pensé: "Que idiota! Pero qué estás haciendo es una dama, no una jovenzuela cualquiera" ..mi mente siempre tan dura en sus palabras conmigo, y yo como un tonto que no sabía lo que estaba haciendo.
Tomé levemente su mano con educación para aminorar mi idiota trato e incliné mi cabeza en una reverencia otra vez:
-..Mikelangelo Van Dort madame..disculpe mis olvidos de protocolo aveces... sé que a penas nos conocemos.. -le confesé directamente, con respecto a lo de mi nombre, mirándole profundamente a sus ojos y luego me iba apartando con cuidado levemente, dejando caer con suavidad su delicada mano-
Mikelangelo Van Dort- Vampiro/Realeza
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Re: Si volvemos al pasado... {Libre}
No pasó demasiado tiempo cuando una mano amiga acudió a ayudarme con el desastre. Se trataba de un joven con porte elegante, como la mayoría de los que allí se congregaban en los pasajes de primera clase. Casi sin darme cuenta, cambié mi registro al alemán, de manera que pude soltar todos los improperios que se me pasaron por la mente sin que nadie de allí se diese cuenta.
-Se lo agradezco de veras, señor -respondí cuando el muchacho me tendió uno de los corsés de lazos azulados. Noté en él un gesto que me llamó la atención por lo pudoroso que era, y yo no pude por más que esbozar una ligera sonrisa ante la ternura del joven.
-Le agradezco el recato -el muchacho en seguida se presentó como Mikelangelo, y pude notar en él todos los gestos que apuntaban a una afectuosa inocencia que no pudo por más que levantar toda simpatía para con aquel joven-Encantada. Yo soy Carolina. Carolina Van de Valley
No tardó en venir a mí el olor tan característico de aquellos de mi raza. ¡Y yo pensando que iba a ser la única no muerta de todo el tren! No sabía qué asuntos le llevarían a mi joven acompañante a tomar el incómodo -para un vampiro- transporte ferroviario, pero de alguna manera, aquello me sosegó.
-No se preocupe -reí ligeramente-Eh... ¿Le molesta si le invito a algo en la cafetería del tren? Para compensar su buen hacer.
-Se lo agradezco de veras, señor -respondí cuando el muchacho me tendió uno de los corsés de lazos azulados. Noté en él un gesto que me llamó la atención por lo pudoroso que era, y yo no pude por más que esbozar una ligera sonrisa ante la ternura del joven.
-Le agradezco el recato -el muchacho en seguida se presentó como Mikelangelo, y pude notar en él todos los gestos que apuntaban a una afectuosa inocencia que no pudo por más que levantar toda simpatía para con aquel joven-Encantada. Yo soy Carolina. Carolina Van de Valley
No tardó en venir a mí el olor tan característico de aquellos de mi raza. ¡Y yo pensando que iba a ser la única no muerta de todo el tren! No sabía qué asuntos le llevarían a mi joven acompañante a tomar el incómodo -para un vampiro- transporte ferroviario, pero de alguna manera, aquello me sosegó.
-No se preocupe -reí ligeramente-Eh... ¿Le molesta si le invito a algo en la cafetería del tren? Para compensar su buen hacer.
Carolina Van de Valley- Vampiro Clase Media
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Re: Si volvemos al pasado... {Libre}
Escuché una leve risita dentro de mi mente, no sé si realmente era de la mujer con la cual estaba de frente, o mi conciencia burlesca ante mis actos y diferimientos entre lo bueno y lo malo de aquella cotidiana situación. De pronto entonces, ella pronunció su nombre, "Carolina Van De Valley", un nombre algo largo pero sofisticado "De Valley"...sonaba bello.
