Todas las mudanzas conllevan un principio y un fin (privado)

Recuerdo del primer mensaje :

Esta mañana había vuelto locos a todos los miembros de mi servicio. Algunos me conocían desde que tenía 1 año y no entendían cómo "la señorita Ruslana" correteaba preocupada asegurándose de que las habitaciones de Zafiro hubiesen sido limpiadas y arregladas para su uso, así como que toda la Mansión estuviese perfecta.

Se había levantado al amanecer y había ayudado con las tareas de limpieza y de cocina. Lo que sólo provocó que fuera amonestada por su tía, sus palabras concretas fueron:

- ¡Mon Dieu, Ruslana, eres una dama!. Tú sólo debes dar las órdenes y asegurarte de que se cumplan.- La mirada dura y el encierro posterior de su tía le dejó claro que no estaba de acuerdo con su decisión, pero ésta era su casa, su dinero y ella ya era lo suficiente mayor como para llevar las riendas de su casa. Su palabra era ley en la Mansión del Mar, y ni siquiera los lazos de sangre de su tía podían impedir que se cumplieran sus deseos.

Una sonrisa traviesa se formó en su boca cuando pensó lo que diría Zafi sobre haberle hecho frente a su tía. Zafiro pocas veces se mordía la lengua, y siendo ya amigas, dudaba mucho que fuera a suavizar la opinión que le había causado su tía.

Sacudió la cabeza intentando controlar su largisimo cabello, asomada en la ventana más alta de su mansión el viento provocaba remolinos en éste, creando que su cabello comenzara a rizarse en suave ondas. Desde lo alto del torreón norte podría vislumbrar la entrada que separaba el final del bosque y la entrada a sus dominios. Las enormes hectáreas de prado verde y huertos que se abrían paso en los alrededores de su Mansión, hablaban de la riqueza de su familia y la prosperidad de estos terrenos.

Comenzó a reírse al pensar lo mucho que disfrutaría Zafiro corriendo descalza por el prado. Nadie podía ver lo que ocurría en sus enormes terrenos porque el bosque salvaje ocultaba a la Mansión del Mar de cualquiera que se adentrase por error en los exteriores de sus tierras. Quizás lo que más le gustaría después del prado será la playa privada de los Del Mar, que contaba con un puerto con dos embarcaciones atracadas en él. Sobraba decir que ambas eran de su familia.

Cuando observó el carruaje lleno de enseres dio un gritito de alegría, cerrando la ventana, se olvidó de que era una jovencita educada de alta clase y comenzó a correr hasta la entrada de la mansión. Cuando llegó a la entrada casi asfixiada por el corsé, su criada personal comenzó a maldecir en inglés por su aspecto. Con movimientos rápidos y profesionales le arregló el pelo, mientras que ella alisaba su vestido, arrugado por la carera.

- Señorita Ruslana, ese semirecogido la hace parecer una adorable niñita- Mientras todos sus sirvientes comenzaron a llegar a la entrada, preparándose para formar una larga fila y presentarse a la nueva huésped, le lanzaron miradas amorosas. Algunas sirvientes comenzaron a comentar lo bonita que era así con el pelo suelto hasta sus caderas, y algunos varones le recordaban lo hermosa que era de pequeña.

Madre de dios, la iban a abochornar. Sonrojándose, les dio una reverencia y salió a la entrada de la Mansión. Sus criados riendo formaron una fila, todos con una sonrisa profesional y una postura perfectamente erguida esperaban a que los lacayos ayudasen a bajarse a Zafiro.

Sus nervios iban en aumento mientras intentaba bajar hasta la mitad de la escalinata de su entrada. Con una sonrisa amorosa vio como Zafiro y otro hombre se bajaban del carruaje. La cara de su amiga estaba llena de sorpresa, mientras que el joven comenzaba a fruncir el ceño. Dando un suspiro, les dio la bienvenida:

- Es un placer darles la bienvenida a la Mansión del Mar.- Sus criados detrás de ella hicieron una reverencia perfecta al unísono, mientras decían: "Bienvenidos, señores Gómez".

La felicidad de Ruslana le sorprendió a Ismael, desde luego aquella chica podía ser feliz con tan poca cosa. Pero a Ismael no le hacía ilusión irse a la playa. Vio como la joven le guiñaba el ojos. Le dedicó una sonrisa pícara y vio como se marchaba. Tenía ganas de quedar a solas con ella, parecía una gran mujer y eso le llamaba la atención. Notó un golpe de su hermana en el brazo y bajó la mirada para verla. Estaba serie, o eso intentaba, pero a Ismael solo le produjo gracia.- Pequeña sabes que no le haré daño y si la pervierto es porque ella se deja.- levantó ambas manos y puso cara de bueno.

