Tras las máscaras... [Cyrielle Dumond]

Una pronunciada mueca deformó mi expresión al rozar la fea herida situada justo al lado de mi ojo izquierdo con la elaborada máscara que portaría aquella noche. Unos milímetros más y ese licántropo me lo habría arrancando de cuajo sin remedio. Acababa de regresar de un encuentro poco amistoso con el citado engendro, saldado con una muerte y un superviviente... con el cuerpo repleto de incontables magulladuras.

- Te ha dado una magistral paliza - recalcó Marcus, mi abuelo y compañero de investigaciones, mientras que con manos expertas y sumo cuidado vendaba la última herida de mi brazo diestro.

Solté una sonora carcajada y otra mueca de dolor contrajo los músculos de mi rostro. Tenía razón, presentaba moratones y contusiones por cada resquicio de mi cuerpo, sin embargo, no era yo el que se había llevado la peor parte y era este detalle el único que me importaba.

- Es culpa de lo pésimo que eres entrenand-.... - comencé a murmurar con voz teatral, sin embargo, el efectivo codazo de Marcus en el abdomen cortó de forma contundente el hilo de mis palabras, volviendo a arrancarme otra mueca de dolor.

- No te quites la máscara durante el baile o darás de que hablar – me aconsejó, ajustándola para que ocultara por completo la herida del rostro; asegurando a continuación la correcta sujeción. No se movería con facilidad, aunque me las ingeniara para mantenerme muy, pero que muy, activo.

Aquella noche, la ausencia al baile de máscaras del ilustre personaje tras el que se escondía el licantropo sería sonada, y objeto de toda clase de conjeturas por parte del resto de los invitados. Por ello, me convenía asistir y hacer acto de presencia, si quería evitar que se hablara también de mi ausencia y correr el riesgo de que se terminase relacionando ambas.

- Y tú no permitas que mi madre te vea, o tu paliza no será solo magistral... - dibujé una media sonrisa maliciosa. Esta vez fue Marcus quien dejó escapar una carcajada, aunque la suya iba impregnada de cierta amargura, después de todo, Micaela no dejaba de ser su hija, aunque quisiera verle muerto.

Terminé de vestirme y salí de mi alcoba, mientras Marcus se esfumaba por el mismo sitio por el que había entrado: por el balcón. Su relación con mi madre seguía igual que siempre, con ansias de muerte por parte de ésta última. Y dado que ella también asistiría aquella noche al baile, Marcus se quedaría en el escondrijo, rasgando, desmembrando y deformando hasta límites insospechados el cuerpo del licántropo recién cazado. Odiaba perderme tal diversión, pero no me quedaba más remedio. Aunque, debía decir que los bailes nunca resultaban una total perdida de tiempo, siempre ofreciendo un variado y exquisito placer para la vista y puede que para algún otro sentido más...

Al descender los escalones hasta la planta baja, y tras el clásico episodio que solía protagonizar mi madre de histeria al no estar conforme con la combinación de colores de máscara y vestido,... “Mujeres, ¿quién las entiende?”... nos pusimos en marcha, rumbo al baile.

Pelucas, plumas, vestidos, tacones… todo resultaba exquisitamente maravilloso. Y es que en su cuarto no sabia que cosas estaban de más, como las incontables cajas de zapatos o los numerosos vestidos que tan emocionadas ella misma había salido a comprar. Su dama de compañía la miraba con los ojos abiertos como platos, asombrada de tantas cosas juntas; su cuarto era un desastre. - ¡No sé cual ponerme! –refunfuño, haciendo un puchero cual niña malcriada.- me gusta el conjunto de esa mascara con los zapatos esos…-señalo, paseando su figura por aquel cuarto. Saltando un par de cajas y acariciando con la yema de sus dedos aquellas diferencias texturas en las incontables telas, que permanecían dispersas por la habitación.- pero me gusta como se me ve el vestido azul, o el negro… Ay… ¿por qué tienen que crear cosas tan hermosas? Luego los varones se quejan de que nos demoramos demasiado, como si eso fuera totalmente nuestra culpa.- se cruzo de brazos, bufando con hastió. Entonces sus ojos se quedaron fijos en aquel vestido azulino, aquellas terminaciones del faldón que al girar mostraban una tela platinada y suave al tacto. Sonrió ampliamente, ya había escogido el vestido y sabía perfectamente que juego de zapatos le quedarían de maravilla para aquella noche.

