Buscando nuevo hogar [libre]

Desde que su relación con Giro, había llegado a su fin, para ella nada tenia mucho sentido, su vida parecía estar predestinada a las tragedias o a los desencuentros. Se culpaba por muchas cosas, entre ella haber estado de acuerdo que su relación con aquel cazador estaba predestinada desde el principio al fracaso. Pero nada estaba previsto, todo lo que ella planeó se había trastocado. Girolamo no podía pensar en otra cosa que en su venganza y ella – que ironía – ya no le importaba ninguna revancha.

Observó la lluvia que mojaba constantemente la calle, y los arboles, había bastante actividad afuera ya que los transeúntes apresurados trataban de no empaparse. En un segundo el corazón le dio un vuelco, cuando un hombre se paró y pareció mirar hacia donde ella se encontraba – es él – pensó, mientras se levantaba. El libro que descansaba en su regazo cayó al suelo alfombrado, haciendo un sonido sordo, Maryeva se acerco al ventanal y apoyó su frente en el vidrio que comenzaba a empañarse.

Su tía la miro de reojo, mientras continuaba con su bordado – si tanto lo extrañas, ¿porque no vas a buscarlo? - Se dio vuelta buscando la mirada de la anciana – no puedo, se lo prometí – suspiro mientras se recostaba en la puerta ventana que daba al balcón. – antes de prometer tanto debes pensar en lo que te conviene a ti, ¿Por que no intentas poner tu mente en otra cosa? ¿No habías llegado a Paris para conseguir las tierras de tus ancestros? – Maryeva asintió sin mirarla – ¿entonces? – siguió con su labor y continuo con su discurso – Estuvimos pensando con tu tío y creemos que lo mejor sería que te independizaras, sabes que puedes volver cuando quieras, pero en este momento necesitas curar tus heridas a solas y en verdad querida, nosotros no te estamos sirviendo de mucho - Se acercó hasta donde se encontraba la mujer y tras arrodillarse y buscar la caricia de su tía le preguntó – ¿no te enojaras? Hace tiempo que lo pienso y en verdad no encontraba la forma de pedirlo.

Cuando dejó el estudio y se dirigió a su cuarto, algo de las fuerzas que antes la caracterizaban volvieron a ella. Abrió la puerta y para susorpresa las ventanas estaban abiertas y sobre su lecho encontró una rosa blanca y una nota. No lo dudó, no había sido una simple ilusión, él había estado allí y a pesar de jurarse nunca mas verse, los dos se necesitaban. Sonrió mientras tomaba la rosa cuajada en lluvia y la nota que solo decía - Cuídate, Amore mio, aun te amo – sus ojos se llenaron de lagrimas, en esos momentos su alma caminaba alejándose cada vez mas de ella.

Maryeva, salió por la puerta principal de la mansión Buganville, Tomas, el nuevo cochero, intentó que ella cambiara de opinión y dejara que él la llevara al destino que quisiera, pero no la pudo hacer cambiar de parecer.
Se había vestido con un hermoso conjunto de tres piezas -camisa, chaqueta y falda- , hecho a medida, de muselina de color azul – el que mas le gustaba – de mangas largas y cuello alto terminado en una hilera de botoncillos de piedras haciendo juego. Era un atuendo abrigado, ya que a pesar de estar en primavera, la llovizna matutina y la leve brisa que agitaba los arboles y los cabellos de los transeúntes, hacía sentir un poco de frio. Ella se consideraba a si misma como una gatita, a la cual los días frescos poco y nada le gustaban. Prefería retozar feliz en el rayo del sol de una mañana de verano que pasar los días junto a una chimenea aunque esta fuera inmensamente lujosa. Como las calles eran empedradas y se formaban algunos pequeños charquillos de agua, había decidido usar unas botas acordonadas, para sentir el pie mas firme a la hora de tener que esquivar o saltar alguno de los benditos obstáculos dejados por la lluvia aquella mañana.
Como siempre que se le metía algo en la cabeza, había decidido no usar el carruaje de sus tíos y caminar unas cuantas cuadras hasta algunas de las calles mas concurridas y allí tomar uno de alquiler. Solo porque estaba segura que aquellos dulces ancianos mandarían a Tomas para sacar información de donde y con que negocio de bienes raíces se encontraría para adquirir su nuevo hogar. – Tomas es un “granuja” - lo dijo con cariño, ella sabía que le tenia aprecio - se bien que me costará separarme de ellos – suspiró.
La vida tenía esas cosas extrañas, solo hacía unas pocas horas, el día le había parecido, gris, pero luego del inesperado regalo y la posibilidad de una cierta independencia, habían logrado que sus fuerzas volvieran mucho más renovadas, hasta una sonrisa iluminaba su rostro. Caminaba por la acera, contoneando su cuerpo como si una música le estuviera marcando el paso. Sentía un bullir de mariposas es el medio del pecho - Pensando en todo lo que necesitaba y en especial en que para tan arduo trabajo debería contratar gente para todos los quehaceres.
- Necesitaré cocinera, sirvientas, mayordomo o ama de llaves, cochero… oh Dios, son tantas cosas por hacer - Suspiró - ¿como haría para conseguir todo? Era imperioso conseguir alguien, bien despierto, y en quien confiar, una persona en la cual encontrar una necesidad mutua que la mantuviera leal a ella.
Entonces, se fijó en un joven que caminaba por la misma acera en su dirección, su vestimenta mostraban que era de clase baja, en su mirada había algo especial, una esencia particular, una casi imperceptible diferencia - no es un simple humano - pensó - algo en su instinto le decía que aquel joven tenia un secreto misterioso como ella. Cuando estuvieron casi a la misma altura de la calle, Maryeva, pensó rápidamente, que sería un buen empleado para todo lo que ella necesitaba, pero lo mas importante era saber que podía confiar en él y solo una persona honesta era aceptable para sus fines. Camino dos pasos mas y se hizo la distraída tirando al suelo su bolsito - si es de confiar me lo devolverá y lo contrataré - caviló - si por el contrario, se escapa, así me lleve un tiempo lo encontraré y le dejaré marcada su linda carita - se sonrió mientras hacía lo planeado y pasaba al lado del extraño.

