AÑO 1842
Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.
Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.
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El jardín de las palabras [Privado]
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El jardín de las palabras [Privado]
Tuvo que dar varias vueltas, maldiciendo la hora que decidió disparar en semejante lugar, y no sin una buena jaqueca pudo finalmente conciliar el sueño. Allí, entre los brazos de Morfeo, tuvo que revivir aquel aciago día donde lo perdió todo. Impotente, no podía hacer más que observar como aquello que más quería le era arrebatado, sin poder impedirlo, ni siquiera podía gritar.
Despertó sudoroso gracias a la pesadilla y la humedad del lugar, además, el dolor de cabeza fue en aumento. Se levantó en la penumbra de la cueva, perdiendo el equilibrio por hacerlo demasiado rápido, teniendo que apoyarse a una de las paredes para no caer. Necesitaba aliviar esa migraña como fuera. Salió de la caverna, todavía había luz, aunque por la sombra dedujo que debían ser las cinco aproximadamente. Todavía faltaba un buen rato para su improvisada cita. ¿Cita? Él sabía que no era una cita como tal, o por lo menos, así quería creerlo.
Se adentró en el bosque en busca de algo en particular: valeriana officinalis, o valeriana común. Esperaba que una infusión de aquella planta calmase su dolor al tratarse de un sedante natural.
Olía a humedad, a hierba fresca, allí se encontraba mucho más a gusto que en la fría metrópoli. El paseo le duró más bien poco, enseguida reconoció lo que andaba buscando y, de camino de vuelta, avistó un afloramiento de piedra caliza. Sin dudarlo se acercó y, con ayuda de otras rocas del suelo, se hizo con una pedrusco del tamaño de una mano.
Volvió a su peculiar guarida. En el exterior, junto a la entrada, apartó con el pie la hojarasca seca del suelo para hacer sitio a una pequeña fogata. Con la ayuda del sílex de la roca caliza no le costó prender la primera llama, tan solo tuvo que golpearla con el filo romo de su machete. Buscó piedras medianas en los alrededores, del tamaño de un puño o menos, y las fue echando al fuego. Luego echó un vistazo al interior de la cueva, sabía que en alguna parte guardaba un pequeño barreño de arcilla. Gracias a la lumbre del exterior, pudo encontrarlo sin dificultad. Se aseguró de que el fuego seguía en marcha y, tras echar unas ramas más, se dirigió a un manantial cercano sin perder tiempo. Allí llenó el cuenco de agua y volvió al improvisado campamento. Echó las piedras calientes al agua con la ayuda de un par de palos, hicieron falta todas para que el agua hirviera. Desmenuzó con las simples manos la planta y la echó también. Mientras esperaba a que infusionara apagó la hoguera y trató de esparcir las cenizas.
Tras beber aquel brebaje que sabía a rayos se apresuró para lavarse un poco en el manantial.
Se encontraba de camino a la ciudad, lo cierto era que su dolor había menguado notablemente. Estaba nervioso, preguntó la hora a la primera persona que encontró. -Las siete menos veinte... mierda.- no le gustaba llegar tarde a los sitios, y no tenía claro hacerlo a tiempo. A esas alturas, para más inri, tampoco sabía dónde iban a ir, se empezaba a arrepentir de su actitud chulesca, pero no iba a echarse atrás.
Por suerte se orientaba a la perfección entre las calles, no le costó encontrar el camino hasta el edificio que reconoció como el hogar de aquella morena. Trató de no pensar en ella en todo el rato pero era difícil, semejante mujer, y él tan solo.
Preguntó la hora una vez más, en esta ocasión a un tendero. Las siete y cinco, le dijo. Quiso llamar a la puerta enseguida, pero sabía que no era lo más indicando conociendo que se trataba de la vivienda de su hermano, el cual haría preguntas. Rodeó el inmueble, buscando la ventana desde la cual arrojó una manzana aquella misma mañana. Recogió una pequeña china del suelo y, sin pensarlo demasiado, la arrojó. Dio en el marco. Repitió la operación y esta vez golpeó el cristal. Esperó un instante. Nervioso como estaba, iba a lanzar una tercera cuando pareció verle algo en el interior.
Despertó sudoroso gracias a la pesadilla y la humedad del lugar, además, el dolor de cabeza fue en aumento. Se levantó en la penumbra de la cueva, perdiendo el equilibrio por hacerlo demasiado rápido, teniendo que apoyarse a una de las paredes para no caer. Necesitaba aliviar esa migraña como fuera. Salió de la caverna, todavía había luz, aunque por la sombra dedujo que debían ser las cinco aproximadamente. Todavía faltaba un buen rato para su improvisada cita. ¿Cita? Él sabía que no era una cita como tal, o por lo menos, así quería creerlo.
Se adentró en el bosque en busca de algo en particular: valeriana officinalis, o valeriana común. Esperaba que una infusión de aquella planta calmase su dolor al tratarse de un sedante natural.
Olía a humedad, a hierba fresca, allí se encontraba mucho más a gusto que en la fría metrópoli. El paseo le duró más bien poco, enseguida reconoció lo que andaba buscando y, de camino de vuelta, avistó un afloramiento de piedra caliza. Sin dudarlo se acercó y, con ayuda de otras rocas del suelo, se hizo con una pedrusco del tamaño de una mano.
Volvió a su peculiar guarida. En el exterior, junto a la entrada, apartó con el pie la hojarasca seca del suelo para hacer sitio a una pequeña fogata. Con la ayuda del sílex de la roca caliza no le costó prender la primera llama, tan solo tuvo que golpearla con el filo romo de su machete. Buscó piedras medianas en los alrededores, del tamaño de un puño o menos, y las fue echando al fuego. Luego echó un vistazo al interior de la cueva, sabía que en alguna parte guardaba un pequeño barreño de arcilla. Gracias a la lumbre del exterior, pudo encontrarlo sin dificultad. Se aseguró de que el fuego seguía en marcha y, tras echar unas ramas más, se dirigió a un manantial cercano sin perder tiempo. Allí llenó el cuenco de agua y volvió al improvisado campamento. Echó las piedras calientes al agua con la ayuda de un par de palos, hicieron falta todas para que el agua hirviera. Desmenuzó con las simples manos la planta y la echó también. Mientras esperaba a que infusionara apagó la hoguera y trató de esparcir las cenizas.
Tras beber aquel brebaje que sabía a rayos se apresuró para lavarse un poco en el manantial.
Se encontraba de camino a la ciudad, lo cierto era que su dolor había menguado notablemente. Estaba nervioso, preguntó la hora a la primera persona que encontró. -Las siete menos veinte... mierda.- no le gustaba llegar tarde a los sitios, y no tenía claro hacerlo a tiempo. A esas alturas, para más inri, tampoco sabía dónde iban a ir, se empezaba a arrepentir de su actitud chulesca, pero no iba a echarse atrás.
Por suerte se orientaba a la perfección entre las calles, no le costó encontrar el camino hasta el edificio que reconoció como el hogar de aquella morena. Trató de no pensar en ella en todo el rato pero era difícil, semejante mujer, y él tan solo.
Preguntó la hora una vez más, en esta ocasión a un tendero. Las siete y cinco, le dijo. Quiso llamar a la puerta enseguida, pero sabía que no era lo más indicando conociendo que se trataba de la vivienda de su hermano, el cual haría preguntas. Rodeó el inmueble, buscando la ventana desde la cual arrojó una manzana aquella misma mañana. Recogió una pequeña china del suelo y, sin pensarlo demasiado, la arrojó. Dio en el marco. Repitió la operación y esta vez golpeó el cristal. Esperó un instante. Nervioso como estaba, iba a lanzar una tercera cuando pareció verle algo en el interior.
Ethan Lefou- Cazador Clase Baja
- Mensajes : 24
Fecha de inscripción : 06/04/2017
Re: El jardín de las palabras [Privado]
En sueños, ya que aún permanecía en la cama, comenzó a recordar el sueño que había tenido con Ethan, el mismo que le había dejado confusa porque no entendía a qué venía. Y de todas formas aquel tenía toda la pinta de ser la continuación del mismo, se encontraba de nuevo en el bosque con el ladrón y se percató de que no llevaba camisa. Era de noche y aún así distinguía cada músculo de su torso a la perfección, parecía un felino agazapado para encontrar a su presa: ella.
De repente se lanzó y vio un destello rojo, se encontraba tirada en el suelo, ejercía una presión sobrehumana empujando su cuerpo hacia abajo y la sobrepasó un dolor agudo en el pecho. Al bajar la mirada vio cómo un hilo de sangre caía por la boca del hombre, ¿un vampiro? Chilló como nunca lo había hecho, no tenía ningún arma, él se había encargado de desarmarla no tenía forma alguna de defenderse. Era una mujer vulnerable ante un vampiro, una simple humana no cazadora.
