AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Lugar adecuado. Momento adecuado. [ Magnolia ]
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Lugar adecuado. Momento adecuado. [ Magnolia ]
Tocaban las siete de la tarde en el reloj cuando el sueño de Alejandro se veía interrumpido por unos sonoros golpes en la puerta. De manera perezosa se removió, notando que recuperaba su dolor de cabeza. Se sentía pesado y molesto de escuchar aquel incesante ruido. Por un momento, al abrir los ojos, no supo ni dónde estaba. Entonces, poco a poco, empezó a recuperar la memoria de lo echo el día anterior. Una clienta joven y con un tremendo "apetito" (Lo que le recordaba que no había comido, todavía), una fiesta particular hasta las tantas y así es como había ido a parar hasta la habitación de aquel hotel. Nada modesta. Estaba decorada con gusto y no necesitabas ni tocar la sedosa tela de aquellas sábanas que lo envolvían para darte cuenta de que costaban todo un dineral. Para suerte o desgracia del hombre, estaba comenzando a acostumbrarse a aquellos lujos. - ¡Alejandro! Abre, por favor. ¡Necesito tu ayuda! - Una voz femenina y desesperada era la que lo esperaba tras la puerta. La observó desde la cama. Al parecer, en algún momento la había cerrado por dentro, totalmente inconsciente. Él no era de los que se encerraban o mantenían alejado ese tipo de intimidad, ya que carecía de pudor alguno. - Voy ¡Voy! - Acabó por gritar, casi en un gruñido, cuando los golpes de la puerta se hacían cada vez más exigentes. ¿Qué podía ser tan urgente? Por lo menos tenía claro que no sería algo que le concerniese directamente a él, eso nunca pasaba.
Y, efectivamente, así fue. Aquel "gran" problema, resultó ser una urgencia de última hora que le surgió a la muchacha. La clienta del día anterior. - Les he dicho que he conocido a alguien muy especial y que se lo presentaría en esa fiesta. ¡No se me ocurrió pensar que lo querrían conocer tan pronto! - A pesar de que la chica parecía realmente desesperada, Alejandro la apuró a llegar al final de la cuestión. Demostrando, claramente, que no le daba ningún tipo de compasión. - Podrías.. ¿Acompañarme? ¿No es lo que haces tú también? - En sus ojos se veía reflejado un autentico desespero. "Si no lo haces moriré" le daba la sensación a Alejandro que era eso lo que intentaba decirle, por supuesto, con la exageración habitual de aquellas jóvenes. - Sí, pero no lo hago gratis - Fue la única aclaración, ante la cual ella accedió absolutamente encantada. La noche anterior no había demostrado ningún tipo de pudor en aclarar que lo quería solo para ella toda la noche, y le había mostrado un buen montón de billetes a los que Alejandro no había podido resistirse. Con ese dinero, más el que le daría por aquel extra, tendría para darse unos buenos caprichos cuando todo terminara. La idea de salir a un buen restaurante o ir a algún sitio bueno siendo él quien pagara, se le hacía bastante animada. Tal vez no perdería la oportunidad de conocer más gente y así ampliar su abanico de contactos.
[...]
Con esa perspectiva de por medio, no le costó casi nada dejarse vestir con uno de los mejores trajes (Que le proporciono su "benefactora" del día, por supuesto) y salir a cumplir con su papel de apetitoso ligue. En el fondo, se sentía halagado de que una mujer más de diez años menor que él, le prefiriese a algún jovenzuelo de esos que babeaban por cualquier cosa que tuviera faldas y un buen escote. Tal vez por eso, se decía, tal vez lo buscaban solo porque sabía hacer bien su papel. Podía aparentar ser el mejor novio del mundo, tanto como el peor descarado que en realidad era.
Tres horas más tarde, tocando el reloj las diez, ya estaban en su destino. Una discreta mansión en una de las mejores zonas residenciales de París (Dentro de las más caras), al parecer, aquello no sería una fiesta a "gran" escala. Según le había comentado Sophie, los padres de unos amigos suyos celebraban un pequeño homenaje por haber cumplido treinta años juntos. Algo que dejaba impresionado a alguien como Alejandro, que a penas pudo mantener su mejor relación amorosa durante tres años seguidos. Y allí asistirían las amigas de la muchacha, a las cuales pretendía impresionar llevando a Alejandro como su conquista. Le había dado las "órdenes" (Disimuladamente, insinuándolo a su manera) de que actuara amoroso, como si estuviera locamente atraído por ella. Atrapado por sus encantos. Como todas las mujeres, se dijo para sí, todas querían que su pareja les prestara únicamente atención a ellas. Sobretodo cuando tenían público. Y mucho más, si ese público estaba formado por mujeres que ellas consideraban más hermosas. Sophie no era una muchacha desgraciada en encantos, poseía una belleza algo mundana pero que se consideraba belleza al fin y al cabo. Apetecible. Claro que, había mejores.
Y haciendo acopio de todos sus años como actor ficticio, rodeó la cintura de su "amor" con un brazo de modo que la entrada les confiriese un aire ya de por si cariñoso. Ella no hizo ademán de apartarse, todo lo contrario, se le apegaba posesivamente. Alejandro solo esperó que aquello, después de esa noche, no dejara de ser una relación estrictamente laboral. Porque muchas habían pensado en enamorarlo de verdad. Habían pensado si quiera que él era de los que se enamoraban... Nadie lo había conseguido. Nadie más que Indhira, un amor demasiado muerto como para (Según él) revivirse.
Y, efectivamente, así fue. Aquel "gran" problema, resultó ser una urgencia de última hora que le surgió a la muchacha. La clienta del día anterior. - Les he dicho que he conocido a alguien muy especial y que se lo presentaría en esa fiesta. ¡No se me ocurrió pensar que lo querrían conocer tan pronto! - A pesar de que la chica parecía realmente desesperada, Alejandro la apuró a llegar al final de la cuestión. Demostrando, claramente, que no le daba ningún tipo de compasión. - Podrías.. ¿Acompañarme? ¿No es lo que haces tú también? - En sus ojos se veía reflejado un autentico desespero. "Si no lo haces moriré" le daba la sensación a Alejandro que era eso lo que intentaba decirle, por supuesto, con la exageración habitual de aquellas jóvenes. - Sí, pero no lo hago gratis - Fue la única aclaración, ante la cual ella accedió absolutamente encantada. La noche anterior no había demostrado ningún tipo de pudor en aclarar que lo quería solo para ella toda la noche, y le había mostrado un buen montón de billetes a los que Alejandro no había podido resistirse. Con ese dinero, más el que le daría por aquel extra, tendría para darse unos buenos caprichos cuando todo terminara. La idea de salir a un buen restaurante o ir a algún sitio bueno siendo él quien pagara, se le hacía bastante animada. Tal vez no perdería la oportunidad de conocer más gente y así ampliar su abanico de contactos.
