♠ Más negro qué la noche. ♠ -Vampiros.-

por **Selina Leonora De Souza** Dom Sep 30, 2012 6:27 am

EL CLUB DE LOS POETAS... NO MUERTOS.

Más negro qué la noche: Danse Macabre/1

El guardián miró hacia abajo en la medio de la noche:
Sobre las tumbas que yacen dispersas allí,
Con su luz plateada la luna llenaba el espacio,
Y la iglesia como el día parecía brillar,
Entonces vio, primero una tumba, y luego otra que se abría,
Y hombres y mujeres fueron vistos al avanzar,
Envueltos en pálidas y níveas mortajas.

Apurados por correr pronto doblaron los tobillos,
Girando en rondas y danzas tan alegres,
El joven y el viejo, el rico y los pobres.
Pero las mortajas les molestaban,
Y como la modestia no puede perturbarlos,
Se sacudieron, y pronto aparecieron los sudarios
Dispersos y confusos sobre las tumbas.

La noche era hermosa, luna negra le llamaban algunos, otros le decían menguante, la hermosa Paris llena de contrastes ilumina un sector muy importante en Europa, una de las ciudades mas conocidas en el continente, el glamour, la belleza, moda, y todas aquellas festividades vanas qué encantan a los pobres y simples mortales, los qué son atraídos como mariposas nocturnas a una hoguera, es una lástima qué no solo se acerquen al fuego, pues hay muchos qué en aras de su inocencia, sus insanos pensamientos tontos y superficiales, o aquellos qué quieren saber de más, siempre, siempre terminan con las alas quemadas, o simplemente muertos. En una de los mejores barrios de la ciudad, justamente en una gran mansión de arquitectura gótica, poseedora de uno de los más bellos y lúgubres jardines de alrededor, había una gran algarabía, mucho movimiento, criados qué iban y venían, una gran y larga mesa cubierta con un mantel de satín rojo cubriéndola, todo un festín sobre ella, botellas de vino y diversos licores, en el salón central solo la luz de muchas velas, el vivaz fuego de la chimenea, una hermosa decoración en tonos rojizos, violetas y negros, los muebles, los adornos, el aroma amaderado del piso recién pulido. Gruesas cortinas de terciopelo cubrían los enormes ventanales, solo aquellos qué daban al patio se encontraban abiertas dando una incomparable vista justo frente al cementerio. En un rincón se encontraba un piano y un violín, aquella noche era una de las más memorables de la ciudad, una escabrosa reunión se llevaría a cabo en pocos minutos. A las afueras se podía escuchar el aullido lastimoso y doliente de varios perros, los búhos ululaban, otras aves acompañaban ese canto de distintas maneras, sin embargo muchos otros animales nocturnos por alguna razón desconocida por muchos, permanecían en silencio, dentro de sus guaridas.

Entonces agitaron las piernas, estremecieron los muslos,
Mientras la tropa con extraños gestos avanzaba,
Los gritos y clamores se elevaron alto,
Hasta que el tiempo y la danza marcaron el mismo ritmo.
La vista del guardián parecía abrumada de maravillas
Cuando el villano Tentador le habló así al oído:
Aprovecha una de las mortajas que allí yacen.

Rápido como el pensamiento la tomó y huyó
Detrás del portal de la capilla a toda velocidad;
La luna seguía derramando su blanquecina luz
Sobre la danza que temerariamente se desarrollaba.
Pero los bailarines se fueron retirando uno a uno,
Y sus mortajas, mientras se desvanecían, reposaron,
Y bajo el césped todo estuvo tranquilo.

En las caballerizas los caballos relinchaban, estaban inquietos, un par de antorchas encendidas iluminaban el camino del cancel de entrada a la puerta principal, una enorme puerta de caoba era la guardiana del “hogar” de quien sería la anfitriona de la noche. Algunas veces al año, se elegía una mansión o mejor dicho guarida, se elegía para esta particular reunión. Más no todo lo qué reluce es oro, en el sótano de la mansión, se encontraba una mazmorra, con jaulas de piedra y gruesos barrotes, grilletes y múltiples aparatos de tortura medieval, directamente usados por diversos inquisidores. En las celdas, yacían hermosas doncellas, muchas no mayores a los quince años, mas todas pasaban de los once. Una variedad poco comparable de rizos, tonalidades de piel, complexiones corpóreas, distintos colores de cabellos y ojos. Todas ellas amordazadas y con manos y piernas atadas por los gruesos grilletes encadenados en las paredes. Esa noche sería el fin de todas ellas, no cabía duda qué a veces pagaban los justos por los pecadores, y esa noche en esa mansión habría muchos pecadores. Una extraña melodía comenzó a sonar, los criados precedieron a abandonar la casona y refugiarse en algunas casuchas en el patio de la misma. Esa canción qué era macabramente irónica, taladraba los oídos de las victimas inocentes.