Sobresaltada abrió los ojos y se incorporó, al momento oyó cómo la puerta principal de la casa se abría y se cerraba segundos después, su hermano acababa de llegar.
Aunque seguía aún un poco nerviosa se levantó y se colocó encima un batín de tela fina que al menos no dejaba ver nada más allá, básicamente porque cuando vino a darse cuenta Alec ya estaba abriendo la puerta de la habitación:
-¿Izzy? -La llamaba mientras la puerta se abría, su rostro cambió una cuarta cuando la vio con el batín, el pelo revuelto y la cama deshecha. Cualquiera habría entendido que era una situación completamente distinta a lo que pasaba realmente, pero él ya estaba acostumbrado a ver a su hermana recién levantada, no iba a alarmarse, excepto porque eran como las cinco y pico de la tarde- ¿Qué hacías durmiendo? -En sus labios se formó una sonrisa amable en el momento en el que su hermana se acercó para darle un beso en la mejilla, era su saludo habitual, aunque a veces también le abrazaba. Podría decirse que tenían una muy buena relación entre hermanos- Me encontraba mal, creo que anoche cogí frío y me apetecía acostarme -Se excusó y aunque no le convenciera la respuesta, no preguntó mucho más- Hemos recibido una carta de madre -Anunció de repente sacando de su cartera de mano un sobre blanco.
A ella se le iluminó el rostro ya que hacía poco que habían recibido una carta de su madre y recibir otra significaba buenas noticias.
Alec se fue al salón y a dejar sus cosas en sus huecos correspondientes para luego no olvidarse de dónde las ponía y se sentó en el sofá esperando a que su hermana se cambiara para venir a leer la carta.
Se colocó de nuevo el vestido rojo del día anterior ya que no lo había usado para nada y fue al baño a arreglarse el pelo y lavarse la cara. Se quedó algo confusa al ver una bolsa que no vio horas antes y al revisarla se dio cuenta de que eran unas cuantas monedas. Las cogió y suspiró, el ladrón se había salido con la suya, le había dejado el dinero sí o sí y encima tenía que agradecer que lo dejase en el baño ya que su hermano lo habría pillado si siguiera en la mesa del salón.
Después de arreglarse el pelo y lavarse la cara, guardó la bolsa de monedas en uno de los cajones de su habitación y se fue al salón, allí estaba Alec esperándola:
-Vamos, ábrela Alec -Con una sonrisa abrió la carta y empezó a leer en voz alta- "Hijos míos, os escribo para comunicaros que en unos dos días llegaré a París. He estado pensando en lo que habéis dicho durante todo este tiempo y será bueno que esté con vosotros durante una temporada. Espero que echéis de menos la comida de vuestra madre, un beso" -Terminó de leer la carta y los dos se miraron mutuamente, a Izzy lo primero que se le pasó por la cabeza fue que no era el mejor momento para que su madre viniera pero luego no pudo evitar preguntarse qué era lo que le había hecho cambiar de opinión repentinamente, ¿estaría en peligro?- ¿Qué te parece? Al final ha decidido hacernos caso -Dijo Alec mientras se reía levemente, estaba contento y se le notaba.
Estuvieron un rato comentando cómo iban a organizar las habitaciones y quedaron en que Isabelle le dejaría la suya y ellos dormirían juntos, aunque no tenían muy claro cómo iba a ser la convivencia con su madre.
Ella sin darse cuenta cuando vino a mirar la hora se percató de que eran aproximadamente las siete menos cuarto, pronto serían las siete la hora a la que Ethan vendría a por ella. Eso significaba que cabía la posibilidad de que se le ocurriera llamar a la puerta y eso la puso algo nerviosa, o no, porque esperaba que fuese más listo que eso.
-¿Pasa algo Isabelle? -Preguntó Alec, aún seguían en el salón sentados- No, me molesta un poco la cabeza eso es todo -Se apresuró a decir y fue al baño a cepillarse un poco el pelo, dejando finas hondas sobre su melena negra.
Al regresar su hermano estaba absorto en su colección de libros. Había colocado la carta de su madre junto a las demás y comenzó a leer un libro que hacía tiempo quería concentrarse en leer, por lo que decidió no molestarle. Simplemente se sentó, cruzando una pierna sobre la otra esperando a la persona de su cita, que no tenía muy claro si vendría o no.
Un rato más tarde y ya pasada la hora, comenzó a escuchar leves golpes en la ventana. Salió al segundo golpe porque no dio importancia al primero, podría ser algo tan simple como un pájaro; claro que al abrir la ventana se encontró con algo totalmente distinto:
-Será posible... -Murmuró mientras miraba a Ethan desde la ventana, estaba abajo preparado con otra piedra en la mano para así volver a "llamarla".
Le hizo una señal para que esperase ahí abajo aunque un poco más escondido para que su hermano no lo viera si se asomaba e intento salir de la habitación sin que se diera cuenta, claro que su hermano no tenía un pelo de tonto.
-¿Quién había en la ventana Izzy? ¿Algo importante? -Se quedó parada en la entrada principal que como conectaba de forma directa con el salón la veía perfectamente antes de salir- Digamos que estoy intentando buscar trabajo, Alec, no hagas más preguntas -Tras decir eso salió de la casa no sin antes arrepentirse de haber sido algo borde y bajó las escaleras con tanta rapidez que cuando se plantó delante del carterista casi le faltaba el aliento. Era gracioso porque hasta entonces no se dio cuenta de que en el fondo le agradaba su presencia, por mucha pesadilla que hubiera tenido aquel mismo día, pero tenía un algo extraño que le hacía desear su compañía. Claro que era una mujer y ante todo no iba a dejar pasar por alto una cosa- Llegas tarde -Cruzó la mirada con la suya en una señal de advertencia que entendería al momento y luego, sonriendo porque no pudo evitarlo ya que estaba bromeando, le dijo que sería mejor que se fueran de allí antes de que alguien los viera y lo supiera su hermano.
De repente se lanzó y vio un destello rojo, se encontraba tirada en el suelo, ejercía una presión sobrehumana empujando su cuerpo hacia abajo y la sobrepasó un dolor agudo en el pecho. Al bajar la mirada vio cómo un hilo de sangre caía por la boca del hombre, ¿un vampiro? Chilló como nunca lo había hecho, no tenía ningún arma, él se había encargado de desarmarla no tenía forma alguna de defenderse. Era una mujer vulnerable ante un vampiro, una simple humana no cazadora.
Sobresaltada abrió los ojos y se incorporó, al momento oyó cómo la puerta principal de la casa se abría y se cerraba segundos después, su hermano acababa de llegar.
Aunque seguía aún un poco nerviosa se levantó y se colocó encima un batín de tela fina que al menos no dejaba ver nada más allá, básicamente porque cuando vino a darse cuenta Alec ya estaba abriendo la puerta de la habitación:
-¿Izzy? -La llamaba mientras la puerta se abría, su rostro cambió una cuarta cuando la vio con el batín, el pelo revuelto y la cama deshecha. Cualquiera habría entendido que era una situación completamente distinta a lo que pasaba realmente, pero él ya estaba acostumbrado a ver a su hermana recién levantada, no iba a alarmarse, excepto porque eran como las cinco y pico de la tarde- ¿Qué hacías durmiendo? -En sus labios se formó una sonrisa amable en el momento en el que su hermana se acercó para darle un beso en la mejilla, era su saludo habitual, aunque a veces también le abrazaba. Podría decirse que tenían una muy buena relación entre hermanos- Me encontraba mal, creo que anoche cogí frío y me apetecía acostarme -Se excusó y aunque no le convenciera la respuesta, no preguntó mucho más- Hemos recibido una carta de madre -Anunció de repente sacando de su cartera de mano un sobre blanco.
A ella se le iluminó el rostro ya que hacía poco que habían recibido una carta de su madre y recibir otra significaba buenas noticias.
Alec se fue al salón y a dejar sus cosas en sus huecos correspondientes para luego no olvidarse de dónde las ponía y se sentó en el sofá esperando a que su hermana se cambiara para venir a leer la carta.
Se colocó de nuevo el vestido rojo del día anterior ya que no lo había usado para nada y fue al baño a arreglarse el pelo y lavarse la cara. Se quedó algo confusa al ver una bolsa que no vio horas antes y al revisarla se dio cuenta de que eran unas cuantas monedas. Las cogió y suspiró, el ladrón se había salido con la suya, le había dejado el dinero sí o sí y encima tenía que agradecer que lo dejase en el baño ya que su hermano lo habría pillado si siguiera en la mesa del salón.
