En busca de la bruja - Arabelle Eisenhauer

por **Lelio de Vallencourt** Mar Oct 16, 2012 7:21 am

Era otra luna en el bosque. Solo que esta vez él no le prestaba atención, pues no andaba de paseo, caminaba con pasos decididos y veloces, sin llegar a correr, pero aún así presentaba una gran velocidad imparable. Abîme, la entidad que residía en su interior, dirigía su caminar salvaje. Estaba en búsqueda de una mortal en particular, la olfateaba, sabía que esa noche estaría allí. Aquella persona que al fin y al cabo podía serle de utilidad.
Lelio no había podido controlarlo, hacía noches que estaba fuera de sí, se cansó de luchar contra le negativa influencia del ser parásito que aborrecía a la criaturas "sobrenaturales". Cuando Abîme se encontraba bajo su control, Lelio se comportaba de manera relativamente afable y empatica con la mayoría de ellos, pues el hecho de haberse convertido en vampiro hacía ya más de medio siglo, le había traido una visión distinta de todo lo que le había enseñado su maestro, y que Abîme se resentía a olvidar. "Aquellos seres son una enfermedad que ha de ser erradicada, y yo... yo tengo la cura" -Resonaba en su interior, una y otra vez, con una voz que hacía ecos y que no era la suya, ni la de su maestro, sino de la criatura que ahora le poseía.
Sin embargo Lelio tenía un profundo interes tras esta busqueda, la razon por la que había dejado de luchar por la posesión completa de sus emociones. Tanto Abîme como él buscaban a la misma persona: Una bruja llamada Arabelle Eisenhauer, hija de uno de los brujos más conocidos de Escocia.
Una joven a la que venía siguiendo hacía ya varias noches. Abîme la buscaba por su condición de bruja, sin embargo Lelio la buscaba por un motivo más personal. Lo había descubierto escudriñando la mente de la joven, mientras la vigilaba una de esas noches, ya había avizorado incansablemente a toda la familia Eisenhauer, pero fue en la mente de Arabelle donde descubrío un pesar y culpa que de alguna forma le ataban a él.
Ella estaba cerca, podía sentirlo.

por **Arabelle Eisenhauer** Lun Oct 29, 2012 2:28 am

Ya no podía soportarlo más. La necesidad de aquellos paseos nocturnos se hacía cada vez más imperiosa, al tiempo que aumentaba la duración de los mismos. No soportaba estar en casa y ser esa muñeca de porcelana que yacía en un pedestal para ser admirada por las escasas visitas que llegaban a ver a Kris. No es que tuviese demasiadas quejas, pero se sentía vacía.

El caminar hasta que su cuerpo no aguantara era lo único que le permitía dormir en paz, o al menos sin darse millones de vueltas entre las suaves sábanas de seda hasta que el cansancio que le producía la frustración fuese el suficiente como para dejarla caer en un pesado sueño. Por eso estaba ahora, luego de haberse escapado sin permiso, retozando sobre un tronco mientras recuperaba el aliento de aquello que más parecía una carrera.

Era como si de a poco comenzara a embargarle esa sensación de paranoia de que alguien la perseguía, pero no era más que su imaginación porque en el mundo que Kris había moldeado para ella no había nada que escapara de su control, salvo la misma Arabelle. Pero ese mundo que prácticamente se circunscribía a las cercas de esa enorme casa en que vivían era limitado, tanto como su propia visión, que no llegaba más allá de lo que a le dejaban ver. Eso siempre había sido así, primero su padre y ahora él. Y ella continuaba sin quejarse.

¿Qué pasaba cuando se quejaba? ¿Cuándo la tranquilidad de su mundo se quebraba? ¡El caos! Y los errores de los que no había vuelta atrás. Entonces no era ella, sino una mujer despiadada la que tomaba el curso de sus acciones. Ambas se conocían muy bien, pero las cosas estaban mejor cuando ésta última se escondía. ¿Qué diría Kris si supiera de su existencia? Se merecía lo peor.

Ya no importaba nada de eso. Era lo que se repetía una y mil veces, pero no con la suficiente intensidad como para terminar creyéndoselo, aunque tal vez si lo deseaba con fuerza frente a una de esas estrellas fugaces se volviera realidad.