Pero uno de ellos tropieza y queda tendido allí,
E intenta alcanzar el sepulcro con desesperación;
Sin embargo, sus camaradas lo ignoraban,
Y él percibió el aroma del sudario en el aire.
Así que agitó la puerta, pues el guardián se protegía,
Para repeler al enemigo, bajo el bendito peso
De las cruces de metal.

El sudario debe conseguir, pues sin él no hay descanso,
Permaneció unos instantes reflexionando
Sobre los ornamentos góticos que el espectro ansiaba.
¡Pobre guardián! ¡Su destino está sellado!
Como una larga y espantosa araña, en súbito andar,
Así avanzaba el pérfido y espantoso gusano.

Sean bienvenidos todos aquellos hijos de Caín y Lilith, esta noche en particular anunciará muchos finales, pero sobre todo un comienzo, una temible cofradía vería la irónicamente la luz rodeada de sombras, el temor, la violencia, el desenfreno, aquellos pecados qué llevan a la locura, la sensualidad a flor de piel, el dulce veneno de lo qué muchos llamarían prohibido, colmillos blancos, afilados y resplandecientes como la luna, ojos de fieras, instintos aguzados, el miedo se apoderaba de muchas almas sensibles, esa noche sería especial, una lúgubre magia envolvía el ambiente, esa noche sería un bacanal, el comienzo del fin de muchas vidas, la corrupción de las almas. Todo aquello qué los vampiros disfrutan acunados por el dolor, sádicos y enfermizos, risas macabras como aquella canción, los cuerpos danzaran, la sangré correrá en pequeños hilos qué luego serán ríos. Esta noche todo está permitido, qué el juego comience…

El guardián tembló, y la palidez lo sobrecogió;
Mientras el fantasma buscaba su sombría mortaja,
Cuando al final (ahora nada puede salvarlo)
En un diente de hierro fue capturado,
Cuando el luctuoso brillo de la luna se apagaba,
Cuando sonoro estalló el trueno de la campana,
Desvaneciendo el esqueleto, deshecho en átomos.

Johann Wolfgang Von Goethe (1749-1832)

Código realizado por Cinderella

Primer tema del club de los poetas... no muertos.
Tabla fabricada por Little Wonka ©

Normas

Diviértanse, procuremos no extendernos mucho en los roles, no hay un orden, no importa sí se dan post 18 TODO SE VALE siempre y cuando el otro o los otros estén de acuerdo.

por **Gilles Davignon** Jue Oct 04, 2012 12:00 am

El calor de las velas acaba de joderle el momento; el repugnante olor le produce hastío, ese par de terribles ganas por devolver la majestuosa cena que se preparó segundos antes de cruzar por el umbral de la puerta, ¿En dónde demonios se encontraba? Ni siquiera él podía estar consciente del nombre de la calle o la ciudad en la que pasó los últimos días. El ritmo de su vida dio un giro drástico y poco le importaba memorizar los estúpidos nombres de esos lugares. Salió de París hacia una pequeña ciudad de las cercanías el por qué sólo el bendito demonio lo sabía y es que Gilles perdió toda su consciencia bajo las garras de aquella bestia llamada alcohol, no recordaba nada. Es muy probable que haya sido él mismo quien envenenó su copa con un poco de agua bendita para que le quemase las entrañas y así poder sentir la mínima incapacidad del los ebrios en la taberna. Mezcló un par de hierbas que también provocan laceraciones en la piel del vampiro y bebió su brebaje preparándose para lo peor, ahora se sentía como un jodido adolescente con resaca. Tuvo que deshacerse de las velas y el resto del humo que quedó suspendido en el aire, creo las formas del crimen perfecto. No había cuerpos y nadie que los fuese a reclamar. Se recostó sobre el viejo sillón de madera al lado de la chimenea «Maldito viejo de mierda, ¿No tenías algo más cómodo?» Se quejó dentro de sus pensamientos clavando la mirada en ese par de ojos azules que lo miraban desde el otro lado de la habitación en un ángulo poco usual para un humano, por supuesto ¡Estaba muerto! Gilles rebanó su cabeza como si se tratase de un pedazo de mantequilla. La sangre brotó por borbotones y se esparció en el suelo cual río en las montañas. Las paredes que lucían un hermoso tono olivo, ahora eran terroríficas pinturas con las manos de ese incauto tratando de aferrarse a una vida injusta. Un par de dientes se clavaron en el pasamanos de las escaleras, las orejas colgaron del candelabro en la estancia y la lengua, oh la lengua del sujetillo, esa aún se hallaba sumergida en la copa de la cual el vampiro bebía tranquilamente.

