AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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Las palabras y la tinta [Privado]
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Las palabras y la tinta [Privado]
Hay
algo de música en la literatura.
Y hay
historias que acompañan los acordes.
Hay
armonía en un rostro pintado,
En donde
se expresa una emoción.
algo de música en la literatura.
Y hay
historias que acompañan los acordes.
Hay
armonía en un rostro pintado,
En donde
se expresa una emoción.
Había pasado un tiempo desde la noche que rondaba en Notre Dame. ¿Días? No, ya no podía contar los días, sino las noches. Era el tiempo en el que caí el sol, cuando mis ojos se abrían y comenzaba la verdadera diversión. Tan solo en pocas noches, pude aprender mucho de Deiran, aquel ser inmortal que me dio un nuevo significado para la existencia; quizás en el fondo fuera su deseo de estar menos solo, tal vez se tratara de un simple capricho, o en dado caso que no, es posible que solo fuera un pequeño arranque de solidaridad. Fuera cual fuera la razón, estaba yo ahí, sin los harapos que había mantenido puestos durante casi dos años, vagando por París, leyendo un libro que había apreciado tiempo atrás. Sabía que en realidad, podía leer sin necesidad de asistir a la Biblioteca, mucho menos cuando solía ocupar mi tiempo en cazar; sin embargo, deseaba hacer algo diferente que implicara un escenario nuevo. Lo sé, es como si de pronto me hubiese vuelto una niña mimada.
— Si el autor fuese un poco más audaz, este libro sería mi favorito... —susurré a nadie en especial con mis ojos fijos en las deplorables y cansinas letras de aquel viejo ejemplar. Era una novela de suspenso interesante, pero cortaba las mejores escenas con aburridas escenas de amor. Mi cabeza descansaba sobre mi mano, pues incluso teniendo una postura impecable, había un aire de pereza en el silencio de la enorme sala de lectura. Los libros se amontonaban uno sobre otro, cada cual más viejo que el anterior. ¿A donde me había mandado ese bibliotecario? Entendía que, con mi crianza, debía estar acostumbrada a la lectura pesada, pero desde que probé la primera gota de sangre fue como si mi personalidad se hubiese revelado al completo.
Resoplé, un poco molesta, y admiré por cuarta vez en la noche la carta que recibí veinticuatro horas atrás. Kingsley. ¿Sería acaso una mala broma? Pero, ¿quién podía conocer el secreto del "hijo del conde"? Todo lo relacionado con mi transformación fue un asunto aislado y perfecto. Probablemente, ni siquiera mis padres habían estado dispuestos a buscarme. Lo admito, fue preferible de esa forma. Pero no sabía como proceder, lo cual me dejaba tan distraída, que ni siquiera era capaz de saber cuando el hombre que me brindó de su sangre estaba en la misma habitación.
Yuna Rutledge*- Vampiro Clase Baja
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Fecha de inscripción : 23/05/2013
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Re: Las palabras y la tinta [Privado]
Un alma se mide por las dimensiones de sus deseos, como se juzga una catedral por la altura de sus campanarios.
Gustave Flauvert
Tengo que admitir que después de la llegada de Yuna a mi aposento había sido toda una novedad, definitivamente el toque femenino por la casa no había ido del todo mal. La noche que la presenté ante los cincuenta sirvientes de no ser porque sus cabezas estaban agachadas podría jurar que sus ojos se brotaban ante el asombro, sí, yo también estaba pasmado, no es que haga ese tipo de cosas todos los días, por no decir nunca. Me sentí reflejado en el alma de la chica, ¿qué puedo decir?, ella tiene algo que aún no sé explicar. Inmediatamente de haberle mostrado toda la casa y de colocarle algunas ‘’reglas’’ era más que bienvenida, por un momento se me había borrado la expresión de piedra que por años mi cara llevaba con dureza por un temple un poco más tranquilo, sereno. Ahora tendría algo, una pequeña razón por la cual pasar los días. Alguien a quien proteger.
La venía observando con sigilo, no quería decir vigilarla porque suena muy pesado y no es mi estilo ni forma de ser. Solo quería estar seguro de quién realmente era ella, en la que había depositado mi confianza algo que jamás había hecho. Podía mandar a uno de los criados a que la patrullase pero no, ella era muy astuta, olería su sangre a metros y como buena vampiresa le daría muerte, sencillamente era fantástica, si hubiese sido su creador me emocionaría por darle un premio cada que hiciese algo así. —Pero qué…?- sonó el crujir de los cristales que se habían roto por la fuerza de mi mano al presionarlo y comenzó a correr la sangre por ella como laguna que pronto mermaría. Por suerte la copa estaba vacía, sino hubiese sido un desastre, tomé uno de las servilletas de la mesa y limpié mi desastre, frunciendo el cejo y cuestionándome porqué lo había hecho. Después recordé la historia de Yuna, sobre su creador —Esto es increíble…- me dije sonriendo saliendo de la sala de estar con una bolsa en la mano. Uno de los sirvientes abrió la puerta principal y salí como ave alza vuelo de su nido.
Cerré los ojos y percibí su aroma, era muy fácil de encontrarle —La biblioteca ¿eh?- sonreí porque de manera anticipada ya lo sabía y sin siquiera rozar el suelo con la punta de mis pies me desplacé al lugar. La luz era muy tenue para la lectura, saludé al bibliotecario y me inmediato me adentré en ese mar de libros, entre letras y párrafos. Colocándome a sus espaldas no pretendía asustarle sólo darle una sorpresa —En este no hay escenas románticas…- coloqué la bolsa delante de ella mientras mi cara se acercaba por el lado de una de sus mejillas y me separé viéndole. —Es uno de mis favoritos… Es surrealista, la historia de un nómada asesino que picaba a sus víctimas y hacía gemas preciosas con sus carnes pero tristemente el tipo estaba trastornado, siempre fue un loco que inventó un mundo en su cabeza, internado en un sanatorio…- añadí con acento italiano y me senté de pierna cruzada frente a ella observándole cada una de sus facciones.
Deiran Chassier- Vampiro Clase Alta
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Fecha de inscripción : 24/02/2013
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Re: Las palabras y la tinta [Privado]
Llegó un momento en mi lapsus de silencio, en el que no reconocí realidad, imaginación y recuerdos. Me convertí en una mujer entre ensoñaciones. Una lectora pasiva y somnolienta. "Y si, quizás... no es posible. Pero lo es. Y es que...". Frías posibilidades que revoloteaban como pequeñas motas de polvo en la vieja Biblioteca. Y de pronto, la visión de un objeto frente a mis ojos, y el grave sonido de una voz conocida a mi lado, que se presentó de pronto, sigiloso como ninguno. Di un respingo, sorprendida pero no asustada. No esperaba verle ahí. Levanté la mirada con lentitud, sin la prisa de una persona común que, probablemente, se indignaría por el acoso de mi querido... ¿maestro? Si, era una forma de verlo. En lugar de quejarme, sonreí.
— Suena a una trama exquisita y peculiar. —corroboré a su sinopsis del libro, tomando la bolsa, encantada, y bajando mis piernas enfundadas en faldas del sofá. No importa cuanto le mirara, o desde que ángulo fuera, sus facciones me cautivaban de una manera extraña y angustiante. Pero con mi alma fría, no había peligro que correr. Acaricie sus pómulos con la punta de los dedos, en una señal de saludo.— No me sorprende que me encontraras, pero quizás, si que eligieras un libro como este. Es posible que me encante. —desvié mi mirada con una poco convincente censura al protagonista de dicho ejemplar.— Te diría que ese hombre es de lo peor, pero sabrías que estoy mintiendo. Suena a un artista con dificultades para encontrar un material rentable.
Sacudí la cabeza suavemente, un poco preocupada de mis palabras. ¿Hacía mucho tiempo que había empezado a aceptar a mis propios demonios? Era un gran placer no tener que seguir con el velo blanco de inocencia que cubría mi verdadera personalidad; sin embargo, no cerraba la incógnita... ¿me convertía eso en un monstruo? Oh, no tenía deseos de cuestionarme el tipo de vida que había elegido en ese momento. Habían cosas más importantes en que pensar. Me incorporé lo suficiente para no lucir como una chiquilla mimada.
— Sigues mirandome de esa forma... —le comenté con una chispa de curiosidad y dulzura, sin perder la paz que había encontrado desde aquella noche. Mi tormento esperaba en una cajita con llave de apellido Kingsley, y no pretendía abrirla pronto.— ¿Hice algo malo? —aunque no lo creía así, era posible, y quizás por ello mismo mi voz sonaba sinceramente preocupada.
— Suena a una trama exquisita y peculiar. —corroboré a su sinopsis del libro, tomando la bolsa, encantada, y bajando mis piernas enfundadas en faldas del sofá. No importa cuanto le mirara, o desde que ángulo fuera, sus facciones me cautivaban de una manera extraña y angustiante. Pero con mi alma fría, no había peligro que correr. Acaricie sus pómulos con la punta de los dedos, en una señal de saludo.— No me sorprende que me encontraras, pero quizás, si que eligieras un libro como este. Es posible que me encante. —desvié mi mirada con una poco convincente censura al protagonista de dicho ejemplar.— Te diría que ese hombre es de lo peor, pero sabrías que estoy mintiendo. Suena a un artista con dificultades para encontrar un material rentable.
