Una nueva mañana [Epoch]

El dolor se olvida, los recuerdos se abren paso entre esa consciencia que va y viene. Apenas tengo memorias de los momentos ocurridos, apenas puedo notar cuando la noche cae y la madrugada se acerca. Esta vez me sentí preparada para todo lo que sucedió y es quizás por eso que lució mucho más sencillo o quizás es sólo el hecho de que es una niña a la que traje al mundo y no dos. Se que amanece por la luz que se cuela, se que estos nuevos tonos serán los que tiñan las imágenes que aparezcan cuando deba rememorar este día y crear historias con él para ser contadas. Tengo la espalda contra una pared de madera y una pequeña entre los brazos, mi oso me mira con la seguridad que sólo el amor puede otorgar, un amor mutuo que hoy solo crece.

-Creo que se parece a ti… se parece a Freiheit… -

Cabello oscuro y tupido, ojos oscuros enmarcados por una piel rosada con pequeñas manchas. Aún es pronto para cualquier interpretación pero sólo necesito recordar lo que pasó hace poco más de un año y la imagen de mis cachorros, los primeros, se hace fresca en mis ojos. Cuando los veo correr me parece increíble que tan poco tiempo ha pasado desde que los llevé en mi vientre y ahora con esta nueva criatura la sensación de vacío es nuevamente la misma. ¿Será que seguirán siendo tan parte de mí como hasta hace poco? Es extraño querer otorgarles alas sabiendo que en algún momento volarán y al mismo tiempo no querer que jamás abandonen nuestro nido. Doy un leve golpe a la superficie junto a mí para que mi oso pueda acompañarnos, quiero tenerlo cerca, necesito sentirlo cerca.

Mi cabeza descansa en su hombro mientras juntos la observamos. Si antes me pareció similar a su hermana ahora puedo ver cada vez más detalles parecidos a los de nuestra Liebe.

- ¿No tienes miedo Oso? ¿No temes el momento en que uno a uno se alejen de nosotros? ¿No temes que su deseo por conocer el mundo supere al deseo de mantenerse cerca? – mi voz tiembla, no quiero despertar a mi pequeña mañana que se inunda de los miedos que me aquejan.

La figura de mi amor es grande y me gustaría ser como él, sentirme como él, saber que somos impenetrables y que nada ni nadie podría atravesar las barreras que crearemos. Me gustaría por sobre todo que esas puertas no se abran desde adentro.

– Temo que incluso tú me dejes, temo dejarlos pronto… ¿no tienes miedos, amor? –

Todo nace, cada sentimiento resurge e incluso las voces acalladas por tanto tiempo comienzan a aparecer a gritos, mi cabeza se llena de ellas y cada una se encarga de recordarme no sólo lo que me asusta, también los errores que he cometido y por sobre todo la falta de pasado.

- ¿Cómo podré saber algún día quién era yo antes de que tú me encontraras? – Ha pasado tanto desde aquel primer encuentro, desde cuando fue el amor y no el destino quien me obligó a tomar la mano de un desconocido que me haría conocer incluso más que aquello que mi imaginación pudo abarcar. Mis brazos se estrechan más fuerte en torno a esta nueva vida que hemos traído. Tengo el consuelo de saber que será fuerte como su padre, que podrá hacer frente a los obstáculos con las manos llenas y el corazón inflado. Ella no estará sola, nunca tendrá que llenarse de miedos.

-Ella es nuestra hija, Morgen, una nueva mañana…-

Sus ojos se abren al sonido de nuestras voces, la noche se encuentra inserta en las ventanas de su alma. Siento, no, ahora sentimos, volvimos a ser nosotros para dejar de ser yo. Sentimos como el pasado nos indica que hacer con el futuro. Nuestros labios se giran y besan lo del amor, los del amor oso que entrega siempre sonrisas, ese es mi oso, jamás será nuestro porque compartirlo no está dentro de las opciones.

-Morgen nunca debería estar sola… - una voz se alza entre las demás, repite mil veces aquello que he pensado desde antes pero que no me atrevo a repetir. Quiero, queremos, quiero, quiero tener más hijos, otros cachorros que acompañen el camino de esta nueva mañana.

Cuando el sol se esconde siempre sabemos que aparecerá al otro día, tenemos esa seguridad y nos motiva para dormir tranquilos, la oscuridad nunca es eterna aunque las noches a veces se sientan inmortales. Y yo, que tengo junto a mí al mayor motivo por el que abro mis ojos cada mañana puedo decir que en las tinieblas no hay tenebrosidad y que en las sombras no todo lo que habita es oscuro.

