¿Cuál es el camino correcto?{Yudea&Ébano}

La cena estaba yendo de maravilla, su joven y por cierto cortesana acompañante parecía disfrutar del lugar, gustaba de llevar a aquellas mujeres a aquellos lugares refinados, después de vestirlas nadie notaba su profesión bajo el maquillaje y las finas ropas, pero en caso de no desearlo simplemente las llevaba como se encontraran, pagaba bien asi que nadie podía decir nada, haha y aunque lo intentaran hacia solo falta una mirada y la voluntad humana se desvanecía frente al control mental del vampiro.

Sonreía al ver a una “buena familia” removerse en una de las mesas cercanas, como si su simpre presencia les contaminaba y sentía la tentación de soltar una risotada en cualquier momento, su mirada se paseo por el salón y aunque habia mas de una mirada incomoda noto tranquilidad en una de las mesas, observo con detenimiento a los que se encontraban en aquella mesa y aunque inicialmente solo fue la curiosidad de notar si simplemente no los habia n notado o realmente no les importaba termino encontrando algo sumamente familiar en la joven sentada a la mesa…su mirada se clavo en ella y frunció un poco el ceño… el conocía a muchos seres después de vivir el tiempo que habia vivido pero a menos que sus sentidos lo engañaran aquella chica no era una inmortal, parecía una simple y sencilla humana y con la edad que aparentaba de haberla conocido desde luego debería de recordarla…. Sin embargo no lograba ubicarla…posiblemente había conocido a su madre, su abuela quizás, algún miembro de la familia y por ellos aquel rostro joven y bello revolvía sus recuerdos. No aparto la mirada de la chica en ningún momento y cuando esta se levanto la visión fue tan clara que no pudo creer que no lo notara antes… era Morgana… Parpadeo un par de veces viéndola levantarse, caminar con el mismo porte, las mismas expresiones y la duda lo asalto, abria estado morgana viva todos aquellos años? No podía ser, incluso sus brujos no habían logrado alargar tanto su vida a pesar de los poderosos que habían sido, a pesar de ir heredando el conocimiento generación tras generación, Morgana había sido terriblemente poderosa pero no creía que a tal extremo…

Se levanto de la mesa y se despidió de su acompañante dejándola en compañía de uno de sus hombres para que se encargara de ella, después le cobraría la velada…ahora mismo la intriga le comía. Sonrió divertido por la situación y persiguió a la joven entre las sombras, escondiéndose sin dificultad del ojo humano, la chica termino por alejarse dela compañía humana, adentrándose al bosque sin compañía alguna…sin duda era morgana, la mujer habia sido conocedora de su poder antes y nunca le habia tenido miedo a las sombras… la mujer se habia adentrado ya bastante entre los arboles cuando decidió dirigirse a ella- buenas noches- le hablo parado junto a uno de los tantos arboles que los rodeaban, estaban casi en un claro donde la luna iluminaba todo, pero donde el se encontraba aun estaba semi oculto entre la noche que lo abrazaba de forma familiar y cariñosa, como una madre con su preciado hijo.

Le sonrió ladeando el rostro mientras levantaba una ceja- asi que eso es lo que hacia?- pregunto acercándose a el- debo admitir que me preguntaba que es lo que hacia una joven a estas horas en medio del bosque- se recargo en uno de los arboles observándola. Ella era la viva imagen de quien estaba en sus recuerdos… solo mas… ¿inocente? Aquella apariencia de niña buena no encajaba del todo en ella, le divertía mas aquella mirada llena de cinismo y cierto toque de maldad que había podido apreciar en el pasado.

Los sonidos del bosque se me calaban en perfecta armonía, ella estaba ahí, parada en medio del claro, la luna le bañaba por completo y el viento movía un poco sus cabellos, enroscando las hojas secas con sus ropas, ella era humana, con las ropas de su clase y aun asi encajaba con una perfecta sincronía en medio del bosque. Su naturaleza seguía ahí, casi podía sentir crispar el aire a su alrededor, ella habia nacido con los poderes de su ultima vida aunque no parecía que sus memorias hubiesen venido con ella… una verdadera desgracia. Con aquella buena aura no era nada interesante.