Y en eso estaba, mirando el primaveral y despejado en cielo en búsqueda de un puntito brillante en el que poner sus rezos, cuando sintió un suave crujir de la hierba y de una que otra rama. Probablemente un animalillo, pensó, pero en realidad, un animal pequeño no… Sería mejor volver a casa, usando como impulso esa inminente paranoia suya. O ese era el plan.

- ¿Quién anda ahí? – dijo levantándose al tiempo que se sacudía el pesado vestido verde de los rastros de corteza que se le habían adherido – Debo estar loca… - vociferó más enfadada mientras miraba alrededor buscando el camino de vuelta a casa, aunque en vano también, porque en su confusión todos los árboles le parecían iguales y todos los caminos igual de largos, quizás intuyendo que volver a casa sería más difícil esta vez.

por **Lelio de Vallencourt** Jue Nov 01, 2012 3:54 pm

Había ubicado su figura, la contemplaba intentando ser invisible. Al fin tenía frente a sus ojos el objeto buscado, la fuente de los susurros.
"La bruja"
Abîme la contemplaba extasiado, pero Lelio tenía sus propios planes, y aquella entidad no se lo echaría a perder. Asi que decidió concentrar toda su voluntad en un solo punto y dirigirlo contra la criatura que ocupaba su estado para enviarla a dormir.
"No maldito, primero me dejas hablar a mi"
Acestó un estrepitoso golpe en sus fauces internas, que no se oyó fuera de él, pues fué en lo más recondito de su ser donde agarró a la bestia desprevenida, inmovilizandola y recobrando al fín el control de todas sus emociones.
Sonrió para si mismo y comenzó a acercarse a la bruja sigilosamente que ya parecía haber notado su presencia. Eligió no hacerla esperar y se hizo presente desde atrás de una sombra.
-La bruja Arabelle. -Murmuró -No es la primera vez que tengo el placer de contemplar vuestra figura, pero sí es la primera en que nuestros ojos se tocan. -Sonrió con un gesto agrio -Pero no son vuestros ojos lo que me han traído aquí, sino ciertos pensamientos turbios, que crees tan bien guardados. -Su rostro se apagó -Mi nombre es Lelio, y no... no estas loca.

por **Arabelle Eisenhauer** Sáb Nov 17, 2012 1:31 am

Volvió a dedicarle una mirada a la tela del vestido para corroborar que no habían más trocitos de corteza, y el plan siguiente era obviamente volver a casa. Pero como pocas cosas en estos días, aquello no iba a poder concretarse de la forma esperada, porque como si en respuesta a sus súplicas se tratara, una figura salió desde las sombras, mezclando palabras que tenían sentido con otras que no… que no deberían ser ciertas.

Frunció el ceño visiblemente, tratando de sopesar sus palabras, y pese al impacto de que corroborara que no estaba loca, en su cabeza se quedó rebotando el eco de aquello de los pensamientos turbios. Incluso trató de recordar cada uno de los que había tenido estando en el bosque, pero aun recordando el monologo interior completo, no encontró nada que pudiese ser considerado turbio, solo divagaciones en general… ¿Verdad?

- Me ha ahorrado el tener que presentarme, se lo agradezco, pero ya debo volver a casa – dijo prácticamente subestimando al sujeto que se había presentado como Lelio – Buenas noches – trató de decir fríamente, pero el nerviosismo se notaba en su voz.

Lelio, Lelio ¿Conocía a algún Lelio? ¿O quizás su hermano? Bueno, no importaba, ya era tarde siquiera como para pensar, mucho menos para hacerlo en un bosque con un extraño del que aún no intuía el inminente peligro. En su cabeza le dio explicaciones a todo lo que dijo, que supiera su nombre no era extraño, dado que Kris era bastante conocido por sus facultades en la ciudad, y lo de los pensamientos turbios, bueno, cualquiera podría decir eso de quien profiere gritos en mitad de un bosque.

