Ficha Nadine Ladurée

-Nombre del Personaje: Nadine Ladurée

-Edad:20 años

-Especie: Humana, cazador

-Tipo, Clase Social o Cargo:Clase alta

-Orientación Sexual: Heterosexual

-Lugar de Origen: París, Francia

-Habilidad/Poder: Es una experta en el uso de los cuchillos, pero su mayor habilidad es, sin duda alguna, el empleo de todo tipo de venenos.

-Descripción Física:

Spoiler:

Su rostro angelical es su mejor carta de presentación. Su tez pálida, al igual que sus delicadas manos, son claros síntomas de la vida acomodada que un apellido como el suyo ha sido capaz de otorgarle. Posee un cabello dorado y ondulado y unos hermosos ojos grisáceos que hacen que quienes la miren reconozcan en ella a una digna heredera de la belleza de su fallecida madre. Alta, esbelta y sumamente elegante, siempre ha logrado arrancar los más grandilocuentes elogios de todos aquellos que la rodeaban. Sus facciones, suaves y dulces, contrarrestan la firmeza de su mirada, dándole un aspecto aniñado y frágil que nada tiene que ver con la realidad. Se sabe hermosa, deseada y admirada y es por ello por lo que siempre intenta que nada en su aspecto se encuentre descuidado. Todo en ella representa la idea de una perfecta dama de la clase alta, a pesar de que prácticamente cada noche oculte su hermoso cabello en una capucha y que al rayar el alba se vea obligada a tapar con maquillaje pequeñas magulladuras que podrían terminar por desvelar la doble vida que lleva desarrollando desde hace años.

-Descripción Psicológica:

Nadine es una joven de contrastes. De cara a las personas que engrosan la capa alta de la sociedad en la que se ha desenvuelto desde que nació se presenta como una mujer serena, tal vez demasiado callada para el gusto del resto de las damas, pues pocas veces se encuentra dispuesta a participar en los corrillos que se forman tanto antes como después de las más importantes citas de la sociedad francesa. Poco o nada le interesa con quién se ha visto charlando a cierto Duque o el lamentable espectáculo que ofreció cierta señora al decir aquello que no debía. A pesar de ser poco propensa a mostrar una sonrisa a quienes tratan de labrarse su amistad basándose únicamente en la importancia de su apellido, muchas veces se ve obligada a ser ella misma quien, en nombre de su anciano padre y como única representante de su familia, organice toda esa clase de eventos que tan soporíferos le resultan. Mas esa actitud poco propia de una joven de su edad no debe llevarnos a crear en nuestra mente una imagen equivocada de Nadine. No es una mujer de gustos sencillos ni alguien que desprecie las reuniones sociales por considerarlas superficiales. Es vanidosa, extremadamente inteligente y le encanta ver como tanto hombres por su belleza, como mujeres por su elegancia la admiran allá por donde vaya. La razón por la que intenta evitar verse involucrada en los cotilleos de la París de aquella época no es otra que la de odiar el verse obligada a hacer algo. Se sabe muy superior intelectualmente a la gran mayoría de las damas y aborrece el hecho de que por ser mujer y de buena familia tenga que disfrutar obligatoriamente de toda esa parafernalia. Sin embargo, he de advertir que nada de esto es percibido por aquellos que la rodean. Tal y como se menciona anteriormente, Nadine es inteligente y sabe que es muy poco ventajoso el ser diferente al resto. Acude con una ensayada y encantadora sonrisa a todos los eventos donde se la espera, escucha (aparéntemente muy interesada) los últimos cotilleos y se presenta ante los amigos de su familia como la perfecta anfitriona en las cenas y bailes que organizan en su casa de la Rue Saint Germain. Observada desde fuera nadie podría creer que la señorita Ladureé es, en realidad, una joven algo mezquina, sumamente mentirosa y capaz de analizar hasta el más ínfimo detalle de quien la acompañe para poder sacar beneficio de ello. Tal vez ese afán de no encorsetarse en los clichés fue el que la llevó a comenzar esa doble vida que tan pronto la obliga a tomar el té como a quemar el cuerpo de un vampiro.

-Historia:

La fria mañana de octubre en la que Nadine abrió los ojos por primera vez supuso el inicio de una nueva vida y el repentino final de otra. Su madre, la hermosa señora Ladurée falleció poco después de que pusieran en sus brazos al pequeño bebé que acababa de nacer. Los médicos no pudieron hacer nada por ella y desde ese mismo momento el señor Robert Ladurée se vio obligado a compaginar el luto por la muerte de su amada esposa con la alegría de saberse padre. En contra de lo que muchos pensaban que sucedería, Robert no contrajo matrimonio de nuevo a pesar de que no eran pocas las mujeres que deseaban ocupar el puesto. Lejos de lo que se estilaba en aquella época en la que las bodas no eran más que el culmen de intensos negocios entre las familias, el matrimonio Ladurée se había celebrado por amor y el padre de Nadine nunca fue capaz de recuperarse de la pérdida. Nadie se atrevía a decirlo delante de él, pero era un saber popular que aquella decisión no se vio con buenos ojos dentro del círculo más elitista de París. ¿Quién iba a heredar todo el patrimonio? Nadine era la única hija y era indispensable que la dinastía Ladurée contase con un varón sano y fuerte que transmitiera el apellido a la nueva generación, mas eso no llegó a ocurrir. Los años transcurrieron lentamente y Nadine pasó de ser una encantadora niña con una innata capacidad para tocar el piano a ser una hermosa joven que pronto se ganó el amor de muchos distinguidos caballeros. Fue entonces cuando el tema de conversación pasó de centrarse en la necesidad de un nuevo matrimonio de Robert a centrarse en la búsqueda de un buen marido para la señorita.

