AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Habla despacio y no digas demasiado [Privado - Mikhail]
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Habla despacio y no digas demasiado [Privado - Mikhail]
“Querido Thomas,
Tengo esperanza de que esta carta no sea abierta hasta llegar a tus manos así que te voy a tratar con la familiaridad que mi difunto marido y yo te tratábamos en la cama. Espero que tanto tú como mis dos queridos hijos estén bien. Los amo y los echo mucho de menos por ende también espero tener la oportunidad de veros este año. Aunque con los duros viajes he empezado a padecer unas fiebres que mi medico tiene que atender intentaré estar en Rumanía para pasar las navidades con ustedes. Lo más seguro es que el cansancio halla hecho mella en mi. No suelo ser una mujer débil, tú bien sabes que nunca lo he sido pero toda juventud llega a su fin y creo que con treinta años este fin es el mío.
He recibido tu carta con tardanza y nada más leerla preparé un carruaje para hacer tu recado. Modemoiselle Joyandet, tú hermana, tal y como me dijiste residía en Marseille. No me costo mucho encontrarla ¡Es increíble lo que puede hacer un titulo y algo de dinero! pero debo advertirte que la encontré en muy mal estado, el llanto por su difunto marido logro hacer que mi corazón se apretase de tristeza. Como buen amigo que se que eres y para nada aprovechado no me pediste que la ayudara pero lo hice igualmente, te ayude. Le compre un billete de barco hacia Inglaterra a vuestra casa paterna donde se que la recibirán con los brazos abiertos. Estoy realmente preocupada por ella así que si deseas ir a verla todos los gastos corren a mi cuenta. El dinero no es ningún problema mientras mis hijos permanezcan contigo. Necesitan una persona familiar en su vida porque yo no soy capaz aun de hacerme cargo de ellos y ver el rostro de Blaize en sus propios rasgos.
Siento mucho ser tan cobarde Thomas, también siento amarte tanto como para condenarte a hacerte cargo de la vida que intento dejar atrás. Soy…”
Levante la pluma de la hoja de papel sobre la que estaba escribiendo cuando el bote pequeño pero caro que Constantin había contratado alcanzo su destino. Al llegar a Marseille me había sentido totalmente hechizada por la hermosura del Archipielago de Frioul. El agua rodeaba embellezando la pequeña ciudad con su toque místico. Era muy distinto a Constanta pero respirar la humedad del ambiente era como ungüento para mi corazón herido. El atardecer poco a poco empezaba a dejar paso a la noche y la neblina se cernía sobre la luminosa ciudad con mucha más hermosura que sobre Paris. La orilla de la lsla de If, lugar donde me encontraba, era el mejor para ver el atardecer y probablemente el amanecer también –Señora ya estamos aquí– me aviso uno de los integrantes del bote con voz trémula tal vez por el frío. No estaba muy segura de ello pero tampoco me apetecía indagar en los temores de ese hombre cuando una isla entera y desierta esperaba mi llegada –¿Esta segura de bajar mi señora?– mire a Constantin, mi medio hermano bastardo, con el ceño fruncido cuando la preocupación se materializo en su mirada. Ciertamente la noche ya se había cernido del todo sobre nuestras cabezas pero mi curiosidad y mis ganas de emociones nuevas vencieron a mi razón en una batalla que ya de antemano estaba perdida.
–Solo es una isla con un Castillo deshabitado Constantin. Se lo que hago, no te preocupes por tu vieja y loca señora. Echare un vistazo y volveré antes de medianoche. Además si necesito ayuda tú estarás ahí para mi– le había pedido que se quedase en el bote para poder pasar mis horas en soledad ordenando mis pensamientos pero tenía la certeza que no lo iba a cumplir. Mi apasionado hermanastro era un gitano de pies a cabeza aunque su sangre estuviese mezclada. En mi país los gitanos cuidaban de los suyos y yo era suya. Su hermanita pequeña, la única que lo había ayudado en los peores momentos y la única que aun le pedía ayuda como si no tuviese otras elecciones aunque justamente de esas sobraban.