[...]
Con esa perspectiva de por medio, no le costó casi nada dejarse vestir con uno de los mejores trajes (Que le proporciono su "benefactora" del día, por supuesto) y salir a cumplir con su papel de apetitoso ligue. En el fondo, se sentía halagado de que una mujer más de diez años menor que él, le prefiriese a algún jovenzuelo de esos que babeaban por cualquier cosa que tuviera faldas y un buen escote. Tal vez por eso, se decía, tal vez lo buscaban solo porque sabía hacer bien su papel. Podía aparentar ser el mejor novio del mundo, tanto como el peor descarado que en realidad era.
Tres horas más tarde, tocando el reloj las diez, ya estaban en su destino. Una discreta mansión en una de las mejores zonas residenciales de París (Dentro de las más caras), al parecer, aquello no sería una fiesta a "gran" escala. Según le había comentado Sophie, los padres de unos amigos suyos celebraban un pequeño homenaje por haber cumplido treinta años juntos. Algo que dejaba impresionado a alguien como Alejandro, que a penas pudo mantener su mejor relación amorosa durante tres años seguidos. Y allí asistirían las amigas de la muchacha, a las cuales pretendía impresionar llevando a Alejandro como su conquista. Le había dado las "órdenes" (Disimuladamente, insinuándolo a su manera) de que actuara amoroso, como si estuviera locamente atraído por ella. Atrapado por sus encantos. Como todas las mujeres, se dijo para sí, todas querían que su pareja les prestara únicamente atención a ellas. Sobretodo cuando tenían público. Y mucho más, si ese público estaba formado por mujeres que ellas consideraban más hermosas. Sophie no era una muchacha desgraciada en encantos, poseía una belleza algo mundana pero que se consideraba belleza al fin y al cabo. Apetecible. Claro que, había mejores.
Y haciendo acopio de todos sus años como actor ficticio, rodeó la cintura de su "amor" con un brazo de modo que la entrada les confiriese un aire ya de por si cariñoso. Ella no hizo ademán de apartarse, todo lo contrario, se le apegaba posesivamente. Alejandro solo esperó que aquello, después de esa noche, no dejara de ser una relación estrictamente laboral. Porque muchas habían pensado en enamorarlo de verdad. Habían pensado si quiera que él era de los que se enamoraban... Nadie lo había conseguido. Nadie más que Indhira, un amor demasiado muerto como para (Según él) revivirse.
Alejandro Garay- Prostituta Clase Baja
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Fecha de inscripción : 21/02/2012
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Re: Lugar adecuado. Momento adecuado. [ Magnolia ]
Los momentos raros habían abundado esa semana. Primero un cliente que se acerca a mi para "pedirme un favor", después me pide que nos veamos en "un lugar más tranquilo", al final no se acuesta conmigo. En la mañana llegaron un par de cajas al burdel con mi nombre puesto en ellas y una señorita que dijo que la enviaba Matthew. Matthew era el cliente del favor. Yo había dicho que si. Ahí estaba todo lo que uno tenía que hacer por dinero. Una gran cantidad de dinero. Nos dirigimos a una habitación y me puse en las manos de la señorita, por un día iba a poder sentir que tenía suficiente dinero como para contratar a alguien que me peinara y me arreglara "como una señorita de sociedad". Me sentí un poco indignada por la forma en que pensaba que yo no tenía la educación para parecer decente, o que iba a comprar mi comida vestida como Magnolia en el burdel. Aunque fuera muy poca, yo tenía mi dignidad.
Unas horas después ya estaba lista: Vestido color azul claro, precioso, con un montón de pequeños botones que se abotonaban al frente justo en medio de donde las ballenas del corsé aplastaban mi torso e impedían a mis pulmones respirar con facilidad, un vestido que iba de acuerdo al estrato social del que sería por una sola noche, apenas un poco atrevido, zapatos delicados y torturantes. Gracias al cielo estaba acostumbrada al dolor de ese tipo. Un peinado alto que dejaba al descubierto mis facciones y unos cuantos mechones rizados que caían enmarcando mi rostro, maquillaje discreto y estaba lista para impresionar. -El joven Matthew pasará por usted en veinte minutos- Dijo la señorita y yo me senté a esperar un poco.
Ya en el carruaje y después de los saludos formales y los cumplidos de cajón nos encontrábamos en silencio. Yo mirando por la ventana, él mordiéndose el labio sin saber cómo decirme algo importante. Lo miraba de reojo preocupada porque tal vez había algo que no le había gustado del vestido, del peinado, o tal vez el letrero marcado a fuego en mi piel que decía que era una cortesana, hoy estaba tan rojo que relucía. Me removí incómoda en el asiento y me encogí de hombros. -Si no estás seguro, todavía podemos regresar- Tal vez a esas alturas ir solo al evento era mucho mejor que ir conmigo. Él se rio y me miró con una sonrisa que me hizo volver a respirar con tranquilidad. -No es eso, es sólo que...- Una pausa larga. Momento incómodo. -No creo que presentarte como "Magnolia Velvet" sea apropiado... Podemos buscar otro nombre más... de la clase alta- Yo me eché a reir. ¿Eso era todo? -Si te parece mejor, llámame Olivia, Olivia Von Habsburg- Una verdad maquillada de mentira, justo como lo que yo era esa noche.
Y así llegamos, tenía que presentarme no sólo a sus padres, que cumplían treinta años de casados, sino también a sus amistades. Todo un gran espectáculo y yo estaba dispuesta a ganarme un premio por mi actuación. Al bajar del carruaje, me tomó algo posesivamente de la cintura, ya habíamos hablado de cómo nos conocimos, cuánto llevábamos juntos y cuándo nos casaríamos. Casarse. Wow. -¿Preparada?- Preguntó cuando estábamos entrando y yo pude escuchar una exclamación emocionada a lo lejos. ¿Su madre? Afortunadamente yo siempre estaba lista para fingir.
Unas horas después ya estaba lista: Vestido color azul claro, precioso, con un montón de pequeños botones que se abotonaban al frente justo en medio de donde las ballenas del corsé aplastaban mi torso e impedían a mis pulmones respirar con facilidad, un vestido que iba de acuerdo al estrato social del que sería por una sola noche, apenas un poco atrevido, zapatos delicados y torturantes. Gracias al cielo estaba acostumbrada al dolor de ese tipo. Un peinado alto que dejaba al descubierto mis facciones y unos cuantos mechones rizados que caían enmarcando mi rostro, maquillaje discreto y estaba lista para impresionar. -El joven Matthew pasará por usted en veinte minutos- Dijo la señorita y yo me senté a esperar un poco.
