AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
Espacios libres: 11/40
Afiliaciones élite: ABIERTAS
Última limpieza: 1/04/24
En Victorian Vampires valoramos la creatividad, es por eso que pedimos respeto por el trabajo ajeno. Todas las imágenes, códigos y textos que pueden apreciarse en el foro han sido exclusivamente editados y creados para utilizarse únicamente en el mismo. Si se llegase a sorprender a una persona, foro, o sitio web, haciendo uso del contenido total o parcial, y sobre todo, sin el permiso de la administración de este foro, nos veremos obligados a reportarlo a las autoridades correspondientes, entre ellas Foro Activo, para que tome cartas en el asunto e impedir el robo de ideas originales, ya que creemos que es una falta de respeto el hacer uso de material ajeno sin haber tenido una previa autorización para ello. Por favor, no plagies, no robes diseños o códigos originales, respeta a los demás.
Así mismo, también exigimos respeto por las creaciones de todos nuestros usuarios, ya sean gráficos, códigos o textos. No robes ideas que les pertenecen a otros, se original. En este foro castigamos el plagio con el baneo definitivo.
Todas las imágenes utilizadas pertenecen a sus respectivos autores y han sido utilizadas y editadas sin fines de lucro. Agradecimientos especiales a: rainris, sambriggs, laesmeralda, viona, evenderthlies, eveferther, sweedies, silent order, lady morgana, iberian Black arts, dezzan, black dante, valentinakallias, admiralj, joelht74, dg2001, saraqrel, gin7ginb, anettfrozen, zemotion, lithiumpicnic, iscarlet, hellwoman, wagner, mjranum-stock, liam-stock, stardust Paramount Pictures, y muy especialmente a Source Code por sus códigos facilitados.
Victorian Vampires by Nigel Quartermane is licensed under a
Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported License.
Creado a partir de la obra en https://victorianvampires.foroes.org
Últimos temas
Dead Memories {Privado}
Página 1 de 1.
Dead Memories {Privado}
Ellos decían que había hierbas que protegían de los lobos, y la llamaban luparia. Contaban, entre voces susurrantes y gritos desgarradores, que los que la habían comido por error, pues buscaban otro alimento, habían amanecido al día siguiente muertos. Clamaban que la hierba era tóxica para los licántropos, que actuaba como un veneno que emponzoñaba sus venas con sólo darles un poco del tubérculo de esas plantas. Decían, decían, decían... Llenaban la cabeza con historias de muertes de animales, de humanos que se transforman en animales, y de las criaturas de ambas. Pero lo que nunca respondían era si harían algo contra mis monstruos.
Quizá, Alchemilla, quizá los mate. Quizá el matalobos sea efectivo. ¿Cómo saberlo? ¡Te persiguen a ti, no a nosotros!
Y, por mucho que me doliera, tenían razón. Había huido de ellos por los pelos, ¡casi me habían atrapado! Entre sus dientes podridos y afilados, envenenados y putrefactos, sus voces fantasmales me habían gritado que ellos sabían dónde estaban mis hermanos, y que mi vida era el precio que tendría que pagar por recuperarlos.
Y aún así fueron generosos con su oferta. Tu vida no vale ni una milésima parte de eso...
¡Callaos! ¡Dejad de hablar! Mi única esperanza era encontrar la luparia: así tendría tiempo de alejarlos lo suficiente para hechizarlos y poder localizar a mis hermanos. ¡Sí, eso era! El único problema era ¿dónde encontraba yo una planta como aquella, que encima era tóxica?
¿Dónde, en esta ciudad, puedes acceder a plantas como esas?
En tiendas especializadas, claro, pero eso sería sospechoso... Nunca sabría cuándo estaban en mi contra y me arrojarían a los lobos que parecían una mezcla entre esos animales y osos, ¡nunca! Así que no podría confiar en ellos... Luego, quizá, podría conseguir unas pocas hojas a las afueras, ¡pero entonces ellos me verían! No, no podía ser... Tenía que ser en París. Piensa, Alchemilla... ¡Ya está!
Sí, princesa, ahí las conseguirás, pero ten cuidado, porque no sabes las amenazas que esconde el jardín botánico por la noche...
Me daba igual, tenía que arriesgarme. Cualquier precio era asequible si lo que estaba en juego eran las vidas de mis hermanos. Por eso, aquella noche de luna nueva, en la que la oscuridad daba cobijo a toda clase de criaturas, huí de las ruinas en las que me escondía como alma que lleva el diablo hacia el jardín, cuya verja atravesé sin problema alguno. Era tan fácil... Casi parecía que lo hacían a propósito. Aunque quizá lo hacían. ¿Qué me aseguraba que no era una trampa? Nada. Pero debía intentarlo.
Con la escasa luz, mi vestido blanco pulcro de tierra o sangre no destacaba demasiado, igual que mi piel. Casi lo hacían más mis ojos, que buscaban como desesperados entre los carteles en latín el nombre de la planta, el que Linneo le había puesto. Aconitum napellus, ¿dónde te escondes? ¡Qué difícil era dar con ella, sobre todo en la oscuridad! Pero, ah, frente a mí la tuve enseguida, con sus hojas de color violeta insultantemente atrayentes... Y eran un peligro.
Tócalas, tócalas, ¡tócalas!
Pero no iba a hacerlo cuando eran ellos quienes hablaban, no. Sabía que el tacto podía ser dañino, menos que tomarlas pero más que no hacer nada, así que no me arriesgué: rasgué un trozo de mi vestido blanco y me envolví las manos con la tela raída para que me protegiera. Una vez hecho eso, arranqué varias plantas y las deposité en una especie de bolso de tela que había traído conmigo, donde las guardé. Sin embargo, me detuve en seco cuando escuché un sonido que no debería haber escuchado. Fruncí el ceño.
No estás sola, Alchemilla, ¡ellos han venido y ni todo el acónito de París podrá salvarte!
No, no podía ser... Los pasos sonaban humanos, ¿verdad? ¡Sí! Y los de los lobos sonaban como zarpazos, golpes en el suelo animales, nada parecido a aquello... Claro. Sería alguien sin importancia, un vigilante o alguien así, nadie que me fuera atacar. Aquella noche, yo sería la ganadora... ¡Por fin!
Quizá, Alchemilla, quizá los mate. Quizá el matalobos sea efectivo. ¿Cómo saberlo? ¡Te persiguen a ti, no a nosotros!
Y, por mucho que me doliera, tenían razón. Había huido de ellos por los pelos, ¡casi me habían atrapado! Entre sus dientes podridos y afilados, envenenados y putrefactos, sus voces fantasmales me habían gritado que ellos sabían dónde estaban mis hermanos, y que mi vida era el precio que tendría que pagar por recuperarlos.
Y aún así fueron generosos con su oferta. Tu vida no vale ni una milésima parte de eso...
¡Callaos! ¡Dejad de hablar! Mi única esperanza era encontrar la luparia: así tendría tiempo de alejarlos lo suficiente para hechizarlos y poder localizar a mis hermanos. ¡Sí, eso era! El único problema era ¿dónde encontraba yo una planta como aquella, que encima era tóxica?
¿Dónde, en esta ciudad, puedes acceder a plantas como esas?
En tiendas especializadas, claro, pero eso sería sospechoso... Nunca sabría cuándo estaban en mi contra y me arrojarían a los lobos que parecían una mezcla entre esos animales y osos, ¡nunca! Así que no podría confiar en ellos... Luego, quizá, podría conseguir unas pocas hojas a las afueras, ¡pero entonces ellos me verían! No, no podía ser... Tenía que ser en París. Piensa, Alchemilla... ¡Ya está!
Sí, princesa, ahí las conseguirás, pero ten cuidado, porque no sabes las amenazas que esconde el jardín botánico por la noche...
Me daba igual, tenía que arriesgarme. Cualquier precio era asequible si lo que estaba en juego eran las vidas de mis hermanos. Por eso, aquella noche de luna nueva, en la que la oscuridad daba cobijo a toda clase de criaturas, huí de las ruinas en las que me escondía como alma que lleva el diablo hacia el jardín, cuya verja atravesé sin problema alguno. Era tan fácil... Casi parecía que lo hacían a propósito. Aunque quizá lo hacían. ¿Qué me aseguraba que no era una trampa? Nada. Pero debía intentarlo.
Con la escasa luz, mi vestido blanco pulcro de tierra o sangre no destacaba demasiado, igual que mi piel. Casi lo hacían más mis ojos, que buscaban como desesperados entre los carteles en latín el nombre de la planta, el que Linneo le había puesto. Aconitum napellus, ¿dónde te escondes? ¡Qué difícil era dar con ella, sobre todo en la oscuridad! Pero, ah, frente a mí la tuve enseguida, con sus hojas de color violeta insultantemente atrayentes... Y eran un peligro.