Cyrielle no era la típica niña mal criada, era curiosa, demasiado curiosa para su propia seguridad. Gustaba de realizar experimentos, de hacer travesuras….pero sobretodo hacer cosas que el “normal” de las personas jamás haría. Dar a su vida aquel golpe de adrenalina, de pasión que sentía tanto en falta. Aquella libertad la disfrutaba, la amaba ante todas las cosas. Una sonrisa triunfal se dibujo en sus labios, cuando terminaba de ajustar los últimos adornos a aquel juego de ropa, joyas, guantes de seda, un antifaz que resaltaba su mirar. Sus cabellos recogidos, trenzados y bien situados entre broches y demás cosas. Ya estaba completamente lista.

La música adornaba aquel baile, individuos que ocultaban su identidad tras una mascara. Una noche que te entregaba el dulce poder del anonimato, sintió un par de miradas sobre su figura mientras ingresaba a aquel enorme salón. Cuerpos girando, vestidos adornando de diferentes colores toda la pista de baile. Su diestra sujeto de forma elegante una copa, llevándola con delicadeza hasta sus carnosos labios y beber de esta, mirando todo a su alrededor. Las voces de las damiselas, los comentarios poco… sutiles de las verdades tras las mascaras solo hicieron que soltara una risita. Las figuras de unos varones se acercaron hasta ella, palabras de cortesía, recordatorios de una familia que solo le serbia como escudo, como porte ante aquella alta sociedad.

Entonces sus ojos se quedaron fijos en una figura en especial, más por lo que podía escuchar de las féminas que por otra cosa. ¿Ese si era un buen partido? ¿Por ese murmuraban cosas lujuriosas? Ladeo el rostro curiosa, y pidiendo disculpas a sus acompañantes avanzo entre el grupo de bailarines antes que él pudiera darse cuenta del coqueteo de aquellas mujeres. Sus pasos seguros, solo le recordaron alzar el mentón orgullosa hasta poder alargar su mano y apoyarla de forma delicada en su antebrazo izquierdo.- Disculpad ¿Me permitiría el honor de concederme esta pieza de baile?- sus ojos maliciosos se quedaron en el grupo de mujeres que asombradas la miraron perpleja, pero es que tampoco estaba dispuesta a recibir un “no” por respuesta. Así que sujetando su mano en un acto de completo desacato al honor de la clase y las odiosas costumbres, lo jalo a la pista de baile sonriendo juguetona, sonriendo… ante la travesura realizada.

Todos los bailes reunían siempre los mismos ingredientes, elaborados y vistosos trajes, rítmicas piezas de música y un sin fin de charlas banales, donde todos presumían de sus cuantiosas posesiones, las cuales no solo se limitaban a objetos, sino que también incluían personas. Un cóctel que se me antojaba sumamente aburrido, monótono. No me esforzaba por aparentar que sus conversaciones me eran de algún interés, por lo que siempre terminaban dedicándome una mirada airada y se alejaban en busca de alguien que estuviese dispuesto a aparentar. Mi madre, por su parte, hacía rato que había sido invitada a bailar, perdiéndose de vista entre los invitados.

Esto se prolongó hasta que una de las conversaciones atrajo mi atención. Había oído a alguien pronunciar el nombre de la persona que horas atrás me había adornado el cuerpo de moratones, el mismo que igualmente había pasado a mejor vida. Me uní a la conversación sin haber sido invitado y traté de encandilar la charla hacía esa persona sin que se me notara demasiado interés. Algo que no resultaba del todo fácil, pues como cabría esperar, todos los intentos terminaban conduciendo a la fortuna que tenía tal y cual...

