Los bailes no son solamente para presumir (Adina)

por **Nereida Di Vaarsen** Lun Nov 05, 2012 9:54 am

Nereida adoraba los bailes de la alta sociedad. Le permitían codearse con la fauna y flora de París. Y eso era algo que adoraba. Por lo general la joven adoraba cualquier cosa que le permitiera ascender un poco más alto, que le abriera las puertas para poder alcanzar esa cima que veía tan cerca y tan lejos. Una cima que ni siquiera conocía aún. Una droga que Nereida necesitaba casi tanto como los placeres carneles, aunque ésos aún no los había probado. O como el buen vino. El vino que tanto le gustaba.
Por eso se arreglaba con mucho tino para los bailes. O más bien dejaba que sus criadas le arreglaran, siempre a sus órdenes, por supuesto. Se llevaron tres horas en terminar de arreglar a la joven dama. Un peinado por aquí, un collar por allá, un buen baño, una buena pasada de última hora, retoques al vestido de satén rojo que se pondría aquella noche...un montón de cosas que hacía que pareciera que un montón de criadas atareadas revolotearan alrededor de Nereida, hasta que finalmente la joven estuvo lista para ir al baile.
Parecía una niña. Una muñequita de porcelana. Pero en el fondo también parecía una mujer, con ese aire de delicada flor que no ha terminado de madurar, justo lo que parecía por fuera. Nereida se miró al espejo antes de partir hacia el Palais Royal...con el vestido de satén rojo, el delicado peinado de tirabuzones rubios, aquel maquillaje...sí, estaba lista, tal como constató con un aire de satisfacción inminente. Así que finalmente partió.
Tarde, por supuesto. Nereida no se dignaría jamás a llegar antes de tiempo a un baile. Tenía que llegar a una hora tardía para hacer una entrada triunfal, para que todos, o al menos buena parte de los presentes se la quedaran mirando.
Y así fue. El viaje hacia el Palais Royal se le hizo corto, pero la entrada se le hizo eterna. Entró disfrutando de las miradas que le lanzaban algunos hombres, y del odio reprimido que le lanzaban las mujeres. Sonrió de un modo bastante petulante, y se metió entre la gente, dónde no tardó en recibir invitación para bailar por parte de uno de los caballeros.
Nereida no paró de bailar en mucho tiempo. Pero al cabo de un rato se aburrió de hacerlo y decidió ir a beber un poco de vino. Y allí fue. A coger un poco de vino.
Cuando estaba a punto de llevarse la copa entre los labios se tropezó con alguien.

por **Adina Meniuc** Vie Nov 09, 2012 7:05 am

Decadente cordialidad […] el ambiente me hacia llorar lagrimas interiores cada vez que pasaba al lado de una persona importante y me saludaba con la cabeza o hacia falsos cumplidos ahí donde no los había ¿Creían todos que era idiota? Probablemente ya que no dejaban de elogiar aquello donde no había nada que elogiar ¿Qué estaba preciosa? ¡Já! Tenía que reírme ante ello aunque cada vez que lo decían de mis labios solo salía una cordial sonrisa. Mi ropa nunca era lo que los invitados deseaban. Desafiaba las malas lenguas poniéndome vestidos llamativos sin corsés y aquel baile no era una excepción. Me había costado mucho convencer a la gran costurera de Paris que me hiciese un vestido a medida con el mejor material pero muy indecoroso para las baronesas como yo y ahí estaba exhibiéndolo con extremo descaro. De color verde pálido era casi idéntico al de las demás mujeres en la falda pero al llegar a la zona de la cintura se podía apreciar claramente que no había corsé alguno donde debía haberlo y que no había tela cubriendo los hombros salvo unos finos tirantes que dejaban más pies a la vista que la de costumbre –Su vestido es […] curioso Baronesa pero no por ello menos encantador. Se ve resplandeciente– sonreí cortésmente a una mujer cuyo nombre no me acordaba cual era mientras llevaba la copa de vino, que antes me habían servido, a los labios.

En los últimos días la comida y la bebida ya no tenia gusto para mi y no había nada que entrase en mi estomago y se quedase ahí. El vino por ello no era una excepción. Estaba empezando a adelgazar con extrema rapidez pero aun tenia algo de tiempo antes de perder totalmente el brillo de mi belleza y quería disfrazarlo al máximo. Con pesar me di cuenta que tenia que mantener los ojos que había abierto hace poco antes de dejar que la enfermedad me poseyese por completo. Estaba en si tan ensimismada con mi copa e ignorando el parloteo de los presentes cuando la vi. Una preciosa criatura que a mi parecer no tenia edad suficiente para estar en una fiesta de ese calibre –¿La han presentado en sociedad?– pregunté a una de las ladys ahí presentes y un encogimiento colectivo por parte de todas que dio la razón a mis palabras. Era demasiado joven para estar ahí pero no por ello dejaba de disfrutar. La seguí con la mirada entre el gentío hasta que le perdí la pista en el tercer baile ¡Cuanta energía y cuanta juventud juntas! Yo deseaba tener las mismas fuerzas que ella pero desgraciadamente sabía que mi tiempo había pasado y peor aun iba a ir decayendo poco a poco o tal vez con rapidez si tenía algo suerte.

–¿Quiere usted otra copa mi lady?– tuve que centrarme bien para ver el demonio que tenia en frente. Un joven no mucho mayor de unos veinte años que me miraba con extremo interés y también se fijaba en mi copa vacía. Hasta entonces no me había dado cuenta que me había quedado sin bebida pues la mayor parte de las veces mi conciencia había estado a miles de kilómetros de ahí salvo algunas que otras excepciones. El joven me seguía mirando como queriendo algo y cuando vi que no tenia pensado desistir abrí la boca con una gran sonrisa para contestarle –Lamentablemente para usted joven no estoy disponible para ningún tipo de placer que pueda estar imaginándose ahora mismo ¡De echo ni siquiera se si podría darme placer! Estoy contenta con mis amantes y no necesito más. Tampoco necesito un marido para administre mi fortuna porque afortunadamente tengo algo que muchas de sus conquistas no tienen. Es eso que algunos llaman cerebro así que váyase a robarle los besos y los suspiros a una jovencita tonta y déjeme a mi en paz– la sonrisa despedida que le di fue demasiado cruel incluso para mi pero mientras me marchaba pude ver como su rostro se volvía de un intenso escarlata. Probablemente me había pasado pero ¿Quién me lo iba a reprochar? ¡Desgraciadamente nadie! Solo el Duque Escoces había sido capaz de reprenderme como si de una niña se tratase y por suerte o por desgracia él no estaba ahí. Iba tan ensimismada pensando que no me di cuenta que alguien estaba en mi camino e indudablemente fui a la deriva –Oh, lo lamento– susurré sinceramente ya que la culpa había sido mía aunque parte de la copa de ella se me había desparramado en las faldas del vestido. Cuando levante la vista para ver de quien se trataba me di cuenta que era la misma niña que antes había entrado comiéndose el mundo en el baile.

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