Ya en el carruaje y después de los saludos formales y los cumplidos de cajón nos encontrábamos en silencio. Yo mirando por la ventana, él mordiéndose el labio sin saber cómo decirme algo importante. Lo miraba de reojo preocupada porque tal vez había algo que no le había gustado del vestido, del peinado, o tal vez el letrero marcado a fuego en mi piel que decía que era una cortesana, hoy estaba tan rojo que relucía. Me removí incómoda en el asiento y me encogí de hombros. -Si no estás seguro, todavía podemos regresar- Tal vez a esas alturas ir solo al evento era mucho mejor que ir conmigo. Él se rio y me miró con una sonrisa que me hizo volver a respirar con tranquilidad. -No es eso, es sólo que...- Una pausa larga. Momento incómodo. -No creo que presentarte como "Magnolia Velvet" sea apropiado... Podemos buscar otro nombre más... de la clase alta- Yo me eché a reir. ¿Eso era todo? -Si te parece mejor, llámame Olivia, Olivia Von Habsburg- Una verdad maquillada de mentira, justo como lo que yo era esa noche.
Y así llegamos, tenía que presentarme no sólo a sus padres, que cumplían treinta años de casados, sino también a sus amistades. Todo un gran espectáculo y yo estaba dispuesta a ganarme un premio por mi actuación. Al bajar del carruaje, me tomó algo posesivamente de la cintura, ya habíamos hablado de cómo nos conocimos, cuánto llevábamos juntos y cuándo nos casaríamos. Casarse. Wow. -¿Preparada?- Preguntó cuando estábamos entrando y yo pude escuchar una exclamación emocionada a lo lejos. ¿Su madre? Afortunadamente yo siempre estaba lista para fingir.
Magnolia Velvet- Mensajes : 575
Fecha de inscripción : 17/01/2011
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Re: Lugar adecuado. Momento adecuado. [ Magnolia ]
- ¡Vaya, de verdad es él! Sophie, te lo tenías muy guardado. ¡Qué suerte tienes! Y él... - Llegado un punto, Alejandro desconectó de su alrededor. Sabía que hacía menos de media hora que habían entrado en aquella fiesta pero se le estaba haciendo completamente eterna ¡Por Dios! Sophie, no para de presumir de él frente a otros, otros que supuso eran esos amigos de los que le había hablado. Suspiró mentalmente. A veces sí debía aceptar que ya estaba mayor para esos juegos de adolescente porque se le hacían extremadamente pesados, psicológicamente hablando. Físicamente, continuaba estando como un jodido roble. Si bien su rostro era completamente indescifrable mientras aparentaba disfrutar y escuchar de la conversación, sus ojos estaba alerta. Buscando, de algún modo, una posible salida. No iba a ser fácil. Ella le había pagado por su tiempo allí, fingiendo ese amor que ni siquiera había sentido él por alguna otra persona, y él tenía que cumplir con el trato. No podía dejarla sola, de ninguna manera. Un hombre enamorado nunca se separaba de su mujer así lo partiera un rayo. Maldecía para sus adentros. ¿En qué líos se metía? ¡Si no necesitaba tanto el dinero, después de todo! Por desgracia, esas ofertas sustanciosas eran difíciles de rechazar. No llegaba a comprender su error hasta estar en todo el meollo, con el marrón completamente encima.
Aflojó ligeramente el agarré en la cintura de la muchacha, empezaba a entumecérsele el brazo de tenerlo tanto tiempo en la misma posición. Y como si hubiese sido escuchado por algún bendito ser divino, ahí se le presentó su oportunidad de escapar. - Querido, Alejandro - La voz de Sophie lo devolvió al lugar. Podía estar mirándola fijamente, pero no prestó atención hasta ese mismo momento. Se inclinó ligeramente hacia ella, simulando una intimidad propia de amantes. - Voy a marcharme con las chicas - Empezó, esta vez susurrando muy cerca del rostro masculino, con la clara intención de que nadie los escuchara y, a la vez, aparentaran estar diciéndose cosas muy diferentes a una simple charla. - Volveré dentro de un rato. Ahora dame un beso y finge decepción, vamos - Rodeó su cuello, al mismo tiempo que él se agachaba para besar descuidadamente sus labios. Traslado ese beso a la oreja y ambos rieron. - Intentaré no correr lejos de aquí, pero asegúrate de mantener a esos amigos tuyos lejos o no resistiré - Esta vez ella si rió de verdad. Alejandro lo había echo sonar como una perfecta broma. Era, por supuesto, la verdad camuflada.
¡Libre, por fin! Fue lo que le dieron ganas de gritar mientras veía alejarse a la muchacha, que se reunía con el grupo de amigas. Nada más llegar ya podía oír los cuchicheos y las risas, mezcladas con el color carmín que habían adquirido las mejillas de Sophie. Mujeres. Nunca las entendería por completo. Él, por su parte, se quedó de lo más liberado. ¿Y ahora qué?. Tanto que lo había deseado y, sin embargo, ahora estaba sin saber cómo disfrutar de ese tiempo en soledad. No le estaba permitido coquetear con ninguna mujer, por descontado allí no conocía a absolutamente nadie. Era un desconocido, de lo que se enorgullecía en parte. La otra parte, hubiese deseado ver una cara conocida y mínimamente familiar solo para poder pasar el rato de forma amena. Que larga se le iba a hacer la noche.
Finalmente, se decidió por agarrar una de las copas que los camareros servían y marchar hacia el exterior de la mansión. Aire fresco primaveral y toda una extensión de jardín por la que pasear bajo la luz de la luna, en solitario. Metió una de sus manos en el bolsillo y agachó la cabeza, mirando aparentemente al suelo, aunque realmente pensando en otras cosas. Tomó un sorbo de la bebida burbujeante, champan, preguntándose cuando reclamarían su atención de nuevo.
Siento la demora, andaba en ausencia.