El abrazo de su hermana le pilló por sorpresa pero se lo correspondió. Escuchó la suplica de su hermana y notaba que algo se le rompía dentro. Era cierto que apenas se veían debido a su trabajo y a lo peligroso que era que supieran que ella era parte de su familia. Había muchos seres que querían vengarse de él. Se separó de su hermana y se agachó lo suficiente para que sus caras quedaran a la misma altura.- Vendré las veces que pueda peor no vengas a buscarme porque no me encontraras- le advirtió con cierto cariño.- Sabes a qué me dedico y lo que puede pasar. Por favor, no lo hagas más díficil. Yo vendré de vez en cuando y pasaré todo el día contigo ¿de acuerdo?- Ante el descubrimiento que le había hecho su hermana con tan solo esas palabras lo tranquilizó. Ruslana no era peligrosa. Era una bruja y él no consideraba que las brujas y brujos fueran monstruos. Así que no había problema, incluso la podría proteger si era necesario. Su hermana le sugirió que se iría cambiar y el asintió dejándola ir.

Se quedó "solo" allí y se preguntó como podría librarse de bañarse. Simplemente se negaría, no quería decir la verdad ni inventar ninguna escusa pero no quería irse. Tenía ganas de estar más rato con su hermana y de ver a Ruslana en bañador. Empezó a pasearse por la habitación a la espera de que llegaran las chicas. Se colgó a su espalda la espada y esperó y esperó....

Al llegar a su habitación, corrió hacia el armario. Lo abrió y examinó el contenido. ¡Maldita sea!, se reprendió mentalmente, ¿ Dónde estaban los bañadores de cuerpo entero?. Preocupada, comenzó a rebuscar por todo el armario, pero no encontró nada salvo las escasas prendas que le habían regalado unas amigas del internado.

Frunció sus labios como protesta, ¡maldita sea!. No quería que la vieran semidesnuda, se moriría de vergüenza. Tomando un poco de valor, comenzó a desnudarse, pensando en que iría a la playa pero no se bañaría. ¿Que pensaría el hermano de Zafiro si aparecía medio desnuda en la playa?. Seguramente se llevará a Zafiro de la mansión pensando que soy una desvergonzada, se respondió tristemente.

Observó su silueta en el espejo, acariciando las pocas curvas que tenía. Definitivamente Zafiro tiene mejor cuerpo, se dijo apesadumbrada. Sus curvas femeninas y la vivacidad de la joven, le otorgaban una belleza salvaje e indomable. A su lado, sólo soy una triste vara anodina. Con un suspiro resignado, se colocó el bañador y la larga falda rosada encima. Miró indecisa los corsés, pero los descartó sabiendo que su opresión sobre el tórax iba a dificultarle la travesía hasta llegar a la playa. Encogiéndose de hombros se colocó una sencilla camiseta blanca, que dejaba sus hombros y brazos al descubierto.

Mirando su aspecto final, comenzó a reírse al ver su pelo revuelto. Ahora se parecía a Zafiro, joven, divertida y femenina. Libre del corsé por un día. Aunque a decir verdad, sólo se lo ponía cuando recibía visitas, o cuando tenía que ir a algún evento con la alta sociedad. Era demasiado incómodo para llevarlo siempre. Volviendo a deslizar su mirada hasta sus senos, suspiró amargamente, no tenía nada relevante que alzar con ellos, tampoco.

Colocándose unas sandalias de cuero, salió de su habitación. Y al llegar al pasillo, dudó entre bajar directamente, o ir a ver a Zafiro. Pensando en las prisas con las que se había cambiado, pensó que la joven necesitaría intimidad para desvestirse, y sonriendo, bajó las escaleras. Saltando los escalones de dos en dos, mientras reía, observó como algunos de los sirvientes se reían disimuladamente al verla comportarse así. Era difícil que perdiera la compostura, pero el mar....., la playa... y los barcos que me esperaban, eran demasiada tentación.

Corrí hasta llegar a la sala, y deteniéndome en las puertas cerradas, alisé la falda rosada con nerviosismo. Tal vez, su aspecto no era el adecuado, pero sí el más cómodo para la playa. Soltando el aliento en una bocanada rápida, abrió la puerta y se quedó en el umbral esperando la reacción de Ismael con una sonrisa tímida.

Caminó por la sala mirando cada rincón. Se acercó a una estantería y empezó a leer los títulos de los libros. Algunos los conocía, otro jamás había escuchado hablar de ellos. Nunca le había dicho a su hermana que sabía leer, no quería que ella se sintiera ofendida ni nada por el estilo. Notaba los ojos de los sirvientes clavados en él. Pero eso no le importaba. Estaba pensando cuando tardarían en decirle que se estuviera quieto. Aunque si eran fieles a su jefa no dirían nada. Cuando ya había visto todo lo que le interesaba volvió a su posición, al lado de la ventana. El cielo estaba despejado y el Sol brillaba con fuerza.

"Solo se tienen que cambiar de ropa. ¿Por qué tardan tanto?" No entendía porque las mujeres tardaban tanto. Aunque bueno, sabía que algunas llevaban corsert de esos. Pero se imaginaba que para ir a la playa no se lo pondrían. Entonces sin previo aviso escuchó unos pasos detrás de la gran puerta de la sala, que estaba cerrada. Se giró hacia ésta para ver quien era la primera en entrar. La puerta se abrió y detrás de ella estaba Ruslana. Estaba hermosa. Incluso Ismael se atrevió a pensar que de éste modo estaba más hermosa que con todo esa parafernalia que tenía puesto antes. Caminó, seguro, hasta estar aun metro de ella.- Simplemente me has dejado sin palabras. Creía que su belleza no podía ser mejorada. Pero tengo que admitir que me has sorprendido.

