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PARÍS, FRANCIA
AÑO 1842

Nos encontramos en París, Francia, exactamente en la pomposa época victoriana. Las mujeres pasean por las calles luciendo grandes y elaborados peinados, mientras abanican sus rostros y modelan elegantes vestidos que hacen énfasis los importantes rangos sociales que ostentan; los hombres enfundados en trajes las escoltan, los sombreros de copa les ciñen la cabeza.

Todo parece transcurrir de manera normal a los ojos de los humanos; la sociedad está claramente dividida en clases sociales: la alta, la media y la baja. Los prejuicios existen; la época es conservadora a más no poder; las personas con riqueza dominan el país. Pero nadie imagina los seres que se esconden entre las sombras: vampiros, licántropos, cambiaformas, brujos, gitanos. Todos son cazados por la Inquisición liderada por el Papa. Algunos aún creen que sólo son rumores y fantasías; otros, que han tenido la mala fortuna de encontrarse cara a cara con uno de estos seres, han vivido para contar su terrorífica historia y están convencidos de su existencia, del peligro que representa convivir con ellos, rondando por ahí, camuflando su naturaleza, haciéndose pasar por simples mortales, atacando cuando menos uno lo espera.

¿Estás dispuesto a regresar más doscientos años atrás?



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Mensaje por Rilian Korsákova Jue Nov 08, 2012 4:30 pm

"Salid del alma, confianza vana,
esperanza fundada en apariencias,
si os falta calidad, ¿qué importa el nombre?"


Lope de Vega. Probemos esta vez el sufrimiento



Más vale pájaro volando que cien en mano ¿O era al revés? Probablemente, pero como todo aquello que pensaba, estaba sólo en su mente y en su mente ella era la Emperatriz. Podía ser libre y volar hacia horizontes insospechados, ganar batallas e incluso vivir cómoda y feliz sin trabajarle un día a nadie y vivir a cuestas de sus propios escritos, de sus descubrimientos y novelas de criaturas sobrenaturales.

Rilian, era por sobre todo una mujer culta, una de las pocas con opinión propia en una época en donde las damas de la alta sociedad eran criadas para atender a sus maridos, pero ella no había sido criada como aquellas damas y era lo que más podía agradecer de la obstinación de su padre por querer convertirla en el hijo varón que jamás tubo. Por ello, es que sabía leer y escribir, jugar al póquer, montar a caballo, hacer cálculos complejos e incluso hablar en otros idiomas; una verdadera joya para cualquier familia con un hijo en edad casamentera, claro, hasta que a ella se le ocurría abrir la boca para decir que no cocinaba y ni bordaba, y si aquello no era suficiente, vergüenza le faltaba para decir barbaridades tales como que aún se hacía en la cama. Hasta ahora nunca había fallado en la ruptura de sus compromisos, y la única vez en que nada había funcionado, se había escapado a Francia con los ahorros de su familia.

Por supuesto, que el padre de tal charlatana mujer era también poseedor de una mente brillante y no escatimaba en intentos de, si ya no había podido tener un hijo varón, conseguir ahora un nieto de igual sexo; y así era la lucha diaria del “te caso y me descaso” que les había llevado hasta el límite de dar con su paradero y enviar hasta allá a un nuevo prometido, uno de entrega directa, con todo y moño ruso. Ni más ni menos que un propio miembro de la realeza.

Vestía un elegante vestido, si no fuera porque el hombre aquel era noble, probablemente se hubiese vestido con un estropajo, pero jugar con la realeza era como jugar con fuego o podía correr el riesgo de que le cortasen la cabeza; por ello, sus movimientos debían ser astutos e irrefutables. Por vez primera, sería una ventura que le haría ejercitar las neuronas hasta niveles que ella misma se desconocía, sin embargo, confiaba de su ingenio y seguridad propias, y sabía que esta vez tampoco le fallaría.

Como siempre, no soportaba aún los corset, así que su vestido solamente entallaba hasta el busto y luego caía grácil como la fina seda del cual estaba hecho. Su cabello dorad sujeto a una media cola, maquillaje casi imperceptible y sin nada de perfume, ya que tampoco se trataba de agradarle sino de buscar aquel punto exacto en el cual pudiese ella denotar su desinterés sin llegar a rozar los límites de lo vulgar.