No recordaba la última vez en la que una cena, un festín como ese le había resultado tan perturbadoramente placentero. Le dolía la cabeza, sentía que sus entrañas estaban a punto de estallar con la sangre putrefacta que les hacía beber. El dolor en las torturas del Medievo era sólo un aficionado en comparación con lo que Gilles auguraba dentro de su cuerpo. Era como si miles de estacas se clavaran sobre su perpetua piel y astillaran cada rincón para desangrarlo de la misma forma en la que él lo había hecho con el anciano. Aspiraba su dolor con una sonrisa sardónica y se quejaba en la obscuridad tarareando una nana olvidada. En ese instante lo recordó «¿Dónde dejé ese pedazo de papel?» Entrecerró los ojos y observó con detenimiento el resto de la habitación sólo para darse cuenta que lo traía en el bolsillo interno del abrigo. Lo sacó con sumo cuidado, para leerlo. No necesitaba de la luz para ver perfectamente en medio de las penumbras. –Poetas no muertos…. Bla, bla, bla,… Selina, más puñetera mierda- Se puso de pie suspirando, tronándose los huesos del cuello. No sabía con exactitud cuál o a qué se debía el impulso que sintió por acudir al llamado en esa nota. Una mujer lo había contactado con un fin desconocido y era la maldita curiosidad la que siempre ganaba en él, además Gilles nunca piensa lo que hace y, en caso de que preste atención a algo, nada bueno surgirá a partir de su enfermizo análisis. Se dirigió hacia la puerta de salida, echó un último vistazo a su obra maestra y encendió el fuego con la última vela que quedó prendida, la misma que se encontraba encerrada en una lámpara en el vestíbulo de la casona. Corrió por las calles descalzo, con los pantalones rotos y la camisa sucia. El cabello le brillaba en una jodida capa de porquería –Espera Gilles, ¿Qué estás haciendo? ¿Piensas presentarse así ante esa mujer? ¡Ten un poco de vergüenza!- Se recriminó, pero ya era demasiado tarde. En lo que sus labios pronunciaban esas palabras él llegó hasta la verja del jardín. Tocó la puerta y valiéndose de su poca paciencia ingresó sin más nada. Ahí estaba ella, esperándolos a todos como una gentil anfitriona. Sonrió –Toma, las acabo de cortar de tu patio. Diría que son hermosas como tú, pero la verdad es que ambas me son repugnantes- Antes de que ella pudiese tomarlas, él las soltó provocando que las espinas cayeran al suelo en un sordo movimiento.