Después de arreglarse el pelo y lavarse la cara, guardó la bolsa de monedas en uno de los cajones de su habitación y se fue al salón, allí estaba Alec esperándola:
-Vamos, ábrela Alec -Con una sonrisa abrió la carta y empezó a leer en voz alta- "Hijos míos, os escribo para comunicaros que en unos dos días llegaré a París. He estado pensando en lo que habéis dicho durante todo este tiempo y será bueno que esté con vosotros durante una temporada. Espero que echéis de menos la comida de vuestra madre, un beso" -Terminó de leer la carta y los dos se miraron mutuamente, a Izzy lo primero que se le pasó por la cabeza fue que no era el mejor momento para que su madre viniera pero luego no pudo evitar preguntarse qué era lo que le había hecho cambiar de opinión repentinamente, ¿estaría en peligro?- ¿Qué te parece? Al final ha decidido hacernos caso -Dijo Alec mientras se reía levemente, estaba contento y se le notaba.
Estuvieron un rato comentando cómo iban a organizar las habitaciones y quedaron en que Isabelle le dejaría la suya y ellos dormirían juntos, aunque no tenían muy claro cómo iba a ser la convivencia con su madre.
Ella sin darse cuenta cuando vino a mirar la hora se percató de que eran aproximadamente las siete menos cuarto, pronto serían las siete la hora a la que Ethan vendría a por ella. Eso significaba que cabía la posibilidad de que se le ocurriera llamar a la puerta y eso la puso algo nerviosa, o no, porque esperaba que fuese más listo que eso.
-¿Pasa algo Isabelle? -Preguntó Alec, aún seguían en el salón sentados- No, me molesta un poco la cabeza eso es todo -Se apresuró a decir y fue al baño a cepillarse un poco el pelo, dejando finas hondas sobre su melena negra.
Al regresar su hermano estaba absorto en su colección de libros. Había colocado la carta de su madre junto a las demás y comenzó a leer un libro que hacía tiempo quería concentrarse en leer, por lo que decidió no molestarle. Simplemente se sentó, cruzando una pierna sobre la otra esperando a la persona de su cita, que no tenía muy claro si vendría o no.
Un rato más tarde y ya pasada la hora, comenzó a escuchar leves golpes en la ventana. Salió al segundo golpe porque no dio importancia al primero, podría ser algo tan simple como un pájaro; claro que al abrir la ventana se encontró con algo totalmente distinto:
-Será posible... -Murmuró mientras miraba a Ethan desde la ventana, estaba abajo preparado con otra piedra en la mano para así volver a "llamarla".
Le hizo una señal para que esperase ahí abajo aunque un poco más escondido para que su hermano no lo viera si se asomaba e intento salir de la habitación sin que se diera cuenta, claro que su hermano no tenía un pelo de tonto.
-¿Quién había en la ventana Izzy? ¿Algo importante? -Se quedó parada en la entrada principal que como conectaba de forma directa con el salón la veía perfectamente antes de salir- Digamos que estoy intentando buscar trabajo, Alec, no hagas más preguntas -Tras decir eso salió de la casa no sin antes arrepentirse de haber sido algo borde y bajó las escaleras con tanta rapidez que cuando se plantó delante del carterista casi le faltaba el aliento. Era gracioso porque hasta entonces no se dio cuenta de que en el fondo le agradaba su presencia, por mucha pesadilla que hubiera tenido aquel mismo día, pero tenía un algo extraño que le hacía desear su compañía. Claro que era una mujer y ante todo no iba a dejar pasar por alto una cosa- Llegas tarde -Cruzó la mirada con la suya en una señal de advertencia que entendería al momento y luego, sonriendo porque no pudo evitarlo ya que estaba bromeando, le dijo que sería mejor que se fueran de allí antes de que alguien los viera y lo supiera su hermano.
Izzy Rinwood- Cazador Clase Media
- Mensajes : 21
Fecha de inscripción : 06/04/2017
Localización : París
Re: El jardín de las palabras [Privado]
Era la morena, que a pesar de su gesto serio, el ladrón le sonrió despreocupado. Soltó la piedra mientras bajaba la vista, aún sonriente, por algún motivo le hizo gracia ver su reacción, apenas pudo verle el rostro y era todo un poema, podía vérsela nerviosa. Se giró mientras esperaba y allí en la calle había un grupo de niños persiguiéndose, jugando a dispararse con las manos. Uno de ellos se volteó a tirotear al carterista el cual, tras comprobar que no habían adultos cerca, le señaló con el dedo emulando una pistola y, dejando ver su arma, imitó el gesto de disparar. El chaval huyó a toda prisa mientras que Ethan reía a carcajadas. En el fondo le gustaban los críos, todavía no era demasiado mayor para tenerlos, pero desde luego que no querría traer a ninguna persona a su mundo. Volvió en si y caminó hasta el portal.
La puerta se abrió mientras él, que seguía mirando a los niños lejanos divirtiéndose, se dio la vuelta. Parecía acelerada y por algún motivo eso le gustaba, como que se había dado prisa en bajar por él. -Llegas tarde.- sus palabras sonaron serias, cambiando así también la expresión del mozo. Antes de que le diera tiempo a disculparse la chica sonrió y terminó de pillar la broma. -Yo también me alegro de ver que estás bien, morena.- dijo con una media sonrisa. Lo cierto era que le aliviaba de verdad saber que no le había ocurrido nada durante aquellas horas, sabía que los vampiros tenían "métodos" para hacer daño cuando ellos mismos no pueden salir.
-¿Qué problema tienes con que te vean conmigo?- preguntó divertido. -¿Me vas a decir que no tienes pretendientes que te cortejen? Pues hoy yo soy uno más.- añadió, todavía bromeando pero algo dentro de él le hizo avergonzarse, quizá porque pareció decirlo un tanto serio.
Se alejaron de allí, todavía no tenía claro a dónde irían, pero mientras estuvieran lejos del hogar de Isabelle estarían bien. -Ya casi es la hora de cenar, ¿tienes hambre?- realizó la pregunta mientras comprobaba en sus bolsillos que tenía todavía el dinero de antes. Había de sobras para un par de cenas en un restaurante decente de París, pero ni le apetecía gastar tanto en una noche, ni le parecía adecuado que un par de desconocidos cenaran en semejante lugar con tantos ojos a su alrededor. Conocía también una taberna, no lejos de allí, regentada por un amigo suyo, también metido en el gremio de cazadores así que estarían como en casa. Estaba al otro lado del jardín botánico, y era más sencillo atravesarlo que rodearlo, no dudó en indicar el camino hasta él. Llevaban unos minutos andando y quiso romper el hielo.
-Siento haberte obligado a salir esta noche.- confesó poniendo énfasis en ese "obligado". -No me habría quedado tranquilo sabiendo que las vidas de tus seres queridos estarían en peligro por mi culpa.- lo sentía así de verdad. Sabía que aquellas criaturas no dejaban de perseguir hasta cazar a su presa. Por suerte, ambos sabían cómo matarlos.
Cerca del jardín le comentó sus intenciones. -Conozco una tasca.- explicó mientras se giraba a mirarla. Trataba de no hacerlo, pues sabía que se quedaba demasiado tiempo embobado haciéndolo, llevaba pasándole con ella desde el principio prácticamente. Sin duda era agradable disfrutar de la compañía, algo a lo que no estaba habituado, pero con aquella fémina le resultaba complicado no pensar en ciertas cosas. -No pienses que por mi condición vaya a ser un sitio de mala muerte, no, estarás como en casa.- dijo en lo que se adelantaba para poder verla mejor. -De hecho, yo soy lo peor que te puedes encontrar allí.- bromeó señalándose a sí mismo.
Ya podía verse la entrada al parque. Hacía años que no pasaba por allí, la última vez que recordaba haber estado fue con su esposa. Se puso triste repentinamente, sabía el por qué, que aquello no estaba bien, o por lo menos así lo creía. Aquel lugar le traía recuerdos, no podía evitarlo, y empezaba a arrepentirse de todo, aunque sus intenciones nunca fueran más sinceras que las de asegurarse que la muchacha estuviera lejos de casa.
Bajo una carpa de madera habían un par de bancos. Se acercó, apartándose del camino y esperó que la morena le siguiera. -¿Por qué haces esto?- se refería al oficio. -Quiero decir, ¿qué te impulsa a darles caza?- aclaró. -Porque yo hay días que no lo tengo claro, días donde deseo cambiar de vida, poder ser normal, ya sabes.- se giró a mirarla, apoyado en la barandilla de leño. Hablaba más formal que antes, puede que más seco también, y lo peor de todo es que cuando sus ojos se cruzaban volvía a perderse en ellos.
La puerta se abrió mientras él, que seguía mirando a los niños lejanos divirtiéndose, se dio la vuelta. Parecía acelerada y por algún motivo eso le gustaba, como que se había dado prisa en bajar por él. -Llegas tarde.- sus palabras sonaron serias, cambiando así también la expresión del mozo. Antes de que le diera tiempo a disculparse la chica sonrió y terminó de pillar la broma. -Yo también me alegro de ver que estás bien, morena.- dijo con una media sonrisa. Lo cierto era que le aliviaba de verdad saber que no le había ocurrido nada durante aquellas horas, sabía que los vampiros tenían "métodos" para hacer daño cuando ellos mismos no pueden salir.
