AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Les cloches de Notre Dame [Giselle] TERMINADO
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Les cloches de Notre Dame [Giselle] TERMINADO
Recuerdo del primer mensaje :
Seguí con mi particular ruta turística por la capital francesa. Echaba de menos Loch Lommon y echaba de menos Escocia. Pero aquel viaje a Francia era necesario si quería llevar a cabo mi venganza.
LLevaba unos pocos días en París y aún no había salido del hotel a visitar propiamente la ciudad. Así que, antes de empezar con el motivo real que me había llevado al país galés, decidí visitar la ciudad.
París era muy diferente de Escocia. Esta ciudad me dejó embelesado con sus teatros, sus palacios reales, sus cafés plagados de intelectuales, y sus altas catedrales de piedra. Aún cuando el país estaba intentando salir a flote tras la revolución vivida el año anterior, no había perdido ni un ápice de su encanto.
Una visita obligada si estás en la capital frances es la catedral de Notre Dame de París. Y allí me encontraba yo; en el centro de la gran plaza frente a la imponente fachada gótica contemplando extasiado cada una de sus esculturas, cada uno de sus arcos acabados en punta...Y en especial, ese magnífico rosetón plagado de colores vivos.
Sin pensármelo más, entré en la catedral para observarla desde dentro como un humilde viajero curioso. No pude evitar pensar en la leyenda del campanero jorobado que, según decían, habitó en el campanario de esta misma iglesia allá por el siglo XV. ¿Habría existido o no ese misterioso ser? No lo dudaba. Dado a lo que soy y a lo que me sucedió, he aprendido a no rechazar aquello que parece imposible o fantasioso.
Seguí con mi particular ruta turística por la capital francesa. Echaba de menos Loch Lommon y echaba de menos Escocia. Pero aquel viaje a Francia era necesario si quería llevar a cabo mi venganza.
LLevaba unos pocos días en París y aún no había salido del hotel a visitar propiamente la ciudad. Así que, antes de empezar con el motivo real que me había llevado al país galés, decidí visitar la ciudad.
París era muy diferente de Escocia. Esta ciudad me dejó embelesado con sus teatros, sus palacios reales, sus cafés plagados de intelectuales, y sus altas catedrales de piedra. Aún cuando el país estaba intentando salir a flote tras la revolución vivida el año anterior, no había perdido ni un ápice de su encanto.
Una visita obligada si estás en la capital frances es la catedral de Notre Dame de París. Y allí me encontraba yo; en el centro de la gran plaza frente a la imponente fachada gótica contemplando extasiado cada una de sus esculturas, cada uno de sus arcos acabados en punta...Y en especial, ese magnífico rosetón plagado de colores vivos.
Sin pensármelo más, entré en la catedral para observarla desde dentro como un humilde viajero curioso. No pude evitar pensar en la leyenda del campanero jorobado que, según decían, habitó en el campanario de esta misma iglesia allá por el siglo XV. ¿Habría existido o no ese misterioso ser? No lo dudaba. Dado a lo que soy y a lo que me sucedió, he aprendido a no rechazar aquello que parece imposible o fantasioso.
Última edición por Liam McDonald el Lun Sep 27, 2010 5:31 am, editado 1 vez
Liam McDonald- Mensajes : 98
Fecha de inscripción : 12/06/2010
Re: Les cloches de Notre Dame [Giselle] TERMINADO
Disimulé mi decepción al escuharle decir que no tenía idea de donde se reunían los licántropos de París. Uno de los motivos que me habían llevado a la capital francesa era, precisamente, aquél. Pero tal parecía que debía seguir buscando más.
Por el momento, debía agradecerle a la señorita Laroche el ofrecimiento de una de sus propiedades. Sin duda, parecía que Giselle provenía de una familia adinerada y de renombre por estos lares. Aunque no era muy propio de mí aceptar nada de un casi completo desconocido, esta vez decidí hacer una excepción. Después de todo, ambos éramos lobos. Ambos compartíamos la misma la raza...Y algo más que estaba intrínsecamente unido a lo que realmente éramos. Tal como habíamos hablado antes.