Tócalas, tócalas, ¡tócalas!
Pero no iba a hacerlo cuando eran ellos quienes hablaban, no. Sabía que el tacto podía ser dañino, menos que tomarlas pero más que no hacer nada, así que no me arriesgué: rasgué un trozo de mi vestido blanco y me envolví las manos con la tela raída para que me protegiera. Una vez hecho eso, arranqué varias plantas y las deposité en una especie de bolso de tela que había traído conmigo, donde las guardé. Sin embargo, me detuve en seco cuando escuché un sonido que no debería haber escuchado. Fruncí el ceño.
No estás sola, Alchemilla, ¡ellos han venido y ni todo el acónito de París podrá salvarte!
No, no podía ser... Los pasos sonaban humanos, ¿verdad? ¡Sí! Y los de los lobos sonaban como zarpazos, golpes en el suelo animales, nada parecido a aquello... Claro. Sería alguien sin importancia, un vigilante o alguien así, nadie que me fuera atacar. Aquella noche, yo sería la ganadora... ¡Por fin!
Invitado- Invitado
Re: Dead Memories {Privado}
Maldita loca!!
Escucho decir en su cabeza, esa voz que rara vez hablaba pero que no tenía duda de que aparecería, esa voz maldita que gustaba de jugar con él, esa que no era otra más de sus alucines con los muertos, no, era el, el Barón de la Croix, el Barón Samedi, quien jamás le hablaba con su propio timbre, quizá debido a que pensaba que Juan de La Cruz no era los suficientemente bueno como para escucharla, o porque el sonido de su voz, lo volvería tangible y vulnerable ante la magia de los vivos, no importaba cual fuese la razón, las cosas eran como eran. Sus ojos se movieron como los de los camaleones tratando de buscar la proveniencia de la voz, una cosa era saber quién le hablaba y encontrar la fuente, sin embargo la sombra del Barón se disimuló en la oscuridad, perdiéndose entre el resto de las almas condenadas que vagaban en este plano desde hacía siglos, Juan de La Cruz normalmente podría haberlo reconocido de entre tantos sin embargo cuando el Barón se lo proponía, se lo proponía.
Jajajajaja es una maldita loca!!!!
Muchas veces era extraño tratándose de su propia voz pero fácilmente se sentía ajena ante el modo despectivo en el que se dirigía hacia las personas, sus paso no se detuvieron por la interrupción por parte de la deidad sin embargo guardo silencio mientras observaba a los fuegos fatuos encenderse frente a sus ojos, nuevamente el barón lo guaba hacia un incierto futuro, sin embargo el persiguió aquel camino de azul fuego brillante sin chistar, pues los hallazgos del Loa siempre resultaban interesantes y enriquecedores, llenos de misterio añadiendo un poco de peligro, su carácter curioso no le dejo rechazar la oferta que el Barón coloco en la mesa, la cartas estarían echada nuevamente aquella noche, al igual que todas las noches, de modo que se limitó a caminar y caminar por Paris hasta encontrar a aquel destino que clamaba por su presencia, aquella flamante noche prometía mas que comúnmente, además, aquella pista que el Barón soltó no dejaba de sonar en su cabeza.
No es nada más que una maldita loca!!! Más loca que tu Hermit!!
Juan de La Cruz giro los ojos, a veces le gustaba llamarle de aquel modo, le llamaban de tantas maneras que no podía recordarlas todas, sin embargo, precisamente esa era la que más le molestaba, la única que le molestaba a decir verdad debido a que surgió en medio de un encuentro hacia un año, con un viejo brujo de nombre Lorcan, se basó en las predicciones de una carta para llamarlo insensato, falto de experiencia, amateur, y eso era una de las pocas cosas que Juan de La Cruz no toleraba, comúnmente algo como eso no le pondría de mal humor pero el hecho de que alguien a quien invocó por equivocación le recalcase el único resbalón en su vida mágica no paraba de traerle dolores de cabeza. El brujo sintió en la bolsa de su pantalón el mazo de cartas apiladas, las cartas del tarot que usaba en el trabajo, estas estaban algo desgastadas por culpa del constante uso que les daba, muchas vidas fueron vistas por ellas marcando los caminos de innumerables almas perdidas en el camino de la vida
No es gracioso Juan de La Cruz??? Ella esta tan loca!!!
Loca, loca, loca, aquella palabra comenzaba a frustrarlo, no dejaba de repetirla como si fuese algo relevante, quizás lo era o quizás no, pero aunque a Juan de La Cruz a veces le gustaba ser redundante eso comenzaba a cansarle, miro hacia adelante formando una sonrisa divertida en su rostro, hacía tiempo que no visitaba el jardín botánico, la mayoría de las plantas que utilizaba para sus brebajes las conseguía en tierras pantanosa o algún sitio donde creciesen de manera más salvaje, sin embargo no estaba de más visitarla de vez en cuando. Su rostro se ensombreció dándose cuenta de la presencia de la joven a punto de tocar aquel perene venenoso, ladeo el rostro sintiendo la magia emanar de ella, no era nada discreta con sus poderes, como si no fuese consiente de sí misma, ajena del resto Juan de La Cruz pensó por un instante dejarla hacer lo que quisiese, él era un simple mortal sin derecho a entrometerse en las vidas de los demás a menos que tuviese una buena razón sin embargo no pudo evitar que la palabras salieran de sus labios- Todas las rosas tiene espinas sabes?? Debería cuidar todo aquello que quieras llevarte a las manos-El no planeaba sonar entrometido ni tampoco ser un caballero en un blanco corcel, pero tampoco le agradaba la idea de dejar que alguien que no supiese lo que hacía cometiera una insensatez, además, la chica tenía un algo que logro que le cállese bien inmediatamente, ella parecía un poco…frunció el ceño, no planeaba parecerse al Barón de modo que usaría la palabra “Desubicada”. Una risa se soltó dentro del invernadero, nuevamente con su voz sonando cínica y demasiado alta para un lugar en el que no había habido ningún sonido anteriormente.
JAJAJAJAJA TE AGRADA LA LOCA JUAN DE LA CRUZ??? PERO SI ES UNA LOCA!!! LOCA, LOCA, LOCA!!!!
Juan de la Cruz- Hechicero Clase Media
- Mensajes : 82
Fecha de inscripción : 22/05/2012
Re: Dead Memories {Privado}
No era un lobo, claro que no era un lobo, ¡no podía ser un lobo! Si lo era, ¿dónde estaban sus aullidos que helaban la sangre? ¿Dónde estaban sus jadeos animales, sus gruñidos de depredador? ¿Dónde estaba el potente sonido de sus patas? No estaba. ¡No estaba! Nada de eso lo estaba, y por eso no eran lobos. ¡Habían dejado de perseguirme! ¡El matalobos había funcionado!
Pero, si no son lobos, la planta no te sirve de nada... ¡Vas a caer!
Cierto, ellos tenían razón. No debía bajar la guardia pese a que no fueran esos animales enormes los que me perseguían, porque estaba indefensa frente a un vampiro, por ejemplo. Aquellas criaturas eran tan fuertes... ¡Eran la muerte personificada! Tenían algo que me repelía y me atraía, pero nunca había escuchado de ninguna planta que pudiera contra ellos. ¿Quizá la verbena...? No lo sabía. Tendría que consultar el libro de hechizos para averiguarlo.
Cuidado, Alchemilla. Si no te matan las plantas ni quien se acerca, ¡lo haremos nosotros! Es culpa tuya... ¡Todo es culpa tuya! Incluso que tus hermanos hayan desaparecido lo es... ¡Eres débil!
No, yo no era débil, y tenía un objetivo bien claro en la cabeza: buscar a mis hermanos. Me daba igual lo que tuviera que hacer para conseguirlo, cuántas cabezas rodarían, cuánta sangre correría, ¡incluso cuántos lobos envenenaría con luparia! Nada importaba cuando era la vida de mi familia lo que estaba en juego. Absolutamente nada. Y estaba preparada para quien fuera...
Tu intención es admirable, pero ¿qué harás tu contra nosotros? ¡Nada! Eres una inútil que no sabe ni cuidar de sí misma!
¡Callad, callad de una vez! La cabeza me dolía, me iba a estallar, y sólo quería que pararan. Quería disfrutar del silencio y escapar del jardín botánico con mi botín. Sí, eso era lo que haría. Me iría, machacaría algunas plantas para usarlas de protección, y con las otras haría amuletos y armas. Así me protegería, sí.
Llegas tarde.