En esas me hallaba cuando sentí una inesperada presión sobre el brazo. Sin moverme del sitio, llevé la cabeza hacía un lado para ver de quién se trataba, mientras mi mente trataba de procesar lo que acababan de preguntarme. “¿¿Qué... qué.. QUÉ??” Sin embargo, no me otorgó ni un triste instante para que me pronunciara al respecto, ni siquiera para asimilarlo, sino que fui literalmente arrastrado hacía la pista de baile. Me límite a tratar de moverme de manera que las heridas no rebasaran el límite del dolor soportable, al mismo tiempo que mi mente ponía orden.

Aquella joven había sido rápida y osada, no podía negarselo, al igual que tampoco podía obviar el hecho de que acababa de mandar al garete el elaborado protocolo regente en estas fiestas, ése que tan concienzudamente nuestros antepasados consideraron que debíamos poseer. Podría haberme mostrado escandalizado ante tal conducta, como muchos de los presentes que clavaban a fuego sus miradas sobre nosotros. Si éstas matasen, el cuerpo de la joven yacería inerte sobre el suelo sin un resquicio de vida. Pero lo cierto era que su actitud me divertía, y no solo eso, sino que despertó mi más profunda curiosidad, aquella que se había sumergido en un largo letargo aquella noche.

Sin meditarlo ni un instante mi brazo izquierdo cobró vida y rodeó su delicada cintura, ejerciendo una suave presión para atraerla, reduciendo así la distancia que nos separaba drasticamente. Con el brazo derecho, y haciendo un notable esfuerzo para no dejar escapar una mueca de dolor, tomé su mano, alzándola.

- Os habéis olvidado del detalle de besar la mano de la persona que sacáis a bailar – pronuncié con una media sonrisa adornando mis facciones, mientras comenzaba a marcar el paso del baile al ritmo de la melodía, haciendo girar a mi inesperada pareja. El deseo de tratar de obtener información sobre el licántropo que me había ocupado instante atrás se había esfumado por completo.

Mi mirada se tomó la libertad de pasearse por el rostro de la joven, por aquellos detalles que no quedaban ocultos tras la máscara. Conocía prácticamente a cada personaje de la alta sociedad de París, sin embargo no lograba descifrar quién se escondía tras aquella máscara. Mis dedos ardían en deseos por arrebatársela, pero ya de por si estábamos dando de que hablar, no pretendía echar más leña al fuego, al menos por ahora. Lo que si hice fue reducir aún más las distancias entre ambos, acercando despacio mi rostro a la piel de su cuello...

- ¿Sabes que hueles muy bien? - pregunté en voz baja, para que fuera ella la única propietaria de lo que acababa de pronunciar. Me había tomado la licencia de prescindir de los modales de cortesía, como si nuestra amistad se remontara en los años y no hiciera falta tanta formalidad.

Volví a tomar un poco de distancia, de manera que podía apreciar cada expresión de su rostro que el incordio de máscara me permitía. En mi mente se fraguaba el siguiente paso a dar, dejándose llevar por los impulsos más que por la razón, como era costumbre en estas situaciones, cuando, sin previo aviso, la mayor parte de la iluminación del salón se extinguió como si nunca hubiera existido, engullendo a todos en la penumbra..

Una sonrisa afloro en sus labios, porque ver la expresión de sus ojos le resultaba absolutamente encantador. Pero no solo eso, si no la mirada envenenada que comenzaron a dedicarle por su atrevimiento… el juego recién estaba comenzando y sentía su corazón latir con apremio, ante las ansias de descubrir a donde le llevaría todo eso. Entonces una sonrisa afloro en sus labios, cuando de forma elegante coloco su diestra en su hombro y el calor de la palma contraria aun podía ser percibido por su izquierda, aquella que tan delicadamente en un guante de seda permanecía protegida de la impureza de su alrededor. -¡Pero si es verdad! aunque…-se mordió el labio inferior, medio sonriendo.- si hubiera realizado eso, la que debería sujetar vuestra cintura en este preciso instante seria yo… y su mano tendría que estar sobre mi hombro.- Se encogió de hombros, dejándose guiar en aquel baile en donde los vestidos y los cuerpos girando creaban una perfecta armonía.