-debe agradarle bastante el bosque para salir a estas horas- el podría solo tener una agradable conversación con ella y dejarlo pasar…oh pero eso seria tan aburrido. Si mal no recordaba Alexis tenia dos fantasmas con el…y el chico estaba loco por poder ver a su adorado maestro… y a menos que se equivocara uno de los fantasmas era el temible Gilles…pero el otro, el otro podía ser la llave a una interesante diversión… Arthur… si ella no recordaba nada de su pasado seria posible regresarlos? Como reaccionaria la linda humana frente a el. El había visto como el chico había vuelto casi loco a kazu, aunque la situación era muy distinta, en el caso de la joven sus recuerdos tal vez estuviesen encerrados en alguna parte de su alma…si es que su teoría de que eran la misma estaba correcta- Mi nombre es yudea, cual es el suyo señorita?

Escuché con atención sus palabras mientras mis ojos miraban el césped con cierta curiosidad. ¿Estaría frío? ¿húmedo? Con una leve sonrisa, me quité los zapatos y disfruté de aquel tacto que tanto me gustaba. Cerré los ojos y disfruté de la brisa que mecía mis cabellos, al igual que la naturaleza que me rodeaba. Si pudiera, viviría siempre en ella. Con sus lagos, sus ríos, sus plantas, sus árboles... Era todo tan hermoso...

-Supongo que es frecuente que yo me deje llevar por la naturaleza... Aunque es normal que usted, al no conocerme, se lo pregunte.-reí un poco y me encogí de hombros.- En realidad yo debería agradecerle al bosque que esté aquí, ¿no cree? -suspiré y volví a sentir aquella brisa despeinándome, moviendo mis cabellos y enredándolos levemente por mi rostro. No me importaba para nada. Lo disfrutaba más que cualquier otra cosa en el mundo. Me daba tanta paz...- Yo soy Ébano, señor.

Le contemplé con una honda curiosidad. Yudea... Aquel nombre me sonaba muchísimo. Palpitaba en mi mente con una ardua curiosidad, como si quisiera decirme algo. Pero, como de costumbre, los recuerdos no venían a mi cabeza. ¿Por qué motivo era todo tan criptico? Suspiré, y observé con atención el claro que tenía ante mí. Camelot... ¿Tendría lugares así? Estaba segura. Así y muchísimo más hermosos incluso.

Se quedo en silencio unos segundos, ella encajaba en aquel cuadro, por unos segundos le pareció poder verla en otro tiempo, con otros atuendos y aun así con aquella misma naturaleza, mas oscura, mas densa, pero aun envuelta por los aromas de la tierra, por el sonido del viento y el mismo tacto de las flores. La mujer frente a el era cálida, aun desde la distancia podía sentirla, la suavidad de la humanidad destilaba por todo ella. En el pasado había sido la frialdad, ella ahora era como el verano…alguna ve había sido como el invierno. Sonrió para sus adentros, siempre había preferido el invierno.

Su cuerpo enderezo y su altura se elevo varios centímetros, sus pies se movieron por el suelo, con premeditada lentitud, la luz de la luna les bañaba y su piel blanca parecía casi reflejarla, no necesitaba aumentar el movimiento irreal de los vampiros a la escena y aun con el cuidado tenue de sus movimientos fue notoria la elegancia de sus movimientos.

-no teme señorita?

Pregunto, su voz se hacia una con los sonidos del bosque, sin nota alguna que perturbara su equilibrio, con el irreal timbre grave de los muertos, apenas un susurro que cala en la conciencia, apenas un suspiro que acaricia la piel y aun así, que es perfectamente entendible para el hombre, como si el mensaje fuese directo a su alma. Induciendo un escalofrió al mismo espíritu por escuchar las palabras de algo que ya no existe. De alguien que no debería caminar mas sobre este mundo.

-no teme por usted? No teme por lo que pueda encontrarse? EL bosque es hermoso, pero no todo lo bello es benigno, casi nunca lo es.

No…casi nunca lo era, la belleza tenia tanto poder en la percepción humana, que muchas veces llevaba a la destrucción, les llevaba a su inminente, como cada presa que caía en sus brazos, como cada alma que amaba y adoraba mientras bebía de ellos, tomando su vida, volviéndolos parte de el, amándoles hasta la muerte.