Sacudí la cabeza suavemente, un poco preocupada de mis palabras. ¿Hacía mucho tiempo que había empezado a aceptar a mis propios demonios? Era un gran placer no tener que seguir con el velo blanco de inocencia que cubría mi verdadera personalidad; sin embargo, no cerraba la incógnita... ¿me convertía eso en un monstruo? Oh, no tenía deseos de cuestionarme el tipo de vida que había elegido en ese momento. Habían cosas más importantes en que pensar. Me incorporé lo suficiente para no lucir como una chiquilla mimada.
— Sigues mirandome de esa forma... —le comenté con una chispa de curiosidad y dulzura, sin perder la paz que había encontrado desde aquella noche. Mi tormento esperaba en una cajita con llave de apellido Kingsley, y no pretendía abrirla pronto.— ¿Hice algo malo? —aunque no lo creía así, era posible, y quizás por ello mismo mi voz sonaba sinceramente preocupada.
Yuna Rutledge*- Vampiro Clase Baja
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Re: Las palabras y la tinta [Privado]
Hay dos tipos de personas, las que captan todo y las que jamás entienden algo. Definitivamente yo era de las primeras, quizás por eso me daba cuenta de cosas que la gente no quería que percibieran y les parecía incómodo. ¿Qué ocultaba la pequeña tras esa sonrisa forzada? Aún no era capaz de percibir mi presencia, con un poco más de trabajo desarrollaría esa habilidad notablemente. Su sorpresa fue la mía. Había hecho una mueca inconsciente al sentir su tacto frío en mi piel al saludarme a lo que contesté en un beso en su mejilla, era una de mis costumbres, claro no a todos andaba besando pero por lo menos sí a las personas que consideraba importantes, hay que dejarlo en que es una costumbre italiana. Me senté frente a ella, esperando su comentario, ella siempre tenía algo que decir.
El silencio era más ensordecedor, definitivamente exquisito, miré al techo y noté unas gritas por donde se colaba una pequeña ventisca, era como si me transportara a una cámara fría lleno de conceptos abstractos e incomprensibles —Es interesante… No puedo prometerte que vaya a gustarte pero al menos puedo jurar que no hay tan solo una pizca de amor o sentimiento de culpa en ese escrito…- guiñándole el ojo y sonriendo complacido por sus palabras, me gustaban las personas que no ocultaran su forma de ser y de pensar. Posé mis dos manos en mi rodilla que se encontraba elevada y percibí su aura, estaba quebrada, debía de ser por algo. —¿Acaso soy tan predecible que sabes mis gustos de lecturas? Qué decepción…- dije con tono calmado y varonil soltando una pequeña sonrisa por la broma —Tú sabes que la sangre vende, el sexo, la perversión, todo aquello que parezca herejía lo hace…- solté un suspiro —Me parece desesperado el autor, pero muy elocuente, puede incluso traslaparse con la vida real, ese deseo de sed y la conversión de la sangre en piedras preciosas, ¿no se te hace curioso? El deseo y la ambición humana es grande, pero son tan restrictivos y deplorables que ese ‘’mágico’’ mundo sólo existe en sus cabezas….- terminé aquello ajustando mi abrigo negro.
Me compungía ante su perdida mirada, no podía ocultarme más la curiosidad pero su voz me cortó la idea y el cuestionamiento —¿Cómo te observo?- sonreí colocándome de pie para ir al frente de uno de los grandes ventanales del edificio del saber. —No estoy aquí por nada especial, a menos que quieras confesarme por qué han comenzado de desaparecer mis empleados…- dije en un tono lento y profundo para persuadirla —Es una broma…- reí pero no duró por mucho tiempo porque corté aquello de inmediato —¿Por qué tu preocupación? ¿Hay algo que quieras decirme?- me di la vuelta de nuevo para verle y caminar despacio hasta llegar a la mesa para tenerle más de frente.
El silencio era más ensordecedor, definitivamente exquisito, miré al techo y noté unas gritas por donde se colaba una pequeña ventisca, era como si me transportara a una cámara fría lleno de conceptos abstractos e incomprensibles —Es interesante… No puedo prometerte que vaya a gustarte pero al menos puedo jurar que no hay tan solo una pizca de amor o sentimiento de culpa en ese escrito…- guiñándole el ojo y sonriendo complacido por sus palabras, me gustaban las personas que no ocultaran su forma de ser y de pensar. Posé mis dos manos en mi rodilla que se encontraba elevada y percibí su aura, estaba quebrada, debía de ser por algo. —¿Acaso soy tan predecible que sabes mis gustos de lecturas? Qué decepción…- dije con tono calmado y varonil soltando una pequeña sonrisa por la broma —Tú sabes que la sangre vende, el sexo, la perversión, todo aquello que parezca herejía lo hace…- solté un suspiro —Me parece desesperado el autor, pero muy elocuente, puede incluso traslaparse con la vida real, ese deseo de sed y la conversión de la sangre en piedras preciosas, ¿no se te hace curioso? El deseo y la ambición humana es grande, pero son tan restrictivos y deplorables que ese ‘’mágico’’ mundo sólo existe en sus cabezas….- terminé aquello ajustando mi abrigo negro.
Me compungía ante su perdida mirada, no podía ocultarme más la curiosidad pero su voz me cortó la idea y el cuestionamiento —¿Cómo te observo?- sonreí colocándome de pie para ir al frente de uno de los grandes ventanales del edificio del saber. —No estoy aquí por nada especial, a menos que quieras confesarme por qué han comenzado de desaparecer mis empleados…- dije en un tono lento y profundo para persuadirla —Es una broma…- reí pero no duró por mucho tiempo porque corté aquello de inmediato —¿Por qué tu preocupación? ¿Hay algo que quieras decirme?- me di la vuelta de nuevo para verle y caminar despacio hasta llegar a la mesa para tenerle más de frente.
Deiran Chassier- Vampiro Clase Alta
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Re: Las palabras y la tinta [Privado]
Si fuese un individuo ajeno a mi, mirando desde el exterior de manera justa e imparcial, es posible que el trato entre Deiran y yo me pareciese curioso e impredecible. No eramos familia y no estaba muy segura de que la palabra "amigos" fuese adecuada; tampoco lo percibía como un amante, principalmente porque era una palabra sin gran significado para mi. Sus pasos me atraían pero no dejaba de ser precavida con él. Era una realidad curiosa, sin duda alguna. Al mirarlo con más calma, si era posible, fui capaz de notar eso que tanto lo caracterizaba; él tenía una forma de mirar, sentir y hablar muy descriptiva, como si todo le pareciera fascinante pero no gritara de jubilo como lo haría una persona común. Era un pensador. En nuestras conversaciones, breves o largas, me sentía capaz de olvidar lo más urgente con tal de alargar los pequeños e insignificantes detalles.
— Si no me gusta, tendré la magnifica oportunidad de criticar un libro de este tamaño, por lo menos durante una semana. —le repliqué con suavidad. A oídos de cualquiera, aquello sería una broma adorable; por otro lado, imaginaba que Deiran podría notar lo poco que bromeaba acerca de criticar una obra literaria. Yo encontraba casi tanto placer en señalar los puntos negativos de un libro, como en leer uno que me complaciera del todo. Escuché sus palabras y me sentí cómoda con su descripción.— Los humanos tienen sus necesidades artísticas. Admito que es algo que conservé tras convertirme. El arte y sus distintas facetas procura el alma, la cuida, la mima, la vuelve caprichosa. A veces, es un caos. ¿Pero acaso no hay personas que amen el caos? —levanté mi mirada hacia su espalda cuando se alejó.— El arte deplorable vende, porque es una realidad decorada con finales felices para quienes no pueden recomponer sus vidas...
Suspiré. Era suficiente de mi melancólico amor por la literatura. Los libros que leía eran burdas imitaciones de situaciones cotidianas, con unas cuantas modificaciones que volvían a las pobres sirvientas en afortunadas princesas. Quizás los finales felices me desvanecían por su poca credibilidad. Leer algo con sangre, era mucho más entretenido. De nuevo, tuve que concentrarme en las palabras que me lanzaba Deiran, pues me era imposible ignorar su voz y su presencia. Hasta ese día, no entendía porque no pudo ser él quien me convirtiera. Me puse de pie y tomé un pequeño objeto de metal, aquel que tanto usaban algunos para abrir delicadamente las cartas.
— Si comenzaran a desaparecer tus empleados por mi causa, intentaría reemplazarlos sin que te dieras cuenta. —le dije en pos a su broma. Aunque era honesta, no tenía intención de asesinar a ninguno de ellos, pues sentía que eran personas a quienes Deiran había brindado su confianza, y si era así, yo no quería ensuciar mis manos con su sangre. Ante su última pregunta, me encogí levemente, sabiendo que él no lo tomaría por alto.— Es posible que esté un poco preocupada... —admití en un susurro.— Pero no sé si deba estarlo. Es un asunto que no comprendo bien, y no estoy segura de si podré manejarlo... —extendí hacia él la carta que había recibido de aquel hombre.— Son pocas y vanas palabras, pero estoy segura de que quien las mandó... fue mi creador.
