AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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No te distraigas a la hora de las compras [Noah Evans]
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No te distraigas a la hora de las compras [Noah Evans]
Llevaba caminando apenas cinco minutos y ya se sentía agobiada. Para una joven proveniente de Rusia, donde la palabra “buen tiempo” no se conocía bien- en cambio “invierno crudo” era cosa de todos los días-, la suave brisa que corría en aquél París primaveral era de un calor aplastante. En un pensamiento trivial se preguntó el cómo su madre se había adaptado tan bien al clima de San Petersburgo en Primavera, siendo que era la definición gráfica de “Mujer Francesa”.
Cierto, no podía detenerse a pensar en tonterías. Su querida madre le había encargado que hiciera algunas compras, esperando que un día de sol animara a su hija. Craso Error. Primero, porque Larisa no aguantaba bien el calor. Segundo, porque la pobre señorita no tenía ni la más remota idea de dónde se encontraban todas las tiendas que su madre le había señalado.
La tienda de telas la había encontrado casi por milagro, y le había faltado poco para ponerse a saltar y celebrar el hallazgo con un júbilo muy poco acorde a una dama. Pero justo a tiempo se recompuso, y con toda la dignidad que pudo reunir, se adentró en aquella casona y compró una preciosa Organza violeta junto con un par de cintas y alfileres. Se sintió satisfecha y orgullosa de sí misma… hasta que recordó que su madre también le había pedido una visita a la perfumería, tienda de joyas, pastelería, librería…
Después de la tienda de Telas, su suerte se acabó. Era demasiado tímida como para pedir indicaciones, y tampoco quería parecer una estúpida, pero mientras más avanzaba, más lástima inspiraba. Revisó los escaparates uno a uno, esperando a que los locales que su madre le indicó aparecieran mágicamente. Pero nada pasó. Antes de darse cuenta, estaba sentada en uno de los bancos de una plaza que no se le hacía conocida para nada, rendida y lamentándose de su hado.
-No importa- se dijo a sí misma- mientras encuentre el camino a casa por mí misma y le lleve la Organza a mi madre, sé que ella se sentirá feliz y orgullosa. Quizá es mejor que me vaya. Ahora, la bolsa…
Su rostro se puso lívido. La Bolsa. Con las compras. No estaba.
Si no tuvo un ataque de pánico inmediato, fue porque le avergonzaba ponerse a chillar ante todas las buenas gentes que estaban disfrutando de aquel día soleado en esa plaza desconocida. Pero no pudo evitar que unas gruesas lágrimas comenzaran a caer de sus ojos por el sentimiento de culpa e ineptitud. ¡La bolsa no estaba! ¡Le habían robado la bolsa sin que ella se diera cuenta! O peor… quizá se había olvidado de ella en algún lugar, por la constante preocupación de encontrar las tiendas específicas. Soy la persona más inútil del mundo- sollozó, mientras ocultaba su rostro entre sus manos y trataba de hacer pasar su llanto desapercibido.
Cierto, no podía detenerse a pensar en tonterías. Su querida madre le había encargado que hiciera algunas compras, esperando que un día de sol animara a su hija. Craso Error. Primero, porque Larisa no aguantaba bien el calor. Segundo, porque la pobre señorita no tenía ni la más remota idea de dónde se encontraban todas las tiendas que su madre le había señalado.
La tienda de telas la había encontrado casi por milagro, y le había faltado poco para ponerse a saltar y celebrar el hallazgo con un júbilo muy poco acorde a una dama. Pero justo a tiempo se recompuso, y con toda la dignidad que pudo reunir, se adentró en aquella casona y compró una preciosa Organza violeta junto con un par de cintas y alfileres. Se sintió satisfecha y orgullosa de sí misma… hasta que recordó que su madre también le había pedido una visita a la perfumería, tienda de joyas, pastelería, librería…
Después de la tienda de Telas, su suerte se acabó. Era demasiado tímida como para pedir indicaciones, y tampoco quería parecer una estúpida, pero mientras más avanzaba, más lástima inspiraba. Revisó los escaparates uno a uno, esperando a que los locales que su madre le indicó aparecieran mágicamente. Pero nada pasó. Antes de darse cuenta, estaba sentada en uno de los bancos de una plaza que no se le hacía conocida para nada, rendida y lamentándose de su hado.
-No importa- se dijo a sí misma- mientras encuentre el camino a casa por mí misma y le lleve la Organza a mi madre, sé que ella se sentirá feliz y orgullosa. Quizá es mejor que me vaya. Ahora, la bolsa…
Su rostro se puso lívido. La Bolsa. Con las compras. No estaba.
Si no tuvo un ataque de pánico inmediato, fue porque le avergonzaba ponerse a chillar ante todas las buenas gentes que estaban disfrutando de aquel día soleado en esa plaza desconocida. Pero no pudo evitar que unas gruesas lágrimas comenzaran a caer de sus ojos por el sentimiento de culpa e ineptitud. ¡La bolsa no estaba! ¡Le habían robado la bolsa sin que ella se diera cuenta! O peor… quizá se había olvidado de ella en algún lugar, por la constante preocupación de encontrar las tiendas específicas. Soy la persona más inútil del mundo- sollozó, mientras ocultaba su rostro entre sus manos y trataba de hacer pasar su llanto desapercibido.
Larisa Navratinova- Humano Clase Alta
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Fecha de inscripción : 10/09/2012
Localización : San Petersburgo, Imperio Ruso
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Re: No te distraigas a la hora de las compras [Noah Evans]
Me estaba costando acostumbrarme a pulular por la ciudad a plena luz del día, mezclándome con el resto del mundo en mi forma humana y no como perro. Mi madre seguía reticente con la idea, pero poco a poco parecía estar convenciéndose de que podía cuidar de mí mismo perfectamente, sin necesidad de esconderme en el bosque ni de andar todo el día transformado para pasar desapercibido entre el resto de animales callejeros.
Me había prometido a mí mismo que no correría el mismo destino fatal de mi padre y que no dejaría que el temor dominase mis pasos.
Poco a poco comenzaba también a manejarme con más soltura en la tienda, ayudando a Calypso en todo lo que ella necesitaba. La verdad era que tenía mucho que agradecerle a esa mujer, ya no solo por haberme dado un empleo, si no por la paciencia que estaba teniendo conmigo al querer enseñarme parte de sus conocimientos sobre pócimas y otros brebajes.
El sueldo no era demasiado alto, pero disfrutaba de un descanso durante mi jornada de trabajo y las especias que me entregaba como parte del pago por mis servicios le servían a mi madre para luego comerciar con ellas y cambiarlas por otros alimentos. En definitiva, estaba contento.
Aprovechando uno de esos descansos en mi jornada laboral, me escabullí de la tienda para poder dar un paseo bajo los agradables rayos solares de media mañana. Al llegar a la Plaza no pude evitar que me invadiesen los recuerdos de mis días como encontrador de objetos ajenos. Porque no, no me consideraba a mi mismo un ladrón, tan solo un oportunista.
En este sitio había vivido bastante momentos divertidos y de adrenalina junto a mis compañeros cambiaformas, algunos de ellos bastante más amantes de lo ajeno que yo.
Sin embargo, ya no solía realizar este tipo de actividades, o al menos no tan a menudo como antes, ya que estaba intentando ser algo más responsable para poder conservar mi nuevo empleo.
Continué con mi paseo, sin ir a ningún lugar en concreto, simplemente perdido en mis pensamientos y en mis recuerdos. Fue entonces cuando una joven sentada sobre un banco, a unos cuantos metros de donde yo estaba, captó mi mas absoluta tención. ¿Estaba llorando?
Inmediatamente me acerqué hasta ella. Parecía una muchacha bastante joven y además estaba sola, lo que activó todas mis alarmas.
—Perdonad...—dije con voz suave una vez que estuve frente a ella. A continuación di un par de pasos, acercándome un poco más, sabiendo que ya no la asustaría al haber delatado mi presencia—¿Estáis bien?—tampoco supe muy bien que preguntar, ya que no quería que se alarmara más o que mi presencia le molestase. Tan solo había sentido la necesidad de ofrecerle mi ayuda al verla tan desvalida.
Me había prometido a mí mismo que no correría el mismo destino fatal de mi padre y que no dejaría que el temor dominase mis pasos.
Poco a poco comenzaba también a manejarme con más soltura en la tienda, ayudando a Calypso en todo lo que ella necesitaba. La verdad era que tenía mucho que agradecerle a esa mujer, ya no solo por haberme dado un empleo, si no por la paciencia que estaba teniendo conmigo al querer enseñarme parte de sus conocimientos sobre pócimas y otros brebajes.
El sueldo no era demasiado alto, pero disfrutaba de un descanso durante mi jornada de trabajo y las especias que me entregaba como parte del pago por mis servicios le servían a mi madre para luego comerciar con ellas y cambiarlas por otros alimentos. En definitiva, estaba contento.