Ella ya había notado mi naturaleza asi como yo la suya y realmente era extraño encontrarme a otros de mi especie en lugares de este tipo, donde la sangre penetra en lo mas fondo de nuestro olfato, el calor puede presentirse através de los vidrios empañados del tren, estas criaturas humanas cumpliendo con sus monótonas obligaciones ya sea el trabajo, entre otros. Mas tampoco faltaba esa gente que asi como yo, se entretenía simplemente en viajar, sin tener que pensar en el dinero, en lo que falta, en la compañia, donde sus mentes actúan libres, más son criaturas limitadas. Pero hay algunas que siempre desean romper esa barrera de lo real e irreal, romper el curso natural de las cosas y empezar a hacer cosas nuevas, y lamentablemente les falla debido a la imperfección de su especie.
Fue entonces que la señorita De Valley, me presentó una invitación a la cafetería, por haberle ayudado con lo de su maleta. Concientemente acepté.. pensando en que cosa tomaríamos allá debido a nuestra condición.
-La verdad no quiero incomodarle el viaje... pero no rechazo tampoco este tipo de invitaciones- le dije con mi voz algo indiferente
-...y es un placer conocerle Madame De Valley- agregué después de haberle escuchado por unos cuantos minutos su esforzado acento alemán -..por cierto, habla usted muy bien alemán...pero sé que cuesta.. -río levemente estirando mi brazo para darle el paso a la siguiente cabina a la dama sin apartar mi vista de ella-
Ella ya había notado mi naturaleza asi como yo la suya y realmente era extraño encontrarme a otros de mi especie en lugares de este tipo, donde la sangre penetra en lo mas fondo de nuestro olfato, el calor puede presentirse através de los vidrios empañados del tren, estas criaturas humanas cumpliendo con sus monótonas obligaciones ya sea el trabajo, entre otros. Mas tampoco faltaba esa gente que asi como yo, se entretenía simplemente en viajar, sin tener que pensar en el dinero, en lo que falta, en la compañia, donde sus mentes actúan libres, más son criaturas limitadas. Pero hay algunas que siempre desean romper esa barrera de lo real e irreal, romper el curso natural de las cosas y empezar a hacer cosas nuevas, y lamentablemente les falla debido a la imperfección de su especie.
Fue entonces que la señorita De Valley, me presentó una invitación a la cafetería, por haberle ayudado con lo de su maleta. Concientemente acepté.. pensando en que cosa tomaríamos allá debido a nuestra condición.
-La verdad no quiero incomodarle el viaje... pero no rechazo tampoco este tipo de invitaciones- le dije con mi voz algo indiferente
-...y es un placer conocerle Madame De Valley- agregué después de haberle escuchado por unos cuantos minutos su esforzado acento alemán -..por cierto, habla usted muy bien alemán...pero sé que cuesta.. -río levemente estirando mi brazo para darle el paso a la siguiente cabina a la dama sin apartar mi vista de ella-
Mikelangelo Van Dort- Vampiro/Realeza
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Re: Si volvemos al pasado... {Libre}
Me coloqué la limosnera en el brazo derecho y sin más, mi acompañante y yo pusimos rumbo a la cafetería. Era un lugar tranquilo, y a aquellas horas, estaba casi despejado. Las velas colgaban de las paredes, forradas con papel burdeos y toques dorados, una combinación de colores que yo siempre había encontrado elegante y atractiva. Las mesas se encontraban replegadas por toda la estancia. Un piano de cola descansaba en un rincón, triste porque nadie lo tocaba en aquellos momentos.
-Estaré encantada de poder echar un rato con usted, señor Van Dort. Por su apellido adivino que es usted alemán -porque su acento era casi impecable. Se le veía extremadamente educado, con unos modales exquisitos. Sus ropas también eran un indicador de que pertenecía a la clase acomodada-Si le soy sincera, no me veía con muchas fuerzas para emprender este viaje sola.
Tomamos asiento en una de las mesas cerca del magnífico instrumento de cola. Éstas poseían una forma ovalada, cubiertas por un fino tapete bordado. El centro estaba decorado con una tímida rosa y la leve luz que era expulsada por la lámpara de queroseno de cristal de Murano.