Me sonrojé completamente al escuchar las palabras de Ismael. Nerviosa, apreté mis manos, en puños, sobre la falda.

- Gracias por sus amables palabras, señor Gómez. Pero con sinceridad, no creo que las merezca.- Me acerqué al ventanal y observé mi reflejo en los limpísimos cristales. Un gemido de agonía se escapó de mis labios al ver el desastre que había formado mi pelo. Se habían enredado algunos mechones con otros, creando ondulaciones de diferentes tamaños.- ¡Dios mío....!- dije en español, completamente consternada. Con rapidez, comencé a peinar mi pelo con los dedos, intentando arreglar el desastre al que, difícilmente, se podía llamar pelo. Algo como un nido de pájaros le vendría mejor, me dije preocupada.

Viendo que mis intentos de peinarme resultaban infructuosos, resoplé y comencé a reírme de mí misma. Girándome, miré a Ismael con una sonrisa de disculpa.

- Creo que hoy no me bañaré. No tengo... un bañador apropiado. Pero aún así, prometo ser una buena compañía y aplaudiré con furor, cuando usted y Zafiro salten las olas victoriosos.- Desvié la mirada, incapaz de mantenerla en su rostro. No podía decirle que mi bañador dejaba las piernas al descubierto, y que me avergonzaba saber que él podría observarme.

Afortunadamente, unos pasos presurosos, resonaron en el pasillo, antes de que tuviera que continuar explicándome. Como siempre, Zafiro acudía en mi ayuda.

Seguí a aquel sirviente sin hacer nada de ruido. Contemplaba la casa de Ruslana. Con cada minuto que me pasaba contemplando aquella casa más me gustaba. Estaba segura de que viviría muy bien ahí. Entonces sin darme cuenta llegamos a lo que sería mis aposentos.

-La esperaré aquí, Señorita Zafiro.

Asentí ante las palabras del sirviente y entré en mi cuarto. Era enorme y espacioso. Tenía todo lo necesario y lo que más me llamó la atención fue la enorme cama con dosel. Corrí y me eché en ella. ¡Era tan blanca! Pero no, no podía quedarme dormida. Fue hasta el armario y lo abrí. Ya estaba mi ropa puesta ordenadamente. Haciendo que me sorprendiera. Busqué el bañador hasta cogerlo. Me guité la ropa y me lo puse y encima me puse la misma ropa de ante: Una falda que me llegaba a los tobillos de color lila y una blusa blanca. Me recogí el pelo en un moño y salí de la habitación. El sirviente me volvió a guiar hasta que ya me sonaba el camino. Entonces adelanté al sirviente y empecé a andar rápidamente. Sabía que a mi hermano no le gustaba esperar.La puerta estaba entre abierta y cuando entré ya estaba dentro Rus y mi hermano.

-¿Listos todos?- dije con una gran sonrisa. Agarré un brazo a Rus y del otro a mi hermano.- Bueno- miré a Rus.- Nos tendrá que guiar.

Contempló embobado como intentaba arreglarse el pelo y no pudo evitar sonreír al escucharla hablar español, su lengua materna. Cuando Zafiro y él estaban a solas siempre hablaban en español. ¿Cuándo sería la próxima vez?- No te arregles tanto el pelo, estas preciosa.- le dijo Ismael a Rus en español.

Escuchó las palabras de Ruslana y alzó una ceja ante: "bañador apropiado" La imaginación de Ismael voló rápidamente y tuvo que zarandear su cabeza para que la imagen de una sexy Ruslana se fuera de su mente.- No creo que su bañador me vaya a escandalizar, señorita.- sonrió de medio lado.- Mi pobre hermana se va a bañar sola. Yo tampoco tenía pensado bañarme. Ya que no tengo traje de baño.- No era la razón principal pero no lo diría. Además él siempre estaba alerta cuando estaba fuera de alguna casa. Formaba parte de su antiguo entrenamiento.

Entonces entró su hermana feliz. Le gustaba mirar a su hermana y comprobar que seguía teniendo a esa niña dentro. Lo cogió del brazo.- Pues habrá que ir ¿no?- Miró a Ruslana con picaría.- Ahora mismo me estaba diciendo Ruslana las ganas que tiene de bañarse.

Sonrió a Ismael cuando le contestó en español. Siempre había adorado el idioma de su madre, y aunque pocas veces hablaba en él, solía utilizar algunas expresiones cuando estaba alterada. Aunque esa sonrisa se convirtió en una mueca cuando escuchó que su bañador no lo escandalizaría.

