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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Marishka Marquand Mar Nov 06, 2012 4:04 pm

Me voy, regreso, destruyo, y deseo.

Sus ojos no dejaban de ver la luz que se colaba detrás de las cortinas negras, ella era así, siempre tentando a su suerte, siempre retándose dentro de esa inmortalidad, no es que fuera de esas que sólo deseaban morir, aquello le parecía absurdo teniendo una inmortalidad prometedora de por medio, pero el riesgo, la adrenalina, las tentaciones eran una mezcla que amaba saborear, cómo pocas cosas en realidad. La noche estaba pronta a llegar, lo notaba por las tonalidades ligeramente anaranjadas que entraban en la habitación. Lo cierto era que aquel calor la debilitaba, la hacía sentir ardor, lo poco que los vampiros podían sentir, y que en realidad les incomodaban, la vampiresa lo hacía por amor al arte, por el simple deseo que, al llegar la noche, la sed incrementara, y la forma de alimentarse se volvía -gracias a ese estado- más ingeniosa. Estaba sentada en medio de la habitación, observando cada detalle, cada linea perfecta, cada desperfecto, todo, y nada al mismo tiempo. En una de sus manos sostenía una copa de fino cristal, llena de vino del más caro y refinado que existe en aquellos tiempos. Lo bebía sólo para darle un sabor nuevo a su paladar, no porqué le gustara. Cerró los ojos unos momentos, lo que ella pensó eran unos minutos se habían vuelto horas, pues cuando volvió a abrir aquellos orbes, la oscuridad reinaba. Sus labios se torcieron en una sonrisa mezquina, satisfecha. Dejó caer la copa, y se levantó, saliendo con elegancia de la mansión.

Marishka era una vampiro catalogada cómo nómada. Se la pasaba de un lado a otro, conociendo el mundo, los continentes distintos, países, ciudades e incluso pueblos, llevaba apenas cuatro años con esa condición inmortal y parecía todo una criatura de siglos atrás. Se había hecho de propiedades, de riquezas cuando se metía con hombres de alta sociedad, la creían inocente, la desposaban, y luego ella los mataba haciéndose pasar por la pobre viuda desamparada. Ella era una caza fortunas. Había tenido a los mejores maestros: Lucian y Mikhail, quienes desde que la habían tomado de esclava, y casi prostituta, le enseñaron a ser una mujer despiadada. No lo lamentaba, su infancia, y adolescencia habían sido arruinadas, rotas, sin piedad, y ella se sentía con el derecho de rompérsela a cualquiera que se pusiera en frente; salió con rapidez de la mansión, cómo si en realidad tuviera algo muy importante que hacer, que le diera ansia por ya concluir, pero no, en realidad sólo lo hacía para disfrutar al máximo su naturaleza. La joven de castaños cabellos era de las pocas inmortales que disfrutaba lo que era, sin remordimientos, quizás por eso también hacía tanta mancuerna con Craig, ambos gozaban del dolor ajeno, de las escenas crudas al matar, y también del poder que sus nuevas habilidades les otorgaban, vampiros despiadados, cómo pocos ya existían, pero ella era lo que buscaba, encontrar a más seres con intereses y deseos cómo ella.

Al poco tiempo ya se encontraba caminando por las calles principales parisinas. Aspirando el aroma que los humanos dejaban a su paso. Se llenaba las fosas nasales de los delicados aromas, unos lograban que sus colmillos se desplegaran, otros simplemente los ignoraban. La piel de sus brazos, que habían tenido ligeras quemaduras por la luz del sol que se coló en aquella habitación de su mansión, ya estaban sanando, de manera lenta porqué aún no llevaba aquel liquido carmín a su cuerpo; al poco tiempo, la vampiresa ya había seleccionado a dos de sus presas. Dos hombres que la veían con morbo, y que gracias a sus habilidades, pudo leer sus pensamientos. Uno de ellos, pensaba en llevarla a lugares solitarios, abusar de ella, dejarla tirada, y darse la media vuelta. Ella amplió la sonrisa, sin duda ese sería su plato fuerte, al otro lo buscaría para después. La vampiresa se acercó al joven, se relamió los labios, le guiñó un ojo, y lo llamó con delicadeza con un dedo. El hombre se acercó sin chistar, siguió sus pasos cómo perro en celo. Se acercaba con rapidez, intentando seguirle el paso, pero no podía, pues cada paso que ella daba era más rápido, tanto que incluso estuvo a punto de perderla de vista, pero no lo hizo, él hombre la tenía en la mira.

- Deliciosa cena, ven aquí - Susurró de manera lasciva, mordisqueando el labio inferior. El hombre se acercaba a ella cómo un león acechando a su presa. En un movimiento rápido ya se encontraba detrás de él, sosteniendo contra la pared el cuerpo robusto del hombre. Lo inmovilizó con un sólo brazo, lo dejó a su merced, y sonrió - ¿Quién va a matar a quién? - Susurró contra el oído del hombre, dejando que su lengua se asomara para lamer el contorno de aquella oreja, sus colmillos se volvieron a desplegar, y sin ni siquiera decir más, enterró con furia los caninos en la piel tostada del hombre. Tenía buen sabor, ella no podía negarlo, pero no es que fuera lo mejor que había probado, incluso recordar sus pensamientos le parecían desagradables, quizás porqué de cierta manera le recordaba a cuando de humana, bebían de ella. Estaba para infringir dolor cómo lo había recibido. Lo estaba disfrutando. Movió su cuerpo junto con el del hombre hacía un lado, en el callejón podían escucharse pasos aproximarse, aquello se pondría incluso más divertido.
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Mensaje por Boriska K. Szöcs Dom Ene 13, 2013 6:01 pm