Eso la tranquilizó, y con ello y una leve reverencia se dio una media vuelta para regresar a la seguridad y tranquilidad de su hogar, eso hasta que de pronto su cuerpo se paralizó. No sabía si por una especie de miedo propio o por una injerencia externa, ajena, que no podía venir de nadie más que no fuese aquel sujeto. Sí. Faltaba algo. Había dicho que no era la primera vez que la veía, pero si la primera en que…

Entonces sus ojos abiertos desmesuradamente dejaron ver unos verdes iris que comenzaban a temblar en su lugar. Porque si era tal y como él lo había dicho, la había estado siguiendo, y el hecho de que se encontraran ambos en este lugar no era una mera coincidencia - ¿Por qué… seguirme? – se atrevió a preguntar, sin moverse de su sitio.

por **Lelio de Vallencourt** Jue Nov 22, 2012 5:46 pm

Le era difícil despegar sus ojos de aquella bruja de cabellos dorados. De cerca le resultaba una criatura de singular esplendor, un ser que podría descifrar a la mitad antes de verse inmerso en su encanto inusual.
Notó sus sentimientos crispados, y que su presencia había logrado turbarla. Sin embargo cierto era que ella ignoraba aun la causa de su abrupta presencia.
-¿Por qué seguirte? –Repitió con genuina consternación –Hay tantas preguntas: ¿Por qué odiar?, ¿Por qué amar?, ¿Por qué obsesionarse?,... ¿Por qué mentir? ¿Por qué no tomarte en este momento y beber de ti hasta que la luz y el rubor se esfumen de tus mejillas...?
-...Porque yo no lo permitiré –Irrumpió un estertor desde sus ecos internos.
Lelio dejó de hablar por un momento, y agrandó los ojos, más no los apartó de la joven bruja. De pronto se le hizo un nudo en la garganta. Abîme se alejó de su cuerpo, pero había dejado en claro el poco control que Lelio tenía sobre él.
-... Te sigo... –Continuó lentamente –Porque han matado a un ser amado... Y aquí estoy, porque la culpable eres tú... –Hizo silencio, el viento soplaba y dejó ver su dolor recorriéndole el rostro, formando arrugas en su rasgos cristalizados. De pronto frunció el ceño con fuerza. –Bien podría ahora pagarte con el mismo metal !Sabes bien de lo que hablo!... Pasar tus días y tus noches con el ser que amas incrustado en tu mente. Tal vez lo único que te permite el placer de sonreír, lo único capaz de incendiar tus pasiones como para tener el deseo suficiente de continuar con vida, o por lo menos con la ilusión de una.
“Tú Arabelle Eisenhauer, eres la culpable de acusar injustamente, y en consecuencia dar muerte a quien he amado. Sabes bien de quien hablo, la esposa de vuestro hermano Kristof, por el que sientes un fuego pasional que tal vez te ayude a comprender mis sentimientos. Pero... ¿podrías realmente entender? ¿Debería yo pagarte con el mismo metal con el que has cortado mi lazo? !Responde! –Exclamó. Había perdido control en sus gestos, cuando esto le sucedía su rostro lucía grotesco. Esta vez el dolor superaba a su odio y a sus deseos de venganza.
De pronto una conmoción logró poseer su cuerpo.
-... ¿No deseáis despertar ese potencial mágico que recorre vuestra sangre? Puedo guiaros en el sendero brujeril. Caminemos a la par, y ambos obtendremos lo que deseamos...
Lelio arrebató con fuerza esas palabras de su boca, y arremetió sus garras contra la corteza de un árbol que se desarmó volando por los aires.
Se cubrió el rostro con las manos. Estaba más preocupado por la confusión que probablemente le estuviera causando a la joven, que por su estado mental. Abîme se resentía a quedarse callado.

por **Arabelle Eisenhauer** Dom Dic 02, 2012 3:34 am

Trató de mantenerse estoica, trató de no esperar lo peor en la respuesta que había pedido, por lo que cuando el sujeto formuló la primera pregunta su cuerpo volvió a responder a su voluntad y se volteó para mirarlo, aunque más tarde hubiese preferido no hacerlo, porque a cada pregunta que salía de los labios ajenos, más difícil era controlar los frenéticos latidos de su corazón, pero no fue sino hasta la última amenaza, escondida también en una pregunta, que cayó en cuenta de la naturaleza de su interlocutor. Un vampiro.