¿Tarde? ¿A qué se referían con llegar tarde? Abrí los ojos, y entonces lo vi. No era un lobo, sino un hombre, no creía que mucho mayor que yo. Era moreno, esa era la primera impresión que tuve, y no parecía peligroso... ¡Y esos eran los que peor resultaban ser, sí! Aunque él me avisó de que las rosas tenían espinas. ¡Claro que lo sabía! ¡Mi nombre...! Mi nombre no era el de una rosa. Mi nombre era pesadilla. Eran las espinas de la rosa, las que no me había clavado. Asentí, y le enseñé mis palmas sin heridas. Limpias. No como la luparia, venenosa y dañina.
– ¿Crees que estaría aquí si no supiera lo que hago? – le dije, con los ojos entrecerrados y las plantas a salvo.
No confíes en él.
Pero, por una vez, aquello no era tan sencillo. Me había dado un consejo. Me habría ayudado, de no haber conocido bien lo que tenía entre manos, y habría logrado sacarme de un gran problema. Claro, eso si hubiera sabido que no necesitaba su ayuda, pero el hecho ahí estaba.
¡Te hemos dicho que no confíes en él!
– ¿Quién...? – empecé a preguntar, pero me detuve. Había escuchado algo, algo sumado a las risas de ellos y que servía para ponerme los pelos de punta.
¡Corre, corre por tu vida!
E, increíblemente, lo hice... Acompañada. Salí corriendo hacia el chico, agarré su brazo con un fuerte tirón y lo arrastré conmigo. Pesaba menos de lo que parecía, o quizá el miedo me hacía ser más fuerte. No lo sabía, pero las voces de los vigilantes de seguridad nocturnos se hacían cada vez más altas, igual que el volumen de sus pasos. Al final, me escondí junto a él en un gran invernadero en el que nos había colado y en el que podríamos permanecer hasta que pasaran.
Os verán, os verán, os verán...
¡Dejad de canturrear! Vimos las figuras de los guardias pasando por delante de nosotros, sin vernos. Puse un dedo sobre los labios de mi acompañante para que guardara silencio un momento, y cuando ellos se alejaron de nuestro campo de visión lo retiré y lo miré.
– Nunca me han gustado los vigilantes. Siempre interrumpen, y te envían al calabozo cuando no haces nada malo protegiéndote, ¿verdad que no? Y no sé tu nombre. – le dije, separándome de él unos pasos y observándolo, con cautela y preparada para atacar si la situación lo requería.
Pero, si no son lobos, la planta no te sirve de nada... ¡Vas a caer!
Cierto, ellos tenían razón. No debía bajar la guardia pese a que no fueran esos animales enormes los que me perseguían, porque estaba indefensa frente a un vampiro, por ejemplo. Aquellas criaturas eran tan fuertes... ¡Eran la muerte personificada! Tenían algo que me repelía y me atraía, pero nunca había escuchado de ninguna planta que pudiera contra ellos. ¿Quizá la verbena...? No lo sabía. Tendría que consultar el libro de hechizos para averiguarlo.
Cuidado, Alchemilla. Si no te matan las plantas ni quien se acerca, ¡lo haremos nosotros! Es culpa tuya... ¡Todo es culpa tuya! Incluso que tus hermanos hayan desaparecido lo es... ¡Eres débil!
No, yo no era débil, y tenía un objetivo bien claro en la cabeza: buscar a mis hermanos. Me daba igual lo que tuviera que hacer para conseguirlo, cuántas cabezas rodarían, cuánta sangre correría, ¡incluso cuántos lobos envenenaría con luparia! Nada importaba cuando era la vida de mi familia lo que estaba en juego. Absolutamente nada. Y estaba preparada para quien fuera...
Tu intención es admirable, pero ¿qué harás tu contra nosotros? ¡Nada! Eres una inútil que no sabe ni cuidar de sí misma!
¡Callad, callad de una vez! La cabeza me dolía, me iba a estallar, y sólo quería que pararan. Quería disfrutar del silencio y escapar del jardín botánico con mi botín. Sí, eso era lo que haría. Me iría, machacaría algunas plantas para usarlas de protección, y con las otras haría amuletos y armas. Así me protegería, sí.
Llegas tarde.
¿Tarde? ¿A qué se referían con llegar tarde? Abrí los ojos, y entonces lo vi. No era un lobo, sino un hombre, no creía que mucho mayor que yo. Era moreno, esa era la primera impresión que tuve, y no parecía peligroso... ¡Y esos eran los que peor resultaban ser, sí! Aunque él me avisó de que las rosas tenían espinas. ¡Claro que lo sabía! ¡Mi nombre...! Mi nombre no era el de una rosa. Mi nombre era pesadilla. Eran las espinas de la rosa, las que no me había clavado. Asentí, y le enseñé mis palmas sin heridas. Limpias. No como la luparia, venenosa y dañina.
– ¿Crees que estaría aquí si no supiera lo que hago? – le dije, con los ojos entrecerrados y las plantas a salvo.
No confíes en él.
Pero, por una vez, aquello no era tan sencillo. Me había dado un consejo. Me habría ayudado, de no haber conocido bien lo que tenía entre manos, y habría logrado sacarme de un gran problema. Claro, eso si hubiera sabido que no necesitaba su ayuda, pero el hecho ahí estaba.
¡Te hemos dicho que no confíes en él!
– ¿Quién...? – empecé a preguntar, pero me detuve. Había escuchado algo, algo sumado a las risas de ellos y que servía para ponerme los pelos de punta.
¡Corre, corre por tu vida!
E, increíblemente, lo hice... Acompañada. Salí corriendo hacia el chico, agarré su brazo con un fuerte tirón y lo arrastré conmigo. Pesaba menos de lo que parecía, o quizá el miedo me hacía ser más fuerte. No lo sabía, pero las voces de los vigilantes de seguridad nocturnos se hacían cada vez más altas, igual que el volumen de sus pasos. Al final, me escondí junto a él en un gran invernadero en el que nos había colado y en el que podríamos permanecer hasta que pasaran.
Os verán, os verán, os verán...
¡Dejad de canturrear! Vimos las figuras de los guardias pasando por delante de nosotros, sin vernos. Puse un dedo sobre los labios de mi acompañante para que guardara silencio un momento, y cuando ellos se alejaron de nuestro campo de visión lo retiré y lo miré.
– Nunca me han gustado los vigilantes. Siempre interrumpen, y te envían al calabozo cuando no haces nada malo protegiéndote, ¿verdad que no? Y no sé tu nombre. – le dije, separándome de él unos pasos y observándolo, con cautela y preparada para atacar si la situación lo requería.
Invitado- Invitado
Re: Dead Memories {Privado}
Muchos de los engranes de su atrofiada mente parecían moverse con rapidez, la imagen de la muchacha comenzaba a causarle un cierta curiosidad bastante malsana, nunca había conocida a una “loca”, si, quizá a lo largo de los años había conocido muchas locas y locos, pero nunca, nunca había conocido de verdad a una “loca”. Su mirada la evaluó rápidamente dándose cuenta de lo diferente que se veía, seguro que la toxicidad de la planta la volvía incluso más diferente, sin embargo probablemente el capricho de verla tendida nunca ocurriría, los que llevan las de perder siempre son los últimos en morir.
El rostro del brujo se vio confuso, podía ver la magia salir de la chica, ellos compartían dones que fueron cobrados caros al nacer, sin embargo a ella no la enloquecían los espíritus, Juan era consciente de que estaba enferma, era del tipo de loca normal mezclado con una loca poco corriente con una pizca de la loca especial, si juntabas todos esos ingredientes estaba seguro de que nacía ella, la magia les dio a los dos la habilidad para ser diferentes, superiores al mismo tiempo que inferiores, e incluso con los extraños poderes que le fueron otorgados gracias al contrato con el Barón de la muerte, Lo único que Juan de La Cruz escuchaba era el silencio atronador de un cuarto vacío.
El rostro del brujo se torció aún más, no estaba seguro de que los poderes de la deidad pudiesen entrar en la cabeza de la joven y escuchar las cosas que ella oía o simplemente estaba suponiendo todo lo que ocurría con ella, conociéndolo como lo conocía podía decir que cualquiera de las dos opciones eran igual de posibles. Giro el rostro con una sonrisa, los pasos de los guardias se acercaban rápidamente al tiempo en el que el preparaba sus diálogos para el encuentro, podría usar magia, pero no le gustaba desperdiciarla si con la simple labia podría deshacerse de los problemas, bajo los ojos, el problema sería ella ¿Podría decir que se trataba de su hermana o algo así?...No, con esos rasgos apenas y pasarían por primos lejanos.