Aprovechando uno de esos descansos en mi jornada laboral, me escabullí de la tienda para poder dar un paseo bajo los agradables rayos solares de media mañana. Al llegar a la Plaza no pude evitar que me invadiesen los recuerdos de mis días como encontrador de objetos ajenos. Porque no, no me consideraba a mi mismo un ladrón, tan solo un oportunista.
En este sitio había vivido bastante momentos divertidos y de adrenalina junto a mis compañeros cambiaformas, algunos de ellos bastante más amantes de lo ajeno que yo.
Sin embargo, ya no solía realizar este tipo de actividades, o al menos no tan a menudo como antes, ya que estaba intentando ser algo más responsable para poder conservar mi nuevo empleo.
Continué con mi paseo, sin ir a ningún lugar en concreto, simplemente perdido en mis pensamientos y en mis recuerdos. Fue entonces cuando una joven sentada sobre un banco, a unos cuantos metros de donde yo estaba, captó mi mas absoluta tención. ¿Estaba llorando?
Inmediatamente me acerqué hasta ella. Parecía una muchacha bastante joven y además estaba sola, lo que activó todas mis alarmas.
—Perdonad...—dije con voz suave una vez que estuve frente a ella. A continuación di un par de pasos, acercándome un poco más, sabiendo que ya no la asustaría al haber delatado mi presencia—¿Estáis bien?—tampoco supe muy bien que preguntar, ya que no quería que se alarmara más o que mi presencia le molestase. Tan solo había sentido la necesidad de ofrecerle mi ayuda al verla tan desvalida.
Noah Evans- Cambiante Clase Baja
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Fecha de inscripción : 31/08/2012
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Re: No te distraigas a la hora de las compras [Noah Evans]
Larisa sintió una voz, pero no se asustó en absoluto. Le hablaron con suavidad, y eso la impulsó a desahogarse.
-¡Nyet!- sollozó- ¡No sé cómo moverme en esta tonta ciudad, tengo calor y perdí la bolsa de la única compra que pude realizar! ¡Francia es un lugar espantoso para vivir!
A la mitad de la frase se dio cuenta de que estaba siendo terriblemente maleducada. Dejó de llorar, se limpió las pocas lágrimas que le quedaban y levantó la cabeza para disculparse. Al frente suyo estaba un joven que no aparentaba más de veinte años, con la cabellera castaña relumbrando al sol. Se sorprendió a sí misma pensando en la imagen mental de un cachorro joven. No supo por qué, pero le inspiró una mezcla de ternura y agradecimiento, y se sintió la peor persona de Europa al haberle prácticamente gritado sus problemas. Así que decidió enmendar las cosas.
-Lo siento mucho. No quise gritaros de esa manera… Es sólo que me siento un poco perdida en una ciudad tan grande como ésta, y no soy una persona muy vivaz, así que… ¡Oh! ¡Se ve cansado! ¿No quiere sentarse?- dicho esto, le hizo un lugar en el banco y lo invitó a sentarse. Quería agradecerle de alguna manera el hecho de que se preocupara por ella, y ése era un buen comienzo.
-¡Nyet!- sollozó- ¡No sé cómo moverme en esta tonta ciudad, tengo calor y perdí la bolsa de la única compra que pude realizar! ¡Francia es un lugar espantoso para vivir!
A la mitad de la frase se dio cuenta de que estaba siendo terriblemente maleducada. Dejó de llorar, se limpió las pocas lágrimas que le quedaban y levantó la cabeza para disculparse. Al frente suyo estaba un joven que no aparentaba más de veinte años, con la cabellera castaña relumbrando al sol. Se sorprendió a sí misma pensando en la imagen mental de un cachorro joven. No supo por qué, pero le inspiró una mezcla de ternura y agradecimiento, y se sintió la peor persona de Europa al haberle prácticamente gritado sus problemas. Así que decidió enmendar las cosas.
-Lo siento mucho. No quise gritaros de esa manera… Es sólo que me siento un poco perdida en una ciudad tan grande como ésta, y no soy una persona muy vivaz, así que… ¡Oh! ¡Se ve cansado! ¿No quiere sentarse?- dicho esto, le hizo un lugar en el banco y lo invitó a sentarse. Quería agradecerle de alguna manera el hecho de que se preocupara por ella, y ése era un buen comienzo.
Larisa Navratinova- Humano Clase Alta
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Re: No te distraigas a la hora de las compras [Noah Evans]
¡Guao! Definitivamente no me esperaba que la muchacha fuese a explotar de esa manera, gritando con voz aguda y cristalina. No me ofendí ante su arranque de furia, ya que era más que evidente que la pobre necesitaba soltar todas esas cosas para a continuación poder sentirse mejor consigo misma. Incluso, si lo mirabas desde fuera, la escena tenía que tener cierta comicidad.
Permanecí en silencio, simplemente escuchándola con expresión calmada, hasta que finalmente ella misma detuvo sus palabras y secó sus lágrimas, serenándose.
—No os disculpéis, todo el mundo puede tener un mal día de vez en cuando—pedí, ya que no lo consideraba necesario. Además, no hacía falta más que mirarla para saber que estaba realmente arrepentida por sus modales, así que no necesitaba una disculpa verbal.
Asentí con la cabeza ante su invitación y me senté a su lado en el banco, manteniendo en todo momento una sonrisa cordial dibujada en mi rostro.
—París puede ser un lugar un tanto hostil para los extranjeros, pero en poco tiempo muestra su cara amable si se le da una oportunidad—comenté, ya que su fuerte acento al hablar la delataba. Yo mismo había sido un extraño en esta ciudad, pero habían pasado tantos años y yo era tan pequeño que no recordaba otra cosa que no fuera vivir aquí—Lamentablemente, creo que no podré hacer mucho por su bolsa perdida, aunque, si vos me lo permitís, sería un honor para mí ayudaros en lo que necesitéis—me ofrecí. Mis últimas palabras salieron con un tono más zalamero y coqueto—Todo sea por no ver esos ojos llenos de lágrimas otra vez.
Permanecí en silencio, simplemente escuchándola con expresión calmada, hasta que finalmente ella misma detuvo sus palabras y secó sus lágrimas, serenándose.
—No os disculpéis, todo el mundo puede tener un mal día de vez en cuando—pedí, ya que no lo consideraba necesario. Además, no hacía falta más que mirarla para saber que estaba realmente arrepentida por sus modales, así que no necesitaba una disculpa verbal.
Asentí con la cabeza ante su invitación y me senté a su lado en el banco, manteniendo en todo momento una sonrisa cordial dibujada en mi rostro.
—París puede ser un lugar un tanto hostil para los extranjeros, pero en poco tiempo muestra su cara amable si se le da una oportunidad—comenté, ya que su fuerte acento al hablar la delataba. Yo mismo había sido un extraño en esta ciudad, pero habían pasado tantos años y yo era tan pequeño que no recordaba otra cosa que no fuera vivir aquí—Lamentablemente, creo que no podré hacer mucho por su bolsa perdida, aunque, si vos me lo permitís, sería un honor para mí ayudaros en lo que necesitéis—me ofrecí. Mis últimas palabras salieron con un tono más zalamero y coqueto—Todo sea por no ver esos ojos llenos de lágrimas otra vez.
Noah Evans- Cambiante Clase Baja
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Fecha de inscripción : 31/08/2012
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Re: No te distraigas a la hora de las compras [Noah Evans]
Larisa no pudo evitar sonrojarse ante la última oración, pero mantuvo lo poco de dignidad que le quedaba en alto. Al momento en que aquel hombre terminó de hablar, ella sólo rió, con el ánimo bastante mejorado.
-Es usted un atrevido, pero muchas gracias por levantarme el ánimo- luego miró hacia la fuente que se exhibía al centro de la plaza, pensativa-. Es verdad que a la primera oportunidad puede resultar intimidante, y más aún cuando uno lo pisa por primera vez. Pero supongo que también puede tener su encanto particular…
En ese momento cerró los labios con fuerza. Se sentía en demasiada confianza con aquel muchacho. No quería llegar a explicar el punto de su hermano muerto, e inevitablemente romper en lágrimas de nuevo. El pobre Volodia necesita tranquilidad en el otro mundo, se dijo a sí misma, no puedo llamarlo siempre a la primera oportunidad. ¿Qué clase de mujer egoísta soy?
Para dejar en paz el recuerdo de su más querido hermano mayor, volvió a dirigirse al joven a su lado.