— Si no me gusta, tendré la magnifica oportunidad de criticar un libro de este tamaño, por lo menos durante una semana. —le repliqué con suavidad. A oídos de cualquiera, aquello sería una broma adorable; por otro lado, imaginaba que Deiran podría notar lo poco que bromeaba acerca de criticar una obra literaria. Yo encontraba casi tanto placer en señalar los puntos negativos de un libro, como en leer uno que me complaciera del todo. Escuché sus palabras y me sentí cómoda con su descripción.— Los humanos tienen sus necesidades artísticas. Admito que es algo que conservé tras convertirme. El arte y sus distintas facetas procura el alma, la cuida, la mima, la vuelve caprichosa. A veces, es un caos. ¿Pero acaso no hay personas que amen el caos? —levanté mi mirada hacia su espalda cuando se alejó.— El arte deplorable vende, porque es una realidad decorada con finales felices para quienes no pueden recomponer sus vidas...
Suspiré. Era suficiente de mi melancólico amor por la literatura. Los libros que leía eran burdas imitaciones de situaciones cotidianas, con unas cuantas modificaciones que volvían a las pobres sirvientas en afortunadas princesas. Quizás los finales felices me desvanecían por su poca credibilidad. Leer algo con sangre, era mucho más entretenido. De nuevo, tuve que concentrarme en las palabras que me lanzaba Deiran, pues me era imposible ignorar su voz y su presencia. Hasta ese día, no entendía porque no pudo ser él quien me convirtiera. Me puse de pie y tomé un pequeño objeto de metal, aquel que tanto usaban algunos para abrir delicadamente las cartas.
— Si comenzaran a desaparecer tus empleados por mi causa, intentaría reemplazarlos sin que te dieras cuenta. —le dije en pos a su broma. Aunque era honesta, no tenía intención de asesinar a ninguno de ellos, pues sentía que eran personas a quienes Deiran había brindado su confianza, y si era así, yo no quería ensuciar mis manos con su sangre. Ante su última pregunta, me encogí levemente, sabiendo que él no lo tomaría por alto.— Es posible que esté un poco preocupada... —admití en un susurro.— Pero no sé si deba estarlo. Es un asunto que no comprendo bien, y no estoy segura de si podré manejarlo... —extendí hacia él la carta que había recibido de aquel hombre.— Son pocas y vanas palabras, pero estoy segura de que quien las mandó... fue mi creador.
Yuna Rutledge*- Vampiro Clase Baja
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Re: Las palabras y la tinta [Privado]
Leía los versos del silencio, dos demonios y una noche. La biblioteca, guarida de paz y calma se llenaba de pequeños susurros, los cantos de dos conversando naturalmente, hablando de la vida cotidiana y vanidad. Cerré mis ojos indispuesto y solté un eterno chillar con mis dientes para desconcentrarme y evitar oírle siempre sin quitarle la vista de encima a Yuna porque no perdería sus facciones inexpresivas que me decían tanto. Corrí uno de los mechones de mi cabello que se posaban por mi frente y seguía callado tratando de escucharle sus cortas palabras llenas de gracia y secreto, aunque ella no quisiera me decía tanto con su silencio, era como si se abriera y esperaba a que le leyese. Dicen que la fuerza y la sangre es lo que unen a las personas ¿sería esto aplicable a mi caso con Yuna? La verdad no lo sabía pero extra extraña preocupación por el aura quebrada de la vampiresa al frente mío no me dejaba tranquilo, algo que a menudo no sucedía.
—Pues tendrás en qué divertirte, el libro parece infinito, longevo pero quizás haya una pizca de sabor que te llene, no puedo asegurártelo…- Sonreí posando una de mis manos en mi frente deslizando mis dedos una y otra vez, como acariciándome. Ella era simpática de poco tiempo por eso gozaba de esos momentos, no me gustaban los payasos, la gente que le gusta hacer reír a los demás solo para sentirse bien a sí mismo así que asentía su broma y de mi cara se esbozó una leve sonrisa. —La sensación de sentirse encajados en algún lugar lleva a hacer cosas estúpidas, sabes? - mencioné aquello en un todo inocuo y desinteresado —Todos tenemos un demonio por dentro, el que desea ser alimentado; odio, ira, amor, dinero, placer…. Llámalos como quieras, el caos simplemente le da sentido de pertenencia a una vida, incluso a nosotros mismos…- dije frígido y ladee el rostro tirando mi cabeza hasta atrás como si quisiese alcanzar el techo me coloqué de nuevo normalmente —Ah… Pues qué puedo decirte? Todos llenan su vacío con algo, nosotros con sangre, dolor, placer… ¿Qué diferencia hay? Los humanos también lo hacen… Incluso hasta la sangre…- le dije volteando a ver a la gran ventana frente de mí.Le escuché sin hacer algún movimiento, sólo parado observando y ya quedándose todo calmo porque al parecer las personas que antes entablaban su conversación habían partido. —Era una broma… Ellos son sólo sacos de comer… A mi gusto no son de mi predilección- murmuré —Pero también me coloco a pensar en que son tan frágiles… Tienen motivos por los cuales viven en la boca del diablo… Y aun así me juran fidelidad- agarré con una mano la cortina y para separarla. Arqueé una ceja al oír su siguiente intervención —¿Preocupada por qué?- le dije del mismo tono con que ella lo había hecho y guardé silencio acercándome a ella. El olor me llamó la atención, el de ese papel y mis ojos alzaron al cielo junto con mi ceja viendo a nuestro alrededor —¿Quién?- tomé el sobre en las manos y miré el fino papel debidamente firmado y sellado. Advertí para mí mismo las expresiones y sus sollozos imperceptibles —Apareció… - dije con sarcasmo y suave coloqué en el sobre en la mesa sentándome de nuevo pero esta vez a su par —¿Qué dice ese papel?- mi mano le abrazó el hombro y trayéndola conmigo le abracé —¿Quiere verte?- no quise leerlo sin que ella misma me dijese qué pasaba, esperaría toda la noche si era posible hasta que el amanecer me calcinara.
Deiran Chassier- Vampiro Clase Alta
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Re: Las palabras y la tinta [Privado]
Sus palabras, dichas con su voz y su calor, las escuché con claridad. A su lado, mis movimientos fluían con una gran naturalidad, sublime y sin prisas, sin la necesidad de gritar que muchos humanos padecían; no veía desesperación en nuestra conversación, pero capté, a duras penas, la preocupación que nos recorría. Lo miré, un poco desorientada por lo que decía. ¿Qué eramos en realidad nosotros? Y, ¿de qué dependíamos? Sabía muy bien que la sangre era la nueva divinidad de un inmortal, y no quien reinara en los cielos, si es que había algún piadoso aun. Sin embargo, cosas tan sencillas como escribir o leer una carta, con un interés distinto al de la sangre, me hacía pensar que había algo más que necesitábamos. Y el caos, podía ser una de esas cosas. Apreté el libro contra mi pecho, dejando sentir contra mi piel el encaje blanco de un vestido recatado y agradable.
— Han pasado muchos años en los que cientos de artistas, escritores, compositores, músicos y más han querido resumir todo esto en sus obras.— susurré con la mirada fija en el suelo. No tenía sueño, pero por algún motivo, sentía mis parpados caídos y mis labios temblorosos. Levanté la mirada y observé como esos ojos azules volvían a mirarme. Sonreí ligeramente, sin estar segura de si la tristeza, la ilusión o el desaliento me acosaban, y luego respiré profundo.— Haces muchas preguntas. —repliqué desenfadada. Sentirlo cerca aclaraba mis ideas, y sus brazos al rededor de mi cuerpo eran como un bálsamo para ese zumbido en el oído. Disfruté en silencio ese contacto, reviviendo con cierto pesar los tantos momentos de esos dos años de soledad, en los que había deseado un abrazo.
Hasta cierto punto, Deiran y aquel que me había arrebatado mi vida humana compartían esa calidez. Algo en ellos me atraía como nada nunca lo había hecho. Sin embargo, el primero no parecía ser un vil mentiroso e irresponsable como el segundo. O al menos, no que yo lo supiera. Retomando el tema a regañadientes, recargué mi frente en su pecho.
— La carta no dice mucho... —le expliqué, con una extraña mezcla de decepción y confusión.— Básicamente, me ha pedido una reunión, pronto. Ha puesto mi nombre y mi apellido, y de alguna manera, dio con la dirección de tu mansión. —suspiré— No tiene remitente, pero... sé que es él. Es como lo que me dijiste, sobre relacionar el aroma... creo. —me aparté lo suficiente para mirarlo y reconfortar mi respiración con esos ojos azules.— Deiran... si tu convirtieras a alguien. —fruncí los labios.— No. Si tu me hubieses convertido a mi, ¿me habrías abandonado?
