The last night in the paradise [ Epoca actual, Privado +18 ] [ Luis A. Taylor]

Repentinamente en esa tarde, mi atención se desvió levemente de aquella cabeza que se movía arriba y abajo en mi entrepierna, para dirigirse a mi teléfono celular. Sonreí ampliamente al notar de quién se trataba, y cerré los ojos mirando al techo y recordando todo lo que había sucedido en apenas una semana, cuando la conocí en una de las enésimas fiestas a las que me invitaban mis diversas amantes. Congeniamos muy rápido, y el alcohol acompañó nuestros deseos carnales, de los cuales descubrimos que éramos mutuamente insaciables. Una mujer sin duda increíble, con cuerpo de diosa y pasión de súcubo, a quien pensaba tomar una y otra vez en aquella fiesta. Era obvio que me invitaba para eso; siempre terminábamos en una cama, o en un baño, o donde pudiéramos liberar nuestros deseos. Lo hacíamos apenas contactábamos miradas, y eso era maravilloso para un hombre con la líbido tan alta como yo. Si ya estaba calentándome más sólo con pensar en ella, y faltaban dos horas para nuestro encuentro…

Tras una hora “despaché” a mi criada --que se terminó despidiendo con una mano en su trasero-- con una sonrisa que tenía sabor a sexo oral y le envié mi obvia confirmación con un “I will be there” mientras revisaba mi auténtico catálogo de trajes para la ocasión. Al final, y por ser una fiesta de disfraces, escogí uno que había usado hace unos años, pero que se mantenía en perfecto estado: camisa blanca, pantalones y chaqueta de tela con otra chaqueta de cuero debajo, para darle más dificultad e incrementar la ansiedad cuando estuviéramos quitándonos la ropa. Sonreí al imaginarla pero no demasiado tiempo para no tener que llamar a otra criada y encontré el toque final del disfraz: una máscara blanca completa estilo “Fantasma de la Ópera”. Sonreí bajo ésta cuando tuve el traje completo ceñido a mi cuerpo y me dirigí raudo al lugar de la fiesta cuando el tiempo se hubo cumplido, destacándome obviamente por mi excelente puntualidad, no sin antes enviarle un “hermoso” mensaje:

Ya llegué, pero la próxima vez quiero “llegar” contigo. *Guiño* “L”. *send*

Reí para mí cuando lo envié y me dirigí a la barra para contemplar las presas que podría tomar esa noche, aunque tenía sólo una segura, y esa era la que más me importaba; porque mientras más, mejor. Pedí un trago y mi bolsillo vibró tras un rato por el nuevo mensaje: ya había llegado, y ya me había visto. ¿Cómo yo no podía haberlo hecho antes, si tengo su aroma memorizado hasta en mi ropa? – Where are you, little one…- Dije con una amplia sonrisa y con una copa adicional en mi mano me sumergí entre el gentío de vampiros, lobos, brujos, momias y demases, descifrando y descartando cada aroma y rostro para encontrar a mi adorada...sexfriend.

Pasaban los tragos y los minutos, y no había señal reconocible de Ehlena. Había cerca de doscientos aromas en el salón, y era prácticamente imposible filtrarlos para conseguir identificar uno solo. No sabía si efectivamente esta “espera” (o juego de cacería, como lo terminé llamando tras unos intentos de nombre fallidos) estaba planeada, pero me estaba divirtiendo, a pesar de no encontrarle. Quizás…el no encontrarla tan pronto era lo que hacía que disfrutara aquella jugarreta.

Una dama enmascarada de cabellos rubios se me acercó, y me robó un beso de los buenos mientras recogía mi copa restante, pero su método y sabor me hicieron separarme bruscamente con la respiración algo agitada, y el cuerpo calentándose un poco más. Había sido un beso buenísimo, pero no era el de MI chica de los cabellos rubios. En eso, una nota fue puesta en mi mano y volví a sonreír acechante, gustoso.

I was loving that game.