El aire caluroso de aquella noche traía consigo olores interesantes. Y no es que yo pudiese notar la temperatura, a fin de cuentas, mi cuerpo sin vida resultaba incapaz de percibir sin la ayuda correspondiente. En ese momento, estaba sola. ¿Qué como lo supe entonces? Sencillo, puede que no sea capaz de sentir al tacto, pero mi olfato es algo que no falla nunca y con el calor no hay olor que no se vuelva más intenso. Sin excepción. El frío congela, esconde. El hielo derrite, esparce. En este caso, el sudor de la gente caminando tranquilamente por la calle, algunos más apresurados que otros. A pesar de haberse puesto el sol, sentía en el ambiente que de ser mi cuerpo humano todavía albergaría la calidez del sol. De todo eso, se podía deducir una cosa; había sido un día extremadamente soleado y caluroso para los mortales que podían disfrutarlo. Yo, como era costumbre, me encerraba herméticamente en mis aposentos. Casi siempre con alguna de mis muñecas, para hacerme compañía; ocasionalmente sola para disfrutar de mi misma en privado. Era un echo comprobado que no necesitaba dormir. Siendo la época veraniega, no podía salir hasta bien entradas las diez de la noche, sin embargo, en invierno a penas siendo las cinco ya podía encontrarme recorriendo las calles. Observando ese mundo de día, transcurriendo naturalmente en la oscuridad. Si sois astutos, habréis adivinado cual es mi estación preferida y no necesitaréis que os diga el tan obvio por qué.

La ciudad de París no era tan grande como la pintaban algunos. Tocando recién la media noche, podía escuchar perfectamente las campanadas de la Iglesia. Y no es que las escuchara yo, por tener un oído privilegiado, es que realmente se podían escuchar perfectamente por toda la ciudad. Los católicos y sus construcciones, tan dignos de su renombre como patéticos por sus creencias. Y más estúpidos aún aquellos que los seguían con fervor. Debería dar gracias, sin embargo. Debo aceptar que jugar con algún que otro "seguidor de Dios", es divertido. Ver cómo acaban aceptándome sumisos y olvidando todo acerca de ese Dios suyo, no tiene precio. Religión.. no estoy echa para eso. Demasiados años de vida. Demasiadas veces he visto como los humanos que creían fielmente en algo acababan persiguiendo a un fantasma. ¡Dios, dicen! Creer en algo que no tiene existencia. Que no se puede ver, ni tocar. Eso demuestra la estupidez humana en su máxima plenitud, aunque otros tantos aún más estúpidos no puedan darse cuenta. Al final, todo lo que importa es el poder. Quien tiene poder, manda sobre los demás. ¿No creéis que si existiera semejante criatura, supuestamente "divina", no habría impedido que algo como yo jugara con los humanos que, una vez más supuestamente, tanto ama?. Si de verdad existe, se aleja mucho de la bondad con la que lo han bautizado.

Puede que, después de todo, cuanto más estúpido crea a un ser humano, más empeño ponga en destruirlo. Por alguna razón que desconozco, eso me molesta. Y que me moleste, es todavía más fastidioso.

¿Quién va a matar a quién?

Un olor y sonido ligeramente familiar me sacó por completo de mis pensamientos, en los que acostumbro a perderme profundamente. La mente.. algo complejo incluso para mi (no esperes que te acepte esto a la cara, claro). Olvidándonos de eso, pasaré a contar lo que mis sentidos estaban captando en ese momento. En la parte trasera de un bareto de mala muerte (Por algún motivo, había acabado allí, aunque no es de los lugares que suelo frecuentar habitualmente), una tierna escena se estaba llevando a cabo. Miedo. Excitación. Hambre. Sangre. Un cóctel de sensaciones divertido, sumado a la visión de una inocente muchacha devorando cual bestia a un hombre del doble de su tamaño. ¿No es gracioso?. Un humano, por muy grande que fuese, no tenía nada que hacer con uno de los míos. Aceptaré que la visión de dicha escena empezó a abrir mi apetito considerablemente, sin embargo, solo me recargué en la pared a unos metros de ellos. Observando sin más. Posiblemente, con deleite en la mirada. Casi saboreando la sangre que salía del cuello masculino y la sed con la que la vampira la succionaba para si.

Si continuas así, terminarás rápido el juego. Marishka Susurré, conteniendo una carcajada. De nuevo, volvía a encontrarme con la excitante y desvergonzada neófita que tiempo atrás había captado ocasionalmente mi interés. Una oportunidad como esa no se presentaba a menudo.
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Mensaje por Marishka Marquand Dom Feb 03, 2013 4:08 pm

La sangre comenzaba a salir de forma alocada, los humanos siempre tan frágiles, con pequeñas incisiones terminan soltando una gran cantidad de su liquido vital. Si tan sólo fueran más fuertes seguramente los vampiros se divertirían un poco más a la hora de cenar, pero no, eso era imposible, porque ellos nunca podrán superar su patética condición. La vampiresa sintió como la sangre mojaba sus labios, cómo su boca se invadía de ese liquido carmín hasta perderse por su garganta, si cuerpo muerto reaccionaba como si estuviera vivo, su piel se erizaba del placer, beber sangre de un humano le resultaba igual de interesante que tener sexo con uno de los suyos, ese liquido la transportaba a otros niveles de placer que sólo aquellos de su misma raza podrían entender. La sangre aunque no fuera de muy buen sabor, era sangre, incluso podía sentir en la misma alguna que otra enfermedad, pero ella ya era inmune a eso. Así se quedó, gozando de cuanta sangre se le diera la gana, porque iba a dejar aquel recipiente humano vacío, sin pedir permiso, sin mirar si había o no familia que dependiera del hombre, porque eso no le importaba, los sentimentalismos humanos se habían ido al carajo cuando le privaron su niñez, cuando Mikhail Arganeau se atrevió a interrumpir su inocencia. Era un placer ver incluso aquella atrocidad, porque implicaba el arte erótico de la mujer en movimiento, en su habitad natural, y si se le suma su nueva naturaleza, el magnetismo podría alocar a cualquiera.