Suspiró y se puso de pie para pasearse por el salón acordado mientras observaba la magnificencia de su construcción, hasta que un reloj de pedestal se interpuso majestuoso en medio de su campo visual. Sonrió con malicia y tras mirar hacia ambos lados, adelantó las manecillas del reloj para así jugarle a su nuevo prometido, la primera de sus malas pasadas. Pobre chico, ni idea de con quien se estaba metiendo.

Se alejó del reloj y comenzó a pasearse con fingido fastidio al tiempo que ensayaba la expresión molesta de quien lleva esperando horas. Por un momento deseo incluso que se socavara el piso ante sus caminatas, aunque ello ya sería exagerar al máximo pero de todos modos era divertido.

Finalmente la puerta se abrió, y ahí estaba él. Alto, rubio, apuesto, completamente agradable a la vista, lo cual era una ecuación que sólo igualaba con dos únicos resultados: mujeriego y engreído.

No sabía yo que la realeza desconocía de los horarios — le dijo a modo de saludo, con una sonrisa notoriamente forzada, ya que después de todo, realmente deseaba que se notara su desagrado.

No os queméis” se dijo a si misma, cuando temió de que se le pasara la mano, y entonces cogió los costados de su vestido para dedicarle una reverencia — Os estaba esperando, si es que en verdad sois vos por quien mis padres han de haberme citado.




Última edición por Rilian Korsákova el Jue Ene 10, 2013 2:42 pm, editado 2 veces


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Mensaje por Fyodor C. Ivashkov Jue Nov 15, 2012 5:27 pm

Pero, nena, ¡amo tu dinero!
¡Ni una sola vez has dicho que me amaras a mí!
¿Qué querías un mentiroso o un amante?
El día que me deshice de un fajo de billetes. Charles Bukowski.


No. Te. Preocupes. No te preocupes. Se lo repite él y se lo han repetido otros. Se lo sigue repitiendo mientras se dirige hacia el palacio, mientras desea seguir el camino más fácil y ese que todos esperan que siga. Nadie cree en él, ni siquiera él mismo, pero por un día les escupirá a todos en la cara y les enseñará que aunque tiene cara de idiota en realidad no lo es tanto, sólo lo parece la mayor parte del tiempo y aunque desea con todas sus fuerzas aferrarse a su compatriota, el vodka, esta vez no lo hará. Sólo esta vez, nada podemos asegurar con respecto a mañana.

Se le ve con los hombros encorvados, las manos en los bolsillos, la camisa fuera de los pantalones y un par de botones desabrochados. Tiene el pelo revuelto y a diferencia de muchas ocasiones no se debe a la marca de sábanas de la cama de una barata mujer o por haber despertado en cualquier lugar menos en su habitación pulcramente ordenada por el trabajo de alguien más. Es el recuerdo de una carta lo que lo atormenta o más bien el contenido de esa misiva, que desde su llegada, lo ha estado torturando al punto de quitarle incluso el deseo por sus más grandes aficiones, el sexo y la bebida.

Poco se le puede divisar por el palacio, intenta no pasar tiempo en ese lugar que jamás ha considerado como parte de lo que pretende para su vida, pero muchas veces, la mayoría de ellas en esas escasas ocasiones en que está lo bastante sobrio o con un humor algo menos agrio, vuelve y aprovecha de revisar su correspondencia. Gran error, al menos así lo piensa ahora. Su madre describió a la muchachita con tantas virtudes y alabanzas que sólo consiguió que su hijo desconfiara aún más y comenzara a mover sus influencias para conocer un poco más de esa mujer que han elegido para él. Claro, como si no pudiera hacerlo por si mismo.

Ahora, apenas entra, todo lo que escucha es una recriminación por un tiempo que ni siquiera ha tomado en cuenta y aún cuando su madre no mentía sobre el aspecto de la chica, que además hace una muy bien ejecutada reverencia, la acidez de sus palabras le ha quitado todo el atractivo que pudo tener a sus ojos. Que con un cabrón basta y Fyodor ya sabe que es él quien debe serlo siempre. Al detenerse frente a ella nota que la sonrisa sólo le calienta la sangre y no de una manera en que despierte su deseo. — Sígueme — Continúa avanzando y la mira por sobre su hombro.

Otra puerta se abre, el pasillo es amplio y lo recorre con zancadas largas, conoce el camino por esas noches de insomnio en que también ha encontrado respuestas en ese lugar, tal como ahora. Realmente espera que ella lo siga, no quiere tener que volver al salón principal donde alguien, de seguro un asistente, le ha dicho que espere, prefiere quedarse en la pequeña biblioteca a la que ingresa y donde además encuentra una botella que él mismo escondió junto a un vaso con algo de polvo que limpia con la manga de su camisa. ¡Su chaqueta! En algún lugar debe estar tirada si es que ningún vagabundo no se apoderó de ella.

