No te distraigas a la hora de las compras [Noah Evans]

por **Larisa Navratinova** Dom Sep 23, 2012 8:18 pm

Recuerdo del primer mensaje :

Llevaba caminando apenas cinco minutos y ya se sentía agobiada. Para una joven proveniente de Rusia, donde la palabra “buen tiempo” no se conocía bien- en cambio “invierno crudo” era cosa de todos los días-, la suave brisa que corría en aquél París primaveral era de un calor aplastante. En un pensamiento trivial se preguntó el cómo su madre se había adaptado tan bien al clima de San Petersburgo en Primavera, siendo que era la definición gráfica de “Mujer Francesa”.

Cierto, no podía detenerse a pensar en tonterías. Su querida madre le había encargado que hiciera algunas compras, esperando que un día de sol animara a su hija. Craso Error. Primero, porque Larisa no aguantaba bien el calor. Segundo, porque la pobre señorita no tenía ni la más remota idea de dónde se encontraban todas las tiendas que su madre le había señalado.

La tienda de telas la había encontrado casi por milagro, y le había faltado poco para ponerse a saltar y celebrar el hallazgo con un júbilo muy poco acorde a una dama. Pero justo a tiempo se recompuso, y con toda la dignidad que pudo reunir, se adentró en aquella casona y compró una preciosa Organza violeta junto con un par de cintas y alfileres. Se sintió satisfecha y orgullosa de sí misma… hasta que recordó que su madre también le había pedido una visita a la perfumería, tienda de joyas, pastelería, librería…

Después de la tienda de Telas, su suerte se acabó. Era demasiado tímida como para pedir indicaciones, y tampoco quería parecer una estúpida, pero mientras más avanzaba, más lástima inspiraba. Revisó los escaparates uno a uno, esperando a que los locales que su madre le indicó aparecieran mágicamente. Pero nada pasó. Antes de darse cuenta, estaba sentada en uno de los bancos de una plaza que no se le hacía conocida para nada, rendida y lamentándose de su hado.

-No importa- se dijo a sí misma- mientras encuentre el camino a casa por mí misma y le lleve la Organza a mi madre, sé que ella se sentirá feliz y orgullosa. Quizá es mejor que me vaya. Ahora, la bolsa…

Su rostro se puso lívido. La Bolsa. Con las compras. No estaba.

Si no tuvo un ataque de pánico inmediato, fue porque le avergonzaba ponerse a chillar ante todas las buenas gentes que estaban disfrutando de aquel día soleado en esa plaza desconocida. Pero no pudo evitar que unas gruesas lágrimas comenzaran a caer de sus ojos por el sentimiento de culpa e ineptitud. ¡La bolsa no estaba! ¡Le habían robado la bolsa sin que ella se diera cuenta! O peor… quizá se había olvidado de ella en algún lugar, por la constante preocupación de encontrar las tiendas específicas. Soy la persona más inútil del mundo- sollozó, mientras ocultaba su rostro entre sus manos y trataba de hacer pasar su llanto desapercibido.

por **Larisa Navratinova** Dom Sep 30, 2012 4:00 pm

La Joyería. Ése no era un trámite tan enorme. Su madre le había pedido que dejara una de las joyas más importantes de su colección para poder repararla. Era un collar no muy grande, de formas suaves e incrustaciones de zafiros. Valía lo suficiente como para que Larisa hubiera tomado la precaución de guardarlo en lo más profundo de su cartera, a salvo de ojos curiosos.

La energía se le había ido tan rápido como hubiera aparecido. El incidente reciente le había quitado un poco de la alegría que había estado mostrando hace un rato. No era una sensación agradable. Se le veía, de hecho, bastante cansada físicamente. Su mente, aunque un poco apagada, le daba vueltas a una interrogante.

-¿Por qué?- fue lo primero que salió de sus labios. La segunda parte no demoró en llegar- ¿Por qué te tomas tantas molestias para ayudarme, Noah?

La joven miraba al frente, como perdida en ese pensamiento. No le importó haberlo tuteado. Después de haberle contado la triste historia de su hermano, que la perseguía día y noche en forma de recuerdos, ya no había necesidad de un “señor” entre medio.