Intentó ocultar el sonrojo que cubría su rostro mirando al suelo. ¿Tenía que ser tan directo con ese tema?, pensó abochornada. Ella ya sabía que él tenía experiencia con mujeres, porque su propia hermana se lo había admitido. ]i]Y también sabía que ella era una niña con poco atractivo,[/i] pensó triste, pero no hacía falta que se lo recordase.

El ruido de la puerta, la sacó de sus pensamientos, y levantando la cabeza, vio aparecer a Zafiro. Bella y risueña, como siempre. Se rió divertida cuando observó que ambas llevaban faldas largas y una sencilla camiseta blanca. Al final, terminarían pareciendo hermanas.

-¿Listos todos?- Dijo Zafiro con una sonrisa que le hacía brillar sus ojos, al mismo tiempo que enlazaba su mano con su brazo. - Nos tendrá que guiar.-

- Pues habrá que ir ¿no?- Dijo Ismael con picardía en sus ojos- Ahora mismo me estaba diciendo Ruslana las ganas que tiene de bañarse-.

Estreché mis ojos hacia él. Claro que tenía ganas de bañarme, pero no de que viera mi bañador. Era demasiado vergonzoso, pero si la retaba, iba a hacerlo sólo para que viese que no le afectaba su propuesta.

- La verdad, Zafiro- dije bajando mi mirada hacia ella- Es que tu hermano a aceptado bañarse en la playa sólo si lo hacía yo también. Ya le he dicho que podía dejarle un bañador.- Sonrió a Ismael como si fuese el mismísimo rey de España.- Es tan amable, lo hace para que no me avergüence.

Levantando una mano hacia monsieur Rembrand, le susurré que me trajese un bañador masculino y una cesta con comida y bebidas. Como siempre, mi lacayo personal, y jefe de los criados de la Mansión del Mar, partió presuroso a cumplir la orden, regresando a penas unos segundos después. Al parecer, había alguien tan deseoso como yo, de que Ismael entrase al mar. Guiñándole un ojo, comencé a reírme como una niña, al mismo tiempo que le entregaba el bañador a Ismael.

-Puedes cambiarte en la playa, prometo no mirar- Tomé la mano de Zafiro y comencé a guiarlos hasta la puerta de la entrada.

Esuché las palabras de mi hermano y recordando la alegría que habia mostrado antes Ruslana no me extrañó nada pero algo seme escapaba cuando Ruslana habló. ¿Por qué debía avergonzarse Rus? ¿Qué conversación me había perdido? Intenté ignorar aunque vi divertidael bañador que le entregaban a Ismael. Nunca había visto a su hermano bañandose en el mar, aunque no sabía la razón. Alguna debía de tener.

Cogió la mano de Rus y dejó que la guise hasta la salida de la mansión. Después bajamos por la preciosas escaleras y nos adentramos por un caminito extrecho pero rodeado de una hermosa vegetación. Identifiqué algunas flores que en algún momento nos podían ser útil. Tras una caminata, no demasiado larga, empecé a escuchar el ruido del mar. Solté la mano de Rus y empecé a correr, saltando las cosas que podían hacer que me cayera. Notaba como el suelo que había bajos mis pies pasaba de ser duro a más blando hasta que me encontré pisando la blanca arena. Miré para atrás.- ¡Vengaaaa, que os quedáis atrás!- le grité a mis dos acompañantes.

Me desabroché la camisa y la falda tirándolas por el aire. Los zapatos también salieron volando. Dejándome en una espece de body que llegaba hasta el medio muslo. Era de un color marrón y me quedaba un poco extrecho del pecho debido a que era de hace bastante tiempo.

Inspiré el aire cargado de ese aroma único que tenía el mar. Cada vez que estaba cerca de la playa, mi cuerpo parecía absorber toda la energía que desprendía la marea. Como siempre, realicé el ritual que todo del mar había hecho mucho antes de que si quiera hubiera nacido. Con trescientos años de antigüedad, mis gestos y palabras continuaron la tradición.

Me quité la ropa con movimientos lentos, disfrutando de la armonía que inundaba mi pecho cada vez que realizaba el ritual. Doblé mi ropa y la dejé a mis pies, en un montón perfectamente alineado. Colocándome de rodillas, hice un círculo con los dedos a mi alrededor, y cerrando los ojos, uní mis manos en símbolo de plegaria.

- Del mar tomo mi apellido, uniendo mi ser y alma con la marea. Dame la fuerza necesaria para continuar mi camino, mece y protege a mis seres amados. Quiebra las velas de mis enemigos.- Dije con voz firme y clara. Levantándome, ignoré la presencia de Ismael y Zafiro. Era necesario terminar el ritual antes de entrar al mar. Me acerqué a una de las rocas más grandes que había en la playa, y metiendo la mano en uno de los huecos que había en ella, saqué un puñal. Con el mango de marfil, y una cuchilla de doble hoja, era tan hermoso como mortal. Con una pequeña sonrisa, lo acaricié con cariño, mientras mis pasos me guiaban hasta la orilla.