Escucho decir burlonamente antes de ser arrastrado como si se tratase de una pulga hacia alguna de las esquinas del invernadero, se había encontrado lo suficientemente distraído con el dialogo de la sombra como para darse cuenta que, efectivamente “ya venía” sintió ganas de reírse fuertemente al pensar que en una medida de varios microsegundos se hizo a un montón de ideas raras sobre lo que “venia”- Cuidado Alicia, no todas las sombras que ves son precisamente el Jabberwocky–comento con una sonrisa en los labios, se negó a si mismo con la cabeza recordando que en esta época un ni siquiera había nacido Lewis Carol
Susurró a sus oídos mientras los guardias se alejaban tan rápido como llegaron, a Juan de La Cruz comenzaba a hartarle escuchar la a su propia voz hablarle como si fuesen amigos, no lograba comprender porque en ese momento el barón se estaba dirigiendo a el cuándo nunca se había preocupado en hablarle, comúnmente cuando se hacía escuchar era durante las lecturas del futuro o cuando precisaba de llamar la atención de algún mortal para unirlo a su causa, causa que por supuesto el aun no comprendía.
- Sabes que a los vigilantes solo les temen quienes precisan ser vigilados??-La pregunta salió más que por instinto, ni siquiera los largos y delgados dedos de la muchacha podía convencer a su lengua de mantenerse atada, igual que siempre su voz tomaba las riendas dando lugar a comentarios fuera de lugar con un inexplicable humor implícito en su tono que casi nadie notaba- Mi nombre es Juan de La Cruz, y el suyo Madeimoselle-Pregunto ahora con su galantería natural, la cual cabía decir, que nunca funcionaba cuando lo ponía en uso, las mujeres de la época se volvían cada día mas exigentes
Dijo la voz antes de colmar a Juan y romper en risas, a cada segundo sentía más tangible las ganas de romper su trato e irse al infierno, los amuletos de abdul, su padre lo guardaban de los malos espíritus cada vez que estos intentaban robarse su sueño- Dígame misteriosa Madeimoselle, ¿Qué es lo que la ha metido en un lugar como este a estas horas de la noche?-Sabia que las posibilidades de que le contestase eran las misma que si le enterrase un cuchillo en ese momento, lo cual lo dejaba… en un 50 a 50
“Es divertido Juan de La Cruz, ¿Me crees tan molesto como lo son ellos?”
El rostro del brujo se vio confuso, podía ver la magia salir de la chica, ellos compartían dones que fueron cobrados caros al nacer, sin embargo a ella no la enloquecían los espíritus, Juan era consciente de que estaba enferma, era del tipo de loca normal mezclado con una loca poco corriente con una pizca de la loca especial, si juntabas todos esos ingredientes estaba seguro de que nacía ella, la magia les dio a los dos la habilidad para ser diferentes, superiores al mismo tiempo que inferiores, e incluso con los extraños poderes que le fueron otorgados gracias al contrato con el Barón de la muerte, Lo único que Juan de La Cruz escuchaba era el silencio atronador de un cuarto vacío.
“¿No los escuchas Juan de La Cruz? Claro que no los escuchas, nadie puede”
El rostro del brujo se torció aún más, no estaba seguro de que los poderes de la deidad pudiesen entrar en la cabeza de la joven y escuchar las cosas que ella oía o simplemente estaba suponiendo todo lo que ocurría con ella, conociéndolo como lo conocía podía decir que cualquiera de las dos opciones eran igual de posibles. Giro el rostro con una sonrisa, los pasos de los guardias se acercaban rápidamente al tiempo en el que el preparaba sus diálogos para el encuentro, podría usar magia, pero no le gustaba desperdiciarla si con la simple labia podría deshacerse de los problemas, bajo los ojos, el problema sería ella ¿Podría decir que se trataba de su hermana o algo así?...No, con esos rasgos apenas y pasarían por primos lejanos.
“Ya viene y no hablo de los guardias”
Escucho decir burlonamente antes de ser arrastrado como si se tratase de una pulga hacia alguna de las esquinas del invernadero, se había encontrado lo suficientemente distraído con el dialogo de la sombra como para darse cuenta que, efectivamente “ya venía” sintió ganas de reírse fuertemente al pensar que en una medida de varios microsegundos se hizo a un montón de ideas raras sobre lo que “venia”- Cuidado Alicia, no todas las sombras que ves son precisamente el Jabberwocky–comento con una sonrisa en los labios, se negó a si mismo con la cabeza recordando que en esta época un ni siquiera había nacido Lewis Carol
“Deja de confundir a la enferma”
Susurró a sus oídos mientras los guardias se alejaban tan rápido como llegaron, a Juan de La Cruz comenzaba a hartarle escuchar la a su propia voz hablarle como si fuesen amigos, no lograba comprender porque en ese momento el barón se estaba dirigiendo a el cuándo nunca se había preocupado en hablarle, comúnmente cuando se hacía escuchar era durante las lecturas del futuro o cuando precisaba de llamar la atención de algún mortal para unirlo a su causa, causa que por supuesto el aun no comprendía.
“Contéstale rápido Juan, no sea que se desespere y se te muera”
- Sabes que a los vigilantes solo les temen quienes precisan ser vigilados??-La pregunta salió más que por instinto, ni siquiera los largos y delgados dedos de la muchacha podía convencer a su lengua de mantenerse atada, igual que siempre su voz tomaba las riendas dando lugar a comentarios fuera de lugar con un inexplicable humor implícito en su tono que casi nadie notaba- Mi nombre es Juan de La Cruz, y el suyo Madeimoselle-Pregunto ahora con su galantería natural, la cual cabía decir, que nunca funcionaba cuando lo ponía en uso, las mujeres de la época se volvían cada día mas exigentes
“Trátala con respeto, ¿Qué no vez que es delicada?”
Dijo la voz antes de colmar a Juan y romper en risas, a cada segundo sentía más tangible las ganas de romper su trato e irse al infierno, los amuletos de abdul, su padre lo guardaban de los malos espíritus cada vez que estos intentaban robarse su sueño- Dígame misteriosa Madeimoselle, ¿Qué es lo que la ha metido en un lugar como este a estas horas de la noche?-Sabia que las posibilidades de que le contestase eran las misma que si le enterrase un cuchillo en ese momento, lo cual lo dejaba… en un 50 a 50
Juan de la Cruz- Hechicero Clase Media
- Mensajes : 82
Fecha de inscripción : 22/05/2012
Re: Dead Memories {Privado}
Si hacía un solo movimiento rápido o inesperado me lanzaría a su tierno cuello y lo rompería, ¡sí! Escucharía el sonido de sus huesos quebrándose y vería su alma salir de su cuerpo, flotar hasta el cielo como un fantasma apenado por la muerte... Su cuerpo caería al suelo como un muñeco de trapo, como Scarlet en muchacho y en grande, y yo lo abandonaría, a salvo una noche más.
Mátalo, Alchemilla, ¡estás deseando hacerlo!
¿Cómo podéis decir eso? Yo mato por necesidad, no por deseo, y él aún no me había demostrado si era peligroso... ¡A lo mejor era incapaz de matar a una mosca! A lo mejor yo no estaba en peligro constante, y él era de fiar. Quizá, ¿quién sabía? Sí, bueno, él sabía, y esperaba ser capaz de sacárselo, costara lo que costara...
¿Es que no te estás escuchando...?
Claro que lo hago, ¡me escucho junto a lo que vosotros tenéis que decir! Son unos entrometidos... Nunca me dejan ejercer mi voluntad, siempre creen que tienen la razón cuando muchas veces sólo consiguen herirme, ¡ya basta! Escucharía la voz del chico, no la de ellos.
– ¿Alicia? No, yo soy Alchemilla. ¿Y qué es el Jabberwocky? – le dije, frunciendo el ceño para aquel chico, Juan de la Cruz, al que no había entendido. ¿Alicia? ¿Quién era Alicia? ¿Estaría aliada con ellos...? ¡La sola idea me resultaba peligrosa, tendría que andarme con cuidado si no quería correr ningún peligro!
Pero aquella actitud por su parte pasó en un momento, igual que el rastro de galantería que lo había caracterizado. Ese chico era rápido en palabras y actitudes; eso me gustaba en las personas, porque me permitía serlo aún más a mí. Sólo si se lo merecían, claro estaba, y él no había hecho aún nada por merecerlo especialmente... Únicamente aparecer en el jardín, pero yo también lo había hecho, ¿no?
¿Es eso piedad...? ¡Tú no sientes piedad por nadie más que por ti misma y tus hermanos!
¡Ya basta, callad de una vez! Ellos no me dejaban concentrarme, me hacían gastar una cantidad extraordinaria de fuerza para poder prestar atención a Juan de la Cruz, y así no podía juzgarlo... No podía saber si era peligroso. Y todo por culpa de quienes decían protegerme... Al cuerno con mis protectores, me cuidaría sola. No era una niña indefensa; podía, si quería, resultar bastante letal, y eso era algo que el chico no tenía por qué saber aún.
– No los temo, a los vigilantes. Simplemente son un gran problema cuando quieres hacer algo que no deberías estar haciendo, a sus ojos, pero ¿ellos qué saben? No entienden, nunca comprenden nada. – repliqué, sonriendo al final y apartándome un mechón de pelo que se me había caído a los ojos.