Él sería Noah, y ella sería Larisa. Así de simple.

por **Noah Evans** Dom Sep 30, 2012 4:16 pm

Íbamos caminando a paso tranquilo, sin apresurarnos, ya que después de los momentos vividos minutos atrás sentí necesario el imponer algo de calma en nuestras vidas. Lo que se había traducido en un nuevo paseo por las calles de París, aunque tuviésemos un punto de destino al que llegar.
Una vez más, mi mirada curiosa desobedeció mis órdenes y se dedicó a perseguir a la muchacha a la mínima ocasión que se me presentaba. De hecho, había sido un auténtico milagro que no me hubiese atrapado ya.

Al escuchar la manera en la que ella se había referido a mí quedó claro que ya no había cabida para más formalidades ridículas, lo que en parte aumentaba mi comodidad al hablar con ella.

—Si te soy sincero, no lo sé—respondí con simpleza, encogiéndome de hombros. Después de unos segundos sonreí suavemente, girando la cabeza en su dirección—Puede que sea porque para mí no es ninguna molestia. Aunque debo admitir que tampoco sabría decirte por qué razón no me molesta—a continuación una expresión ciertamente pícara se dibujó en mi rostro—Digamos que hoy ha sido tu día de suerte, así que aprovéchalo bien—añadí, como si yo fuese algo así como un genio de los deseos.

Realmente no entendía el por qué de mi comportamiento. Solo sabía que desde el primer momento que la había visto, sola, indefensa y perdida en aquel banco, algo dentro de mí se había activado empujándome a ofrecerle mi ayuda y protegerla. Y mi instinto nunca me fallaba.

por **Larisa Navratinova** Dom Sep 30, 2012 4:30 pm

Esa respuesta le bastaría por ahora. Viéndolo desde ese modo, era bastante lógico. La ayudaba simplemente porque ella necesitaba esa ayuda.

-Vaya día de suerte, ¿no?- agregó a sus palabras, riendo. Luego su voz se suavizó un poco más- Gracias.

Sentía la necesidad de agradecerle. Por haberla encontrado en esa banca, en primer lugar. Por haberle ofrecido su ayuda y su compañía en las calles, que cada vez se le hacían menos complicadas. Por haberse preocupado por ella cuando los recuerdos la asaltaron de nuevo y le causaron una nueva marca de uñas que agregar a su colección particular.

De hecho, tenía demasiado que agradecerle, pero con una simple palabra bastaría, y ella lo sabía mejor que nadie. No necesitaba agregar nada más.

La joyería apareció frente a sus ojos, exuberante y decorada. Una visión demasiado rimbombante, pero bastante elegante. Larisa miró el umbral y sonrió.

-¿Quieres entrar, o prefieres quedarte afuera? Lo que verás ahora será un poco intimidante- agregó, recordando el bendito collar que traía en la cartera. No quería que Noah se sintiera fuera de lugar al ver la pieza más cara de la colección de su madre.

por **Noah Evans** Mar Oct 02, 2012 3:18 pm

Sonreí de manera cálida ante sus palabras, haciendo a continuación un pequeño gesto de desinterés, tratando de quitarle importancia al asunto. No tenía que darme las gracias, ya que de igual manera que yo le había ofrecido mi ayuda, ella también me estaba ayudando a mí al permitirme disfrutar de su compañía. Sin duda alguna, era la primera vez que me acercaba tanto a una humana.

Por supuesto, seguiría celando mi secreto al máximo, ya que mi vida y la de mi madre dependían de que nos mantuviésemos en el anonimato. Aunque hubiesen pasado cuarenta años desde el incidente que le arrebató la vida a mi padre, nunca bajaríamos la guardia.

Finalmente llegamos a la joyería, otro de los lugares de París que jamás había visto por dentro, ya que no tenía sentido alguno entrar en un lugar en el que no podría comprar nada. No podía negar que sentía cierta curiosidad.
Entrecerré los ojos ante sus siguentes palabras, observándola durante unos breves segundos como si estuviese tratando de descifrar un gran secreto. A continuación relajé la expresión de mi rostro, poniendo gesto divertido.