- Una con el mar. Brisa y sal corre por mis venas. Siempre navegante de tus aguas. Hija de la luna y las estrellas. Doy mi sangre como muestra de lealtad, a cambio sólo pido protección en tus aguas. Sé benevolente con Zafiro e Ismael. Protégelos.- Realizando un corte con la daga, dejé que las gotas de sangre cayesen sobre las aguas del mar. Y como si mis palabras hubiesen sido escuchadas, la marea comenzó a calmarse, dejando la playa como una piscina. La brisa del mar se elevó, dejando que mis cabellos revolotearan en el aire, acariciando mi mejilla como un ser vivo.

Me dí la vuelta, y contemplé a Zafiro e Ismael. Miré a Ismael y con una inclinación de cabeza, señalé el bañador que aún sostenía en su mano.

- Será mejor que te cambies si deseas bañarte- Riendo, tome la mano de Zafiro y corrí sobre la orilla, dejando que nuestros cuerpos se hundieran en el mar.

- Espero no haberte asustado.- Le susurré a Zafiro- Es una costumbre de los Del Mar.- Con preocupación miré a Ismael, que seguía observándome, completamente inmóvil. Suspiré y observé a Zafiro- Creo que será mejor que lo despierte de su trance, al parecer lo he asustado.- Riendo divertida ante la posibilidad de que alguien como yo, pudiera asustar a un hombre como Ismael, salí del agua, deteniéndome para escurrir mi pelo.

Lo observé, con una sonrisa ladeada, mientras me acercaba.

Spoiler:

- Creía que ibas a nadar con nosotras. Cámbiate y métete en el mar.- Lo observé de arriba a bajo, y abandonando mi timidez, le dije - Creí que un hombretón como tú, no se acobardaría ante una costumbre extraña, pero si tienes miedo....-. Comencé a reírme suavemente mientras me encogía de hombros y me adentraba de nuevo en el mar. Sabía que acababa de retarlo. La pregunta era; ¿aceptaría el desafío?. Sonriendo a Zafiro, me hundí en el mar, buceando hasta tocar los dedos de sus pies. Con un impulso, salí a la superficie, riendo feliz. La vida es bella, pensé mientras me alejaba de ella al ver su mirada pícara.

Aquella mujer había conseguido poner contra la pared y la espada a Ismael pero tenía que buscar una escusa. Miró el bañados asqueado y se dejó guiar por aquellas dos mujeres, más bien por Ruslana. El camino hacia la playa era hermoso pero la mente de Ismael no se estaba fijando en aquello, realmente no se fijaba si algo era hermonoso o no. Se fijaba si algo había alrededor. Siempre en tensión observaba cada rincón del lugar. Caminó despació, viendo como las dos chicas iban delante de él. Le gustaba el entusiasmo y le gustaría dejarse llevar pero sabiendo lo que le esperaba...

Desde luego la playa era bonita y sonrió al ver a su hermana correr como una loca mientras se quitaba la ropa. Y Ruslana la seguía pero más despacio como si aquel lugar fuera sagrado. Observó que se ponía de rodillas y empezaba a rezar algo. Supuso que era algo de su familia, todas las familias tenían constumbres extrañas. Pero lo siguente lo dejó sin aliento. Estaba derramando sangre al mar. No pudo evitar acordarse de aquel día. Se llevó una mano a la cabeza intentado olvidar los recuerdos que venían hacia él. Aquello era peligroso... y sí... y sí... Debía decir algo pero no se atrevía.

Observó como ambas se metían en el agua, Ismael se tensó. No, no tenía por qué pasar. Entonces las salida de Rus del agua le hizo volver al mundo real .Ahora se había quedado embobado con la belleza de la chica, tragó saliva y escuchó sus palabras.- No me da miedo tus rituales... - dijo con un eje de voz irritado.- No puedo bañarme, estoy en jornada de trabajo aunque no lo creas pero si tanto gustas de verme sin camisa me pondré el bañador.- Bromeó y se fue detrás de unas rocas a cambiarse. Se puso el bañador y su espada a la espalda, siempre consigo. En su espalda estaban las largas y finas cicatrices producidas por su padre, aunque por su trabajado cuerpo había algunas cicatrices producida por su trabajo. Salió de detrás de la roca y caminó hasta la orillas, dejando que el agua le acariciara los pies. Siempre atengo. La punto de la funda de su catana era de una madera gruesa y terminaba en punto: una estaca, preparado para luchas contra un vampiro si era necesario.