Con la carrera, mostraba un aspecto aún peor que antes de entrar en el jardín. Mi vestido antaño blanco mostraba manchas de tierra, igual que mi piel. Me picaban los ojos; seguramente estarían rojos, por el ambiente húmedo del invernadero. Por suerte, no era coqueta y había aprendido que la supervivencia iba antes que cualquier cosa. Además, con aquel chico al que no conocía tampoco necesitaba preocuparme por mi aspecto, sino solamente por salir de allí.
Me levanté del sitio donde estaba oculta, una vez fuera del alcance de la luz de los vigilantes, y lo miré, con los ojos entrecerrados. ¿Qué ocultaba? Más de lo que parecía a primera vista, como todo el mundo. ¡Nadie era abierto, nadie era de fiar, todos podían ser cómplices del secuestro de mis hermanos! Incluso él... Aunque mi instinto me decía que él no había tenido nada que ver. Eso... ¿cómo se llamaba? Sí, la intuición femenina.
– Me persiguen los lobos. La gente dice que la luparia puede contra ellos, que los envenena y emponzoña su mente, y quiero tener una defensa contra ellos. No sabía dónde encontrarla, aparte de aquí, y sabía que estaría menos vigilado por la noche que durante el día. No creo que se tomen muy bien que lo haya cogido, pero es por una buena causa, ¿verdad? – le dije, señalando las hierbas que sobresalían de la tela donde las tenía guardadas.
Todo había comenzado por esas hierbas, por la amenaza de los lobos que me había hecho recurrir a ellas en realidad. Todo era culpa suya, ¡incluso la visita de aquel chico! A propósito, no sabía qué hacía allí. Yo había sido sincera con él, aunque quizá fuera una amenaza que usaría eso que sabía contra mí, ¡no lo sabía! De él, yo exigía lo mismo, un trato justo y un intercambio equivalente. ¿Quid pro quo? Sí, así era. No tenía el latín tan olvidado como creía.
Tienes que saberlo, Alchemilla... A lo mejor es un enviado de los lobos. A lo mejor es el encargado de servirte en bandeja de plata a sus fauces... ¡A lo mejor es quien preparará su banquete contigo!
La sola idea me hizo estremecerme, pese a que no hacía frío, y me abracé el pecho para sofocar el escalofrío. Tenía que tener cuidado... y también tenía que saberlo. ¿Qué opción elegiría? ¿Cuál sería más beneficiosa...?
– ¿Y tú por qué estás aquí? – inquirí, sin pensar en que me había decantado por la alternativa que más en peligro podría ponerme si es que él era uno de ellos... lo cual era posible, mas no probable. Creo.
Sabes lo que dijo César al cruzar el Rubicón, ¿no? La suerte está echada... ¡Y esperamos que sea a tu favor, princesa!
Mátalo, Alchemilla, ¡estás deseando hacerlo!
¿Cómo podéis decir eso? Yo mato por necesidad, no por deseo, y él aún no me había demostrado si era peligroso... ¡A lo mejor era incapaz de matar a una mosca! A lo mejor yo no estaba en peligro constante, y él era de fiar. Quizá, ¿quién sabía? Sí, bueno, él sabía, y esperaba ser capaz de sacárselo, costara lo que costara...
¿Es que no te estás escuchando...?
Claro que lo hago, ¡me escucho junto a lo que vosotros tenéis que decir! Son unos entrometidos... Nunca me dejan ejercer mi voluntad, siempre creen que tienen la razón cuando muchas veces sólo consiguen herirme, ¡ya basta! Escucharía la voz del chico, no la de ellos.
– ¿Alicia? No, yo soy Alchemilla. ¿Y qué es el Jabberwocky? – le dije, frunciendo el ceño para aquel chico, Juan de la Cruz, al que no había entendido. ¿Alicia? ¿Quién era Alicia? ¿Estaría aliada con ellos...? ¡La sola idea me resultaba peligrosa, tendría que andarme con cuidado si no quería correr ningún peligro!
Pero aquella actitud por su parte pasó en un momento, igual que el rastro de galantería que lo había caracterizado. Ese chico era rápido en palabras y actitudes; eso me gustaba en las personas, porque me permitía serlo aún más a mí. Sólo si se lo merecían, claro estaba, y él no había hecho aún nada por merecerlo especialmente... Únicamente aparecer en el jardín, pero yo también lo había hecho, ¿no?
¿Es eso piedad...? ¡Tú no sientes piedad por nadie más que por ti misma y tus hermanos!
¡Ya basta, callad de una vez! Ellos no me dejaban concentrarme, me hacían gastar una cantidad extraordinaria de fuerza para poder prestar atención a Juan de la Cruz, y así no podía juzgarlo... No podía saber si era peligroso. Y todo por culpa de quienes decían protegerme... Al cuerno con mis protectores, me cuidaría sola. No era una niña indefensa; podía, si quería, resultar bastante letal, y eso era algo que el chico no tenía por qué saber aún.
– No los temo, a los vigilantes. Simplemente son un gran problema cuando quieres hacer algo que no deberías estar haciendo, a sus ojos, pero ¿ellos qué saben? No entienden, nunca comprenden nada. – repliqué, sonriendo al final y apartándome un mechón de pelo que se me había caído a los ojos.
Con la carrera, mostraba un aspecto aún peor que antes de entrar en el jardín. Mi vestido antaño blanco mostraba manchas de tierra, igual que mi piel. Me picaban los ojos; seguramente estarían rojos, por el ambiente húmedo del invernadero. Por suerte, no era coqueta y había aprendido que la supervivencia iba antes que cualquier cosa. Además, con aquel chico al que no conocía tampoco necesitaba preocuparme por mi aspecto, sino solamente por salir de allí.
Me levanté del sitio donde estaba oculta, una vez fuera del alcance de la luz de los vigilantes, y lo miré, con los ojos entrecerrados. ¿Qué ocultaba? Más de lo que parecía a primera vista, como todo el mundo. ¡Nadie era abierto, nadie era de fiar, todos podían ser cómplices del secuestro de mis hermanos! Incluso él... Aunque mi instinto me decía que él no había tenido nada que ver. Eso... ¿cómo se llamaba? Sí, la intuición femenina.
– Me persiguen los lobos. La gente dice que la luparia puede contra ellos, que los envenena y emponzoña su mente, y quiero tener una defensa contra ellos. No sabía dónde encontrarla, aparte de aquí, y sabía que estaría menos vigilado por la noche que durante el día. No creo que se tomen muy bien que lo haya cogido, pero es por una buena causa, ¿verdad? – le dije, señalando las hierbas que sobresalían de la tela donde las tenía guardadas.
Todo había comenzado por esas hierbas, por la amenaza de los lobos que me había hecho recurrir a ellas en realidad. Todo era culpa suya, ¡incluso la visita de aquel chico! A propósito, no sabía qué hacía allí. Yo había sido sincera con él, aunque quizá fuera una amenaza que usaría eso que sabía contra mí, ¡no lo sabía! De él, yo exigía lo mismo, un trato justo y un intercambio equivalente. ¿Quid pro quo? Sí, así era. No tenía el latín tan olvidado como creía.
Tienes que saberlo, Alchemilla... A lo mejor es un enviado de los lobos. A lo mejor es el encargado de servirte en bandeja de plata a sus fauces... ¡A lo mejor es quien preparará su banquete contigo!
La sola idea me hizo estremecerme, pese a que no hacía frío, y me abracé el pecho para sofocar el escalofrío. Tenía que tener cuidado... y también tenía que saberlo. ¿Qué opción elegiría? ¿Cuál sería más beneficiosa...?
– ¿Y tú por qué estás aquí? – inquirí, sin pensar en que me había decantado por la alternativa que más en peligro podría ponerme si es que él era uno de ellos... lo cual era posible, mas no probable. Creo.
Sabes lo que dijo César al cruzar el Rubicón, ¿no? La suerte está echada... ¡Y esperamos que sea a tu favor, princesa!
Invitado- Invitado
Re: Dead Memories {Privado}
Siempre comparaba a los animales con personas, o mejor dicho a las personas con los animales, quienes debido a la raza tenían cada uno una característica que les volvía diferente del resto, esta mujer delante de él le recordaba a un cervatillo, un cervatillo recién nacido que apenas y podía levantarse debido a la debilidad y sus piernas, tembloroso, asustado, a Juan le llamaba la atención esa fragilidad peligrosa que destilaba con el perfume de su cabello.
La voz se había ocultado en su cabeza resonando y enloqueciéndolo, se sentía un poco perturbado por las acciones del Barón, era como si hubiese encontrado nuevamente alguna especie de juguete con el cual entretenerse, estaba deliberadamente matando el tiempo con aquel encuentro, entreteniéndose pues su eternidad le daba muy pocos momento gratos, suponía que debía concertarse en disfrutar algún porque nunca le durarían demasiado, casi quiso burlarse de el pero la voz en su cabeza no le daba el humor para hacerlo.