–Pero…– le puse el dedo sobre los labios callándolo antes de inclinarme y darle un beso en la mejilla. Le susurré que le quería, que me esperase, que iba a volver tras aclararme y me salí del bote con la ayuda de dos de los hombres ahí presentes. Cuando empecé a caminar por la escurridiza piedra de la isla me di cuenta que la nota que le había empezado a escribir a Thomas aun la sujetaba con fuerza en mi mano derecha. No quería arrugarla, pero tampoco estaba preparada para soltarla así que la apreté con más fuerza mientras la noche inundaba mis sentidos.
Lejos del bote levante la mirada hacia el cielo dándome cuenta que las estrellas se contemplaban con mucho más placer desde un sitio como aquel que desde la ciudad. La soledad y la tranquilidad que emanaba aquella mística isla era más encantadora incluso que la orilla del Mar Negro –Blaize, maldito ¿Dónde estas? Si estas ahí arriba dame una señal o si estas abajo haz la tierra temblar bajo mis pies. Dime, ¿Quien te tiene? ¿Dios, los ángeles, o has honrado con tu presencia al maligno?– una simple y solitaria lagrima desdencito por mi mejilla. El dolor a veces era insoportable y en las últimas semanas se había tornado constante y persistente. Si algo había aprendido desde la muerte de mi marido eso había sido a no culparle a él por su muerte pero en cambio había empezado a culparme a mi misma por amarlo. Amar a un hombre en esta época era como cavarse la propia tumba pero amar a un Barón autodestructivo era como enterrarse vivo en dicha tumba y no poner fin al sufrimiento. Blaize se había destruido, había muerto, y a diferencia de lo que muchos decían también se había llevado con él parte importante de mi alma.
Me limpie la lágrima con la mano enguantada para luego llevármela hacia el pelo. Silenciosamente mientras las estrellas aun danzaban en mi mirada empecé a desatar mis cabellos hasta dejarlos sueltos y tirar el sombrero lejos. No era una dama, interirmente no era más que una mujer herida pero que había sobrevivido y nada de lo que llevaba lo aparentaba. La ostentosa tela me molestaba, los guantes eran un fastidio y los zapatos hacían doler mis pies así como el corsé apretaba mis costillas. Me vi a mi misma como si me viese desde el aire quitándome las horquillas, los guantes y todos los complementos ostentosos hasta quedarme solo en el vestido y con los pies descalzos sobre la piedra. A unos metros detrás estaba el castillo y delante de mi había un precipicio de piedras del que estaba segura que si me tiraba no volvería jamás ¿Era lo bastante fuerte? No, sin duda no, pero si era lo bastante cobarde como para pensar en ello –¡Si eres tú el que me envía esta señal no tiene gracia! ¡Es más! Como sigas haciéndolo me voy a pulirme todo tu dinero con un amante que escoja al azar. Probablemente aquel ingles al que tanto detestas ¿Te serviría eso de advertencia?– la duda ya no cabía en esa ecuación, había enloquecido. A veces el aire podía ser mejor interlocutor que una persona de carne y hueso. Propine un juramento en mi idioma que seguramente una señora de mi categoría no debía pronunciar pero nada había de común en mi y la alta sociedad tenía perfecta constancia de ello.
Tengo esperanza de que esta carta no sea abierta hasta llegar a tus manos así que te voy a tratar con la familiaridad que mi difunto marido y yo te tratábamos en la cama. Espero que tanto tú como mis dos queridos hijos estén bien. Los amo y los echo mucho de menos por ende también espero tener la oportunidad de veros este año. Aunque con los duros viajes he empezado a padecer unas fiebres que mi medico tiene que atender intentaré estar en Rumanía para pasar las navidades con ustedes. Lo más seguro es que el cansancio halla hecho mella en mi. No suelo ser una mujer débil, tú bien sabes que nunca lo he sido pero toda juventud llega a su fin y creo que con treinta años este fin es el mío.