—No me intimido facilmente—repliqué, expresando indirectamente mi deseo de seguir acompañándola—Aunque si prefieres hacer la gestión en soledad esperaré aquí sin problemas—añadí rápidamente, ya que tampoco quería entrometerme más en sus asuntos personales. Aún así podía notarse en mí cierta impaciencia, fruto de la curiosidad.

por **Larisa Navratinova** Mar Oct 02, 2012 10:18 pm

-En ese caso, no me molesta que entres- fue lo único que dijo, a la vez que pasaba el umbral.

Si hubiera una palabra para describir aquel lugar, sencillo no estaba entre ellas. Pocas veces había visto Larisa un despliegue de joyería como ese. Eran piezas tan intimidantes que su collar parecía un juguetito barato al lado.

El dependiente la miró con interés, casi olfateando que era una persona de clase alta en busca de algo importante. Larisa no se fue con rodeos y le mostró la pieza que había traído. Inmediatamente, aquel hombre se echó atrás, con una cara mezcla de respeto y admiración… y un poco de codicia.

-¿Joyería Rusa del siglo XVI?- preguntó, seguro de que la respuesta sería “sí”- Son piezas difíciles de encontrar. Y veo que le falta un zafiro. ¿De dónde ha sacado usted este collar?

-Uhm… Herencia Familiar, si es que puede decirse de algún modo, señor-respondió la joven, roja de la cabeza a los pies. Sabía que ese bendito collar iba a llamar la atención sobremanera.

Aquel bonito collar de Zafiros había pertenecido nada más ni nada menos que a Anastasia Romanov, esposa de Iván IV de Rusia y una pariente lejana por vía de sangre. Esta misma la legó en herencia a una de sus primas cercanas, que terminó casándose con un Navratinov y dejando el collar en herencia a las nueras del primogénito. Así era como había llegado a su madre, lamentablemente roto y mal cuidado. A la abuela de Larisa no le gustaban las joyas, y al momento de recibirlo lo había tirado por allí y se había olvidado de su existencia.

Y ahora lamentaba tenerlo ella entre sus manos, porque gran parte de la gente que estaba en la Joyería la miraba con interés o sorpresa. La pobre estaba terriblemente ruborizada, y miró a Noah en busca de ayuda, o más bien en busca de alguien cuerdo que no se intimidara sólo por una joya antigua.

por **Noah Evans** Jue Oct 04, 2012 3:40 pm

¡Guao! Fue todo lo que me pasó por la cabeza en cuanto puse un pie en la tienda. Nunca había visto tantas joyas y tantos objetos valiosos juntos en un espacio tan pequeño. Por un momento pensé en mi pequeña amiga hurona y en como sus ojos habrían brillado con intensidad al ver tantos lujos, tanto oro y piedras preciosas.
Eran momentos como este en los que me daba cuenta de la gran diferencia de clases sociales que había entre Larisa y yo, ya que para ella este tipo de gestiones eran pura rutina y para mi era algo impensable.

Sin embargo, no podía calificarse de envidia lo que estaba sintiendo en este momento. Era más bien una curiosidad infantil ante lo desconocido, deseando almacenar cada pequeño detalle para siempre en mi mente. A saber si algún día tendría la oportunidad de volver a entrar aquí...

Después de haber visto todas las demás, la joya de Larisa no llamó en extremo mi atención. Sin embargo, viendo y escuchando las palabras del joyero debía ser una pieza realmente única y valiosa, ya que al hombre le faltó poco para ponerse a babear sobre el collar.
De nuevo, la parte más tímida de Larisa salió a la luz, ya que sus mejillas tomaron un tono carmín que difícilmente podía pasarse por alto. Logré ahogar una pequeña carcajada en mi garganta, ciertamente divertido al ver como al final ella parecía haber terminado más intimidada que yo.

Fue entonces cuando mi mirada se cruzó con la suya. Le dediqué una sonrisa tranquilizadora, tratando de insuflarle algo de calma.