—¿Crees tú que de verdad he vencido el miedo? ¿Qué es entonces esto que siento aquí, justo aquí? — apunto a mi corazón aunque creo que ahí dentro no está. Mi corazón lo tiene el hombre que ahora habla intentando disipar los temores que en mí aparecen.

La pequeña que duerme en mis brazos apenas ha conocido nuestros rostros, los de sus hermanos, este es su primer día y también ahora la primera noche, ella parece una mezcla de ambos y cuando abre los ojos se nota serena, siempre segura, tal como el oso ha dicho su camino será de pasos firmes y siempre acompañada, tal vez de nuestros cachorros o quizás de aquellos a los que vaya encontrando en el sendero que recorra.

—¿Es eso posible amor? Escribir para no olvidar, algo que ni el viento pueda arrebatar ni el tiempo logre borrar — Ya puedo imaginar en mí la señal de que nunca estoy sola, el modo en que hemos llamado a nuestros hijos suena siempre de un modo intenso, justo como ellos. — ¿Cómo podré hacerlo? No se escribir, tampoco se leer… sólo puedo comprender los signos que tú me has enseñado, ¿es suficiente con eso? —

Imagino la vida delante de nosotros, el mundo que se abre como un libro de páginas indescifrables que después de pasar la página comienza finalmente a tener sentido. ¡Cuánto más podría hacer! Por él, por ellos, por nosotros.

—¿Puedes enseñarme Oso? ¿Puedes mostrarme el mundo de las letras? — la pequeña Morgen sonríe en su sueño, esta pequeña sigue unida a mí aún cuando ya no esté en mi vientre. Liebe y Freiheit también se acercan, quieren oír la historia que sigue inconclusa, aún cuando estoy cansada mis ojos no se atreven a cerrarse. ¡Hay tanto por ver! ¡Hay tanto por conocer! ¡Hay tanto por oír!

—Cuéntanos una historia para que aprendamos las palabras… quiero aprender desde hoy… — ojos semicerrados pero la sonrisa más abierta que nunca, tengo el corazón, ese al que también he llamado piwke, inflado por el amor que todos ellos me entregan, ¿podré sentirme alguna vez menos dichosa? — Cuéntale a los pequeños nuestra historia, el modo en que nos conocimos hace más de dos años ya… —

¡Claro que recuerdo! ¡Desde ahí comenzó mi vida y desde ese momento abrí los ojos!

No es la primera vez que escucho esta historia pero jamás antes me imaginé con alas distintas a las de un pequeño insecto que apenas es capaz de recorrer los escuetos confines de su hogar. Mi amor le explica a los pequeños nuestro primer encuentro de un modo que ni siquiera estuvo presente alguna vez en mi imaginación.

Tengo los ojos abiertos y a Morgen entre los brazos. Cada vez que Liebe y Freiheit sonríen me hace preguntar de qué modo será la sonrisa de esta nueva pequeña. Y justo ahí, cuando sigo inmersa en ese mar de tribulaciones que muchas veces amenazan con hundirme a cada instante es cuando escucho esa frase que luego sale de mis labios como una confirmación de que sigue siendo de ese modo.

— Como yo también andaba sola, pues nos encontramos los dos.

Y de ese modo fue, apenas recuerdo que vagaba intentando recorrer la completa extensión de aquella reja que cercaba todo ese lugar al que nunca pude llamar hogar y que además jamás vi en ella un agujero hasta el día en que mi oso apareció cerca.

— Éramos… — ¡Cuánto camino hemos recorrido hasta llegar a donde ahora nos encontramos — Su padre y yo nunca habíamos cruzado nuestras miradas, pero desde que lo hicimos por primera vez nunca pudimos separarnos… Ambos desconocíamos todo del otro, incluso nuestros nombres… pero al entrar ya sentíamos como si juntos hubiésemos vivido muchas vidas…

Y lo recuerdo y lo siento, aún ahora. Lo sigo amando tal como ese primer día, cada despertar a su lado es como ser encontrada y subir a su carreta. Mi amor-oso me toca y el fuego apenas dormido en mi sangre se enciende con la fuerza de miles de volcanes... incluso ahora de sólo pensarlo ciertos de pequeños insectos revolotean en mis entrañas.

Todo tiene sentido cuando a nuestro alrededor se encuentran ellos y pese a que puedo mirar en cada uno de mis hijos algo de ambos para mí siempre tendrán más de su padre. El corazón latiendo desbocado, las ganas de partir sin rumbo establecido… quiero que nuestros pies sigan la senda de otros hombres que han encontrado lo que tanto buscaban. ¿Qué buscamos nosotros?