-¿Qué problema tienes con que te vean conmigo?- preguntó divertido. -¿Me vas a decir que no tienes pretendientes que te cortejen? Pues hoy yo soy uno más.- añadió, todavía bromeando pero algo dentro de él le hizo avergonzarse, quizá porque pareció decirlo un tanto serio.
Se alejaron de allí, todavía no tenía claro a dónde irían, pero mientras estuvieran lejos del hogar de Isabelle estarían bien. -Ya casi es la hora de cenar, ¿tienes hambre?- realizó la pregunta mientras comprobaba en sus bolsillos que tenía todavía el dinero de antes. Había de sobras para un par de cenas en un restaurante decente de París, pero ni le apetecía gastar tanto en una noche, ni le parecía adecuado que un par de desconocidos cenaran en semejante lugar con tantos ojos a su alrededor. Conocía también una taberna, no lejos de allí, regentada por un amigo suyo, también metido en el gremio de cazadores así que estarían como en casa. Estaba al otro lado del jardín botánico, y era más sencillo atravesarlo que rodearlo, no dudó en indicar el camino hasta él. Llevaban unos minutos andando y quiso romper el hielo.
-Siento haberte obligado a salir esta noche.- confesó poniendo énfasis en ese "obligado". -No me habría quedado tranquilo sabiendo que las vidas de tus seres queridos estarían en peligro por mi culpa.- lo sentía así de verdad. Sabía que aquellas criaturas no dejaban de perseguir hasta cazar a su presa. Por suerte, ambos sabían cómo matarlos.
Cerca del jardín le comentó sus intenciones. -Conozco una tasca.- explicó mientras se giraba a mirarla. Trataba de no hacerlo, pues sabía que se quedaba demasiado tiempo embobado haciéndolo, llevaba pasándole con ella desde el principio prácticamente. Sin duda era agradable disfrutar de la compañía, algo a lo que no estaba habituado, pero con aquella fémina le resultaba complicado no pensar en ciertas cosas. -No pienses que por mi condición vaya a ser un sitio de mala muerte, no, estarás como en casa.- dijo en lo que se adelantaba para poder verla mejor. -De hecho, yo soy lo peor que te puedes encontrar allí.- bromeó señalándose a sí mismo.
Ya podía verse la entrada al parque. Hacía años que no pasaba por allí, la última vez que recordaba haber estado fue con su esposa. Se puso triste repentinamente, sabía el por qué, que aquello no estaba bien, o por lo menos así lo creía. Aquel lugar le traía recuerdos, no podía evitarlo, y empezaba a arrepentirse de todo, aunque sus intenciones nunca fueran más sinceras que las de asegurarse que la muchacha estuviera lejos de casa.
Bajo una carpa de madera habían un par de bancos. Se acercó, apartándose del camino y esperó que la morena le siguiera. -¿Por qué haces esto?- se refería al oficio. -Quiero decir, ¿qué te impulsa a darles caza?- aclaró. -Porque yo hay días que no lo tengo claro, días donde deseo cambiar de vida, poder ser normal, ya sabes.- se giró a mirarla, apoyado en la barandilla de leño. Hablaba más formal que antes, puede que más seco también, y lo peor de todo es que cuando sus ojos se cruzaban volvía a perderse en ellos.
Ethan Lefou- Cazador Clase Baja
- Mensajes : 24
Fecha de inscripción : 06/04/2017
Re: El jardín de las palabras [Privado]
Nada más decirle lo de que se fueran de allí más bien tirando a pronto y recibir la respuesta del "cortejo", cosa que no entendió muy bien ya que ella no se consideraba una persona atractiva en si, se echó a reír por lo bajo y se lo imaginó vestido de punta en blanco con una mujer despampanante que por supuesto no era ella. La imaginación a veces jugaba malas pasadas pero era realista, un hombre como él no iba a estar con una mujer como ella.
A su misma vez también imaginó cómo reaccionaría su hermano si ella tuviera pretendientes tan a menudo como decía Ethan y mientras se reía interiormente, le siguió tranquila de que se estuvieran alejando de su casa:
-Pues ahora que lo dices... -Musitó por lo bajo, no se había percatado de que tenía que comer algo. Desde que le había conocido lo único que recibió su estómago era una simple manzana, eso no debía de ser muy bueno- ...sí, la verdad tengo algo de hambre -"Por no decir bastante", el resto simplemente se lo calló, ya que cayó en la cuenta de que no entendía muy bien lo que pretendía, ¿iba a llevarla a cenar a alguna parte? La idea de forma repentina la hizo enrojecer al darse cuenta de que parecía una cita real.
Poco después y mientras llegaban a la entrada de un jardín botánico en el que Izzy nunca había estado, se hizo el silencio el cual rompió el mismo carterista. Y menos mal, porque la morena no paraba de darle vueltas al tema de que no quería que la invitara a cenar, ¿tendría dinero para hacerlo? Se le vino la imagen mental de la bolsita de monedas que le había dejado en la casa y le miró de reojo con cierto deje de enfado, pero sobretodo se arrepintió de haberla dejado allí. Y no sabía si fue por despiste o simplemente porque pensó que no le haría falta.
-No digas una palabra como "obligado" -Replicó- ...a mí nadie me obliga a nada, excepto mi madre, aunque ella también se dio por vencida hace tiempo -Tal vez no era del todo así, pero sabía de sobra que ahora que su madre iba a hacer acto de presencia chocarían de nuevo, e intentaría hacerla entrar en verea, buscar un marido, un trabajo digno para una mujer,...algo que a ella le pareciese bien.
También le hizo pensar en si sus seres queridos estarían realmente en peligro o no. Sabía de sobra que sí, que eso era algo inevitable pero también era algo de lo que se había obligado a no pensar muy a menudo por aquello de no volverse loca. No podría vivir día a día con una sonrisa ni tranquila si pensaba constantemente que podría pasarle algo a su hermano; y con respecto a su madre iba a tenerla pronto lo suficientemente cerca como para protegerla también.
-¿Una tasca? -En otro momento admitiría que ella también había estado en sitios así otras veces. Eran gajes del oficio, no es que le gustara visitar esos sitios ni mucho menos, aunque sí prefería sitios así a ir a un restaurante en donde todos pretendían aparentar que tenían dinero- ¿Que tú eres lo peor que puedo encontrar ahí? -Sonrió de oreja a oreja, no coincidía con él en eso- ...si piensas que eres lo peor, no te preocupes, te prefiero a ti antes que a otro que consideres mejor -Justo en ese momento entraron en el jardín botánico y decidió no comentar nada más al respecto de lo que acababa de decir.
La hora que era probablemente anochecería pronto, pero los tonos del sol que todavía quedaban por allí iluminaban de una forma bastante bonita las plantas que los rodeaban. Había arbustos verdes decorados con flores colocadas ahí a conciencia y otros arbustos que un jardinero se había dedicado a recortar con formas curiosas. Nunca había estado en un sitio así, pero le gustaba, no solía rodearse por naturaleza, aunque aquello era naturaleza manipulada, no era como ir a un bosque. ¿Cuánto hacía que no visitaba un bosque o el campo en si?
De lejos vio la misma estructura de madera que él y al ver que se acercaba a la misma, le siguió para examinar de cerca aquel sitio. Le pareció curioso, un sitio que elegiría cualquier hombre para tener una cita con su mujer, prometida o lo que fuera. Lo que no se esperaba era la pregunta que le hizo:
-Lo que me impulsa a darles caza es lo que una de esas criaturas le hizo a mi padre -No cruzó la mirada con él en ese momento, más bien se notó un deje de tristeza en lo que decía- ...decidí seguir el camino de mi padre para dar caza a esa criatura, pero después de años no tengo ni una simple pista -Al contrario que él, no se apoyó en la barandilla de madera, si no que colocó las manos sobre la misma mientras él podía mirarle de medio lado- Ser normal a veces puede ser aburrido -Dijo en un tono de voz algo más bajo. Lo cierto es que desde pequeña su idea sobre la vida no era la de la época actual, la que tenían todas las mujeres e hijas sobre su futuro. Todas sabían desde su infancia que debían buscar un marido, tener hijos, cuidar de su familia y la casa,...ella jamás había compartido tales ideas y por desgracia su madre nunca había estado de acuerdo en eso- No quiero ser como todo el mundo -Murmuró, más para sí misma que para él.
Poco después se dio cuenta de que echaba de menos a su padre, más de lo que se paraba a pensar a veces. Él era como ella, siempre habían compartido las ideas sobre lo que les rodeaba. Su padre le enseñó a que las ideas distintas del resto eran algo especial, que no siempre debía estar de acuerdo con los demás que no aceptara todo tal y como viniera si no le agradaba, que intentara cambiar su destino si alguien le imponía algo.