Minutos que pasan y maldice de nuevo por haberse ausentado, por no haber leído con más anticipación esa carta, por no estar preparado para lo que ahora se viene, sobre todo considerando que la ve ingresar y que esa primera impresión no estaba equivocada. — Cuando nos casemos será de este modo… — lo da como un hecho, como si ya estuviera la fecha fijada y hasta los invitados al otro lado de la puerta, — yo beberé hasta cansarme, luego llegaré a la cama que compartiremos y follaré contigo para que tengas esos maravillosos herederos que mi madre espera… — intenta asustarla o al menos que sea ella quien termine con el compromiso.

—Luego me iré por algunos días y al volver será lo mismo otra vez… todas las semanas, todos los meses, hasta que pueda volver a mi trabajo — revela demasiado, ya era suficiente con insinuar que eso es lo que le espera, que él no está de acuerdo y que aquel matrimonio no será más que una relación fracasada como tantas otras. Es primera vez que su familia llega tan lejos en la idea de un compromiso, siempre fueron sólo advertencias de que si no conseguía él una esposa, alguien más lo haría le gustara o no. Y considerando que entre sus planes no ha estado el de establecerse con alguna mujer, al parecer han cumplido sus amenazas.



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Mensaje por Rilian Korsákova Miér Nov 21, 2012 3:15 pm

"Cantando va la Musa de la Tierra,
cantando va la audaz locomotora,
que difunde, con voz atronadora,
todo el poder que el Universo encierra."


José de Diego. Fuerzas irresistibles



En cuanto se hubo callado la boca, recayó mucho mejor en su aspecto, ya no sólo el rostro del muchacho, que si algo tenía de niña es que seguía siendo aquello en lo primero que se fijaba, pero ahora, que le tenía de frente y más cercano, era todo su aspecto el que miraba; camisa afuera, botones desabrochados, cabello alborotado y... prrrffftt... ¿para qué seguir enumerando? El hombre era un completo desastre y muy mal educado. Menudo follón, mientras más dinero más desagradables, eso ya podía confirmarlo.

Sígueme — le dijo el hombre mientras le miraba por sobre su hombro, hablándole con la confianza que se le tiene a los criados, por lo que quiso asesinarle con la mirada y decirle una nueva pesadez, pero otra de las puertas se abrió desviando su atención.

El ruso entró primero y ella rodó los ojos, hasta ella misma podía ser más atenta que él. Le siguió con exasperación, también dando grandes zancadas aún a pesar de que las suyas no se veían tan bien como las del muchacho, pues a pesar de que intentaba seguirle el paso, sus piernas eran más cortas y sus zapatos más incomodos.

Por fin el rubio se detuvo en lo que parecía una pequeña biblioteca, la que de inmediato le hizo volver a sentirse como en su hogar, lo que le recordó de inmediato echar un vistazo fugaz a sus manos que, a pesar de habérselas lavado y embetunado con crema, aún podía observarse en ellas algunas manchadas de tinta. Escondió sus dedos con rapidez, entrelazándolos por detrás de su espalda, mientras volvía a mirar a su alrededor, todas aquellas repisas y los títulos de los libros a los que prestó mucha más atención de lo que él podría haber escondido segundos atrás, y estaba a punto de coger uno de sus favoritos cuando él le dirigió la palabra, haciendo alusión a un matrimonio que de seguro le hubiese quitado hasta el hipo si lo hubiese tenido.

Le escuchó parpadeando incrédula; el muy descarado ya lo daba todo por hecho sin siquiera mostrar un poco de cortesía previa ¡Ni chocolates, ni flores! Como le habían llevado los más gentiles de sus pretendientes, ¡Ni de sus tierras! Como lo habían hecho los más superfluos, no, él iba directo al grano, hablando de su alcoholismo y la funcionalidad de su segunda cabeza. “Tranquila” se dijo a sí misma antes de tener que recurrir a su numeración del uno al diez como cuando se le acaba la paciencia.