He recibido tu carta con tardanza y nada más leerla preparé un carruaje para hacer tu recado. Modemoiselle Joyandet, tú hermana, tal y como me dijiste residía en Marseille. No me costo mucho encontrarla ¡Es increíble lo que puede hacer un titulo y algo de dinero! pero debo advertirte que la encontré en muy mal estado, el llanto por su difunto marido logro hacer que mi corazón se apretase de tristeza. Como buen amigo que se que eres y para nada aprovechado no me pediste que la ayudara pero lo hice igualmente, te ayude. Le compre un billete de barco hacia Inglaterra a vuestra casa paterna donde se que la recibirán con los brazos abiertos. Estoy realmente preocupada por ella así que si deseas ir a verla todos los gastos corren a mi cuenta. El dinero no es ningún problema mientras mis hijos permanezcan contigo. Necesitan una persona familiar en su vida porque yo no soy capaz aun de hacerme cargo de ellos y ver el rostro de Blaize en sus propios rasgos.
Siento mucho ser tan cobarde Thomas, también siento amarte tanto como para condenarte a hacerte cargo de la vida que intento dejar atrás. Soy…”
Levante la pluma de la hoja de papel sobre la que estaba escribiendo cuando el bote pequeño pero caro que Constantin había contratado alcanzo su destino. Al llegar a Marseille me había sentido totalmente hechizada por la hermosura del Archipielago de Frioul. El agua rodeaba embellezando la pequeña ciudad con su toque místico. Era muy distinto a Constanta pero respirar la humedad del ambiente era como ungüento para mi corazón herido. El atardecer poco a poco empezaba a dejar paso a la noche y la neblina se cernía sobre la luminosa ciudad con mucha más hermosura que sobre Paris. La orilla de la lsla de If, lugar donde me encontraba, era el mejor para ver el atardecer y probablemente el amanecer también –Señora ya estamos aquí– me aviso uno de los integrantes del bote con voz trémula tal vez por el frío. No estaba muy segura de ello pero tampoco me apetecía indagar en los temores de ese hombre cuando una isla entera y desierta esperaba mi llegada –¿Esta segura de bajar mi señora?– mire a Constantin, mi medio hermano bastardo, con el ceño fruncido cuando la preocupación se materializo en su mirada. Ciertamente la noche ya se había cernido del todo sobre nuestras cabezas pero mi curiosidad y mis ganas de emociones nuevas vencieron a mi razón en una batalla que ya de antemano estaba perdida.
–Solo es una isla con un Castillo deshabitado Constantin. Se lo que hago, no te preocupes por tu vieja y loca señora. Echare un vistazo y volveré antes de medianoche. Además si necesito ayuda tú estarás ahí para mi– le había pedido que se quedase en el bote para poder pasar mis horas en soledad ordenando mis pensamientos pero tenía la certeza que no lo iba a cumplir. Mi apasionado hermanastro era un gitano de pies a cabeza aunque su sangre estuviese mezclada. En mi país los gitanos cuidaban de los suyos y yo era suya. Su hermanita pequeña, la única que lo había ayudado en los peores momentos y la única que aun le pedía ayuda como si no tuviese otras elecciones aunque justamente de esas sobraban.
–Pero…– le puse el dedo sobre los labios callándolo antes de inclinarme y darle un beso en la mejilla. Le susurré que le quería, que me esperase, que iba a volver tras aclararme y me salí del bote con la ayuda de dos de los hombres ahí presentes. Cuando empecé a caminar por la escurridiza piedra de la isla me di cuenta que la nota que le había empezado a escribir a Thomas aun la sujetaba con fuerza en mi mano derecha. No quería arrugarla, pero tampoco estaba preparada para soltarla así que la apreté con más fuerza mientras la noche inundaba mis sentidos.
Lejos del bote levante la mirada hacia el cielo dándome cuenta que las estrellas se contemplaban con mucho más placer desde un sitio como aquel que desde la ciudad. La soledad y la tranquilidad que emanaba aquella mística isla era más encantadora incluso que la orilla del Mar Negro –Blaize, maldito ¿Dónde estas? Si estas ahí arriba dame una señal o si estas abajo haz la tierra temblar bajo mis pies. Dime, ¿Quien te tiene? ¿Dios, los ángeles, o has honrado con tu presencia al maligno?– una simple y solitaria lagrima desdencito por mi mejilla. El dolor a veces era insoportable y en las últimas semanas se había tornado constante y persistente. Si algo había aprendido desde la muerte de mi marido eso había sido a no culparle a él por su muerte pero en cambio había empezado a culparme a mi misma por amarlo. Amar a un hombre en esta época era como cavarse la propia tumba pero amar a un Barón autodestructivo era como enterrarse vivo en dicha tumba y no poner fin al sufrimiento. Blaize se había destruido, había muerto, y a diferencia de lo que muchos decían también se había llevado con él parte importante de mi alma.