Giro los ojos con ironía aunque el también notaba la duda en la muchacha, una duda que no podía ser buena para ninguno de los dos, no quería ni que les descubriera ni que ella se pusiera mal, de ese modo nunca podría tener una conversación con la muchacha, intuía que guardaba dentro de su cabeza muchos secretos que el resto jamás siquiera podría llegar a imaginar, con solo echarle un vistazo podía decirlo
- Jajajaja claro que no eres Alicia! Pero te pareces a ella Mon Pettit, eres justo como me imagino a Alicia a tu edad-Dijo sabiendo de antemano que tendría que ilustrarla con respecto a aquella historia que recorrería el mundo en algunos años- ¿El Jabberwocky dices? Es un pájaro gigante que escupe fuego, seria preocupante para la sociedad actual si supieran de la existencia de semejante animal sin embargo por suerte para ti y para mi solo vive en el país de las maravillas-dijo como si el mismo lo hubiese visto o hubiese visitado dicho país.
Se sintió bajo el escrutinio de la chica, con aquella mirada inquieta lo evaluaba de mil maneras diferentes, así que el simplemente sonrió esperando a que terminase con ello, siendo sinceros los exámenes nuca fueron lo suyo, el único que le aplicaron en toda su vida fue el de invocación y termino llamando al barón el lugar de Mama Brigitte, sin embargo no sentía que hubiese en ese momento algo que asustara a la chica de él, ahora simplemente era una persona mas agachada junto a ella.
Ladeo el rostro notando su dificultad para concentrarse, ahora era el quien evaluaba a la muchacha, se había preguntado que era a lo que se refería el barón cuando hablaba de “ellos” dijo que nadie podía escucharlos, le daba pistas hablando con su voz dentro de su cabeza y fuera de ella, estaba jugando a las adivinanzas con el, suspiro levantando una ceja mientras buscaba la respuesta acertada hacia el enigma
Las palabras se repitieron en un cabeza con un eco como el que resuena en las cavernas oscuras y húmedas, vacías desde hace siglos, tan aisladas que el ruido rebota en sus paredes varias veces antes de salir por completo, dichas palabras dieron ideas a su cabeza pero ¿Seria posible? Quizá se estaba adelantando en sus conclusiones pero él había visto exactamente esa clase de persona en otro lado, hace mucho, mucho tiempo, en su tierra natal, Nueva Orleans.
- Estoy de acuerdo, pero precisamente por esa razón están aquí-comento asomando la cabeza por encima de su hombro, nadie venia en ese momento así que tendría un instante para pensar en que hacer- Pero claro que algunos son mas molestos que otros, como los de este invernadero que parece que ven fantasmas en la oscuridad!-comento viendo como la luz se movía frenética por el pasillo, aquel hombre de seguro escuchaba los susurros de sus voces e imaginaba cosas que probablemente no eran ciertas
Grito lanzando maldiciones en su cabeza, Juan sonrió divertido, acostumbrarse no debería ser fácil pero podía soportarlo, entonces un flashback apareció en sus recuerdos, el de la mujer mulata que escuchaba voces, voces que le incitaban al mal, ella había perseguido a su hija con un cuchillo por toda la casa vociferando acusaciones, todos decían que estaba poseída y contrataron a su padre para que la tratase, Abdul no había podido decir nada a favor de la mujer, dijo que no era cosa de brujerías, ella estaba enferma y la única cura era… Su rostro se torno serio al recordad a su padre mancado de sangre, salpicado cuando la vena del cuello se reventó, con el rostro estoico había sacrificado a la mujer alegando que era la mejor cura, su padre siempre era de ese modo, frio como un tempano de hielo, una sonrisa se formo en sus labios al darse cuenta de que el hubiese hecho lo mismo, pero ya no podía, porque había cruzado palabra con la muchacha y eso podía atarla para siempre a este lado si no resolvía lo que fuera que estuviese haciendo, claro que quizá si era por bien de ella…
Sabia ya claramente que no era su estilo ensuciarse las manos, el solo arrebataba las vidas con magia, magia pura que enviaría a las almas al otro lado de una manera muy diferente a la de los exorcistas inmediatamente, el no era un hombre compasivo, tampoco era despiadado, pero era oscuro e intrigante, pero hacia las cosas necesarias cuando debía hacerlas, esa era parte de la carga de su estirpe… Ladeo la cabeza escuchando atentamente a la muchacha, ella no parecía un peligro inminente y su enfermedad no estaba tan… Avanzada? O eso es lo que quería creer
- Los lobos solamente salen en luna llena Madeimoiselle, si desea puedo vigilarle durante esos días para que le haga daño pues me temo que ninguna de las plantas que hay aquí son esa llamada luparia que busca, si lo desea también puedo ayudarle a buscarla, soy un experto encontrando cosas…-susurro esto ultimo bajando el rostro hasta quedar parcialmente en sombras, mirando a la muchacha con un dejo de diversión malsana y amable, extendió la mano haciéndole una seña para que la aceptase- ¿Yo? Solamente estoy aquí para ayudarla…-Respondió a la pregunta alejándose con la misma lentitud y cautela con la que se acercó
“¿No lo escuchas Juan? Te estoy mostrando su mundo!!”
La voz se había ocultado en su cabeza resonando y enloqueciéndolo, se sentía un poco perturbado por las acciones del Barón, era como si hubiese encontrado nuevamente alguna especie de juguete con el cual entretenerse, estaba deliberadamente matando el tiempo con aquel encuentro, entreteniéndose pues su eternidad le daba muy pocos momento gratos, suponía que debía concertarse en disfrutar algún porque nunca le durarían demasiado, casi quiso burlarse de el pero la voz en su cabeza no le daba el humor para hacerlo.
“Ella va a picarte como una víbora, se enredara en tu cuello y voy a disfrutar cada momento de ello”
Giro los ojos con ironía aunque el también notaba la duda en la muchacha, una duda que no podía ser buena para ninguno de los dos, no quería ni que les descubriera ni que ella se pusiera mal, de ese modo nunca podría tener una conversación con la muchacha, intuía que guardaba dentro de su cabeza muchos secretos que el resto jamás siquiera podría llegar a imaginar, con solo echarle un vistazo podía decirlo
- Jajajaja claro que no eres Alicia! Pero te pareces a ella Mon Pettit, eres justo como me imagino a Alicia a tu edad-Dijo sabiendo de antemano que tendría que ilustrarla con respecto a aquella historia que recorrería el mundo en algunos años- ¿El Jabberwocky dices? Es un pájaro gigante que escupe fuego, seria preocupante para la sociedad actual si supieran de la existencia de semejante animal sin embargo por suerte para ti y para mi solo vive en el país de las maravillas-dijo como si el mismo lo hubiese visto o hubiese visitado dicho país.
Se sintió bajo el escrutinio de la chica, con aquella mirada inquieta lo evaluaba de mil maneras diferentes, así que el simplemente sonrió esperando a que terminase con ello, siendo sinceros los exámenes nuca fueron lo suyo, el único que le aplicaron en toda su vida fue el de invocación y termino llamando al barón el lugar de Mama Brigitte, sin embargo no sentía que hubiese en ese momento algo que asustara a la chica de él, ahora simplemente era una persona mas agachada junto a ella.
Ladeo el rostro notando su dificultad para concentrarse, ahora era el quien evaluaba a la muchacha, se había preguntado que era a lo que se refería el barón cuando hablaba de “ellos” dijo que nadie podía escucharlos, le daba pistas hablando con su voz dentro de su cabeza y fuera de ella, estaba jugando a las adivinanzas con el, suspiro levantando una ceja mientras buscaba la respuesta acertada hacia el enigma
“Maldita loca!!! “
Las palabras se repitieron en un cabeza con un eco como el que resuena en las cavernas oscuras y húmedas, vacías desde hace siglos, tan aisladas que el ruido rebota en sus paredes varias veces antes de salir por completo, dichas palabras dieron ideas a su cabeza pero ¿Seria posible? Quizá se estaba adelantando en sus conclusiones pero él había visto exactamente esa clase de persona en otro lado, hace mucho, mucho tiempo, en su tierra natal, Nueva Orleans.
- Estoy de acuerdo, pero precisamente por esa razón están aquí-comento asomando la cabeza por encima de su hombro, nadie venia en ese momento así que tendría un instante para pensar en que hacer- Pero claro que algunos son mas molestos que otros, como los de este invernadero que parece que ven fantasmas en la oscuridad!-comento viendo como la luz se movía frenética por el pasillo, aquel hombre de seguro escuchaba los susurros de sus voces e imaginaba cosas que probablemente no eran ciertas
“Te lo dije que estaba loca! Pero al menos ella piensa con mas claridad que tu!!”