— Han pasado muchos años en los que cientos de artistas, escritores, compositores, músicos y más han querido resumir todo esto en sus obras.— susurré con la mirada fija en el suelo. No tenía sueño, pero por algún motivo, sentía mis parpados caídos y mis labios temblorosos. Levanté la mirada y observé como esos ojos azules volvían a mirarme. Sonreí ligeramente, sin estar segura de si la tristeza, la ilusión o el desaliento me acosaban, y luego respiré profundo.— Haces muchas preguntas. —repliqué desenfadada. Sentirlo cerca aclaraba mis ideas, y sus brazos al rededor de mi cuerpo eran como un bálsamo para ese zumbido en el oído. Disfruté en silencio ese contacto, reviviendo con cierto pesar los tantos momentos de esos dos años de soledad, en los que había deseado un abrazo.
Hasta cierto punto, Deiran y aquel que me había arrebatado mi vida humana compartían esa calidez. Algo en ellos me atraía como nada nunca lo había hecho. Sin embargo, el primero no parecía ser un vil mentiroso e irresponsable como el segundo. O al menos, no que yo lo supiera. Retomando el tema a regañadientes, recargué mi frente en su pecho.
— La carta no dice mucho... —le expliqué, con una extraña mezcla de decepción y confusión.— Básicamente, me ha pedido una reunión, pronto. Ha puesto mi nombre y mi apellido, y de alguna manera, dio con la dirección de tu mansión. —suspiré— No tiene remitente, pero... sé que es él. Es como lo que me dijiste, sobre relacionar el aroma... creo. —me aparté lo suficiente para mirarlo y reconfortar mi respiración con esos ojos azules.— Deiran... si tu convirtieras a alguien. —fruncí los labios.— No. Si tu me hubieses convertido a mi, ¿me habrías abandonado?
Yuna Rutledge*- Vampiro Clase Baja
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Re: Las palabras y la tinta [Privado]
Ambos estábamos juntos y dispersos a la vez. Me quedé viendo por aquella ventana meditando el rozar de los árboles con el viento, la ligereza y cautela con que el viento contraía las ramas y una a una aquellas secas hojas caían al suelo para después hacer un baile continuo entre ellas mismas. Curiosamente jamás sentí el frío en París –hace mucho que no lo hacía- así que supuse que el invierno había llegado por la forma como se mecían aquellas bailarinas en el suelo, por los ajustados y estruendosos abrigos que las personas utilizaban o quizás el crujir de los huesos de los indigentes en las calles, mi estación preferida. Las noches más largas y el día más corto. Era el único momento de nuestra existencia que se nos obsequiaba el regalo del tiempo para aquellos que lo gozaban con anhelo. Volví a centrar mi vista en Yuna y su rostro cada vez más caído a pedazos me intrigaba.
—Años donde sólo unos pocos han logrado marcar su historia… Me pregunto si yo hubiese vivido como humano hubiese querido hacer lo mismo… - me hundí en su mirada y negué mis palabras con una sonrisa. Sabía que aquello era imposible, jamás quise demostrar nada, ni de humano. Las convicciones, la fuerza sobrenatural, paz, sabiduría se lleva por dentro. No se necesita demostrarle lo que con tanto afán muchos añoran entre sus letras o palabras observándole aún más —¿Muchas preguntas?- dije sonriendo y quedándome así, era una niña enojona, aunque su cuerpo descubriera a una pequeña mujer. Me quedé pensativo recordando aquello ¿Qué tipo de mujer sería Yuna? Podía deducir esa astucia y fuerza innata pero por dentro tan delicada como un cristal, frágil y maleable. Ladee los ojos junto a mi rostro ya con una postura diferente —No hago muchas, sólo responde las adecuadas… - quedándome callado para ella.
¿Quién soy yo para juzgar? Nadie está exento de pecados pero puede redimirse. Sólo pensaba escucharle ya estando a su par pero de mis adentros corría un calor que no era peculiar. Hacía salir de contexto mi forma de ser pero jamás de pensar. Miré con dureza aquel pedazo de papel con mi cejo fruncido tratando de ser elocuente y ordenar mis ideas. —Explícame…- dije antes que ella comenzara y noté su rigidez. Le tomé una de sus manos y le mantuve ahí. Terminando aquello proseguí —Entonces quiere verte… - sonreí apartándole un mechón de su cabello —Eres hábil, pronto asociarás más aromas. Debes de entender que este en particular es más fuerte, hierve tu sangre y casi la hace explotar de tus venas porque es la sangre de tu creador que llama. - mencioné aquello apoyando mi mentón en su cabeza —Tienes que entender que el lazo que entre ustedes dos se formó va más allá de lo que él haya hecho contigo, tu…. - no pude evitar morderme los dientes —Tu le perteneces a menos que él te haya dicho que eras libre… Si no es ese el caso pues él siempre podrá sentir, saber, pesquisar lo que haces, lo que sientes, todo- sentí como se separó y mis ojos se hundieron a los ajenos — ¿Recuerdas algo de eso?-
Viéndole a los ojos me perdí y sus palabras chocaron como tronco sobre mi pecho ¿por qué? Le sujeté con más fuerza contra mí sin quitarle perderle de vista —Si yo te hubiese convertido a ti esas memorias que tienes, esos recuerdos y sensaciones de todo el tiempo que viviste bajo aquella catedral jamás se hubiesen dado. ¿Acaso soy quién para abandonar a mi responsabilidad? Aún ahora, aunque en tus venas no recorra mi sangre, me considero más que un creador, tu amigo, tu hermano. - tomándole de su cuello para recostarle en mi hombro —Voy a protegerte, instruirte hasta cuando tú decidas y aunque cuando no lo veas necesario ahí estaré. - por dentro se rompió el golpe y las palabras comenzaron a brotar como agua que cae en boca de sediento.
Deiran Chassier- Vampiro Clase Alta
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Re: Las palabras y la tinta [Privado]
"Voy acariciando este espejo, como te acaricio a ti. Escucho eclipsada esta melodía... como te escucho a ti."
Asentía una y otra vez, sin detenerme, sin mostrarme avergonzada porque sus palabras me instruyeran. Después de todo, fue por ello que mis manos aceptaron las suyas en primera instancia. Deseaba, en el fondo de mi alma decaída, un maestro. En ese momento donde su voz recorría palabras y frases enteras, dentro de la Biblioteca, me pregunté si no habría un sentimiento más allá del respeto. Era algo curioso y familiar. Quizás, era esa calidez la que debí sentir hacia mi padre cuando era humana. Sacudí la cabeza, reacia a relacionarlo con un tirano como lo era Arthur Rutledge. A esas alturas, en realidad, esperaba que Deiran no desaprobara un deseo tan poco civilizado como lo era desmembrar a mi propio padre. No era un plan ni una idea, tan solo una desesperada necesidad, tal como lo era alimentarme o evitar el sol.
Si Deiran estaba en lo cierto (y sospechaba que así era), pronto tendría la capacidad de rastrear a quien yo quisiera, y esa sería una gran ventaja para mi. Por otro lado, sería más difícil reprimir mis impulsos, tal como lo hacía en ese abrazo. No deseaba confesarlo aun, pero incluso si la sangre de vampiro no era ni la mitad de buena que la humana, deseaba clavar los colmillos en el cuello de Deiran y probar de nuevo la suya. Era como anhelar un arrullo. La forma en como dejó caer sobre mi la certeza de pertenecer a mi creador, me estremeció, y desvaneció la expreción de indiferencia en mi rostro.
— ¿No es algo que se pueda cambiar? —dije en algo menos que un susurro, pero con la urgencia de un grito. Me aferré a sus hombros y a poco estuve de sacudirlo.— Deiran, nunca he vivido con total libertad. Siempre tuve ordenes a donde fuera, y ahora... incluso si la noche y la sangre rigen mi vida, me siento libre. ¡Incluso aun cuando, digas lo que digas, yo obedesco! No puedo estar... —sentí que el peso de mis palabras era demasiado para pronunciarlas.—... estar atada a él. —gemí, como si de pronto me estuviese ahogando. Pero no era agua lo que me aplastaba el pecho, sino recuerdos oscuros.— N-No... no puedo recordarlo. No puedo imaginar su voz otorgando mi libertad.
Sentir que me sujetaba con más fuerza me hizo tanto bien como mal. No me hería, pero por algún motivo, mi único consuelo sería matar y beber la sangre de alguien quien podría merecerlo. Era una ira que no podía ser aplacada facilmente. Sin embargo, algo en su fuerza, en su manera de someter mi conducta infantil, me reconfortó lo poco que tenía de alma. Era una protección más allá de las palabras. Tras unos segundos, dejé de removerme y dejé la cabeza sobre su hombro, molesta incluso por no poder derramar lágrimas. ¿Qué pasaba ahora conmigo? Antes había podido llorar cada noche, pero no ahora. Respiré profundamente y dejé que su última respuesta me hiciera sonreír con tristeza.