Mis ojos se posaron en él, en sus movimientos tan particulares y elegantes que no pude menos que sonreír ante lo que ya imaginaba. Sabía de la existencia de criaturas diferentes a mi, había escuchado hablar de diferentes depredadores tan parecidos a nosotros que no era conveniente cruzarse con ellos en sus momentos de caza, pero no le tenía miedo. Más bien al contrario, tenía una sensación de paz y diversión interna, como si su compañía me causara algún tipo de recuerdo gracioso y atrevido.

-¿Por qué temer a lo desconocido cuando lo conocido es lo menos interesante que puedes encontrarte? Mejor ir conociendo y aprender que ocultarse entre cosas benignas que no te llevan a nada, ¿no cree? -mis ansías de saber estaban bien marcadas en mi personalidad, pero también era cierto que no solía temer a las cosas. Era algo extraño en mí, pues me sentía superior a la gente en algunos aspectos, aunque bien sabía que igual a aquella criatura no podía ganarla.

Andé lentamente, alejándome un poco de él pero esperando que siguiera tras de mí mientras me introducía en el claro, sintiendo con suavidad y tranquilidad la hierva en mis pies. Era tan relajante que me pegaría allí toda la noche sin siquiera acordarme del mundo exterior. De hecho, para mí, el mundo eran aquellos parajes naturales que no habíamos tocado los humanos. Fue entonces cuando un leve recuerdo vino a mi mente, abriéndose inesperadamente paso por aquel muro impenetrable que había creado mi cerebro; era aquel hombre con él que estaba, aquel ser en un sitio parecido a este.

-Disculpe...-me di la vuelta para volver a encararle. ¿Habría sido mi imaginación? - ¿Nos conocemos de antes?

Sus palabras era seguras y crípticas al mismo tiempo. Interiormente me resultaba divertido, como si estuviera acostumbrada a aquel tipo de conversaciones enrevesadas en las que cada uno decía una cosa sin decirla exactamente, pero aun así, estaba más que claro que llevaba las de partes por varias razones: la primera, porque mi memoria perdida no quería ayudarme mucho, aunque ir a París había sido un claro acierto; la segunda, porque estaba claro que el sabría mucho más que yo; y la tercera, más bien porque no tenía ni idea de a que podía referirse.

-Los recuerdos vienen como flashes a las mentes de las personas, ¿cómo puede dar por seguro que es imposible que lo recuerde?

No entendía como había pasado a estar detrás mío a de repente ante mis ojos, pero eso era uno de los grandes misterios de la naturaleza. Lo normal en ese caso hubiera sido correr, estar enteramente aterrada... Pero, ¿por qué tener miedo a algo que aun no me había hecho nada? Si quieres ganar, lo primero que debes hacer es conocer. Huir tampoco suele servir de mucho, por ende, eran estupidas reacciones que no tenían sentido alguno.

-No es riesgo querer saber... El riesgo es seguir sin aprender.-o por lo menos así lo veía en esos instantes. Su última pregunta me dejo sin saber que responder, así que me lo quedé mirando a los ojos unos instantes. Era como si se clavaran en mi interior, como si martillearan levemente mi mente.- Lo que tendría ante sus ojos si se diera la vuelta.- sonreí, mirando por encima de su hombre lo que había a su espalda, el precioso claro nocturno.

Alcé las cejas, mirándole con cierta curiosidad mientras me replanteaba si podría ser eso posible. Quizá me equivocara y en el pasado me hubiera hecho algo, por ende, quizá si debería estar aterrada, pero no era algo precisamente propio de mí. Y, aunque quisiera recordar, había algo en mi mente que había de muro y maza que lo impedia casi al instante de que lo intentara.

-O quizá si, realmente no lo sabremos ninguno de los dos.- Entonces escuché el resto de sus palabras, atenta a sus movimientos y a todo lo que decía, sorprendiéndome por su inminente marcha.

Le observé mientras se iba, perdiéndose en la oscuridad de manera rápida y siniestra. No, difinitivamente no tenía nada de miedo, solo fascinación y curiosidad. Las criaturas de noche eran seres temibles y fascinantes, nadie podía negarles aquel último cumplido por muy feroces que fueran.

-No lo dudo, señor. No lo dudo.

Cerrado