-Si se lo pidiera, ¿Podría ayudarme a encontrar todas las tiendas de esta lista?- sacó un pequeño trozo de papel donde tenía anotados varios nombres. Quizá demasiados como para que una joven como ella pudiera llevar todas las bolsas- Me gustaría aprender a reconocer las calles de París para que esto no vuelva a suceder. Ah, que falta de educación. Mi nombre es Larisa Navratinova. ¿Podría hacerme el honor de decirme el suyo?- preguntó, con una sonrisa franca y cordial.
-Es usted un atrevido, pero muchas gracias por levantarme el ánimo- luego miró hacia la fuente que se exhibía al centro de la plaza, pensativa-. Es verdad que a la primera oportunidad puede resultar intimidante, y más aún cuando uno lo pisa por primera vez. Pero supongo que también puede tener su encanto particular…
En ese momento cerró los labios con fuerza. Se sentía en demasiada confianza con aquel muchacho. No quería llegar a explicar el punto de su hermano muerto, e inevitablemente romper en lágrimas de nuevo. El pobre Volodia necesita tranquilidad en el otro mundo, se dijo a sí misma, no puedo llamarlo siempre a la primera oportunidad. ¿Qué clase de mujer egoísta soy?
Para dejar en paz el recuerdo de su más querido hermano mayor, volvió a dirigirse al joven a su lado.
-Si se lo pidiera, ¿Podría ayudarme a encontrar todas las tiendas de esta lista?- sacó un pequeño trozo de papel donde tenía anotados varios nombres. Quizá demasiados como para que una joven como ella pudiera llevar todas las bolsas- Me gustaría aprender a reconocer las calles de París para que esto no vuelva a suceder. Ah, que falta de educación. Mi nombre es Larisa Navratinova. ¿Podría hacerme el honor de decirme el suyo?- preguntó, con una sonrisa franca y cordial.
Larisa Navratinova- Humano Clase Alta
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Re: No te distraigas a la hora de las compras [Noah Evans]
Me encogí de hombros ante sus palabras, con una mezcla de inocencia y picardía, propia de mi caracter. Mi madre siempre me había dicho desde niño que era un sinverguenza y un pillo, pero que había algo en mi manera de actuar y de hacer las cosas que terminaba gustando a la gente, razón por la que solía salir ileso cada vez que me metía en algún lío. Y bueno, digamos que esas travesuras y desparpajo infantiles habían permanecido conmigo, madurando a través de los años.
Finalmente, toda mi expresión facial quedó reducida a una sonrisa complacida al ver que había logrado mi objetivo de animar y hacer sonreir a la joven desconocida.
—Os aseguro que terminaréis amando la ciudad—dije completamente convencido. No sabía si era por sus calles o por sus gentes, pero los que venían no solían marcharse jamás, o por lo menos no durante demasiado tiempo.
Tomé el trozo de papel entre mis manos, tomándome unos segundos para examinarlo y tratar de localizar en el mapa que tenía en mi memoria todos los nombres que ahí había escritos. Algunos de los establecimientos fueron fáciles de recordar, otros no tanto, pero a grandes rasgos creí haberlos localizado todos.
—Será un placer ser vuestro guía durante el día de hoy—acepté sin dudar. Ya arreglaría cuentas con Calypso más tarde, inventándome una buena excusa que justificase mi ausencia de la tienda. No tenía corazón como para dejar a la muchacha a su suerte, perdida por París, con el riesgo que algo así podía suponer para ella y si tenía la mala suerte de toparse con alguien no demasiado respetable—Me llamo Noah Evans, un placer.
Tomé una de sus manos entre las mías y la llevé hasta mis labios, imitando la manera con la que los caballeros más refinados solían saludar a las damas. Luego la solté rápidamente, ya que no quería propasarme o ser grosero.
Finalmente, toda mi expresión facial quedó reducida a una sonrisa complacida al ver que había logrado mi objetivo de animar y hacer sonreir a la joven desconocida.
—Os aseguro que terminaréis amando la ciudad—dije completamente convencido. No sabía si era por sus calles o por sus gentes, pero los que venían no solían marcharse jamás, o por lo menos no durante demasiado tiempo.
Tomé el trozo de papel entre mis manos, tomándome unos segundos para examinarlo y tratar de localizar en el mapa que tenía en mi memoria todos los nombres que ahí había escritos. Algunos de los establecimientos fueron fáciles de recordar, otros no tanto, pero a grandes rasgos creí haberlos localizado todos.
—Será un placer ser vuestro guía durante el día de hoy—acepté sin dudar. Ya arreglaría cuentas con Calypso más tarde, inventándome una buena excusa que justificase mi ausencia de la tienda. No tenía corazón como para dejar a la muchacha a su suerte, perdida por París, con el riesgo que algo así podía suponer para ella y si tenía la mala suerte de toparse con alguien no demasiado respetable—Me llamo Noah Evans, un placer.
Tomé una de sus manos entre las mías y la llevé hasta mis labios, imitando la manera con la que los caballeros más refinados solían saludar a las damas. Luego la solté rápidamente, ya que no quería propasarme o ser grosero.
Noah Evans- Cambiante Clase Baja
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Re: No te distraigas a la hora de las compras [Noah Evans]
La joven se sorprendió ante ese gesto. Noah se veía como alguien de clase baja, pero aún así era todo un caballero. Era una extraña combinación, especialmente si se le agregaba el hecho de que a los ojos de Larisa se veía cada vez más como uno de aquellos cachorros traviesos a los que uno no puede resistirse. Por lo mismo, no le molestó en absoluto, e incluso le cayó en gracia. Se levantó rápidamente y esperó a que su acompañante hiciera lo mismo.
-¿Cuál es el negocio más cercano después de la tienda de telas? Sugiero que caminemos hacia allá primero, y así aprovecho de ejercitar mi memoria. Necesito un buen ejercicio físico y mental- dijo con energía. A pesar de que el practicar el piano era un excelente ejercicio que le había dado una buena memoria, Larisa se cansaba luego de varias horas sentada en la misma posición. Además, aunque el cielo le había dotado de una gran capacidad de retención, su sentido de la orientación era nulo. De hecho, ya había olvidado las calles para llegar a su propia casa.
Pero al lado de Noah eso le importó poco. Se sentía a salvo con él, una sensación que extrañaba luego de haber estado sumergida en lo más profundo de la incertidumbre. Aquellos oscuros días en su Rusia natal no iban a ser olvidados, pero parecían atenuarse poco a poco. La imagen de su hermano mayor estaba siendo reemplazada rápidamente por un sentimiento de serenidad y seguridad, y supo que aquel día iba a ser uno de los más felices en su estadía en Francia.
-¿Cuál es el negocio más cercano después de la tienda de telas? Sugiero que caminemos hacia allá primero, y así aprovecho de ejercitar mi memoria. Necesito un buen ejercicio físico y mental- dijo con energía. A pesar de que el practicar el piano era un excelente ejercicio que le había dado una buena memoria, Larisa se cansaba luego de varias horas sentada en la misma posición. Además, aunque el cielo le había dotado de una gran capacidad de retención, su sentido de la orientación era nulo. De hecho, ya había olvidado las calles para llegar a su propia casa.
Pero al lado de Noah eso le importó poco. Se sentía a salvo con él, una sensación que extrañaba luego de haber estado sumergida en lo más profundo de la incertidumbre. Aquellos oscuros días en su Rusia natal no iban a ser olvidados, pero parecían atenuarse poco a poco. La imagen de su hermano mayor estaba siendo reemplazada rápidamente por un sentimiento de serenidad y seguridad, y supo que aquel día iba a ser uno de los más felices en su estadía en Francia.
Larisa Navratinova- Humano Clase Alta
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Re: No te distraigas a la hora de las compras [Noah Evans]
Me puse en pie agilmente, casi dando un pequeño salto, sin dejar que la sonrisa amable se borrase de mi rostro ni un solo segundo.
Generalmente las muchachas como ella no solían si quiera hablar a hombres de mi clase social, mucho menos tratarles de manera amistosa, así que no pude evitar sentir cierta excitación ante el pequeño tour que íbamos a hacer por las tiendas de la ciudad.
—Si la memoria no me falla, hay una perfumería bastante cotizada a un par de calles de distancia—contesté, alargando ligeramente las palabras para concederme a mí mismo unos preciados segundos para calcular la ruta a seguir—Sin duda alguna allí podréis encontrar todo lo que necetéis—añadí, con un tono de voz completamente convencido. Por enésima vez sonreí, eliminando la expresión pensativa que minutos atrás se había instalado en mi rostro.
Por un momento pensé en ofrecerle mi brazo para comenzar nuestro paseo. Sin embargo, en el último segundo, me arrepentí y volver a dejar mis extremidades lánguidas a ambos lados de mi cuerpo. Mi vestimenta era bastante correcta, limpia, pero aún así cualquiera que nos viera podría adivinar facilmente la diferencia de clases entre Larisa y yo. Y una vez más, a ella no le haría ningún favor el tener ese tipo de atenciones conmigo.