— Tu necedad es mi consuelo. —le dije con la seriedad de una promesa. Habían muchas cosas que Deiran desaprobaría de mi, y muchas de sus reglas que a mi me encantaría romper... pero algo en esa lógica era encantador. Aplasté la carta con tanta fuerza que las uñas se me clavaron en la palma de la mano, escurriendo la sangre sobre ella.— No prestes atención... —le pedí, sabiendo que él podría notarlo sin necesidad de bajar la mirada.— Su sangre está en la mía, y eso no me gusta...
Yuna Rutledge*- Vampiro Clase Baja
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Re: Las palabras y la tinta [Privado]
El sonido quisquilloso de los sueños rotos enmiendan mi alma y espíritu mientras no encontremos con qué saciarnos, seguiremos asesinando…
¿Cómo es que una simple entrega había llegado a esto? ¿Qué ocurría conmigo? Esas y otras más eran las interrogantes que por mi cabeza trataba de dilucidar, mientras continuaban con Yuna en brazos. Aún ella siendo una neófita sabía que le sería imposible leer mis pensamientos pero quizás notase un poco de descoordinación entre mis palabras y acciones o quizás no. A diferencia de ella yo si podía oír dentro de sus pensamientos pero no era algo de lo que me enorgullecía así que prefería intuir las cosas por mí mismo sin necesidad de perturbar la paz ajena. ¿Por qué le refugiaba? En mi vida había quería crear lazos con nadie y es que quizás sea el mismo dilema de muchos vampiros. Evitarse crear vínculos para evitar dolor porque cuando hay amor de por medio hay sufrimiento.
Me quedé en silencio, de nuevo, al igual que Yuna, podía percibir a kilómetros si es que lo quisiese su aura creciendo con energía no muy agradable así como cuando tienes hambre y debes de caza. No era buena idea, no en ese estado. Recordé haberle explicado que los impulsos son los peores enemigos, quizás en el momento sienta satisfacción pero después de un tiempo la sensación, el riesgo, el odio solo te dejará un sabor amargo. Pensé en tantas veces odie y maldije al mundo. En aquella posición sus palabras quebraban el silencio y yo escuchándole me encerraba en mi mundo sin dejar de prestarle atención, tratando de recordar si en mis años había observado algún caso de libertad condicional por parte del creador y todas mis respuestas eran negativas. —Lastimosamente no Yuna, no puedes cambiar tú por tu cuenta el hecho que aún le pertenezcas…- dije en un tono casi imperceptible pero muy bien audible para ella —Tus alas permanecen atadas al demonio que las ha fabricado y las únicas cadenas que pueden abrirla son sus palabras- sosteniéndole de esa misma manera —Aun queriéndole tu misma matar con tus manos para cobrar venganza , tu fuerza jamás sería la necesaria porque su sangre es la que llevas en tu cuerpo- mirando hacia un lado —Sé que esta es tu batalla, tu guerra pero los combatientes tienen aliados- sonriendo le tomé una mano viéndola —Esas cadenas aun te mantienen unida a él pero no quiere decir que debas rendirle devoción, todo en este mundo tiene su precio.-
Sus manos frías y toda su piel en contacto con la mía se fusionaban creando un gran témpano de hielo ¿Dónde había dejado mi odio? Mis dientes se presionaron con fuerza al escuchar sus palabras y asentí desde ahí arriba donde miraba hasta su cabeza sentados en aquella posición. —Entonces este es un pacto.- cerré aquella escena y me quedé ido viendo el fondo blanco de las cuatro paredes de la sala de lectura cuando el olor a sangre comenzó a bañarme las papilas —¿Qué haces?- dije sin verle y aun sus manos manchadas me dibujaban la silueta y el recorrido de linfa al derramarse. Separándome un poco de ella negué y le miré de cerca -Sabes que eso sanará pronto no?- le dije en un tono seco y serio —Aunque quisieras drenarte su sangre, cada una de tus células ya lo reconoce como dueño pero…- tomándole la muñeca, viéndole la mano que se había lastimado —Si es la sangre lo que te preocupa podes aligerar esa carga- le dije ofreciéndole mi cuello —Bebe- exigí y dependiendo de eso habría una respuesta.
Deiran Chassier- Vampiro Clase Alta
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Re: Las palabras y la tinta [Privado]
Él seguía hablando, como si una oración no pronunciara diera paso a un simple pero reconfortante milagro. Su voz era algo que una infante humana no llamaría dulce y fraternal; pero yo, que no era infante ni humana, podía describir la gravedad de su voz como algo muy cercano al hogar que todo mundo desea. Era como ese café matutino que me permitía vivir cada día de mi tormentosa existencia humana, allá en Hampshire. Sin embargo, había en ella rastros de melancolía, como la herida que nunca cerró del todo, como cientos de errores que, al quedar en el pasado, hicieron de sus recuerdos una pesada carga que llevar en los hombros. Me estremecí con impotencia. ¿Cómo podía yo ejercer en él el mismo calor que me transmitía? En muchos sentidos, yo era una joven fría. Un par de ojos verdes sin demasiado brillo. Una piel pálida y helada al tacto. Una mujer demasiado joven. Bajé la mirada, triste.
— Si mi cuerpo y mis acciones no son míos de esta forma... si lo serán mis emociones, mi verdadera lealtad. Mi devoción es hacia ti, y hasta donde pueda hacerlo, te protegeré. —juré en un pequeño susurro. Esas palabras no iban dirigas a él, sino a mi misma y, en cierta parte, hacia el maldito que decidió transformarme. A pesar del mínimo volumen de mi voz, la distancia entre Deiran y yo era tan escasa que sería imposible que no me hubiese escuchado. Acaricié su cabello en un vano intento de consuelo.— Yo...
Formé una mueca cuando él pareció darse cuenta de lo que estaba haciendo. A su reacción un tanto... irónica, solo pude sonreír. Era evidente que pronto me regeneraría. No había planeado aquella herida, pero ahora que la tenía, no podía evitar pensar en la sangre. Esa tierna tentación que se encontraba en donde estuviera. Observé mi mano en la suya, permitiendo el tierno contacto conforme la herida iba cerrando. ¿Qué decía sobre...? Oh. Me fijé en esos ojos azules, sorprendida del todo. ¿Me habría leído la mente? No, o al menos no lo creía así. Imaginé que él podría leerme como un libro abierto sin necesidad de leer mi mente, y esa posibilidad me aterró un poco.
— Eres un mandón... —le repliqué con suavidad, acariciando ese punto preciso donde la sangre transcitaba sin demora. Sentí un nudo en la garganta por la sed y me incliné hacia él, sin perder de vista esos ojos azules, ahora con mi iris de un rojo intenso. Cuando mis colmillos se hundieron en él, y probé su sangre, un nuevo alivio calmó mi ira y tristeza. Era como la noche que lo conocí. Me mantuve ahí un minuto entero sin soltarle, hasta que por fin, saciada, me aparté.— Tengo la sensación de que... ofrecer tu sangre con tanta facilidad no es algo muy bueno. Pero gracias... Gracias, Deiran. —para mi gran sorpresa, la timidez me invadió al decir eso último.— Dime que hay algo que yo pueda hacer para devolver, cuando menos, una fracción de todo esto. —le pedí, sincera.
— Si mi cuerpo y mis acciones no son míos de esta forma... si lo serán mis emociones, mi verdadera lealtad. Mi devoción es hacia ti, y hasta donde pueda hacerlo, te protegeré. —juré en un pequeño susurro. Esas palabras no iban dirigas a él, sino a mi misma y, en cierta parte, hacia el maldito que decidió transformarme. A pesar del mínimo volumen de mi voz, la distancia entre Deiran y yo era tan escasa que sería imposible que no me hubiese escuchado. Acaricié su cabello en un vano intento de consuelo.— Yo...
Formé una mueca cuando él pareció darse cuenta de lo que estaba haciendo. A su reacción un tanto... irónica, solo pude sonreír. Era evidente que pronto me regeneraría. No había planeado aquella herida, pero ahora que la tenía, no podía evitar pensar en la sangre. Esa tierna tentación que se encontraba en donde estuviera. Observé mi mano en la suya, permitiendo el tierno contacto conforme la herida iba cerrando. ¿Qué decía sobre...? Oh. Me fijé en esos ojos azules, sorprendida del todo. ¿Me habría leído la mente? No, o al menos no lo creía así. Imaginé que él podría leerme como un libro abierto sin necesidad de leer mi mente, y esa posibilidad me aterró un poco.
— Eres un mandón... —le repliqué con suavidad, acariciando ese punto preciso donde la sangre transcitaba sin demora. Sentí un nudo en la garganta por la sed y me incliné hacia él, sin perder de vista esos ojos azules, ahora con mi iris de un rojo intenso. Cuando mis colmillos se hundieron en él, y probé su sangre, un nuevo alivio calmó mi ira y tristeza. Era como la noche que lo conocí. Me mantuve ahí un minuto entero sin soltarle, hasta que por fin, saciada, me aparté.— Tengo la sensación de que... ofrecer tu sangre con tanta facilidad no es algo muy bueno. Pero gracias... Gracias, Deiran. —para mi gran sorpresa, la timidez me invadió al decir eso último.— Dime que hay algo que yo pueda hacer para devolver, cuando menos, una fracción de todo esto. —le pedí, sincera.