Aflojó ligeramente el agarré en la cintura de la muchacha, empezaba a entumecérsele el brazo de tenerlo tanto tiempo en la misma posición. Y como si hubiese sido escuchado por algún bendito ser divino, ahí se le presentó su oportunidad de escapar. - Querido, Alejandro - La voz de Sophie lo devolvió al lugar. Podía estar mirándola fijamente, pero no prestó atención hasta ese mismo momento. Se inclinó ligeramente hacia ella, simulando una intimidad propia de amantes. - Voy a marcharme con las chicas - Empezó, esta vez susurrando muy cerca del rostro masculino, con la clara intención de que nadie los escuchara y, a la vez, aparentaran estar diciéndose cosas muy diferentes a una simple charla. - Volveré dentro de un rato. Ahora dame un beso y finge decepción, vamos - Rodeó su cuello, al mismo tiempo que él se agachaba para besar descuidadamente sus labios. Traslado ese beso a la oreja y ambos rieron. - Intentaré no correr lejos de aquí, pero asegúrate de mantener a esos amigos tuyos lejos o no resistiré - Esta vez ella si rió de verdad. Alejandro lo había echo sonar como una perfecta broma. Era, por supuesto, la verdad camuflada.
¡Libre, por fin! Fue lo que le dieron ganas de gritar mientras veía alejarse a la muchacha, que se reunía con el grupo de amigas. Nada más llegar ya podía oír los cuchicheos y las risas, mezcladas con el color carmín que habían adquirido las mejillas de Sophie. Mujeres. Nunca las entendería por completo. Él, por su parte, se quedó de lo más liberado. ¿Y ahora qué?. Tanto que lo había deseado y, sin embargo, ahora estaba sin saber cómo disfrutar de ese tiempo en soledad. No le estaba permitido coquetear con ninguna mujer, por descontado allí no conocía a absolutamente nadie. Era un desconocido, de lo que se enorgullecía en parte. La otra parte, hubiese deseado ver una cara conocida y mínimamente familiar solo para poder pasar el rato de forma amena. Que larga se le iba a hacer la noche.
Finalmente, se decidió por agarrar una de las copas que los camareros servían y marchar hacia el exterior de la mansión. Aire fresco primaveral y toda una extensión de jardín por la que pasear bajo la luz de la luna, en solitario. Metió una de sus manos en el bolsillo y agachó la cabeza, mirando aparentemente al suelo, aunque realmente pensando en otras cosas. Tomó un sorbo de la bebida burbujeante, champan, preguntándose cuando reclamarían su atención de nuevo.
Siento la demora, andaba en ausencia.
Alejandro Garay- Prostituta Clase Baja
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Re: Lugar adecuado. Momento adecuado. [ Magnolia ]
Ir a esas fiestas me hacía pensar que lo que yo hacía tal vez no era tan malo, yo les rentaba mi cuerpo a los hombres por dinero y a ojos de la gente, eso estaba muy mal pero conforme iba caminando entre personas, dedicando sonrisas falsas, estrechando manos, haciendo reverencias, dejando volar los halagos y dando las gracias cuando me dedicaban uno a mi, me iba dando cuenta de que vender el cuerpo era sólo una cosa de las que las mujeres aquí hacían. Todas iban de la mano de un hombre porque el verlas con una persona del sexo opuesto hacía que automáticamente fueran mejores, algunas hasta se habían casado para mejorar la situación económica de sus familias y frente a la sociedad sonreían, se miraban, se querían, se mimaban. ¿Qué pasaba cuando las luces de la fiesta se apagaban? Ellas vendían su cuerpo, su mente y su alma a un solo hombre. ¿Yo? Bueno, a mi me gustaba la variedad, por decirlo de alguna manera. Y en las noches solitarias, cuando estaba sentada en mi cama, libre de maquillaje y de sedas estorbosas, cuando Magnolia se escondía en el clóset, yo todavía podía acariciar mi alma y sonreír al menos un poco.
No iba a engañarme pensando que podría aprenderme los nombres de todos en un sólo día, no iba a recordarlos cuando llegara a mi casa, pero no era necesario porque por mucho que yo en ese momento fuera "la novia de Matthew", mañana sería otra vez Magnolia y probablemente inventaría que yo sólo quería su dinero, que lo engañaba o que había muerto para evitar que volvieran a preguntar por "aquella chica rubia que llevaste a la fiesta". No creo que fuera un arreglo de más de una noche, yo sólo estaba ahí para evitar que sus padres siguieran pensando que era homosexual, lo que, a mi modo de ver las cosas, no tenía nada de malo pero la sociedad no pensaba lo mismo. Caminábamos en medio de la gente, ya habíamos saludado a todo el mundo pero hacía falta una persona. La tal "Sophie". Un susurro en mi oido me informó que era una de sus mejores amigas y que había prometido traer a su nuevo novio que al parecer era todo un acontecimiento. Ya diría yo si era un gran acontecimiento.
Cuando la vio, desaparecí. Literalmente. De no haber ido cogidos de la mano, me habría abandonado a la mitad del salón mientras él apresuraba el paso hacia ella. Un abrazo. Una sonrisa. Halagos que esta vez no parecían falsos. Y después de un momento de ensoñación que me pareció haber roto, él recordó que "la novia de Matthew" era yo y que seguía existiendo. ¿Indignada? Deben estar bromeando, al final del día yo era la que se quedaba con el dinero, el vestido y los zapatos. ¡El mejor negocio de la vida! Entre ella y yo fueron unos segundos incómodos, ella parecía medirme, yo sonreía casi ingenua a lo que sucedía. Casi. Al final la pregunta del año. ¿Y dónde estaba él? Y ella pareció hincharse como pavorreal en celo porque la sonrisa no pudo ser tan grande, un apretón en mi mano y la mandíbula de él tensa. Casi ingenua.
Fuimos guiados hacia donde el gran acontecimiento se encontraba, y conforme nos íbamos acercando, los cuchicheos parecían crecer. "Él es Alejandro" Presentaciones inútiles, chispas de... ¿algo? en los ojos de mi novio falso, alguien cuyo nombre no recordaba halagando la bonita pareja que hacía con Sophie y yo era casi invisible. Casi. Un codazo imperceptible en las costillas de mi acompañante que para ese momento ya se estaba pasando de grosero y una sonrisa en mi rostro cuando al fin dijo que yo era su novia pero olvidando mi nombre. Menudo novios me conseguía yo. Menudos novios de mentira me conseguía yo. -Es un placer, Olivia Von Habsburg-
No iba a engañarme pensando que podría aprenderme los nombres de todos en un sólo día, no iba a recordarlos cuando llegara a mi casa, pero no era necesario porque por mucho que yo en ese momento fuera "la novia de Matthew", mañana sería otra vez Magnolia y probablemente inventaría que yo sólo quería su dinero, que lo engañaba o que había muerto para evitar que volvieran a preguntar por "aquella chica rubia que llevaste a la fiesta". No creo que fuera un arreglo de más de una noche, yo sólo estaba ahí para evitar que sus padres siguieran pensando que era homosexual, lo que, a mi modo de ver las cosas, no tenía nada de malo pero la sociedad no pensaba lo mismo. Caminábamos en medio de la gente, ya habíamos saludado a todo el mundo pero hacía falta una persona. La tal "Sophie". Un susurro en mi oido me informó que era una de sus mejores amigas y que había prometido traer a su nuevo novio que al parecer era todo un acontecimiento. Ya diría yo si era un gran acontecimiento.