Corrí y me introduje en el agua, zambulliendome en ella. Noté como la sal se pegaba a mi piel. Miré hacia la orilla y contemplé como Rus se quitaba sus ropas para mostrar un bañador de lo más atrevido. Pero se veía hermosa y ver la casa de pasmado de mi hermano me hizo mucha gracia. Entonces lo que pasó me dejó un poco sorprendida, Rus se agachó a decir algo y después caminó muy elegante hasta una roca de donde sacó una daga para hacerse un leve corte. Casi me da algo cuando la veo hacer eso pero tras escuchar sus últimas palabras me corazón se enterneció. Lo hacía para protegernos, entonces entendí que debía ser algún tipo de ritual. Salí del agua

Miré a mi hermano y lo que vio no me gustó. Estaba tenso, muy tenso. Me invadió la preocupación y la angustia pero no me dio tiempo ha hacer nada más. Rus llegó hasta mí me agarró de la mano y corrimos por la orilla hasta. Volví a estar dentro de mar y siendo y entonces escuché las palabras de Rus.- Tranquila, al principio creía que habías perdido la cabeza pero ya comprendí al final.- miré a mi hermano.- No se asusta fácilmente.- dije en un susurro al ver como Rus se acercaba a mi hermano. No llegué a oír lo que decían y después vi como volvía, ella, corriendo y feliz. Se ocultó bajo el agua y noté como algo me tocaba los pies. No pude evitar soltar un chillido que hizo que mi hermano se llevara la mano a la espada. Pero cuando salió Rus a la superficie ambos nos tranquilizamos.

-¡Ahora te enterarás!- Nadé hasta ella y me subí a su espalda para intentar hacerle una ahogadilla. Después salí nadando en otra dirección mientras reía e intentaba que no me entrara agua en la boca. Cuando creí que estaba segura de Rus miré a mi hermano.- ¡Cómo no vengas te juro que no me verás en meses!- me amenacé y señalé a él y después al agua con enfado.

Agitó sus manos con brusquedad e intentó salir del agua con rapidez. Zafiro la había conseguido ahogar, con golpes rápidos y fuertes, salió a la superficie, tragando un poco de agua en el proceso. Riéndose, se apartó el pelo de la cara y escuchó las últimas palabras de zafiro.

Tomando aire, comenzó a gritar desde el lugar en el que estaba, caminando por la playa, hasta salir de la orilla y llegar a la altura de ismael. Podía ser tranquila y educada, pero si la enfadaban, se volvía una arrogante leona- ¡Maldito cobarde afrancesado!. ¡Mueve tus piernas y métete en la playa ahora mismo!.- Se cruzó de brazos y observó con atención las cicatrices que cubrían su pecho. Tenía pensado gritarle algo sobre el poco valor de su palabra, ya había aprendido de los hombres, que era mejor desafiarlos para conseguir lo que se deseaba. Y mucho más si eran grandes, fuertes, y orgullosos ... ¡Que demonios estoy pesando!, se reprendió a sí misma. Seguro como que el infierno es caliente, que ella no había pensado en el físico de Ismael. Agitó su cabeza para aclarar sus ideas, y frunció su ceño. Aquellas heridas eran demasiado gruesas para ser realizadas con un arma blanca. ¿Cómo se las había hecho?.

Seguro que había sufrido mucho con una cicatriz en particular. Sus bordes zigzagueantes, tan irregulares y profundos que parecían rozar sus costillas, y la tonalidad rosada, indicaba que había curado hacía mucho tiempo.

Cuando sus dedos rozaron el extremo de su cicatriz, se dio cuenta, con horror, de que había acortado la distancia y recorría su costado con total libertad. Apartó su mano con brusquedad, y lo miró a los ojos. - ¿Te... Te dolió mucho verdad?. ¿Cómo lograste conseguir tal marca?.- La preocupación embargaba mi tono de voz. No sabía si Zafiro había visto sus cicatrices, pero eran atroces. A su parecer no afeaban su cuerpo, sino que, por el contrario, le otorgaban personalidad, y cierto aire de poder. Había vencido a la muerte muchas veces, y lucía sus cicatrices como lo que era...- Un guerrero-. susurré con admiración mientras intensificaba mi mirada. Aquellos ojos azules parecían desafiarme a mostrar una expresión de asco, sin embargo, lo empujé con suavidad, y le sonreí- ¿Sueles enseñar todas esas marcas en la primera cita, o esperas a la segunda para evitar que las damas se desmayen ante tu poderío?- Riéndome burlonamente, llamé a Zafiro.- ¡¡¡Zafiro, tu hermano dice que quiere que le des la mano para meterse en el agua!- Riéndome como una niña, caí de culo sobre la arena de la playa, y abracé mi estómago mientras reía sin parar. -

A Ismael le pareció muy curioso el interés que mostraban ambas chicas para meterlo en el agua. ¿Por qué? Supuso que por el mero hecho de molestarlo. Escuchó las ofensas de Ruslana con cierta gracia, no le molestaban, se había dicho a si mismo que no se iba a meter en el agua por nada en el mundo. Para hacerlas rabiar se quedó quieto, con una sonrisa en los labios. Ruslana se encontraba cerca de él, observando su cuerpo. Mejor dicho: observando sus cicatrices. Ella se acercaba inconscientemente. Ismael se tensó, no por el hecho de tener a una chica cerca sino por lo fijada que estaba en sus cicatrices. Notó uno de sus dedos recorrer la cicatriz del látigo. Le entró un leve cosquilleo. Las palabras de Ruslana le dejaron asombrado. ¿De verdad lo consideraba un guerrero? Observó que sus ojos no mostraban asco ni miedo sino todo lo contrario. Sonrió de medio lado cuando Ruslana consiguió salir de su trance.

