Yo debería estar ahí abajo... {Libre}

por **Marco Di Placcido** Miér Mayo 25, 2011 1:53 pm

Simplemente como cada día por la mañana me encontraba en casa sin saber que hacer en aquel asqueroso lugar, mi aburrimiento era máximo y me ponía más nervioso de lo que solía ser normalmente y eso ya era algo exagerado.
París amanecía y yo me aburría, así siempre, en una soledad monótona, bueno... No tan monótona.
"Ah bueno, pensé que ya te olvidabas de mi..."
-N... No... como... como iba a olvidarme -Hablaba en voz alta sentado contra una pared manteniendo en mi mano derecha un pincel lleno de pintura negra, del mismo color que se encontraba parte de mi rostro y del suelo.
"Aprende a no hablar en alto... van a pensar que estás loco... jajajaja"
Agaché la cabeza avergonzado ante aquella voz que se burlaba de mi constantemente y me atormentaba a cada momento provocándome constantes dolores de cabeza, pero bueno, ya estaba acostumbrado.

El día finalizaba y yo continuaba entremezclando colores y hundiendo mi pincel en el lienzo creando otro cuadro.
"Es horroroso, mira que eres torpe, ¡no sirves para nada!"
Escuchaba su reprochamiento ante lo único que me apetecía hacer en aquellos momentos. Conseguía deprimirme...
-De... déjame en paz -Contesté molesto y dejé caer el pincel de mi mano al suelo, saliendo de la casa.

La noche había caído en la ciudad parisina y yo simplemente deambulaba por las calles sin ningún destino ni fin lleno de pintura tanto por mis ropas como por mi rostro y mi pelo que andaba completamente despeinado.
Acabé en el cementerio de París. Me encogí de hombros y comencé a caminar entre las tumbas...
"Jejeje, mira, tu deberías de estar enterrado ahí debajo..."
Me estremecí dándole una contestación cuando de pronto tropecé y caí al suelo.
"Imbecil..."

por **Ever Van der Rosso** Jue Mayo 26, 2011 11:45 am

Justo antes de sentir morir una estrella
se observa la imagen mas hermosa del universo
un tremendo crepúsculo ilumina por unos segundos
destruyendo así a un pobre sol moribundo
y sus mares de lava construyen su ultimo verso,
así es como lo cuentan las dulces leyendas.

Las pequeñas estrellas se marchitan lentamente
su vida se convierte en un morir incesante
estas estrellas nunca aparecen en las historias
pues su poca pasión desmerece la gloria
no tienen valor para explotar rutilantes
admiremos aquellas que inmolan repentinamente.

La joven Ever había decidido hacer una pequeña visita al cementerio de París. No por placer, claro que no, aquello nunca, observar las blancas tumbas de mármol y las grandes esculturas que llacían sobre las lápidas le provocaba una intensa sensación de horror, ansiedad. Pero aquella vez había ido para averiguar si su familia estaba muerta. Había recibido una información, de un contacto anónimo, en la que decía que su madre había muerto hacía algún tiempo, pero no decía nada sobre sus hermanos. ¿Estarían enterrados ahí? ¿Con sus nombres grabados en lápidas blancas con un angel tallado en ellas y aquellas inscripciones típicas de "Dios te acompañe en tu viaje" o "Ni los ángeles más bondadosos se merecen el puesto que ocuparás tu en el cielo".

Ella rezaba por que no fuese así. No quería verlos muertos, solo quería conocerlos, hablar con ellos. Abrazarlos, mimarlos como hermanos pequeños que eran. Pero sin su paradero no podía hacer nada de aquello. Debía esperar a un milagro, o quizás una estrella fugaz errante en su camino. Y allí estaba. Caminando entre hileras e hileras de esculturas y lápidas con inscripciones en ellas. Respiró hondamente, pidiéndose tranquilidad. - Serénate, Ever, no te preocupes, no los encontrarás aquí - se dijo en un susurro. Iba con Gilles en el hombro. Su cuervo le iba acariciando la mejilla con su afilado pico, proporcionándole unas pequeñas caricias a la joven.

Fue entonces, después de estar casi media hora entre tumbas y muertos, escuchó un ruido que la hizo girarse, alarmada. Era el sonido de alguien que caía, pura torpeza. Caminó lentamente hasta el lugar de donde procedía el ruido. Y vio a un joven muchacho, con aspecto inocente y ligeramente confundido. Se acercó, sin hacer ruido, como si sus pies volaran por el suelo mientras Gilles la acompañaba. - Hey - susurró mientras tendía la mano al joven, para que se levantase. - ¿Te has hecho daño? - preguntó con preocupación, pero claro, Ever siempre estaba preocupada.

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