Un cosquilleo pudo sentir contra su piel, cuando aquel aliento cálido rozo su cuello desnudo. Su fragancia nublaba parte de sus sentidos, pero claro ella no tenía la necesidad de aproximar su olfato a contra su piel. Toda aquella fragancia lo rodeaba por completo, su calor la envolvía como un dulce abrigo ante lo incierto de aquella noche helada. Ante aquel instante en que el tiempo parecía detenerse entre ambos, porque lo que había comenzado como una simple provocaciones a personas ajenas a su conocimiento personal, se estaba tornando en otra perspectiva; interesante. Pero su olor no era lo que le causo curiosidad, si no que traía impregnado otro tipo de esencia que no lograba distinguir la una de la otra. Dejo escapar de sus labios una sutil risa, mirándolo con fijeza.- soy total y absolutamente apetecible si es eso realmente lo que insinúa, mi buen estimado caballero enmascarado... gracias por el cumplido.- dijo de forma socarrona, descendiendo de forma atrevida su mano hasta apoyarla en su pecho. Ladeando el rostro mientras por primera vez sentía que aquel mirar la atrapaba por completo.

-¿Piensas besarme? – no pudo evitar soltar aquellas palabras, cuando dejaron de girar, cuando dejaron de bailar y únicamente permanecían contemplándose tanto el uno como el otro. Entonces ocurrió lo que no estaba previsto, las luces se apagaron por completo, mujeres asustadas y gritos se escucharon en aquella estancia. Bromas y luego risas de los varones, de quienes aun permanecían con los recientes efectos del alcohol en su sangre. Ella simplemente agudizo sus sentidos , sin poder evitar sentir que algo estaba mal en todo eso, sin poder pensar en la idea que lo mejor era salir pirando de inmediato. Pero su curiosidad era más grande y colocándose en puntas susurro en una suave caricia contra los labios ajenos.- ¿Te asusta la oscuridad? Tranquilo… yo te protejo.- río por lo bajo; pensando únicamente en algún problema de fácil arreglo. Entonces dejo un beso en la comisura de sus labios… un simple beso que marcaría el comienzo del caos en aquella noche.

Porque no tuvo tiempo de asimilar aquella corriente eléctrica que le recorrió tras este, aquel nerviosismo curioso que despertó en ella. Antes de sentir como algo la jalaba con fuerza del cabello y provocaba que un alarido escapara de sus labios, que unas manos la sujetaran con fuerza que ella simplemente se sacudió de encima ocupando su propia fuerza sobrenatural. Utilizando sus sentidos para inclinarse antes de que le asestaran un golpe, frunciendo el ceño con violencia. - ¡TODOS CORRED, CORRED! – Y ahí se desato el caos.

Un empujón la hizo resbalar y caer de espaldas contra el suelo, se giro sobre este mientras unos mechones de cabello caían sueltos por su espalda. Sus ojos se abrieron con sorpresa, cuando sintió que algo la alzaba por completo, como aquella fuerza invisible la apretaba y no pudo evitar volver a gritar. Le estaba doliendo, le estaba quitando el aire de los pulmones.- ¡Soltadme! ¡SUELTA…!- Crack…una costilla rota, un dolor en su flanco derecho que la hizo soltar un quejido. Mordiendo su labio con fuerza al sentir las ganas de transformarse, de arrancarle el rostro de un zarpazo. Entonces unas pisadas y ella volvía apoyar los pies en el suelo, sus ojos contemplaron una figura oscura y su cabeza recibió un fuerte golpe que la hizo perder el equilibrio cuando al fin pudo respirar con libertad. Su cuerpo cayó al suelo, siendo lo último que pudo ver un par de botas frente a ella y las extrañas palabras que rondaron en su mente inconsciente: “Imprudente, tú me perteneces”.