—¿Podrá arreglarlo?—pregunté, tomando la iniciativa en la conversación para brindarle a Larisa unos preciados segundos para recomponerse. El joyero me miró de arriba a abajo, visiblemente molesto porque yo me hubiera dirigido a él en lugar de mi compañera. Sin embargo, tras sopesar la situación durante unos instantes, el hombre asintió con la cabeza, sin llegar a mirarme a los ojos en ningún momento. Aunque le hubiese hablado, yo no era el cliente, así que no tenía interés alguno en dirigirse a mí.

por **Larisa Navratinova** Jue Oct 04, 2012 3:57 pm

Larisa se molestó con el dependiente, y con los franceses en general. Se supone que existía algo llamado Cortesía, y no la estaban teniendo con Noah. A veces se preguntaba si sus padres los habían criado demasiado liberalmente.

Por supuesto que no. Las personas son todas iguales en espíritu. ¿No enseña eso la iglesia?

-En ese caso, confío en que pueda arreglarlo lo antes posible. No le cambie nada, y no lo muestre a nadie. Es una reliquia de Ivan IV Vasilievich, y no podemos permitir ninguna modificación aparte de la anexión de ese zafiro. Con su permiso.

Después de haber pronunciado esas palabras con un tono frío- casi como una orden de la mismísima Zarina-, salió rápidamente de aquel lugar, que la estaba poniendo de mal humor. Era difícil hacer enojar a alguien como Larisa, pero lamentablemente ese ambiente lo había logrado.

Mientras caminaban hacia su siguiente- y al parecer final- destino, la Pastelería, la joven exteriorizó su molestia.

-¿Por qué aquí todos permiten que los pisoteen? ¿O acaso yo soy un ser extraño? ¿Qué tiene de malo mostrar aunque sea un poco de consideración con alguna persona de menores recursos? ¿Por tener un tonto collar Romanov merezco más respeto que los demás?

Las veces que esa pequeña vena de su carácter salía a la luz, se preguntaba si tal vez era un alma un poco revolucionaria.

por **Noah Evans** Jue Oct 04, 2012 4:26 pm

No pude evitar que la parte más pícara e irreverente de mí saliese a la luz al escuchar las palabras que Larisa le dedicó al joyero. Después de que ella saliese de la tienda después de haber puesto en su sitio al hombre, no pude evitar hacer una mueca burlona, gesticulando exageradamente con los brazos. El joyero miró hacia otro lado, molesto, sabiendo que no le quedaba otra que callar y aguantar como un chico de calle se reía de él en sus propias narices.

A continuación salí de la tienda, alcanzando rápidamente a mi nueva amiga. Sin embargo, probablemente por la falta de costumbre, ella parecía mucho más afectada por el gesto grosero del dueño de la joyería que yo. Los años me habían hecho ver como completamente normal una situación que al parecer para ella no lo era tanto.

—No merece la pena que te ofusques por algo así ni que pierdas tu tiempo haciéndote todas esas cuestiones—dije con tono suave, conciliador. Tal vez en su país natal las cosas fuesen distintas, pero en París nadie de mi clase social esperaba nada de las otras clases más pudientes—Simplemente la sociedad funciona así y cada individuo intenta ocupar el puesto que le corresponde—añadí con resignación. Recordaba que de joven había tenido mil y un debates con mi madre sobre este tema en concreto, pero con los años me había dado cuenta que si quería seguir ileso lo mejor era agachar la cabeza y cumplir con mi cometido.

Me quedé en silecio durante unos segundos, dándole vueltas al asunto. Fue entonces cuando, sin darme cuenta de lo que estaba diciendo, las palabras escaparon de mis labios.

—No sé si serás un ser extraño, pero en el poco tiempo que he tenido para tratarte si que puedo asegurar que eres realmente increible.

por **Larisa Navratinova** Jue Oct 04, 2012 4:44 pm

-Para nada. Sólo recibí una buena educación, eso es todo.

Larisa nunca había sabido cómo responder a los cumplidos, así que siempre solía usar evasivas ante la idea de un halago sincero. Así era como la habían criado, y ella siempre solía ser fiel a los principios que le habían inculcado desde pequeña.