Grito lanzando maldiciones en su cabeza, Juan sonrió divertido, acostumbrarse no debería ser fácil pero podía soportarlo, entonces un flashback apareció en sus recuerdos, el de la mujer mulata que escuchaba voces, voces que le incitaban al mal, ella había perseguido a su hija con un cuchillo por toda la casa vociferando acusaciones, todos decían que estaba poseída y contrataron a su padre para que la tratase, Abdul no había podido decir nada a favor de la mujer, dijo que no era cosa de brujerías, ella estaba enferma y la única cura era… Su rostro se torno serio al recordad a su padre mancado de sangre, salpicado cuando la vena del cuello se reventó, con el rostro estoico había sacrificado a la mujer alegando que era la mejor cura, su padre siempre era de ese modo, frio como un tempano de hielo, una sonrisa se formo en sus labios al darse cuenta de que el hubiese hecho lo mismo, pero ya no podía, porque había cruzado palabra con la muchacha y eso podía atarla para siempre a este lado si no resolvía lo que fuera que estuviese haciendo, claro que quizá si era por bien de ella…
“Mátala!!! Ella lo hará cuando te des la vuelta!!! Matala!!! Matala!!! Matala…!!!”
Sabia ya claramente que no era su estilo ensuciarse las manos, el solo arrebataba las vidas con magia, magia pura que enviaría a las almas al otro lado de una manera muy diferente a la de los exorcistas inmediatamente, el no era un hombre compasivo, tampoco era despiadado, pero era oscuro e intrigante, pero hacia las cosas necesarias cuando debía hacerlas, esa era parte de la carga de su estirpe… Ladeo la cabeza escuchando atentamente a la muchacha, ella no parecía un peligro inminente y su enfermedad no estaba tan… Avanzada? O eso es lo que quería creer
- Los lobos solamente salen en luna llena Madeimoiselle, si desea puedo vigilarle durante esos días para que le haga daño pues me temo que ninguna de las plantas que hay aquí son esa llamada luparia que busca, si lo desea también puedo ayudarle a buscarla, soy un experto encontrando cosas…-susurro esto ultimo bajando el rostro hasta quedar parcialmente en sombras, mirando a la muchacha con un dejo de diversión malsana y amable, extendió la mano haciéndole una seña para que la aceptase- ¿Yo? Solamente estoy aquí para ayudarla…-Respondió a la pregunta alejándose con la misma lentitud y cautela con la que se acercó
Juan de la Cruz- Hechicero Clase Media
- Mensajes : 82
Fecha de inscripción : 22/05/2012
Re: Dead Memories {Privado}
No sabía si él era uno de ellos, pero sí sabía que era raro. Balbuceaba cosas de una tal Alicia y de ese Jabberwocky, que seguro que era un enemigo más de los muchos que tenía. ¡A lo mejor era el capitán de los lobos! Seguro que sí; el mundo de las maravillas no existía, claro que no, y lo del pájaro de fuego no engañaba a nadie. Era una metáfora para un lobo que nunca había escuchado... ¿No? De nuevo, no lo sabía. De nuevo, me frustraba no saberlo.
Tienes que acabar con él, Alchemilla. Debes hacerlo, porque esa es la única manera de evitar que te ataque.
Pero ¿y si era sincero? ¿Y si de verdad quería ayudarme? Lo de los lobos tenía sentido, sí... Creía recordar que había leído en algún libro de mitos, cuando era pequeña, algo sobre Fenrir, el hijo de Loki, que estaba destinado a acabar con el Padre de Todos en el Ragnarök. ¿Sería aquello un indicio de que el fin no estaba cerca? A lo mejor Fenrir, el lobo gigante, no se regía por las leyes de los demás lobos... ¿Sería él quien estaba detrás de mí?
Contra Fenrir no funciona la luparia, Alchemilla; todos tus esfuerzos han sido en vano.
Eso significaba que lo necesitaba. Sola no podía defenderme de un dios nórdico de los que poblaban las historias que me contaban de niña, pero quizá él podría ayudarme... Siempre que fuera sincero. ¿Lo era? Al menos sonaba como si lo fuera, pero nunca se sabía. Quizá quería embaucarme para, cuando menos me lo esperara, ¡zas!, dar el gran golpe. Pero no creía que así fuera, porque de lo contrario ya me habría entregado a los vigilantes del invernadero, que creían ver fantasmas. Tuve que aguantarme la risa con el descubrimiento, por lo estúpido que me parecía.
Todo el mundo sabe que un simple vigilante no puede ver a los muertos... ¡Es evidente!
Nos escuchaba a nosotros, pero no lo sabía. Teníamos una ventaja clara sobre él que no podía conocer, y por eso estábamos seguros, al menos por el momento. Pero yo tenía cosas más urgentes en las que pensar, como por ejemplo si mi acompañante era un aprendiz de Loki en el arte del engaño o si, por el contrario, era sincero.
Nadie es sincero. Todos mienten. Incluso tú.
¿Yo?
¿Es que no recuerdas qué les ha pasado a tus hermanos? Permítenos desentrañar tus recuerdos...
¡No, eso no son más que mentiras! Las imágenes de mis hermanos ardiendo y ahogándose son sólo productos de las mentiras de mi padre y mi miedo, nada más. No eran reales, mis hermanos estaban vivos en alguna parte, y tarde o temprano los recuperaría, de eso estaba total y absolutamente segura. Tenía que recuperarlos, costara lo que costase, y nada me detendría a la hora de hacerlo, ni siquiera el chico de las maravillas que tenía frente a mí.
– Dices que puedes encontrar cosas. ¿Puedo creer que nada de lo que buscas permanece alejado de tu vista? Necesito encontrar algo. Más bien a alguien... Pero necesito que me prometas que no dirás nada y que los encontrarás. – le dije, con tono de voz duro para ocultar la súplica implícita en él.
Juan de la Cruz era la única esperanza que tenía, en aquel momento, para hallar lo que una vez había perdido. Sólo por eso confiaría en él; por eso y porque podía defenderme, claro estaba. Si me atacaba, algo que esperaba que no hiciera, no saldría indemne, ¡no! Haría que lo lamentara, pero sólo si lo hacía. Hasta entonces, le daría una oportunidad para demostrarme que merecía la pena confiar en él.
Te estás metiendo en la boca de Fenrir, Alchemilla... El lobo acabará con tu carne y tus huesos encasquillados entre sus dientes afilados, y no porque no te lo hayamos advertido. Es un error... ¡Un error!
– Los lobos me atacarán si salgo en luna llena. Ni la luparia me ayudaría, no contra ellos, y si tú te acercas a mí también te engullirán con sus fauces. Vas a convertirte en su enemigo por ayudarme. ¿Correrás el riesgo o te irás antes de que ataque el peligro? – espeté, con el ceño fruncido y los puños apretados con fuerza.
Seguía dudando de él. ¿Cómo si no, si acababa de conocerlo? Por supuesto, él me había ofrecido su ayuda, y yo había decidido confiar en él, pero no lo haría sin un cuchillo preparado en la espalda. Si él me hería, yo lo heriría el doble como respuesta; toda causa tiene su efecto, y su traición, si es que llegaba, también lo haría. Sólo estaba comportándome de manera previsora. Eso no tiene nada de malo, ¿no?
Al contrario, Alchemilla: eso es básico para salvar la vida, la tuya y la de tus hermanos. ¿O es que ya los has olvidado? ¡Los estás poniendo en peligro! O lo harías si no los hubieras mata...
¡Basta, basta ya! Yo nunca heriría a mis hermanos, ellos son sagrados para mí. Confiaba en él lo suficiente para poder decirle que los buscaba, nada más. No me arriesgaría a que sus vidas se terminaran por confiar demasiado rápido en alguien, porque eso no me lo perdonaría y requeriría una ofrenda de sangre, mía y de él. Pero sobre todo mía.
– O bueno, limítate a estar ahí cuando llegue la luna llena. Puedo encontrarlos yo sola. Da igual. – me retracté, mirándolo con ojos aún hostiles, porque seguía sin considerarlo enteramente digno de mi confianza. Ocultaba demasiados secretos en los pozos sin fondo que eran sus ojos; no me gustaba tanto misterio en alguien que se ofrecía a ayudarme. Necesitaba saber más, pero no lo obtendría de él.
Es como un libro cerrado, ¿verdad? Sí, nos necesitas para saber qué le pasa por la cabeza, pero eso ya lo sabías...