Me limpie la lágrima con la mano enguantada para luego llevármela hacia el pelo. Silenciosamente mientras las estrellas aun danzaban en mi mirada empecé a desatar mis cabellos hasta dejarlos sueltos y tirar el sombrero lejos. No era una dama, interirmente no era más que una mujer herida pero que había sobrevivido y nada de lo que llevaba lo aparentaba. La ostentosa tela me molestaba, los guantes eran un fastidio y los zapatos hacían doler mis pies así como el corsé apretaba mis costillas. Me vi a mi misma como si me viese desde el aire quitándome las horquillas, los guantes y todos los complementos ostentosos hasta quedarme solo en el vestido y con los pies descalzos sobre la piedra. A unos metros detrás estaba el castillo y delante de mi había un precipicio de piedras del que estaba segura que si me tiraba no volvería jamás ¿Era lo bastante fuerte? No, sin duda no, pero si era lo bastante cobarde como para pensar en ello –¡Si eres tú el que me envía esta señal no tiene gracia! ¡Es más! Como sigas haciéndolo me voy a pulirme todo tu dinero con un amante que escoja al azar. Probablemente aquel ingles al que tanto detestas ¿Te serviría eso de advertencia?– la duda ya no cabía en esa ecuación, había enloquecido. A veces el aire podía ser mejor interlocutor que una persona de carne y hueso. Propine un juramento en mi idioma que seguramente una señora de mi categoría no debía pronunciar pero nada había de común en mi y la alta sociedad tenía perfecta constancia de ello.
Adina Meniuc- Realeza Rumana
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Re: Habla despacio y no digas demasiado [Privado - Mikhail]
La situación geográfica del castillo y su arquitectura hacían de ella el tablero perfecto para cada uno de sus macabros juegos. El rumor que se extendía por toda Francia sobre el propietario era suficiente para que algunos se aventuraran a visitarlo. Existían – por supuesto – aquellos que solo buscaban probar su valentía al arribar a la isla. ‘¿Estaba realmente desierta?’ Esa era la cuestión a la que se buscaba dar una respuesta. Entrar y salir era la meta de cada uno de ellos. Hasta el momento, solo un par habían logrado regresar a puerto. Durante el día, los licántropos se encargaban de vigilar y proteger. Era imposible que alguien entrara a sus dominios sin antes ser visto. Sus mascotas estarían implorando por una rápida muerte si osaban pasar por encima de sus órdenes. Supo, desde el momento en que el crepúsculo cayó, cuántos habían arribado a su isla. Sterling le había mostrado a través de la visión compartida. Eso solo significaba que habría un ligero cambio de planes. Nathaniel aún estaba a prueba. Caminó a través del pasillo que conducía a las mazmorras donde se encontraba la familia que hacía más de una semana había llegado a formar parte de su rebaño. Su padre había sido el verdugo de todos ellos. Las apuestas le habían llevado a adquirir una deuda que ni en toda su vida cubriría. Mikhail siempre supo cómo terminaría. La historia se llevaba repitiendo una y otra vez. Se detuvo ante la celda donde se encontraba su nueva creación. Su futuro guardia llevaba solo dos días como vampiro. El hambre le gobernaba. Estaba atado con cadenas revestidas de sangre de licántropo. Cada vez que forcejaba, la herida se agravaba. Un charco carmesí se encontraba bajo sus pies. Estaba perdiendo demasiada y con extrema rapidez. No lo mataría, pero sí lo debilitaría. Nathaniel estaba desesperado por liberarse. Las aletas de su nariz trabajaban fuertemente. La escena arrancó una sonrisa de su boca. La mirada del neófito estaba prendada en la pareja y el niño que se encontraban arrinconados en una de las esquinas de la habitación. Ni siquiera parecía notarlo. Una noche más y actuaría como un monstruo. Era una lástima que tuviese que liberarlo.