Siempre se le había dicho que ante un halago, no debía sentirse superior a los demás, puesto que la humildad ante todo era un don mucho mejor a todo el resto. Por lo mismo, siempre debía responder con amabilidad, pero evitando el cumplido en sí. Esas cosas y muchas otras hacían que gran parte de la prole de San Petersburgo soñara algún día con trabajar en la Hacienda de los Navratinov, donde sabían que serían tratados bien y sin distinciones de dinero o clase.

Viéndolo de ese modo, aquella familia era muy extraña en una sociedad donde las castas dominaban toda la vida diaria.

-Tengo que agradecerte de nuevo-dijo poco después-. Si no hubieras intervenido, me habría quedado allí, estática. No soy muy buena soportando la presión-agregó, con una media sonrisa, quizá un poco irónica.

Pero cuando llegaron a la pastelería, esa media sonrisa cambió a una completa al ver el enorme despliegue de dulces en el escaparate.

¡Dulces!

por **Noah Evans** Lun Oct 08, 2012 9:48 am

Sonreí de nuevo, aunque no pude evitar fruncir un poco el ceño, sin molestia en mi rostro, ante sus palabras iniciales. Aquellas con las que educadamente me llevó la contrario, negando el cumplido que le había dedicado.
Iba a ser más difícil de lo que pensaba que esta muchacha aceptase un halago por las buenas, a diferencia de cualquier otra señorita de sociedad. Mientras que otras parecían necesitar esos cumplidos para poder seguir viviendo, Larisa ponía todo su empeño para evitarlos, no queriendo darse cuenta de la verdad que había tras esas palabras.

—Digamos simplemente que has sido la beneficiaria de una oferta especial y limitada que incluye protección frente a la presión, además de mis servicios como guía—repliqué con tono juguetón, quitándole importancia al asunto. Volví a sonreir ampliamente, continuando con nuestro camino.

El agradable aroma a pan recién horneado y glaseados de azúcar llegó a mi nariz antes de que mis ojos pudieran divisar nuestro siguiente destino. Probablemente uno de mis lugares favoritos de París, y mi estómago glotón y goloso por supuesto me daba la razón.
Si bien los productos de la pastelería no eran parte de mi dieta habitual, sí eran un capricho que nos podíamos permitir bastante a menudo, haciendo la delicia de nuestros paladares.

No pude evitar dar un par de zancadas largas y rápidas, tomándole la delantera a Larisa. Practicamente pegué mi rostro al expositor, soltando un pequeño suspiro feliz. ¿A quién le amarga un dulce?

—Un pedazo de cielo en la Tierra...—murmuré, cerrando los ojos para perderme en el aroma, sacando a la luz mi lado más glotón. Después giré la cabeza en dirección a Larisa, lanzándole una mirada cómplice—¿No crees?

por **Larisa Navratinova** Lun Oct 08, 2012 7:25 pm

La joven no pudo más que asentir con energía. Los dulces eran, definitivamente, su debilidad. Y esa muestra de pasteles y chocolates al frente de ella no hacía más que tentarla.

Lo peor era que, en la pastelería, su madre le había dado libertad de elección. Muy mala idea. Ahora tendría que decidir entre todas esas golosinas, una empresa que causaba que su corazón se partiera en mil pedazos ante la idea de elegir sólo uno o dos.

Estas son las veces en las que agradezco tener dinero suficiente.

-¿Quieres entrar? Voy a necesitar algo de ayuda- invitó, esperando que con la ayuda de Noah no se lanzara a comprar todo lo que estuviera cubierto de Faux Fondant. Con un poco de vacilación, puso un pie dentro del lugar, esperando no emocionarse demasiado...

Pero terminó emocionándose, y emitiendo un pequeño grito de satisfacción.

Aquella pastelería era un espectáculo de colores y formas variadas, de texturas y sabores. Grandes pasteles se exhibían por aquí y por allá, con complicadísimos adornos hechos de azúcar, que se levantaban majestuosos. Pequeños bombones de chocolate estaban guardados celosamente dentro de hermosas cajas ornamentadas. Las paletas, hechas de caramelo puro, exhibían sus vivos colores cerca de las figurillas de mazapán.

Ese era, definitivamente, un pedazo de cielo en la tierra. Y lo mejor estaba por llegar.