Sacudí la cabeza y aparté la mirada de Juan, mordiéndome la lengua con fuerza. Ellos querían que lo dijera en voz alta para que cobrara la fuerza de un pacto irrompible, pero yo no quería atarme a sus caprichosas voces, que eran como cantos de sirena. Podían resultar letales... Ayudaban, sí, pero muchas veces amenazaban y eran más mortíferos incluso que los lobos, y no iba a correr el riesgo. Había demasiado en juego para hacerlo.
En aquel momento, el guarda se alejó definitivamente del invernadero. Esperé unos segundos, y entonces cogí a Juan de la Cruz de la muñeca con fuerza, más de la que la gente creía que cabía en mi menudo cuerpo. Si ellos supieran...
– Él se ha ido, podemos irnos. Pero tiene que ser rápido, y sobre todo, ¡sh!, callado. No queremos que nos descubran aquí, ¿verdad? – expuse, con una expresión al final, con los ojos muy abiertos y la boca en una sonrisa, que debía de parecer una mueca... O no.
Tienes que acabar con él, Alchemilla. Debes hacerlo, porque esa es la única manera de evitar que te ataque.
Pero ¿y si era sincero? ¿Y si de verdad quería ayudarme? Lo de los lobos tenía sentido, sí... Creía recordar que había leído en algún libro de mitos, cuando era pequeña, algo sobre Fenrir, el hijo de Loki, que estaba destinado a acabar con el Padre de Todos en el Ragnarök. ¿Sería aquello un indicio de que el fin no estaba cerca? A lo mejor Fenrir, el lobo gigante, no se regía por las leyes de los demás lobos... ¿Sería él quien estaba detrás de mí?
Contra Fenrir no funciona la luparia, Alchemilla; todos tus esfuerzos han sido en vano.
Eso significaba que lo necesitaba. Sola no podía defenderme de un dios nórdico de los que poblaban las historias que me contaban de niña, pero quizá él podría ayudarme... Siempre que fuera sincero. ¿Lo era? Al menos sonaba como si lo fuera, pero nunca se sabía. Quizá quería embaucarme para, cuando menos me lo esperara, ¡zas!, dar el gran golpe. Pero no creía que así fuera, porque de lo contrario ya me habría entregado a los vigilantes del invernadero, que creían ver fantasmas. Tuve que aguantarme la risa con el descubrimiento, por lo estúpido que me parecía.
Todo el mundo sabe que un simple vigilante no puede ver a los muertos... ¡Es evidente!
Nos escuchaba a nosotros, pero no lo sabía. Teníamos una ventaja clara sobre él que no podía conocer, y por eso estábamos seguros, al menos por el momento. Pero yo tenía cosas más urgentes en las que pensar, como por ejemplo si mi acompañante era un aprendiz de Loki en el arte del engaño o si, por el contrario, era sincero.
Nadie es sincero. Todos mienten. Incluso tú.
¿Yo?
¿Es que no recuerdas qué les ha pasado a tus hermanos? Permítenos desentrañar tus recuerdos...
¡No, eso no son más que mentiras! Las imágenes de mis hermanos ardiendo y ahogándose son sólo productos de las mentiras de mi padre y mi miedo, nada más. No eran reales, mis hermanos estaban vivos en alguna parte, y tarde o temprano los recuperaría, de eso estaba total y absolutamente segura. Tenía que recuperarlos, costara lo que costase, y nada me detendría a la hora de hacerlo, ni siquiera el chico de las maravillas que tenía frente a mí.
– Dices que puedes encontrar cosas. ¿Puedo creer que nada de lo que buscas permanece alejado de tu vista? Necesito encontrar algo. Más bien a alguien... Pero necesito que me prometas que no dirás nada y que los encontrarás. – le dije, con tono de voz duro para ocultar la súplica implícita en él.
Juan de la Cruz era la única esperanza que tenía, en aquel momento, para hallar lo que una vez había perdido. Sólo por eso confiaría en él; por eso y porque podía defenderme, claro estaba. Si me atacaba, algo que esperaba que no hiciera, no saldría indemne, ¡no! Haría que lo lamentara, pero sólo si lo hacía. Hasta entonces, le daría una oportunidad para demostrarme que merecía la pena confiar en él.
Te estás metiendo en la boca de Fenrir, Alchemilla... El lobo acabará con tu carne y tus huesos encasquillados entre sus dientes afilados, y no porque no te lo hayamos advertido. Es un error... ¡Un error!
– Los lobos me atacarán si salgo en luna llena. Ni la luparia me ayudaría, no contra ellos, y si tú te acercas a mí también te engullirán con sus fauces. Vas a convertirte en su enemigo por ayudarme. ¿Correrás el riesgo o te irás antes de que ataque el peligro? – espeté, con el ceño fruncido y los puños apretados con fuerza.
Seguía dudando de él. ¿Cómo si no, si acababa de conocerlo? Por supuesto, él me había ofrecido su ayuda, y yo había decidido confiar en él, pero no lo haría sin un cuchillo preparado en la espalda. Si él me hería, yo lo heriría el doble como respuesta; toda causa tiene su efecto, y su traición, si es que llegaba, también lo haría. Sólo estaba comportándome de manera previsora. Eso no tiene nada de malo, ¿no?
Al contrario, Alchemilla: eso es básico para salvar la vida, la tuya y la de tus hermanos. ¿O es que ya los has olvidado? ¡Los estás poniendo en peligro! O lo harías si no los hubieras mata...
¡Basta, basta ya! Yo nunca heriría a mis hermanos, ellos son sagrados para mí. Confiaba en él lo suficiente para poder decirle que los buscaba, nada más. No me arriesgaría a que sus vidas se terminaran por confiar demasiado rápido en alguien, porque eso no me lo perdonaría y requeriría una ofrenda de sangre, mía y de él. Pero sobre todo mía.
– O bueno, limítate a estar ahí cuando llegue la luna llena. Puedo encontrarlos yo sola. Da igual. – me retracté, mirándolo con ojos aún hostiles, porque seguía sin considerarlo enteramente digno de mi confianza. Ocultaba demasiados secretos en los pozos sin fondo que eran sus ojos; no me gustaba tanto misterio en alguien que se ofrecía a ayudarme. Necesitaba saber más, pero no lo obtendría de él.
Es como un libro cerrado, ¿verdad? Sí, nos necesitas para saber qué le pasa por la cabeza, pero eso ya lo sabías...
Sacudí la cabeza y aparté la mirada de Juan, mordiéndome la lengua con fuerza. Ellos querían que lo dijera en voz alta para que cobrara la fuerza de un pacto irrompible, pero yo no quería atarme a sus caprichosas voces, que eran como cantos de sirena. Podían resultar letales... Ayudaban, sí, pero muchas veces amenazaban y eran más mortíferos incluso que los lobos, y no iba a correr el riesgo. Había demasiado en juego para hacerlo.
En aquel momento, el guarda se alejó definitivamente del invernadero. Esperé unos segundos, y entonces cogí a Juan de la Cruz de la muñeca con fuerza, más de la que la gente creía que cabía en mi menudo cuerpo. Si ellos supieran...
– Él se ha ido, podemos irnos. Pero tiene que ser rápido, y sobre todo, ¡sh!, callado. No queremos que nos descubran aquí, ¿verdad? – expuse, con una expresión al final, con los ojos muy abiertos y la boca en una sonrisa, que debía de parecer una mueca... O no.
Invitado- Invitado
Temas similares
» Memories of the dead | Privado [+18]
» Dead Memories.
» Memories & dreams. [Privado Darkyan]
» Cause two can keep a secret If one of them is dead…[Privado] [Pos. +18]
» Dead can't speak [privado]
» Dead Memories.
» Memories & dreams. [Privado Darkyan]
» Cause two can keep a secret If one of them is dead…[Privado] [Pos. +18]
» Dead can't speak [privado]
Página 1 de 1.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.
Miér Sep 18, 2024 9:16 am por Afiliaciones
» REACTIVACIÓN DE PERSONAJES
Mar Jul 30, 2024 4:58 am por Frederick Truffaut
» AVISO #49: SITUACIÓN ACTUAL DE VICTORIAN VAMPIRES
Miér Jul 24, 2024 2:54 pm por Nigel Quartermane
» Ah, mi vieja amiga la autodestrucción [Búsqueda activa]
Jue Jul 18, 2024 4:42 am por León Salazar
» Vampirto ¿estás ahí? // Sokolović Rosenthal (priv)
Miér Jul 10, 2024 1:09 pm por Jagger B. De Boer
» l'enlèvement de perséphone ─ n.
Sáb Jul 06, 2024 11:12 pm por Vivianne Delacour
» orphée et eurydice ― j.
Jue Jul 04, 2024 10:55 pm por Vivianne Delacour
» Le Château des Rêves Noirs [Privado]
Jue Jul 04, 2024 10:42 pm por Willem Fokke
» labyrinth ─ chronologies.
Sáb Jun 22, 2024 10:04 pm por Vivianne Delacour