-Supongo que tú y yo tenemos ideas distintas sobre como debe ser la vida. Tal vez tú piensas que tener un trabajo, una esposa y una familia con la que tener una rutina es a lo máximo que se puede aspirar -Pero ella no pensaba así, tener una rutina era bueno a veces, no durante toda tu vida. Y había conocido a muchas personas que vivían amargados por tener que romperse la espalda día tras día por una familia que no le agradecía nada.
Desde lo último que había dicho se quedó algo pensativa. Aún seguía apoyada de lado a Ethan en la barandilla y miraba el jardín botánico con la vista algo perdida, como si sus pensamientos estuvieran lejos de allí y aquello no fuese más que una vista bonita en la que recrearse.
A su misma vez también imaginó cómo reaccionaría su hermano si ella tuviera pretendientes tan a menudo como decía Ethan y mientras se reía interiormente, le siguió tranquila de que se estuvieran alejando de su casa:
-Pues ahora que lo dices... -Musitó por lo bajo, no se había percatado de que tenía que comer algo. Desde que le había conocido lo único que recibió su estómago era una simple manzana, eso no debía de ser muy bueno- ...sí, la verdad tengo algo de hambre -"Por no decir bastante", el resto simplemente se lo calló, ya que cayó en la cuenta de que no entendía muy bien lo que pretendía, ¿iba a llevarla a cenar a alguna parte? La idea de forma repentina la hizo enrojecer al darse cuenta de que parecía una cita real.
Poco después y mientras llegaban a la entrada de un jardín botánico en el que Izzy nunca había estado, se hizo el silencio el cual rompió el mismo carterista. Y menos mal, porque la morena no paraba de darle vueltas al tema de que no quería que la invitara a cenar, ¿tendría dinero para hacerlo? Se le vino la imagen mental de la bolsita de monedas que le había dejado en la casa y le miró de reojo con cierto deje de enfado, pero sobretodo se arrepintió de haberla dejado allí. Y no sabía si fue por despiste o simplemente porque pensó que no le haría falta.
-No digas una palabra como "obligado" -Replicó- ...a mí nadie me obliga a nada, excepto mi madre, aunque ella también se dio por vencida hace tiempo -Tal vez no era del todo así, pero sabía de sobra que ahora que su madre iba a hacer acto de presencia chocarían de nuevo, e intentaría hacerla entrar en verea, buscar un marido, un trabajo digno para una mujer,...algo que a ella le pareciese bien.
También le hizo pensar en si sus seres queridos estarían realmente en peligro o no. Sabía de sobra que sí, que eso era algo inevitable pero también era algo de lo que se había obligado a no pensar muy a menudo por aquello de no volverse loca. No podría vivir día a día con una sonrisa ni tranquila si pensaba constantemente que podría pasarle algo a su hermano; y con respecto a su madre iba a tenerla pronto lo suficientemente cerca como para protegerla también.
-¿Una tasca? -En otro momento admitiría que ella también había estado en sitios así otras veces. Eran gajes del oficio, no es que le gustara visitar esos sitios ni mucho menos, aunque sí prefería sitios así a ir a un restaurante en donde todos pretendían aparentar que tenían dinero- ¿Que tú eres lo peor que puedo encontrar ahí? -Sonrió de oreja a oreja, no coincidía con él en eso- ...si piensas que eres lo peor, no te preocupes, te prefiero a ti antes que a otro que consideres mejor -Justo en ese momento entraron en el jardín botánico y decidió no comentar nada más al respecto de lo que acababa de decir.
La hora que era probablemente anochecería pronto, pero los tonos del sol que todavía quedaban por allí iluminaban de una forma bastante bonita las plantas que los rodeaban. Había arbustos verdes decorados con flores colocadas ahí a conciencia y otros arbustos que un jardinero se había dedicado a recortar con formas curiosas. Nunca había estado en un sitio así, pero le gustaba, no solía rodearse por naturaleza, aunque aquello era naturaleza manipulada, no era como ir a un bosque. ¿Cuánto hacía que no visitaba un bosque o el campo en si?
De lejos vio la misma estructura de madera que él y al ver que se acercaba a la misma, le siguió para examinar de cerca aquel sitio. Le pareció curioso, un sitio que elegiría cualquier hombre para tener una cita con su mujer, prometida o lo que fuera. Lo que no se esperaba era la pregunta que le hizo:
-Lo que me impulsa a darles caza es lo que una de esas criaturas le hizo a mi padre -No cruzó la mirada con él en ese momento, más bien se notó un deje de tristeza en lo que decía- ...decidí seguir el camino de mi padre para dar caza a esa criatura, pero después de años no tengo ni una simple pista -Al contrario que él, no se apoyó en la barandilla de madera, si no que colocó las manos sobre la misma mientras él podía mirarle de medio lado- Ser normal a veces puede ser aburrido -Dijo en un tono de voz algo más bajo. Lo cierto es que desde pequeña su idea sobre la vida no era la de la época actual, la que tenían todas las mujeres e hijas sobre su futuro. Todas sabían desde su infancia que debían buscar un marido, tener hijos, cuidar de su familia y la casa,...ella jamás había compartido tales ideas y por desgracia su madre nunca había estado de acuerdo en eso- No quiero ser como todo el mundo -Murmuró, más para sí misma que para él.
Poco después se dio cuenta de que echaba de menos a su padre, más de lo que se paraba a pensar a veces. Él era como ella, siempre habían compartido las ideas sobre lo que les rodeaba. Su padre le enseñó a que las ideas distintas del resto eran algo especial, que no siempre debía estar de acuerdo con los demás que no aceptara todo tal y como viniera si no le agradaba, que intentara cambiar su destino si alguien le imponía algo.
-Supongo que tú y yo tenemos ideas distintas sobre como debe ser la vida. Tal vez tú piensas que tener un trabajo, una esposa y una familia con la que tener una rutina es a lo máximo que se puede aspirar -Pero ella no pensaba así, tener una rutina era bueno a veces, no durante toda tu vida. Y había conocido a muchas personas que vivían amargados por tener que romperse la espalda día tras día por una familia que no le agradecía nada.
Desde lo último que había dicho se quedó algo pensativa. Aún seguía apoyada de lado a Ethan en la barandilla y miraba el jardín botánico con la vista algo perdida, como si sus pensamientos estuvieran lejos de allí y aquello no fuese más que una vista bonita en la que recrearse.
Izzy Rinwood- Cazador Clase Media
- Mensajes : 21
Fecha de inscripción : 06/04/2017
Localización : París
Re: El jardín de las palabras [Privado]
Pudo sentir la tristeza y melancolía de sus palabras, se arrepintió de haber sacado el tema, pero ya era tarde. Desde ese ángulo tan solo podía ver su rostro de perfil, con una luz anaranjada recorriendo su silueta; pronto anochecería. Hizo una breve pausa para tomar aire y así tratar de apartar los pensamientos que le bloqueaban.
-Eso no es cierto, no del todo.- dijo más calmado que antes. -Un tipo de vida más normal no tiene por qué ser aburrido, sólo hay que aprender a disfrutar las pequeñas cosas que te da la vida.- podía notarse cierto tono nostálgico emanando de su boca. Ahora, después de tantos años, echaba de menos la vida con sus padres, aprendiendo cosas nuevas sin darse cuenta; incluso recordaba ciertos momentos que en su día no supo apreciar, como cierta mañana que decidieron mojarse unos a otros en mitad del trabajo. -No niego que un poco de acción y el no saber qué te deparará mañana tiene su gracia, por supuesto, pero en unos años no estaremos ya para estos trotes. Además, ¿te has preguntado a qué puedes aspirar con esta vida? A terminar muerta, y no de cualquier forma, podría ser la más dolorosa que pudieras imaginar. Peor incluso, condenar a tus seres queridos a correr semejante suerte.- se apartó de la barandilla, pasando por detrás de la morena. -No, Isabelle, nadie escoge esta vida. Pero puedes pensar que así lo hiciste si eso te hace sentir mejor.- trató de escucharse a sí mismo y le sonaba raro, él no era nadie para andarse con semejantes discursos, y sin embargo lo hacía. Se quedó un instante allí detrás, sentía ganas de abrazarla, por más empatía que nada, pero no iba a hacerlo, claro que no. Se giró, haciéndose el distraído cuando ella se volteó.
Anochecía. Lo tuvo claro cuando vio acercarse al farolero que, sonriente, dio lumbre para la estructura de madera. Caminó en dirección contraria, donde cada cierta distancia ya había un farol encendido para ellos. -Vamos a cenar y a beber para olvidar esta conversación.- dijo invitándola a acompañarle, con un meneo de cabeza. -Y lo que surja.- añadió por lo bajo, sin mirarla directamente. Se preguntaba cuánto le duraría la diversión hasta volver a arrepentirse.