Larisa, entusiasmada, dirigió su vista a uno de los muebles, que tenía encima un par de dulces de menta, y una especie de pequeñas masitas con forma de Matryoshka que Larisa conocía muy, muy bien.

-¡PRYANIKI!- exclamó, sorprendida, para luego casi ponerse a saltar de alegría- ¡Bozhe Moy! (Cielo Santo) ¡Tienen Pryaniki!

Los clientes, extrañados, vieron cómo Larisa casi se pone a bailar de alegría. Era todo un espectáculo. Y uno muy divertido.

He aquí el Pryaniki

Spoiler:

por **Noah Evans** Miér Oct 17, 2012 5:13 pm

Continué embobado durante algunos segundos más, los suficientes como para que Larisa se acercase hasta mi posición frente al escaparate, admirando los productos con algo más de recato y clase que yo, evidentemente.

—Jamás podría decir que no a semejante proposición—accedí sin duda alguna. Como buen glotón que era por naturaleza, una visita a la pastelería siempre era bien recibida, y más cuando la compañía era inmejorable.

Entré al local inmediatamente después de ella, manteniendo la distancia justa y necesaria como para que se supiera que estábamos juntos pero para no dar a entender que realmente estábamos juntos. Realmente no entendía por qué me preocupaba tanto lo que el resto del mundo pudiera pensar al vernos haciéndonos compañía mutua, ya que nunca me había importado lo más mínimo. Sin embargo, había algo dentro de mí, que aún no sabía identificar, que me empujaba a proteger a Larisa, aunque fuese en un aspecto tan simple como su imagen pública en sociedad.

Al escuchar sus gritos pasé por varios estados de ánimo en menos de un minutos que duró el espectáculo. En primer lugar alerta. Después desconcierto. A continuación alivio. Finalmente, diversión absoluta.
Después de lo que había ocurrido unos minutos atrás, tras el incidente de las uñas, no pude evitar sentir una gran alegría al ver como Larisa se emocionaba y exaltaba tanto por unos simples dulces. La sonrisa volvió a instalarse en mi rostro una vez más.
Ignorando las miradas del resto de clientes de la tienda, avancé hasta quedarme a su lado, deseoso y curioso de descubrir aquello que había generado tal reacción en ella.

—¡Vaya! Pensé que no había nadie más a parte de mí en todo París que bailase ante la visión de un buen dulce—bromeé tras emitir una carcajada un tanto estridentes. Total, no merecía la pena intentar disimular cuando absolutamente todo el mundo tenía sus ojos clavados sobre nosotros. Lo cierto es que los pasteles tenían un aspecto inmejorable—Con que Prya-... pryakn-... bueno, eso—señalé con el dedo ante la imposibilidad de pronunciar la palabra correctamente—¿Son de tu país?

por **Larisa Navratinova** Miér Oct 17, 2012 10:34 pm

Larisa sólo rió ante el primer intento de Noah de pronunciar aquel intrincado nombre. Cuando era pequeña, a ella también se le había hecho difícil.

-Pryaniki- volvió a decir, esta vez más lentamente. A pesar de que sentía varias miradas encima de ella, no le importó en lo absoluto. Nadie borraría esa sonrisa de su cara-. Sí, son de Rusia. Son bastante comunes allá, pero nunca pensé que encontraría Pryaniki en una pastelería como ésta- agregó, con una mezcla de sorpresa y euforia.

Como olfateando la alegría de la chica, apareció uno de los ayudantes de la tienda, preguntando los pedidos. En ese momento Larisa estuvo a unos pasos de llevarse todo, pero se recompuso antes de abrir la boca.

-Quiero el pastel Pompadour que está en el exhibidor, una caja de bombones de chocolate y una bolsa de Pryaniki, por favor.

Luego de que el vendedor se fuera, Larisa soltó un gran suspiro de alivio. Que bueno que no me extralimité. Han sido sólo tres cosas. Sólo tres.

Pronto el ayudante volvió con sus pedidos, los cuales la joven pagó diligentemente. Se sentía bastante feliz. Fuera del incidente de las telas, todo el resto del día había dado paso a una misión cumplida, aunque apenas se acordara de los recorridos. Pero tenía que agradecerle a Noah de alguna manera toda la ayuda que le había prestado. Optó por comenzar con un pequeño dulce, al salir de la pastelería.