Perfecto — le sonrió fingidamente radiante, mientras hinchaba sus pulmones de aire — Estaréis ausente la mayor parte del tiempo, mientras de seguro yo follaré con el resto de mis amantes para luego haceros pagar por la escolaridad de mis hermosos hijos que ni sabréis si serán vuestros — alzó los hombros y tras dedicarle una sonrisita feliz, se volteó para sacar aquel libro que antes se apoderado de sus ansias. — Oh, y no me digáis que vos no follaréis con otras porque por muy mujer que sea, hay cosas que las conozco incluso mejor que los hombres y por supuesto que sé que aquello es parte de la realeza — le dijo, mirándole entre pausas fugaces mientras hojeaba aquel libro hasta llegar a la primera hora — ¿Quién sabe si hasta podemos hacer una orgía? — le dijo aguantándose la risa de lo que podía imaginar de su cara, pues si estaba segura de que algo no les agradaba a los hombres de la alta clase, era encontrarse con mujeres aún más deslenguadas y audaces que ellos mismos, y realmente esperaba que su nuevo prometido en cuestión no fuese parte de la excepción. Como decían todos “La esposa es la tonta criadora y el resto lo arreglan las putas”... tener una esposa puta obviamente no sería bien visto.




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Mensaje por Fyodor C. Ivashkov Sáb Dic 08, 2012 11:20 pm

La mira de arriba abajo como estudiándola, tal como se hace con el ganado cuando quieres decidir si es apto o si es mejor desecharlo, nota cada uno de sus defectos pero decide omitir sus virtudes. La estudia como un científico con alguna especie nueva, nota incluso sus tics al hablar y la manera en que sonríe creyendo que con eso va a molestarlo. Todo este trámite le está quitando tiempo que podría pasar en asuntos más importantes, pero no puede culparla a ella de momento, tampoco a su madre que fue quien la envió, la culpa es de su propia sangre por otorgarle un cargo que no desea. Inútiles miembros de la realeza y él, se está convirtiendo en uno de ellos también.

— Apenas tengas un varón dejaré de ir a tu cama, no me interesan los otros hijos, sólo un primogénito que pueda conservar mi linaje… — su nariz se arruga como si hubiese captado un mal olor, es sólo un gesto común en él, uno que indica su más profundo desprecio, — no me preocupa con quien te acuestes mientras no me molestes, sólo se discreta o tendría que devolverte a tus padres y perderías todo — su mano se alza y el gesto que realiza con ella le indica que aún no ha terminado de hablar, la replica a sus palabras apenas comienza, las pausas que hace son sólo para elegir lo que dirá y no correr el riesgo de ser malinterpretado, es molesto tener que mantener esta conversación y aún cuando podría decirle que se fuera, no lo hace.

El líquido bendito de su copa, producto para él proveniente de los dioses, baja por su garganta y va quemando el camino hasta su estómago. Aquel es todo el calor que puede sentir, está cada vez más frío, más seco, todo por culpa de esa mujer que se supone será su esposa. — Puedes hacer las orgías que quieras pero no esperes mi presencia, tu cuerpo no despierta en mí lo que otras mujeres logran sin siquiera mirarme… no me extrañaría que con la edad que tienes ya estés seca y no puedas engrandar, de ser así se anula la unión… lo dejaré estipulado por escrito antes del matrimonio — para él todo no es más que un punto más que debe ser tratado para luego terminar lo antes posible.

Mira el libro que tiene entre las manos y luego su mirada vuelve a centrarse en su rostro, aunque ya ha reconocido antes que es una mujer que podría ser atractiva, simplemente no es de su gusto, aunque quizás su opinión cambiaría si la ve con menos ropa. —Te trasladarás a Rusia una vez terminada la ceremonia, estará todo dispuesto para recibirte, mi madre se encargará de ello… será allá donde te visitaré cuando el trabajo acá no requiera de mi presencia — se mueve hasta un escritorio cercano buscando un trozo de papel y una pluma que sabe, suele estar disponible para quien quiera usarla. Garabatea algunas palabras manteniendo silencio por algunos minutos, como si esa acción requiriera de toda su concentración.

Al terminar guarda el papel en su bolsillo, la memoria es frágil y por eso se encarga siempre de anotar aquello que deba realizar con posterioridad o que requieran el carácter de urgente. Su rostro cambia y sus facciones se suavizan, es tan falso como las palabras que ahora salen. Da la vuelta al escritorio y camina hacia ella. — Si vuelves a intentar desafiarme encontraré otros métodos para que entiendas… podemos llevarnos muy bien querida o puedo transformar tu vida en un infierno… — le sonríe y hasta se acerca para dejarle un beso en la mejilla, — esto no es una amenaza, es un hecho — y es ahora cuando la toma por la cintura y la estrecha hacia él. No hay mejor forma de saber cómo se siente su cuerpo que de ese modo.