De noche el parque transmitía mucha paz, pero también cierta sensación de estar en una jaula. No escuchaba los peculiares ruidos del bosque, no estaba del todo a gusto allí, o simplemente aquello no podía compararse a estar en plena naturaleza.
Por el mismo camino venía hacia ellos una pareja. Se les veía muy acaramelados, no pudo escuchar gran cosa, pero podía vérseles reír y apegarse cada vez más. Cuando pasaron por su lado se volteó para mirarles una última vez y luego volvió la vista hacia la morena. -¿Tú también serías así de cursi?- dijo dándole un ligero toque en el hombro, quizás pecando de exceso de confianza. -Yo no estoy seguro de ello, pero probablemente también lo fuera.- pensó, y por poco lo suelta sin darse cuenta. No iba a contarle nada, no había por qué, tan solo conseguiría espantarla y hacer que ambos se sintieran mal, total, sin estar haciendo nada. Todavía.
Junto a la salida del jardín había una pequeña zona con bancos de hierro y madera, pintados de blanco. Parecía un merendero, se acordaría de ese lugar para volver algún día. En aquel momento estaba ocupado por un gran bulto gris, una persona envuelta en una manta que, desde lejos, atufaba a una desagradable mezcla de alcohol y orín. Recordó por qué hacía lo que hacía, por qué robaba, por qué engañaba. Desde un principio tuvo claro que él jamás querría dar lástima a nadie, pues nadie iba a sentirla para empezar. El mundo no era un lugar amable, ¿por qué tendría que serlo él? Nunca estafaba más de lo que necesitaba.
-Ya casi estamos.- dijo cuando se dio cuenta de que llevaba demasiado tiempo callado, pero no supo qué más añadir.
Al cruzar la primera calle, justo en la esquina, allí estaba Le Piège, con su letrero de hierro forjado en la puerta, la taberna de Eugene, al que recordaba deberle alguna que otra copa, menos mal que esta vez llevaba dinero. Un cepo antiguo y oxidado colgaba de la pared exterior.
Al salir del parque, antes de nada, le advirtió. -Te dije que es un antro para gente como yo, no entran mujeres, prepárate para ser el centro de atención.- musitó, acercándose más a ella. No iba a perderla de vista, pero no hacía falta decírselo.
-Eso no es cierto, no del todo.- dijo más calmado que antes. -Un tipo de vida más normal no tiene por qué ser aburrido, sólo hay que aprender a disfrutar las pequeñas cosas que te da la vida.- podía notarse cierto tono nostálgico emanando de su boca. Ahora, después de tantos años, echaba de menos la vida con sus padres, aprendiendo cosas nuevas sin darse cuenta; incluso recordaba ciertos momentos que en su día no supo apreciar, como cierta mañana que decidieron mojarse unos a otros en mitad del trabajo. -No niego que un poco de acción y el no saber qué te deparará mañana tiene su gracia, por supuesto, pero en unos años no estaremos ya para estos trotes. Además, ¿te has preguntado a qué puedes aspirar con esta vida? A terminar muerta, y no de cualquier forma, podría ser la más dolorosa que pudieras imaginar. Peor incluso, condenar a tus seres queridos a correr semejante suerte.- se apartó de la barandilla, pasando por detrás de la morena. -No, Isabelle, nadie escoge esta vida. Pero puedes pensar que así lo hiciste si eso te hace sentir mejor.- trató de escucharse a sí mismo y le sonaba raro, él no era nadie para andarse con semejantes discursos, y sin embargo lo hacía. Se quedó un instante allí detrás, sentía ganas de abrazarla, por más empatía que nada, pero no iba a hacerlo, claro que no. Se giró, haciéndose el distraído cuando ella se volteó.
Anochecía. Lo tuvo claro cuando vio acercarse al farolero que, sonriente, dio lumbre para la estructura de madera. Caminó en dirección contraria, donde cada cierta distancia ya había un farol encendido para ellos. -Vamos a cenar y a beber para olvidar esta conversación.- dijo invitándola a acompañarle, con un meneo de cabeza. -Y lo que surja.- añadió por lo bajo, sin mirarla directamente. Se preguntaba cuánto le duraría la diversión hasta volver a arrepentirse.
De noche el parque transmitía mucha paz, pero también cierta sensación de estar en una jaula. No escuchaba los peculiares ruidos del bosque, no estaba del todo a gusto allí, o simplemente aquello no podía compararse a estar en plena naturaleza.
Por el mismo camino venía hacia ellos una pareja. Se les veía muy acaramelados, no pudo escuchar gran cosa, pero podía vérseles reír y apegarse cada vez más. Cuando pasaron por su lado se volteó para mirarles una última vez y luego volvió la vista hacia la morena. -¿Tú también serías así de cursi?- dijo dándole un ligero toque en el hombro, quizás pecando de exceso de confianza. -Yo no estoy seguro de ello, pero probablemente también lo fuera.- pensó, y por poco lo suelta sin darse cuenta. No iba a contarle nada, no había por qué, tan solo conseguiría espantarla y hacer que ambos se sintieran mal, total, sin estar haciendo nada. Todavía.
Junto a la salida del jardín había una pequeña zona con bancos de hierro y madera, pintados de blanco. Parecía un merendero, se acordaría de ese lugar para volver algún día. En aquel momento estaba ocupado por un gran bulto gris, una persona envuelta en una manta que, desde lejos, atufaba a una desagradable mezcla de alcohol y orín. Recordó por qué hacía lo que hacía, por qué robaba, por qué engañaba. Desde un principio tuvo claro que él jamás querría dar lástima a nadie, pues nadie iba a sentirla para empezar. El mundo no era un lugar amable, ¿por qué tendría que serlo él? Nunca estafaba más de lo que necesitaba.
-Ya casi estamos.- dijo cuando se dio cuenta de que llevaba demasiado tiempo callado, pero no supo qué más añadir.
Al cruzar la primera calle, justo en la esquina, allí estaba Le Piège, con su letrero de hierro forjado en la puerta, la taberna de Eugene, al que recordaba deberle alguna que otra copa, menos mal que esta vez llevaba dinero. Un cepo antiguo y oxidado colgaba de la pared exterior.
Al salir del parque, antes de nada, le advirtió. -Te dije que es un antro para gente como yo, no entran mujeres, prepárate para ser el centro de atención.- musitó, acercándose más a ella. No iba a perderla de vista, pero no hacía falta decírselo.
Ethan Lefou- Cazador Clase Baja
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Fecha de inscripción : 06/04/2017
Re: El jardín de las palabras [Privado]
No quiso llevarle la contraria en las respuestas que le había dado, más bien no quiso comentar tampoco nada más sobre el tema. Puede que hasta se sintiera un poco molesta por decir que se consolaba a sí misma diciendo que había elegido esa vida. ¿No lo había hecho? Había escogido ese camino en un principio por venganza a su padre, luego porque pensaba que los encargos que le hacían eran una buena forma de subsistir pero ahora...le había roto completamente ese esquema, no estaba segura de si había sido su decisión de primeras o simplemente lo había tomado así porque pensó que era su obligación; puede que un poco de las dos, o más de la segunda:
-Hace mucho que no bebo -Comentó haciendo oídos sordos a lo de olvidar la conversación. Por mucho que se esforzara iba a ser difícil sacarle el tema anterior de la cabeza. Y lo cierto es que aguantaba bien el alcohol, no tenía problema con él, solamente que ni siquiera podía recordar cuándo había sido la última vez que tomó una copa de algo. Tal vez al llegar a París, cuando se dio de bruces contra la pared al entender que por mucho tiempo que pasara no iba a encontrar pista alguna sobre el asesino de su padre- Gracias -Le dijo al hombre que trajo la luz a aquel sitio, aunque poco después ellos ya estaban caminando dirección a la tasca que Ethan conocía.
En un primer momento ni siquiera se fijó en la pareja que se dirigía hacia ellos, no solía fijarse en esas cosas...tal vez sí en las expresiones de la gente, sus movimientos, esa espontaneidad que tenían algunos,...pero a las parejas las ignoraba completamente. Seguramente porque ella jamás había tenido pareja, y no es que quisiera un novio, no podría soportar poner en peligro a más gente querida, si no porque tampoco había surgido ni sintió nada por nadie hasta ese momento.
-No puedo decirte cómo sería -Le sonrió justo en el momento en el que se giró para decirle eso- , nunca he estado con nadie, tal vez sería un dolor de cabeza tenerme al lado -Se río ante su propio comentario y dejó que reinara el silencio.
Aunque iba caminando casi al mismo ritmo que él, no tenía mucho más que mirar por los alrededores, iba pensativa, cabizbaja de vez en cuando y no es que estuviera triste, si no que se le hacía complicado no pensar en su padre. Cuando se acordaba de ese tema era difícil que en poco rato se le fuese así sin más, la herida que dejó en ella la pérdida de su padre seguía doliendo tanto como el primer día; sobretodo porque se culpaba a sí misma y nadie sabía lo que ocurrió realmente. Si ella no se hubiera interpuesto entre el cazador y su presa, probablemente su padre seguiría vivo.