Cuando la vio, desaparecí. Literalmente. De no haber ido cogidos de la mano, me habría abandonado a la mitad del salón mientras él apresuraba el paso hacia ella. Un abrazo. Una sonrisa. Halagos que esta vez no parecían falsos. Y después de un momento de ensoñación que me pareció haber roto, él recordó que "la novia de Matthew" era yo y que seguía existiendo. ¿Indignada? Deben estar bromeando, al final del día yo era la que se quedaba con el dinero, el vestido y los zapatos. ¡El mejor negocio de la vida! Entre ella y yo fueron unos segundos incómodos, ella parecía medirme, yo sonreía casi ingenua a lo que sucedía. Casi. Al final la pregunta del año. ¿Y dónde estaba él? Y ella pareció hincharse como pavorreal en celo porque la sonrisa no pudo ser tan grande, un apretón en mi mano y la mandíbula de él tensa. Casi ingenua.
Fuimos guiados hacia donde el gran acontecimiento se encontraba, y conforme nos íbamos acercando, los cuchicheos parecían crecer. "Él es Alejandro" Presentaciones inútiles, chispas de... ¿algo? en los ojos de mi novio falso, alguien cuyo nombre no recordaba halagando la bonita pareja que hacía con Sophie y yo era casi invisible. Casi. Un codazo imperceptible en las costillas de mi acompañante que para ese momento ya se estaba pasando de grosero y una sonrisa en mi rostro cuando al fin dijo que yo era su novia pero olvidando mi nombre. Menudo novios me conseguía yo. Menudos novios de mentira me conseguía yo. -Es un placer, Olivia Von Habsburg-
off: no te preocupes ^^
Magnolia Velvet- Mensajes : 575
Fecha de inscripción : 17/01/2011
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Re: Lugar adecuado. Momento adecuado. [ Magnolia ]
La noche era bastante cálida; teniendo en cuenta que acababan de entrar en la estación de verano no sorprendía. Sin embargo, resultaba tan reciente, que Alejandro había empezado a sentirse asfixiado con esos ropajes ya de por si incómodos. Acostumbrado a sus camisolas y pantalones flojos de lino, aquello resultaba una jodida tortura. Todo sea por el dinero, se dijo como intentando apaciguarse. Mentira podrida. No necesitaba inmediatamente el dinero que Sophie le fuese a dar por aquella velada. Y, de echo, no tenía pensado echar ningún polvo más adelante. No señor. Se iría directamente a su casa (O tal vez a la habitación del burdel, que estaba más cerca, quien sabe), se desnudaría y después de darse una buena ducha caería rendido sobre su cama. Definitivamente iba a negarse cuando ella le propusiera alargar la noche. O, tal vez con algo de suerte, ella desecharía la idea porque no le había gustado como amante.. Se rió para sí ¡Y qué más! Alejandro no solo era de buen ver, también era un amante excelente. Lo sabía perfectamente. Y la muchacha tenía un apetito sexual voraz, lo había comprobado. Sí, definitivamente, la rechazaría. La cuestión era ¿Qué iba a hacer para aguantar durante lo que quedaba de velada? Era un buen actor pero el fastidio que empezaba a causarle todo aquello puede que no pudiese esconderlo del todo bien.
Él es Alejandro.
Suspiró para si mismo. Escuchar aquel susurro significaba que su tiempo de paz en solitario se había terminado, sobretodo porque iba en boca de su acompañante. No, realmente, no tenía ningunas ganas de volver adentro. Tampoco le sorprendió escuchar más de un par de pisadas. Dos.. Tres, puede que fueran tres personas en total. ¿Mas presentaciones? Miró al cielo suplicando que, por favor, le ayudara a soportar sin que se le notara la completa irritación por tener que hacer de marioneta. Claro que, él mismo se lo había buscado ¡Era lo que siempre hacía! Lo mostraban como si de un objeto muy valioso se tratara. En lugar de molesto, debía estar contento de que a sus cuarenta años sirviera para eso y no estuviera echo un esperpento como le pasaba a la mayoría. Le había costado lo suyo mantenerse, todo sea dicho.
Cambiando el careto de fastidio se giró en cuanto sintió una picada en el hombro de un delgado y fino dedo. Se propuso aguantar como un jabato todo lo que quedara de noche. Porque él era Alejandro Garay. Y Alejandro podía con todo y más. - Alejandro, querido, quiero presentarte al hijo del matrimonio afortunado y a su pareja - Contempló, ya de cara a ellos, los rostros de otro par de desconocidos sumados a la lista de aquella noche. Jóvenes. ¿Es que no iba a encontrarse con nadie realmente interesante? Por un momento, le pareció captar un matiz extraño en la voz de Sophie al presentárselos. La observó de reojo. ¿Qué producía el brillo en sus ojos? Siguió su mirada hasta el joven muchacho. Oh, sí. Sin duda, se estaban mirando fijamente como dos tórtolos. Que risa. Una risa que contuvo por supuesto, esta vez, desviando su atención ante unas palabras femeninas. Ahora, sus ojos se habían puesto sobre la bella rubia que acompañaba al chico como, supuestamente, su pareja. Olivia, así se llamaba. El apellido le sonó a algo importante, aunque desconocido, sin embargo prefirió quedarse con la copla del nombre únicamente. Extendió su brazo hasta agarrar la mano de la joven, besando sus nudillos con delicadeza junto a una breve reverencia a modo de cortesía. - Alejandro, aunque creo que ya fui presentado - Torció los labios en una sonrisa de costado, divertida. "Presentado sin mi permiso" hubiera dicho, pero no lo consideró apropiado.
Sujetó la mano más de lo que se consideraba moralmente adecuado ¿Mas de cinco segundos? Tal vez, las normas de cortesía nunca habían sido el fuerte de Alejandro. En este caso, decidió acariciar con cierta malicia el lugar que previamente había besado. No por placer (Bueno sí, para qué negarlo, tenía unas manos encantadoramente suaves y femeninas) sino para comprobar como, efectivamente, sus sospechas se confirmaban. Sophie y Matthew (Así se llamaba el muchacho) estaban tan embobados que ninguno se percató de aquel roce. ¿Ella su pareja? ¡Já! Si quería que los demás paletos se lo creyeran había echo un buen teatro, ahora bien, él ya era demasiado veterano como para caer en el juego. Sonrió esta vez sin ocultar su diversión, desviando la mirada hacia la otra 'parejita' y luego a la rubia, soltando en seguida su mano. Se preguntaba quién sería ella, si alguien como él o simplemente una novia de repuesto. Tal vez era una amiga a la que le habían pedido un favor o.. esperaba que no, realmente su novia. Una novia que, desde luego, no aparentaba estar desdichada en lo absoluto.