—¿Vamos?—pregunté, marcando el camino a seguir para llegar a la mentada perfumería.
Generalmente las muchachas como ella no solían si quiera hablar a hombres de mi clase social, mucho menos tratarles de manera amistosa, así que no pude evitar sentir cierta excitación ante el pequeño tour que íbamos a hacer por las tiendas de la ciudad.
—Si la memoria no me falla, hay una perfumería bastante cotizada a un par de calles de distancia—contesté, alargando ligeramente las palabras para concederme a mí mismo unos preciados segundos para calcular la ruta a seguir—Sin duda alguna allí podréis encontrar todo lo que necetéis—añadí, con un tono de voz completamente convencido. Por enésima vez sonreí, eliminando la expresión pensativa que minutos atrás se había instalado en mi rostro.
Por un momento pensé en ofrecerle mi brazo para comenzar nuestro paseo. Sin embargo, en el último segundo, me arrepentí y volver a dejar mis extremidades lánguidas a ambos lados de mi cuerpo. Mi vestimenta era bastante correcta, limpia, pero aún así cualquiera que nos viera podría adivinar facilmente la diferencia de clases entre Larisa y yo. Y una vez más, a ella no le haría ningún favor el tener ese tipo de atenciones conmigo.
—¿Vamos?—pregunté, marcando el camino a seguir para llegar a la mentada perfumería.
Noah Evans- Cambiante Clase Baja
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Re: No te distraigas a la hora de las compras [Noah Evans]
-Adelante, entonces- respondió la joven a su pregunta, con la más radiante de las sonrisas. Cuando Larisa en verdad sentía felicidad era como un sol en miniatura, irradiando luz a su alrededor.
A medida que avanzaban por las calles de aquella ciudad, no podía evitar sentir cierta curiosidad por su acompañante. En primer lugar, por el hecho de que se haya dirigido a ella para ayudarla. Hasta ahora, solo Nói había sido comprensiva con ella y le había dado una mano, ¡Hasta le hizo un pequeño espacio en el teatro para que pudiera practicar en el órgano sin problemas! Pero tampoco había tenido demasiado tiempo para recorrer París con ella, así que las calles que recorría ahora y en las que había estado totalmente perdida hace unos momentos atrás estaban totalmente inexploradas.
También sus actitudes le causaban curiosidad. Al parecer era astuto, un pícaro y un atrevido, pero a la vez amable y un completo caballero. Mantenía las distancias acorde a la clase social, cosa que Larisa consideraba totalmente innecesario, dada la crianza que había recibido. Cierto era que en esos años las posiciones sociales más altas trataban de recalcar su poderío humillando a los demás- especialmente en su país, donde prácticamente todos eran campesinos analfabetos-, pero años de tratar con esas mismas gentes le enseñaron que un poco más de dinero, educación y telas finas no importaban ante la verdadera integridad de espíritu.
Además, algo de lo que había dicho mientras trataba de mostrarle que la ciudad no era tan mala le advirtió que en su tiempo él también debió de acostumbrarse a la vida en una ciudad tan activa como la capital de Francia.
Pero no exteriorizó ninguna de sus interrogantes. De hecho, caminaron en completo silencio hasta la perfumería, una construcción verdaderamente exuberante, en donde atendía una mujer bastante histriónica. Larisa hizo sus pedidos- una botella de agua de rosas para su madre, y una de agua de violetas para ella-, y cuando la dependienta salió, con un pasito cómico, a buscarlas, la joven sopesó con cuál de sus preguntas empezaría. Quizá la tercera no era tan mala después de todo.
-Dígame, Monsieur Noah, ¿Usted también fue un extranjero en esta ciudad?
A medida que avanzaban por las calles de aquella ciudad, no podía evitar sentir cierta curiosidad por su acompañante. En primer lugar, por el hecho de que se haya dirigido a ella para ayudarla. Hasta ahora, solo Nói había sido comprensiva con ella y le había dado una mano, ¡Hasta le hizo un pequeño espacio en el teatro para que pudiera practicar en el órgano sin problemas! Pero tampoco había tenido demasiado tiempo para recorrer París con ella, así que las calles que recorría ahora y en las que había estado totalmente perdida hace unos momentos atrás estaban totalmente inexploradas.
También sus actitudes le causaban curiosidad. Al parecer era astuto, un pícaro y un atrevido, pero a la vez amable y un completo caballero. Mantenía las distancias acorde a la clase social, cosa que Larisa consideraba totalmente innecesario, dada la crianza que había recibido. Cierto era que en esos años las posiciones sociales más altas trataban de recalcar su poderío humillando a los demás- especialmente en su país, donde prácticamente todos eran campesinos analfabetos-, pero años de tratar con esas mismas gentes le enseñaron que un poco más de dinero, educación y telas finas no importaban ante la verdadera integridad de espíritu.
Además, algo de lo que había dicho mientras trataba de mostrarle que la ciudad no era tan mala le advirtió que en su tiempo él también debió de acostumbrarse a la vida en una ciudad tan activa como la capital de Francia.
Pero no exteriorizó ninguna de sus interrogantes. De hecho, caminaron en completo silencio hasta la perfumería, una construcción verdaderamente exuberante, en donde atendía una mujer bastante histriónica. Larisa hizo sus pedidos- una botella de agua de rosas para su madre, y una de agua de violetas para ella-, y cuando la dependienta salió, con un pasito cómico, a buscarlas, la joven sopesó con cuál de sus preguntas empezaría. Quizá la tercera no era tan mala después de todo.
-Dígame, Monsieur Noah, ¿Usted también fue un extranjero en esta ciudad?
Larisa Navratinova- Humano Clase Alta
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Re: No te distraigas a la hora de las compras [Noah Evans]
La sonrisa de Larisa era ciertamente contagiosa, haciendo que, aún sin conocerla, todo el mundo alegrase la expresión de sus rostros al cruzarse con ella. Puede que esa hubiera sido la razón por la que me había acercado a ella en un primer momento, porque mi subconsciente no podía soportar la idea de ver esa sonrisa desapareciendo sin dejar rastro bajo las lágrimas.
Caminamos en un silencio agradable hasta llegar a la perfumería, manteniendo una distancia prudencial en todo momento entre nosotros, de manera que se notaba que íbamos juntos pero que no estábamos juntos.
Conocía perfectamente el establecimiento al que nos dirigíamos, ya que en numerosas ocasiones me había detenido a ver el escaparate y poder olisquear levemente los agradables aromas que escapaban de su interior. Sin embargo, esta sería la primera vez que entraba en su interior, ya que nunca antes había tenido la necesidad ni la posibilidad de comprar los caros productos que allí se vendían.
Mis instintos más animales salieron al esterior casi sin darme cuenta, olfateando el ambiente y soltando un pequeño suspiro complacido. Todo un placer para mi nariz.
Cuando escuché su voz de nuevo dirigiéndose a mí después de bastante tiempo, dejé a un lado mis labores olfativas y centré toda mi atención en ella.
—Así es. Aunque de eso hace ya tanto tiempo y yo era tan pequeño que prácticamente podría considerarme un parisino de nacimiento—confirmé. Lo cierto es que no tenía ningún recuerdo de haber vivido en otro lugar que no fuese mi pequeña cabaña en el bosque que rodeaba París—Aún así, mis orígenes no son ni de lejos tan exóticos como los vuestros—me aventuré a afirmar, guiándome por su acento al hablar y su piel blanca y pelo rubio como el sol, no demasiado comunes por estos lares.
Caminamos en un silencio agradable hasta llegar a la perfumería, manteniendo una distancia prudencial en todo momento entre nosotros, de manera que se notaba que íbamos juntos pero que no estábamos juntos.
Conocía perfectamente el establecimiento al que nos dirigíamos, ya que en numerosas ocasiones me había detenido a ver el escaparate y poder olisquear levemente los agradables aromas que escapaban de su interior. Sin embargo, esta sería la primera vez que entraba en su interior, ya que nunca antes había tenido la necesidad ni la posibilidad de comprar los caros productos que allí se vendían.
Mis instintos más animales salieron al esterior casi sin darme cuenta, olfateando el ambiente y soltando un pequeño suspiro complacido. Todo un placer para mi nariz.
Cuando escuché su voz de nuevo dirigiéndose a mí después de bastante tiempo, dejé a un lado mis labores olfativas y centré toda mi atención en ella.
—Así es. Aunque de eso hace ya tanto tiempo y yo era tan pequeño que prácticamente podría considerarme un parisino de nacimiento—confirmé. Lo cierto es que no tenía ningún recuerdo de haber vivido en otro lugar que no fuese mi pequeña cabaña en el bosque que rodeaba París—Aún así, mis orígenes no son ni de lejos tan exóticos como los vuestros—me aventuré a afirmar, guiándome por su acento al hablar y su piel blanca y pelo rubio como el sol, no demasiado comunes por estos lares.