Sabía que existían, pero jamás había tenido uno al frente suyo, o tal vez sí, pero no estando consciente de ello como ahora, ni mucho menos siendo amenazada con volverse la cena de uno. Tragó algo de saliva, dispuesta rebatir desesperadamente con cualquier argumento por descabellado que fuese, pero al final aquello no fue necesario, porque el mismo vampiro de ojos verdes había caído en una contradicción de sus propias palabras. Había algo extraño en él… pero no acaba de entender qué era exactamente.

Luego, cuando volvió a hablar con el tono de voz que había usado al comienzo, con el que la culpó de aquella atrocidad, no le fue necesario poner mayor atención en los amenazantes detalles que incluyó posteriormente, porque sabía perfectamente a lo que se refería, como quien habiendo cometido un único pecado, pero el más aberrante de todos, en una vida de virtudes, tiende a asociar cualquier mal con el provocado, volviéndose una verdadera paranoia.

Pero esta vez la pesadilla se había vuelto realidad, solo que… no calzaba del todo, o quizás sí, pero al puzle mental aun le faltaban un par de piezas. “¿La muerte de quien he amado?”. Frunció el ceño, mirándolo con extrañeza, confusión y un suave atisbo de odio, pero que no iba dirigido hacia él, sino que al recuerdo de aquella mujer cuyo rostro se había desdibujado de su memoria, y que primero le había arrebatado a Kristof y que ahora resultaba también ser el motivo de adoración de un vampiro.

De la nada, la mirada que se había visto confusa se volvió desafiante, y su lengua se ponía a tono para responderle de la misma forma, pero el mismo vampiro se interrumpió, nuevamente con palabras comprensibles pero incoherentes considerando el contexto ¿Qué ofrecimiento era ese? ¿Y por qué lo había hecho, si hace nada acababa de amenazarla de muerte?

Trató de mantener la calma al verlo descontrolado, hundiendo sus garras en la pobre madera de aquel árbol. Su respiración se había agitado, pero en su rostro poco quedaba de la inocente muchacha que solía temerle a casi todo. Quitó un largo mechón de cabello que cayó sobre su rostro, y volvió a mirarle con una especie de desprecio.

- No sé quién de nosotros es peor – dijo dando un paso hacia él, lentamente – Si yo por haber condenado a esa mujer, ella por arrebatarme a mi hermano, o usted por enamorarse de una mujer casada – sentenció, mientras temerariamente quitaba las frías manos del vampiro que trataba de ocultar su rostro – Aunque, no soy yo quien se alimenta de sangre ¿No es así? – dijo con una suave sonrisa, al tiempo que acariciaba su mejilla.

Al tacto su piel era como el mármol, suave y pétrea al mismo tiempo, lo que lo hacía fascinante. Ahora tomó su rostro con ambas manos, para obligarlo suavemente a mirarla, casi como si quisiera manipularlo, ocultando el profundo miedo que la invadió al caer en cuenta de que la amenaza iba principalmente dirigida a su hermano - ¿Qué es lo que quiere, exactamente? – preguntó aun sin soltarlo, dando a entender que no había entendido a cabalidad aquel ofrecimiento, y que estaba relativamente dispuesta a negociar.