Yuna Rutledge*- Vampiro Clase Baja
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Re: Las palabras y la tinta [Privado]
Ensimismado el demonio lloraba al cielo, ¿Qué patético el momento y el minuto cuando se dejó caer? Miré con afán los ojos de Yuna que deliberaban ciertos aires de ligereza y extrañez. Me quedé un rato meditando ahí, sin decir nada, como si mi silencio lo fuese a decir todo. Le escuché y callé por el simple hecho que cuando no se tiene nada útil que decir o todo está dicho no tiene caso abrir la boca. Es cuando recordé ‘’En boca cerrada no entran moscas’’ ¿Por qué? Sonreí de medio lado comprendiendo que siempre las citas y refranes dejan más que una enseñanza. Incluso para ella o para mí, aplicaban.
Negué sus palabras mientras nuestros gélidos tactos se mezclaban como anda líquida, fría e inquebrantable. Un muro imposible de entender a los ojos de muchos e incomprensible para todo aquel que quería entender. En todo momento callé, sólo me limité a ver sus verdes ojos que conjugaban bien con el pálido de la pared. —Ya basta….- dije en un susurro para callarle —No jures lo que no sabes si vas a cumplir, con esto quiero decirte que nadie es dueño de su destino, así como tu hoy deseas guardar tu pena en mi regazo así mañana decidirás partir y olvidarlo todo, nadie puede cortarte las alas Yuna, ni yo ni nadie…- dije sosteniéndole a un más con mi mano en forma de abrazo.
Después que su mano manchara con prontitud la mía, se hacía un breve y corto desliz, un hilo de sangre que llegaba hasta mi muñeca, el olor era tierno y oxidado. Asentí a sus malabras —En cuanto a lo que tenga razón debes acatar mis órdenes…- dije con una sonrisa seguida de un guiño que me causó risa ¿Quién era yo? ¿Quién era ella? Cerré mis ojos para aguardar a que se clavara, casi pude sentir como me remonté a cuando le conocí, sedienta de sangre, de ira por probar la linfa. Aquella pequeña asustada e ignorante de su condición parecía haber aprendido rápido, pero, aún es largo el camino y quisiera permanecer con ella. —Es de mala educación ver a tu presa al ser cenada…- le susurré y sonreí, era obvio que mentía, solo que esos ojos carmesí me llamaban a retarle. Abriéndolos de nuevo y posando mi vista sobre ella —No me agradezcas, detesto eso… Por otra parte, mi sangre…- llevando una de mis manos hasta la parte posterior de mi cabeza —La sangre Yuna, la sangre entre vampiros es un vínculo muy importante, no sólo trata de algo que se hace por querer hacer, simboliza unión, confianza, es como un tratado un convenio de lealtad- dije impenetrablemente serio y me recosté más en aquel sillón con la pierna siempre entrecruzada. —¿Hacer?¿Devolver? ¿De qué hablas? ¿Acaso no he sido claro? Te he dado de mi sangre porque eres más que la Yuna que conocí en aquella calle, no por favor, no por lástima…-
Deiran Chassier- Vampiro Clase Alta
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Re: Las palabras y la tinta [Privado]
"¿No hay música? Yo creo escuchar un violín.
Una orquesta.
Alguien monta el lado de los cisnes,
y yo bailo en silencio".
Una orquesta.
Alguien monta el lado de los cisnes,
y yo bailo en silencio".
Mi boca seguía sabiendo a su sangre, al dulce néctar que sometía a cualquier vampiro. Su tentación. Domesticaba cual domador a una bestia salvaje. Me sentía así, como un minino bien educado. No como las damas de sociedad que ensoñaban eróticas y burdas fantasías con príncipes tremendos. No como una falsa virgen. Tras beber una ración considerable, dedicar mis palabras de infantiles promesas, proferí un sonido quejoso. Me sentía reñida, como una niña que ha jugado a ser adulta. Me aparté, no porque no soportara la cercanía de Deiran (No veía eso como posible), sino porque su consuelo dolía en compañía de sus palabras. No me sentía ofendida o indignada, porque en realidad conocía la sabiduría que él poseía y de la que yo carecía. La diferencia era palpable. Me cubrí el rostro con las manos, respirando profundamente. Seguía demasiado avergonzada y alterada por la sangre que no me creía capaz de decir nada coherente. Cuando la calma llegó a mi de nuevo, lo miré entre mis dedos pálidos como la leche. Mis ojos volvían a ser verdes, pero más oscuros de lo habitual.
— No sonrías, Deiran... porque es insoportable. —le rogué como quien necesitara algo de suma importancia. Si lo veía sonreír, me desconcentraba. De pronto me tentó la idea de abrir el libro en la página que fuera y encontrar palabras como "Mutilación", "Asesino", "Victimas". Horribles palabras que calmarían mi maldita vulnerabilidad adolescente. Pero lo reprimí y me obligué a sostenerle la mirada.— He dicho lo que se me ha venido a la cabeza. —confesé entonces, en un claro tono de disculpa. Sin embargo, por orgullo o por lo que fuera, nunca dije "Lo siento".— Es una costumbre que, hasta ahora, nadie me había insinuado cambiar. Nunca he conocido a quien le disguste un "Gracias". Pero que sepas que no lo decía porque me brindaras tu sangre... —en el momento que dije esto, desvié la mirada. Prefería no tener que explicar la razón de mi agradecimiento.
Temía ponerme colorada, aunque a esas alturas no tenía claro si era posible. ¿Si me dolían las mejillas, éstas se tornarían carmesí? No estaba segura. Las humanas se veían preciosas sonrojadas, pero yo era demasiado pálida para ello. Caminé por la sala, de pronto abochornada. No quería saber hasta que punto mis palabras simbolizaban a la niña que no conseguía arrancar de mi misma. Esa que aun deseaba ver la luz del sol. Temía no poder destruirla con el paso de los años; hasta cierto punto, me era tolerable el conservar la misma apariencia juvenil durante siglos, ¿pero también mi ingenuidad? Habría gritado de frustración de no ser porque las últimas palabras de Deiran habían abierto la curiosidad en mi. Me detuve, cerca de una escalera de caracól que daba a los estantes más altos, y lo miré.
— ¿Ah, no? —fruncí el ceño, de verdad confundida. Ese vampiro me debía muchas explicaciones. Era obvio que nuestras conversaciones nunca serían suficiente para que me revelara todas sus experiencias, pero me sentía en el derecho de exigirle lo que había visto en mi. Todavía me parecía un secreto.— ¿Cómo puedo no serlo? Deiran, yo no puedo cambiar. Se supone que no podemos, ¿no? Es la única parte de esto que quería haber entendido. Yo soy la misma Yuna de esa noche, y tu el mismo Deiran.
Yuna Rutledge*- Vampiro Clase Baja
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Re: Las palabras y la tinta [Privado]
Quizás sea tu mente, quizás sea el tiempo… ¿no lo sientes? Este es el preludio al acto perfecto, el renacer del demonio que hay en ti.
Me quedé un rato pensativo, sólo estábamos ella y yo, las voces habían desaparecido. Después de los huecos de sus colmillos cerrarse completamente, la brusca separación. Me coloqué a recordar y llegué a la conclusión que mi piel jamás había sido invadido jamás por nadie sólo por dos personas, y definitivamente Yuna era un de ellas. Mis piernas cruzadas se mecían con ritmo y mi codo apoyado en una de éstas sosteniendo mi mano, la cabeza. Parecía un alto pensante pero en realidad no tenía nada en mente, esperaba a que ella regresara de la especie de trance en el que se había metido y al parecer le costaba mucho salir. Solo quería por lo menos cruzarme por la cabeza de ella y en un lapsus sin quererlo ‘’fingiendo demencia’’ lo hice. Ella no se daría cuenta a menos que yo quisiera y como un hermano mayor que viola la privacidad ajena lo ejecuté —No eres tonta- mencioné serio sin verle —Solo un poco despistada e impulsiva, digno de un neófita- mis ojos se fijaron en ella.
—No suelo sonreír, ahora mucho menos….- dije con sarcasmo —Al menos deberías de sentirte afortunada- terminando casi con alevosía y altivez, después de todo soy un vampiro y el ego es algo que mutado llevamos por las venas —La verdad no entiendo cuál es tu pena, ¿estamos en confianza o no?- continuando de manera natural, como si no me importase y como si quisiese que ella se diera cuenta que había estado husmeando en su cabecilla —Sé que has dicho lo primero que se te ha venido en mente, así como la mita de las cosas que normalmente haces- alzando una ceja —Puedo darme cuenta de todo lo que haces sin necesidad que me lo digas Yuna, puedo sentirlo en tu piel, aroma, al caminar…. A miles de kilómetros de mía- declaré tranquilo con un tono regañadiente e impositor ¿quería intimidarle? No lo sé pero es que naturalmente era parte de mí.-Claro, la educación ante todo, pero conmigo ese tipo de preceptos no son necesarios- agregué continuando meciendo la pierna, le observé con cuidado y pensé que definitivamente había sido afortunada, el no ser humana y no haberse topado con mi antes. Su piel a pesar de estar muerta e insípida, despedía un olor dulce que siendo aquella humana seguramente hubiese sido exquisito de degustar. Me pregunté las aspiraciones que de humana habrá tenido, no sabía mucho de su vida pasada pero pronto el tiempo abriría dichas pláticas —Yuna…- le susurré viéndole perdida en el limbo de nuevo.