- Esta noche habéis corrido con suerte, Nathaniel. Prometí que si extraños entraban a la isla, iríamos de cacería. Sus palabras tuvieron el poder suficiente para que alejara la mirada de los humanos presentes. Sabía que si lo liberaba, iría tras el primer cuello que encontrara. Esa era una posibilidad que no iba a permitir. Rafael se encargaría – como siempre – de hacer el trabajo. – La regla es la siguiente. Si tocáis a alguien de nuestros recién llegados sin mi permiso, desearás nunca haber sido liberado. Aprenderéis entonces que incluso la muerte es un regalo que no se da sin nada a cambio. Con esas últimas palabras, abandonó las mazmorras, dejando la orden explícita de que fuese liberado cuando así lo exigiese. La telepatía era una de las habilidades que todos sus vampiros habían perfeccionado. Si bien no confiaba en nadie, excepto en sí mismo, había decidido ofrecer la inmortalidad a aquéllos que habían sido temidos cuando eran simples humanos. Rafael era su favorito. Había estado a punto de ser ejecutado cuando lo encontró. Su condena había sido impuesta por más de diez asesinatos, eso sin contar aquéllos que nunca se encontraron. La noche le dio la bienvenida. La Luna colgaba en el firmamento obscenamente. Cientos de estrellas le acompañaban esa noche, ansiosas por ser partícipe del derramamiento de sangre. La brisa golpeaba su cuerpo. Las olas golpeaban fuertemente contra las rocas. Fue fácil localizar el bote en que habían llegado. Más tarde, quizás, daría la orden de que se destruyera. Nunca se dejaban pruebas. Habían permanecido en el anonimato por cuidar esos pequeños detalles. Su sonrisa se ensanchó al descubrir que solo una mujer viajaba entre la tripulación. ¿Por qué se había alejado de ellos? ¿Pecaba de valiente o de ignorante? Pronto lo descubriría. Caminó en su dirección, escuchando la conversación que tenía consigo misma. – Si está pensando en saltar, chérie. Le advierto que tengo planeada una noche más interesante para todos nosotros. Esconder su naturaleza no estaba en sus planes. Él era el dueño de todo lo que les rodeaba. Fuese quien fuese la dama, el Castillo de If sería su última morada.
Mikhail Argeneau- Vampiro Clase Alta
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Re: Habla despacio y no digas demasiado [Privado - Mikhail]
Cuando desprendí el ultimo juego de joyas que tenia colgado sobre mi blanco cuello y lo tire al suelo fue cuando escuche las palabras de una voz extraña que sabia que no pertenecía a ninguno de los tripulantes del barco. Su francés era demasiado bueno para ser el de Constantin y demasiado refinado para ser el de alguno de los hombres necesitados de dinero que estaban a mis ordénese -¿Chérie?- pregunté con la ceja alzada y algo de arrogancia mientras me volteaba poco a poco hasta enfrentar la vista de uno de los hombres más imponentes que había tenido el placer de presenciar jamas ¿Era de la Aristocracia y yo no lo conocía? Me tomo tiempo y muchas fuerzas de voluntad volver a hablar pues mi aliento parecía haberse atragantado en mi garganta. El miedo momentáneo, el terror corrían por mis venas sin estar del todo segura del porque de mi reacción ¿Acaso me había amenazado verbalmente? No directamente pero sus palabras no dejaban de ser afiladas como la hoja de un papel ¿Acaso mi reacción era sexual ante su masculinidad? Ese pensamiento me hizo sonreír de lo absurdo que sonaba. Sabia que estaba más que seca, más que poco dispuesta a volver a tener relaciones intimas con un hombre en lo que me quedaba de existencia pero entonces ¿A que venía todo aquello? Al final, me aparte el pelo que el viento me arrastraba sobre el rostro y mire el destello plateado de los ojos del invitado inesperado. Thomas muchas veces me había dicho que tuviese cuidado con los extraños misteriosos y Blaize había amenazado con encerrarme si hablaba con otros que no fuesen de su agrado pero ninguno de mis dos hombres estaban ahí. Ellos y yo habíamos dejado lo nuestro atrás bien fuese obligados por las circunstancias o por las tremendas ganas de huir y de escapar -¿Tiene usted planeada una noche más interesante? ¿Porque será que no me lo creo? ¿Que puede ser mas interesante que una muerte prematura? No tiene usted nada que pueda hacerme sentir mejor Monsieur- mi torpe francés poco me importaba en ese momento al igual que las joyas y todas las cosas costosas que estaban esparcidas entre el desconocido y yo. Sabia que con una de esas piezas se podía alimentar una región entera durante un mes y me sentí culpable por un instante de tirar tal valor al suelo pero la culpabilidad tal como llego desapareció sin dejar rastros evidentes en mi -¿Es esta vuestra isla Monsieur? Mis perdones si he irrumpido en ella sin pedirle permiso, pues ya me parecía a mi que mis empleados estaban algo asustados al traerme aquí pero puedo recompensarle por mi descortesía- señale las preciosidades tiradas al suelo sin mucho cuidado -Esas joyas que están entre nosotros valen más que mi misma vida y que tres veces el tamaño de su isla así que son suyas como un pago por las molestias. Los Franceses os soléis irritar cuando alguien hace algo que no es de su agrado pero con unas migajas os suavizáis como unos gatitos- sonreí ante las palabras que mis labios habían solado sin rumbo de vuelta.