-Se lo agradecería mucho.Y por supuesto, pagaría un alquiler...No quiero aprovecharme demasiado de la hospitalidad parisina de la que tan bien me han hablado fuera del país.-No era mi intención servirme de la gentileza de Giselle.
Giselle se veía incluso más perdida que yo en cuanto a la búsqueda de más de nuestra raza. Me pregunté entonces cuánto hacía de su transformación. Quizá era una neófita y necesitaba de alguien de su raza, con más experiencia. Que le explicase realmente qué éramos los licántropos.
-No se preocupe, Giselle. Entiendo que no todos los licántropos de París tengan que saber dónde se esconden sus líderes.-Esbocé una sonrisa ladeada al escuchar su nueva invitación; Giselle se había ofrecido a acompañarme al día siguiente para mostrarme la casa. Un detalle que no iba a olvidar y que le agradecía de todo corazón.-Creo que será una fantástica idea. Mañana por la mañana entonces, en este mismo lugar.
Noté que ya se iba haciendo tarde. La luna, esta vez en su cuarto creciente, bañaba con su tibia luz el centro de la iglesia, otorgándole así un halo misterioso y ancestral al sagrado edificio. Seguramente, Giselle tendría que llevar a cabo sus cosas, al igual que yo las mías; seguir con mi búsqueda. Hacer justicia.
-Bueno, señorita Laroche. Ha sido un placer conocerla.-Le tendí la mano, para despedirme.-Espero verla mañana aquí.
Una vez me hube despedido de la mademoiselle, me coloqué mi chaqueta de tela negra aterciopelada. Arreglándome un poco la corbata y salí del lugar, dejando atrás el altar y las figuras de los santos. Sentía como la recta final de mi tragedia estaba a punto de comenzar.
Por el momento, debía agradecerle a la señorita Laroche el ofrecimiento de una de sus propiedades. Sin duda, parecía que Giselle provenía de una familia adinerada y de renombre por estos lares. Aunque no era muy propio de mí aceptar nada de un casi completo desconocido, esta vez decidí hacer una excepción. Después de todo, ambos éramos lobos. Ambos compartíamos la misma la raza...Y algo más que estaba intrínsecamente unido a lo que realmente éramos. Tal como habíamos hablado antes.
-Se lo agradecería mucho.Y por supuesto, pagaría un alquiler...No quiero aprovecharme demasiado de la hospitalidad parisina de la que tan bien me han hablado fuera del país.-No era mi intención servirme de la gentileza de Giselle.
Giselle se veía incluso más perdida que yo en cuanto a la búsqueda de más de nuestra raza. Me pregunté entonces cuánto hacía de su transformación. Quizá era una neófita y necesitaba de alguien de su raza, con más experiencia. Que le explicase realmente qué éramos los licántropos.
-No se preocupe, Giselle. Entiendo que no todos los licántropos de París tengan que saber dónde se esconden sus líderes.-Esbocé una sonrisa ladeada al escuchar su nueva invitación; Giselle se había ofrecido a acompañarme al día siguiente para mostrarme la casa. Un detalle que no iba a olvidar y que le agradecía de todo corazón.-Creo que será una fantástica idea. Mañana por la mañana entonces, en este mismo lugar.
Noté que ya se iba haciendo tarde. La luna, esta vez en su cuarto creciente, bañaba con su tibia luz el centro de la iglesia, otorgándole así un halo misterioso y ancestral al sagrado edificio. Seguramente, Giselle tendría que llevar a cabo sus cosas, al igual que yo las mías; seguir con mi búsqueda. Hacer justicia.
-Bueno, señorita Laroche. Ha sido un placer conocerla.-Le tendí la mano, para despedirme.-Espero verla mañana aquí.
Una vez me hube despedido de la mademoiselle, me coloqué mi chaqueta de tela negra aterciopelada. Arreglándome un poco la corbata y salí del lugar, dejando atrás el altar y las figuras de los santos. Sentía como la recta final de mi tragedia estaba a punto de comenzar.
FIN DEL ROL
Liam McDonald- Mensajes : 98
Fecha de inscripción : 12/06/2010
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