-Me alegra que me lo diga. Soy austríaca -sonreí ante la ocurrencia del joven Van Dort-De hecho, parto hacia Viena, después de... Bueno, bastante tiempo -deposité mi limosnera en el regazo al tiempo que me quitaba los guantes largos-¿Le resultaría indecoroso si le pregunto cuál es vuestro destino, herr Van Dort?
-Estaré encantada de poder echar un rato con usted, señor Van Dort. Por su apellido adivino que es usted alemán -porque su acento era casi impecable. Se le veía extremadamente educado, con unos modales exquisitos. Sus ropas también eran un indicador de que pertenecía a la clase acomodada-Si le soy sincera, no me veía con muchas fuerzas para emprender este viaje sola.
Tomamos asiento en una de las mesas cerca del magnífico instrumento de cola. Éstas poseían una forma ovalada, cubiertas por un fino tapete bordado. El centro estaba decorado con una tímida rosa y la leve luz que era expulsada por la lámpara de queroseno de cristal de Murano.
-Me alegra que me lo diga. Soy austríaca -sonreí ante la ocurrencia del joven Van Dort-De hecho, parto hacia Viena, después de... Bueno, bastante tiempo -deposité mi limosnera en el regazo al tiempo que me quitaba los guantes largos-¿Le resultaría indecoroso si le pregunto cuál es vuestro destino, herr Van Dort?
- OFF:
- Siento la tardanza. He estado unos días de vacaciones ^^'
Carolina Van de Valley- Vampiro Clase Media
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Re: Si volvemos al pasado... {Libre}
Aquella pequeña cafetería dentro del tren, me parecía un tanto extremadamente lujosa, de parte en parte, al parecer sería una zona exclusiva. Mas mis pensamientos sobre lujos se fueron inmediatamente fugaces, tras ver un hermoso piano de cola en una esquina sobrepuesto allí, parecía escondido entre el polvo. Me quedé a observarlo varios minutos, antes de que me acercara a a sentarme en la mesa, para la hora del té...
La Madame Van De Valley, era completamente cordial, diría que demasiado para mantener diálogo con un joven como yo, la verdad es que nunca me han quedado bien las formalidades, siempre soy natural ante todo. Pero siempre con el debido respeto.
Escuchaba atentamente las palabras de Madame De Valley, mas lo que había captado mi atención era aquel piano que necesitaba ser tocado..
-Disculpe madame..- dije interrumpiendo a sus preguntas- ..pero..a usted ¿Le gusta la música?-sostuve mirada en ella con una ansiedad de niño que me caracterizaba...
Esperé aquella respuesta suya, porque tenía ganas de posar mis dedos sobre esas empolvadas teclas de piano, la delicadeza del momento envolvía nuestro ambiente, más mi torpeza como siempre, lo arruinaba todo.
Le quedé mirando unos momentos muy fijo, y me di cuenta que estaba siendo un tonto al dejarme llevar por un instrumento cuando podría estar entablando un diálogo cordial y de pronta amistad con la dama presente.
Volví mi mirada hacia ella entonces, y mi mano derecha sujetó mi mejilla sosteniendo mi rostro al mirarle, mientras le escuchaba.
-Tengo orígenes alemanes, mas soy austríaco también como usted.- dije con seguridad.
-..y me destino es completamente indefinido señorita de Valley, a mi me encanta viajar...por lo que llegaré hasta la ciudad, pueblo o país donde llegué este tren- sonreí con naturalidad.
Ya olvidando y reprimiéndome las ganas que tenía de tocar el instrumento que nos acompañaba en la salita, observé más detenidamente a madame Van De Valley, era una femme con mucha educación y cortesía, de movimientos sigilosos y completamente formales... sus labios de un rojo puro, reflejaban el detalle de su rostro, que se encontraba en una delicadeza, tanto como "intocables" por asi decirlo, su cabello rubio y ondeado, reflejaba puro esteticismo de una mujer de clase tan acomodada como la mía, mas la mirada que la femme tenía... era de pureza simple y sencilla.