Había insultado a la cara al que suponía que era el señor de la isla con palabras de desprecio hacia los suyos. Sabia que los Franceses eran muy nacionalistas y decirles eso era como un crimen peor que la muerte pero no me sentía fina ni con tacto en ese momento. De echo sentía que estaba empezando a perder la cabeza y la liberación que eso me permitía, mejor dicho me hacia respirar con alivio. Un alivio que no había sentido en más de una década ¿significaba eso que había aceptado por fin la muerte de Blaize, la perdida de mis apetitos, de mis hijos y de Thomas? Probablemente no, probablemente cuando la cordura iba a volver a mi otra vez la culpabilidad me iba a ahogar pero en ese momento no tenia que preocuparme. Por fin tenia una noche de liberación. -¿Ha sentido alguna vez que puede respirar con tranquilidad? ¿Ha sentido alguna vez que es libre? ¡Por todos los dioses habidos y por haber! No se que tiene esta isla o que me pasa a mi en esta noche llena de estrellas pero me siento liberada. Siento como si estuviese perdiendo la cabeza cada minuto que pasa. Espero realmente estar perdiendo la razón Monsieur porque sino este sentimiento seria en vano y yo no quiero que eso suceda. Me gusta sentirme como si fuese una muchacha normal y algo alocada y no un maldito miembro de la realeza con deberes hacia la corona ¿Requerirá el rey su majestad mis servicios este año en su lecho? ¡Como si pudiese! ¿Quien se dejaría tocar por una viuda que esta en el ojo del huracán de la sociedad? ¡Los chismes! Desearía decir que son injustos, sucios y faltos de razón pero me encantan- solté una carcajada antes de seguir con mis divagaciones -Me encanta llamar la atención, me encanta librarme de las asquerosas manos del rey sobre mi cuerpo con blasfemias infundadas. Me encanta tener el control sobre mi pensamiento y mi cuerpo. Me encantaba mi marido y mi amante en la misma cama y también me encanta no saber de quien eran mis hijos pero ahora mismo lo que necesito es paz ¿Se lo puede imaginar? Seguramente me este volviendo loca. Oh sin duda me estoy volviendo loca- no había acabado. Ni de lejos pero decidí dejarlo estar mientras me inclinaba en el suelo hasta alcanzar las joyas esparcidas y valiosas.
No sabia realmente si el hombre que tenia ante mi iba a aceptar las joyas del suelo como pago por mi poca cortesía pero lo que si sabia es que iban a servir de moneda de cambio por la vida de Constantin. Si algo me importaba más en ese momento que mi propia locura era la vida de mi hermano medio gitano. Pasase lo que pasase sabia que no me iba a perdonar si algo le sucediese a mi otra alma porque él lo era todo para mi en esos tiempos. Era mi alma desde que había decidido jugarme la mía en la boca del diablo ¿Así que eso es lo que me había producido el terror por ese hombre? Lo veía como el diablo -Hay un bote, no muy lejos de aquí pero lo bastante como para que no me oigan y tampoco me vean. En el hay un hombre. Responde el nombre de Constantin y es mi medio hermano. Si este pago te parece insuficiente para la vida de todos entonces lo deseo como moneda de cambio por su libertad- también deseaba no irme nunca de esa isla si seguía sintiendo esa libertad pero algo me impidió darle mas detalles a ese hombre. Por alguna razón estaba segura de que podía saber que era lo que estaba pensando en ese momento. Probablemente mis ojos tenían el poder de delatarme así como la inmensa sonrisa burlona que se asomaba sobre mis labios.