Off: Gracias por tus concejos, espero ir mejorando y que nuestro rol sea muy divertido.

Siguió caminando por la vereda, sus faldas hacían un suave frufrú que para ella era un forma muy femenina de imponer su andar felino. Se había despreocupado de la carnada, algo en su interior le decía que no se había equivocado con aquel muchacho.

continuó disfrutando de la suave brisa que agitaba dulce mente unos mechones de sus cabellos y unos pasos mas allá saludó a una mujer, sentada en un pequeño banquillo de mader delustrado, tenía sobre sus faldas un enorme ramo de flores. toda en ella deci a las claras que era una mujer muy pobre y humilde, pero honesta que preferí vender por las calles antes que mendigar. Maryeva admiraba a ese tipo de mujeres - en todos lados hay ejemplos de vida - pensó, aquella era una de las tantas vendedoras de flores que con su pregon lastimero o picarezco, inundaban las calles de aquel Paris romantico y traicionero. Sabía, pues como felino la había seguido por coruisidad, que recorría largas distancias para vender su humilde mercancía. - La mayoría de sus clientes eran elegantes e impertinentes hombres de la alta sociedad, que con desprecio o indiferencia compraban aquellas flores para llevarlas como obsequió a una jovencita ilusa y enamoradisa tambien de pocos recursos, que creería en sus falsas promesas y que las recibiría emocionada. – Nunca llevarían ese tipo de flores a sus novias, esposas o prometidas, no!!! – caviló, con una pisca de amargura – para ellas, las de las grandes floristerías, así de alguna manera lavar sus culpas y acallar sus conciencias -.

Sacó del bolsillo de su chaqueta tres francos y se los entregó a la mujer, que abrió sus ojos de forma desmesurada – Hola, Amanda, por favor, ¿me venderías todas tus flores? Es que voy a perfumar mi casa con ellas – le dijo risueña. De pronto se llevó un dedo a los labios y con cierta preocupación en la mirada le preguntó – ¿Será suficiente?, si no es asi, te pido que me aguardes, iré a buscar mas para saldar mi cuenta – la pobre mujer aun con la boca entre abierta balbuceó que por el contrario ella no tenía tantas flores como para vender aquel precio – entonces - dijo Maryeva – cuando me instale en mi nuevo hogar has de llevarme todas las mañanas flores frescas, hasta saldar la deuda ¿te parece? – la miró a los ojos y le sonrió – así que luego te daré la dirección-. Tomó el gran ramo de flores silvestres y le dio un beso en la mejilla paspada por las inclemencias de una vida de sufrimiento. – Estas flores servirán para hacer una ofrenda por tu vida, mamá – pensó mientras decidía a cual de las iglesias llevaría su pedido por el alma de su difunta madre.

Caminó los escasos metros que la separaban de la esquina y cuando se iba a detener, para llamar con su mano extendida a un coche de alquiler, el muchacho que ella había puesto a prueba se le presentó en frente, lo escucho silenciosa, mirándolo a los ojos. Había algo en esos orbes que le daban tranquilidad y confianza. Cuando el jovencito terminó de hablar, ella le contestó - Eres muy gentil, en verdad no me había dado cuenta – mintió, mientras esperaba paciente que él le devolviera su bolsito. – Tiene razón, hay gente que sería capaz de robar – dijo con un expresión de tristeza – pero muchas veces es por que la vida es tan adversa que sienten que no tienen otro camino – le sonrió tímidamente. Inclinó su cabeza para un costado, como cuando examinaba atentamente una pieza de arte que deseaba adquirí – dime, ¿te importaría ayudarme? – se puso algo nerviosa, pues no sabía como sería su reacción, aunque su instinto le decía que no tendría problemas – veras, necesito alguien que pueda ser mi custodio y mi ayudante, por el día de hoy, es que debo hacer varias compras y diligencias y no creo poder hacerlas sin ninguna ayuda – lo miró en silencio y luego de unos segundos que le parecieron eternos se sobresaltó – por supuesto te pagaré por tu trabajo y tiempo – Esta vez le sonrió con una sonrisa franca y sincera - creo que si él decide por quedarse a mi lado, habré encontrado a mi mas fiel ayudante y secretario – en sus ojos brilló una chispa de picardía.