- Uhmm - Simplemente musitó, porque cuando Marishka se alimentaba, no importaba para nada si alguien llegaba a presenciar la escena, si era un humano, simplemente terminaba por beber de él, así no dejaba huella de su escena, aunque en ocasiones era muy particular, dejando que la mente del ser humano se perturbara al notar algo tan "salvaje". Por otro lado, si se trataba de un vampiro, en ocasiones lo terminaba invitando a degustar, ¿quién era ella para privar a sus hermanos de tremendos festines? Nadie, quizás por eso se había hecho de muchos aliados, por aquella doble cara que mostraba frente a los otros, creyendo que en realidad era una vampiresa no tan sanguinaria. En efecto estaban equivocados, pero ella sólo mostraba las verdaderas garras cuando era necesario. Giró al mismo tiempo que giraba el cuerpo ya desmayado ¿o muerto? eso era lo de menos, escuchó aquella voz tan conocida, y ese olor tan placentero, ahora todo era perfecto, una mezcla perfecta para que ella pudiera alimentarse. Simplemente sonrió con sorna, al poco tiempo dejó caer el cuerpo, relamió sus labios, y su dedo indice pasó al borde de sus comisuras para limpiar los residuos con sensualidad intencionada. Recordar aquello que había sido maravilloso en su momento, la hizo dedicarle la mejor de las sonrisas.

- No puede ser un juego si me limito a sólo morder un cuello - Comentó, con ese tono de voz aterciopelado de siempre, todo en Marishka mostraba lo cómoda que se sentía con su sexo, y con las manías de engatusar - ¿Acaso te conformas con un humano cada noche? No pensé que me decepcionara tanto de ti, después de haberte interesado en su tiempo - Le dijo con sorna, le encantaba picar un poco el ego de Boriska ¿por qué? Porque le parecía inmensamente atractiva de esa forma. Marishka había deseado poder sentir los dientes ajenos desgarrar su piel en un acto sexual, pero cuando recién se conocieron estaba tan desorientada, tan hambrienta de sangre, libertad y poder, que ignoró todo ofrecimiento de la vampiresa que ahora tenía enfrente, incluso de cualquiera. - Sino es porque nos hemos dejado de ver por mucho tiempo, llegaría a pensar que me estuviste siguiendo, Boriska - Le miró arqueando una ceja, en señal de burla, pero también de reto, ambas en un mismo lugar, después de tanto tiempo, y ahora Marishka siendo ya una vampiresa con el poder de controlarse, podía dejar una noche completamente prometedora.

- Bien, dado que sé éste sólo es un encuentro casual - La volvió a mirar con aires significativos, sin apartar la sonrisa amplia de su hermoso rostro de porcelana. - ¿Qué te trae por estos rumbos tan poco gratos de tú presencia? - Comentó burlona, porque ninguna de las dos, con el poder, con la fuerza, con la clase y los gustos tan refinados que poseían, sería capaz de llegar ahí simplemente por diversión, aunque en ocasiones podría existir la excepción a la regla, los vampiros pueden escabullirse por cualquier lado, está en su naturaleza. - Te ves apetitosa ¿acaso tú sangre marchita será mucho más placentera que la de un humano? - Está vez sonrió mostrando de forma amplia sus caninos, aquellos colmillos blancos, completamente alargados y filosos. Para Marishka, aquella vampiresa era todo una invitación, hace demasiado tampoco que no experimentaba un encuentro con una fémina, pero ninguna se comparaba con la que ahora la acompañaba. - No interrumpas tus palabras, quizás hoy pueda complacer muchos de tus deseos - Terminó, dando dos pasos hacía ella.
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Mensaje por Boriska K. Szöcs Lun Abr 29, 2013 12:58 pm

Aunque siempre he preferido a las féminas humanas, no puedo negar que las de mi especie también me calientan. Ver a Marishka alimentándose con tanta ansia de aquella bolsa de sangre me hizo relamerme involuntariamente. Y no por hambre de sangre, precisamente. Hambre de sexo. De sexo con esa vampiresa alocada y, seguramente, más apasionada de lo que podía imaginar. Aunque se veía como el primer día que nos encontramos, estaba segura de que los años (no demasiados, pero suficientes) la habrían cambiado. ¿Madurar? No, los de mi raza no maduramos, a pesar de que vivimos durante siglos. Nosotros adquirimos experiencia. Aprendemos. Desarrollamos nuestras habilidades. Con el tiempo, nos volvemos cada vez más discretos y sigilosos, lo que nos hace implacables. Esa es lo que significa "madurar" para un vampiro. A Marishka todavía le quedaban muchos centenares por vivir, sin embargo, sólo con olerla sabía que ya no era una neófita inexperta y ansiosa. Bueno, no extremadamente ansiosa. Esa ansia por la vida y la sangre era algo que se perdía con muchos, muchos años. E incluso a veces, nunca. Estaba en nuestra naturaleza. Del mismo modo que mis colmillos se habían alargado aún cuando no estaba preparada para alimentarme, pero el olor había hecho aflorar mis instintos. Instintos que, después de novecientos años, seguían siendo prácticamente incontrolables.

Cerré los ojos durante un instante, unos segundos, que fueron suficientes para volver a mis cabales. Dar signos de extremo deseo o de ansias no sería bueno. ¡Tenía una reputación que mantener! Ya hacía mucho tiempo que había dejado de ser una vampiresa "adolescente" y, como muchos otros con mis años, teníamos la fama de poder controlarnos. Aunque los ancianos de siglos de vida hicieran gala de lo contrario. Agh, no soporto a esos prepotentes. En general, no acostumbro a soportar a quien se pueda creer superior a mi. Para mi, nadie lo es. Y no me harán cambiar de opinión hasta que me demuestren lo contrario. E incluso así..

¿Acaso te conformas con un humano cada noche? No pensé que me decepcionara tanto de ti, después de haberte interesado en su tiempo

Tan ingenua.. Eso me gustaba, porque no era prepotencia. Marishka no pretendía creerse superior a mi. ¡Solo estaba jugando! Juguetona. Esa era una de las características que más me había llamado la atención en ella. Me gustaba jugar. Si bien no era habitual que jugaran conmigo, dónde las dan las toman. Por el momento, le permitiría analizar el terreno en el que se movía. Sentirse segura. Cómoda. Aunque ahora estaba mucho más abierta, abiertísima, a mis antiguas proposiciones, tampoco debía pretender ser su dueña. Que lo sería, por una noche, iba a convertirla en mi perrito faldero. Sería divertido. Pero eso era algo que sólo yo sabía. Ella se enteraría en el momento preciso. En el momento en que no podría escapar de mi, porque lo único que querría sería rogar por más y más. Solo de pensarlo.. Mejor no, ser demasiado expresiva resultaría fatal. Podría haberlo hecho, querida. Pero supe que tarde o temprano nuestros caminos volverían a encontrarse Sonreí, con el habitual aire de superioridad y, al mismo tiempo, entrando en su juego de cabeza. Esperando, ansiosa, por el momento en que las tornas se cambiarían de lugar.