Debajo de aquellas vestiduras realmente se esconde una mujer, detrás de esa personalidad que le parece ácida y tal vez muy parecida a la otra hay una buena cantidad de curvas que pese a no ser exageradas si están en una proporción más que adecuada. — Claro que si quieres divertirte antes de la boda puedo cambiar de idea con respecto a lo que dije antes… a lo que seas que quieres que cambie… — Fyodor deja de pensar con la cabeza que tiene sobre el cuello y comienza a hacerlo con la que tiene entre las piernas, muchas veces pareciera que es esa la que lo domina, porque, tal como ha dicho más de una vez, sus manos fueron creadas para dos cosas: para darle placer a las mujeres y levantar la copa de licor y llevársela a los labios.

Ser ruso no significa ser necesariamente frío y ser hombre no significa necesariamente que te gusten todas las mujeres, pero a él le tocó simplemente ser caliente, en ambos sentidos. — Aunque yo no obligo a ninguna mujer a nada, estás en todo tu derecho de rechazarme… pero claro, sólo sería una prórroga ya que nos encontraremos otra vez en la noche de bodas… — cuando libera el agarre de su cintura esa palabra sigue sonando extraña. Él no sirve para ser un hombre casado. Su historia, su trabajo, no el de duque si no que el otro, su estilo de vida y todo en él dice que es un hombre que con suerte puede realizar una tarea a la vez, ni siquiera puede ser responsable de si mismo, mucho menos lo sería de una familia. — ¿De verdad quieres tanto casarte como dijo mi madre en su carta? —



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Mensaje por Rilian Korsákova Mar Dic 11, 2012 9:38 am

"Pues estoy condenada,
Fabio, a la muerte, por decreto tuyo,
y la sentencia airada
ni la apelo, resisto ni la huyo,
óyeme, que no hay reo tan culpado
a quien el confesar le sea negado."


Sor Juana Inés de la Cruz. Pues estoy condenada



Continuó poniendo su atención en aquella primera hoja informativa del libro que tenía en sus manos; título del libro, autor, editorial y todos esos datos de impresión que a nadie le importan. Lo realmente esencial de una obra como aquellas, era su contenido y el aroma de sus páginas nuevas que en sus manos se volvían una verdadera entrada al paraíso. Amaba leer casi tanto como amaba escribir y no le importaba ser una estúpida soñadora, pues su imaginación era algo que nunca nadie le podría quitar, ni aún cuando le forzaran a un matrimonio no deseado y le llenasen de hijos ingratos.

Le escuchaba con desinterés, sonriendo con las propias contracciones del muchacho; primero se emborracharía y le follaría cuando se le diese la gana, llenándole de herederos y ahora, tan sólo un par de frases después, sólo sería al inicio y los herederos se reducían a uno. Menudo niño, ni siquiera tenía en claro lo que de verdad quería ¿Cómo es que esperaba llegar a intimidarle de ese modo?

No me preocupa con quien te acuestes mientras no me molestes, sólo se discreta o tendría que devolverte a tus padres y perderías todo — dijo él de pronto, logrando por fin captar su atención.

Le miró ofendida, al mismo tiempo que cerraba el libro y abría la boca para aclararle las cosas cuando él alzó una de sus manos para pedirle un poco de calma como quien aún no termina de hablar. Así que regresó el libro a la biblioteca y se giró para mirarle de frente con la expresión del rostro completamente mosqueada ¿Cómo se atrevía a pensar que ella no tenía nada? ¿De verdad creía que los padres de él mismo le hubiesen elegido a ella si acaso no hubiera sido hija de una muy buena cuna?

A pesar de todo le escucharía y luego hablaría, no por ser una mujer sumisa, sino porque de verdad le interesa escuchar el porque de sus pensamientos, pero el muy necio, en lugar de seguir hablando se ponía a beber. Tal parecía que su saliva se hubiera menguado de tanta palabrería y necesitase mojar su garganta con algo más para recuperar el habla.

¡No me iré a Rusia! — estalló por fin, tras haber boqueado un par de veces, incrédula por lo que el hombre acababa de decir — Quiero decir... siempre he tenido en mente regresar, pero no tan ya, no ahora... — agregó ya bajando en tono de voz en lo que parecía algo que realmente le afectaba.

