A la pieza del músico no se entra (Las grandes historias empiezan desde abajo...)

Otra vez no había tenido tiempo de hablar con mi padre y no había nada más importante en esos instantes que verlo. Deseaba abrazarle después de ese mes y pico fuera de la ciudad, era lo único que me mantenía cuerda en este mundo de locura y asesinatos... Era lo único que no era vacío en mi interior, lo único caliente en este frío corazón que tenía encima. Pero otra noche más, desde mi llegada, tenía trabajo que hacer. París solo significa encargos para mí, allí era incluso más conocida que en el resto del continente. La gran asesina y espía otra vez en su ciudad natal....Estaba segura de que esa información, no solo había corrido rápidamente entre la gente adinerada, sino que había sido un gran boom. Cantidad de nobles queriendo información, militares y estúpidas personas egocéntricas deseaban asesinatos rápidos, sin importarles los acontecimientos venideros que eso podría significar. ¿Si a mi me importaba? En absoluto... Que hicieran lo que quisieran mientras me pagaran como era debido.

Esa noche tocaba el número más fácil de interpretar y la opción más simple de matar a un hombre. En un burdel. El dueño ya me conocía, habíamos acabado congeniando perfectamente. Él me dejaba hacerme pasar por cortesana cuando me fuera necesario y yo le otorgaba, no solo información gratis, sino cierta protección para que jamás ocurriera nada en su garito de poca monta. Tampoco me costaba nada, la verdad. Encima de que me dejaba hacer los crimenes allí y no decía nada de mi identidad, ¿qué menos que asegurarme de que esté protegido? Dentro de lo que cabía, era un hombre razonablemente legal.

A mi víctima, en sí, le gustaban las mujeres refinadas. Así que no era muy difícil la elección: un vestido de alta sociedad pero más escotado y marcado que de normal, un peinado que recogiera mitad de mi melena roja en unas trenzas que se entrelazaban, dejando al final solamente una. Cuando terminé, miré mi rostro en el espejo y un suspiro salió de mis labios. Otra vez a la acción... Quizá necesitaba descansar durante unos días, no había respirado desde que había vuelto de mi última misión. Además, había sido realmente dura. Me había costado más de lo normal conseguir información sobre aquel tipo y el lugar donde se celebraría la fiesta de las dagas, había sido un hombre listo con la información pero... Yo lo era más. Había sido una pena para él, si hubieran contratado a otro asesino hubiera tenido muchísimas más posibilidades. De hecho, seguro que seguiría vivo, pero no conmigo.

Minutos después de aquellos pensamientos me encontraba ya en el burdel, buscando al jefe para comentarle el pequeño plan que tenía esa noche entre manos. Fue una conversación corta, apenas le daba información para no meterle en más líos de los necesarios. Y fue entonces cuando lo oí, mientras mis pasos se dirigían a la barra a esperar el momento en el que el hombre entrara por la puerta. Una voz, una dulce melodía llegaba a mis oídos haciéndome sentir de una manera... Extraña. Cerré los ojos unos instantes, embriagándome con el sonido que me hacía sentir tan cálida por dentro y luego le miré. Había un cantante nuevo en el burdel. No entendía el motivo de su presencia, pero de cualquier forma me inspiró una honda curiosidad, así que le observé. Esa canción... La entendía, la compartía en muchos aspectos e incluso llegó a hacerme sonreír levemente. Pero no una sonrisa hipócrita, como la que siempre llevo en el rostro, sino una de verdad. Una que realmente había salido de mí interior.

Cuando terminó de cantar intenté distraerme y centrarme en lo que tenía que hacer, pero seguía teniendo esa voz en la cabeza mientras me ocultaba entre la gente. No podía dejar que nadie se percatara de mi presencia allí, pero entonces volví a ver al cantante con una de las cortesanas, justo antes de irse a hablar con otra mujer. Rubia, clase alta... Acompañante del que iba a matar esa noche. Una leve mueca acudió a mi rostro y suspiré. Esa mujer no debía estar allí, pero tampoco era de importancia. Podría matar a aquel hombre en otro momento, ¿podría tomarme la noche de descanso? Suspiré y me acerqué a la barra, pensando aún en la letra de la canción mientras no podía evitar mirarle de re-ojo. Fue entonces cuando mi presa entró en el local y miré con tranquilidad mi vaso, moviendo el líquido de un lado a otro mientras veía que se llevaba a la mujer lejos del cantante. No pude evitar sonreír para mis adentros al pensar el corte que habría sido eso para la rubia. Pero, como de costumbre, eso no era asunto mío.

Miraba mi vaso en movimiento con una sonrisa divertida, pensando en el corte que habría sufrido la mujer el ver allí a su amante, dentro de poco cadáver, que había interrumpido su charla con el cantante que tenía tan hermosa voz cuando, sin esperarlo, se lió una pelea ante mis ojos. Sabía que aquel hombre era un tanto violento, uno de los motivos por los que me habían encargado su ejecución, pero no sabía que fuera tan capaz de hacer algo tan estúpido como pegar a alguien querido en un lugar público. Cuanto más idiota es mí víctima, más disfruto acabando con ella.

Me acerqué allí a la vez que el jefe del burdel y al ver mis ojos comprendió que es lo que yo iba a hacer. Había más gente en la pelea pero yo solo me centré en mi víctima. Al final no habría descanso. Cogí al hombre, tranquilizándole con caricias mientras la rubia me miraba con odio... Un odio que no pudo menos que hacerme gracia. Si ella supiera lo que pensaba hacer... Me lo llevé fuera del local, a uno de los callejones que había justo detrás. Al principio sus manos solo iban a tocar mi cuerpo, en especial mis pechos y piernas. ¿Qué si me molestaba? Muchísimo, pero para ganar a veces había que ceder levemente. Y tan leve... En cuanto sus brazos me rodearon, estampándome contra la pared y hundiendo su cabeza en mi cuello, saqué la daga de la manga del vestido y se la clave en la espalda mientras mi otra mano tapaba su boca, haciendo que su grito de dolor no pudiera escucharse. Acto seguido, una última puñalada justo en el corazón, dejándole completamente inerte en el suelo.

Apenas le miré. Simplemente salí de allí mientras me aseguraba de que no había ninguna marca de sangre en mi ropa. Obviamente, estaba limpísima. Llegué otra vez al burdel, viendo como todo se había calmado y pregunté al jefe como estaba el cantante. Inconsciente en una habitación... Asentí y fui hacia el lugar donde me habían indicado. Por algún motivo no podía ir simplemente a casa a descansar. No.. Quería hablar con él y asegurarme de que no estuviera herido. Ayudé a un par de mujeres a curar sus heridas, pues yo misma había tenido que curarme alguna vez alguna herida que había sufrido en mi trabajo y, cuando ellas se fueron, yo decidí quedarme un rato más, hasta que al fin se despertó. Mis ojos le miraban con curiosidad y con un leve sentimiento de admiración por aquella música que había escuchado. Aquella hermosa melodía que me había hecho sentir tan sumamente extraña.

-Hola, monsieur. -le miré con seriedad y tranquilidad, esperando que recordara todo y se diera cuenta de donde se hallaba.- Ha recibido unos buenos golpes, pero nada grabe. Seguro que está bien en unos pocos días.