— Mis pequeños… su padre es quien me encontró dentro de esa jaula y dejó que mis alas se extendieran, él me entregó el presente y el futuro que ustedes también poseen… Puedo volar pero nunca lo haré a solas…

Y las risas se escapan, puedo imaginarlos como osos con grandes alas surcando el cielo.

— ¿Quieren volar? ¿Quieren que volemos todos juntos? — mi brazo libre se abre como un ala que se despliega, con el otro sostengo a nuestra nueva hija. Se remueve algo inquieta por toda esta charla — ¿También quieres volar, Morgen?

Cuando el tiempo pasa y las palabras siguen flotando hasta encontrar el camino hacia donde quiero dirigirlas, comienzo a preguntarme si todo esto es real, si es parte de lo que deslumbrante imaginación quiere formar o si simplemente sólo estoy pensando demasiado. El silencio en mi cabeza me abruma, me aprisiona en esta cárcel aún cuando estoy rodeada de gente y se que sus ojos y corazones están enfocados en mí.

Desde que Epoch me encontró y entró a mi vida sólo he pensado dos veces en mi pasado, pero desde que los cachorros llegaron no de pensar en lo que sucedió en los años anteriores a esto, en absoluto. Quiero creer que puedo formar una nueva vida, una de páginas en blanco dónde sea yo quien posea la pluma que llene de nuevas líneas esta historia.

La pequeña Morgen podrá volar con las palabras, con las historias que todos contaremos para ella, con sus propias historias llenas de alas de múltiples colores. El cielo será su límite, el cielo eterno que se tiñe de rosa cuando el día acaba y que se repleta de estrellas para indicarnos que debemos descansar.

Mi pecho baja y sube, respiro tranquila mientras escucho las palabras de mi amor. ¡Qué afortunada soy por todo esto! Y ahora que imagino sus creaciones mi sonrisa de amplía y también la de nuestros pequeños que ya esperan tener en sus manos a estos pequeños tesoros que pese a no poseer vida propia la tendrán a través de esos balbuceos y palabras mal pronunciadas.

— Cada vez que tengan miedo, cuando el dolor sea fuerte y no encuentren cómo decirlo… pueden imaginar un nuevo mundo donde estas piezas bailarán al compás que ustedes decidan… ¡Hagan música para ellos, mis pequeños!

Y así mientras mis palabras seguían cálidas en el ambiente, nuestros hijos comenzaron a saltar y bailar imaginando toda una escena para que su padre puedas hacerla luego. Morgen se remueve, busca con la mirada lo que sucede. Sus ojos abiertos tienen la forma del oso y mi color. Me sorprende la similitud que tiene esta pequeña con el reflejo de mí que he podido observar cuando vamos al arroyo.

Acaricio su pequeña cabeza con mis dedos y espero que al interior sólo se encuentra ella, que las voces que me han acompañado no la acompañen a ella. — Morgen, ¿estás a solas? —

Sus ojos quieren llenarme de paz. Las palabras del oso también ayudan pero siento aquel temor clavado en mí como la pequeña espina de una rosa que aún no florece del todo. Sólo el tiempo podrá ayudarme a comprender si mi pequeña es más como ellos o más como yo. ¡Cuánto desearía que aquella distinción no existiese! Pero es imposible que un animal habite en mí y mucho menos que el humano en ellos los apodere por completo.

— ¿Qué es eterno? ¿Cómo se puede medir lo eterno cuando no sabemos qué es ahora? —

Cada pregunta es algo que antes también estuvo rondando. Una de mis manos se estira y acaricia la mejilla de Epoch. Tantos nombres y sólo quiero llamarlo amor, no necesito más que él y los cachorros, la felicidad es una ilusión si lo comparo a lo que ahora se hace presente. Él lo llena todo, es parte de todo y aunque suene extraño también ha creado todo. Los pequeños se detienen y nos observan, sin que les dirijamos la palabra se alejan y dejan la casa rodante. Estamos solos y ahora es Morgen nada más quien nos acompaña. Nuestra hija duerme y una pequeña sonrisa adorna su rostro.

— La Diosa te trajo hasta mí, la Diosa ha querido que nuestras semillas engranden estos frutos. Tú y yo, juntos… —

Desde hace algunos días, poco antes de que nuestra niña naciera, me he preguntado si alguna vez de mis labios han salido esas palabras que he escuchado a otras parejas decir. Palabras que no conocía hasta entonces y que sólo luego de preguntar por el significado he llegado a entender que no alcanzan para lo que realmente necesito decir.