En verdad no quería irse, no aún, no ahora que estaba descubriendo tantas cosas para sus propios escritos, sus preciados y anhelados cuentos, su vida. Aquella noticia le había afectado, mucho más de lo que le hubiese gustado que le afectara aquel hombre y precisamente porque sabía que si así él lo disponía, ella nada podría hacer contra el mandato de la realeza. Ya no eran sus padres, ya no era escaparse en una chiquillada cualquiera, era el poder de los más intocables el que le sometía, tan vil, tan amargo como la desesperanza misma.

Elevó su mirada asustada para hacer frente a la suya que en ese momento se acercaba diferente, como si hubiera cambiado de opinión al respecto, pero no era así, al contrario; Fyodor marcaba aún más la supremacía de su poder ante ella, y lo sellaba con un beso. Un beso traidor y mentiroso, tal como el mismo beso que Judas le dio a su Maestro para marcarlo como un condenado a muerte, pues así mismo era como se sentía; condenada.

Sois... — quiso decir, pero el Duque le cortó toda palabra con su abrazo repentino.

Prácticamente se tragó el aire que tenía por delante, y con él también sus palabras. Le miró a los ojos, quería tantas cosas para decirle, pero el orgullo y la razón se debatían en su interior en una lucha huraña, tan fiera como encarnizada, como quien peleaba por sacarse los ojos. Quería llorar, quería gritarle a la cara, rebelarse y aventarle una buena bofetada, ponerlo en su lugar y decirle que ella no era juguete de nadie, pero por otro lado tenía miedo, de él, de su familia, de su poder y de sus amenazas que bien sabía podrían convertirse en una realidad.

No opuso resistencia, sabía que aquello sólo empeoraría las cosas y que tal vez, después de todo, aquel hombre tuviera razón. Si ella daba, él también, pero ¿Cómo poder confiar en la palabra de alguien que ni siquiera conocía y que desde un principio se había mostrado como un verdadero infame?

Por fortuna las manos masculinas le soltaron antes de que ella hubiese acabado sucumbiendo a una estupidez. Y junto con las manos de Fyodor también se le cayó encima el peso de su dignidad ¿Cómo es que lo había pensado siquiera? Entregarse a él, como si aquello le asegurar realmente su palabra. Suspiró desilusionada de sí misma, cansada y agotada de esa lucha antes de siquiera haber levantado su espada.

Apoyó su mano en uno de los estantes, no quería sentarse ni demostrar su cansancio porque aquello denotaba debilidad, y ella, no sabía de donde, pero pronto sacaría fuerzas; lo sabía, y ese mismo pensamiento le ayudó a recobrar su compostura.

¿Os parece, en verdad, que mi deseo es casarme con vuestra merced, Duque? — le preguntó volviendo a mirarle a los ojos con la fuerza de un fénix recién emergido de las llamas. Rió y meneó la cabeza con ligera ironía — Os hablaría con mayor sinceridad si pudiera, pero lamentablemente vos tenéis el poder de hacer con vida lo que os plazca, incluso transformarla en un infierno — señaló recordándole incluso sus propias palabras.




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Mensaje por Fyodor C. Ivashkov Lun Feb 11, 2013 4:31 pm

"Usted se siente excluida del mundo, ¿verdad?"
"Sí", dijo, todavía mirándome.
"Usted admira a los hermosos, a los normales. Usted quisiera tener un rostro tan equilibrado como esa muchachita que está a su derecha, a pesar de que usted es inteligente, y ella, a juzgar por su risa, irremisiblemente estúpida."
"Sí."
Por primera vez no pudo sostener mi mirada.

Extracto de La noche de los feos - Mario Benedetti

Poder hacerlo y querer hacerlo no siempre van juntos, no son una pareja que camina de la mano y que no puede separarse. Muchas veces existe algo que se desea con ferviente pasión pero que es simplemente imposible. Fyodor puede transformar la vida de prácticamente cualquier persona en un infierno, pero ¿realmente lo quiere? Acaba de decirlo, como un hecho, como lo que desea. Y es ahí, apenas ella lo pronuncia que nota la inmensa contradicción que significa. Él, que ha luchado durante años por entregarle la libertad a tantas personas, ahora amenaza a la mujer que tiene en frente con quitarle aquel preciado bien si no accede a sus peticiones. ¿En qué clase de hombre se ha convertido?