¿Qué te trae por estos rumbos tan poco gratos de tú presencia?

No iba muy alejada de la realidad. Sí, las calles barrio bajeras no solían ser mi lugar preferido por el que rondar. Y la comida de allí tampoco era la mejor. Demasiada porquería. Demasiados muertos de hambre, sin sangre de buena calidad. Sin embargo.. también tenía su punto. Ah, para qué negarlo, allí podía encontrar de la peor calaña humana. Y disfrutaba tanto torturándola. Claro que, mis particulares gustos, no eran de su conocimiento. Puede que se me conociera por ser un poquito despiadada, pero de según que prácticas ya me encargaba yo de no alardear. Ni practicarlas en compañía, por supuesto. Eran uno de mis gustos más privados, que seguirían siendo privados hasta que a mi me diera la real gana. Algo olía muy bien por aquí. Algo familiar. No pude resistir la tentación.. Me relamí la boquilla y sonreí. En cuanto observé sus largos colmillos, los míos punzaron por ser liberados. Lo único que los mantenía cautivos era mi extrema concentración. Concentración que requería un esfuerzo sobrenatural, literalmente hablando. Esfuerzo que mi aparente tranquila y relajada pose nunca daría a entender. Una vez más, era algo que sólo yo sabía. Del mismo modo que sólo yo conocía mis pensamientos o mis sensaciones. Y, del mismo modo, que no podía leer los de Marishka por ser de mi especie. Un punto de complicación. A los humanos, por el contrario, era extremadamente fácil leerles aún sin utilizar poder alguno. La mayoría no eran ni la mitad de listos que nosotros. ¿En qué pensaron al crearlos? Es algo que a día de hoy todavía me pregunto.

Dudar de que estaré más sabrosa que cualquier humano que puedas encontrar aquí es casi como una ofensa, Marishka.. Ella se acercó y yo la imité. Ya podría tocarla si alargaba un brazo. Y eso fue lo que hice, por supuesto. Una pequeña gota de sangre permanecía en la comisura de sus labios, gota que retiré con mi dedo índice. Dedo índice que, a continuación, lamí. Toda una ofensa Me relamí, esta vez de forma más descarada. Mi voz sonaba pausada, con un toque a molestia notoriamente fingido. Mis ojos ahora escrutaron la figura femenina, centrándose en una delantera considerablemente generosa y más que apetecible. ¿Y bien? De vuelta a sus ojos, me incliné ligeramente hacia ella ¿No quieres comprobar tu teoría?Ladeando la cabeza, dejé al alcance de su vista y a su completa disposición una buena parte de mi cuello. Imaginar sus colmillos penetrándome me recordaba por qué en momentos así no cambiaría a los míos por un humano ¡Ni pensarlo!
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Mensaje por Marishka Marquand Vie Mayo 10, 2013 10:29 pm

Cuando la inmortalidad se hace presente en un humano, muchas cosas cambian, no es necesario ingerir alimentos que la tierra provee, tampoco es necesario dormir, o incluso sufrir por dolores que el cuerpo está propenso a recibir. Lo más importante de todos, no es necesario para un inmortal creer en algo demasiado innecesario, por ejemplo, el bien y él mal ¿Qué es Dios o el mismo Lucifer en esos momentos? Nada, pues según las creencias católicas ellos simplemente estaban para castigar en igualdad de géneros a los humanos. ¿Por qué ellos olvidan a los seres obscuros? ¿a los sobrenaturales? ¿Los aborrecen? Seguramente por salirse de los cánones establecidos ante sus ojos. Son preguntas que pueden volverse un tema filosófico muy extenso, pero sobre todo interesante, ¿y a qué se va con eso? Las tentaciones relacionadas al hambre de placer, de sexo se inclinan a ese rey del averno, quien tortura y tiene la habilidad de poder enseñar de mala manera a quienes se han comportado mal en su tierra. No todo se trata de castigos absurdos, sino del placer inminente que uno de los pecados capitales marca como algo que te lleva a las maldiciones. ¿Qué es entonces Boriska para la la neófita en el plano del bien y el mal? ¿De que trata? ¡No, no! Con ella no hay neutralidad. ¡Con ella no se puede hacer aquello!

Boriska es, la tentación en forma de inmortalidad, es la forma femenina de Lucifer, a quien se le puede adorar con suma devoción, pero que también se le puede tener, incluso querer escapar por temor a represarías. Ella es el pecado hecho carne, la manzana en medio del Edén que se busca morder. Marishka en su etapa de rebeldía, de inquietud y con la filosofía de "yo soy y puedo todo sin ayuda de nadie", desperdicio la oportunidad de poder estar entre sabanas de seda fina con ese cuerpo femenino. El primer año de su no-vida, se aferró a ideas absurdas como la heterosexualidad, o incluso, sobre no alimentarse de humanos, pero que va, ni siquiera había durado un año cuando se descubrió también embelesada por mujeres, y deseando arrancar más gargantas que cualquier otra cosa. Ella había nacido para convertirse en un inmortal, que ahora, en ese precioso momento, no desperdiciaría la oportunidad de estar con semejante fémina, la simple idea de dejarla pasar era decepcionante, algo que estaba segura nunca se perdonaría, pues su cuerpo le estaba gritando con una necesita casi absurda, tomarla como suya, o entregarse para convertirse de ella.