Tosió solo para atraer la atención de los demás. - Se me antoja moverme un poco. Querida ¿Te importa que Olivia me conceda un baile? Prometo dedicarme a ti exclusivamente el resto de la noche - La atrajo por la cintura hacia si y depositó una suave caricia en su mejilla más cercana, rozando el larguero de sus labios. No esperó, por supuesto, por una respuesta. Porque aunque él había preguntado, en el fondo, iba a hacer lo que quería. Y en ese momento quería alejarse de allí; la rubia parecía una buena compañía. Por lo menos, no tenía esa mirada de cotorra que había visto en sus anteriores amistades. - Con su permiso - Agachó ligeramente la cabeza (Muy muy ligeramente) hacia el muchacho y se autocolocó el brazo de la muchacha por debajo del suyo, arrastrándola de ese modo fuera de allí. Fuera de los jardines y fuera de la vista de ambos.
- No me apetece bailar ¿Y a ti? - Sin dejar de caminar, murmuró a la que ahora era su acompañante. Todavía tenía que comprobar de qué pasta estaba echa antes de.. profundizar.
Él es Alejandro.
Suspiró para si mismo. Escuchar aquel susurro significaba que su tiempo de paz en solitario se había terminado, sobretodo porque iba en boca de su acompañante. No, realmente, no tenía ningunas ganas de volver adentro. Tampoco le sorprendió escuchar más de un par de pisadas. Dos.. Tres, puede que fueran tres personas en total. ¿Mas presentaciones? Miró al cielo suplicando que, por favor, le ayudara a soportar sin que se le notara la completa irritación por tener que hacer de marioneta. Claro que, él mismo se lo había buscado ¡Era lo que siempre hacía! Lo mostraban como si de un objeto muy valioso se tratara. En lugar de molesto, debía estar contento de que a sus cuarenta años sirviera para eso y no estuviera echo un esperpento como le pasaba a la mayoría. Le había costado lo suyo mantenerse, todo sea dicho.
Cambiando el careto de fastidio se giró en cuanto sintió una picada en el hombro de un delgado y fino dedo. Se propuso aguantar como un jabato todo lo que quedara de noche. Porque él era Alejandro Garay. Y Alejandro podía con todo y más. - Alejandro, querido, quiero presentarte al hijo del matrimonio afortunado y a su pareja - Contempló, ya de cara a ellos, los rostros de otro par de desconocidos sumados a la lista de aquella noche. Jóvenes. ¿Es que no iba a encontrarse con nadie realmente interesante? Por un momento, le pareció captar un matiz extraño en la voz de Sophie al presentárselos. La observó de reojo. ¿Qué producía el brillo en sus ojos? Siguió su mirada hasta el joven muchacho. Oh, sí. Sin duda, se estaban mirando fijamente como dos tórtolos. Que risa. Una risa que contuvo por supuesto, esta vez, desviando su atención ante unas palabras femeninas. Ahora, sus ojos se habían puesto sobre la bella rubia que acompañaba al chico como, supuestamente, su pareja. Olivia, así se llamaba. El apellido le sonó a algo importante, aunque desconocido, sin embargo prefirió quedarse con la copla del nombre únicamente. Extendió su brazo hasta agarrar la mano de la joven, besando sus nudillos con delicadeza junto a una breve reverencia a modo de cortesía. - Alejandro, aunque creo que ya fui presentado - Torció los labios en una sonrisa de costado, divertida. "Presentado sin mi permiso" hubiera dicho, pero no lo consideró apropiado.
Sujetó la mano más de lo que se consideraba moralmente adecuado ¿Mas de cinco segundos? Tal vez, las normas de cortesía nunca habían sido el fuerte de Alejandro. En este caso, decidió acariciar con cierta malicia el lugar que previamente había besado. No por placer (Bueno sí, para qué negarlo, tenía unas manos encantadoramente suaves y femeninas) sino para comprobar como, efectivamente, sus sospechas se confirmaban. Sophie y Matthew (Así se llamaba el muchacho) estaban tan embobados que ninguno se percató de aquel roce. ¿Ella su pareja? ¡Já! Si quería que los demás paletos se lo creyeran había echo un buen teatro, ahora bien, él ya era demasiado veterano como para caer en el juego. Sonrió esta vez sin ocultar su diversión, desviando la mirada hacia la otra 'parejita' y luego a la rubia, soltando en seguida su mano. Se preguntaba quién sería ella, si alguien como él o simplemente una novia de repuesto. Tal vez era una amiga a la que le habían pedido un favor o.. esperaba que no, realmente su novia. Una novia que, desde luego, no aparentaba estar desdichada en lo absoluto.
Tosió solo para atraer la atención de los demás. - Se me antoja moverme un poco. Querida ¿Te importa que Olivia me conceda un baile? Prometo dedicarme a ti exclusivamente el resto de la noche - La atrajo por la cintura hacia si y depositó una suave caricia en su mejilla más cercana, rozando el larguero de sus labios. No esperó, por supuesto, por una respuesta. Porque aunque él había preguntado, en el fondo, iba a hacer lo que quería. Y en ese momento quería alejarse de allí; la rubia parecía una buena compañía. Por lo menos, no tenía esa mirada de cotorra que había visto en sus anteriores amistades. - Con su permiso - Agachó ligeramente la cabeza (Muy muy ligeramente) hacia el muchacho y se autocolocó el brazo de la muchacha por debajo del suyo, arrastrándola de ese modo fuera de allí. Fuera de los jardines y fuera de la vista de ambos.
- No me apetece bailar ¿Y a ti? - Sin dejar de caminar, murmuró a la que ahora era su acompañante. Todavía tenía que comprobar de qué pasta estaba echa antes de.. profundizar.