-¿Quieres algunos? Te aseguro que son bastante buenos- le tendió la bolsa con Pryaniki a la vez que sonreía.

por **Noah Evans** Vie Nov 02, 2012 12:18 pm

—Pryaniki—volví a repetir en un susurro instantes después de que ella me corrigiera, tratando de imitar su manera de pronunciar lo mejor posible.

Al verla feliz y sonriendo de esa manera no pude evitar sentir cierto calor en el interior de mi pecho que me producía una sensación extremadamente agradable. Una vez más, esta muchacha conseguía hacerme comer de su mano sin pretenderlo, simplemente con su forma de ser y de actuar.
Por supuesto, y después de tanto alboroto, uno de los empleados de la pastelería no tardó demasiado en ir a atender las necesidades de su exaltada clienta. Como había hecho en las ocasiones anteriores, adopté un rol pasivo, dejando que Larisa atendiese sus recados de manera personal y sin interferir a menos que fuese estrictamente necesario.

De repente mi estómago decidió traicionarme, emitiendo un no demasiado disimulado gruñido. Tosí exageradamente un par de veces, mirando en la dirección contraria a la que Larisa se encontraba, tratando de esconder las impertinencias de mi cuerpo. Por suerte para mí, en unos pocos segundos más salimos de la tienda, alejando el motivo de mis ataques de hambre y glotonería.
Sin embargo, los dulces estaban decididos a ganarme la batalla, ya que en un abrir y cerrar de ojos Larisa pusó la bolsa de Pryaniki delante de mis narices. En esta ocasión al menos mi estómago permaneció en silencio.

En un primer momento pensé en negarme, ya que no me pareció demasiado educado por mi parte. Sin embargo, estaba bastante seguro de que Larisa había escuchado el rugido de minutos atrás, por lo que decidí aceptar su oferta antes de que ella me recordase que estaba hambriento.

—Gracias—respondí. Sostuve el pequeño dulce entre mis dedos, olfateándolo antes de finalmente darle un mordisco. Un sonido apreciativo escapó de lo más profundo de mi garganta—Vaya, veo que los rusos realmente entendéis de repostería—alagué entre bocado y bocado, recordando la voz de mi madre que me gritaba que no debía hablar con la boca llena. En cuestión de segundos el dulce había desaparecido, llenando mi estómago de felicidad.

por **Larisa Navratinova** Vie Nov 02, 2012 1:42 pm

No pudo evitar dejar escapar una enorme sonrisa en cuanto Noah tomó uno de los Pryaniki y lo mordisqueó, dejando escapar un sonido de satisfacción. Ella también tomó uno de la bolsa y se dispuso a hacer lo mismo, soltando un gemido de felicidad al sentir el familiar sabor de aquel dulce en su boca. A pesar de que no era un Pryaniki con el habitual sabor ruso, los franceses habían hecho una buena mezcla y le habían agregado frutillas y crema en el interior. Era una combinación extraña, pero que funcionaba.

Aún así, a pesar de la felicidad que mostraba en el exterior, Larisa estaba algo entristecida. Ambos estaban cerca de terminar el paseo que los había llevado a recorrer gran parte del centro de París, y la verdad era que no le hacía mucha gracia separarse de su acompañante. Casi sin darse cuenta, le había tomado cariño. El suficiente como para que alejarse le causara algo de dolor. Y el hecho de saber que posiblemente después de este paseo no lo volvería a ver no ayudaba mucho que digamos.

Estuvo dándole vueltas al asunto por un tiempo corto. Si no podía volverlo a ver, al menos le dejaría algo que le recordara su agradecimiento por la ayuda prestada, y de paso, que siempre que necesitara algo ella estaría allí.

Sin vacilar, se quitó el collar que llevaba puesto ese día, sacó el paquete de bombones y se los tendió con una media sonrisa y un pequeño sonrojo en las mejillas.