La Madame Van De Valley, era completamente cordial, diría que demasiado para mantener diálogo con un joven como yo, la verdad es que nunca me han quedado bien las formalidades, siempre soy natural ante todo. Pero siempre con el debido respeto.
Escuchaba atentamente las palabras de Madame De Valley, mas lo que había captado mi atención era aquel piano que necesitaba ser tocado..
-Disculpe madame..- dije interrumpiendo a sus preguntas- ..pero..a usted ¿Le gusta la música?-sostuve mirada en ella con una ansiedad de niño que me caracterizaba...
Esperé aquella respuesta suya, porque tenía ganas de posar mis dedos sobre esas empolvadas teclas de piano, la delicadeza del momento envolvía nuestro ambiente, más mi torpeza como siempre, lo arruinaba todo.
Le quedé mirando unos momentos muy fijo, y me di cuenta que estaba siendo un tonto al dejarme llevar por un instrumento cuando podría estar entablando un diálogo cordial y de pronta amistad con la dama presente.
Volví mi mirada hacia ella entonces, y mi mano derecha sujetó mi mejilla sosteniendo mi rostro al mirarle, mientras le escuchaba.
-Tengo orígenes alemanes, mas soy austríaco también como usted.- dije con seguridad.
-..y me destino es completamente indefinido señorita de Valley, a mi me encanta viajar...por lo que llegaré hasta la ciudad, pueblo o país donde llegué este tren- sonreí con naturalidad.
Ya olvidando y reprimiéndome las ganas que tenía de tocar el instrumento que nos acompañaba en la salita, observé más detenidamente a madame Van De Valley, era una femme con mucha educación y cortesía, de movimientos sigilosos y completamente formales... sus labios de un rojo puro, reflejaban el detalle de su rostro, que se encontraba en una delicadeza, tanto como "intocables" por asi decirlo, su cabello rubio y ondeado, reflejaba puro esteticismo de una mujer de clase tan acomodada como la mía, mas la mirada que la femme tenía... era de pureza simple y sencilla.
Mikelangelo Van Dort- Vampiro/Realeza
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Re: Si volvemos al pasado... {Libre}
La repentina pregunta del joven me pilló completamente desprevenida. "¿A usted le gusta la música?. Una súbita carcajada se escapó de mis labios. Aquello parecía haber sido predispuesto por los dioses. ¡Y eso que yo no creía en hados ni fatalidades! Pero aquel encuentro, no era, ciertamente, una fatalidad; el joven no podría haber levantado más mi interés con ningún otro tema que no fuese la música.
-No. No me gusta la música. Yo amo la música, señor Van Dort -hasta a mí me asustó la pasión con la que había pronunciado aquellas palabras. Pero eran tan ciertas en mi corazón que no podía por más que manifestarla de tal manera.
Me percaté de como el joven no dejaba de lanzar miradas furtivas al piano de cola que reposaba en un rincón de la cafetería como si fuese la cosa más bella que hubiera visto.
-¿Le gustaría tocar? -repuse, lanzando yo otra mirada furtiva al instrumento. No se parecía en nada al piano del grabado, y, aún así, hubo algo en él que hizo que me recorriera un escalofrío por la espalda-Venga -me puse en pie y me acerqué al piano. Mis dedos se deslizaron entre las piezas de marfil negro. El instrumento gimió con un suave sonido agudo ante el contacto-¿Sabe tocar? Tal vez podríamos hacer un dueto -hacía mucho que no tocaba el piano con nadie más. Desde lo de Friedrich, supongo. El señor Moncharmin, el director del conservatorio, se había ofrecido en numerosas ocasiones, pero mi respuesta siempre era la misma. Pero aquel día, tal vez porque estaba un poco más cerca de mi hogar -mi verdadero hogar-, quise compartir su música con el extraño desconocido del tren.