- Las ofensas no existen para alguien cómo tú, no hay palabra alguna que pueda dañarte ¿Acaso ahora estás demasiado blanda? Si sigues así, con esas palabras, y esas muestras de debilidad no me tentaré en verdad al compararte con un verdadero humano, deberías ser más cuidadosa con lo que dices, sabes bien que mi veneno puede llegar no sólo a paralizarse, sino a carcomerte - Sonríe de costado. No es que quiera compararle, jamás lo haría con criaturas tan insignificantes, pero es entretenido para ella observar el semblante ceñido de su ahora compañera de noche. Es excitante verles sacar ese lado "salvaje". Marishka es una diablesa que toma riesgos demasiado altos, que quizás un par podrían haberle arrancado la cabeza, pues a pesar de ser inmortal tiene debilidades, más al ser una vampiresa tan joven, sin embargo le gusta tomar "el toro por los cuernos", y arriesgarse, poco tiempo de inmortalidad, y ha aprendido demasiado. No hay duda de eso, por supuesto.

- Hace mucho no tengo una oferta tan buena… - Se relame con descaro frente a la mujer, ya ni siquiera a un palmo de distancia, no sólo eso, su brazo se estira de tal manera que su mano, sus dedos acarician con suavidad su cintura, sólo por escasos segundos, pues el movimiento se volvió firme, posesivo, Marishka la sostuvo con fuerza de un costado, la atrajo hacía ella para que ambos pechos se chocaran de forma pronunciada, era evidente que Boriska le llevaba algunos centímetros de más, pero mínimos pues eso no fue impedimento para que la joven lamiera con suavidad su cuello, haciendo un camino desde su hombro hasta llegar al lóbulo de su oreja, el cual lamió - ¿Cuántas veces me pediste esto, querida? - Susurró casi en burla, pero de forma sugerente, y claro, dejando en claro que ella también lo había deseado. Sin pensarlo dos veces sus colmillos ya habían mancillado la piel pálida y blanquecina. El liquido carmín salió con fuerza, era una mezcla de sangre inservible por su estado de no vida, y también de vitalidad por alguna comida que hubiera tenido reciente, esa mezcla siempre había sido la preferida de la más pequeña de los Marquand, Succionó con suavidad, con lentitud, mientras sus manos se estiraban para posarse en ambos glúteos ajenos, no perdió tiempo para apretujarlos con "discreción", mientras seguía alimentándose, una sonrisa se dibujó en su semblante, esa vampiresa sin duda era deliciosa.
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Mensaje por Boriska K. Szöcs Lun Mayo 27, 2013 7:54 am

La neófita era descarada. Marishka no dudaba a la hora de ponerse por delante mío, metafóricamente hablando. Al parecer, sentirse superior a los demás era un rasgo que no había cambiado en ella. Bueno ¿Qué vampiro no se sentía superior, en realidad? Y más uno que había dejado su humanidad tan recientemente cómo ella. Cuándo la dejas.. Todavía recuerdo que es un “subidón”, parecido al que le producen las drogas a los humanos. Ser vampiro es una droga permanente, para toda la eternidad, a la que hay que saber controlar. Con el tiempo. Sin embargo, había un punto diferente en ella. Ahora sabía, o quería, jugar conmigo. La última vez era pura arrogancia, pura superioridad. Esta vez, no. Sus ojos, su mirada, me decía que estaba toqueteando las teclas que quería para hacerme saltar sobre ella. Literalmente hablando. Sonreí con diversión ante sus comentarios, fingiendo en un breve momento algo de confusión. No iba a ser divertido si yo no le devolvía la jugada. Y, para eso, necesitaba creer que estaba consiguiendo sus objetivos. Pero hacía falta mucho más para hacer saltar a Boriska. No malinterpretéis este acto creyendo que no soy impulsiva, porque puedo serlo cómo la que más, lo que ocurre es que con los años aprendes a no lanzarte a la yugular del primero que te provoque. Menos, si lo hacen intencionadamente. En este caso, daría realmente igual. Ella es completamente inofensiva para mi, lo sé perfectamente. Quiere jugar. Quiere lo que la última vez le ofrecí y tan despectivamente rechazó. ¿Debería ponérselo más difícil en esta ocasión, no creéis? Boriska no es alguien que haga ofertas tan tentadoras dos veces; tampoco soy de segundas oportunidades. Eso es lo que se dice, por respeto a los murmullos, debo mantener esa apariencia. No siempre verdadera añadiré.

Un ligero siseo se escapó de mis labios cuando los colmillos de Marishka atravesaron mi cuello. ¡Joder! Tan placentero. Hacía ya un tiempo largo desde la última vez que se alimentaban de mi. Tal y cómo ella había insinuado, ofrecerme no solía ser habitual. Nada habitual. Marishka era afortunada y lo más excitante de todo es que ella lo sabía. Sabía con quién estaba jugando. Sabía lo que podía permitir y lo que no. Lo que podía permitirle, mejor dicho. Unos pequeños lujos que, por haberme entrado por los ojos desde el primer momento, los dejaría correr. Eso sí, no habría una tercera vez. Iba a follarme a aquella vampiresa cómo había querido, incluso mejor, en un primer momento y después pasaría a ser una más; como todas las anteriores y las que estaban por venir. Ella no sería una carga. Buscaba emoción y placer que yo le proporcionaría con creces, por eso nuestros caminos habían vuelto a encontrarse. Entre vampiros no existía el amor, sólo la obsesión. Esperaba no tener que deshacerme de la pequeña vampiresa si se ponía muy pesada, con tal belleza, sería todo un desperdicio.

