Si vuelvo a perderme, ¿volverás a ayudarme? {Altaïr&Cynia}

por **Cynia Van Alcrof** Sáb Sep 22, 2012 9:11 am

Tenía tanta hambre... Había salido de aquel lugar en el que me encontraba con la esperanza de encontrar algo de comer. No quería esperar al chico que me había encontrado justo después de mi salida del barco. Más que no querer, es que no podía. Mi estómago no hacía caso a la razón para nada y salí sin pensármelo mucha hacia la calle llena de gente.

Después de un rato vagabundeando e intentando captar algún sitio conocido para encontrar a mi padre, que ni siquiera sabía si seguía viviendo allí, dejé de mirar por donde caminaba y solo estaba atenta al suelo. Me sentía agotada, totalmente exhausta hasta que me dí cuenta que ya no estaba precisamente en la ciudad. ¿Cuán lejos me había ido? Alcé la vista para encontrarme, totalmente aterrada, que estaba completamente rodeada de árboles. Había llegado a un maldito bosque y ni siquiera me había percatado cuando había entrado ahí. Me dí la vuelta, con la vaga esperanza de estar cerca de la salida, cada vez acelerando más el paso hasta llegar a correr. Aquel lugar estaría repleto de animales hambrientos y la noche estaba casi al caer, ya había demasiado oscuridad para que una persona normal viera... Y eso me dejó pensando: Podría haber otras criaturas diferentes allí, como lo era mi antiguo o algún otro ser que no supiera siquiera de su existencia. Después de todo lo que había pasado, era una auténtica miedica y mientras corría tropecé con una rama, cayendo al suelo de bruces.

Me incorporé un poco, apoyando mi espalda contra un árbol cercano. Estaba agotada, hambrienta y en esos momentos con la rodilla herida. ¿Escapar de ese bosque? Ya me podría ir olvidando. Lo peor de todo era no poder controlar el poder de cambiar. Quizá, en esas condiciones de gato sería bastante más fácil conseguir comida, pero aun así, mis formas animales eran solo de crías... ¿Qué podía hacer un bebé de gato en un sitio como aquel? Realmente nada. Suspiré y cerré los ojos. Por lo menos había silencio y paz, allí nadie me encontraría, mi antiguo señor no estaba en París y si por algún casual pudiera estarlo, no me buscaría allí.

por **Altaïr Dragoi** Mar Oct 16, 2012 5:14 pm

Recién la luna le había regalado ese escape de rabia a la cual se veía sucumbido cada que la madre Selene se erguía en el cielo cual perla. Ya le resultaba costumbre vagar por el bosque, el lugar en el cual se sentía comodo, como se repetía para sí mismo, sus terrenos, ya que hasta ahora ningún otro licántropo había osado cruzarse frente a él, ni siquiera toparlo, era el rey sin corona y así gustaba que el título permaneciese. El aire enviciado de el aroma de la prematura primavera, cuando perséfone finalmente se libraba de las garras del inframundo para dar brillo al paraje de los vivos le irritaba de cierta manera la nariz, siendo la mezcla del polen por doquier la que le crispara los jodidos nervios, si de humano despreciaba dicha sustancia, el caso había empeorado con aquél regalo que lo llevó a la noche.

Sus ropajes de fina costura y la levita oscura como el ónice con detalles de oro grabando su gallardía por toda parte visible de la tela le hacía parecer el espíritu errante de un antiguo avaro que ahora buscaba a alguien para poder legar sus arcones de tesoros antes de hacerles perecer por la misma avaricia que le había llevado a la tumba. Admitía que el exceso de tiempo libre que tenía en ocasiones le daba pie para crear historias bizarras en su psique, quizás como una manera para escapar de su misma maldición, aunque muy en sus adentros el desgraciado húngaro amaba esa demostración de poder y fuerza que siempre le rodeaba desde aquella noche.