Suspiró, sacudió una vez la cabeza removiendo su melena con ello y dirigió la mirada al vagabundo que había sentado en uno de aquellos bancos de recreo:
-No quisiera acabar nunca así -Arrugó en un gesto muy suyo la nariz cuando le vino un leve olor a orín que no era nada precisamente agradable y escuchó que quedaba poco para llegar.
Después de eso no habló más en todo el rato hasta que vio de lejos la salida del jardín botánico. En la misma había colocado un supervisor con una lámpara de aceite en mano que les hizo un gesto y dedicó una sonrisa falsa al salir. Isabelle no tuvo muy claro si ese hombre le sonaba de algo, pero tampoco pudo verle mejor porque ya se había hecho de noche. La obscuridad reinaba por los alrededores aún no del todo cerrada pero por suerte había faroles que alumbraban la ciudad.
-Le Piège -Pronunció el nombre en un francés algo imperfecto ya que el idioma no es que se le diera del todo bien, al menos no ese; no le gustaba en absoluto- Veamos qué sorpresas guarda este sitio.
Empujó la puerta mientras de reojo se daba cuenta del cepo que había colgado bajo el letrero y nada más entrar pudo confirmar lo que decía Ethan. Todas y cada una de las caras que había en la tasca se giraron para ver a la recién llegada, y todos eran hombres. En una rápida pasada no logró diferenciar a una sola mujer.
Algo avergonzada pero sin dejar que se le notara, se dirigió a una de las mesas que había libres, alejada de las demás y colocada en una esquina. No supo muy bien porqué se fue ahí, tal vez porque pensaba que se la vería menos, pero su vestido dejaba claro lo que era y nadie de allí estaba por la labor de dejar en paz a la nueva clienta.
-Todavía no tengo muy claro si es un sitio de mala muerte o no...pero huele a... -"Hombre", esa era la palabra que se había callado. Olía a masculinidad y a alcohol. Casi todos los presentes tenían una copa en la mano y varias alrededor de la mesa o de su sitio en la barra. No es que fuese una tasca precisamente cuidada, además, porque por algunas esquinas podían verse mini telarañas y la iluminación dejaba mucho que desear.
-Hace mucho que no bebo -Comentó haciendo oídos sordos a lo de olvidar la conversación. Por mucho que se esforzara iba a ser difícil sacarle el tema anterior de la cabeza. Y lo cierto es que aguantaba bien el alcohol, no tenía problema con él, solamente que ni siquiera podía recordar cuándo había sido la última vez que tomó una copa de algo. Tal vez al llegar a París, cuando se dio de bruces contra la pared al entender que por mucho tiempo que pasara no iba a encontrar pista alguna sobre el asesino de su padre- Gracias -Le dijo al hombre que trajo la luz a aquel sitio, aunque poco después ellos ya estaban caminando dirección a la tasca que Ethan conocía.
En un primer momento ni siquiera se fijó en la pareja que se dirigía hacia ellos, no solía fijarse en esas cosas...tal vez sí en las expresiones de la gente, sus movimientos, esa espontaneidad que tenían algunos,...pero a las parejas las ignoraba completamente. Seguramente porque ella jamás había tenido pareja, y no es que quisiera un novio, no podría soportar poner en peligro a más gente querida, si no porque tampoco había surgido ni sintió nada por nadie hasta ese momento.
-No puedo decirte cómo sería -Le sonrió justo en el momento en el que se giró para decirle eso- , nunca he estado con nadie, tal vez sería un dolor de cabeza tenerme al lado -Se río ante su propio comentario y dejó que reinara el silencio.
Aunque iba caminando casi al mismo ritmo que él, no tenía mucho más que mirar por los alrededores, iba pensativa, cabizbaja de vez en cuando y no es que estuviera triste, si no que se le hacía complicado no pensar en su padre. Cuando se acordaba de ese tema era difícil que en poco rato se le fuese así sin más, la herida que dejó en ella la pérdida de su padre seguía doliendo tanto como el primer día; sobretodo porque se culpaba a sí misma y nadie sabía lo que ocurrió realmente. Si ella no se hubiera interpuesto entre el cazador y su presa, probablemente su padre seguiría vivo.
Suspiró, sacudió una vez la cabeza removiendo su melena con ello y dirigió la mirada al vagabundo que había sentado en uno de aquellos bancos de recreo:
-No quisiera acabar nunca así -Arrugó en un gesto muy suyo la nariz cuando le vino un leve olor a orín que no era nada precisamente agradable y escuchó que quedaba poco para llegar.
Después de eso no habló más en todo el rato hasta que vio de lejos la salida del jardín botánico. En la misma había colocado un supervisor con una lámpara de aceite en mano que les hizo un gesto y dedicó una sonrisa falsa al salir. Isabelle no tuvo muy claro si ese hombre le sonaba de algo, pero tampoco pudo verle mejor porque ya se había hecho de noche. La obscuridad reinaba por los alrededores aún no del todo cerrada pero por suerte había faroles que alumbraban la ciudad.
-Le Piège -Pronunció el nombre en un francés algo imperfecto ya que el idioma no es que se le diera del todo bien, al menos no ese; no le gustaba en absoluto- Veamos qué sorpresas guarda este sitio.
Empujó la puerta mientras de reojo se daba cuenta del cepo que había colgado bajo el letrero y nada más entrar pudo confirmar lo que decía Ethan. Todas y cada una de las caras que había en la tasca se giraron para ver a la recién llegada, y todos eran hombres. En una rápida pasada no logró diferenciar a una sola mujer.
Algo avergonzada pero sin dejar que se le notara, se dirigió a una de las mesas que había libres, alejada de las demás y colocada en una esquina. No supo muy bien porqué se fue ahí, tal vez porque pensaba que se la vería menos, pero su vestido dejaba claro lo que era y nadie de allí estaba por la labor de dejar en paz a la nueva clienta.
-Todavía no tengo muy claro si es un sitio de mala muerte o no...pero huele a... -"Hombre", esa era la palabra que se había callado. Olía a masculinidad y a alcohol. Casi todos los presentes tenían una copa en la mano y varias alrededor de la mesa o de su sitio en la barra. No es que fuese una tasca precisamente cuidada, además, porque por algunas esquinas podían verse mini telarañas y la iluminación dejaba mucho que desear.
Izzy Rinwood- Cazador Clase Media
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Fecha de inscripción : 06/04/2017
Localización : París
Re: El jardín de las palabras [Privado]
Le extrañó la respuesta de hacía un rato, cuando vieron a aquella pareja. ¿Cómo no podía haber estado con nadie? Debía tratarse de modestia o vergüenza, no terminaba de creer que una mujer de semejante talante no hubiera probado bocado. Fuera como fuere, no quiso tampoco increparla con más preguntas que tal vez le resultaran incómodas. Parecía distraída, exactamente desde el momento bajo aquél porche. Esperaba que no se hubiera tomado a mal sus palabras.
Siguió al lado de Isabelle hasta la entrada del local donde iban a cenar. Allí dejó que lo adelantara, por culpa de cierta broma había retomado la costumbre de dejarla pasar primero, cuando eso era algo que perdió hace mucho. La siguió con la mirada mientras empujaba la puerta, sin poder evitar bajar hasta cierto punto la vista. Para cuando se dio cuenta sonrió levemente apartando los ojos de su figura.
Enseguida un griterío escapó del interior, la cosa estaba tan animada como siempre. Ya se había acostumbrado a ese ambiente después de tantos años. Las voces sin embargo cesaron para voltearse a admirar la recién llegada, podía ver a varias caras feas boquiabiertas mirando a la morena. Ella caminó hasta una esquina, a sentarse, pronto se quejó y con razón del olor del lugar. En efecto el aire estaba cargado, mucho sudoroso, gente que no puede (o quiere) (o no tiene tiempo de) lavarse, y sobretodo mucho alcohol, a nadie le importaba derramar la cerveza o la copa al suelo, el cual apenas se fregaba muy de vez en cuando.
-Enseguida vuelvo, voy a hablar con el dueño.- se despidió con cierto tono de duda. No se atrevía a dejarla allí, conocía lo suficiente a los buitres del lugar, por eso mismo debía hablar con Eugene. Eugene era un hombre relativamente joven para ser dueño de ese tugurio, el cual heredó de su padre, que fue cazador y daba cobijo en su casa a sus semejantes. Eugene convirtió su casa en Le Piège, viviendo en el piso superior. El chico no tenía madera de cazador, sin embargo sabía tratar con esa gente, le gustaba el dinero y mucha gente, incluído Ethan, creía firmemente que tenía más de un chanchullo turbio para amasar tal fortuna. Esa era su protección: dinero y el poder contar con tantísimos hombres del gremio, que sin duda le cubrirían las espaldas por un buen pellizco.