—Así es- agregué con una mueca de fastidio y suma serenidad irguiendo mi espalda nuevamente pero siempre con la pierna cruzada —Debes respetar a quien brinda su sangre- solté una risa —Yo no lo hago, pero siempre me lo decían, adoro ver la agonía con la que se entregan a la muerte los humanos. En tu caso jamás lograrías verlo de mi- alcé una ceja y cerré mis ojos, de nuevo otra plática ‘’seria’’ yo, adoraba jugar con ella.—Yuna, no hablo un cambio físico, eso es evidente no? Eso en ambos, en todos los de nuestra especie se ha prohibido.- agregué acomodándome el cabello —Hablo que ahora has crecido como predador, ahora sabes de lo que debes cuidarle, lo que debes hacer y no, está en ti tomar la justicia por tus manos- abrí los ojos —La diferencia entre los humanos y nosotros es que no vamos a actuar por instinto, esa vida en nosotros ya pasó. Por de más está decir, que tropezaremos ridículamente con sus mismas piedras, somos seres superiores, con debilidades, como… - diciendo lo último con molestia —Como cualquier ser vivo, aunque, pongo en duda eso último, nuestra inmortalidad depende de no ser tocados por la luz del sol por eso no puedo decirlo con mucha certeza- murmuré —¿Te consideras la misma deplorable niña? ¿La que encontré a los pies de Notre Dame?- encaré su cara con la mía —Al menos yo no- baje mi pierna y el reloj marcó las doce de la media noche, así como esa vez cuando le encontré bajo Notre Dame.
Deiran Chassier- Vampiro Clase Alta
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Re: Las palabras y la tinta [Privado]
"Se escucha el eco
de un silencio que habla de ti."
de un silencio que habla de ti."
No debía perderme otra vez de esa forma. Hasta ese momento no había caído en cuenta los largos silencios que solía provocar debido a lo mucho que me enfrascaba en recuerdos, pensamientos e ideas. Las emociones eran una cosa aparte, pero suponía que también a ellas les dedicaba algunos minutos de mi tiempo. Con Deiran era difícil saber cuando hablábamos de algo en concreto y cuando solo divagábamos; sabía que podía leerme la mente cuando quisiera y, de esa forma, no perder el hilo de la conversación. Pero no lo veía por la labor, o al menos, no de forma que yo pudiera notarlo. Me preguntaba si él leería mi mente a escondidas o si, en cambio, pretendía pedirme permiso para algo así. Si era objetiva, no le conocía lo suficiente para saberlo. Desde el primer instante vislumbré y comprendí (hasta cierto punto) la esencia de Derian, pero el conocimiento de su rutina, de su forma de hacer las cosas, todavía me era ajeno. Para ello necesitaría de años a su lado. La posibilidad me hizo sentir algo muy cálido en el pecho.
— Cada cosa que dices me hace sentir pequeña. —confesé por el estúpido defecto de la honestidad, y no porque quisiera hacerlo sentir culpable. En realidad, ¿podría hacerlo? Era un asesino voraz como yo y no lo veía en la necesidad de disculparse, ni siquiera conmigo. Oh, y es que su arrogancia cargaba en gran parte con la parte de él que tanto me gustaba y apreciaba. Suspiré y me puse recta. Si iba a reñirme de esa forma tan "educada", al menos yo podía escucharle con atención. Hablaba con términos que ni siquiera mi profesor de lengua solía emplear. Fruncí el ceño y apreté los puños sobre el libro que tenía en el regazo.— Por la forma en como lo describes, comienzo a pensar que estoy en una bella jaula de oro. Otra vez. —Desvié la fría mirada verde, porque esto último fue algo más que un insulto. No pretendía decirlo. A esas alturas yo ya adoraba a Deiran y mi intención no era compararlo con mis padres.— Sé que no he vivido mucho y que tanto como humana como vampiresa soy demasiado joven. Sea lo que sea que me provoque esto, soy impulsiva.
Teníamos un dialogo que rayaba en lo repetitivo. Él tenía un punto que, fuera o no inconsciente, yo prefería ignorar. Cambiar o no cambiar. Justicia o injusticia. Tenía dudas de lo que significaba cada una, y abrirme a Deiran era algo a lo que le temía, incluso si quizás él ya hubiese visto suficiente en mi mente. Bajé la mirada, desanimada, a pesar de haber olvidado el tema de mi "creador". Las palabras de mi verdadero mentor eran duras, no a primera vista pero si cuando en ellas ilusionaba un halago o afecto. Lo miré a regañadientes, un poco cansada y aturdida.
— No he vivido lo suficiente de esta nueva vida para darte una respuesta clara, Deiran. —dije al pasarme una mano por el cabello, que seguía opaco y ceniciento luego de un tiempo de alimentarme bien. Suspiré, bajando los hombros, y luego poniéndome de pie.— Quizás si lo sea, porque no he encontrado mayor diferencia en mi que el aprender a cazar y olfatear. —reprimí una sonrisa.— Bien, si, cambié un poco. Pero no tanto para sentirme satisfecha. —lo miré y bajé la mirada hacia la hora que indicaba su reloj.— Y pensar que esa noche acogiste a una chica que no ha llegado a la madurez. Querido, no es de sorprender que te esté dando tantos dolores de cabeza. El día que comprenda cual es mi verdadero pesar, te lo haré saber.
Yuna Rutledge*- Vampiro Clase Baja
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Re: Las palabras y la tinta [Privado]
Una ausencia más que una mísera palabra, sopla el viento entre tus alas.
Seguía con el movimiento tangible de las piernas, en aquel vaivén que no se detenía a pesar de la ausencia de Yuna. Miré a la ventana y estaba pendiente de una rama que golpeaba con ritmo el filo del cristal haciendo un pequeño chasquido, como si quisiese despertarla, después de haberme metido un rato en la cabeza ajena tarareé una extraña sonata, una que había recién escuchado en las manos de un arpa de una dama en un restaurante no muy lejos de aquí, era una dulce melodía, una que contaba la historia de una niña de cabellos rizados como el fuego, que se había extraviado en su camino al bosque y un demonio andaba tras su alma, tras su cuerpo para ser ocupado por éste. La niña se percató que no estaba sola y asustada abrazó a la nada, el ánima notó que ella era ciega, quedando frente a ella le analizó y ella musitó unas palabras que ensordecieron al demonio, dejándolo paralizado, aquella niña huyó siguiendo su camino y el demonio jamás volvió a dejarle sola, nunca nadie supo qué le habría dicho.
—Eres pequeña ¿Qué puedes esperar? No eres más humana pero sí una neófita- musité con dureza dejando aquella melodía en el olvido, preguntándome si ella también había sido capaz de escucharla, después de todo su trance había parecido corto pero profundo así que no lo sabía. Dirigiendo mi vista de nuevo hasta ella me quedé pensativo viéndole sin decirle nada, era una pequeña malcriada queriendo llevarme la contraria. —¿Una jaula de oro? Jáh! Jamás querré controlarte Yuna, eres libre de hacer lo que desees- venía de nuevo e egocentrismo a hablar —Pero mientras quieras aprender a ser un vampiro real debes de acatar lo que te digo, hasta nosotros mismos tenemos nuestras reglas y recuerdo a la niña que me dijo que quería aprender a cómo ser lo que es ahora entonces- le miré de vuelta —Deja de actuar impulsivamente, es lo primero.- cerré aquello con un tono normal y sonreí.
A su par volví a tirar mi mano por sobre su hombro, terminando aquella lección. Podría ser duro pero no es la mejor forma de aprender? De los golpes es como se aprende y nadie escarmienta con cabeza ajena, mejor que se equivocara conmigo, lo estaba haciendo bien pero no se debía de fiar, de ella dependía ser lo que sería para la eternidad y si había tomado la elección de aprender de mí tendría muchos momentos como éste. Le estrujé con fuerza trayéndola hasta donde estaba y me quedé un segundo así con ella, sin decirle nada esperando que no hubiese resentimiento aunque no me importaba, sabía que después lo entendería.
—Deja que el tiempo haga lo que tenga que hacer, no fuerces nada, no te desesperes, pronto podrás superar ¿al maestro?- no me consideraba uno, solo era alguien que mostraba lo poco que sabía un incierto infinito. —Todos cambiamos Yuna, nadie es el mismo de ayer, ni tu, ni yo…. Ni siquiera las calles que recorremos o el viento que choca con nuestra cara- viéndole de pie hice lo mismo y me adelanté unos pasos de donde estaba ella, viéndole a los ojos sonreí de lado y ofrecí mi brazo —Bien, Señorita Rutlegde, es hora de partir y sinceramente el bibliotecario no me es apetitoso, qué te parece si damos un paseo y vemos qué cenar. Yo invito.- alcé la ceja de manera perversa con mis ojos tornados carmesí levemente, aguardando, no esperé que entendiera ahora el significado de mis palabras, había una eternidad que restaría para que lo entendiera pero todo dependía si eso es lo que ella quiera.