-Eres tú la que me ha obligado a ponerme un bañador y no sabía que esto era una “primera cita”- dije burlón. Contempló como ella caí al suelo de la risa. Ismael la cargó al hombro y andó hasta la orilla. Caminó hasta que el agua le quedaba por las rodillas. Entonces la cogió con ambos brazos y la tiró al agua. Cuando ella salió Ismael la miró a los ojos prfundamente y parecía otro. Como si recordar cada una de sus heridas fuera casi un tormento.- Y claro que dolió. – Se dio media vuelta y vio que su hermana había salido del agua. Caminó hasta ella.- ¿No sabe nada?- preguntó mirando de reojo a Ruslana. Zafiro asisntió.- Vale, mejor.

Se dio media vuelta y a pleno pulmón le dijo a Rus:- ¡Necesito algo más que la mano de mi hermanita!¡Recuerda soy un guerrero!- Y para dramatizar lo que acababa de decir se dio un golpe en el pecho con el puño cerrado. Eso provocó su propia risa y la de su hermana.

Vi como Rus intentaba provocar a mi hermano, suerte si lo conseguía. La imité y salí del agua. El calor del sol me calentaba y era muy agradable. Caminé despacio aunque tuve que pararme a ver el atrevimiento de Rus. Sabía que las cicatrices de mi hermano era hipnotizantes, incluso yo me paraba a mirarlo muchas veces. Aunque claro yo sabía la historia de todas ellas y me encantaba escucharlas. Algunas eran emocionantes y parecían irreales pero conociendo el trabajo de mi hermano cualquier cosa podía ser real. Seguí caminando y vi divertida como Ismael cogía en brazos a Rus se acercaba hasta donde yo estaba, pasaba de largo y la tiraba al mar. Al pasar a mi lado me preguntó.- No, no sabe nada y no seré yo quien se lo diga.- Sabía mi hermano no prefería ir pregonando lo que era.

Solté una carcajada y le cogí la mano y empecé a tirar de él. Claramente no lo moví ni un poquito.-¡Lleva razón! ¡No puedo moverlo!- Dejé de tirar.- Me gustaría saber por qué no te quieres bañar.- Puse cara de sorpresa- ¿No me digas que no sabes?- mi llevé una mano en la boca por la sorpresa- ¿Pero no te convendría saber?- Al ver la mirada asesina de Ismael preferí callar mi descubrimiento. Seguramente Rus acabaría adivinándolo. Seguramente eran más cosas. Si solo fuera por el miedo a nadar él lo habría superad. Entre cerré los ojos. Sabía que había habido un suceso trágico, un día casi conseguí sacárselo pero no sabía nada más.

Gritó con fuerza cuando el agua fría tocó su cuerpo. Pataleando con fuerza, y moviendo sus manos con rapidez, comenzó a emerger a la superficie dando varias bocanadas de aire. Si había una forma menos elegante de conseguir evitar tragar agua, mientras un gigante de ojos azules te observaba burlón junto a su hermana, seguramente sería esta. Con el pelo completamente delante de su rostro, gruñó con fuerza, perdiendo la fachada de dulzura que siempre había en ella. Sacudiendo su cabeza con un movimiento brusco de delante hacia atrás, dejó que su cabello volviese a su lugar, mientras un millar de gotas salían volando por el aire, y dejando un arco, durante unos segundos, alrededor de su cabeza.

Frunciendo el ceño hacia Ismael, comenzó a formar una sonrisa oscura, una que no prometía nada bueno. La había cogido, y cargado al hombro como si fuera un saco de verduras, y para aumentar el ultraje, se había atrevido a lanzarla al mar como si fuera una vulgar muñeca. Bien, pensó mientras le guiñaba un ojo a Zafiro, él se la ha buscado. Cerrando sus ojos, se concentró en el agua que la rodeaba a la altura de la cintura, y extendiendo sus brazos sobre la superficie del agua, susurró: - Adplica bellator sarcirent timore tuo.- las palabras en latín salían de sus labios, con la misma entonación suave con la que rezaría un Ave María. La traducción de sus palabras, en el idioma actual sería " Trae al guerrero, curemos su miedo". Un tirón brusco, desde el interior de su alma, la conectó con el elemento del agua. El hechizo se formaba a su alrededor, mientras repetía las palabras de nuevo, y como resultado, el agua formó una extensión acuosa de sí misma, que salió de la orilla, y como una serpiente, reptó hasta los pies de Ismael, enroscándose en torno a sus tobillos, y arrastrándolo con fuerza hasta el agua.