Noah Evans- Cambiante Clase Baja
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Re: No te distraigas a la hora de las compras [Noah Evans]
Aquello era verdad. Era como si Larisa llevara un papel en la frente con la palabra “RUSIA” escrita en letras rojas y enormes. Si hubiera heredado algo más de mi madre, posiblemente pasaría desapercibida. Qué suerte tiene Bea. Elizaveta, la hermana menor de Larisa, era totalmente igual a su madre, con el pelo oscuro y rizado, un tono no tan níveo de piel y los ojos castaños. El resto de la prole Navratinov era blanca, de cabello rubio y ojos claros, como el padre.
Fuera de eso, no le sorprendió la respuesta. Noah parecía destilar espíritu parisino. Teniendo asegurada la primera interrogante, podía continuar. Probaría, esta vez, con la segunda. Pero primero, un par de aclaraciones.
-Ya veo. A propósito, señor Noah, no tiene por qué mantener la distancia de rango. Yo no soy como las mujeres francesas de clase alta que menosprecian a lo demás. En mi hogar me han enseñado que lo que importa es el espíritu, y no el ropaje. Siempre me he llevado mejor con las clases más bajas y… ¡Ah, allí está mi compra! Espere mientras pago- dicho esto, sacó el dinero que necesitaba y lo entregó con una sonrisa a la mujer, a la vez que tomaba la bolsa con ambas fragancias- ¿Seguimos nuestro camino?
Salieron rápidamente de la perfumería y continuaron hasta su próximo destino, la librería. Allí, su madre había pedido específicamente cierto ejemplar que solamente se podía conseguir en Francia, además de un par de libros en cirílico para su hija. Mientras caminaban, Larisa se aventuró a hacer la segunda pregunta, que salió más como una afirmación.
-Sus padres debieron tener algunos problemas con su temperamento pícaro, pero fuera de eso deberían sentirse orgullosos de haber criado a un perfecto caballero- dijo, con una sonrisa, aunque sonara a alabanza pura y dura.
Fuera de eso, no le sorprendió la respuesta. Noah parecía destilar espíritu parisino. Teniendo asegurada la primera interrogante, podía continuar. Probaría, esta vez, con la segunda. Pero primero, un par de aclaraciones.
-Ya veo. A propósito, señor Noah, no tiene por qué mantener la distancia de rango. Yo no soy como las mujeres francesas de clase alta que menosprecian a lo demás. En mi hogar me han enseñado que lo que importa es el espíritu, y no el ropaje. Siempre me he llevado mejor con las clases más bajas y… ¡Ah, allí está mi compra! Espere mientras pago- dicho esto, sacó el dinero que necesitaba y lo entregó con una sonrisa a la mujer, a la vez que tomaba la bolsa con ambas fragancias- ¿Seguimos nuestro camino?
Salieron rápidamente de la perfumería y continuaron hasta su próximo destino, la librería. Allí, su madre había pedido específicamente cierto ejemplar que solamente se podía conseguir en Francia, además de un par de libros en cirílico para su hija. Mientras caminaban, Larisa se aventuró a hacer la segunda pregunta, que salió más como una afirmación.
-Sus padres debieron tener algunos problemas con su temperamento pícaro, pero fuera de eso deberían sentirse orgullosos de haber criado a un perfecto caballero- dijo, con una sonrisa, aunque sonara a alabanza pura y dura.
Larisa Navratinova- Humano Clase Alta
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Re: No te distraigas a la hora de las compras [Noah Evans]
A veces notaba que mi mirada se quedaba demasiado tiempo clavada sobre ella, lo suficiente como para que alguien lo pudiese considerar grosero, así que trataba de distraerme con lo primero que encontraba a mi alrededor, sin mucho éxito.
En cierta manera me gustaba observarla, primeramente por los motivos obvios que saltaban a la vista, pero además de eso, porque me intrigaban sus posibles reacciones a medida que la conversación iba avanzando. Ya que era ella la que hacía las preguntas, yo intentaba recabar información a través de la vista.
Al salir de la tienda, y justo antes de ponernos en marcha, puse uno de mis brazos en jarra, dejando el espacio justo para que ella se agarrase a mí. A continuación le hice una pequeña señal con la cabeza como diciendo vamos, tranquila, prometo no morder.
Puede que no hubiese dicho nada en el interior de la perfumería, pero había escuchado con atención a sus palabras. Y bueno, que tomase mi brazo mientras caminábamos me pareció una buena manera de derribar esa barrera que se había construido entre nosotros.
—En marcha, pues—le quité la bolsa de las manos, no queriendo que Larisa cargase con los perfumes a pesar de su insignificante peso. La librería no estaba demasiado lejos, así que a este paso no nos llevaría mucho más de 5 o 10 minutos.
Reí suavemente ante su cuestión, mirándola de reojo. No me consideraba para nada un caballero, simplemente era un tipo con algo de suerte y con una habilidad bastante respetable para tratar con los demás. Sin embargo, me halagaba profundamente que ella opinase eso de mí.
—Realmente mi madre se merece un lugar en el paraiso por haberme soportado y haber sido capaz de meterme en vereda cuando era niño—respondí, recordando brevemente algunas de mis travesuras más sonadas. A continuación puse cierto gesto de complicidad—¿Y qué hay de vos? ¿Sois el mismo ángel que aparentáis ser por fuera?—pregunté de manera animada.
En cierta manera me gustaba observarla, primeramente por los motivos obvios que saltaban a la vista, pero además de eso, porque me intrigaban sus posibles reacciones a medida que la conversación iba avanzando. Ya que era ella la que hacía las preguntas, yo intentaba recabar información a través de la vista.
Al salir de la tienda, y justo antes de ponernos en marcha, puse uno de mis brazos en jarra, dejando el espacio justo para que ella se agarrase a mí. A continuación le hice una pequeña señal con la cabeza como diciendo vamos, tranquila, prometo no morder.
Puede que no hubiese dicho nada en el interior de la perfumería, pero había escuchado con atención a sus palabras. Y bueno, que tomase mi brazo mientras caminábamos me pareció una buena manera de derribar esa barrera que se había construido entre nosotros.
—En marcha, pues—le quité la bolsa de las manos, no queriendo que Larisa cargase con los perfumes a pesar de su insignificante peso. La librería no estaba demasiado lejos, así que a este paso no nos llevaría mucho más de 5 o 10 minutos.
Reí suavemente ante su cuestión, mirándola de reojo. No me consideraba para nada un caballero, simplemente era un tipo con algo de suerte y con una habilidad bastante respetable para tratar con los demás. Sin embargo, me halagaba profundamente que ella opinase eso de mí.
—Realmente mi madre se merece un lugar en el paraiso por haberme soportado y haber sido capaz de meterme en vereda cuando era niño—respondí, recordando brevemente algunas de mis travesuras más sonadas. A continuación puse cierto gesto de complicidad—¿Y qué hay de vos? ¿Sois el mismo ángel que aparentáis ser por fuera?—pregunté de manera animada.
Noah Evans- Cambiante Clase Baja
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Re: No te distraigas a la hora de las compras [Noah Evans]
Larisa se sonrojó, pero no fue el mismo nivel de rubor que adquiría ante una situación de vergüenza, aquel rojo furioso que usualmente teñía sus mejillas. No. Esta vez fue un rosado suave, producto del halago que Noah había lanzado. “Ángel”, había dicho.
Para la chica, ella era todo menos un ángel. No era muy hábil en los deportes, era ingenua y bastante tímida. En la parte física sabía que era bonita, pero nunca al punto de su hermana menor y eso mantenía siempre su humildad. Para ella, sus únicos talentos eran el piano, la lectura y la equitación hasta cierto punto. Pero Noah, alguien que apenas conocía, le había nada menos que halagado con una palabra muy poco parcial.
-Yo soy lo que soy, y lo que ve, Monsieur Noah. Nada más.- Larisa miró hacia un punto fijo al frente de ella, tratando de pensar en una manera de desviar la conversación, pero no se dio cuenta cuando Noah dirigió sus pasos hacia la librería, una casona bastante más desabrida que la tienda anterior.
Cuando se dio cuenta, el dependiente, un hombre estirado y de mal talante, le estaba preguntando cuáles eran sus pedidos de una manera bastante grosera, pero Larisa sólo le sonrió y, con bastante diplomacia, le pidió ambos encargos. Aquel, bastante molesto con el pedido de libros en cirílico, advirtió que demoraría un poco y salió a buscarlos refunfuñando.
Sabiendo que tenía que decir algo, trató de alargar la segunda interrogante un poco más. Lo suficiente.
-Entonces su madre debe ser una persona ejemplar, ¿me equivoco?