Deiran Chassier- Vampiro Clase Alta
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Re: Las palabras y la tinta [Privado]
Ya la noche iba en picada, lo que significaba que cualquier desición que estuviese en puerta, debía ser tomada cuanto antes. En la ventana no podía verse nada más que la negrura del exterior, pero esto no seguiría así eternamente. Respiré profundamente, porque el escuchar a Deiran era una mezcla de aprendizaje y frustración. En mi vida humana aprendía tan pronto como me propusieran una nueva materia, ágil y casi aburrida. No había nada que pudiera sorprenderme. El vampirismo, por otro lado, me había destapado los ojos a la realidad. Aprender quién era, por qué y por quién, era algo mucho más complicado. No podía ignorar la manera en cómo me aferraba a Deiran cada día y noche, ni tampoco el gusto que comenzaba a adquirir por la sangre joven, de niños. Todo eso debía memorizarlo y analizarlo. ¡Era demasiado! Sacudí la cabeza, derrotada, y lo miré con una sonrisa casi fraternal. Hacía cierto rato que no me olvidaba de los pesares para relajarme un poco.
— Maestro es una buena palabra. —le indiqué con la voz dulcificada. Con un sacudir de manos, todo el asunto pasado quedó, valga la redundancia, en el pasado. Apreté el libro que todavía tenía entre los dedos contra mi pecho, indiferente de las faldas arrugadas. Unos ojos verde jade se deslizaron hasta el adorable mentón de Deiran, que a su manera, hacía de sus rasgos maduros casi paternos para mi. Aparté la mirada de inmediato.— ¿Una cena? Eso suena exquisito. —reí suavemente, tal como sabía que hacían las damas de alta sociedad. Pestañeé un par de veces e hice una reverencia breve y delicada.— Sin duda, Señor Chassier, su gusto será impecable. —llevé mi mano a su brazo y me sujeté de él.
No sabía si entre dos vampiros podía existir la calidez, y no se lo preguntaría a Deiran esa noche. Sin embargo, sentía curiosidad. Sabía cuan peligroso podía ser ese hombre si las circunstancias se acomodaban a ello; lo había visto al cazar, al absorber la última gota de sangre y energía de sus victimas. Hasta el momento, solo había sido una forma de "enseñar", pero tenía el presentimiento de que para alguien que no fuera del gusto de Deiran, era un arma mortal. Y ahí estaba yo, tranquila y cómoda a su lado, más segura de lo que alguna vez estuve con mis padres. Y lo miraba, sin que él pudiera saberlo, de una forma que quizás rayara en la adoración. Sí, podía leerme la mente y es posible que lo estuviese haciendo ahora mismo, pero los sentimientos eran una cosa muy aparte de los pensamientos racionales. Además, se trataba de algo tan ajeno y extraño para mi, que ni siquiera podía explicarlo en mi propia mente.
— Estoy haciendo un gran esfuerzo. —le confesé en un susurro cuando mis pasos llegaron a la puerta. Admiré por última vez el enorme librero que tapizaba una pared y suspiré.— No se me da bien seguir ordenes. —di un ligero apretón a su brazo y, meditando las consecuencias, me levanté del suelo lo suficiente para depositar en su mejilla un inocente beso.— Pero lo intentaré ahora. Así que vamos a cenar.
— Maestro es una buena palabra. —le indiqué con la voz dulcificada. Con un sacudir de manos, todo el asunto pasado quedó, valga la redundancia, en el pasado. Apreté el libro que todavía tenía entre los dedos contra mi pecho, indiferente de las faldas arrugadas. Unos ojos verde jade se deslizaron hasta el adorable mentón de Deiran, que a su manera, hacía de sus rasgos maduros casi paternos para mi. Aparté la mirada de inmediato.— ¿Una cena? Eso suena exquisito. —reí suavemente, tal como sabía que hacían las damas de alta sociedad. Pestañeé un par de veces e hice una reverencia breve y delicada.— Sin duda, Señor Chassier, su gusto será impecable. —llevé mi mano a su brazo y me sujeté de él.
No sabía si entre dos vampiros podía existir la calidez, y no se lo preguntaría a Deiran esa noche. Sin embargo, sentía curiosidad. Sabía cuan peligroso podía ser ese hombre si las circunstancias se acomodaban a ello; lo había visto al cazar, al absorber la última gota de sangre y energía de sus victimas. Hasta el momento, solo había sido una forma de "enseñar", pero tenía el presentimiento de que para alguien que no fuera del gusto de Deiran, era un arma mortal. Y ahí estaba yo, tranquila y cómoda a su lado, más segura de lo que alguna vez estuve con mis padres. Y lo miraba, sin que él pudiera saberlo, de una forma que quizás rayara en la adoración. Sí, podía leerme la mente y es posible que lo estuviese haciendo ahora mismo, pero los sentimientos eran una cosa muy aparte de los pensamientos racionales. Además, se trataba de algo tan ajeno y extraño para mi, que ni siquiera podía explicarlo en mi propia mente.
— Estoy haciendo un gran esfuerzo. —le confesé en un susurro cuando mis pasos llegaron a la puerta. Admiré por última vez el enorme librero que tapizaba una pared y suspiré.— No se me da bien seguir ordenes. —di un ligero apretón a su brazo y, meditando las consecuencias, me levanté del suelo lo suficiente para depositar en su mejilla un inocente beso.— Pero lo intentaré ahora. Así que vamos a cenar.
Yuna Rutledge*- Vampiro Clase Baja
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Re: Las palabras y la tinta [Privado]
Indudablemente era cuestionante, molesto y tenso pero así lo quería. ¿Qué era lo que tenía? Mi cuerpo estaba ahí estático perdido, ella lo tenía preso aunque sin decirle nada escuchaba y con el tiempo sería ella quien se respondería todas las preguntas que de su ser nacían. Entendería que la fuerza estaba dentro de sí, no en mí, no en su creador, no en la estúpida acción de ser o parecer, estar o andar ausente, no tenía de qué arrepentirse si creía en ella. En este mundo así como el sabio Darwin decían en la teoría de la evolución, nuestra especie era más allá de lo que jamás pudiese alguien común creer. Me coloqué a pensar entre aquello si de humano me lo habría pensado, terminar en esto pero de algo estaba seguro, no había ni una pizca de arrepentimiento.
Ella era como un libro en blanco, había vuelto a renacer y su historia aun sin contarse no se había comenzado a transcribir. Quizás esta filosofía era algo complicada o muy fácil pero era lo que el tiempo y los años me habían enseñado. Aun bailando con mi pierna al aire esperaba que comprendiera una pequeña parte de mis palabras. —Ni maestro ni nada- dije secamente porque jamás me consideraría aquello. En mis tiempos anteriores nunca antes había enseñado a nadie nada, es más me había negado ser el creador de alguien, sea quien sea y ella debía de saber que con este ‘’don’’ que se nos había ‘’regalado’’ muchos son ególatras van a desearlo y ofrecerán riquezas, poder, montañas enteras porque sean transformados pero esto es serio, es una responsabilidad. ¿Sabría ella ese significado? Molesto me reproché porque me adelantaba tanto al futuro pero es que ya el tiempo me lo había enseñado mientras estuviera conmigo no se lo permitiría. Pero ya estando de pie eso no importaba, nada importada, solo la invitación a hacer lo que mejor sabemos hacer o quizás no, solo por placer. —Entonces para luego es tarde- tanto ella quisiera mi eternidad le pertenecerían —-¿Señor? sonreí por el formalismo y le hice una pequeña reverencia por lo que antes había dicho —Esta vez yo invito pero serás tú quien elija qué comeremos- ¿Maldad? Alzando una ceja le sonreí porque sabía que había entendido mi mensaje, era muy lista.
Sin hacerle mucho caso de nuevo a su mar profundo le tomé de la mano cuando me estrujó y comenzamos a avanzar juntos —Y sé que lo estás haciendo….- interrumpí casi sin dejarle continuar —No te preocupes por el futuro, para mejorar está la inmortalidad- comenté con seguridad —Aprenderás todo con lo que dificultad tus colmillos demandan, beberás con sed pero con cautela, morderás sin dejar marca, asesinarás y después bastará- murmuré —Todo aquello vendrá y es cuando nuestra miserable existencia Yuna vale la pena- acoté con sarcasmo guiñándole el ojo al sentir su beso despeiné sus cabellos y negué —Cenar, recuerda, hoy pasarás tu primer control- le dije mofándome —Espero sepas mis gustos- salimos de aquel lugar, con olor a papel, a libros y tinta, ella y yo, nuestra inmortalidad e infinita existencia.
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Deiran Chassier- Vampiro Clase Alta
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