por **Lelio de Vallencourt** Dom Dic 30, 2012 7:03 pm

-Le ruego disculpe a Lelio –Dijo con voz gutural, parecia como si sus cuerdas vocales estuvieran estropeadas. –El joven tiende muy seguido a caer preso de sus pasiones. –Sonrió de costado, su mirada se había vuelto el doble de profunda que antes. Frunció el seño y carraspeó.
Apolló sus manos sobre las de la joven que le tocaban el rostro, se las quito suavemente de si y las sostuvo en el aire.
-Vuestra piel es tan suave –Murmuró. La miró a los ojos sin dejar de sonreir. –Madame, –Dijo finalmente –Lo único que deseo es acabar con la peste que nos rodea a todos. Las plagas que corroen a los seres de esta época, deseo fervientemente mi libertad. Y usted, madame, tiene las condiciones para que ese deseo se cumpla. Como sabrá usted, todos tenemos deseos, como usted puede que desee continuar viendo a su hermano con vida; sugiero que ambos hagamos lo posible para que nadie interfiera con ese deseo. –Señaló con el dedo indice a su propio pecho –Deseo que me prestes vuestros poderes de bruja, que convinados con mi voluntad harán el remedio para este mal. Vampiros, hombres lobo, cambiaformas, todos han de desaparecer. ¿Que dices? Solo has de responder a mi hasta que el resultado esté consumado, luego desapareceré... quiero decir, desapareceremos de vuestra vida. –Acercó su mano y palpó suavemente una de sus mejillas con el dedo -Si no os interesa mi oferta, os dejaré a solas con Lelio, tal vez el pueda ofrecerte algo mejor, aunque lo dudo, está muy enervado.
"Oh, se que en parte deseas aprender. Con esto puedo ayudaros a despertar y comprender las habilidades que vuestro hermoso cuerpo encierra.
Tras decir esto su cuerpo comenzó a temblar. Trató por todos los medios que no se notara, no obstante Lelio todavía luchaba por el control de su ser.

por **Arabelle Eisenhauer** Miér Ene 02, 2013 12:16 am

Bastaron esas cinco palabras para que Arabelle acabara de comprender el peligro en el que se encontraba, y es que para su mala fortuna no solo se había venido a encontrar con un vampiro que conocía de su pasado, sino que era uno de los perturbados. No era la primera vez que trataba con alguien así, el propio Kristof sufría de trastornos similares de vez en cuando, en situaciones ella misma debía controlar por la seguridad de ambos ¿Sería tan diferente esta vez?

No tardó demasiado en notar quien era el dueño del cuerpo y quien el intruso, solo que no sabía el nombre de este último aun. Se dejó mover con docilidad las manos ¿De qué habría servido forcejear? Sin mencionar que estaba ligeramente atontada por aquellos ojos extrañamente refulgentes.

Ya no pudo más que fruncir el ceño, dudando incluso de que el dueño de la voz gutural fuese el que estuviese más cuerdo de los dos ¿Quién en su sano juicio buscaría su propia muerte? ¿Alguien con demasiada moral tal vez? Habían cientos de preguntas que podría hacerle, incluso otros argumentos con los que rebatirle, pero no serviría de nada. Lo que si se preguntó es que si de aceptar serviría de algo más que de una eterna esclavitud.

- Podría pasarme años preguntando el por qué – dijo luego de que aquel escalofrío le recorriera toda fibra de su ser debido al tacto del vampiro - … - Pero no alcanzó a completar la frase cuando de nuevo comenzaba a actuar en la forma de antes, como si de pronto fuese a tener convulsiones. Arabelle mantuvo la calma, a pesar de la propuesta y del miedo de que Lelio fuese a regresar para descuartizarla, con fuerza volvió a tomar el rostro del vampiro para que se concentrara, para que la mirara a los ojos y no acabase perdiéndose frente al otro – No te preguntaré por qué – continuó, solo para que siguiera su voz – Solo quiero saber si aquello es realmente posible – dijo quizás con un poco de desesperanza.

Quizás también con ello había tácticamente aceptado, y es que no podía hacer nada más, desde el momento en que la opción había sido someterse o provocar la muerte de Kris estaba claro que no tenía siquiera la posibilidad de escoger, haciendo del libre albedrio nada más que un mal chiste. No se quería preguntar qué sería de ella ahora porque ya no estaría en sus manos pero aun así necesitaba una respuesta – Para usarme… no puedo seguir viviendo en casa ¿Verdad? – dijo más bien afirmando, porque era obvio que de otro modo no podría mover un músculo sin que su hermano se enterara - Si acepto ¿Me aseguras que tú y Lelio no dañarán ni le dirán nada a Kristof? – preguntó para cubrir toda las bases. Porque era la única esperanza que le quedaba, confiar en la palabra de un ser con una mente y motivaciones quizás imposibles de entender.