Estamos solos y Morgen suspira como si fuera capaz de comprender todo lo que sucede a su alrededor. Mis labios se estiran y vuelan hasta que el beso se posa en la mejilla del Oso, son varios viajes hasta que al fin llegan a sus labios. Necesito agradecerle, pero de mi boca sólo aparecen sonrisas a medias y el deseo de poder besarlo hasta que la noche vuelva a ser día y el día vuelva a ser noche.

— He escuchado entre los gitanos que algunos profesan amor unos a otros con palabras dulces, cariñosas, así la han llamado ellos… He escuchado que decir te amo es la más grande declaración de lo que sienten… — su voz baja y sus ojos se alzan, lo encuentran, está justo al frente y es ahí donde lo necesita. — Te amo, Epoch… las palabras no alcanzan pero quiero intentarlo...

No me atrevo a soltar más palabras. No me atrevo a abrir los labios y dejar que las letras se unan formando aquello que tanto temo. ¡Ah! El temor aparece otra vez y aunque esta vez no lo digo en voz alta, sé que está presente y él también lo sabe. Porque mi oso todo lo sabe aunque muchas veces calle tal como yo lo hago. Lo veo acercarse y cuando su cuerpo toca al mío algo despierta y grita, nuestros labios se unen en un beso necesitado como si fuera esta la primera vez en que nos encontramos. Podría perderme cada día de la vida sólo para que sus manos encuentren mis rincones y para que su mirada sea la que escuche en el silencio de nuestros amaneceres.

— ¿Puedes hacerlo de nuevo? —

Quiero dos besos más.

Mi petición, callada por los labios de un Oso al que amo desde hace tanto aunque esa palabra esté recién descubierta. Nuestra niña sigue dormida en mis brazos, como si supiera que con su llanto es capaz de interrumpir el amor que sus padres se profesas, ese mismo amor por el que nació.

— La primera vez que besaste mis labios creí que podría perderte en un par de segundos, que cerraría los ojos y no estarías acá… y aún ahora sigo teniendo miedo de dejar que mis pestañas caigan… eres tan volátil como aquel pensamiento que se escapa de mí antes de que pueda atraparlo… ¿Dónde vas cuando no te tengo? ¿Con quienes hablas? ¿Es que acaso tu amor también se comparte? Lo veo compartirse con nuestros cachorros, lo veo en el semblante sereno de Frei y en los ojos brillantes de Lieve… nuestra nueva pequeña también comparte tu amor y los que vendrán también lo harán… —

Y aquello no me molesta, porque sentir que lo que él entrega también lo viven otros sólo hace que este corazón que tengo en el pecho, el que no me corresponde, se agrande e hinche haciendo más fuerte cada latido.

Tal como sus palabras, de mis labios sale un tarareo suave, una melodía delicada que voy creado mientras lo miro a los ojos y mientras lleno su rostro de besos. ¡Cuánto amo ese rostro! Y cuanto amor significa para mí. Sus escasas sonrisas iluminan mi camino y se transforman en ese faro que guía mis pasos cuando me siento a la deriva. Me gusta sonreír para él y que sienta con eso que estoy más tranquila, que sus brazos alrededor de mi cuerpo se sienten como los dedos de un músico virtuoso y que quiero ser el piano de sus canciones.

— Ahí donde vayas yo estaré contigo, ahí donde te dirija el destino yo estaré contigo, ahí, donde sea que eso se encuentre, siempre estaré contigo… —

Mi cuerpo se inclina, mis labios lo rozan y ahora son mis manos los que acarician su rostro en un gesto desesperado, loco, lleno de nosotros, lo mejor que puede definirnos.

Cuando abrí la boca para volver a pronunciar una promesa, nuestra pequeña abrió también los ojos, repletos de esperanza y una respuesta, la misma que al parecer esperaba mi Oso. ¿He dicho ya cuánto lo amo? No tiene medida y tampoco conozco alguna como para calcular si esto puede encerrarse en algo limitado.

— Vamos donde sea mejor para todos, si debemos asentarnos para criar a nuestros hijos lo haremos… en cualquier lugar del mundo y aunque nos golpeen las tormentas, si estamos juntos nuestro hogar es más fuerte… lo es mucho más. —

Cerré los ojos un instante, fui capaz de imaginar nuestro porvenir y aquella imagen repleta de luz dejó mi corazón en paz. Respiro profundo, me uno a sus labios, dejo caer mi cabeza en el hueco de su hombro y ahí vivo, con él, sólo para él. Para mi amor vivo y por mi amor estoy viva.