Para la chica, ella era todo menos un ángel. No era muy hábil en los deportes, era ingenua y bastante tímida. En la parte física sabía que era bonita, pero nunca al punto de su hermana menor y eso mantenía siempre su humildad. Para ella, sus únicos talentos eran el piano, la lectura y la equitación hasta cierto punto. Pero Noah, alguien que apenas conocía, le había nada menos que halagado con una palabra muy poco parcial.
-Yo soy lo que soy, y lo que ve, Monsieur Noah. Nada más.- Larisa miró hacia un punto fijo al frente de ella, tratando de pensar en una manera de desviar la conversación, pero no se dio cuenta cuando Noah dirigió sus pasos hacia la librería, una casona bastante más desabrida que la tienda anterior.
Cuando se dio cuenta, el dependiente, un hombre estirado y de mal talante, le estaba preguntando cuáles eran sus pedidos de una manera bastante grosera, pero Larisa sólo le sonrió y, con bastante diplomacia, le pidió ambos encargos. Aquel, bastante molesto con el pedido de libros en cirílico, advirtió que demoraría un poco y salió a buscarlos refunfuñando.
Sabiendo que tenía que decir algo, trató de alargar la segunda interrogante un poco más. Lo suficiente.
-Entonces su madre debe ser una persona ejemplar, ¿me equivoco?
Larisa Navratinova- Humano Clase Alta
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Re: No te distraigas a la hora de las compras [Noah Evans]
A cada minuto que pasaba se me hacía más y más interesante mirarla, intentado descifrar cada una de sus reacciones a mis palabras. Como el por qué de su sonrojo, ya que no consideraba que hubiese dicho algo del otro mundo o que no fuese la pura realidad. Fuese cual fuese el motivo, me hizo sonreir inmediatamente.
Mis sentidos desarrollados pudieron captar perfectamente su tensión, y a pesar de que mi carácter pícaro me pedía a gritos que siguiera indagando en el tema, decidí ignorar la voz de mis pensamientos por el bien de Larisa.
Ella despertaba bastantes sensaciones en mí, incluso cuando solo era una desconocida. Buenas sensaciones, como podían ser la ternura, el proteccionismo o la curiosidad.
—Apuesto a que hay mucho en vos que no se alcanza a ver a simple vista—dije finalmente, con un tono de voz nada travieso, si no más bien sereno.
Después de eso, seguimos caminando en silencio. Aproveché que ella parecía haber preferido esquivar mi mirada para poder analizarla con algo más de detenimiento. Me llamaba especialmente la atención lo blanca que era. Y no solo me refería a su piel nívea, si no a toda ella en general, como si desprendiese un halo de inocencia y pureza. Algo que contrastaba bastante conmigo y mi forma de ser, ya que, aunque para nada me consideraba alguien de alma oscura, definitivamente era bastante más gris.
Al llegar a la librería, de nuevo dejé que ella tomase la voz cantante para que pudiese realizar las transacciones necesarias. Sin embargo, cuando el dependiente se dirigió a ella de esa manera tan brusca y grosera estuve a punto de saltar al otro lado del mostrador y darle su merecido. Mi parte más animal salió al exterior, emitiendo un gutural gruñido desde el fondo de mi garganta, mientras que mis puños se crispaban a ambos lados de mi cuerpo.
A pesar de todo, Larisa contestó de manera educada, sonriendo. ¿Por qué permitía que un maldito librero la tratase de esa manera? No podía entenderlo.
No me había dado cuenta de que había desconectado de la realidad hasta que ella volvió a hablarme. Giré la cabeza en su dirección, desfrunciendo el ceño y relajando ligeramente mi cuerpo, poniendo mi mejor cara, aunque mis pensamientos acerca del maleducado tendero no habían desaparecido del todo de mi mente.
—Es una mujer extraordinaria, ciertamente—respondí con mayor suavidad. Hablar de mi madre siempre sacaba lo mejor de mí, ya que la estimaba más que a nada en el mundo—Solo tuvo un hijo, pero ha sido capaz de sacarlo adelante ella sola tras la muerte desdichada e injusta de su esposo—expliqué sin dar demasiados detalles que pudieran comprometerme, hablando de mí mismo y mi familia en tercera persona.
Mis sentidos desarrollados pudieron captar perfectamente su tensión, y a pesar de que mi carácter pícaro me pedía a gritos que siguiera indagando en el tema, decidí ignorar la voz de mis pensamientos por el bien de Larisa.
Ella despertaba bastantes sensaciones en mí, incluso cuando solo era una desconocida. Buenas sensaciones, como podían ser la ternura, el proteccionismo o la curiosidad.
—Apuesto a que hay mucho en vos que no se alcanza a ver a simple vista—dije finalmente, con un tono de voz nada travieso, si no más bien sereno.
Después de eso, seguimos caminando en silencio. Aproveché que ella parecía haber preferido esquivar mi mirada para poder analizarla con algo más de detenimiento. Me llamaba especialmente la atención lo blanca que era. Y no solo me refería a su piel nívea, si no a toda ella en general, como si desprendiese un halo de inocencia y pureza. Algo que contrastaba bastante conmigo y mi forma de ser, ya que, aunque para nada me consideraba alguien de alma oscura, definitivamente era bastante más gris.
Al llegar a la librería, de nuevo dejé que ella tomase la voz cantante para que pudiese realizar las transacciones necesarias. Sin embargo, cuando el dependiente se dirigió a ella de esa manera tan brusca y grosera estuve a punto de saltar al otro lado del mostrador y darle su merecido. Mi parte más animal salió al exterior, emitiendo un gutural gruñido desde el fondo de mi garganta, mientras que mis puños se crispaban a ambos lados de mi cuerpo.
A pesar de todo, Larisa contestó de manera educada, sonriendo. ¿Por qué permitía que un maldito librero la tratase de esa manera? No podía entenderlo.
No me había dado cuenta de que había desconectado de la realidad hasta que ella volvió a hablarme. Giré la cabeza en su dirección, desfrunciendo el ceño y relajando ligeramente mi cuerpo, poniendo mi mejor cara, aunque mis pensamientos acerca del maleducado tendero no habían desaparecido del todo de mi mente.
—Es una mujer extraordinaria, ciertamente—respondí con mayor suavidad. Hablar de mi madre siempre sacaba lo mejor de mí, ya que la estimaba más que a nada en el mundo—Solo tuvo un hijo, pero ha sido capaz de sacarlo adelante ella sola tras la muerte desdichada e injusta de su esposo—expliqué sin dar demasiados detalles que pudieran comprometerme, hablando de mí mismo y mi familia en tercera persona.
Noah Evans- Cambiante Clase Baja
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Re: No te distraigas a la hora de las compras [Noah Evans]
Oh, vaya. La chica, al parecer, había tocado terreno peligroso. Pudo sentir cierta tristeza en la voz de Noah, no mucha, pero la suficiente. No iba a molestar más con la segunda interrogante. No le gustaba nada la idea de ver a su nuevo amigo triste.
-Lo siento. No quería hacerlo sentir mal con mis preguntas. Yo también sé lo que se siente perder a un ser querido, así que conozco cuándo hay que ponerle fin a las interrogantes.
Mala idea. Pésima idea. No debió haber dicho eso, porque inmediatamente la imagen de su hermano comenzó a aparecer de nuevo, tímidamente, en su cabeza.
¡NO! No, no, no, no ahora, por favor, rogaba su voz mental, no me muestres esa imagen ahora, no es momento, no es el lugar, no quiero verla ahora…
Pero ya era tarde. Su mente le trajo el poco grato recuerdo de una noche hace unos ocho meses atrás, en donde, escondida en las ramas de un árbol, tuvo que presenciar cómo Vladimir, haciendo esfuerzos hercúleos por defenderla, terminaba siendo reducido a pedacitos sangrantes por un ente al que ya no recordaba. Un ente del que sólo por milagro se salvó.
Cuando sintió un pinchazo en su mano izquierda, volvió a la realidad. Había apretado tanto los puños que se había herido con las uñas. Trató de esconder la mano afectada, pero, sin previo aviso el propietario llegó, con los pedidos de Larisa. La joven tuvo que atender a los requerimientos de aquel desagradable hombre y dejar la mano, de la que caían algunas gotas de sangre, a la vista de Noah.
-Lo siento. No quería hacerlo sentir mal con mis preguntas. Yo también sé lo que se siente perder a un ser querido, así que conozco cuándo hay que ponerle fin a las interrogantes.
Mala idea. Pésima idea. No debió haber dicho eso, porque inmediatamente la imagen de su hermano comenzó a aparecer de nuevo, tímidamente, en su cabeza.