Pero no era momento de concentrarme en el futuro, debía centrarme en el presente. Mi sexo palpitó cuando sus manos tocaron mis muslos y agarraron mis nalgas mientras succionaba mi sangre. Era tan jodidamente excitante cómo torturar a un inquisidor, de esos que no se rinden hasta que les cortas el rabo y entonces empiezan a llorar cual bebé. Sí, es el mismo tipo de sensación. Si yo puedo sentir de esta forma mientras me muerden, entiendo cuándo al morder yo a las humanas las hago tener orgasmos múltiples por lo menos durante quince minutos; sin parar. A veces hasta tengo que tener cuidado de la cantidad que succiono, no sólo porque las puedo matar (obviamente) sino porque del placer se quedan fácilmente inconscientes. Y ya no es tan divertido. Es excitante, eso sí. Torturarlas de esa forma es sin duda una obsesión para mi, una predilección bien conocida para aquellos que se han topado alguna vez conmigo en ciertas circunstancias. Un ruido me desconcentró, haciéndome abrir los ojos por unos segundos. Marishka estaba concentrada en su “trabajo” y yo, a pesar del placer que recibía, seguía lo suficientemente consciente cómo para darme cuenta de que alguien se acercaba. Un ruido de pasos de, tal vez, dos personas. Cuatro andadas cada vez más cercanas. Teniendo en cuenta que no estábamos lo que se diría muy bien escondidas, pues nos daba la luz de la luna de lleno, nos verían. Y estaban cerca. En otra ocasión no me hubiese importado, todo lo contrario. Si eran borrachos no se sorprenderían tanto, pensarían que éramos producto de su imaginación, pero si estaban lúcidos ver sus caras de shock se convertía en algo muy divertido. En otra ocasión. Ahora no quería interrupciones, ni quería arriesgarme a que la neófita se desconcentrase de lo que debía tener su máxima atención; yo. Y sólo yo. Para humanos ya tendría tiempo en sus próximos siglos. Con el sigilo y rapidez que nos caracterizaba, caminé llevándola conmigo hacia las profundidades del callejón, entre containers de basura y cajas de desechos; un ambiente nada romántico pero perfecto para nosotras. Hasta revolcarme en la basura, literalmente, podía hacerlo con elegancia.

Suficiente Al mismo tiempo que la acorralaba contra la pared, de forma bastante ruidosa debo añadir (no se me da bien controlarme en según qué situaciones), la separé de mi cuello. Tal y cómo dije, ya era suficiente. Se necesitaba mucho más para agotarme, claro está, pero no quería que bebiera tanto cómo en realidad me hubiese gustado, debía frenar parte de mis deseos en lo que a concederle privilegios se refería. Me costara lo que me costara. Ahora, era mi turno. Deslicé las manos por sus piernas, largas y esbeltas como las mías. Suaves. Subiendo hasta llegar a su trasero, por el cual la agarré y levanté instándola a agarrarse a mi. Su rostro quedó unos centímetros por encima del mío, pero su cuello que era lo que me interesaba, justo a la medida de mis colmillos ya extendidos en su máxima plenitud. Mi turno, sé buena y no hagas ruido Antes de darle tiempo a responder ya la había perforado en la yugular, dónde extraería más cantidad de su sangre. Deliciosa. Diferente. Naturalmente, no tenía el sabor de la humana ni te alimentaba de la misma forma, pero me excitaba tres veces más.
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Mensaje por Marishka Marquand Jue Jun 20, 2013 2:26 pm

Sin duda la vampiresa tiene esa obsesión por querer beber de las criaturas de la noche. ¿Se le podría llamar canibalismo? Quizás, pues lo cierto es que disfrutaba tanto de ese sabor, de esa mezcla de muerte con vida. Todo era un festín para su paladar, incluso la mujer podía sentir como la sangre le erizaba cada minúscula parte de su ser. Como una especie de cosquilleo se formaba en su garganta pero se iba expandiendo en cada zona del cuerpo, un placer distinto, como casi llegar al orgasmo pero faltando elementos para poder tomarlo y hacerlo suyo. Además, ella no deseaba explotar así, y suficiente practica tenía en el ámbito sexual como para dejarse llevar por el brote de sangre que llegaba hasta sus fauces. Lo estaba disfrutando. A diferencia de otros vampiros, Boriska tenía sabores distintos, el de mujer, el de la sangre, el del dominio y de placer, cada uno de ellos llegaba a una zona distinta de su cuerpo, incluso a su mente para reclamar placeres que no cualquiera podía otorgar. Por eso y muchas cosas más, había decidido que si llegaba a topársela deferente de nueva cuenta no volvería a desperdiciar tal oportunidad, ya no desperdiciaría situaciones así, idiota no era, por el contrario, así que más valía que se dejara llevar por lo que ahora era. Lo cierto es que el tema del sexo con su mismo genero ya no le robaba el sueño como cuando era una simple humana, por el contrario.

Casi perdida en el sabor, pero sobretodo en la cercanía que tenía con aquella vampiresa de larga y negra cabellera, no se dio cuenta cuando avanzaban por las zonas cercanas, hasta que sus fosas nasales captaron el olor asqueroso del lugar. Se separó, y abrió los ojos con sorpresa cuando la empotró contra la pared, pero le sonrió de forma retorcida, tanto que sus dientes manchados de carmín se mostraron para el deleite visual de su acompañante. Tragó saliva un par de veces, solo para disfrutar del sabor delicioso de la sangre, después de eso nada más. Simplemente dejó que le hiciera, rodeó la cintura ajena con las piernas, así no habría demasiado espacio entre ellas, pero tampoco incomodidades por las posiciones. Marishka cerró los ojos con fuerza al sentir los caninos incrustar su piel, dejó salir un jadeo de dolor que pronto se volvió en uno de placer. Inevitablemente pegó un poco más su pecho con el ajeno, se fregó un poco más, haciendo que sus pezones se pusieran más que endurecidos, aquello lo andaba disfrutando de lo lindo, ¿para que iba a negarlo? Jadeó un par de veces más de forma reservada, tampoco le boa a dar el placer de escucharla perdida por el deseo de tenerla tan cerca, se debía esperar, el orgullo de ambas sabía jugar en su favor, al menos por esa vez.

Marishka ronroneó de forma inevitable. Sus manos viajaron con lentitud por la espalda ajena, sus uñas afiladas hicieron algunos desgarres en la fina tela que portaba la mujer, incluso metió los dedos para rasgar más la tela, hacer huecos grandes, de esos que pueden dejar la piel desnuda. Sus dedos, más bien las yemas de los mismos hicieron un camino lento y erótico por toda la espina dorsal de la mujer, pero no sólo se quedó ahí, pues había roto tan bien parte del corsé que la liberó, y decidió ponerle fin a la tela trasera, pues siguió con los cortes hasta liberar aquellos glúteos bien formamos y carnosos. Mientras Boriska le daba placer bebiendo de su sangre, bueno, ella no perdería tiempo, disfrutaría de la piel tersa que tenía su acompañante. Arrancó incluso sus bragas, cuando se separaran por la bebida de sangre podría caer la ropa ajena, tenerla a su merced, desnuda, perfecta y hermosa. ¿Acaso creía que después de todo aquello se quedaría quieta? De ser así entonces nunca la había comprendido o analizado bien, pero daba igual, ya estaban ahí, así, juntas, dispuestas.