Y para su suerte, el aroma de la sangre había apaciguado el irritante polvo que le aturdía, haciendole notar que en el árbol sobre el cual descansaba, se hallaba la figura de una fémina, con una esencia por demás peculiar- El bosque no es un sitio recomendable si os encontráis herida -masculló sin mucho interés, mucho menos moviendo un músculo del fornido cuerpo.

por **Cynia Van Alcrof** Miér Oct 31, 2012 6:11 am

Me moría de hambre, podía notar como mi estómago estaba a punto de hacer una demostración de cuan falto de comida estaba. Ojalá tuviera un pequeño bocadito de llevarme a la boca... Comida, alimento, una manzana... Manzana. Pera. Pan. Una miga de pan. Se me estaba cayendo la baba solo de pensarlo, notando como mi tripa empezaba a quejarse muchísimo más. Lo que haría por una escasa miguita de pan. O cualquiera otra cosa que pudiera llevarme a la boca cuanto antes.

Fue en mitad de esos pensamientos cuando una voz me hizo brincar en mi sitio del susto. ¿Un hombre? ¡¿Qué cojones hacía ahí un hombre?! El miedo me embargó en seguida y estuve mirando a todos sitios, calculando el lugar más fácil para salir pintado. ¿Cómo iba a irme herida? Suspiré y me dejé caer sobre la hierba. Que fuera lo que dios quisiera, pero realmente no me sentía en condiciones de salir escopeteada. Ni de levantarme, moverme o si quiera hablar. Por lo menos de buenas, que se tragara mi mala educación. Lo gracioso del asunto es que quería mostrarme así cuando en el fondo estaba aterrada por esa presencia.

-Mi presencia no es recomendable si queréis buena compañía.-lo dije en el mismo tono que él, intentando mostrar poco interés, pero sonando totalmente orgullosa. En el fondo, muy en el fondo, me alegraba descubrir que lo era en demasía.

por **Altaïr Dragoi** Lun Nov 05, 2012 4:34 pm

Vuestra presencia es menos que una pequeña molestia para mis terrenos, pero qué se le puede hacer a una desvalida, desangraros a placer - Contestó encogiéndose de hombros apáticamente sobre la copa del árbol. No había de ser un gran lector de mentes, ni siquiera una criatura sobrenatural para notar el temor que se refugiaba bajo aquella carencia de feminismo. Él habiendo recorrido los campos de batalla en años lejanos era quien mejor conocía el miedo que corroía a los combatientes al sentirse cerca del umbral hacia la tierra de los descarnados. Bajó del árbol de una manera tosca, cayendo a una distancia prudente de ella, pero calculando lo suficiente para que pudiese sacarle un brinco por el sonido.

Y ahí estaba, tremula, hecha un guiñapo, con la misma expresión de una fiera herida de las que arrojan zarpazos solo en aras de defenderse más que de seguir sobreviviendo, un gesto de hastío se escabulló en sus labios, mirándole con marcado desdén. Se le notaba la falta de alimentos al igual que otros menesteres vitales hasta para el más pobre de los seres, su cabello que no tenía mucho que pedirle a una maraña de heno junto a ese hedor combinado de salitre, podredumbre y estercoleros que solo se puede absorber de las zonas marginadas de paris, aunque... un peculiar aroma a musgo y esencias exóticas escapaba de entre toda esa marejada nauseabunda. Sacudió la cabeza para si, queriendo evitarse tener cualquier anticipación, pero manteniendo su guardia álgida, nadie mejor que él sabía que jamás se despreciaba a un contrincante, aun si este estuviera débil.

Tus tripas suenan a jaurías atacándose entre sí -Chasqueo su lengua, examinandole en reiteradas ocasiones, en busca de un arma, alguna defensa, algo que le diese una justificación para hacerla correr de sus dominios, sino es que para destazarla ahí mismo, pero nada. No era mas que una cría a su lado, malcriada y para su maldita suerte, necesitada.- De donde habéis escapado no creo que os extrañen mucho, o quizás si, nunca se sabe qué tan valiosa es la cabezonería para algunos, toma -Arrojo un pedazo de pan que lleva para si como era costumbre- Al menos así me causarás menos lastima.

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