-Ten- dijo, en voz baja-. Sé que no es mucho, y posiblemente es estúpido regalar un collar a un hombre, pero quiero que los tengas. Puedes hacer lo que quieras con él, venderlo si quieres, no me importará. Sólo quiero que recuerdes a la persona a la que ayudaste y tengas presente que si necesitas algo, lo que sea, puedes contar conmigo.

La mano de Larisa quedó en el aire, esperando a que Noah reclamara el regalo como suyo.

Collar:

Spoiler:

P.D: Me inspiraste demasiado, así que contesté de inmediato (:

por **Noah Evans** Sáb Nov 03, 2012 7:39 am

No pude ocultar mi sorpresa al ver como se quitaba el collar y me lo entregaba junto con la caja de bombones. Me quedé quieto, sin mover ni un solo músculo, simplemente mirando de manera alternativa el rostro de Larisa y sus manos.
Antes de que ella llegase a pensar que me había dado una parálisis fulminante, tomé el collar de manera delicada entre mis manos, examinándolo con cuidado y mimo. Más allá del valor material que pudiese tener, me había emocionado profundamente que ella hubiese decidido entregarme un objeto personal suyo.

—Larisa yo... no puedo aceptarlo—dije finalmente, utilizando un tono de voz inusualmente suave. Por una vez no había actuado buscando obtener algo a cambio, así que su ofrecimiento me había tomado por sorpresa—No es mi intención rechazarte, no me mal interpretes, pero es que no tengo nada a cambio que entregarte.

Por otro lado, el hecho de que ella me hiciese un regalo solo significaba una cosa: se estaba despidiendo. Finalmente había realizado todos sus encargos y era el momento de que separásemos nuestros caminos y de regresar a nuestros respectivos hogares.
Era algo inevitable que tenía que ocurrir antes o después, pero había estado tan cómodo en presencia de Larisa que no podía evitar sentir cierto enfado con el destino por querer apartarla tan pronto de mi camino.

Con el collar aún entre mis manos, y sin coger aún los bombones de las de Larisa, una pequeña ocurriencia se me pasó por la cabeza. No creía que fuese muy apropiado, pero no perdía nada con intentarlo.

—Te propongo algo. Aceptaré el collar con la condición de devolvértelo la próxima vez que te vea—propuse mientras que una sonrisa ciertamente pícara se dibujaba en mi rostro—A cambio de tu tiempo podría volver a ser tu guía por la ciudad...

por **Larisa Navratinova** Sáb Nov 03, 2012 2:37 pm

La joven no pudo ocultar su sorpresa. Entonces, ¿Podría volver a verlo? Sonrió como nunca antes lo había hecho. ¡Entonces, no era una despedida! No había noticia más feliz para ella en estos momentos. Aún si le dijeran que toda su familia se mudaría a París, no sería lo suficientemente alegre como para comparársele.

No se había sentido tan alegre y revitalizada desde que dejó Rusia. Era como si toda la felicidad perdida hubiera vuelto de golpe. Literalmente. Apenas pudo controlar su voz para responder.

-Aceptaré con gusto el trato, Noah. Estaré esperando el día en el que nos encontremos de nuevo.

No lo entendía. ¿Por qué estaba tan feliz? ¿Por qué sentía como si estuviera irradiando luz a su alrededor? Era extraño, considerando que hace un par de horas su acompañante era un completo extraño. Cierto era que la joven pecaba de encariñarse rápido con la gente, pero ¿Tanto cariño? Era algo anormal, hasta para ella. Algo que la hacía pensar.

Pronto la joven reconoció algunas cosas a su alrededor, y se dio cuenta de que estaba muy cerca de llegar a su hogar. La sonrisa comenzó a desaparecer lentamente, dejando paso a una expresión de serenidad. El paseo había llegado a su fin de una manera bastante amena.

-Creo que deberías dejarme aquí. Sé como volver a mi casa, no te preocupes. Ojalá disfrutes los chocolates- volvió a sonreír, tratando de apagar un poco el fulgor que despedía casi inconscientemente-. Espero que volvamos a vernos pronto.

Y dicho esto, se despidió levemente con la mano y comenzó a caminar hacia su residencia.

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No te distraigas a la hora de las compras [Noah Evans]

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