- Boriska, basta, deja sangre para el transcurso del encuentro, ¿no creías que te la daría toda ahorita verdad? ¡No! Tienes que esperar, pues quiero adornar tu desnudez con tu propia sangre - Cerró los ojos unos momentos. Una de sus manos viajó hasta sus cabellos, acariciándola como si se tratara de una mascota, aunque claro no lo era. Simplemente eran modismos que se tenían. - Vamos, deja mi cuello - Le enredó los dedos, le jaló con fuerza la cabeza para que le viera, el hilo de sangre que colgó por su mentón se limpió gracias a la lengua de Marishka, lo hizo hasta llegar a sus labios y meter su propia lengua sin pedir permiso, le besó con pasión, de forma incluso depravada. Se separó por unos momentos - Quiero quitar bien toda la ropa que te estorba, no entiendo porque cubres ese cuerpo perfecto, todos deberían de verlo, pocos privilegiados tocarlo - Le aclaró volviendo a atacar sus labios. Ella estaba ansiosa por que empezara de verdad la faena, el cuenteo, estaba ardiendo de deseos por ella.
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Mensaje por Boriska K. Szöcs Dom Sep 01, 2013 4:05 pm

Beber de uno de los míos siempre resultaba refrescante. A pesar de ello, no era un verdadero alimento, motivo por el que aún emparejados necesitamos alimentarnos de la sangre humana. Nosotros, a fin de cuentas, estamos vivos. Nuestra sangre es ficticia. Está tan muerta como nosotros y, del mismo modo que nuestro cuerpo, aparenta ser “normal” aunque no aporte alimento alguno. Así pues, beber de un vampiro sólo sirve para una cosa: excitarte. Es una más de nuestras morbosidades. Una más que se añade a la larga lista de fetiches excitantes y sucios. Un fetiche que sólo nosotros podemos entender. Sólo un vampiro que ha bebido de otro es capaz de comprender la satisfacción que proporciona hacer eso sin ser necesario que te alimente. Marishka tenía un sabor amargo parecido al de los vinos añejos, en este caso, no superando los cien años. Curiosamente, el sabor metálico de los humanos desaparecía después de muerto y con los años cada vez más. Tan absorta estaba en degustarla mientras hacía mis propias cavilaciones que no fue hasta cuándo ya era muy tarde que me di cuenta de que estaba prácticamente desnuda. ¿Cómo?. Mis colmillos no querían separarse de la yugular femenina, realmente no querían, pero estaba sorprendida de notar una obertura en la parte trasera de mi vestido que no correspondía. El vestido no se abría por detrás.. Ah, claro. Había sido descuidada, por así decirlo. Me había dejado llevar por el sabor, cometiendo el error de perderme en mi y olvidarme de que la mujer de la que bebía no era una simple humana de esas que se quedan quietas, aterrorizadas o no. Marishka no se había estado quieta, por supuesto. Sus manos habían corrido veloces a dejarme en cueros, o así estaría cuándo me separase pues no había ni ropa interior que se me sujetara al cuerpo. Sólo el estar tan pegada al cuerpo ajeno me mantenía parcialmente vestida. Maldita.

Poco después la voz de la vampiresa penetró en mis oídos, haciéndose escuchar. Decía algo sobre parar y sobre lo bello que era mi cuerpo. Ja, pues claro, yo era perfecta. Aunque no necesitaba que me lo dijeran me encantaba regodearme en aquellos que sabían apreciar la autentica belleza de la naturaleza. Y Marishka, claramente, había aprendido a apreciarme finalmente. Y sólo por eso (además de por su propia belleza que me encantaba) le perdonaría nuestro primer desencuentro, aquel en el que despreció mis valiosas intenciones que ahora tanto quería testar. Mi boca se vio forzosamente obligada a separarse de los dos agujeros que habían creado en el cuello ajeno, ocupada seguidamente por la lengua de la dueña de esa jugosa sangre. Todavía no había saciado mi apetito (y no me refiero precisamente al hambre) pero devorar su boca me distrajo lo suficiente como para aceptar gustosa su tirón de cabellos y permitirle manejarme durante ese instante. Me gustaba, para qué negarlo, sentir pegada a mi un cuerpo que tenía tanta fuerza como el mío propio o incluso más. Los vampiros nunca estábamos tan fuertes como en nuestros primeros cien años como neófitos, en el que alcanzábamos la plenitud física de nuestra raza. Eso, trasladado a un sexo en el que entra el juego la dominación, resultaba muy excitante. Y mientras nos devorábamos mutuamente, echando un pulso con nuestras lenguas a ver cuál se cansaba primero, mis manos anteriormente quietas imitaban ahora la acción de sus compañeras. Veloces rasgaban la tela de la vampiresa, llevándose todo a su paso. Qué importaba que estuviéramos en un mugriento callejón. Ni siquiera era de importancia que pudieran llegar a vernos, a pesar de que me había asegurado de ocultarnos en el rincón más oscuro. Tener interrupciones humanas podría resultar interesante, tampoco lo niego, pero la idea era poder deleitarme de ese cuerpo en soledad, allí mismo. Ya mismo.