Alejandro Garay- Prostituta Clase Baja
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Re: Lugar adecuado. Momento adecuado. [ Magnolia ]
Descarado. No podía llamarlo de otra manera pero había algo en su descaro que me impidió arrancarle mi mano de su agarre. Primero. Nadie nos miraba. Segundo. No quería empezar una escena. Y todo eso me llevó a mirar al que quería ser mi pareja cuyos ojos no estaban precisamente en mi, ni en el que hacía esa caricia sobre mi mano, sino en ella, la otra, mi supuesta rival. Y la miré a ella también. Y en sus ojos el único reproche que había estaba dirigido hacia mi persona, porque yo también, en algún contexto bizarro y ridículo era "la otra". Y luego miré al supuesto hombre de la noche que parecía haberse dado cuenta de todo y a menos que me equivocara fatídicamente, yo estaba frente a frente con alguien de mi misma calaña.
Su invitación a bailar fue menos que un requisito a llenar, no parecía ser de los que piden permiso y con un beso así, de un hombre así, yo hubiera estado tan aturdida que probablemente le hubiera dado permiso hasta de ir a revolcarse con la rubia en la cama de los padres de Matthew. Y mi supuesto novio tampoco dio señal alguna de querer reclamar sus pertenencias así que al parecer, estábamos siendo liberados. Una patética forma de gastarse el dinero. Y mientras salíamos del lugar, en medio de miradas descaradas, cuchicheos audibles y movimientos de cabeza en los que se leía el reproche, yo sonreía por dentro. La tal Sophie queriendo ser el centro de atención de la fiesta se quedaba con el segundo lugar, porque Matthew no era tan bien parecido como Alejandro, y porque al final, la rubia a la que odiaba tanto por quitarle al hombre que le gustaba, se había quedado con el hombre que le gustaba a todas las demás mujeres en el lugar.
Pero ahora estaba yo jugando a otro tipo de juego y tampoco iba a tirar la máscara tan fácil, no era precisamente de las que eran descubiertas a la primera. Negué con la cabeza a la propuesta de bailar y seguí caminando guiada por él. La supuesta pareja de la idilica e imposible pareja perfecta de mi supuesta pareja. Menudo lío. También cabía la posibilidad de que la culpa no fuera mía sino del idiota que me acompañaba y a quien la sonrisa de borrego enamorado no se la quitaban ni con lejía. Llegábamos a un lugar preciso, una especie de salón externo en donde teníamos la ventaja de no ser vistos por nadie y claro, si yo hubiera sido una muchacha decente, me habría escandalizado por estar a solas con un hombre en un lugar como ese, afortunadamente para todo el mundo, en mi ya no quedaba mucha reputación qué cuidar.
Y fue cuando quedé frente a él, esperando su segundo movimiento. O el tercero. Esbocé una sonrisa tan inocente que cualquiera me la hubiera creído y me encogí de hombros. -No quiero pensar mal de usted, Monsieur, pero... ¿Acaso está usted huyendo de su pareja?- La verdad no me importaba en absoluto, estar entre toda esa gente comenzaba a molestarme, ser la chica en quien todos los ojos se posan por ser novia del hijo de los anfitriones no era para mi. Tal vez el destino no se hubiera equivocado tanto, tal vez aunque haya sufrido pérdidas horribles, al final terminé en el lugar donde yo debía de estar, tal vez lo único que había pasado era que me estaba librando de todo esa hipocresía que la clase alta lleva como estandarte. Porque si a mi me preguntaban, había personas contadas con los dedos de una de mis manos que eran de la clase alta y que yo quería hasta desgarrarme el alma. Quité la sonrisa de pronto y lo miré a los ojos. -¿Estoy perdiendo el toque o estoy frente a un profesional?-
Su invitación a bailar fue menos que un requisito a llenar, no parecía ser de los que piden permiso y con un beso así, de un hombre así, yo hubiera estado tan aturdida que probablemente le hubiera dado permiso hasta de ir a revolcarse con la rubia en la cama de los padres de Matthew. Y mi supuesto novio tampoco dio señal alguna de querer reclamar sus pertenencias así que al parecer, estábamos siendo liberados. Una patética forma de gastarse el dinero. Y mientras salíamos del lugar, en medio de miradas descaradas, cuchicheos audibles y movimientos de cabeza en los que se leía el reproche, yo sonreía por dentro. La tal Sophie queriendo ser el centro de atención de la fiesta se quedaba con el segundo lugar, porque Matthew no era tan bien parecido como Alejandro, y porque al final, la rubia a la que odiaba tanto por quitarle al hombre que le gustaba, se había quedado con el hombre que le gustaba a todas las demás mujeres en el lugar.
Pero ahora estaba yo jugando a otro tipo de juego y tampoco iba a tirar la máscara tan fácil, no era precisamente de las que eran descubiertas a la primera. Negué con la cabeza a la propuesta de bailar y seguí caminando guiada por él. La supuesta pareja de la idilica e imposible pareja perfecta de mi supuesta pareja. Menudo lío. También cabía la posibilidad de que la culpa no fuera mía sino del idiota que me acompañaba y a quien la sonrisa de borrego enamorado no se la quitaban ni con lejía. Llegábamos a un lugar preciso, una especie de salón externo en donde teníamos la ventaja de no ser vistos por nadie y claro, si yo hubiera sido una muchacha decente, me habría escandalizado por estar a solas con un hombre en un lugar como ese, afortunadamente para todo el mundo, en mi ya no quedaba mucha reputación qué cuidar.
Y fue cuando quedé frente a él, esperando su segundo movimiento. O el tercero. Esbocé una sonrisa tan inocente que cualquiera me la hubiera creído y me encogí de hombros. -No quiero pensar mal de usted, Monsieur, pero... ¿Acaso está usted huyendo de su pareja?- La verdad no me importaba en absoluto, estar entre toda esa gente comenzaba a molestarme, ser la chica en quien todos los ojos se posan por ser novia del hijo de los anfitriones no era para mi. Tal vez el destino no se hubiera equivocado tanto, tal vez aunque haya sufrido pérdidas horribles, al final terminé en el lugar donde yo debía de estar, tal vez lo único que había pasado era que me estaba librando de todo esa hipocresía que la clase alta lleva como estandarte. Porque si a mi me preguntaban, había personas contadas con los dedos de una de mis manos que eran de la clase alta y que yo quería hasta desgarrarme el alma. Quité la sonrisa de pronto y lo miré a los ojos. -¿Estoy perdiendo el toque o estoy frente a un profesional?-
Magnolia Velvet- Mensajes : 575
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Re: Lugar adecuado. Momento adecuado. [ Magnolia ]
Por suerte para Alejandro, el suplicio terminaría pronto. Las noches no eran eternas y si bien en ese tipo de eventos solían hacerse extremadamente largas, el reloj que en ese momento observaba le indicaba que ya llevaba más de dos horas con el numerito. Un par más y de vuelta a la vida normal. Dónde dejaría de sonreír por apariencia. Dónde dejaría de hacer de acompañante amoroso. Dónde, sobretodo, podría llevar su comodísima y estimada ropa. Oh sí, sin duda, eso era lo que menos soportaba. Curiosamente, le molestaba más sentirse atrapado bajo harapos caros que ser el muñeco de feria de aquella que llevara colgada del brazo. La cual, por cierto, le había pagado una muy sustanciosa cantidad de dinero por ello. ¿De qué otra forma sino él podría exponerse así? Había que ser muy, muy persuasivo. A sus cuarenta años, ya quedaban pocas cosas que lo convencieran tanto.