por **Bryanna Alixtor** Jue Oct 04, 2012 8:40 pm

La noche pasada estuve en una pequeña reunión llena de mortales. Debo decir que estaba llena de chicos apuestos, era obvio que al verme lo único que deseaban era mi cuerpo, me causaba gracia como caían tan fácil, un par de palabras bonitas y una copa de vino, creyendo que así ganarían mi afecto. Fue sencillo atraerlos a todos hasta donde se encontraba mi mansión, haciéndoles creer que haríamos la orgía de sus vidas.
No es necesario hacer saber lo que paso después de ahí pues es bastante obvio.
Estaba descansando un rato en lo que era una cama enorme, sobre los cadáveres de aquellos chicos, que había asesinado uno a uno, mientras trataban de hacerme el amor, era gracioso ver sus caras de dolor y sorpresa. Decidí posar un rato, mientras bebía y me bañaba de su sangre.
Aquella noche tenia algo que hacia que el interior de mi cuerpo se sacudiera lentamente.
Mi piel se ponía cada vez más pálida y sentía como esta se erizaba sola.
Al fin me había levantado de aquella pila de cuerpos, me dirigí hacia el ventanal de esa habitación y abrí las cortinas, dejando entrar la luz de la luna, iluminando la mayor parte de la habitación, valla si era una hermosa noche, la luna tan grande como jamás la había visto, y unas cuantas nubes le decoraban alrededor pero sin taparla.
La sangre cubría la mayor parte de mi cuerpo desnudo, me gustaba relamer la sangre que quedaba alrededor de mi boca, tenia pensado salir esa noche a divertirme un rato mas, y ver que pasaría con el resto de las personas al enterarse que sus seres queridos habían muerto. Antes de que pudiera darme cuenta, alguien había llamado a la puerta principal de la mansión, intente ser discreta, pues ¿como reaccionaria alguien si mira a una chica como yo abriendo la puerta bañada de sangre?.
Decidí ignorar el llamado y me dirigí al baño a tomar una ducha. Me encantaba tomar duchas largas, aunque este no seria de sangre, para mi mala suerte.
Al fin había terminado, me puse un vestido que había comprado la semana pasada, era color negro, con encajes, un moño en la parte trasera y bordes rojos.
- Que desperdicio de hombres - , me dije a mi misma mientras terminaba de arreglarme el cabello.
Baje por las escaleras y me dirigí hacia la puerta que habían llamado para ver si aun seguían ahí. Pero al abrir la puerta no había nadie. Solo una carta debajo del portón.
Decidí recogerla y abrirla para ver lo que decía en ella. No estaba muy segura si solo se trataba de una broma o en realidad era una invitación, aun así, usaba palabras muy convincentes.
Deje salir una ligera risa de mis labios, pues sonaba bastante entretenido. Además, nunca rechazaría la invitación a una fiesta.
Llame a William, mi chófer, para que trajera el carruaje y me llevara hacia aquel lugar donde seria la reunión.
Por fin había llegado a aquel lugar, eche un vistazo a los alrededores, y así, me decidí a entrar por aquel portón.
En eso mire a la que seria la anfitriona, dándonos la bienvenida, mientras yo solo me dedique a darle una sonrisa falsa.

por **Beatrix Delaga** Vie Oct 19, 2012 1:50 am

¿Cómo podía ser todo aquello tan hermoso? ¿Cómo podía ocultarse tanta belleza en un lugar, tanta exquisitez, tanta elegancia? Pero sobre todo tanta oscuridad... Desde que estaba en París nunca había visto nada semejante, y eso que ya había visto y hecho muchas cosas que podrían considerarse elegantes y exquisitas. Demasiadas. Pero lo que vi aquel día se me antojó aún más delicioso si cabe, más hermoso.
¡Cuánto me alegro de haber recibido aquella invitación! Aunque en el fondo me sorprendía. No sabía que hubieran otros...vampiros que conocieran mis pasos por París, o siquiera mi nombre, no por algo yo era como un fantasma de la noche bien avenido, aún así no me importó, ni pensé en cómo podrían haberlo sabido siquiera. Simplemente sonreí cuando uno de mis criados me trajo la invitación aquella noche, mientras yo me bajaba de mi carruaje.
Aún tenía en los labios los restos de la sangre de mi última víctima. Una víctima...que no era precisamente un vagabundo.
Me guardé la invitación y volví a meterme en mi mansión. Me arreglé con muchísimo esmero para ir a aquella pequeña...¿fiesta? u organización, algo sobre los poetas...no muertos. Qué curioso. O vete a saber. Daba igual, yo quería ir y punto. Así que me enfundé en un vestido rojo sangre, dejando caer mi largo cabello oscuro suelto y con unos largos y exquisitos guantes negros en las manos. Dejé que una de mis esclavas de sangre me arreglara un poco con el...maquillaje. Un poco en los ojos y un rojo sangre en los labios, para que la sangre se confunda con ellos.
Y al fin estuve lista.
Llamé a mi criado para que me dejara el carruaje. Me subí a él con toda la elegancia del mundo mientras él me miraba con cierta lujuria, para qué negarlo, y nos encaminamos hacia el lugar. El viaje bien podría haber durado una eternidad.
Pero no lo hizo. En un momento en concreto llegamos al lugar. Tan...oscuro y siniestro...y bello. Llegué a la verja del jardín, dónde ya había varios vampiros, y me acerqué hacia dónde estaban, esperando para poder entrar. Hice una reverencia llena de elegancia para saludarlos.
-¡Bon nuit!-dije en un francés de acento perfecto.