De pronto cambió la música, y también la distribución de los invitados en la pista y sus focos de atención. No sabría decir si fue por instinto o no, pero me acerqué hasta estar en el borde del embobado tumulto. Y cómo no, allí estaba ella, con ese movimiento infartante de caderas, con esa mirada que parecía tocar tu alma…y ese escote…que simplemente te mataba. No dudé en acercarme sigiloso, al acecho tal y como ella había estado conmigo y me puse detrás de ella, abrazándole el vientre y apegándome a su cuerpo, rozándome con éste al ritmo de la música que animaba a las parejas a hacer “otro” tipo de cosas.

- I´ve found you…little witch… - Susurré en su oído triunfante. – You can´t escape from me…

Decía que no quería escapar de mí, pero no dudó en provocarme con lengua y manos, para luego desaparecer entre la multitud nuevamente, dejándome a tan sólo un par de minutos – porque no dejaría que se cumplieran los diez, oh no—de empezar la verdadera fiesta, el verdadero encuentro con los verdaderos invitados: ella, la habitación, y yo.

No me importó que mi erección fuera visible para los que me veían pasar, de hecho algunas (y algunos también) repararon en ella gracias a los roces que derivaron muy pronto en excitación mutua y unos cuantos agarrones de traseros y entrepiernas que terminaron conmigo saliendo de la muchedumbre besándome con una morena de ensueño, que puse contra la pared mientras me rogaba que se la metiera con gemidos que se convirtieron en bramidos de júbilo cuando mi miembro comenzó a chocar una y otra vez contra su interior, sabiéndome apremiado por esos minutos que corrían y corrían en mi contra. ¿Diez minutos? Ahora era cuando me parecían muy pocos para todo lo que podía haber hecho antes de llegar con ella.

Afortunadamente para mí, la damisela de cabellos rizados se vio superada por mi “performance” y se agotó mucho antes de lo esperado, lo suficiente para que yo tocara la puerta –con todo relativamente acomodado, a excepción de “aquel” que quería más protagonismo—e ingresara sin más permiso.

Wow...

Me quedé boquiabierto con la sorpresa que me tenía.

Lo sorprendente de lo que me encontré una vez que abrí la puerta fue que, precisamente, no había nada que pudiera dar una idea de lo que había planificado Ehlena. La habitación estaba apenas iluminada por unas velas y por la luz que se colaba de las ventanas también cubiertas por las cortinas, y aún con mis sentidos incrementados no podía ver más allá de un par de metros. Aún así podía percibir su aroma, esa fragancia encantadora y perturbadora que movía cada uno de mis cabellos, estremeciéndolos; y guiándome por ello avancé entre las improvisadas tinieblas del lugar tras cerrar la puerta, llegando a cierta ubicación que desencadenó lo demás: que ella hablara.

¿Pajarito? Ese si que era un sobrenombre particular, al que podía darle algunos significados poco decorosos, y más aún con ese tono de voz tan sensual que encandilaba a quien fuera. Al percibir su ubicación, me iba a voltear pero fui detenido nuevamente por ella, como si su mera voz fuera capaz de darme órdenes como un perro amaestrado. Me quedé quieto con la adrenalina bastante crecida ya al igual que otra cosa en mi pantalón y me mordí el labio con sólo sentir su respiración. Me estaba olfateando y delatando, y también poniéndome a prueba. ¡Ah, I like that!

Ladeé la cabeza inconscientemente dejándole hacer, dejando que me “regañara” y me sacara en cara que me había devorado a una mujer como tentempié, como preámbulo al infierno sexual que iba a tener con Ehlena, pero al parecer a mi darling sexfriend no le había gustado esa idea. Si hubiera estado en su lugar le hubiera dicho que se trajera a la mujer con ella para un trío indecoroso y feroz…y si hubiera sido un hombre, también: me encantaba verla con dos pollas en su cuerpo, taladrándola sin piedad por todos sus agujeros…¡Shit! ¡Ya quería empotrármela en la cama, goddamnit!

