Lágrimas a la hora del crepúsculo y a la hora de la cena [PRIV]

Baphomet y Oliver
Cementerio
00:00 pm
Cuando los muertos descubren nada....

La desdicha es diversa. La desgracia cunde multiforme sobre la tierra. Desplegada sobre el ancho horizonte como el arco iris, sus colores son tan variados como los de éste y también tan distintos y tan íntimamente unidos. ¡Desplegada sobre el ancho horizonte como el arco iris! ¿Cómo es que de la belleza he derivado un tipo de fealdad; de la alianza y la paz, un símil del dolor? Pero así como en la ética el mal es una consecuencia del bien, así, en realidad, de la alegría nace la pena. O la memoria de la pasada beatitud es la angustia de hoy, o las agonías que son se originan en los éxtasis que pudieron haber sido.

Se llamaba Baphomet, no tenía apellido y vivía en un castillo oscuro de arquitectura modesta y oscurecida que transmitían melancolía y tristeza. Su linaje no había sido más que interrumpido por una catarsis en su memoria, no recordaba, no sabía. Los recuerdos de sus primeros años se relacionaban con los aposentos de su antiguo hogar ya olvidado, que se elevaban en voluminosas formas ostentosas aunque nunca habían oído hablar de su procedencia.  Baphomet simplemente se vio ocioso para decir que no había vivido antes, que su alma no tenía existencia previa.  

¿Lo niega? No discutiría por falta de recursos verbales ya que sus recuerdos eran puntos de luz que se difuminaban sin más. Estaba convencido pero no trato de convencer. Había, sin embargo, un recuerdo de formas aéreas, de ojos espirituales y expresivos, de sonidos musicales, aunque tristes, un recuerdo que no sería excluido, una memoria como una sombra, vaga, variable, indefinido, inseguro, y como una sombra también en la imposibilidad de librarse de ella mientras brillara el sol en su razón. Nada que hacer.

Él despertaba entre los eternos descansos de aquellos que perecían en olvido, entre silencio, entre vagos gritos que no eran más que escuchados por la soledad. Baphomet despertaba de un gran letargo, nadie supo cuando tiempo pasó pues solo él mismo era testigo de su despertar, con la marca en su pectoral de unas quimeras entre cruzadas con invertebrados que escupían veneno, sin ropas que le cubrieran su desnudez y un alma olvidada por otros. Dándole por muerto. Dándole por olvidado como el resto de los presentes que guardaban silencio dentro de sus tumbas.

-Olvidadle….que no despierte…..-Un último esfuerzo ajeno colisiona contra un alma que despertaba de su letargo para volver a caer en el sueño inconsciente de la locura, del inmenso dolor que traía consigo algo así.
-Que nunca duerma sin dolor…-Otro golpe cerca de uno de los costados de aquel que ya estaba en el nuevo letargo de su lo que hubiera sido su despertar. El crepúsculo estaba lejos pero la hora de la cena se acercaba para aquellos quienes deseaban un licor mucho más especial.
-Que no recuerde…-Una caricia sino a su garganta fue el golpe más doloroso de aquella noche, bloqueando algún ápice de aliento hacia su cerebro que le mandara respirar, pues no. No estaba en condiciones. No estaba siendo libre.

Baphomet y Oliver
Habitación
01:00 pm
Cuando los muertos descubren nada....

Él no se esperaba nada en absoluto del trato que le diera la vida. Él se sentía en el limbo, sentía que iba a luchar una batalla entre la vida y la muerte, pero entonces unas palabras le pareció escuchar, provenientes quizás de una voz preocupada o una persona impaciente por que no deseaba verle de ese modo o pensando en si era una carga cuidar de él mismo. Daba lo mismo. Baphomet estaba ahora en un paisaje blanco, demasiado iluminado como para creer que era real. El mundo real era oscuro y estresante. Nunca se podía tener en cuenta lo mucho que uno quería  estar en un mundo imaginario donde no hay dagas ni maltratos. Todo está en calma y nada le molesta a Baphomet, ni siquiera hay nadie quien le diga que es una miseria.

“Despierta…” –Escuchó en eco, estando en sueños aun pensó que había vida después de la muerte, pero cuando comenzó a abrir los ojos lentamente, vio que no estaba en el limbo, ni en el cielo ni en el infierno. Estaba en una habitación recargada con detalles ostentosos y a su vez con tonalidades oscuras, casi tristes pero que había algún que otro tono escarlata en las cortinas y ropa de cama que le cubría de su desnudez. Observo que a su derecha había un joven lo demasiado cerca como para poder sentir su fría piel contra la suya -¿Qué? –Se preguntó a si mismo debido a la confusión que sentía en ese momento. Tenía la certeza de que no saldría de ese lugar por el momento así que solo se recostó tras el susto que había adquirido al despertarse –Discúlpame…¿Dónde me encuentro? –Se quedó pensando en cómo había llegado hasta allá, pero no había recuerdo alguno más que cuando le trajeron al cementerio sin tener una respuesta a cambio.

El silencio se compartía en esa habitación, notaba como sus parpados le pesaban de sobremanera que podría dormir nuevamente, pero al ponerse de lado sobre aquel cómodo colchón, gimió de dolor al ver que por el interior de su cuerpo, le dio un resentimiento muscular bajo el musculo de la axila, cerca de sus costados -….Diablos…-Terminando de nuevo boca arriba, observo a su izquierda el gran ventanal que mostraba la belleza de la noche pero después, no más de diez minutos volvió a observar a aquel que aún estaba cerca de él -….¿Quién eres tú? –Se estuvo preguntando nada más ver a aquel joven -…Eres pálido…y…-se tuvo que tragar las palabras porque juro haber visto un halo carmesí en el iris ajeno -….tus ojos ¿están enfermos? O ¿Es que son especiales? –Se preguntó pues la confusión que tenía en ese instante, le estaba haciendo pasar malas jugadas.

Se concentró entonces en otros dos jóvenes que entraron inmediatamente pero que se quedaron en el sitio, parecían esperar ordenes de alguien o de aquel que estaba aún a su lado.