por **Lelio de Vallencourt** Vie Feb 01, 2013 7:57 am

En sus facciones apareció un asomo de maliciosa satisfacción.
-Vendrás a nuestro hogar, no os faltaran comodidades, considéralo como una especie de retiro espiritual. –Contuvo una risa –Prometo no dañaros a ti ni a tu hermano, pues no soy yo el interesado en la sangre, es con Lelio con quien has de arreglar estos asuntos que no son de mi incumbencia. Eso si, intentaré mantenerlo alejado de ti para que no se interponga en nuestro camino.
De súbito, el rostro de Abime fue apagandose hasta volverse triste, así se quedó por unos instantes, inmóvil. De sus labios salió una pregunta.
-¿Por que? –La voz ya era otra. –¿Por qué? –Repitió la voz aterciopelada con un ánimo melancólico, resignado -Ella murió por arrebatarte a tu hermano, y tu morirás por arrebatármela a ella. -Se transportó al lado de Arabelle con la velocidad de un relámpago, acercó lentamente su mano crispada a su delicado cuello, y ahí la mantuvo sin decidirse a apretarla. -Solo matarte... ¿Por qué no matarte? Ni siquiera beber tu sangre... solo matarte... mis labios no se corromperán con el veneno infecto que corroe tus venas -Susurraba con la voz entrecortada cargada de tristeza y furia. Había una extraña razón que le impedía proceder con la ejecución. La negaba con todas sus fuerzas, pero el estar tan cerca de la joven la hacía más presente.

por **Arabelle Eisenhauer** Vie Mar 15, 2013 4:09 pm

¿Retiro espiritual? Ese innecesario sarcasmo casi la hizo enfadar de verdad, porque hacía parecer que aquella condena no iba a ser más que un paseo, uno que prácticamente la alejaría de su razón de vivir, dejándola en la más absoluta incertidumbre no solo respecto a su modo de vida, sino que también respecto a ella misma. ¿Quién era Arabelle sin Kris? Por mucho tiempo no fue más que la hermana de Kris, la mujer de Kris, nunca era Arabelle. Incluso se le hacía imposible la tarea de determinar quién era ella misma sin hacer ninguna referencia a él, y ahora, que le quitaban aquel piso en el que podía caminar con seguridad no había nada más que una caída libre.

La respuesta de la personalidad del vampiro ni siquiera le daba la seguridad y certeza que necesitaba, porque se comprometía solo a intentarlo, una actividad vacía comparada con el peligro que ambos corrían. De todos modos, no había opción.

Solo eso, bajó la cabeza, resignada, como un claro signo de que aceptaba. Hasta que de nuevo su voz dejaba de sonar gutural y casi demoníaca, para volverse humana y de cierto modo frágil. Automáticamente levantó el rostro para buscarlo, pero cuando consiguió verlo ya lo tenía demasiado cerca como para intentar dar siquiera un paso atrás. Era lo que se temía. Que Lelio se descontrolara y su alter ego no pudiese, o quisiese, hacer nada para detenerlo.

Casi tenía miedo a respirar y verse en la imposibilidad de hacerlo debido a la gélida mano que se había posado en su cuello, así que esa misma y casi imperceptible respiración fue la que pudo en parte controlar los latidos de su corazón. Aquello dolía, porque sabía que había hecho cosas malas, pero… ¿Eso la convertía en una pésima persona? No se podía afirmar que había obrado de forma justificada, pero el amor se había tornado una obsesión que la llevó a su límite.

- ¿Acaso no buscas hacer ahora lo mismo? ¿Matarme porque te arrebaté a esa mujer? Una que por cierto nunca te perteneció – dijo al tiempo que puso sus manos sobre el antebrazo del vampiro y lo miró con un rostro afable y lleno de tranquilidad – Ella probablemente no estaba enamorada de ti ¿No es así? – preguntó mientras deslizaba sus manos por el brazo, hasta llegar a posarlas en su pecho – Sé cómo se siente eso. Duele – agregó con una sonrisa amarga, intentando calmarlo, y lejos de alejarse dio un par de pasos hacia adelante.

Él era vulnerable frente al recuerdo de esa odiosa mujer, convirtiéndolo en un punto débil que podía utilizar para protegerse, e incluso, para llegar a controlarlo algún día, aunque no dejaba de ser irónico que por segunda vez esa mujer apareciera para arruinar su vida. Pero de momento, bastaba que la mantuviese a salvo de la ira del despechado vampiro.

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En busca de la bruja - Arabelle Eisenhauer

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