Y volviendo a la realidad, cabe destacar que con aquella curiosa mujer un poco del aburrimiento se evadía. Sobretodo, porque tenía a Alejandro ligeramente intrigado con ese "nosequé" que le advertía; nada bueno. La cuestión era ¿Nada bueno para quién? ¿Para él? Él, ciertamente, no tenía absolutamente nada que perder en esa vida. No tenía familia. Amigos.. bueno, solo de compromiso. Era un completo nómada que ni la mujer a la que más había querido había sabido atrapar. Solo su humanidad podría ser, llegado el caso, lo que temería perder. Lo que debería temer. Debería. Porque, bueno, con esos cuarenta años encima, efectivamente tampoco le tiene demasiado miedo a morir. Según él, cuando tenga que llegar, llegará. De esa forma, se enfrentó a Olivia de la única forma en la que sabía hacerlo, con diversión. Sabía que su momento a solas no duraría eternamente ni, por desgracia, lo que le quedara de velada por esa noche. En algún momento, alguien iba a interrumpirlos. ¡Y seguro que sería en lo mejor! Como siempre. Si no iba a ser su pareja, pues sería la de ella. No fallaría.
Rió ante las palabras de la mujer. - Yo no suelo huir, más bien te estaba.. salvando de una situación bochornosa. Odio ver como ponen en evidencia a una mujer hermosa que no se lo merece - Una vez solos, le faltó tiempo para apartarse. Después de asegurarse de que la puerta de aquel cuarto estaba bien cerrada, caminó hasta la pequeña botella situada en uno de los estantes. Era una de las cosas que más le gustaba de esas casas grandes y lujosas, que nunca faltaba la botella y el vaso de cristal con algún tipo de alcohol. Y a esas alturas, no iba a ser un remilgado. Cualquier tipo estaba bien. Después de reírse, se dispuso a servirse un trago. - Hm ¿Profesional? Deberás especificar, soy profesional de muchas áreas - Después de servirse, se acercó de nuevo a ella y le sonrió. Con esa peculiar sonrisa que ya le había mostrado antes. Picaruela. De, únicamente, diversión. Tomó un sorbo sin dejar de observarla. Whisky. - Tú tampoco pareces muy acostumbrada a estos ambientes tan.. especiales - Le sonrió de nuevo. En realidad, no había dejado de hacerlo. Esta vez, se inclinó hacia delante. Lo suficiente para que quedaran cerca. Tan cerca que con solo susurrar era suficiente, a pesar del ruido de fondo que el gentío del gran salón provocaba.
En un ofrecimiento mudo, le acercó el vaso con la bebida. - Si tú me cuentas qué haces con tu novio falso, te contaré qué hago yo con mi novia falsa ¿Qué te parece? - Alzó una ceja burlón. Estaba casi completamente seguro de que no se equivocaba con ella. Una mujer tan bella, no podía ser segundona. ¿Y si no se equivocaba? Bueno, en ese caso, nada cambiaría. El le daría lo que el muchacho, claramente, no le daba.
Y volviendo a la realidad, cabe destacar que con aquella curiosa mujer un poco del aburrimiento se evadía. Sobretodo, porque tenía a Alejandro ligeramente intrigado con ese "nosequé" que le advertía; nada bueno. La cuestión era ¿Nada bueno para quién? ¿Para él? Él, ciertamente, no tenía absolutamente nada que perder en esa vida. No tenía familia. Amigos.. bueno, solo de compromiso. Era un completo nómada que ni la mujer a la que más había querido había sabido atrapar. Solo su humanidad podría ser, llegado el caso, lo que temería perder. Lo que debería temer. Debería. Porque, bueno, con esos cuarenta años encima, efectivamente tampoco le tiene demasiado miedo a morir. Según él, cuando tenga que llegar, llegará. De esa forma, se enfrentó a Olivia de la única forma en la que sabía hacerlo, con diversión. Sabía que su momento a solas no duraría eternamente ni, por desgracia, lo que le quedara de velada por esa noche. En algún momento, alguien iba a interrumpirlos. ¡Y seguro que sería en lo mejor! Como siempre. Si no iba a ser su pareja, pues sería la de ella. No fallaría.
Rió ante las palabras de la mujer. - Yo no suelo huir, más bien te estaba.. salvando de una situación bochornosa. Odio ver como ponen en evidencia a una mujer hermosa que no se lo merece - Una vez solos, le faltó tiempo para apartarse. Después de asegurarse de que la puerta de aquel cuarto estaba bien cerrada, caminó hasta la pequeña botella situada en uno de los estantes. Era una de las cosas que más le gustaba de esas casas grandes y lujosas, que nunca faltaba la botella y el vaso de cristal con algún tipo de alcohol. Y a esas alturas, no iba a ser un remilgado. Cualquier tipo estaba bien. Después de reírse, se dispuso a servirse un trago. - Hm ¿Profesional? Deberás especificar, soy profesional de muchas áreas - Después de servirse, se acercó de nuevo a ella y le sonrió. Con esa peculiar sonrisa que ya le había mostrado antes. Picaruela. De, únicamente, diversión. Tomó un sorbo sin dejar de observarla. Whisky. - Tú tampoco pareces muy acostumbrada a estos ambientes tan.. especiales - Le sonrió de nuevo. En realidad, no había dejado de hacerlo. Esta vez, se inclinó hacia delante. Lo suficiente para que quedaran cerca. Tan cerca que con solo susurrar era suficiente, a pesar del ruido de fondo que el gentío del gran salón provocaba.
En un ofrecimiento mudo, le acercó el vaso con la bebida. - Si tú me cuentas qué haces con tu novio falso, te contaré qué hago yo con mi novia falsa ¿Qué te parece? - Alzó una ceja burlón. Estaba casi completamente seguro de que no se equivocaba con ella. Una mujer tan bella, no podía ser segundona. ¿Y si no se equivocaba? Bueno, en ese caso, nada cambiaría. El le daría lo que el muchacho, claramente, no le daba.
Alejandro Garay- Prostituta Clase Baja
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