¿Qué me tenía que ganar su cuerpo? ¡Maldición! Malvada bruja que me acechaba desnuda y yo relamiéndome como un famélico ante un pedazo de carne que cuelga y que no puedo alcanzar. Y yo simplemente le seguía con la mirada, con la baba cayendo metafóricamente de mi boca, y cuando la tuve lo suficientemente cerca no pude reaccionar a tiempo, ya que un golpe seco se entremezcló con un ronroneo, y se podría decir que sentí más lo segundo que lo primero. Había usado…¿una fusta? Y ahora quería que me acostara…

Otro fustazo más y no pude hacer más que hacerle caso, porque sino no sabría lo que iba a suceder. Y yo quería las respuestas a su mente, a sus planes que seguro no eran nada inocentes. Me relamí aunque con el segundo fustazo me mordí la lengua por el dolor, y me recosté tal y como lo pidió, de piernas abiertas aunque éstas tocaban el piso y brazos en cruz, viéndoseme la camisa desordenada con un botón desabrochado entre la chaqueta que ya estaba abierta. – I will be a good boy, just as you wish, My Empress…

Sonreí ampliamente, y esperé ansioso. The party had begun.

El sólo hecho que mencionara la palabra “posición” me hacía pensar en el sentido más pervertido de la palabra, y en la situación en que estaba no daba para menos. Ehlena era una flama ardiente deseando ser consumida, pero no permitiría que eso sucediera sin antes dejar tan o más caliente a lo que ella tocase o siquiera mirase. La conocía lo suficiente como para predecir en cierto porcentaje sus movimientos generales, pero aún así esa mujer era y es una inquietante y perturbadora caja de sorpresas que planificaba sus pasos a cada segundo, haciéndola casi impredecible.

El fustazo no alcanzó siquiera a dejar marca en mi piel, pero su sonrisa y su mirada mientras mis manos eran apresadas cuidadosamente contra la cama estando ya sentado como ella lo deseaba sí que lo hicieron en todo mi cuerpo, unas marcas bastante húmedas mientras yo seguía pensando y repensando what the heck tenía planeado para mí. No tardé mucho en saberlo. La canción embriagó el ambiente como el olor a sexo que dominaría en la habitación más temprano que tarde, y mis ojos – y mi miembro – fueron testigos de un show que nada tenía que envidiar al de algún club de strippers o de Broadway…o de strippers de Broadway. Hubiera pagado la mitad de la fortuna de mi padre para liberarme de las esposas y poder sacar aquello que tiraba y dolía de mi boxer y aliviarle un poco las excitantes molestias con mi mano, pero la tortura iba a tener una recompensa extremadamente cálida y húmeda; o más bien, Ehlena iba a tener una larga y dura venganza.

Damn you, little cat…

Abrí las piernas para darle la mejor de las bienvenidas, y así fue, sentándose sobre mí con apenas una capa de ropa por retirar para dar paso a la verdadera acción. Asentí ante su –ya estúpida- pregunta y me quedé viendo aquel par de montañas que mi lengua quería devorar con el hambre de un mendigo frente a un banquete que no puede alcanzar, comiéndome su cuerpo con la mirada antes de hacer lo mismo con su boca, regalándole en oferta algunos de mis gemidos por aquella específica fricción que lentamente me hacía perder la cabeza. Podía sentir su humedad empapar mis ropas y eso me provocaba más ganas aún de romperlas, como estaba intentando hacer con las esposas que me tenían preso ante tamaña mujer. Afortunadamente mi instinto sexual pudo más y dos crujidos se escucharon al unísono, a la par que la cabellera rojiza se desplegaba sobre la cama con mi cuerpo encima, arrancándome las esposas de cuajo para poder acariciar toda la anatomía del peligro sexual andante que era Ehlena. Mis labios tras un largo rato abandonaron los suyos y bajé cual serpiente hasta sus pechos primero, mientras mis manos hacían su trabajo re-esculpiendo su figura por los costados y por sus piernas, continuando mi suplicio esta vez a voluntad, porque quería torturarla a ella ahora. Que añorara mi miembro con la sed de un deshidratado y con el delirio de un moribundo.

Tras devorarme la entrada y dejar sus puntas bien endurecidas fui por el platillo principal: pequeño pero muy apetecible. Le miré de reojo apenas unos segundos y como si se me fuera a escapar lo atrapé en un movimiento de pinzas de mis labios, sosteniendo las piernas ajenas con autoridad para evitar que sus posteriores revolcones arruinaran mis planes.

Volví a bajar y comencé a devorarme un Paraíso.