¡NO! No, no, no, no ahora, por favor, rogaba su voz mental, no me muestres esa imagen ahora, no es momento, no es el lugar, no quiero verla ahora…
Pero ya era tarde. Su mente le trajo el poco grato recuerdo de una noche hace unos ocho meses atrás, en donde, escondida en las ramas de un árbol, tuvo que presenciar cómo Vladimir, haciendo esfuerzos hercúleos por defenderla, terminaba siendo reducido a pedacitos sangrantes por un ente al que ya no recordaba. Un ente del que sólo por milagro se salvó.
Cuando sintió un pinchazo en su mano izquierda, volvió a la realidad. Había apretado tanto los puños que se había herido con las uñas. Trató de esconder la mano afectada, pero, sin previo aviso el propietario llegó, con los pedidos de Larisa. La joven tuvo que atender a los requerimientos de aquel desagradable hombre y dejar la mano, de la que caían algunas gotas de sangre, a la vista de Noah.
Larisa Navratinova- Humano Clase Alta
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Re: No te distraigas a la hora de las compras [Noah Evans]
De un momento a otro todo cambió. La expresión tranquila de su rostro, el gesto relajado de su cuerpo... De repente se habían esfumado, dejando a Larisa como si de una carcasa sin contenido se tratase, con la misma apariencia pero definitivamente no con los mismos pensamientos y sentimientos. Y lo mejor de todo es que no había sido capaz de detectar el motivo exacto por el que esto había ocurrido. ¿Qué diantres ha pasado aquí que me he perdido?
—Larisa, ¿estáis bien?—susurré. Pero ni ella pareció oirme ni tuve ocasión de repetir mi pregunta en un tono más alto, ya que justo en ese momento el tendero decidió aparecer con los libros. El hombre parecía estar muy ocupado en su propio mundo como para darse cuenta de lo mucho que había cambiado el ambiente en su ausencia, por lo que simplemente se limitó a entregar el pedido con los mismos malos modales que al principio.
Fue entonces cuando realmente me entró el pánico. Prácticamente a la vez, la imagen de su mano herida llegó hasta mis ojos y el aroma suave aunque inconfundible de la sangre alcanzó mi nariz. Afortunadamente, el tendero no parecía haberse percatado de lo primero y lo segundo era algo perceptible exclusivamente por mis sentidos sobrenaturales.
Con la mayor rapidez y disimulo posible saqué un pañuelo de tela que llevaba siempre guardado en el bolsillo del pantalón y lo coloqué sobre su palma, forzándola a continuación para que cerrase el puño y mantuviese la prenda sobre la herida. A continuación cogí ambas bolsas (la de los perfumes y la nueva con los libros) y prácticamente arrastré a Larisa fuera de la tienda, bajo la mirada extrañada del librero, con la mayor delicadeza para forzarla a andar pero sin causarle el más mínimo daño.
Ya en la calle, y aprovechando mi gran conocimiento acerca de pasadizos, callejones y otros lugares poco transitados y a salvo de miradas indiscretas, llevé a Larisa a un pequeño callejón que había detrás del edificio de la librería. Dejé las bolsas a mi lado en el suelo y centré toda mi atención en ella.
—Déjame ver eso—pedí, tomando de nuevo su mano entre las mías, solo para descubrir la inconfundible marca de sus propias uñas sobre su piel. La miré con preocupación y cierto desconcierto, queriendo ayudarla pero sin saber exactamente qué hacer. Ni siquiera había sido consciente de que acababa de tutearla.
—Larisa, ¿estáis bien?—susurré. Pero ni ella pareció oirme ni tuve ocasión de repetir mi pregunta en un tono más alto, ya que justo en ese momento el tendero decidió aparecer con los libros. El hombre parecía estar muy ocupado en su propio mundo como para darse cuenta de lo mucho que había cambiado el ambiente en su ausencia, por lo que simplemente se limitó a entregar el pedido con los mismos malos modales que al principio.
Fue entonces cuando realmente me entró el pánico. Prácticamente a la vez, la imagen de su mano herida llegó hasta mis ojos y el aroma suave aunque inconfundible de la sangre alcanzó mi nariz. Afortunadamente, el tendero no parecía haberse percatado de lo primero y lo segundo era algo perceptible exclusivamente por mis sentidos sobrenaturales.
Con la mayor rapidez y disimulo posible saqué un pañuelo de tela que llevaba siempre guardado en el bolsillo del pantalón y lo coloqué sobre su palma, forzándola a continuación para que cerrase el puño y mantuviese la prenda sobre la herida. A continuación cogí ambas bolsas (la de los perfumes y la nueva con los libros) y prácticamente arrastré a Larisa fuera de la tienda, bajo la mirada extrañada del librero, con la mayor delicadeza para forzarla a andar pero sin causarle el más mínimo daño.
Ya en la calle, y aprovechando mi gran conocimiento acerca de pasadizos, callejones y otros lugares poco transitados y a salvo de miradas indiscretas, llevé a Larisa a un pequeño callejón que había detrás del edificio de la librería. Dejé las bolsas a mi lado en el suelo y centré toda mi atención en ella.
—Déjame ver eso—pedí, tomando de nuevo su mano entre las mías, solo para descubrir la inconfundible marca de sus propias uñas sobre su piel. La miré con preocupación y cierto desconcierto, queriendo ayudarla pero sin saber exactamente qué hacer. Ni siquiera había sido consciente de que acababa de tutearla.
Noah Evans- Cambiante Clase Baja
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Re: No te distraigas a la hora de las compras [Noah Evans]
Al principio, Larisa se resistió a entregarle la mano, pero luego de un rato suspiró y se la tendió.
No era una herida demasiado grave, pero había causado un daño suficiente. De cualquier modo, no le dolía. Nunca le habían dolido esas heridas autoinflingidas. Recordó trivialmente el segundo día después de la muerte de Vladimir, donde, sin darse cuenta, prácticamente se había desollado las piernas con las uñas y apenas se inmutó. Puede que haya sido por el estado catatónico y ausente, pero la cosa es que apenas sintió los rasguños y ahora la única prueba que tenía de esos días eran las cicatrices que no querían desaparecer.
-Estoy bien, Noah, de verdad. No es la primera vez que me pasa, y posiblemente tampoco la última- trató de bromear, con voz trémula, pero la cara de Noah le dijo que posiblemente no era la mejor idea del mundo-. Es sólo un mal recuerdo que siempre me asalta, pero luego de un tiempo se va. Nada del otro mundo.
Larisa tenía muchos dones, pero el de la mentira no era uno de ellos. Nunca había aprendido a mentir, y tampoco tenía la disposición para aprender. Por lo mismo, cuando dijo las últimas palabras, sonaron terriblemente falsas. Tal vez, por el tono de miedo con las cuales las dijo. El miedo siempre presente de un recuerdo que se repetía infinitamente cuando estaba despierta y cuando estaba dormida.
Pero si había algo que Larisa odiaba, era preocupar a la gente. Y en ese momento se odiaba a sí misma, porque Noah se veía muy preocupado.
No era una herida demasiado grave, pero había causado un daño suficiente. De cualquier modo, no le dolía. Nunca le habían dolido esas heridas autoinflingidas. Recordó trivialmente el segundo día después de la muerte de Vladimir, donde, sin darse cuenta, prácticamente se había desollado las piernas con las uñas y apenas se inmutó. Puede que haya sido por el estado catatónico y ausente, pero la cosa es que apenas sintió los rasguños y ahora la única prueba que tenía de esos días eran las cicatrices que no querían desaparecer.
-Estoy bien, Noah, de verdad. No es la primera vez que me pasa, y posiblemente tampoco la última- trató de bromear, con voz trémula, pero la cara de Noah le dijo que posiblemente no era la mejor idea del mundo-. Es sólo un mal recuerdo que siempre me asalta, pero luego de un tiempo se va. Nada del otro mundo.
Larisa tenía muchos dones, pero el de la mentira no era uno de ellos. Nunca había aprendido a mentir, y tampoco tenía la disposición para aprender. Por lo mismo, cuando dijo las últimas palabras, sonaron terriblemente falsas. Tal vez, por el tono de miedo con las cuales las dijo. El miedo siempre presente de un recuerdo que se repetía infinitamente cuando estaba despierta y cuando estaba dormida.
Pero si había algo que Larisa odiaba, era preocupar a la gente. Y en ese momento se odiaba a sí misma, porque Noah se veía muy preocupado.
Larisa Navratinova- Humano Clase Alta
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Re: No te distraigas a la hora de las compras [Noah Evans]
A pesar de que la herida no tenía gravedad ninguna, la examiné con cuidado. Mis conocimientos médicos eran bastante escasos, sin embargo, desde que trabajaba para Calypso, había aprendido unas nociones básicas sobre hierbas y heridas, para así poder aconsejar a los clientes cuando viniesen a la tienda en busca de un hungüento en concreto. Así que básicamente me dediqué a limpiar su piel lo máximo posible, de manera que las marcas de sus uñas podían observarse de manera nítida.