Abriendo sus ojos a tiempo de ver el rostro preocupado de Zafiro, y a su hermano caer de espaldas y ser arrastrado hasta la playa, se rió cuando quedó sentado, dentro de la playa con el rostro pálido. Sacudiendo su cabeza, caminó hasta él y le besó la cabeza con suavidad, casi como si fuese un niño pequeño que observa con temor aquello que cree que le hará daño.- No hay nada que temer, guerrero.- Acercándose a su oído le susurró- Deja que el agua limpie tus heridas. A veces, hacemos nuestras pesadillas mayores de lo que son.- Separándose con rapidez, lo observó a sus ojos con dulzura, mientras continuaba saliendo del agua, y salpicaba a Zafiro con una sonrisa pícara. - Te dije que podría meterlo en el agua.- Se echó a reír con fuerza, mientras corría hasta ella y la abrazaba con fuerza. Olió su pelo y suspiró con felicidad. Había deseado tener una familia, una mascota, y un hermano. Pero había ganado algo mucho más valioso, a Zafiro, y al hermano gruñón y travieso que la acompañaba.

Ismael miraba divertido como Ruslana intentaba salir del apuro con de glamour pero no le salió muy bien. Aunque la imagen de la chica echandose el pelo hacia atrás le encantó. Miró a su hermana y le sonrió, después se encogió de hombros en señal de: "Tengo una dignidad que mantener" Y no se dio cuenta de que algo reptaba hasta él. Ismael notó que algo rodeaba su tobillo, miró rápidamente y vio una especie de serpiente echa de agua. Miró hasta donde llegaba: El mar. Su rostro palideció. Se llevó una mano a su espalda y cogió su camuflada Katana. Cayó de espalda al suelo debido al fuerte tirón que le produjo aquello. A pesar de tener la katana a mano estaba pretificado. En su mente hubo una ilusión y en vez de ver el agua que le agarraba, segurmaente producto de Ruslana, lo que veía era la mano de aquel vampiro. Agarrandole el tobillo violentamente y llevandole al agua. Quiso gritar pero la voz no salió de su garganta. Su corazón iba a salirse de su pecho. Entonces todo paró. Notó el agua deshacerse y se dio cuenta de lo que había pasado, de que a ver visto aquel vampiro solo había sido una mala jugada. Escuchó a Rus lejana y nisiquiera había notado el beso de la chica en su cabeza. Su respiración agitada iba tranquilizandose a la vez que su corazón.

Entonces tu mente empezó a funcionar con normalidad. Se dio cuenta que estaba sentado en la orilla, el mar le rozaba y que entre sus manos estaba su Kataba, a punto de ser desenfundada. Con manos temblorosas dejó el arma sobre sus piernas. Las mejillas de Ismael se encendieron y un enfado, que hacía años que no sentía llegó. Miró a Rus que abrazaba a su hermana. Y se le pasó el enfado. Aunque le tenía un poco de rencor. Se levantó. Las piernas le costaron hacerle caso pero finalmente se acercó a ambas chicas.- Ruslana Del Mar .- dijo bastante serio.- Antes de volver hacerle eso a alguien debes tener en cuenta dos cosas: Primero, su razón de por qué no se quiere meter en el agua y dos que no sea un inquisidor... -Recordó que había dejado su arma y corrió a cogerla para volver junto a ambas chicas.- Antes de que a la señorita Del Mar se le ocurra otra de sus fantásticas ideas.... ¿Por qué no volvemos a la mansión y comemos algo? - El estómago de Ismael rugió y el rió fuertemente.

Miré a Rus, a ver si salía a la superficie y no pude evitar reírme. La pobre intentaba salir del paso pero no lo consiguió, aunque seguro que a mí se me habría visto mucho más patosa. Arregló su salido a la superficie con una escena que le estaría recordando toda la vida. "Oh, Ruslana pero que sexy eres cuando quieres" Y ella seguramente se pondría roja como un tomate. Miré a Ismael y él se encogió de hombros. Pero noté como su cara se transformaba. Nunca había visto esa expresión en su rostro y el corazón se me encogió. Tenía miedo. ¿Pero por qué? Vi como caía de espalda y pronto descubrí que Rus le estaba gastando una broma. A sí que me tranquilice a mi misma. Cuando vi a Ismael, tan grande que era, sentado en la orilla medio traumatizado me empecé a reir. Rus vino corriendo a mí y la abracé.

-Desde luego pero ¿has pensado en las consecuencias, sexy lady?- y me reí.- Muy bueno lo del pelo hacia atrás, me lo apuntaré por si acaso. - Volví a reír.

Cuando me tranquilicé noté que mi hermano se acercaba. Le escruté bien el rostro en busca de algún signo de enfado. Aunque hacia mucho que no veía a mi hermano cabreado. Parecía tranquilo pero no me gustaría estar en el piel de Rus. Escuché la charlita de Ismael y asentí levemente a lo último.- Es una chica con suerte, no le riñas más Ismael.

Escuché el estómago de Ismael y solté una carcajada. Miré a Rus.- Yo también tengo un poco de hambre y con tanta agua salada me ha entrado ganas de comer algo dulce.- Yo y mi adicción a lo dulce.- ¿Tú cocinero hacia pasteles de limón?- pregunté ilusionada.

Después cogí a ambos por la manos y empecé a caminar con ellos. ¿Quien lo diría? Ahora tenía una nueva hermana porque eso era lo que se había convertido Ruslana, en una hermana más. Y seguramente Ismael le acabaría por coger mucho cariño.