Caminó hasta la barra, preguntando por Eugene al mozo que en aquel momento atendía. Le dijo que estaba ocupado con un asunto de negocios en su piso. Ethan lo pensó un instante, girándose para buscar con la mirada a la morena. Seguía sola, así que la saludó desde la barra, pidiéndole que esperase un poco más.
Aprovechó que el muchacho estaba distraído para colarse hasta la cocina, donde un fornido señor de brazos bastante peludos estaba meneando un cazo. Olía bien, eso era innegable, pero solo con ver las pintas del cocinero, fumando con gesto desagradable, se le quitaban las ganas de probar la sopa. -¿Qué haces en mi cocina, rata?- gruñió el oso en cuanto advirtió su presencia. -Me manda Eugene, dice que te pongas a hornear un pan y nos saques unos quesos variados.- al hombre por poco se le cae el cigarro de la boca, mirándolo incrédulo. -Ya sabes cómo es Eugene con sus amigos, hazle caso y date prisa, mientras yo buscaré en la bodega algún vino.- y entró como Pedro por su casa. El cocinero dudó un instante, pero sabía que no dejaban pasar a nadie a la cocina, y el ladrón hablaba con tanta convicción y naturalidad que parecía completamente normal. No tardó en ponerse manos a la obra. Mientras, Ethan rebuscaba en la bodega, sin ser ningún entendido en la materia, cogió un tinto cualquiera.
Volvió a la cocina y el hombre le quiso preguntar algo pero Ethan le dejó a medias, diciéndole que tenía prisa, mientras rebuscaba entre los cajones los manteles. Salió de allí con mantel, un par de copas y la botella, dirección a la mesa de la morena.
Desde la barra podía ver como en aquella esquina habían ahora dos hombres, dos espaldas más bien. Reconoció a ambos rapaces como Jeff y Maurice, unos pordioseros viciosos, no eran de fiar, aunque en ese mundillo esa era la imagen de los demás que más abundaba. Nadie se fiaba de nadie. Vació las manos en la mesa vacía de al lado, todavía no se habían dado cuenta de su presencia, cuando Ethan se colocó entre los dos individuos, viendo por fin a Isabelle. Parecía estresada.
-Caballeros, me temo que la dama queda un poco lejos de vuestro alcance.- el más alto de los dos, Maurice, rió sorprendido. Su aliento apestaba a whisky, mientras que su compañero apenas parpadeaba sin decir nada. -No seas aguafiestas, Lefou, nos estamos divirtiendo.- dijo Maurice, dándole un golpe en el hombro a Ethan. -Enserio, quisiera hablar a solas con mi prometida.- explicó sonriente. Aquello pareció ahuyentarlos efectivamente, pues sus rostros se tornaron serios, mirándose cómplices, largándose de aquella esquina.
Cuando los perdió de vista entre la gente, dejó escapar un bufido de risa, mirando de reojo a la morena. -No te rías, esta noche tendremos que pasar por prometidos para que te dejen en paz.- mientras pasaba un trapo por la mesa. Colocó el mantel de cualquier manera y sirvió la bebida sin cuidado. -Ya te advertí que no era ningún lugar elitista, sin embargo tienen buen vino.- tomó asiento y le ofreció una de las copas, más llenas de lo que debería llenarse una copa de vino, pero hacía tiempo que había perdido el interés por ese estúpido protocolo. -Salud.- brindó, dedicándole una media sonrisa.
Siguió al lado de Isabelle hasta la entrada del local donde iban a cenar. Allí dejó que lo adelantara, por culpa de cierta broma había retomado la costumbre de dejarla pasar primero, cuando eso era algo que perdió hace mucho. La siguió con la mirada mientras empujaba la puerta, sin poder evitar bajar hasta cierto punto la vista. Para cuando se dio cuenta sonrió levemente apartando los ojos de su figura.
Enseguida un griterío escapó del interior, la cosa estaba tan animada como siempre. Ya se había acostumbrado a ese ambiente después de tantos años. Las voces sin embargo cesaron para voltearse a admirar la recién llegada, podía ver a varias caras feas boquiabiertas mirando a la morena. Ella caminó hasta una esquina, a sentarse, pronto se quejó y con razón del olor del lugar. En efecto el aire estaba cargado, mucho sudoroso, gente que no puede (o quiere) (o no tiene tiempo de) lavarse, y sobretodo mucho alcohol, a nadie le importaba derramar la cerveza o la copa al suelo, el cual apenas se fregaba muy de vez en cuando.
-Enseguida vuelvo, voy a hablar con el dueño.- se despidió con cierto tono de duda. No se atrevía a dejarla allí, conocía lo suficiente a los buitres del lugar, por eso mismo debía hablar con Eugene. Eugene era un hombre relativamente joven para ser dueño de ese tugurio, el cual heredó de su padre, que fue cazador y daba cobijo en su casa a sus semejantes. Eugene convirtió su casa en Le Piège, viviendo en el piso superior. El chico no tenía madera de cazador, sin embargo sabía tratar con esa gente, le gustaba el dinero y mucha gente, incluído Ethan, creía firmemente que tenía más de un chanchullo turbio para amasar tal fortuna. Esa era su protección: dinero y el poder contar con tantísimos hombres del gremio, que sin duda le cubrirían las espaldas por un buen pellizco.
Caminó hasta la barra, preguntando por Eugene al mozo que en aquel momento atendía. Le dijo que estaba ocupado con un asunto de negocios en su piso. Ethan lo pensó un instante, girándose para buscar con la mirada a la morena. Seguía sola, así que la saludó desde la barra, pidiéndole que esperase un poco más.
Aprovechó que el muchacho estaba distraído para colarse hasta la cocina, donde un fornido señor de brazos bastante peludos estaba meneando un cazo. Olía bien, eso era innegable, pero solo con ver las pintas del cocinero, fumando con gesto desagradable, se le quitaban las ganas de probar la sopa. -¿Qué haces en mi cocina, rata?- gruñió el oso en cuanto advirtió su presencia. -Me manda Eugene, dice que te pongas a hornear un pan y nos saques unos quesos variados.- al hombre por poco se le cae el cigarro de la boca, mirándolo incrédulo. -Ya sabes cómo es Eugene con sus amigos, hazle caso y date prisa, mientras yo buscaré en la bodega algún vino.- y entró como Pedro por su casa. El cocinero dudó un instante, pero sabía que no dejaban pasar a nadie a la cocina, y el ladrón hablaba con tanta convicción y naturalidad que parecía completamente normal. No tardó en ponerse manos a la obra. Mientras, Ethan rebuscaba en la bodega, sin ser ningún entendido en la materia, cogió un tinto cualquiera.
Volvió a la cocina y el hombre le quiso preguntar algo pero Ethan le dejó a medias, diciéndole que tenía prisa, mientras rebuscaba entre los cajones los manteles. Salió de allí con mantel, un par de copas y la botella, dirección a la mesa de la morena.
Desde la barra podía ver como en aquella esquina habían ahora dos hombres, dos espaldas más bien. Reconoció a ambos rapaces como Jeff y Maurice, unos pordioseros viciosos, no eran de fiar, aunque en ese mundillo esa era la imagen de los demás que más abundaba. Nadie se fiaba de nadie. Vació las manos en la mesa vacía de al lado, todavía no se habían dado cuenta de su presencia, cuando Ethan se colocó entre los dos individuos, viendo por fin a Isabelle. Parecía estresada.
-Caballeros, me temo que la dama queda un poco lejos de vuestro alcance.- el más alto de los dos, Maurice, rió sorprendido. Su aliento apestaba a whisky, mientras que su compañero apenas parpadeaba sin decir nada. -No seas aguafiestas, Lefou, nos estamos divirtiendo.- dijo Maurice, dándole un golpe en el hombro a Ethan. -Enserio, quisiera hablar a solas con mi prometida.- explicó sonriente. Aquello pareció ahuyentarlos efectivamente, pues sus rostros se tornaron serios, mirándose cómplices, largándose de aquella esquina.
Cuando los perdió de vista entre la gente, dejó escapar un bufido de risa, mirando de reojo a la morena. -No te rías, esta noche tendremos que pasar por prometidos para que te dejen en paz.- mientras pasaba un trapo por la mesa. Colocó el mantel de cualquier manera y sirvió la bebida sin cuidado. -Ya te advertí que no era ningún lugar elitista, sin embargo tienen buen vino.- tomó asiento y le ofreció una de las copas, más llenas de lo que debería llenarse una copa de vino, pero hacía tiempo que había perdido el interés por ese estúpido protocolo. -Salud.- brindó, dedicándole una media sonrisa.
Ethan Lefou- Cazador Clase Baja
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Fecha de inscripción : 06/04/2017
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