Había insultado a la cara al que suponía que era el señor de la isla con palabras de desprecio hacia los suyos. Sabia que los Franceses eran muy nacionalistas y decirles eso era como un crimen peor que la muerte pero no me sentía fina ni con tacto en ese momento. De echo sentía que estaba empezando a perder la cabeza y la liberación que eso me permitía, mejor dicho me hacia respirar con alivio. Un alivio que no había sentido en más de una década ¿significaba eso que había aceptado por fin la muerte de Blaize, la perdida de mis apetitos, de mis hijos y de Thomas? Probablemente no, probablemente cuando la cordura iba a volver a mi otra vez la culpabilidad me iba a ahogar pero en ese momento no tenia que preocuparme. Por fin tenia una noche de liberación. -¿Ha sentido alguna vez que puede respirar con tranquilidad? ¿Ha sentido alguna vez que es libre? ¡Por todos los dioses habidos y por haber! No se que tiene esta isla o que me pasa a mi en esta noche llena de estrellas pero me siento liberada. Siento como si estuviese perdiendo la cabeza cada minuto que pasa. Espero realmente estar perdiendo la razón Monsieur porque sino este sentimiento seria en vano y yo no quiero que eso suceda. Me gusta sentirme como si fuese una muchacha normal y algo alocada y no un maldito miembro de la realeza con deberes hacia la corona ¿Requerirá el rey su majestad mis servicios este año en su lecho? ¡Como si pudiese! ¿Quien se dejaría tocar por una viuda que esta en el ojo del huracán de la sociedad? ¡Los chismes! Desearía decir que son injustos, sucios y faltos de razón pero me encantan- solté una carcajada antes de seguir con mis divagaciones -Me encanta llamar la atención, me encanta librarme de las asquerosas manos del rey sobre mi cuerpo con blasfemias infundadas. Me encanta tener el control sobre mi pensamiento y mi cuerpo. Me encantaba mi marido y mi amante en la misma cama y también me encanta no saber de quien eran mis hijos pero ahora mismo lo que necesito es paz ¿Se lo puede imaginar? Seguramente me este volviendo loca. Oh sin duda me estoy volviendo loca- no había acabado. Ni de lejos pero decidí dejarlo estar mientras me inclinaba en el suelo hasta alcanzar las joyas esparcidas y valiosas.
No sabia realmente si el hombre que tenia ante mi iba a aceptar las joyas del suelo como pago por mi poca cortesía pero lo que si sabia es que iban a servir de moneda de cambio por la vida de Constantin. Si algo me importaba más en ese momento que mi propia locura era la vida de mi hermano medio gitano. Pasase lo que pasase sabia que no me iba a perdonar si algo le sucediese a mi otra alma porque él lo era todo para mi en esos tiempos. Era mi alma desde que había decidido jugarme la mía en la boca del diablo ¿Así que eso es lo que me había producido el terror por ese hombre? Lo veía como el diablo -Hay un bote, no muy lejos de aquí pero lo bastante como para que no me oigan y tampoco me vean. En el hay un hombre. Responde el nombre de Constantin y es mi medio hermano. Si este pago te parece insuficiente para la vida de todos entonces lo deseo como moneda de cambio por su libertad- también deseaba no irme nunca de esa isla si seguía sintiendo esa libertad pero algo me impidió darle mas detalles a ese hombre. Por alguna razón estaba segura de que podía saber que era lo que estaba pensando en ese momento. Probablemente mis ojos tenían el poder de delatarme así como la inmensa sonrisa burlona que se asomaba sobre mis labios.
Adina Meniuc- Realeza Rumana
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