Tiene la respuesta antes de volver a formularse la pregunta, no puede culpar a la realeza o al cargo que le fue impuesto. Aquel camino que ahora sigue es el que él ha escogido sabiendo el rumbo que tomaría. Su mano se levanta y la pasa por su propio cabello desordenando las hebras que ya estaban fuera de lugar. — Ninguno de los dos necesita oír la respuesta a esa pregunta tal como ninguno de los dos escogió esto… me ha dejado claro su posición al respecto señorita… — busca entre otros papeles que tiene sobre la mesa y encuentra con facilidad la carta de su madre, — señorita Korsákova… ¿o prefiere que la llame desde ya Ivashkova? —

Si no es ironía entonces, ¿qué es lo que tiñe sus palabras? Rendición quizás, obediencia a la última voluntad de su padre, sometimiento al deseo de su madre o cansancio de una vida de altibajos, de momentos de soledad. Está claro que ya no puede volver a su trabajo, ¿por qué entonces no se dedica a hacer este nuevo bien? Podría fácilmente tener un matrimonio, hijos, todo sin tener que amarla, sólo siendo amable. Pero… ¿hasta cuándo le duraría eso? ¿cuánto podría soportar antes de querer volver a mancharse las manos con el sudor de la batalla o disfrutar de la compañía de otras mujeres sin sentirse culpable por engañar a aquella con la que se ha comprometido? Una cosa es no amarla, otra distinta es hacerle daño.

— Puede usted hablar con sinceridad, puede decir lo que realmente desea y no tema represalia alguna. Si le di la impresión de ser alguien intolerante o intransigente espero poder cambiar esa imagen con el transcurso del tiempo… — o quizás aquello resulte en todo lo contrario, tal vez sólo reafirmará que en realidad es así cuando se trata de asuntos que escapan de su control. Y no hay nada más irritante para él que el tema de su futura unión, la confusión impera y los sentimientos saltan de la resignación al deseo de lucha con una rapidez que le obliga a girarse para que ella no pueda reconocer las emociones fluyendo a través de su rostro que suele ser su peor enemigo.

Finge volver a buscar en los papeles sobre el escritorio, detiene en algunos su mirada creyendo que da la impresión de que con eso le otorga algo de tiempo para expresarse. Su opinión al respecto le interesa pero sólo para conseguir más información, desde su punto de vista la decisión ya está tomada, no hay mucho que puedan hacer al respecto mas que acatar y seguir adelante. La lucha anterior fue algo mas parecido a dos niños que compiten por quien tiene mejores juguetes, algo así como un duelo entre dos hombres borrachos estúpidos sobre quien tiene más argumentos en una discusión sin mucho sentido. Cuando vuelve a rodear el escritorio sus hombros bajan y suben en un suspiro involuntario, el gesto más afeminado de todos, como si el que le elijan esposa no sea suficiente para matar su hombría.

La mira directo al rostro y la imagen de ella en ese futuro juntos aparece, lo extraño es que no le molesta del todo, es tan imposible como agradable y aquello es aún más peligroso. — Cuando mi madre me envió la carta informándome sobre usted creí que era otro de sus intentos… ya perdí la cuenta de cuantas pretendientes ha buscado para mí… la diferencia radica en que es la primera vez que me encuentro con alguien que no parece ávida de querer ser mi esposa lo antes posible… — pensamientos que afloran en voz alta, si ella quiere ser sincera el mejor modo que tiene para pagarle es también siéndolo. — No se si eso sea algo que me moleste o lo contrario… su falta de interés en mí me parece aún más… interesante… no de un modo atractivo, sino que es… diferente… —

Diferente al punto de no poder explicarlo, diferente porque no tiene con qué compararlo, diferente porque espera que ella le de más herramientas para encontrar respuestas, diferente porque necesita motivos para terminar con ese compromiso aún cuando una pequeña, muy pequeña, parte de si mismo sienta que no es tan mala idea. — ¿Cómo vamos entonces a terminar con esto? Porque usted desea terminarlo ¿no? —



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Más vale pájaro volando que cien en mano {Fyodor C. Ivashkov} Empty Re: Más vale pájaro volando que cien en mano {Fyodor C. Ivashkov}

Mensaje por Rilian Korsákova Vie Jun 14, 2013 1:27 am

"Pero nace tal bien de aquella pena
que queda el tal rumor más conocido,
siendo el entendimiento socorrido
de las potencias que de sí enajena."