-No. No me gusta la música. Yo amo la música, señor Van Dort -hasta a mí me asustó la pasión con la que había pronunciado aquellas palabras. Pero eran tan ciertas en mi corazón que no podía por más que manifestarla de tal manera.
Me percaté de como el joven no dejaba de lanzar miradas furtivas al piano de cola que reposaba en un rincón de la cafetería como si fuese la cosa más bella que hubiera visto.
-¿Le gustaría tocar? -repuse, lanzando yo otra mirada furtiva al instrumento. No se parecía en nada al piano del grabado, y, aún así, hubo algo en él que hizo que me recorriera un escalofrío por la espalda-Venga -me puse en pie y me acerqué al piano. Mis dedos se deslizaron entre las piezas de marfil negro. El instrumento gimió con un suave sonido agudo ante el contacto-¿Sabe tocar? Tal vez podríamos hacer un dueto -hacía mucho que no tocaba el piano con nadie más. Desde lo de Friedrich, supongo. El señor Moncharmin, el director del conservatorio, se había ofrecido en numerosas ocasiones, pero mi respuesta siempre era la misma. Pero aquel día, tal vez porque estaba un poco más cerca de mi hogar -mi verdadero hogar-, quise compartir su música con el extraño desconocido del tren.
Carolina Van de Valley- Vampiro Clase Media
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Re: Si volvemos al pasado... {Libre}
Mi rostro había esbozado una sonrisa amplia ante las respuestas positivas de la dama, le miré con alegría y me levanté de inmediato, para agacharme hasta ella y besar el dorso de su mano con cordialidad. Agradeciendo la ocasión de dejarme tocar aquel piano que miraba con tanta inquietud desde que entré a este vagón en su compañía.
Mis ojos brillaban aún sosteniendo la mano de la dama, tanto que parecían casi llorosos...
-No sabría realmente, como agradecerle esta imprudencia de mi parte.. pero desde un buen rato ya, estaba pensando en tocar una tonada para usted, agradeciendo la oportunidad de tenerme a su compañía...- dije con sinceridad mientras sostuve su mirada a la vez que soltaba suavemente su delicada mano y me levanté hacia el piano.
-Claro que podemos hacer un dueto si lo desea.. no tengo ningún problema con eso- dije con mi semblante serio y profesional, cambiando radicalmente de actitud.
El piano en si, estaba añejo.. y algo descuidado, intenté afinarlo un poco.. parecía un tesoro olvidado, y que es encontrado después de mucho tiempo...
Mi imaginación comenzaba a desplazarse por la habitación y comenzaba a tocar una de mis melodías.
Mis manos querendonas y llenas de deseo se suavizaron entre sus teclas, moviendose con agilidad y comodidad al son de "End Of A Dream".. una de mis canciones dentro de mis días conocedores, por mi hermosa Viena...
Toqué completamente contento mientras cada cierto tramo de tiempo miraba con muecas divertidas hacia la dama..
...Mis manos y mi alma comenzaban a tomar vida propia mientras que comenzaba a olvidarme de todo tipo de tiempo y lugar.. solo éramos el piano y yo. Más, de golpe abrí los ojos dándome cuenta que no estaba solo, que la canción era para ella... tenía que concentrarme en mantener mis pies sobre la tierra, pero la música me llevaba! me llevaba a hacia un lugar lejos de todo! del vagón, del tren! de la señorita! de mi corazón.. de mi alma muerta...
Mis ojos brillaban aún sosteniendo la mano de la dama, tanto que parecían casi llorosos...
-No sabría realmente, como agradecerle esta imprudencia de mi parte.. pero desde un buen rato ya, estaba pensando en tocar una tonada para usted, agradeciendo la oportunidad de tenerme a su compañía...- dije con sinceridad mientras sostuve su mirada a la vez que soltaba suavemente su delicada mano y me levanté hacia el piano.