Terminada la tarea de dejarnos en igualdad de condiciones, mi lengua se apresuró de nuevo a su cuello, esta vez para cerrar con mi saliva los pequeños agujeros. Una costumbre innecesaria dado que ella se curaba rápidamente por si sola, pero una costumbre al fin y al cabo. Y el cuello no fue mi última parada, poco a poco, llegaba el turno del resto de su cuerpo. Mientras mis manos retiraban las prendas de su vestido mi boca recorría las partes de su cuerpo que se iban quedando al aire libre. Quería detenerme en esos pechos perfectos y redondos y torturar sus puntiagudos pezones hasta hacerlos sangrar, pero la verdad es que deseaba con mucha más fuerza poner mi boca en otro lugar más húmedo y oscuro. Dos segundos después, allí estaba. No sé dónde lancé su vestido ni el mío propio que me quité al mismo tiempo, pero cuándo me arrodillé ninguna de las dos teníamos ya las ropas puestas. Y mis manos, tan ansiosas como mi boca, se aferraron a sus nalgas y me acercaron el punto en cuestión que ataqué con voracidad. Empezando de a poco, besé la zona de la ingle, deteniéndome para rozar mi nariz y oler la humedad que maravillosamente se agolpaba en ese lugar. Los colmillos, completamente alargados, se encargaron de arañar el clítoris mientras la lengua lamía y se abría camino entre los pliegues vaginales. Sin pausa pero sin prisa y sin piedad, atacaba la zona por todos los puntos posibles. Y mis manos inconscientemente se encargaban de acariciar la zona trasera, masajeando y de tanto en cuanto arañando con las uñas lo suficientemente profundo como para que la herida tardara su momento en cerrarse. Me estaba conteniendo, sin embargo, de alzar la mirada. Quería ver la cara que ponía de placer, placer que yo le estaba proporcionando. ¿Ya lo habría hecho con una mujer anteriormente? Ciertamente, no lo sabía. No lo había preguntado. Ella se había ofrecido a mi y yo la había aceptado con gusto, cayendo vilmente ante mi debilidad por las de su género. Que mierda de debilidad.
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Mensaje por Marishka Marquand Miér Sep 11, 2013 3:29 pm

No hay cosa que la vampiresa no quiera experimentar, o no lo haya hecho, pero hay pequeños detalles que ha pasado por alto, y que está dispuesta a corregir su error, por esa razón, cede en está ocasión. La tentación le invade desde que huele la esencia femenina. Se emociona porque conoce los limites y los extremos de la mujer, sabe que es dominante, y de carácter que sobrepasa por encima de lo demás. No le gusta la gente que se deja pisotear, le gusta pisotearlos, pero cuando busca algo por conocer cree que es mejor tener a un igual, de los suyos es mejor el aprendizaje, con ese mismo ego alzado, con esa fuerza sin contenerse, con la calidad. Se mordió los labios, porque se sentía demasiado contenta por la respuesta afirmativa que le otorgaba su acompañante. No se le estaba negando, estaba accediendo, pero, ¿quién se negaba ante sus encantos? Ya fuera por las buenas o por las malas, pero siempre obtenía lo que quería. Se dejó hacer, entre torpes caricias que le estaba ofreciendo su ahora amante, no es porque lo fueran imprecisas, para nada, pero Boriska había perdido las riendas de la situación solo por beber un poco de su cuerpo. Delicioso, perfecto, ambas eran una deliciosa, una explosión.

Boriska había cometido un tremendo error, el más grande de todos, dejarse llevar por las sensaciones, por el sabor ajeno, por el momento de excitación. Nadie debería dejarse llevar por eso, porque de ser el enemigo en cualquier momento podrían arrancarle la cabeza antes de volver a pasar la lengua para cerrar las heridas, lo bueno del caso es que se había doblegado ante ella, la cual no le arrancaría ni la cabeza, y mucho menos le echaría en cara su torpeza, muy por el contrario, quizás se lo retribuiría más tarde. Subió sus manos para pegarlas contra la fría, y sucia calle del callejón, dejando en claro de esa forma que se estaba dejando hacer. No es que la dejara tener todo el control de la situación, pero al menos dejaría que le enseñara. La vampiresa Marquand, jamás había tenido una experiencia con alguien de su propio sexo, y aunque sabe no lo hará para nada mal, prefiere que le enseñen a llevar la situación. Le dedica una sonrisa amplia, también le guiña un ojo con descaro, se relame los labios expectante por lo siguiente de la situación.

Su espalda recargada se fue deslizando hasta quedar vulgarmente sentada en el suelo sucio. Sus piernas separadas dejando que su intimidad se expusiera a lo que la vampiresa con más antigüedad quisiera. Le gusta el sexo oral, hacerlo tanto como que se lo hagan, aunque prefiere que se lo hagan, quizás está demás decir que su falta de experiencia sexual con una mujer le intimida un poco, a ella siempre le gusta hacer las cosas con maestría, con perfección, ¿qué hay de diferencia entre hacerlo con un hombre y una mujer? Es claro que se diferencia por el órgano sexual, pero ¿de ahí en fuera? ¿Cómo se puede medir quien de los dos da mejor batalla en la cama? La excitación le incrementó al notar que estaría a punto de contestarse la pregunta, sin que nadie le contara, ella misma lo experimentaría. Bajó su mano hasta acariciar el cabello femenino, cuando la tuvo frente a su intimidad, sin dejarle esperar mucho tiempo le hundió la cara en su vagina, y movió la cadera con suavidad.

- ¿Te crees con la capacidad de hacerme delirar por una buena chupada? ¿Qué más me puedes ofrecer aparte de eso? No creo que mucho, me dejarás a medias - Pero a pesar de molestarla, en realidad sólo quería provocarla más. Marishka está consiente de la calidad que tiene sobre su sexo, del disfrute que va a experimentar, de los orgasmos que probablemente tendrá, por eso se le ha entregado, por eso la provoca, por eso la hace enfurecer, quiere verla agresiva, que le quite las ansias, que le impregne su recuerdo, su necesidad de volver a buscarla. La vampiresa está aburrida de tener de tomar a uno y no saciar sus necesidades, quiere sentir la obsesión de poder reclamarla después como suya, pero no está segura si eso sucederá. ¡Piensa demasiado! Gruñó molesta.

- Vamos, quiero que me hagas correr - Sus ojos se cierran, solo por manía, no porque lo necesite, desde hace tiempo muchas conductas humanas se han perdido, pero la costumbre a veces persiste. Dejó salir el primer gemido cuando siente como los colmillos ajenos toman su clítoris. ¡Muy bien! Ha empezado como toda una maestra, deleitándose de su intimidad, ¿sabrá tan bien Boriska? La idea de probarla se vuelve más, y más necesaria, no se quedará con las ganas, más tarde lo hará, pero primero necesita ella las atenciones.
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