por **Amser Deligt** Vie Oct 19, 2012 10:27 am

Me encontraba en la cima de Paris, aunque a mi me parecía la cima del mundo, estaba subido en la parte mas alta de Paris, era mi lugar favorito, un lugar donde podía relajarme y olvidarme del resto de las personas que habitaban en esta oscura ciudad. Desde mi trono en las alturas podía ver toda la ciudad con facilidad. De cuclillas y agarrado al para-rayos de la torre Eifel, el viento golpeaba mi cara y ondulaba mi gabardina en la oscuridad; todavía estaba saboreando la sangre de la prostituta del burdel que había desayunado hace una hora. La noche era perfecta, desde mi posición la luna me tenia como objetivo principal de su teatro nocturno, una emoción recorría mi muerto y frió cuerpo erizandome los pelos de mis brazos, algo genial iba a pasar esta noche; entonces recordé la invitación. Con mi mano libre la busque en el bolsillo interior de mi gabardina y saque la invitación en la que ponía una dirección y una frase que no terminaba de entender.

Me levante con tranquilidad y respire con profundidad el aire de la noche y pensé para mi mismo - ya va siendo la hora - tenia una mezcla increíble dentro de mi cabeza, tenia mucha pereza de moverme de donde estaba e ir al sitio indicado, pero también tenia unas ganas tremendas de ir para averiguar de que trataba la nota, tenia preocupación porque igual era una trampa, ya que en mi trabajo siempre tengo enemigos, pero el asesino que tenia dentro quería escapar esta noche, ya que tenia la sensación de que se iba a divertir y mi oscura guadaña tenia ganas de comer.

Desde mi lugar vi como un carruaje se acercaba a la torre, así que me lance hacia abajo como una piedra; mis pies todavía no tocaban el frió metal de la torre hasta la mitad de la caída cuando empezaron a rozar, y pude comenzar a correr a través de la superficie mientras veía como el carruaje se acercaba mi posición. Y cuando estábamos a la misma altura salte hacia el carruaje, en cuanto apoye el primer pie, utilice el techo del carro para impulsarme y llegar al tejado de la casa de enfrente.
Desde el tejado me di la vuelta y me fije en como el carruaje se paraba, se bajaban sus viajeros y miraron por sus alrededores para averiguar que había pasado. Me agazape en el tejado como una bestia amenaza a su presa desde la oscuridad. Una de mis manos se agarro al mango de mi arma situada en mi espalda y debajo de la gabardina, palpe la base del mango y se dibujo una sonrisa sádica en mi cara, y me relamí los labios como saboreando ya la sangre de los tres individuos que estaban en la calle. Pero me golpee la cabeza y me quite esas ideas de la cabeza, necesitaba relajarme y rápido, así que saque una de las pequeñas dagas de mi cinturón y me la clave en la pierna haciendo salir de mi ensimismamiento; me saque la daga mientras me levantaba y note como mi super curación realizaba su trabajo.

Después de relajarme salí corriendo con dirección hacia donde ponía la invitación que me dejaron en la puerta de mi habitación. Salte de tejado en tejado, para pasar de una casa a otra pasando calles y callejones, y sin darme cuenta llegue a la casa en concreto. Resultaba ser una gran casa, con jardín y una verja de guardaba todo aquello.
Al parecer ya había unos cuantos individuos cuando llegue, no sabia si eran seres de la noche como yo, o tan solo simples humanos. Desde mi posición cogí carrerilla y salte para caer con agilidad y fuerza sobre la verja haciendo un ruido ensordecedor, eran alguna de las cosas que mas me gustaban, llamar la atención, y creo que con eso lo conseguí. Mire al resto de individuos y les hable con tranquilidad y poniendo una alegre y estúpida cara - que noche tan bonita verdad? - me agache y me quede como una gárgola encima de la verja.