Nadine, ajena a todo aquello, vivió una tranquila infancia y adolescencia en la que fue colmada de todo aquello que hubiese deseado. Su padre era partidario de una educación algo flexible y nunca se vio obligada a tomar las clases que no quería ni a hacer algo que no le apeteciese. Amante de la pintura, la música y la historia pronto se convirtió en una jovencita bastante instruida mas eso no terminaba de complacerla por completo. Se divertía manipulando a los hombres para comprobar el enorme poder que sus grisáceos ojos ejercían sobre ellos, pero pronto se cansaba de esos juegos. Encontraba su vida vacia y tremendamente monótona hasta que una lluviosa noche de abril un nuevo y desconocido mundo se abrió ante ella.

Aún tenía la cabeza algo atontada por las dos horas de incesante chismorreo a las que se había visto obligada a acudir en casa de una distinguida mujer cuando, paseándo tranquilamente por una bonita calle de París un extraño ruido llamó su atención. Volvió la mirada hacia el oscurro callejón que tenía a su derecha y, no sin cierto temor, decidió cerrar el paraguas que la protegía de la lluvia y adentrarse en el hueco que dejaban entre sí dos edificios. Sabía que no se estaba comportando como era debido, que las que decían ser sus amigas pondrían el grito en el cielo por su atrevimiento, pero aquel sonido no cesaba y sentía una enorme curiosidad. Pronto llegó a un patio interior y no tardó en fijar sus ojos en la escena más horrible que había presenciado nunca. En un principio pensó que había cometido un grave error declinando la propuesta de varios jóvenes de acompañarla a casa ya que había anochecido y estuvo a punto de huir, mas hubo algo que no solo la retuvo sino que la empujó a coger una botella del suelo y a estrellarla con fuerza contra la cabeza de aquel hombre que parecía estar mordiendo en el cuello a otro. Lanzó un grito de horror cuando el atacante se giró para ver quién acababa de golpearle y no pudo apartar la mirada de esos horribles dientes y de la sangre que le goteaba por la barbilla. ¿Qué clase de demonio era ese? ¿Acaso se había visto transportada el infierno sin darse cuenta? Un millón de preguntas se agolparon en su mente en los escasos segundos en los que aquella criatura la estudió con una expresión que mezclaba el enfado con la sorpresa. Nadine se sabía en serio peligro y lejos de escapar no apartó los ojos de los de ese asesino hasta que, finalmente, este dejó escapar una risita de diversión y abandonó el lugar. "Has tenido suerte, pequeña" Esas fueron las únicas palabras que ese ser pronunció antes de desaparecer. Nadine tardó en reponerse de la impresión mas no se demoró en pedir ayuda.

La noticia de que la joven señorita Ladurée había logrado ahuyentar a un cruel asesino corrió como la pólvora por todo París y aumentó la admiración que todos sentían hacia ella. A nadie le dijo todo lo que había visto, pues deseaba guardárselo para ella. La sensación de adrenalina que experimentó en aquel inesperado encuentro fue casi como un éxtasis para la siempre aburrida joven y pronto se dispuso a reunir toda la información posible sobre la existencia de otras razas. Fueron meses de duro trabajo en el que incluso dejó de lado sus compromisos sociales. Deseaba saber todo lo posible sobre aquel tema y tras largas noches de estudio y de reuniones con personas poco aconsejables para una dama de su categoría fue partícipe de toda la verdad. Ahí fuera se movían toda clase de criaturas que atacaban sin piedad alguna a los pobres indefensos con los que se encontraban. Estaban por las calles y tenían que ser cazados. No lo dudó ni un instante y a sus clases de estudio les siguieron lecciones con los más importantes profesores de esgrima, con los más reconocidos curanderos y demás personajes de dudosa reputación para prepararse para su nueva vida. Deseaba darles caza y en poco más de medio año se sintió preparada para ello.


-Datos Extras:

(*) No se mueve con intención de salvar vidas, sino con ansias de vivir aventuras

(*) Nadie en su círculo, ni siquiera su anciano padre, sabe a lo que se dedica.

(*) Compagina una vida de perfecta dama con la de incansable cazadora por las noches.