De estar en la tienda podría haberle aplicado alguna pomada milagrosa, capaz de hacer desaparecer rasguños como esos en cuestión de segundos.
—No quiero entrometerme, pero no creo que el asunto sea algo tan simple cuando un recuerdo es capaz de provocar estas reacciones en vos—dije, levantando levemente la mirada para cruzar mis ojos con los suyos. De nuevo, sus orbes azulados eran capaces de transmitir mucho más de lo que sus palabras decían. Podía ver temor, ansiedad, terror, preocupación. Diferentes emociones entremezcladas en un segundo—No sé que es eso que os hace perder el control de tal manera, ni por supuesto quiero que me lo contéis si no es vuestro deseo, pero tenéis que luchar contra ello. No dejéis que un mal recuerdo, por mi horrible que sea, ensucie vuestro presente—añadí.
Sabía que tal vez estaba hablando más de la cuenta, ya que ella seguía siendo una desconocida para mí. No conocía nada sobre Larisa, sobre los motivos que la habían llevado a estar hoy frente a mí, pero aún así sentí el impulso de darle esas palabras de ánimo, de lucha.
De estar en la tienda podría haberle aplicado alguna pomada milagrosa, capaz de hacer desaparecer rasguños como esos en cuestión de segundos.
—No quiero entrometerme, pero no creo que el asunto sea algo tan simple cuando un recuerdo es capaz de provocar estas reacciones en vos—dije, levantando levemente la mirada para cruzar mis ojos con los suyos. De nuevo, sus orbes azulados eran capaces de transmitir mucho más de lo que sus palabras decían. Podía ver temor, ansiedad, terror, preocupación. Diferentes emociones entremezcladas en un segundo—No sé que es eso que os hace perder el control de tal manera, ni por supuesto quiero que me lo contéis si no es vuestro deseo, pero tenéis que luchar contra ello. No dejéis que un mal recuerdo, por mi horrible que sea, ensucie vuestro presente—añadí.
Sabía que tal vez estaba hablando más de la cuenta, ya que ella seguía siendo una desconocida para mí. No conocía nada sobre Larisa, sobre los motivos que la habían llevado a estar hoy frente a mí, pero aún así sentí el impulso de darle esas palabras de ánimo, de lucha.
Noah Evans- Cambiante Clase Baja
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Fecha de inscripción : 31/08/2012
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Re: No te distraigas a la hora de las compras [Noah Evans]
Al oír esas palabras, Larisa se sintió no mejor, pero más tranquila. Noah tenía razón. Quizá no había luchado lo suficiente. Quizá aquel recuerdo había quedado grabado sólo porque ella era débil. Estaba segura de que Vladimir, por muy muerto y enterrado que estuviera, no estaría muy contento de ver que su vida era un constante ciclo de recuerdos perdidos y miedos irracionales. Tenía que luchar.
Y la única manera que encontró de hacerlo fue lanzando aquel recuerdo al exterior. A través de palabras.
-En Rusia yo tenía un hermano mayor-comenzó-. Se llamaba Vladimir. Era cinco años mayor que yo, y mi mejor amigo. Solíamos hacer todo juntos. Un día, lo atacó un animal salvaje. Él murió frente a mis propios ojos, protegiéndome. Es una imagen que no olvidaré jamás- se estremeció al recordarlo-. Aún no puedo superarlo, aunque han pasado ya casi nueve meses.
Después de esa corta explicación, Larisa se sintió mejor y peor. Mejor, porque se había quitado un peso de encima. Peor, porque le había estado hablando de sus problemas a un desconocido.
Aunque no le molestaba que fuera Noah.
-Bueno, hemos estado demasiado tiempo por aquí, y la gente puede vernos mal. ¿Seguimos nuestro camino?-preguntó, con una sonrisa leve y un poco incómoda.
Y la única manera que encontró de hacerlo fue lanzando aquel recuerdo al exterior. A través de palabras.
-En Rusia yo tenía un hermano mayor-comenzó-. Se llamaba Vladimir. Era cinco años mayor que yo, y mi mejor amigo. Solíamos hacer todo juntos. Un día, lo atacó un animal salvaje. Él murió frente a mis propios ojos, protegiéndome. Es una imagen que no olvidaré jamás- se estremeció al recordarlo-. Aún no puedo superarlo, aunque han pasado ya casi nueve meses.
Después de esa corta explicación, Larisa se sintió mejor y peor. Mejor, porque se había quitado un peso de encima. Peor, porque le había estado hablando de sus problemas a un desconocido.
Aunque no le molestaba que fuera Noah.
-Bueno, hemos estado demasiado tiempo por aquí, y la gente puede vernos mal. ¿Seguimos nuestro camino?-preguntó, con una sonrisa leve y un poco incómoda.
Larisa Navratinova- Humano Clase Alta
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Re: No te distraigas a la hora de las compras [Noah Evans]
Escuché sus palabras con atención, ya que no hacía falta ser un genio para saber que eran una confesión sumamente importante para ella, y que entre todo el mundo, me había elegido a mí para desahogarse.
El dolor era palpable en su voz, confirmando que su hermano había sido alguien extremadamente importante para ella. No era justo que una alimaña se lo hubiese arrancado de esa manera de los brazos, en su presencia. Era un milagro que ella estuviese hoy frente a mí, viva y respirando.
—Nunca se llega a superar, simplemente se aprende a vivir con ello—sentencié, ya que yo había sido testigo de ello durante toda mi vida—Mi padre murió cuando yo era un bebé. Desgraciadamente nunca he podido echarle de menos porque no tengo recuerdos de su persona, pero si que he visto a mi madre llorar durante años por él—creí que lo justo, y la manera de conectar con ella, era contarle ese detalle de mi vida que antes le había dejado intuir—Con los años dejó de llorar y tiempo después dejó de estar triste y de gritar por él en sus pesadillas. Y estoy convencido de que vos también podréis hacerlo en futuro próximo—hice una pequeña pausa, con una expresión sincera dibujada en mi rostro. A veces tendía a hablar más de la cuenta, pero no podía evitarlo, y mucho menos cuando se trataba de esta joven a la que acababa de conocer—Con esto quiero decirle que no se rinda y siga luchando.
Como siempre, me dejaba llevar por mis instintos, que apagaban absolutamente todas mis alarmas frente a Larisa. Sabía muy pocas cosas sobre ella, pero podía afirmar rotundamente que era una buena persona, y a pesar de que mis palabras no iban a solucionar nada, por lo menos quería que la inspirasen para que después de este encuentro pudiese darle un nuevo enfoque a su vida.
Asentí con la cabeza ante sus palabras, sonriendo de nuevo después de un largo rato sin hacerlo. Con eso también traté de quitarle algo de tensión al asunto. Hicé un pequeño gesto con el brazo, dejando que ella pasase por delante de mí antes de coger las bolsas del suelo.
—Rumbo a la joyería entonces.
El dolor era palpable en su voz, confirmando que su hermano había sido alguien extremadamente importante para ella. No era justo que una alimaña se lo hubiese arrancado de esa manera de los brazos, en su presencia. Era un milagro que ella estuviese hoy frente a mí, viva y respirando.
—Nunca se llega a superar, simplemente se aprende a vivir con ello—sentencié, ya que yo había sido testigo de ello durante toda mi vida—Mi padre murió cuando yo era un bebé. Desgraciadamente nunca he podido echarle de menos porque no tengo recuerdos de su persona, pero si que he visto a mi madre llorar durante años por él—creí que lo justo, y la manera de conectar con ella, era contarle ese detalle de mi vida que antes le había dejado intuir—Con los años dejó de llorar y tiempo después dejó de estar triste y de gritar por él en sus pesadillas. Y estoy convencido de que vos también podréis hacerlo en futuro próximo—hice una pequeña pausa, con una expresión sincera dibujada en mi rostro. A veces tendía a hablar más de la cuenta, pero no podía evitarlo, y mucho menos cuando se trataba de esta joven a la que acababa de conocer—Con esto quiero decirle que no se rinda y siga luchando.
Como siempre, me dejaba llevar por mis instintos, que apagaban absolutamente todas mis alarmas frente a Larisa. Sabía muy pocas cosas sobre ella, pero podía afirmar rotundamente que era una buena persona, y a pesar de que mis palabras no iban a solucionar nada, por lo menos quería que la inspirasen para que después de este encuentro pudiese darle un nuevo enfoque a su vida.
Asentí con la cabeza ante sus palabras, sonriendo de nuevo después de un largo rato sin hacerlo. Con eso también traté de quitarle algo de tensión al asunto. Hicé un pequeño gesto con el brazo, dejando que ella pasase por delante de mí antes de coger las bolsas del suelo.
—Rumbo a la joyería entonces.
Noah Evans- Cambiante Clase Baja
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Fecha de inscripción : 31/08/2012
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