-Claro que podemos hacer un dueto si lo desea.. no tengo ningún problema con eso- dije con mi semblante serio y profesional, cambiando radicalmente de actitud.
El piano en si, estaba añejo.. y algo descuidado, intenté afinarlo un poco.. parecía un tesoro olvidado, y que es encontrado después de mucho tiempo...
Mi imaginación comenzaba a desplazarse por la habitación y comenzaba a tocar una de mis melodías.
Mis manos querendonas y llenas de deseo se suavizaron entre sus teclas, moviendose con agilidad y comodidad al son de "End Of A Dream".. una de mis canciones dentro de mis días conocedores, por mi hermosa Viena...
Toqué completamente contento mientras cada cierto tramo de tiempo miraba con muecas divertidas hacia la dama..
...Mis manos y mi alma comenzaban a tomar vida propia mientras que comenzaba a olvidarme de todo tipo de tiempo y lugar.. solo éramos el piano y yo. Más, de golpe abrí los ojos dándome cuenta que no estaba solo, que la canción era para ella... tenía que concentrarme en mantener mis pies sobre la tierra, pero la música me llevaba! me llevaba a hacia un lugar lejos de todo! del vagón, del tren! de la señorita! de mi corazón.. de mi alma muerta...
"...Mademoiselle tome mi mano y venga a experimentar la música de este piano de antaño, para que anide dentro de nuestras almas vacías..." -pronuncié en mi mente-
Mikelangelo Van Dort- Vampiro/Realeza
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Fecha de inscripción : 27/09/2012
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Re: Si volvemos al pasado... {Libre}
Era sincero. Lo había leído en sus ojos. Muchos podéis pensar que esas cosas sólo pasaban en las novelas. Que era una mera ficción literaria, retórica, sólo para que este escrito se lea más bonito. ¡Pero vosotros no sabéis, no sabéis como yo! Nadie os enseñó a leer en los ojos de la gente. Tal vez porque hay demasiadas cosas importantes en las que pensar; como la Revolución, el Progreso, o la nueva Industria. Sí. Tal vez fuera por eso, que la gente ya poco o nada se fijaba en los ojos de los demás.
Él empezó a tocar, y yo cerré los ojos un momento. La melodía olía a Austria, sí. Olía a ella. La ciudad que me vio nacer y crecer. La ciudad donde jugué con Clotilde. Donde quise mucho a uno de los mayores maestros musicales que ha dado el Cielo. Y donde odié, también odié. Y deseé. Y me di miedo de mí misma. De lo que era. O mejor dicho, de lo que me habían convertido. Donde amé, donde lo amé.
Me dejé llevar por su voz y por sus manos, que me indicaron el camino hacia el preciado marfil de las teclas. Sólo necesité un roce para sonsacar un suave acorde al instrumento. Dejé que la música me guiase sola. Y, de pronto, su voz se hizo eco en mí. Indicándome cada nota y cada silencio.
-Ah... -murmuré con voz suave, casi sin darme cuenta de que hablaba-...Huele a Viena.
Él empezó a tocar, y yo cerré los ojos un momento. La melodía olía a Austria, sí. Olía a ella. La ciudad que me vio nacer y crecer. La ciudad donde jugué con Clotilde. Donde quise mucho a uno de los mayores maestros musicales que ha dado el Cielo. Y donde odié, también odié. Y deseé. Y me di miedo de mí misma. De lo que era. O mejor dicho, de lo que me habían convertido. Donde amé, donde lo amé.
Me dejé llevar por su voz y por sus manos, que me indicaron el camino hacia el preciado marfil de las teclas. Sólo necesité un roce para sonsacar un suave acorde al instrumento. Dejé que la música me guiase sola. Y, de pronto, su voz se hizo eco en mí. Indicándome cada nota y cada silencio.
-Ah... -murmuré con voz suave, casi sin darme cuenta de que hablaba-...Huele a Viena.
Carolina Van de Valley- Vampiro Clase Media
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