Gutierre de Cetina. Aquel rumor que de improviso suena



Temor... Eso es lo que le provocaba Fyodor en aquellos momentos, aun cuando le costase reconocerlo. Él era poderoso, inteligente, joven y apuesto; pareciera tener el mundo en sus manos, o mejor dicho, el mundo y las copas en sus manos. Menudo alcohólico que tendría de esposo si acaso sus palabras se volvían ciertas y, era en ese momento, cuando deseaba el haberse casado con cualquier otro de sus anteriores prometidos. Parecía un castigo divino ¿Por qué Dios había querido ponerle por delante al peor de todos y el único del cual no se podía librar?

Le miró con el porte altivo, ese que sólo con aquellos que no le agradaban era capaz de sacar. Esperaba que su pregunta hiciera mella en su noble cerebro, mas parecía no ser necesario y tampoco suficiente. Él lo tenía todo bastante claro, que ella no deseaba ser su esposa y que al parecer ella tampoco era del todo su gusto. Claro, no se lo imaginaba con alguien como ella, mas bien le veía con una de esas prostitutas bien requeridas; con pechos y caderas para dar y regalar... no como ella.

Se revolvió incómoda en su propio puesto, de pronto se sentía poca cosa. Sin embargo, no alcanzó siquiera a reconocer aquel sentimiento, pues entonces él se refirió a ella con su propio apellido y eso fue como si le arrojasen un verdadero balde de agua fría. Pudo sentir incluso como un extraño escalofrío le recorría el esqueleto y se esparcía hasta sus mismos dedos los cuales apretó cerrando los puños y volvió a soltar en cuanto se dio cuenta de su tan marcada obviedad.

— Korsákova, si no es mucha la molestia — respondió procurando mantener la compostura, e incluso asintiendo una sola vez con la cabeza en un gesto cordial — Así será mientras pueda disfrutar de ello. Además, es mucho mas bonito que Ivashkova.

Acabó por sonreírle con la misma ironía que flotaba en sus palabras. Si él quería jugar con ello, ella le respondería, aunque claro, de manera mas sutil. No era tonta, sabía que no era conveniente pasarse de la raya con el Duque, mas cuando él le dijo que podía hablar con sinceridad, no supo si en verdad hablaba en serio o nuevamente le estaba tomando el pelo. Se quedó callada, esperaba a que él mismo fuese quien se lo aclarara, quien le dijera derechamente que estaba jugando con ella o que en verdad le otorgaba ese minuto de confianza que hasta ahora se daba cuenta de cuanto deseaba. Mas él no dijo nada, simplemente se puso a buscar en sus papeles mientras ella le miraba impaciente hasta que por fin les deja de lado.

Rilian abrió la boca, no sabía si hablar de una vez y hacer caso a su permiso, pero fue entonces cuando se encontró con su mirada directa y, no supo el porqué, pero tuvo que desviar la suya. Observó los mismo papeles que él había dejado de lado y no volvió a posar su atención en él hasta que fue él mismo quien rompió el silencio.

Entrecerró los ojos, disminuyendo así el área visible de sus ojos, mas no fue suficiente para ocultar toda la desconfianza que emanaba de ellos. Su mirada siempre había sido demasiado transparente y delatora, por eso era que a veces prefería desviarla, pero no ahora. Dudó nuevamente, de pronto Fyodor parecía demasiado diferente a como se había mostrado en un primer momento, como si en verdad pareciera interesarse en lo que ella pensara y eso le tornaba incluso en una persona agradable.

— ¿E... Estáis hablando en serio? — preguntó incrédula, mientras el dedo indice de su mano derecha se alzaba titubeante, como si quisiera, y no se atreviera, a hacer una advertencia. — Yo... — acaba por llevar los dedos con sutileza hasta su propio pecho — No... no deseo casarme, no aún... no con vos...

Volvió a desviar la mirada, como si de pronto temiese a que sus palabras pudiesen hacerle daño y necesitase encontrar otras para remediarle.

— Tampoco es que tenga a otro hombre... — le miró una vez más — pero... — sonrió nerviosa — bueno... tengo sueños. Imagino que a todos nos gustaría encontrar a ese alguien especial que con tan sólo una mirada nos haga sentir que es la persona indicada. Además... tengo también mis planes y... me da un poco de miedo tener hijos... He escuchado gritar a las parturientas — rió brevemente y se detuvo para mirarle, ahora de una manera diferente — ¿Y vos? Tampoco parecéis muy contento con esto... Debéis saber que tampoco sois mi primer prometido — señaló con orgullo.

Por primera vez se sentía un poco a su altura.




"El artista debe de ser mezcla de niño, hombre y mujer."
— Ernesto Sábato —

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